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2500, hriive 68

Los tenues rayos del sol de la tarde se filtraban por entre las hojas de las hayas, centellando lánguidamente sobre los rubios cabellos de un elfo reclinado contra un tronco al borde de un pequeño claro en el bosque.

Levemente apartado del centro de la comunidad de los elfos silvanos, pero no lo suficiente para hacerlo peligroso, y no ocupado por el frío del invierno, lo hacían un excelente lugar de encuentro para citas amorosas o para urdir retorcidas confabulaciones; y en tiempos del año en los que Anor calentaba con fuerza, un lugar de esparcimiento de elfitos.

Annael se levantó bruscamente, impacientemente empezando a caminar de un lado a otro. Llevaba esperando alrededor de una hora y el elfo con el que se había citado aún tenía que aparecer. Abrigado con un manto que envolvía su flexible cuerpo completamente, no sentía mayormente el frío, más su paciencia, desgastada en su larga espera, lo hacía inquieto y por la tercera vez esa tarde pensó que sería mejor volver su cálido hogar.

Alto era Annael, estrella de dones, aún siendo joven, con los cabellos largos y ligeramente ondeados del matiz del maíz fino como los de su padre, y los ojos verde azulados de su madre, atractivo en gran medida, poseía una complexión esbelta y ágil de elegantes movimientos y noble andar.

Varias oscuras criaturas habían conocido el filo de su espada, ya que desde muy joven había hallado que favorecía ese tipo de arma sobre las otras, habiendo ganado su reputación de guerrero diestro en su uso, superando a varios guerreros de mucho mayor edad que él. Era origen de bromas hacia su mejor amigo, Legolas, quien hasta ahora tenía que derrotarlo al menos una vez en sus prácticas con la espada, y en cada oportunidad que conseguía desvergonzadamente alababa su superioridad en el arma, a lo cual el príncipe rebatía que en el arco él era el mejor. Y Nadie lo dudaba. Con todo, la saludable competición no paraba.

"Ese elfito jamás me superará" pensó en voz alta con una sonrisa en sus rosados labios.

Una leve aclaración de garganta lo sacó de sus pensamientos. "¿A quien llamas elfito?", Preguntó una voz musical, conteniendo un leve tono de advertencia.

Annael giró y se halló cara a cara con el tan esperado elfo. "Aiya, Legolas, pensé que no llegarías. ¿Y me preguntas a quien llamo elfito? Como si no supieras la respuesta". Dijo irónicamente. Ante el bufido poco élfico de su amigo, continuó. "Sólo un elfito insensiblemente dejaría esperando a su mejor amigo por casi dos horas en tanto frío, elfito."se burló.

"¡Dos horas! No seas exagerado, Nael, y no soy un elfito. Solo porque tu ya alcanzaste tu mayoría no tienes porque llamarme así, tu sabes como me desagrada".

Alegre sonido como tintineantes campanitas flotaron en el aire mientras el joven guerrero reía. "Por eso lo hago, Las, me encanta embromarte. Y como si tú no lo hicieras también."

"Sí que lo sé. El retraso no fue culpa mía, tuve que tomar un camino diferente para perder de vista a Tinurael, ese piensa que no noto como me sigue como un sabueso rastreando a la presa de caza. Si no es él es Idriel, aunque ella no hace más que mirar fijamente." Suspiró exasperado.

"Insistentes ¿no?"

"Más que los otros. ¡No me imagino como serán la noche de mi Nautha-edinor!" Exclamó con fingido pánico, antes de explotar en pequeñas risitas.

Justo en ese momento una ráfaga de viento helado pasó bajo por el claro haciendo temblar a Annael.

Legolas arqueó una dorada ceja. "Por lo que veo, estás con frío."

"¿Acaso eso no fue lo que dije?" Casi refunfuñó el joven elfo.

La ceja subió más alta. "Y malhumorado, por cierto. Déjame hacer enmiendas" y bajando la voz, seductivamente agregó, "y a la vez calentarte". Pasando los brazos alrededor de la cintura de su amigo, lo jaló hacia sí mismo, posando dulces labios sobre los levemente fríos de Annael.

El príncipe acarició los labios de su amigo con los suyos tiernamente, mordiendo un poco el carnoso labio inferior, a lo cual Annael respondió partiendo su boca delicadamente con un gemido. Una suave lengua se deslizó lentamente dentro de una ávida boca, explorando tímidamente los húmedos rincones. Acariciando, embromando, lamiendo, mordiendo, hasta que el joven guerrero sintió su deseo levantarse y ansió más.

Con un gruñido de pasión sin despegar sus labios estrechamente unidos, Annael empujó rudamente a Legolas contra un árbol y aprisionó el cuerpo del príncipe con el suyo, y ante el jadeo de sorpresa de su amigo por el impacto, atacó la delicada boca con casi desesperación, consumiendo y arrasando con su implacable lengua todo lo que el joven arquero tenía para dar.

