Parte 15

2500, hriive 71

El metálico sonido del entrechocar de espadas llenaba el frío aire de la mañana.

Fluidos movimientos, mortales giros y profundos choques eran descargados mientras ágiles pies élficos danzaban en un sin fin acto de retirada y ataque. Poderosos empujes de un arma contra otra, ingeniosos lances buscando encontrar una brecha en la defensa del habilidoso oponente, agudos ojos midiendo la capacidad del otro para el combate, y aunque la mañana había amanecido fría como las anteriores en esta estación de invierno, un leve sudor se esparcía por dos esculpidos torsos desnudos, indicando que el encuentro bélico llevaba ya un buen tiempo desde su inicio.

El par en contienda se detuvo un momento, respirando un poco agitadamente y midiéndose con astutos ojos, mientras un tercero los observaba a un lado de la acción, no obstaculizando con todo no perdiendo ni un detalle del cuadro.

Saelbeth vio como su amigo Silinde tomaba la ofensiva, observando como levantaba su espada por encima de su cabeza en un circular movimiento antes de dejarlo caer pesadamente contra su contrincante. El otro elfo, parando el ataque colocando la espada sobre su cabeza y cejando ante el poder del golpe, empujó con fuerza tratando de desalojar a Silinde, pero su movimiento no fue tan certero y solo le dio una corta tregua.

Con agudos y preocupados ojos, Saelbeth miró como Annael tomaba una pose defensiva, bloqueando todas las embestidas, pero ya no capaz de atacar. Su espada volando de derecha a izquierda, de arriba a abajo, solo detenía los potentes golpes, ahora incapaz de contraatacar por falta de espacio e inclinación. Mientras las arremetidas llovían, el joven elfo fue retrocediendo hasta el borde del claro donde los árboles empezaban nunca dejando oportunidad o debilidad en su defensa, más de súbito vio a Silinde saltar, y agarrando su oportunidad lanzó un ataque hacia arriba, más el guardia del bosque fue más rápido, y aferrándose con una mano de una rama de sauce encima, se balanceó hasta quedar detrás del joven elfo, y aunque los reflejos de Annael fueron rápidos y giró en ligeros pies, no fue más que para sentir la punta de una filosa espada apuntada a su garganta.

"Ríndete."

El sonido de una espada estrellándose contra el suelo anunció al ganador de la contienda.

"Fue una buena pelea la que diste, Annael. Aunque me confunde que hasta ahora ni una sola vez hayas podido derrotar a Silinde" Llamando a sus amigos, Saelbeth se sentó bajo un gran olmo. Cuando sus amigos se habían unido y sentado a uno y otro lado de él, el bello Saelbeth les ofreció bebidas que anticipadamente había preparado conociendo las actividades de esta mañana. "Varias veces me has derrotado, pen neth. Y con seguridad puedo decir que mi destreza en la espada es un poco superior a la de mi querido amigo, como el capitán siempre lo ha dicho, incitando nuestro deseo de competitividad."

A su lado Silinde gruñó una palabra incomprensible, pero no negó la afirmación. Así como Legolas y Annael habían crecido juntos, las madres de Saelbeth y Silinde eran primas, y por tanto desde pequeños nunca les había faltado la compañía del otro.

"Desafía a la lógica." Meditó Saelbeth en voz alta. "Si yo derroto a Silinde, y Annael me derrota, entonces Annael debería derrotar a Silinde. Pero ni una sola vez ha pasado." A su lado el joven elfo de pronto pareció muy interesado en su espada, observándola y rotándola en sus gráciles manos en atenta inspección. "Y yo he visto a Annael derrotar a varios que algunas veces han derrotado a Silinde." Girando su pensativa mirada hacia el joven elfito, Saelbeth continuó. "¿No lo piensas extraño, pen neth?"

Sin levantar la cabeza del escudriñamiento de su arma, Annael dijo en una pequeña voz. "Silinde tiene una buena técnica."

