La tarde era fría. Los elfos del bosque se apuraban con sus quehaceres diarios para estar listos para la recepción de la noche en honor los elfos oscuros de Imladris.
Risas eran escuchadas en el aire, pequeños elfitos con rubios cabellos correteando en los claros del bosque bajo la protección de la magia de los elfos, junto con adiestrados y cariñosos perros cumpliendo su placentero deber de jugar con los pequeñuelos cuando no acompañaban a los mayores en la cacería.
Todos parecían disfrutar la tarde.
Hermosos caballos pastaban en los alrededores del establo del rey elfo, corriendo en relativa libertad, más por seguridad que por restricción, ya que el bosque no era seguro fuera de los limites del reino élfico. Recién llegados huéspedes al establo descansaban el fatigoso viaje que habían emprendido desde el valle oculto, cobijados y resguardados los corceles de los Noldor comían alegremente el pienso abundantemente proveído, disfrutando
la paz de la tarde y las esmeradas atenciones de un joven elfo silvano mientras este les lavaba el polvo del camino de sus lomos.
"Cualquiera diría que ya estoy demasiado crecido para ser castigado," murmuró malhumoradamente el joven elfo, mientras cepillaba hábilmente una lustrosa crin y el corcel relinchaba suavemente en aprecio. "Pero no, mi ada tenía que pensar que todavía era apropiado castigarme como a un elfito de una década."
Una vez que los elfos de Imladris habían sido cómodamente colocados en sus habitaciones y debidamente informados que el rey los esperaría al mediodía para un almuerzo oficial junto con los elfos de Lorien. Asimismo el rey elfo sucintamente y quedamente había informado a su hijo menor que el principito iba a tomar la comida del mediodía en sus habitaciones y que toda la tarde atendería a los caballos recién llegados de Imladris, solo, y como era una tarea trabajosa, iría a dormir temprano esa noche.
Legolas no tuvo tiempo ni de quejarse, su padre inmediatamente retirándose para a donde el señor de Lothlorien se paraba con sus nietos, los gemelos. El jefe de consejeros, Sirion, que había escuchado las palabras del rey, informó a su hijo que necesitaba ayuda con una tareas, así impidiendo que Annael acompañara a Dorado Príncipe en su castigo, sin duda teniendo en mente alguno propio para su joven hijo.
"Mala suerte hermanito," le había dicho un socarrón Tathrenlas, poniendo un fraternal brazo alrededor de los hombros del joven elfo, en una muestra de burlona simpatía. "Yo iré a entretener a nuestros huéspedes, en especial a esos dos elfos tan parecidos. ¿Quién diría que los hijos de Elrond serían tan agradables a la vista?"
Con eso el príncipe heredero se había retirado, dejando a su joven hermano intrigado sobre si la inclinación de su hermano había cambiado, no de doncellas a elfos, sino de doncellas a Peredhil.
Y así el joven elfito había lavado y cepillado ya la mitad de los caballos de los Noldor. Estaba sumamente agradecido que éstos corceles eran amistosos y ninguno le había causado algún problema. Aunque le faltaba todavía la mitad estaba seguro de que acabaría antes de la puesta del sol.
"Y sin un amigo que me acompañe" se quejó el joven príncipe, "solo, triste y abandonado." Suspirando trágicamente, pasó una mano sobre su frente en un acto de dramática desesperanza.
Un indignado bufido lo interrumpió en medio de su fingida auto piedad, haciendo a Legolas girar la cabeza y sonreír arrepentidamente.
"Excepto tú, querido amigo" acercándose a un blanco caballo, el principito le acarició cariñosamente las orejas y ondeó sus finos dedos entre la crin de nieve. "fue muy considerado de ti abandonar tu paseo de la tarde para acompañarme, Nimloss. Acercándose hasta alcanzar una oreja del caballo, bajito susurró. "En especial cuando hay muchos desconocidos."
