Parte 12

"Este es el estanque del regocijo"

Glorfindel observó con interés un pequeño laguito ocupando la mayor parte de otro de los claros boscosos al norte del palacio del rey elfo. El agua clara despedía espirales de vapor al entrar en contacto el caluroso líquido con la baja temperatura, haciendo que se forme una pequeña nube sobre el estanque.

"El agua es cálida." Replicando lo obvio, Glorfindel observó mientras el Dorado Príncipe se sentaba al pie de una frondosa haya. "¿Por qué lo llaman el estanque del regocijo?"

La tarde avanzaba lentamente y Legolas estaba contento de pasarla tranquilamente con el Matador de Balrog.

La comida del mediodía había sido un completo alboroto. Pocas voces habían dejado de oírse comentando la improvisada contienda de arquería, las más altas y sonoras siendo las de los galadhrim, quienes por poco volaban por los cielos como las águilas de Manwe, tan alto estaba su orgullo.

El Rey Elfo y el Señor del Bosque de Oro habiendo escuchado de los hechos no estaban nada contentos, aunque algunos decían que habían visto al Señor Celeborn sonreír furtivamente a Haldir y mandarle un guiño de complicidad.

El principito había comido lo más rápido que podía y había dejado subrepticiamente sin siendo atrapado por alguno que quisiera más detalles de lo sucedido, en especial, evitó encontrarse a solas con los galadhrim y su plateado capitán; escurriéndose por los muros de piedra del palacio subterráneo, y así fue como halló a Glorfindel, impactando ligeramente contra el rubio capitán de Imladris al doblar por uno de los corredores. La chispa de la curiosidad brillaba en las pupilas azules del alegre señor elfo, pero respetando la parquedad del elfito, había pedido en vez que le diera un recorrido por su hogar, a lo cual Legolas prestamente había accedido. Excusa valida para salir de la bulliciosa cueva e ir hacía su estanque favorito... aunque hacía frío.

Viendo al señor elfo acomodado a su lado y a la vieja haya sin inconvenientes con ambos elfos apoyando sus espaldas en su corteza, el Dorado Príncipe contempló atentamente las tenues volutas de humo que subían altas y eran arrastradas por el viento. "Ulmo nos provee con aguas cálidas que pasan por debajo de las cuevas y parte del reino." Explicó el joven elfo, con cara de repitiendo una lección aprendida. "Y lo llamamos el Estanque de Regocijo porque es el lugar preferido de los elfitos, y en tiempos más cálidos nunca faltan sus risas y juegos. Mi adar dice que cuando yo era pequeño pasaba la mayoría de mi tiempo aquí, riendo casi sin parar al acercarme al borde del estanque. Lo que yo recuerdo es lo divertido que era ver mi rostro deformado por las ondas en el agua, pareciendo hacer muecas solo para mí." Confesó Legolas, sin saber realmente porque le contaba cosas que solo Annael, su hermano y su ada sabían, pero a la vez escuchando a su corazón que le decía que podía confiar en el Elda.

"Es un lugar tranquilo."

"Sí. Mientras dure."

"¿Qué quieres decir?" Sorprendido Glorfindel dejó de mirar las pequeñas nubecillas sobre el lago en miniatura, y miró fijamente al príncipe.

"Mi ada piensa que no sé lo que está sucediendo. Me manda de patrulla al norte cuando el peligro está al sur; y por solo unos días cuando mi gente puede patrullar hasta un mes sin relevo." Grandes ojos implorantes giraron y atraparon los ojos del señor elfo con su firmeza. "Siento al bosque, Glorfindel. Los mismos árboles tratan de protegerme, cantan dulces canciones y me mecen en su arrullo, pero también escucho a los otros, aunque débilmente también escucho a los nobles árboles del sur, y su sufrimiento es grande. Antes no me había percatado pero parece que siempre estuvo ahí, al menos desde que vi por primera vez la luz de Anor, pero está creciendo ahora, una gran sombra, y mi corazón me cuenta que continuará expandiéndose. He escuchado rumores de que llaman a nuestro hogar el Bosque Negro, aunque nadie lo repite o lo dice en voz alta. Esa sombra¿Es solo en mi hogar, o también sucede en otros lugares de Arda?"