Al final la necesidad por aire los separó, quedando sin aliento en el abrazo de cada otro. La dorada cabeza de Legolas reclinada hacía atrás contra el árbol y la frente de Annael sobre el hombro de su amigo. El silencio solo interrumpido por trabajosa respiración, mientras ambos elfos trataban de recuperar sus alientos. El principito fue él primero.

"Por Eru, Nael. Ese sí que fue un beso. ¡Nunca me han besado así!" Exclamó, con una levemente jadeante risita. Sintiendo un abultamiento pulsando contra su muslo izquierdo agregó. "Y noto que estás muy ansioso, mellon nin" Alzó levemente su pierna para frotarla contra el deseo de su amigo, quien replicó echando su cabeza hacia atrás con un inflamado gemido y asfixiando la urgente necesidad de frotarse contra su príncipe. "¡Tu espada está lista soldado Annael!" se mofó y casi gritó cuando sintió una mano estrechar su propio deseo.

"La tuya también está lista, mi príncipe." El joven guerrero rió bajito al escuchar los gemidos de su amigo mientras lo acariciaba levemente a través de su ropa, un momento después lo soltó, riendo en voz alta cuando escuchó su quejido de protesta. "Y soy el único que alguna vez te ha besado, Las." Volvió a ocultar su rostro contra la curva que formaban el hombro y cuello de su amigo. "Y no estoy ansioso, estoy frustrado."Susurró roncamente.

El bello rostro del principito se afligió levemente y dejó su cuerpo resbalar por la corteza del árbol hacia el verde alfombrado piso, trayendo a su amigo con él. Una vez asentado contra la base del árbol abrazó a Annael estrechamente contra su cuerpo, besando tiernamente una de sus mejillas. "¿Lamentas nuestra promesa?" Murmuró tristemente.

Sobresaltado por la angustiada pregunta, Annael rápidamente levantó su cabeza para mirar fijamente a su amigo. Tomando con sus dos manos el bello rostro de su príncipe, lo miró a los ojos. "Nunca, Legolas. Me oyes. Nunca lamentaría nuestra promesa." Replicó fervorosamente, dando un corto beso a la levemente partida boca de su amigo. "No deseo a otro como mi primero sino tú. Y tampoco dejaría a uno de esos arrogantes tontos tener ese privilegio contigo" Abrazando a su amigo apretadamente, continuó. "Además recuerda que hicimos esa promesa para protegernos de esos buitres, que se llaman así mismos elfos, rondando a jóvenes inexpertos como nosotros y tomándolos para su disfrute. No me seduce la idea de caer en las garras de alguno de ellos"

Con una picara sonrisa que sorprendió al mismo Annael, Legolas comentó a su amigo. "Pero Nael, algunos de esos buitres, como los llamas, son muy atractivos. A mi no me importaría caer en las garras de unos pocos. Talvez no tan pocos" reconsideró con una leve risita.

"Las, no estarás hablando en serio¿Verdad?" Ante la maliciosa sonrisa burlona que recibió como respuesta, suspiró. "Eso significa que ya no quieres que nosotros..."

"Tonterías, Nael." Interrumpió el arquero. "¿Porque crees que nos hemos pasado los últimos dos años reuniendo información sobre Intimidad?" Antes de que el otro pudiera contestar, siguió. "Y no me has dicho que significabas con eso de que estabas frustrado"

Annael exhaló fuertemente, frunciendo levemente los labios. "Lo que quería decir era que estoy frustrado porque esos tontos me cortejan pensando que ya tengo experiencia de la noche de mi Nautha-edinor. Si supieran que la pasé jugando contigo ese condenado juego de estrategia que tanto favorece tu padre, y que no hice nada más libidinoso que caer ebrio al pie de mi cama. Mi padre estaba indignado al día siguiente porque pensó que mi amante se había aprovechado de mí, y me había abandonado luego de tomar lo que quería". Un suave bufido resonó en el aire. "Ay, si Ada supiera que dicho amante era un elfito quien no se como alcanzó a meterme a mi cama, y aprovechó mi estado de inconciencia para desnudarme, el muy aprovechado, y luego huyó como una veloz ardilla sin que nadie lo viera".

Una carcajada resonó en el claro abierto y los árboles se mecieron al ritmo del gentil sonido. "Si te desnudé fue por el nombre de las apariencias, Nael, y sí que estabas pesado esa noche, pero no mucho más que otras. Y tu Nana casi me descubrió escabulléndome por tu ventana." Rió de nuevo recordando el evento. "La haya al lado de tu ventana me advirtió y a tiempo alcance a trepar sus ramas para evitar siendo atrapado."