"Saelbeth, ya deja de fastidiarlo." Tomando un saludable trago de su bebida, Silinde levantó sus claros ojos hacia su amigo. "Además tú no siempre me ganas. Y en el arco soy mejor que tú"

"Es más frecuente un sí que un no." Sus brillantes ojos chispeando, Saelbeth de súbito estalló en alegre risa. "Y ayer no parecías muy diestro en el arco, amigo mío."

Silinde gruñó, más Annael levantó sus ojos verdes para mirar a ambos elfos guerreros al lado de él. "Las me contó sobre la improvisada competencia. Es una lástima que no hubiera podido estar presente."

Riendo divertidamente, Saelbeth puso una mano en el hombro desnudo del elfito, apretando levemente. "No te perdiste de mucho, Annael. Bueno, si cuentas la cara de miseria de Silinde al perder la competencia, y la cara de ese capitán de Lorien al ver el astuto movimiento de nuestro principito. Eso sí fue inapreciable. Ese elfo de Lorien verdaderamente no se lo esperaba. Nadie lo esperaba." Aún riendo, el elfo guerrero dejó su mano deslizarse por el brazo del joven elfo, hasta que su mano cayó al suelo.

Un bufido de Silinde pudo ser escuchado, antes de que la clara voz de Annael fuera escuchada. "Las me contó que fue su hermano quien inició todo, y que varios participaron. ¿Tú participaste, Silinde?"

Recostándose contra el amplio tronco del olmo, Silinde levantó su rubia cabeza al escuchar la pregunta. "Sí participé. Quería poner en su lugar a esos elfos advenedizos, y quería..."

"¡Quería un beso de nuestro joven príncipe! ¿No es verdad que querías un beso de Legolas, Silinde?" Riendo a carcajadas, Saelbeth alzó una delgada, pero fuerte mano, para enjugar las lágrimas que habían escapado de sus ojos por la risa.

Un poco incomodado, Silinde tiró con la palma de su mano un débil golpe a la espalda de la cabeza de su amigo, lo cual finalizó el ataque de hilaridad de Saelbeth, quien a su vez devolvió la caricia con igual fuerza, y pronto los dos guerreros estaban rodando por el piso en una fingida riña de amigos, que terminó con los dos tendidos en el piso riendo tan fuerte que atrajeron la mirada de otros elfos en los alrededores.

Tan entretenidos estaban los dos elfos en su falsa pelea, que ninguno de los dos vio la tristeza que había entrado en los ojos del tercer elfo con ellos. Annael los miró sin alegría, y un quedo suspiro dejó sus labios.

Los otros dos elfos volvieron a su posición anterior, apoyados en el olmo, mientras su respiración se calmaba, y lánguidamente mirando a otros elfos en el campo de entrenamiento.

Después de un rato Silinde rompió el silencio. "Annael." Cuando la rubia cabeza de Annael giró hacia su dirección, Silinde volvió su mirada a sus alrededores. "Yo quería saber si..." Aclarando su garganta, porque de súbito la había sentido seca, el joven guerrero volvió a mirar fugazmente al joven elfo. "Tú eres su mejor amigo. ¿Sabes si él ya ha elegido?"

Saelbeth se tensó levemente ante la pregunta, y volteó su rostro a tiempo para ver al elfito bajar su mirada rápidamente hacia su espada.

Annael sintió una extraña sensación en su estómago, su espada ahora un gran peso sobre su regazo "¿A qué te refieres?" Dijo, sabiendo exactamente a que se refería el otro elfo, pero queriendo ganar tiempo para recuperar su compostura.

Silencio volvió a reinar entre los tres amigos, solo interrumpido por el sonido metálico de espadas más allá de ellos.

"Se refiere a la víspera del 2 de Coire, y si el príncipe ya ha elegido a su compañero." Saelbeth los sorprendió a ambos.