Glorfindel estaba realmente sorprendido. Nunca esperó que un elfito que parecía feliz y sin preocupaciones, podría tener gran peso en su corazón como es el sentir el retorno de la sombra. "Los tiempos se están volviendo peligroso, HojaVerde. Harías bien en seguir los consejos de tu rey, quien solo tiene tu bienestar y el de sus súbditos como prioridad. Tu padre es inteligente, Legolas, no lo subestimes."

"No lo subestimo. Yavanna sabe que lo amo y respeto, pero me gustaría que no guardara de mí lo que está sucediendo en nuestro hogar."

"Dentro de unos días serás contado entre los adultos por nuestras leyes, tendrás más responsabilidades y conocerás muchas más cosas. No reniegues de tu tiempo libre de deberes y cargas. Disfrútalo, que se avecinan tiempos menos tranquilos." Dijo con tono resuelto el capitán de Imladris, y aunque no había respondido a su pregunta y él tenía muchas más, Legolas entendió que el señor elfo no hablaría más del tema.

Con un casi inaudible suspiro, volvió su concentración a los pequeños concentrados de vapor. "¿Glorfindel?"

"¿Sí, Legolas?"

El joven elfo encogió sus largas piernas para así poder apoyar su mentón en sus rodillas, y de paso evitar la mirada del Elda. "Yo.. me gustaría mucho escuchar ahora la historia del Balrog."

Alegres risas sonaron como tintineos en el aire, mientras los rubios mechones del guerrero se sacudían al ritmo de sus carcajadas. "Ah, es verdad, mi príncipe. No hemos tenido el tiempo suficiente para relatarte la historia."

Legolas alzó sus expresivos ojos azul cielo hacía el elfo mayor. "Me imagino que todos deben preguntarte sobre tan grande hazaña, y entiendo si no es placentero hablar de ese tiempo."

"Te equivocas, bello príncipe. Es verdad que la 'hazaña', como la llamas, terminó con mi tiempo en Arda una vez," sonriendo al príncipe, volvió a recostarse contra el árbol, "pero en las Estancias de Mandos la bondad y piedad de la Señora Nienna cura las heridas y transforma nuestro dolor en sabiduría, para así no cometer los mismos errores. Solo los que realmente han sido curados, y han expiado por sus actos, son liberados de los Salones de Espera. Y como ves, aquí estoy." Lanzando un guiño al asombrado príncipe, ajustó un poco más su capa al sentir una ráfaga de viento helado, más por comodidad que por frío.

"Confieso que no conozco mucho sobre lo que hablas. Mi adar dice que los que entran a los Salones de Espera, no regresan. Que solo los Noldor desafiarían a Mandos y regresan a la Tierra Media." Finalizó en susurro, temiendo haber ofendido al alto elfo.

Una divertida risita calmó sus preocupaciones.

"Muchos elfos son liberados de los salones de Namo y moran tranquilamente en Valinor, nuestro hogar." Deliberadamente puntuando las últimas palabras, Glorfindel miró atentamente al joven elfo. "Conociendo la felicidad en esas tierras pocos son los que desean regresar a este lado del mar. Soy uno de esos pocos, como también dos elfos más que moran cerca de los puertos con Cirdan, la dicha que encontraron en la Tierra Bendecida es grande, y no pudieron alejarse más, tienen que tener siempre el mar a la vista. Por cierto, cuando moraba en Gondolin conocí a un elfo sindarin llamado Annael de Mithrim. ¿No será tu joven amigo que ha regresado de Mandos?." Preguntó inocentemente, mientras trataba de ocultar una sonrisa.

"¿Annael?" Casi chilló el principito. "Yo... no lo creo. No Nael." Tartamudeando en su sorpresa, Legolas miró preocupadamente al rubio capitán.