"A mi Nana le hubiera dado un ataque. Habría pensado que soy un corruptor de elfitos." Un abrupto golpe impactó contra la espalda de su rubia cabeza. "Auch" se quejó, "yo ya soy un adulto y tu todavía un elfito". Concluyó orgullosamente.

"¡Aiya, sólo por un mes, Nael! No sé porque haces tanto ruido por tan poca cosa."

El agraciado rostro del joven guerrero se tornó pensativo por un rato. "Nunca exactamente me dijiste de donde conseguiste la información, Las. Yo no he conseguido tanto"

"Tú has conseguido casi nada, OH Guerrero. Sobre como manejar esa arma en particular tienes poco conocimiento; apuesto que en el dominio de esa espada te superaré con creces" Chispeantes ojos miraron burlonamente a su amigo y una sonrisas satisfecha contrajo labios carmesíes.

"Eso dices, Oh Sabio. La teoría no basta en esta arena, la práctica es todo lo que importa." Su rostro centelló con una ocurrencia tardía. "Y como yo soy el mayor, yo envainaré primero ese día". Declaró altivamente.

El arquero se erizó ante esa afirmación. "Eso no harás. Yo soy el príncipe, por tanto yo envainaré primero". Aseveró majestuosamente, ladeando su mentón hacia el cielo.

"Títulos no cuentan en los juegos de dormitorio, mucho menos en la cama".

"Veremos"

Se miraron fijamente a los ojos por unos segundos, estallando en risitas al poco rato. Ambos sabían que esa noche sería un desafío, porque eran decididos y poco influenciables.

"No contestaste mi pregunta¿De donde conseguiste tanta información, Las?"

El príncipe elfo se sonrojó débilmente antes de evitar la mirada de su amigo, mirando hacía cualquier lugar, menos a su rostro. "Tathrenlas." Susurró tan bajito que el otro casi no lo oyó.

"¡Tathrenlas!" Casi gritó el joven guerrero.

"¡Shshhhhh!" Siseó el principito, "No tan fuerte."

Annael no pudo evitar sino reír ante la incomodidad de su amigo. "No hay nadie alrededor, Las. Sabes bien que los árboles te avisarían si fuera así"

Legolas lo miró inseguro por un rato, al final solo suspiro. "Tu conoces a Tathrenlas, él tiene un oído de lobo. No me sorprendería si te ha escuchado desde palacio, y en estos momentos este en su camino hacia aquí.".

"Exagerado."

"Talvez". Después de una pequeña pausa. "Tathrenlas me dio la información". Elaboró en voz baja. "Él tiene muchos libros con imágenes y algunos escritos suyos. ¡Ay, Nael!" La dulce boca hizo un gracioso mohín. "No sabes como tuve que sufrir para que me diera esos libros que tenemos para nosotros. Él puede ser muy cruel. Me prohibió jugar bromas a sus amigos, hizo que me culpara yo mismo por él ante Ada por algunas travesuras que él hizo, me ha tenido traerle tarde en la noche a su habitación mis favoritos aceites perfumados, que Ada compra especialmente para mí, para su baño nocturno con sus amantes¡Y ni siquiera me deja observar!". Exclamó indignado. Annael solo sonrió ampliamente." Ay, si solo fuera eso, no sería mucho. Sino que se burla de mí despiadadamente porque soy inexperimentado. Hace comentarios como 'Hizo mucho frío anoche, Hojita. Una noche así es para pasarla en cama con un cuerpo cálido a tu lado, ejercitándote ardientemente para entrar en calor. Me imaginó que tu amigo Annael habrá hecho justo eso, igual que tú, pero, ay, me olvide. Tú no puedes'". Dijo imitando la levemente más profunda voz de su hermano, haciendo muecas de disgusto mientras acababa.

"¿El príncipe piensa que yo paso así mis noches?" Preguntó horrorizado el joven.

"Así parece. Y no pierde oportunidad en fastidiarme con eso. Pequeño hermano, por ac�, pequeña hojita, por allá. ¡Bah! Ya ver�, después de mi Nauta-edinor le quitaré todos sus amantes". Afirmó seguro de sí mismo.

Annael parecía no salir de su mortificado asombro "¿El príncipe piensa que tengo amantes¿No sabe que tu vas a ser el primero?"

Legolas pareció no percatarse de la preocupación de su amigo. "¡Claro que no!" Exclamó prestamente. "No quiero ni pensar de lo que diría si se entera. Me embromaría por el resto de la eternidad y más allá. Él piensa que quiero los libros para no llegar tan ingenuo a la noche de mi mayoría, para que no se aproveche de mí quienquiera que elija. Hasta dijo que sería mejor si fuera uno de sus amigos. Argh," el príncipe se estremeció, "¿te imaginas eso? No quiero ni imaginármelo yo mismo".

