Autora: Annariel
fin puedo actualizar ;)

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En otro tiempo una doncella élfica,
una estrella que brillaba en el día,
de manto blanco recamado en oro
y zapatos de plata gris.

Tenía una estrella en la frente,
una luz en los cabellos,
como el sol en las ramas de oro
de Lorien la bella.

Los cabellos largos, los brazos blancos,
libre y hermosa era Nimrodel,
y en el viento corría levemente,
como la hoja del tilo.

Junto a los saltos de Nimrodel,
cerca del agua clara y fresca,
la voz caía como plata que cae
en el agua brillante.

Iluminado tenuemente, el salón del Rey elfo rebosaba con el sonido de plateadas voces, melodiosas y claras, mientras todos los reunidos escuchaban atentos, embelesados y animados, los cuentos que tejían con su dulce canto los elfos de Lothlorien.

Por dónde anda ahora, nadie sabe,
a la luz del sol o entre las sombras,
pues hace tiempo que Nimrodel
se extravió en las montañas.

Un barco elfo en el puerto gris,
bajo el viento de la montaña,
la esperó muchos días
junto al mar tumultuoso.

Un viento nocturno en el norte
se levantó gritando,
y llevó la nave desde las playas élficas
sobre olas que iban y venían.

Cuando asomó la pálida aurora
las montañas grises se hundían
más allá de las olas empenachadas
de espuma enceguecedora.

Deliciosas arpas hechizaban tocadas por delicados dedos élficos, flautas de sonidos embriagadores tocaban tonadas de tiempos antiguos, y en el centro de todo cinco bellos elfos, entre quienes se destacaba el soñador Orophin, quien además de guerrero era reconocido en su hogar por su cautivante voz. Al ritmo de la melodía sus dedos ligeros se deslizaban por su arpa y su plateada cabeza se mecía de un lado a otro, mientras con ojos entrecerrados, el joven guerrero, dejaba escapar de sus labios la dulce y triste canción junto a sus cuatro amigos.

Amroth vio que la costa desaparecía
debajo y más allá de la ola,
y maldijo la nave pérfida que lo llevaba
lejos de Nimrodel.

Había sido antaño un rey élfico
señor del valle y los árboles,
cuando los brotes primaverales se doraban
en Lothlorien la bella.

Lo vieron saltar desde la borda
como flecha de un arco
y caer en el agua profunda
como una gaviota.

El aire le movía los cabellos,
y la espuma le brillaba alrededor,
lo vieron de lejos hermoso y fuerte
deslizándose como un cisne.

Pero del Oeste no llegó una palabra,
y en la Costa Citerior
los elfos nunca tuvieron
noticias de Amroth.

"Es la balada de Nimrodel lo que acabas de escuchar, príncipe de los bosques."

Los cuatro elfos habían terminado su canto, y el salón fue llenado de murmullos de apreciación y sentimientos de simpatía.

Habiendo llegado al salón principal, Legolas y Annael se habían situado alejados de todos, semi escondidos en una esquina poco iluminada del recinto. Tathrenlas, habiendo traído a su descarriado hermano y su infaltable amigo, los había dejado allí, queriendo anunciar a su rey padre de la presencia del menor de los príncipes.

Los dos jóvenes elfos habían llegado cuando los elfos de Lothlorien empezaban su relato cantado, y atentos y embelesados, como la mayoría de los reunidos, habían escuchado el triste cuento que por primera vez sonaba bajo los árboles del reino de Bosque. Queriendo pasar desapercibidos por un momento el Dorado Príncipe y su amigo se habían colocado fuera de la vista de la mayoría, y fue con verdadera sorpresa que Legolas, melancólico y conmovido por el relato, escuchó la voz del galadhel a su lado.

"Es un cuento triste el que han cantado tus parientes, Haldir." Girando levemente para mirar al elfo a su lado, Legolas lo saludó con una débil sonrisa en sus labios. "La doncella... Nimrodel¿El relato es... real?"