"No te preocupes, HojaVerde. No creo que tu joven amigo sea uno de los Retornados." Se apresuró en contestar, no pudiendo asfixiar al final una pequeña risita.

Un suspiro de alivio pudo ser escuchado en el aire.

"Veo que las enseñanzas de Oropher aún perduran en su casa." La voz del guerrero se volvió seria, ganando de vuelta la atención del elfito.

"Oropher¿El padre de mi padre?"

"Sí. Conocí a tu abuelo en los días antiguos, cuando él moraba en Menegroth, y ya por ese tiempo él no tenía ningún amor por mis parientes, los Noldor. Aunque su enemistad era dirigida más contra los hijos de Feanor, y con razón, ponía a todos los Noldor en un mismo molde. No quería bien a Artanis, Alatáriel, desde ese entonces," al ver la pregunta en los ojos del elfito, clarificó, "Galadriel; quien como bien sabes es pariente de Feanor y su progenie. Tampoco quería bien a los Naugrim. Es una pena que tanto los hijos de Feanor, como los enanos le que hayan dado la razón con sus actos." Dijo tristemente, recordando la caída del Rey de los Sindar de ese entonces, Thingol Mantogrís.

Legolas permaneció callado, entendiendo a que se refería.

Había leído la historia muchas veces, y aún ahora le sorprendía como pudieron ser tan implacables los hijos de Feanor, si bien el drama de sus vidas profundamente lo intrigaba, en especial de los dos mayores, Maedhros el Alto y Maglor el Cantor, había averiguado que sus reales nombres en quenya eran Maitimo y Macalaure. Ni siquiera Annael, sabía de su inocente curiosidad, ni quería imaginarse a su padre enterándose, aunque poco más sabía ya que contados eran los libros que se contaban sobre los feanorionnath en su hogar.

"Aunque Thranduil es menos drástico en sus opiniones, todavía la influencia de su padre se muestra en él. En Imladris estábamos sorprendidos por la invitación a las celebraciones por

tu mayoría. ¿Compartes los sentimientos de tu abuelo y tu padre, HojaVerde?"

Agarrado fuera guardia por la pregunta, Legolas se limitó a responder lo que estaba en su mente. "Pienso que todos estamos destinados a cometer nuestros propios errores. Los hijos de Feanor fueron condenados desde el momento que las primeras letras del malhadado juramento salieron de sus labios. No pienso bien ni mal de ellos, y con respecto a los demás Noldor... algunos ya me caen bien," dijo Legolas, sonriendo encantadoramente al elfo mayor. "y a los demás aún no los conozco, pero espero ansiosamente la oportunidad. Con respecto a los enanos," la delicada boca hizo una mueca despectiva. "no los quiero bien. Me parecen vulgares, sórdidos y tercos por lo que he visto de ellos, cuando algunos se atreven a cruzar el bosque cerca de los límites del reino."

Glorfindel observó fijamente como los finos labios del príncipe aún seguían fruncido mostrando leve desprecio. La testarudez de la casa de Oropher se está haciendo sentir aquí, pero aún estamos a tiempo de enderezar lo torcido. Esta haya es joven. pensó con determinación. "Malthernil, no confundas la vulgaridad con cruda y franca honestidad, sordidez con la pasión por su trabajo y Terquedad por persistencia. Conozco a varios de los hijos de Aule, y te digo que si haces un amigo de un enano, puedes contar siempre con él, en peligro o en dicha, amigo más leal no hallarás. No juzgues a las criaturas por su exterior, HojaVerde, su fea y corazón son lo que debemos de ver primero. Siempre escucha a tu corazón "

Debidamente castigado por su apresurado juicio, Legolas tímidamente levantó sus grandes ojos hacia el alto elfo. "Prometo reflexionar en lo que me has dicho, Glorfindel. La razón está contigo, y mi corazón se alegra en tu sabiduría."