El blanco corcel volvió a bufar indignadamente, como desestimando el comentario como ofensivo para él. Legolas soltó una risita ante la desaprobación de su equino amigo. "Fue solo una broma, Nimloss, no tienes porque ofenderte." Y girando hacia los caballos de Imladris que parecían estar observándolo, agregó. "Y no es una desagradable tarea atenderlos, yo personalmente atiendo a Nimloss cuando no estoy en deber," habló dirigiéndose a ellos, secundado por un orgulloso relincho del aludido. "no presten atención a mis quejas, es solo mi descontento al no poder atender al festín de esta noche y así tener la oportunidad de conversar con sus dueños." Concluyó con una brillante sonrisa.
Un conjunto de relinchos respondió su explicación, haciendo reír a Legolas, alegrando el ambiente con argentinos sonidos. Por unos cuantos minutos el establo se convirtió en un lugar de bulla y regocijo.
Los sonidos fueron apagándose lentamente y mientras el Dorado Príncipe se entregaba afanosamente de nuevo a su tarea, una presencia, más que la voz lo hizo girar hacia la entrada del establo.
"Parece que tu amistosa plática te ha ganado varios amigos más, mi príncipe"
Legolas sonrió a su amigo, mientras con una mano apartaba unos mechones de dorado cabello que se habían soltado de sus trenzas. Los ojos del recién llegado siguieron el gesto, mientras recorría los pocos pasos que lo apartaban del joven elfo.
"Se te extraño en el almuerzo, Legolas. Los elfos de Imladris y Lorien estuvieron bastante decepcionados al notar que el Dorado Príncipe del Bosque no estaba presente."
Una estrepitosa risa resonó en las paredes del establo, el principito se apoyó contra el lomo de Nimloss mientras el ataque de hilaridad pasaba. "¿Dorado Príncipe? No sé porque insisten en llamarme 'Dorado', Saelbeth. La gran mayoría en el reino tiene el cabello dorado. Tú tienes el cabello dorado."
El joven guerrero sonrió ante la inocencia de su príncipe, acercándose más a él, alargó una manó y cogió delicadamente un mechón de cabello entre sus largos dedos. "No este tono de dorado," sonriendo aún más mientras el joven elfo alzaba una ceja, dudoso. "Tienes el cabello de tu madre. Dorado como los rayos del sol en el solsticio de verano, reluciente dorado como el fundido oro." Dejando deslizar las sedosas hebras entre sus dedos, el guerrero del bosque miró cariñosamente a su amigo.
Con un pesaroso suspiro, Legolas levantó la vista para fijarla en el fino rostro ante él. "Mi nana¿Tu la conociste bien, Saelbeth? Yo,... yo no la recuerdo."
"La recuerdo, mi príncipe, aunque no tenía más de la edad que tú tienes ahora. Pero esto si te digo por seguro, que doncella más hermosa que la Dorada Reina del bosque no hay, aún ahora."
Legolas giró para acariciar su mejilla contra el cuello de su corcel, y el animal como sintiendo la tristeza de su dueño empezó a hacer suaves relinchos y acurrucarse contra su dueño. "Me gustaría saber como era, su rostro, su cabello, sus ojos." Dijo, rascando distraídamente la oreja de Nimloss con una mano. "Ada ha guardado todas los retratos hechos a ella, y no me dejará verlos; solo Tathrenlas me ha mostrado un dibujo hecho por él cuando era pequeño," soltó un suave bufido mientras una leve sonrisa tocaba sus labios, "y no era muy bueno que digamos."
Saelbeth se acercó más, tirando un brazo sobre los hombros del principito para atraerlo hacia sí. El caballo trató de morder su manga mientras sentía que su dueño era alejado de él para ser estrechado contra el pecho del otro elfo. "Siempre hemos sido amigos, Legolas, y créeme cuando digo que lo único que tienes que hacer es pararte frente al espejo para conocerla." El elfito levantó sus ojos azul cielo y miró firmemente dentro de los oscuros azules de su amigo, mientras sentía que el abrazo se estrechaba y unos cálidos labios bendecían su frente. "Su cabello, sus ojos y aún su rostro son los tuyos, si bien donde sus facciones eran suaves y femeninas, las tuyas están empezando a adquirir la firmeza de la masculinidad de nuestra raza. Si yo no supiera mejor, diría que tú eres su hermano gemelo"
"¿Mi ada nunca me ha dicho eso, ni siquiera Tathrenlas?