"Tan real como soy yo, príncipe. Conocí a Nimrodel. Hermosa doncella élfica, con cabellos de oro y ojos como estrellas. Nuestro rey la amó, más la avaricia de los Naugrim fue el fin de ellos." Un fuego se encendió en los ojos de Haldir cuando este mencionó a los enanos, y Legolas entendió que aunque el corazón de los elfos no es dado al odio, el plateado guardián estaba muy cerca a ese sentimiento. "Fue en el año 1981 que los hijos de Aule despertaron a la bestia de fuego en las montañas, y los orcos y la bestia atacaron mi hogar. La mayoría huyó al sur y así los hicieron Nimrodel y mi rey Amroth, más fueron separados. Amroth esperó en el barco de plata por su amada, y cuando el barco empezó a navegar, aún en contra de sus órdenes, no pudo partir sin ella y así el también fue perdido a nosotros."

Haldir calló y silencio se hizo entre ellos. Annael discretamente se había retirado cuando el galadhel los halló, y Legolas meditó, cabizbajo y entristecido, sobre la pérdida de los dos amantes. Él no podía imaginar tampoco partir hacia otro sitio sin su ada, o su hermano, o Annael, o Miredhel, aún no podía imaginarse estar sin Sadorell o Sirion, quienes lo conocían desde que había nacido. Y partir sin el deseo de tu corazón, sin el elegido de tu espíritu. Aunque aún no conozco ese sentimiento, pienso que no podría hacerlo tampoco. "Mi corazón se entristece por el destino del noble Amroth y la bella Nimrodel. Pueda la blanca señora de las estrellas velar por ellos, y les sea dada felicidad en el Oeste de los relatos." Deteniéndose un momento, Legolas agregó mirando fijamente al galadhel. "Y pueda yo escuchar esta balada de nuevo y de tu voz, Haldir. Ya que desearía cantarla cuando ninguno de Lorien este alrededor para hacerlo."

Una ligera sonrisa brotó en los labios de Haldir al escuchar la sinceridad en las palabras del príncipe, y aprovechando la semi oscuridad levantó una mano hacia el rostro del elfito y delicadamente rozó un dedo por un alto pómulo. Legolas se estremeció levemente ante el contacto, y volteando más su rostro hizo que el atrevido dedo se desviara hacia sus labios, y cuando pasó rozándolos, el joven elfo ligeramente entreabrió su boca dejando a su lengua saludar el paso del errante digito con una fugaz lamida.

Los ojos de Haldir centellearon ante el gesto, y cuando acercaba su rostro hacia el Dorado príncipe con una palabra en sus labios, imprevistamente más luces se encendieron en el salón quedando todo totalmente iluminado, y voces élficas exclamaron en alegría mientras una alegre y bulliciosa tonada estallaba en el aire. El guardián del bosque de oro apresuradamente retiró su furtiva caricia, mientras esta vez eran los ojos del principito los que centelleaban traviesamente.

Acababa de empezar el baile, y la bulliciosa canción era una música nativa de los elfos silvanos que los jóvenes elfos danzaban deliriosamente y en abandono.

"¡Las!" Gritó Annael, mientras se acercaba presuroso a donde se encontraba su amigo. "Nuestra canción favorita. ¡Bailemos!" Y sin más, agarró la mano de su amigo jalándolo al centro del salón.

Los demás elfos habían hecho espacio para parejas de jóvenes y animados danzarines, que en entusiasmo salían con bellas sonrisas en sus rostros, y entre ellos Legolas y Annael en el centro de todo.

De pronto se hizo silencio y una sola flauta empezó a tocar. El sonido delicado y alegre ondeando en el salón y jugando con los sensibles oídos de los elfos que no pudieron contener la sonrisa en sus labios. Y varios tambores se le unieron tejiendo la misma melodía, que parecía levantar los espíritus, y al final las arpas, mágicas y seductoras, estremecieron sus cuerdas, uniéndose a la música. Era una melodía sin voz, más la única flauta parecía ser la guía, transformándose en una voz élfica de ensueño.