Hay esperanza para este Thranduilion con una sonrisa, el rubio capitán extendió una mano para acariciar un alto pómulo de artística mejilla. Legolas sonrió de nuevo ante el tierno gesto de su amigo. "Cuento con ello, principito. Eres muy joven aún y tu juicio se irá formando con los años. Aprovecha ahora en conocer más de nuestras costumbres, teniendo aquí ahora a los Galadhrim del bosque de oro y a los Noldor de Imladris. Aprende de ellos y haz amigos, y quien sabe si conocerás a algunos más... digamos... particularmente." Viendo como el color afluía de súbito al delicado rostro, no puedo contener una pequeña risita. "Discúlpame si soy curioso, pero ¿Ya elegiste a la doncella o elfo con quien pasarás la noche de tu Nautha Edinor?

Coloreándose más aún si era posible, el Dorado príncipe bajó sus ojos de súbito al piso del bosque. "Sí." Añadió bajito.

"¿Y se puede saber quien es la doncella afortunada, o el feliz elfo?

"Nael" El nombre casi imperceptible que Glorfindel se tuvo que inclinar hacia el joven elfo para entender el murmullo.

"El joven Annael, entonces. Es solo comprensible que lo hayas elegido, después de todo es tu amigo cercano y bello por lo que he visto, y ya en su mayoría y experimentado."

"No es experimentado." Esta vez las palabras fueron prácticamente incomprensibles. Y Glorfindel tuvo que pedir que volviera a repetirla.

Tomando un hondo suspiro, Legolas volvió a decir "Dije que Annael no es experimentado."

Sorprendido, el Noldo miró al elfito a los ojos. "Estaba bajo la impresión de que ya había pasado su mayoría. He observado como guerreros lo cortejan y como doncellas flirtean con él."

Legolas volvió a tomar otro profundo aliento. "Ha pasado su mayoría hace algunos meses, pero aún no ha tomado amante. Yo voy a ser su primero y él va a ser el mío. Es un voto que hicimos hace muchos años, e intentamos cumplirlo."

"Un encantador voto, en verdad." Sintiendo que el joven elfo aún no había terminado, esperó pacientemente.

"Yo... él... nosotros nos hemos preparado para la noche de mi mayoría." A tropezones explicó el principito, sintiendo que su cara de un momento a otro iba a agarrar fuego, de tanto que le quemaba. "Hemos conseguido libros... con imágenes... y explicaciones... y mucha información... al respecto..." Legolas no entendía como es que estaba contando cosas tan íntimas a un elfo prácticamente desconocido para él, pero hace poco Glorfindel le había dicho que debía de escuchar a su corazón; y su corazón le decía que podía confiar en el señor elfo.

"Pero aún no están totalmente seguros sobre que esperar cuando los dos estén solos. Y me imaginó que cada uno teme lastimar al otro."

El Dorado Príncipe solo atinó a asentir con su dorada cabeza, ojos fijos en el suelo, escuchando sus temores proferidos en voz alta por el elfo mayor.

"Uhmm... " Aparentando pensar, el rubio elda miró fijamente al elfito, o lo que podía ver de él, ya que tenía la cara bajada hacia el suelo y los cabellos casi oscureciendo su rostro, solo la punta de una delicada oreja, asomaba, rosada, a través de las finas hebras. Tomando piedad del joven, continuó "Lo que ustedes necesitan es un tutor para esa noche. Un guía que les enseñe el placer de la unión de los cuerpos, y como cuidar de cada otro."

Asombrado, Legolas abruptamente levantó su cabeza, mirando con la boca entreabierta al elfo ante él. Muy anti élfico, por cierto. "¿Un tutor¿Un guía? Pero... pero... ¿Quién?"

"Yo, podría, por cierto. He participado en varias iniciaciones de jóvenes edhil, y en unas cuantas relaciones múltiples," Viendo que el elfito aún continuaba mirándolo con patente asombro, continuó. "Yo estaría ahí para guiarlos, si ustedes lo desean yo podría participar o solo estar presente como un tutor de cualquier otra materia."

Saliendo de su asombro, Legolas preguntó con voz vacilante. "¿Lo harías?"