"No me sorprende. Tu madre era muy amada, Legolas, y para tu familia debe ser muy difícil. No ha pasado aún mucho tiempo desde que ella nos dejó."
"Y sin embargo dentro de unos días voy a alcanzar mi mayoría de edad."
"Y esperemos que tu padre sobreviva."
"¿Qué quieres decir?" Preguntó el joven elfo, soltándose del abrazo para mirar mejor a su amigo.
"Oh, no me digas que no lo has notado. Tu padre te adora, Legolas, sin duda porque le recuerdas mucho a la reina. Para él tu Nautha Edinor es un día temido, para muchos padres en sí, pero para él en especial el día, o debo decir la noche, será su peor pesadilla."
El principito soltó una leve risita, mientras un leve tono rosado crepitaba por sus altos pómulos. "¿Por qué voy a tomar un amante? No es la gran cosa, todos en algún momento toman un amante. No creo que mi ada me desee una vida solitaria."
Saelbeth sonrió ante el embarazo de su joven amigo, mientras con un gesto trataba de apaciguar al celoso corcel que una vez más intentó morderlo cuando sin querer se acercó demasiado a su hocico. "Nimloss, no intento robarte a tu dueño," dijo riendo alegremente, "¿O estás molesto porque no te traje un dulce de manzana?" El animal soltó un fuerte relincho y empezó a morder la paja a su alrededor en vez dejando en paz al joven elfo. "Por supuesto que no, tu padre no te desearía eso, mellon nin, pero sé que él desearía que fuera unos años más adelante. Al menos así no les tendría ojeriza al capitán de Lorien y a los gemelos de Elrond Peredhel, y a la mitad de sus súbditos, aún al Matador de Balrog mismo." Estallando en risa, Saelbeth lanzó su sedoso cabello rubio hacia atrás, haciéndolo caer en fluidas ondas de rico oro.
Su rostro tomando un tono más profundo de rosado, mientras recordaba la noche por la cual su padre debería de tenerle ojeriza a Haldir, Legolas tomó un profundo aliento dispuesto a defender su opinión al respecto, pero su amigo no le dio tiempo antes de continuar.
"Hablando de Haldir de Lorien. Lo vi hace poco por el jardín al lado del gran salón, me parecía que buscaba algo¿O debería decir a alguien? No se le veía muy feliz."
Mientras el rubor comenzaba a inundar con más fuerza su rostro, el principito se dio cuenta de algo, que lo distrajo de más embarazo. "Pocos saben que estoy aquí¿Cómo te enteraste?"
"Encontré a Annael en su camino de regreso a su casa. Se le veía apurado y me dijo que su padre lo esperaba, pero se dio tiempo para decirme que estabas aquí y que podrías necesitar ayuda." Mirando alrededor, continuó, "y veo que no estaba equivocado."
Legolas sonrió mientras pensaba en la preocupación de su mejor amigo, una dulce sonrisa tirando de sus labios. "Fue muy considerado de su parte."
"¿O hubieras preferido al guardián de Lorien, mi príncipe?" Agregó Saelbeth sin poder contenerse, risa tiñendo sus palabras "Al rey con seguridad le daría un ataque si ve al Galadhel a tu lado la noche de tu Nautha Edinor."
Legolas frunció el ceño a su amigo, luego suspiró cansadamente girando para recoger el cepillo y empezar a alisar la melena de Nimloss. "Ada no tiene porque preocuparse. Ya elegí a mi compañero para esa noche."
"¿Así?" Preguntó interesado el otro elfo mientras cogía otro cepillo y empezaba a acicalar un corcel de Imladris. "¿Y se podría saber quien es?"
"Siempre he confiado en ti. No veo ahora porque no. Solo te pido que lo mantengas secreto."
"Nadie lo sabrá por mí" prometió el joven guerrero, que a pesar de ser solo media década mayor que el joven príncipe lo veía como a un hermanito menor de quien debería de cuidar, y siempre cuidaría. El negro corcel que cepillaba dio un alegre relincho y Saelbeth sonrió con alegría.