Mirando ávidamente al elfito, Silinde sabía que el jovencito tenía la respuesta como era su mejor amigo. "He visto a Legolas a menudo con ese elfo de Lorien." Todos sabían a quien se refería, y no era necesario pronunciar el nombre del capitán del Bosque de Oro. "Y he visto el brillo en los ojos de ese elfo cuando mira a nuestro príncipe." La voz de Silinde había descendido un poco, una leve nota amarga tiñendo su tono. "Pero ayer noche nuestro Dorado Príncipe pasó toda la fiesta con los gemelos de Imladris, y más aún con uno de ellos, Elladan o Elrohir, no sé exactamente cual. Y ahora en la mañana ha ido a cabalgar con ellos. ¿Legolas ha elegido a un elfo de otro reino para la noche de su Nautha Edinor?"

Mientras Silinde iba hablando, inconscientemente Annael había ido apretando sus manos alrededor de su espada, y cuando la final pregunta llegó él no pudo evitar mirar al otro elfo con contrariedad en sus ojos. "Los asuntos de Legolas solo le incumben a él mismo. Si él decide elegir un elfo de otro reino para la noche de su mayoría, entonces es su decisión."

"¡Pero no es justo! ¿Cómo puede él elegir a un elfo desconocido?" Chilló Silinde.

Annael sintió que llegaba a su límite, su exasperación corriendo por su cuerpo, haciéndolo estremecer. "Tampoco es justo que todos los elfos que se dicen sus amigos lo miren como si él fuera un premio a ser ganado. Al menos los elfos de Lorien e Imladris hacen sus deseos conocidos, y dejan la decisión a él, no como otros en este reino que están acechando en la oscuridad esperando la mejor oportunidad de saltar sobre su presa sin que nadie se de cuenta." Con un brusco movimiento el joven elfo saltó a sus pies, jalando su espada y su descartada túnica con él, y sin otra palabra más a sus dos amigos emprendió su camino hacia su hogar.

Saelbeth y Silinde se quedaron mirándolo hasta que desapareció de su vista. El primero con una súbita ansiedad en su pecho, y el segundo con remordimientos en su corazón.

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La mañana había sido placentera, y esto ocurre cuando la pasas en buena compañía.

Legolas y su hermano, Tathrenlas, habían invitado a los gemelos de Rivendell y a su capitán a una cabalgata por los bosques, y los elfos del valle habían accedido con alegría.

Conociendo intrincados caminos entre los altos y oscuros árboles de su hogar, los príncipes del bosque encabezaron el leve galope de los caballos élficos, siendo seguidos cercanamente por Elladan y Elrohir, y Glorfindel cerrando el pequeño grupo.

El Bosque Verde ya no era el de antes, habiendo cambiado junto con su nombre. Los árboles ancianos y sabios, ahora eran tenebrosos e terribles, inspirando temor a los animales, y bloqueando la vivificadora luz de anor. Más en el sur, pero los dos elfos del bosque ahora guiaban a sus amigos hacia el norte y al este, donde los árboles eran amigables y menos espesos, y donde criaturas silvestres podían ser encontradas aún.

Haciendo un alto al borde del río del bosque, los cinco elfos decidieron tomar un descanso así sus caballos pudieran calmar su sed.

"Nunca había estado tan profundo en estos bosques." Glorfindel habló a todos y a ninguno en particular, observando como los árboles se había partido al borde del río, y aún parecían querer inclinarse sobre sus aguas tratándose de alcanzar entre ellos. Este bosque es maravilloso, en verdad."

Habiendo caminado un poco río abajo con los gemelos y su hermano, Legolas retornó sobre sus pasos al escuchar la voz y la reverencia en el tono del elfo mayor. "Y los árboles están contentos en tener a uno como tú entre ellos, Glorfindel." Mirando a su alrededor, el joven príncipe vio como las ramas se mecían con el leve viento del mediodía, una sonrisa apareciendo en su rostro cuando una baja rama rozó sus hojas contra su mejilla. "Eres conocido entre estos alejados árboles del norte. ¿Cómo? No lo sé. Tal vez sus amigos han cargado noticias desde mi hogar o algún elfo que te conocía a pasado por estos caminos hace tiempo."