"Sería mi placer, mi bello amigo."

Una aliviada risa se dejo oír en el claro boscoso, las ramas de los árboles aparentemente vibrando al ritmo del melodioso sonido. Glorfindel de pronto se encontró con sus brazos llenos de un exuberante elfito. "Oh, Glorfindel, gracias. Yo estaba tan preocupado. Nael... yo... ambos estábamos preocupados, aunque sé que él nunca lo admitirá. Mi corazón me dijo que podía confiar en ti, y su consejo fue certero." Riendo sonoramente, el principito plantó un sonoro beso en una mejilla del señor elfo, haciendo a este reír a la vez.

"Me alegra quitar de ti una carga, jovencito. Aunque ya te dije que para mí será todo un placer."

Riendo alegremente, Legolas abrazó una vez más al capitán del valle. "Sé que Nael también estará contento; y ahora sí, alto guerrero, ahora sí quiero escuchar de tu famosa batalla y tu antiguo hogar." Acurrucándose cerca del rubio edhel, con confianza descanso su dorada cabeza sobre un hombro del elfo mayor.

Sonriendo ampliamente, Glorfindel, puso un brazo alrededor de su joven amigo, y se acomodó para empezar su historia. "Te contaré los cuentos de Gondolin, la bella, y sus blancos muros, y sus doce casas; tanto como su terrible caída. Te contaré sobre los terribles gusanos alados que la asediaron y los Valaraukos que la tomaron por fuerza; y como uno de ellos fue mi ruina. Mi único deseo es que nunca cruces caminos con uno de esos demonios, porque la simple visión de ellos, puedo hacer desfallecer al corazón más fuerte y volver cobarde al guerrero más valeroso." Dando una gentil caricia a la dorada cabeza, el noble guerrero notó como el bello principito colgaba en cada palabra de sus labios. "Turgon, el sabio, hijo de Fingolfin, fundó Gondolin en secreto y la llamó la ciudad amurallada, porque estaba rodeada totalmente por montañas, allí gobernó hasta el día de su muerte en la víspera de las Puertas del Verano...

TBC

Notas

Nautha Edinor – Aniversario de concepción.

Edhil – plural de Edhel, elfo, elfos como raza.

Fea – espíritu.

Gusanos alados - Dragones

Valarauko - Balrog

Manwe – Vala de los vientos. El Señor del Aliento de Arda. El más cercano al corazón de Iluvatar, el Único. También llamado Súlimo.

Ulmo – Vala de las Aguas. Llamado el Señor de las Aguas y el Rey del Mar.

Nena – Valier. Señora de la piedad y el duelo. Hermana de Mandos y Lorien.

Namo – Verdadero nombre del Vala Mandos, el juez.

Valinor – Hogar de los Valar, la Tierra Bendecida, Aman.

Thingol – Rey de los Sindar en la Primera Edad de la Tierra Media.

Aule – Vala, esposo de Yavanna. Creador de los enanos.

Cirdan – El carpintero de Barcos. Elfo Sindarin pariente de Celeborn que construye barcos con los cuales los elfos se trasladan a Aman.

Maitimo – Bien formado, aludiendo a su atractivo, nombre materno de Maedhros en Quenya

Macalaure – Hacha o cuchilla de oro, posiblemente aludiendo al poder de su voz, nombre materno de Maglor en Quenya.

Feanorionnath – Hijos de Feanor.

Artanis – Noble doncella. Primer nombre de Galadriel.

Alatáriel – mismo significado que Galadriel, pero en Quenya. Doncella coronada con guirnaldas radiantes.

Naugrim – Enanos.

Haya – Tipo de árbol.

Adar – Padre.

Eldar – Nombre que se le da a los elfos que vieron la luz de los árboles en la Tierra bendecida de Aman. Pueblo de las Estrellas. Singular Elda.

Anor – Sol

Menegroth – Las mil cavernas.

Yavanna – Valier, esposa de Aule. Señora de las cosas que crecen.