Annael sacudió su rubia cabeza, confundido. "Pero si dijiste que después le quitarías todos sus amantes. ¿No sería lo mismo?

"Claro que no. A los otros se los quito, yo no recibo sobras".

Annael volvió a sacudir su cabeza, mandando ondeados rizos volando por los aires. "A veces no te entiendo, Las"

"Como que no, si es muy simple".

El guerrero sonrió levemente, descansando su cabeza sobre el pecho de su amigo. "Esos cuentos que esparciste sobre mis proezas de dormitorio fueron muy exagerados, Las. Y en parte son también los que me tienen frustrado".

"¿Cómo así?"

"En las noches sueño que realmente estoy en ellos, y despierto empapado y pegajoso". Dijo con disgusto. "¿Necesariamente tienes que ser tan detallista¿Hasta tu hermano se los creyó." Súbita risa cosquilleó su oído colocado en el pecho de Legolas.

El príncipe apenas podía controlar su risa, y trató de asfixiarla ante una mirada furiosa de Annael. "Así nadie sospecha de nuestros planes. ¿Tan vívidos son tus sueños?" Preguntó curioso.

El joven guerrero observó los ojos de su príncipe chispear pícaramente. "Sí, son muy vívidos. La mayoría son contigo," confesó sin vergüenza, "y otros con..." se detuvo incómodamente, "No importa. Solo importa que te deseo, Legolas". Susurró seductivamente, apoderándose de los labios del otro.

El príncipe no puedo evitar sino gemir ante el súbito asalto, participando con igual frenesí en el beso, su lengua luchando por dominación con la de su amigo. Annael lentamente bajo a su príncipe hacia la fría hierba, y cubrió su cuerpo con el suyo, nunca quebrando el beso. De improviso Legolas los rodó quedando encima del otro mientras el beso continuaba, tomando control de la boca del joven guerrero, mientras su mano descendía hacía el despertado deseo de su amigo, apretando duro al atraparlo.

Annael gruñó en dolor y placer, rodándolos una vez más consumió la boca del arquero mientras retiraba la mano del Dorado Príncipe y empezó a mover su cuerpo con el de su amigo, frotando sus turgidos miembros, mientras sus bocas se devoraban la una a la otra, ambos liberando fuertes gemidos de placer ante las sensaciones que los movimientos causaban.

Al cabo de un rato sus bocas se separaron, pero los movimientos de sus cuerpos solo disminuyeron un poco. Ambos se contemplaron, mirada vidriosa, labios hinchados por los besos, cabellos levemente desordenados, respiración entrecortada.

"¿Sientes mi deseo por ti, Legolas?." Ásperamente y con lujuria Annael preguntó.

Legolas lo miró intensamente, más al cabo de un rato respondió con una leve, sí bien jadeante risita. "Sí, lo siento, Annael. Pero en tu estado de frustración tu deseo se despertaría hasta por un Huargo".

Con un pequeño grito de frustración, Annael bruscamente se alejó de su amigo y rodó por el piso de la floresta. "Ay, Las. Tú sí sabes como matar el humor". Exclamó tendido boca abajo, varios metros lejos y cubierto de hojas. El frío olvidado.

Legolas iba a gatear hacia su amigo para recuperar los dulces besos y el calor corporal perdido, cuando se paró de pronto, alto y derecho.

"¿Qué sucede, Las?" Annael estaba de pie de inmediato, mirando a su príncipe con su mano apoyada contra la corteza de una haya, tratando de discernir que lo había.

"Están llegando" Su rostro expresaba alborozo. "La partida de Lothlorien está muy cerca de palacio. Parece que apresuraron su paso para que estén tan cerca. Vamos, Nael. Tenemos que alistarnos. No tenemos mucho tiempo.

Con eso el Dorado Príncipe salió corrió como un ciervo entre los árboles, dejando un muy frustrado Annael detrás.

"Condenados árboles, " maldijo entre dientes, más casi chilló cuando una delgada rama le cayó sobre la cabeza.

"¡Las, espérame!" Exclamó, saliendo disparado detrás de su amigo, no dispuesto a enfrentar la furia de los árboles ante su inconsciente reproche.

TBC

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Aiya – saludo que puede ser usado como interjección para captar la atención.

Nautha-edinor – Aniversario de concepción. Según la mitología de Tolkien, el embarazo élfico duraba un año mortal. Cumpleaños.

Mellon nin – Amigo mío

Eru – Iluvatar, el Unico y el Primero

Las – Nombre de Cariño que Annael da a Legolas

Nael - Nombre de Cariño que que Legolas da a Annael

No soy muy buena en élfico, así es que si hay algún error, agradecería si me lo corrigen.