Y los jóvenes elfos en el centro de todo empezaron a bailar al ritmo de la melodía. Sus delicados pies formando figuras en el piso, brincando y deslizándose de un lado a otro. Legolas reía alegremente en júbilo, y la dulce risa de Annael era escuchada también. Ambos se entendían a la perfección, habían bailado esta danza desde que eran pequeños elfitos, y ahora era como sí el ritmo estuviera en sus venas, y tal vez estaba.

El plateado señor del Bosque de Oro miraba el baile con leve sorpresa, y es que no había visto algo parecido ni siquiera en Lorien donde su gente eran elfos silvanos de tiempos antiguos. Thranduil lo miraba de reojo con una satisfecha sonrisa en sus bien definidos labios. "¿Cómo es llamada está danza, Thranduil?" Preguntó de pronto, sin despegar sus ojos de los danzantes.

La sonrisa en los labios del Rey Elfo se convirtió en risa, y giró para observar el deleitado rostro de Celeborn mientras esté seguía ávidamente los elegantes movimientos de los jóvenes elfos, y un ceño empezó a formarse en la delicada frente de Thranduil mientras se daba cuenta sobre que pareja exactamente estaba la concentrada atención de su pariente, y sin disimulo alguno aclaró fuertemente su garganta para atraer la no querida atención que estaba sobre su pequeño HojaVerde. Cuando Celeborn pudo voltear sus ojos al fin, vio los destellantes ojos del Rey Elfo, y a sus labios surgió una sonrisa apaciguadora. Thranduil puede ser muy celoso, en verdad. Haldir debe de tener cuidado.

Al fin recobrando su compostura, el Rey de los Bosques se concentró en responder a su primo. "Una danza nativa a los elfos silvanos. 'Waew bo dan Galadhon es llamada. Viento en los Árboles. Cuando llegamos aquí, ya era bailada, y a través de los años no ha decrecido su predilección, en especial por los jóvenes. Algunos dicen que era bailada en Cuiviénen, antes del Gran Viaje y frente al mismo Oromë."

El Dorado Príncipe giraba entorno a su amigo con los brazos ondeando en sublimes gestos de algarabía, rozando a su compañero, y Annael, parado en su sitio, batía palmas al ritmo de los tambores, sus pies bailando en pequeños deslices, y siempre presentado el rostro a su amigo; y aunque los demás elfos bailando parecían hacer los mismos pasos, el joven príncipe y su amigo eran sin duda los que más atraían los ojos de los demás, debido a sus gráciles movimientos y desenvoltura. La música empezó a acelerar poco a poco, y así lo hicieron los danzantes, los pies de Legolas eran como el viento mientras se deslizaba por el suelo, y los de Annael también, y empezaron a girar entorno a cada otro, tejiendo formas en el aire y en el piso, fluidas, intrincadas y hermosas, y aunque los demás jóvenes cambiaban de pareja de cuando en cuando, ellos no, y todos los elfos silvanos sabían que no lo harían.

El bello elfo con la flauta dejó su sitio entre sus amigos músicos y empezó a bailar y a girar entorno a los danzantes, su dulce instrumento, vivaz y jubiloso, llenaba los corazones de libertad y esperanza. Los sonidos más agudos y más alborozados, el flautista se acercó a su joven príncipe y su compañero, quienes lo recibieron con radiantes sonrisas, y la flauta giró entorno a los dos jóvenes con nueva exuberancia, y los elfitos pusieron más empeñó a su danza girando como pequeños remolinos y batiendo palmas, de vez en cuando levantando sus argentinas voces en bulliciosa exclamación dondequiera la flauta lo pidiera.

Al fin la música empezó a decrecer, y el diestro flautista volvió con su cohorte, y los jóvenes aminoraron sus pasos hasta que la música llegó a un estrepitoso fin. Aclamaciones y bullicio saludaron la conclusión del animado baile, y los danzantes sonrieron grandemente en alborozo y satisfacción.