Una inquisitiva ceja se alzó en el bello rostro del capitán de Rivendell en señal de escepticismo, más no ofreció ninguna observación al respecto. En vez, gesticulando al joven elfo para que se siente a su lado mientras él se acomodaba en el alto césped en la rivera del río.

Más abajo podía escucharse la risa de Elladan ante algún comentario de su hermano o el príncipe heredero, y alrededor alegres pájaros cantaban a pesar de la fría mañana de la estación. Legolas se sentó al lado del Matador de Balrog, en paz con la agradable compañía a su lado, observando las fuertes aguas del río de su hogar correr hacia el sureste.

"Ayer te vi con Haldir." La melodiosa voz del dorado guerrero lo sacó de su leve trance. "Él parecía muy... ansioso por tu compañía." Sonriendo ampliamente, el elda observó como el rostro del joven elfo cobraba un tono rosado, y de pronto parecía encontrar el pasto muy interesante. "Y los hijos de mi señor Elrond parecían... contentos también."

El bello rostro élfico esta vez adquirió un tono rojizo, Legolas ojeando fugazmente al señor elfo a su lado, oportunamente así para atrapar un guiño tirado en su dirección. El principito sintió que su cara estaba en llamas. Aclarando su garganta, intentó vocear una respuesta. "La compañía de Haldir y los gemelos me es... agradable." Y si era posible, el sonrojo se incrementó en su rostro.

Glorfindel empezó a reír en voz baja para no atraer la atención de los otros elfos, no pudiendo evitar ser divertido por el comportamiento del elfito. Calmándose un poco, Glorfindel colocó una elegante mano en un juvenil hombro, y apretó levemente en confidencia. "No tienes porque sentirte incómodo conmigo, Legolas. No después de todo lo que hemos hablado." Viendo al elfito levantar su rostro, y regalarle una agradecida sonrisa, Glorfindel continuó. "Pero me pregunto, si encuentras la compañía de Haldir y los gemelos... agradable." Glorfindel puso énfasis en la última palabra, y Legolas sintió que el rubor que estaba recediendo de su rostro volvió con nueva fuerza. "¿Por qué no pides la compañía de uno de ellos... o dos..." agregó con un pícaro guiño. "para la noche de tu mayoría?"

Esta vez el joven principito pensó que todo su cuerpo iba a estallar en fuego, y miró ansiosamente las frías aguas ante él como su único medio de salvación. Regañándose a sí mismo mentalmente que ya no era un elfito para actuar así, tomó un profundo aliento y lo dejó escapar lentamente, girando para encarar al otro elfo. "No podría." Susurró quedamente. "Nael es mi elegido, y... espero que tu todavía... nos acompañes..." hablando a tropezones, Legolas clavó sus ojos azul cielo en los ojos del otro elfo, recibiendo una sonrisa de seguridad, y un asentimiento de cabeza como afirmación. "Además que Nael, y tú, y unos pocos son los únicos que no me miran como si yo fuera una presa en una cacería..."

Las últimas palabras fueron casi inaudibles, y el dorado guerrero tuvo que aguzar sus oídos para escuchar. Comprendiendo los sentimientos del elfito, Glorfindel sintió su corazón pesado en simpatía. "Eres joven y bello aún, mi príncipe. Y belleza y juventud juntas tienden a despertar codicia hasta en los corazones más nobles."

"Pero no me gusta esa sensación. No me gusta ser la presa. Me gustaría, me gustaría ser..." Callándose de pronto, Legolas fijó su contrariada mirada en el fluyente río. Su incomodidad todo sino olvidada.

"El cazador..." Concluyendo por el principito, Glorfindel también fijó su mirada en las aguas, con la diferencia de que sus ojos eran serenos, donde los del príncipe eran turbulentos. "Ser el cazador y no la presa, el seductor y no el seducido, el que toma y no el que da."