"Es Nael. Pasaré la noche de mi Nautha Edinor con Nael." Dijo con firmeza, con todo no se había decidido aún.
La mano del joven guardia se detuvo en media caricia, sus ojos abriéndose desmesuradamente, mientras trataba de forzar palabras fuera de su garganta que de pronto sintió completamente seca. "¿Es sabio, mi príncipe?" Obligó a su mano a continuar con su tarea, aún mientras sentía que sus dedos se habían adormecido. "Annael es tu mejor amigo." Mirando fijamente al cuello del caballo, sus dedos se movían mecánicamente, pero había logrado que su voz saliera normal, aún cuando sentía un nudo en la boca de su estomago.
"Por eso mismo, meldir. Confío en él" continuó sin darse cuenta del estado del otro elfo, Y él confía en mí agregó para sí mismo.
"Entiendo." Fue todo lo que alcanzó a decir el elfo silvano
Silencio reinó en el establo, los dos elfos sumidos eficientemente en sus labores y en sus pensamientos. Cuatro brazos trabajaban más rápido que dos y antes de mucho los caballos estaban aseados y acicalados, proveídos con todo lo que necesitaban para pasar una cómoda noche en las cuadras del rey elfo.
"Gracias querido amigo. Sin tu ayuda sin duda hubiera terminado más tarde y más cansado." Tiernamente Legolas le dio un suave abrazo al joven guerrero, destellando una brillante, con todo cansada sonrisa.
"Fue mi placer, Dorado Príncipe." Alcanzó Saelbeth con una triste sonrisa.
Esa noche Legolas buscó el dibujo que su hermano había hecho de su madre cuando era pequeño. Él había rogado a su hermano que lo deje conservarlo, y al final el mayor de los príncipes había cedido a los ruegos de su querido hermanito.
Reclinándose en la cama, el Dorado Príncipe observó detalladamente el dibujo por enésima vez, trazando suavemente con la punta de sus dedos las líneas un poco difusas por el paso del tiempo, pero bien conservadas. Recordando las palabras de Saelbeth, el elfito se paró y caminó hacia el espejo que dominaba una parte de una de las paredes de su cuarto. Quedamente se paró y observó su reflejo, de tanto en tanto ojeando al retrato aún en sus manos, el cual sostenía cuidadosamente.
Después de unos momentos una melancólica sonrisa afloró a los labios del joven elfo, levantando el retrato hasta la altura de su rostro en el espejo, ladeó su cabeza un poco, mientras con un dedo trazaba el rostro del dibujo infantil. "Nana." Susurró tristemente.
Buscando el calor de su cama, el principito puso el retrato a su lado susurrando "Buenas noches, Nana," y fue a dormir tranquilamente, olvidando que en ese momento en el gran salón se bailaba y cantaba, olvidando a los visitantes de Lorien e Imladris, olvidando a sus amigos y su Nautha Edinor. El sueño élfico descendió sobre el elfo del bosque.
Esa noche soñó que era de nuevo un pequeño, muy muy pequeño elfito y que yacía acunado en los brazos de la más hermosa doncella que había visto. El rostro de la dama era resplandeciente, los cabellos más dorados que el mismo oro y los ojos azul cielo parecían avivar todo a su alrededor, la sonrisa en sus labios era dulce mientras cantaba un suave arrullo meciéndolo amorosamente en sus brazos. Legolas se sintió seguro y amado, sonriendo a la doncella mientras la miraba con grandes ojos adoradores.
En su lecho, el Dorado Príncipe sonreía en su sueño, mientras delicados dedos tocaban el retrato de la Dorada Reina de los Elfos del Gran Bosque Verde. A su lado, parado al borde del lecho, Lorien el Vala de los sueños contemplaba con afectuosos ojos al durmiente elfito, enviando hermosos y olvidados recuerdos de felices días largo tiempo pasados.
TBC
Notas
Nautha-edinor – Aniversario de concepción. Según la mitología de Tolkien, el embarazo élfico duraba un año mortal. Cumpleaños.
Ada – papá
mellon nin – amigo mío
Peredhel – Medio elfo
Meldir – amigo
Vala – singular de Valar.
Nimloss – Nieve Blanca