Annael hizo su camino hacía Silinde que se acercaba a ellos, y una hermosa sonrisa agraciaba su delicado rostro mientras empleaba a su amigo en conversación. Legolas empezando a hacer su camino hacia Annael y Silinde fue abordado en vez por dos similares figuras.

Dos ojos grises miraron a él. Un gris azulado en riente alegría, y un gris plateado en evaluadora apreciación. Elladan y Elrohir jalaron a su nuevo amigo silvano a un lado, donde los enfrascaron en alegre conversación y en dulce bebida, mientras otra melodía empezaba a surgir en el salón y otras parejas ocupaban en espacio libre con sus movimientos.

El Dorado Príncipe no podía dejar de maravillarse cada vez que sus ojos se posaban sobre los hijos de Elrond. Tan hermosos y exóticos, de oscura belleza y elegante fortaleza. Sentía como sus dedos cosquilleaban del deseo de acariciar sus sedosas melenas de ébano, de correr sus dedos entre hebras tan oscuras como la noche misma sin luna. Y los ojos, grises como la bruma de una temprana mañana de invierno, tenían a su vez el tintineo de las estrellas de Elbereth, y Legolas estaba seguro que si miraba en exceso a esas cautivantes órbitas, se ahogaría en ellas. Y sus labios, más llenos y carnosos que los de cualquier otro elfo que había visto, eran un oscuro carmesí, que parecían llamar a él, y cuando los gemelos sonreían, sus bocas formaban un elegante arco mostrando dos filas de blancos dientes, prístinos e inmaculados. En su conjunto, los hermanos Elladan y Elrohir eran una visión para contemplar, más el joven príncipe no quería ser un simple observador.

"Esa danza fue maravillosa, Legolas. Nunca había visto una igual, ni siquiera en Lorien, donde las costumbres silvanas prosperan y deleitan." Elladan estaba animado. El baile lo había subyugado y su fiera disposición lo instaba a perseguir sus inclinaciones. El hijo mayor de Elrond Peredhel era un gran bailarín allá en su hogar en Rivendell.

"Exquisito, sin duda, fue lo que nosotros presenciamos." Y mientras los ojos de Elrohir estaban cerrados con los suyos, Legolas entendió que no se refería precisamente al baile. "Indómito y hermoso, más no me sorprende porque hasta ahora nada me ha decepcionado en el Reino del Bosque." El Dorado Príncipe sonrió complacido.

Elladan estalló en conspiratoria risa, mientras trataba de distraer a su hermano y su huésped de su concentración sobre cada otro. "Pues sí, la danza fue hermosa. Y dime, mi príncipe, de donde y como es que salió esta jovial melodía. Porque sentí como mis pies se movían aún si no sabía los pasos, tan contagiosa y vivaz es la tonada."

Casi a la fuerza arrancando sus ojos del par gris plateado que lo observaba, Legolas giró su mirada azul cielo sobre el mayor de los gemelos no sintiéndose menos jalado hacia él que hacía su hermano gemelo. "Viento en los Árboles la llamamos. Y expresa nuestra libertad y el amor a nuestro bosque que llevamos todos los elfos silvanos en nuestros corazones."

"Deseo aprender a bailarla. Aunque veo que los pasos son complicados, mi determinación es bien puesta."

"Yo te enseñaría, Elladan, si tu quisieras."

Tres pares de ojos giraron para ver a una pequeña elfita acercándose presurosamente hacia ellos, y alegremente abrazándose a la cintura de un sonriente príncipe del bosque. "¡Mir¿Dónde habías estado? Se te extrañó en la danza." Exclamó Legolas, inclinándose para depositar un afectuoso beso en la cima de la oscura cabeza de su amiga.

"Ada no me dejó bailar, y dice que ya es hora de que me vaya a dormir. ¡Yo no quiero, Las!" Casi chilló Miredhel, sus finos labios formando un gracioso puchero. "El festín recién empieza y quiero bailar más." Levantando ojos llenos de esperanza hacia Elladan, la pequeña doncella pareció rogar con su nuevo amigo. "Si le dices a mi ada que te voy a enseñar la danza de los Árboles, tal vez deje que me quede un rato más."