"Sí" afirmó el príncipe en una temblorosa voz.

"Entonces, actúa así, mi príncipe. Sé quien quieres ser."

"Trato, pero no sé como. Ayer lo vi en los ojos de Haldir, y de Elrohir. Ellos me ven como un premio a ser ganado. Y no deseo eso."

"Entonces yo te enseñaré." Cuando el principito levantó ojos esperanzadores hacia él, Glorfindel inmediatamente levantó una mano apaciguadora. "Pero eso sí te advierto, Haldir y Elrohir son cazadores innatos, conocidos en Imladris y Lorien." Viendo Glorfindel que tenía toda la atención del elfito, continuó. "Hubo un tiempo cuando existió atracción entre ellos. Hace centurias, más no resultó porque ninguno estaba dispuesto a rendirse al otro."

Los ojos del principito se llenaron con genuina sorpresa, Legolas sintiendo leve aprehensión ante dos tan formidables oponentes, y genuino asombro teñido de simpatía ante la historia de los dos elfos. "Ellos dos son muy hermosos elfos. Es una lástima que no haya funcionado entre ellos."

Levantando una arqueada ceja, Glorfindel miró curiosamente al elfito. "¿Una lástima? ¿No te parece que es conveniente a tus gustos?"

Legolas miró fijamente a Glorfindel, y al final no pudo detener una risita. "¿Conveniente? No. Sí dos seres encuentran felicidad, '¿Porque no debería ser feliz por ellos?"

Viendo a través de esos bellos ojos azul cielo, Glorfindel reconoció un corazón puro y espíritu fiero, y sonrió en reconocimiento a la sabiduría de los Valar, porque era eso lo que justamente necesitaba un reino como el Bosque Negro que estaba tan cerca al alcance de la Sombra.

"Mi bello príncipe, tienes razón." Glorfindel ojeó alrededor para ver si los demás seguían a buena distancia, y al ver a los otros elfos parados río abajo contemplando algo en la distancia, giró una vez más su bello rostro hacia el Dorado Príncipe, decidiendo empezar con su primera lección. "Cazador es una palabra cruda, pero muy adecuada para determinados tipos de elfo. Por ejemplo a mí me gusta cortejar y ser cortejado, pero con un elfo como yo, la mayoría se intimida por mi edad y reputación." Glorfindel suspiró en fingida molestia. "Pocos se atreven, y te digo que Haldir fue uno de ellos." Los ojos de Legolas se abrieron inmensamente bajo el cielo azul, y el Matador de Balrog dejó escapar una risita, divertido. "Sí, tuvimos una muy corta aventura hace mucho tiempo, y te puedo decir con certeza que él es un magnífico amante. Conoce lo que tiene y lo sabe usar."

Legolas estuvo sin habla por un momento, más otra pregunta saltó a su mente. "Y los gemelos..."

"No, los gemelos son como mis hijos. Yo los vi crecer desde pequeños." El principito solo sonrió en comprensión. El guerrero comprobó con una mirada si aún tenía la atención del otro elfo y continuó. "El principal objetivo de un elfo quien desea retener el poder en una relación es, contrario a lo que todos piensan, dar placer a su compañero. Tomar y no derrochar, sino obtener lo mejor de tu amante, teniendo siempre en mente, no tú propio placer, sino el del otro. Una vez que has dado placer, recién puedes tomar el tuyo."

El Dorado Príncipe ávidamente guardó la información en su mente, y comparó fugazmente la poca experiencia que tenía y todo lo que había leído de los libros de su hermano mayor.

