2500, hriive 70
Legolas simplemente no entendía como todo había llegado a esto.
La mañana había empezado bien. Él había sido convocado para tomar el desayuno en los cuartos privados de su padre. Ellos habían hablado y Legolas se había disculpado por su tardanza en la recepción de la gente de Imladris. Además el principito se había levantado de muy buen humor. Sueños llenados de tiernos arrullos y cariñosas palabras calentaban su corazón, y no podía sentirse irritado con su padre por haberle prohibido asistir al baile de la víspera. Así que como el niño que el todavía era, levantándose de su silla y rodeando la mesa, se había dejado caer sobre el regazo de su padre tirando sus brazos alrededor del torneado cuello y plantando un sonado beso en una altiva mejilla le había dicho cuanto lo quería.
Thranduil había reído, adorando la exuberante naturaleza de su elfito, lo había abrazado apretadamente a su cuerpo, manteniendo la dorada cabeza recostada en su hombro. Hablaron por varios momentos en bajos susurros y los sirvientes que alcanzaron a verlos, habían sonreído tiernamente ante el encantador cuadro que formaban su rey y su principito.
Al final su padre le había preguntado si hoy también iba a ayudar a Sadorell con el entrenamiento de los pequeños elfitos, y él había respondido que sí, pero que antes tenía que ver a Miredhel.
Hasta ahí, todo había continuado por buen camino.
Había hallado a Miredhel en uno de los campos de entrenamiento más alejados. Como era la estación invernal no se utilizaba mucho, por eso su joven amiga había elegido ese sitio como el lugar de su encuentro.
El sonido de flechas impactando sobre dura superficie lo saludó, y mientras él entraba al pequeño claro rodeado de árboles, un alegre y pequeño torbellino ya estaba tirando sus blancos brazos alrededor de su cuello y plantando un sonoro beso en su mejilla. A él de algún modo el acto le había parecido familiar, pero había pensado que su amiga algún día sería una fina rastreadora, ya que él había intentado sorprenderla acercándose con sigilo, pero aún así ella lo había detectado.
Arquería era lo que los reunía ese día.
Miredhel era una elfita de 38 años, de frondosos y ondeados cabellos negros como el ébano y ojos más negros aún, y rostro delgado y delicado, de infantil gracia. Su ada era nada menos que el capitán del rey, Sadorell, y su madre era una doncella de antepasado Noldorin, de quien se contaba que fue una altiva doncella guerrera antes de convertirse en naneth. Su muerte había sido un amargo dolor para su esposo y su hija, y extrañamente este doloroso suceso había unido al rey más a su fiel capitán y al más joven de los príncipes a su amiga, ya que compartían penas similares.
Legolas y Annael había ayudado a alegrar los días de la pequeña elfita y con el tiempo la alegría de los niños volvió a sus ojos y a sus maneras, frecuentemente uniéndose a los dos elfitos en sus bromas y juegos. Pero el capitán guerrero había quedado cauteloso y protectivo de sus seres queridos, los cuales incluían la familia real, y si uno observaba detenidamente siempre había una capa de tristeza rodeándolo, la cual se despejaba solo en presencia de su niña y sus jóvenes amigos.
Los cabellos negros eran raramente vistos en el reino del bosque y actualmente Miredhel era la única con esa distinción, desde la pérdida de su nana. Legolas siempre se había sentido intrigado por el oscuro color de cabello, y frecuentemente se encontraba alargando su mano para acariciar el brillante cabello de su joven amiga, enredar sus dedos entre las finas hebras, y observar como el oscuro tono hacía contraste con la blancura de sus dedos, aunque a veces en su curiosidad de elfito tirando demasiado fuerte, lo cual mandaban a la pequeña elfita corriendo a su ada para acusar al principito de jalar a propósito su cabello.
Legolas de pequeño pensaba que su amiga se iba a convertir en una hermosa doncella de cabellos negros y que él se iba a casar con ella. Una vez se lo había dicho a Miredhel, y la elfita le había dicho que ella no se iba a casar con nadie porque no quería que su ada se quede solo. El principito le había dicho que no dejarían solo a su ada y que él viviría con ellos, y la elfita le dijo que lo iba a pensar. Más tarde la elfita le había dicho que no podía casarse con él porque entonces Annael se iba a quedar solo, y ambos le habían preguntado a un pequeño Nael sobre que opinaba del casamiento y el elfito Nael había dicho que no se quería quedar solo así que también se quería casar con Miredhel, y la elfita había dicho que si Nael se casaba con ella y Las se casaba con ella, entonces Las y Nael se tenían que casar también, así que ninguno de los tres estarían solos, y todos había estado de acuerdo. Los tres se iban a casar entre ellos mismos.