Elladan no pudo ni quiso negarse al infantil pedido, y así con un suspiro de fingida resignación pero ojos centelleando con júbilo, ofreció su brazo a su joven amiga. "Muy bien, mi dama. Yo la acompañaré a donde su Señor Padre se encuentre y pediré su benigno permiso por unas horas más en tu preciosa compañía."

Soltando un pequeño grito de alborozo, Miredhel tomó el brazo del galante peredhel, y juntos partieron perdiéndose entre la gente, no sin antes de que Elladan girara a mirar sobre su hombro y lanzara un pícaro guiño al joven príncipe, a quien la sonrisa se le expandió más en el delicado rostro.

"¿Y tú me enseñarás tu danza también, príncipe?"

La seductora cualidad que había tomado la voz de Elrohir jaló de inmediato la atención de Legolas hacia el joven gemelo a su lado. Viendo los ojos de su compañero chispeando deliciosamente, el príncipe no pudo menos que sonreír insinuantemente. "Todo depende de en que manera lo pidas."

Sutilmente Elrohir se acercó más a su hermoso compañero, y se inclinó para susurrar en una delicadamente puntiaguda oreja. "Puedo pedírtelo de una manera muy... placentera. Especialmente si me enseñaras tu danza la noche de tu mayoría."

Sintiendo un delicioso estremecimiento ante el aliento del otro elfo cosquilleando su sensitivo oído, y más aún por la patente proposición ofrecida, Legolas giró muy lentamente su rostro, su boca quedando escasamente a unos centímetros de los labios de Elrohir. "Es una ocasión propicia para tan... placentera actividad." Inconscientemente lamiendo levemente sus labios, Legolas observó como los ojos del gemelo se fijaban en el sutil movimiento de su lengua. "Y con seguridad te consideraré como un compañero de... baile para esa noche."

Los labios de Elrohir se curvaron en una sensual sonrisa. "Es considerado de ti, Dorado Príncipe." Dándose cuenta de que sin querer estaban empezando a atraer no deseada atención hacia ellos, el hijo de Elrond lentamente volvió a su posición original, atrapando el destello de decepción en los expresivos ojos del principito. "Pero faltan todavía dos noches aún. Y la canción que están tocando es una que conozco bien. Bailemos, Legolas. Que la noche es joven y el vino abundante." Dijo Elrohir con súbita alegría, sus ojos esta vez chispeando con juvenil gozo, y sus labios sonriendo con sincera risa.

Legolas observó el cambio con asombro, y un poco de desilusión, porque a su impetuosa y febril mente le estaba gustando el giro que había tomado su conversación con el gemelo. Más al observar a Elrohir todo libre y jubiloso, como si no tuviera ningún cuidado en el mundo, le pareció más hermoso que nunca, y fue con infantil alegría que jaló de la mano a su nuevo amigo, y ambos, riendo, se abrieron paso hacia el centro del salón, y bailaron alegremente, y varias veces más durante la noche, y sus corazones se conocieron y sus espíritus congeniaron, y amistad nació entre ellos esa noche, más allá de cualquier otro sentimiento acechandolos salones del Reino del Bosque.

TBC

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Notas

Naugrim – Enanos

'Waew bo dan Galadhon – Viento en los árboles. (En Nandorin, lengua de los elfos silvanos)

Cuiviénen – Sitio donde los elfos por primera vez despertaron al mundo.

Gran Viaje – El viaje que los primeros elfos emprendieron hacia la Tierra Bendecida ante el llamado de los Valar.

Oromë – El Vala de la cacería. Fue él el primer vala que vieron los elfos, y quien los guió al Oeste. Recorre los bosques montado en su gran corcel Mahar, y sopla a Valároma, su gran cuerno, y es seguido por una jauría de perros cuando va de cacería.