"No solo con palabras se seduce a una persona, mi príncipe. Los gestos son importantes. Una flor a una doncella, una sonrisa a un joven elfo, un roce a un guerrero. Siempre estar atento a las acciones de tu elegido, averiguando sus gustos e inclinaciones, sino uno mismo, entonces de otros que lo hayan conocido." Ante esto Glorfindel contoneó una dorada ceja sugestivamente, y los ojos del joven príncipe alborearon en comprensión. "Pero siempre utilizando la información para dar el máximo placer a tu compañero, y no en contra de él o ella. Nunca en contra. Domas sus sentidos, más no su voluntad"

Legolas estaba exultante, contoneándose alborozadamente en su lugar, y así Glorfindel disfrutó de la exuberancia del elfito en desborde. Más cuando Legolas estaba dispuesto a asediar al señor elfo con numerosas preguntas, una burlona voz lo interrumpió.

"Que sucede, Pequeña Hoja. ¿Has cogido un pez del río, te lo has comido vivo y ahora está retorciéndose en tu estomago?" Soltando una alegre carcajada, el hijo mayor de Thranduil rió divertido ante su propia broma.

Los gemelos que habían llegado detrás del príncipe mayor, no entendían el motivo de la hilaridad del mayor de los príncipe, y lanzaron una inquisitiva mirada a su anterior tutor, y ahora capitán. Más el señor elfo solo se encogió de hombros.

Sin perder su compostura, ni la radiante sonrisa que agraciaba sus labios y su corazón, Legolas grácilmente se levantó a sus pies, ofreciendo una delicada mano al dorado guerrero en apoyo y amistad. "Te equivocas, iaur muindor. Solo estoy emocionado porque Glorfindel me está enseñando a domar Balrogs."

Y sin prestar atención a tres pares de confundidos ojos, y a un sonriente capitán de Rivendell, el Dorado príncipe empezó a caminar hacia sus caballos, silbando armónicamente para llamar a su blanca montura. Y Nimloss acudió, alegremente trotando hacia el llamado de su dueño, quien lo saludó tiernamente con varias caricias a nariz y orejas. "Es hora de volver al hogar, querido amigo." Susurró solo para los oídos de su corcel, y este relinchó en acuerdo. Montando graciosamente, Legolas giró hacia los elfos que se habían acercado a su lado. "Anor navega hacia la otra mitad del cielo." Dijo en voz alta, dirigiéndose a sus compañeros. "El mediodía ya es largo tiempo pasado, seguro las preparaciones para el festín de esta noche ya han empezado, y si no nos apresuramos voy a terminar comiendo el afamado pez de río al que mi hermano se refería, ya que mi estomago está a punto de levantar su voz en protesta."

Y sin esperar a los otros elfos, el joven príncipe del bosque giró su caballo y lo incitó al galope. "¡Vamos Nimloss! ¡A casa!"

Glorfindel, quien nunca pasaba una competencia por alto, subió apresuradamente a su caballo, y se lanzó a galope tendido. "¡A ver quien llega primero a las Grandes Puertas, Legolas!" Se le escuchó gritar mientras se alejaba.

Los otros tres elfos se miraron entre sí, y encogiéndose de hombros rompieron en alegre risa. Apresuradamente subiendo a sus monturas, y galopando para dar caza a los otros dos elfos que se dirigían al palacio subterráneo del Rey elfo.

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Esa noche en el festín, Legolas puso a buen uso la primera lección de Glorfindel.

Con su baile y su voz, su trato y carisma, el Dorado Príncipe dejó a su paso varias lánguidas ellith, y varios tentados ellyn, y más aún, un interesado capitán de los Galadhrim, y un par de intrigados gemelos. Todo ante la divertida, y con todo sorprendida mirada del Matador de Balrog, porque el principito también dejó a su paso a un muy confundido Señor Celeborn del Bosque de Oro, mucho para el desconcierto de Thranduil, Rey del Reino del Bosque Verde.

TBC

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Notas

2500, hriive 71 – 30 de Enero

Nautha Edinor – Aniversario de concepción.

Iaur muindor – Hermano mayor

Ellith – Doncellas élficas. Singular: Elleth

Ellyn – Elfos varones. Singular: Ellon