Conversaciones de elfitos.
Cuando los elfitos informaron de sus planes a sus respectivos padres, Thranduil, Sirion y Sadorell, los dos primeros habían estallado en risas, era una de las pocas ocasiones en las que se había escuchado reír al rey, pero al capitán no le había agradado para nada la idea de que su pequeña niña ya estuviera pensando en casarse. ¡Y con dos elfos aún! Bueno, elfitos...
El asunto había quedado ahí. Aunque Legolas aún ahora seguía pensando que su amiga se iba a convertir en una hermosa doncella élfica...
Miredhel quería ser una gran arquera y había pedido al joven príncipe que la entrene, ya que Legolas empezaba a tener una reputación con el arco; pero más importante era porque su padre se oponía a que aprendiera el uso de las armas, habiéndose negado a instruirla él mismo, teniendo que recurrir a su querido amigo que no se había podido negar a tan fervoroso pedido y por eso se habían reunido en un lugar relativamente no frecuentado. Sadorell no se podía enterar y ambos lo sabían. Su madre había muerto batallando orcos en una de las patrullas en los límites sureños del reino.
Miredhel era una ansiosa e inteligente pupila de aguda visión. El arco que él había conseguido para ella era flexible y ligero, y ya había alcanzado a dominarlo. El Dorado Príncipe había decidido que era tiempo para que su pequeña amiga se acostumbre al uso del arco de los adultos y pensaba darle la sorpresa la siguiente clase.
Terminando la practica y escondiendo el arco en su acostumbrado lugar, le había dicho a Miredhel si quería acompañarlo a la clase de los pequeños elfitos. La elfita ansiosamente había dicho que sí, porque así podía observar a su ada y al príncipe con el arco y practicando distintas técnicas en su manejo. Su ada siempre le había dicho que la mejor manera de aprender era observar, y eso pensaba hacer. Así que los dos conversando alegremente se habían dirigido al más concurrido campo de arquería.
Hasta ahí las cosas habían continuado bien.
Legolas había dejado a Miredhel en el alto césped que hacía de cómodo asiento en el borde del campo de practica, había visto como Sadorell saludaba a su hija con una inclinación de cabeza y como la elfita respondía con una destellante sonrisa para su adorado ada; y él, como siempre, se había dirigido hacía los pequeños elfitos para ver el preparativo de sus pequeños arcos, atento siempre a las instrucciones que le daba el capitán sobre los niños y su instrucción.
Había visto de reojo como su joven amiga llamaba a su pequeño amiguito Nimloss, uno de los más pequeños elfitos, lo cual siempre causaba gracia a Legolas, ya que el pequeño tenía el nombre de su caballo, aunque procuraba no hacer mofa de ello, ya que era uno de los nombres de la Alta Señora también, y cuando puso más atención a lo que estaba haciendo, de pronto todo había empezado a suceder...
Había visto como se acercaba una pequeña multitud de elfos, por su ropa había reconocido a la gente de Imladris y de Lorien tanto como su propia gente, guiados por su hermano mayor. Cuando dejaron atrás los árboles pudo distinguir que también estaban el capitán de Lorien y los gemelos del Valle.
Se habían detenido y dispersado al borde del campo y Legolas había visto a su pequeña amiga de pronto rodeada de varios elfos de oscuro cabello como los de ella. Pero ella no les había prestado importancia.
Había escuchado murmurada conversación que escalaba en volumen, varios elfos de Imladris en aparente discusión con elfos de Lorien y del Bosque negro, y al cabo de un rato había reconocido la voz de su amigo Saelbeth que se hacía escuchar por todos y decía:
"Yo seré el juez."
Había oído sonidos de aprobación y aceptación, y otra voz que preguntaba¿Y cual será el premio?
Y había escuchado una voz que atrevidamente gritaba. "¡Un beso del Dorado Príncipe!"
Y él había estado a punto de protestar, sin saber realmente contra que iba a protestar, cuando para su total shock su hermano mayor había replicado: "Sea. El premio será un beso de mi pequeño hermano."
Y así todo había comenzado.
2500, hriive 70 – 29 de enero
Miredhel – Joya de elfo
Ada - papá
Noldorin – relativo a los Noldor
Naneth – Madre
Nana – mamá
38 años élficos es el equivalente a 14 años humanos.
Nimloss – Nieve blanca, Blancanieves.
