La lluvia era constante, la casa estaba en penumbras y el silencio era el único visitante que quedaba en la sala. Todos dormían apaciblemente en sus habitaciones, o al menos eso aparentaban.
En la tarde, una vez que Jones había llegado, Michael le dio a conocer su decisión. Aunque al principio Jones estaba sorprendido, aceptó lo que Michael tenía que decirle sin objetar o hacer comentario alguno. Sabía que había sido una decisión difícil para él después del engaño, y lo menos que le debía era escucharlo sin interrogarlo como a cualquiera de sus empleados.
Una vez que todo estaba dicho, los visitantes subieron a descansar y a enfrentar el futuro que les esperaba. Nikita desde el incidente en el jardín no había salido de su habitación. Estuvo ausente el resto de ese día y ni siquiera compartió la cena con los ahí presentes.
Esa noche todo parecía extraño, las hojas de los árboles hacían que la penumbra cobrara vida cada vez que las ráfagas de la tormenta se volvían más violentas. Si uno se quedaba callado el suficiente tiempo, lo único que podía escuchar era el caer de la lluvia y un silbido constante que para algunos hubiera resultado aterrador.
Casi parecía que el medio ambiente trataba de igualase con el estado de ánimo de Michael, quién desde lo sucedido con Nikita no podía estar ni un minuto quieto. En la oscuridad de su cuarto se paseaba de un lado a otro sin detenerse, y si lo hacía era sólo para mirar por la ventana de vez en cuando. Desde su habitación lograba ver la ventana donde Nikita se encontraba. Era increíble que estuvieran tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.
Hasta hace unas horas no sabía que hacer de su vida, más sin embargo después de las palabras tan hirientes que intercambiaron en el jardín; y de la empapada Nikita que desmayada cargó en sus brazos; había tomado una decisión. Sabía que lo que decidiera tenía que afectar la vida de él y la de sus hijos.
¿Qué diría Nikita si conociera su decisión? Al parecer Jones no había subido a informarle de lo que habían hablado, así que lo más natural era que todavía no estuviera enterada. Pero Michael ya no debía pensar en eso, la decisión estaba tomada y nada en el mundo haría que cambiara de forma de pensar.
Su corazón comenzaba a latir más rápido. Tan sólo pensar en ella y en la reacción que tendría al saber su elección, hacía que se sintiera agitado, lleno de dudas, con ganas de ir a verle y tomarla entre sus brazos para consolarla. Le había visto tan herida esa tarde, que nunca imaginó que después de lo que le había hecho todavía se sintiera culpable de tratarla así.
Y en parte así se sentía, culpable. Estaba conciente de lo duras que fueron sus palabras, pero una parte de él sólo había querido herirla tanto o más de lo que ella le hirió. Y lo había conseguido en cierta forma, porque nunca había visto esa mirada vacía que Nikita tenía al subir las escaleras mientras su ropa empapada iba dejando gotas en su trayecto.
Michael no quería que amaneciera y las cosas siguieran peor de lo que ya estaban. El rencor se había ido totalmente y ahora sólo quedaba mucho dolor por el engaño y un deseo enorme de perdonarla. Quería verla y que hablaran antes de que su padre le diera la noticia a la mañana siguiente. Sabía que tenía que armarse de valor y ser él quién le dijera a los ojos la decisión que cambiaría todo.
No resistiendo lo que su corazón le gritaba, y escuchando que la tormenta se tornaba cada vez más fuerte, Michael salió de su habitación y caminó al lado opuesto de la casa. Tal vez estaba dormida, pero tenía que verla.
Una vez que llegó a su puerta tocó dos veces sin obtener respuesta. Sus ansias crecían y aunque hubiera resultado más fácil dar la media vuelta e irse, Michael estaba decidido a dejar las cosas claras esa misma noche.
Cuando se decidía a tocar por tercera vez, la puerta comenzó a abrirse y detrás de ella se asomó ligeramente una figura femenina. La sorpresa al verlo ahí parado se reflejaba en su rostro. Al mirarse en la oscuridad y ninguno saber qué decir, el silencio se hizo difícil.
-- "¿Estás bien?" – preguntó Michael. Sabía que se había empapado y temía que se enfermara. Conocía a Nikita y recordaba claramente que cuando estaba deprimida nunca ponía atención a su salud. Michael siempre había sido el que tenía que forzarla a tomar su medicina.
-- "¿Realmente te importa?" – contestó Nikita en un tono de sorpresa y melancolía.
-- "Siempre me has importado ... inclusive aunque realmente no quiera hacerlo." – sus palabras eran sinceras y sus ojos reflejaban un gran cariño.
-- "No te preocupes, Michael. Estoy bien. Tomé un baño caliente y como ves me encuentro bien abrigada."
Sólo entonces Michael bajó la mirada para recorrer su cuerpo. Traía una bata de baño gruesa y cuyas mangas casi lograban cubrirle las manos. Su cabello ya estaba seco y se encontraba sujetado. Todo parecía normal, pero cuando vio con cuidado su rostro, este estaba ligeramente húmedo y sus ojos estaban hinchados e irritados. Por un momento la vio tan frágil que no parecía la misma Nikita que conocía.
-- "¿Puedo pasar?"
-- "Claro" – dijo sorprendida. Las razones por las que Michael se encontraba a esa hora de la noche en su habitación comenzaron a circular en su cabeza. Era extraño que se comportara así después de todo el odio que le había expresado en la tarde.
Michael entró en la habitación y cerró la puerta. La recamara era elegante pero no tenía la personalidad de Nikita. Le llamaba la atención que después de llevar algunos meses en esa casa, Nikita no hubiera remodelado su cuarto. Era algo que le encantaba de ella, que siempre redecora cada lugar donde vive. En cambio esa habitación era impersonal y fría.
-- "No se parece a ti" – dijo Michael, quién notando la mirada de interrogación de ella, agregó: -- "No parece que sea tuya esta habitación".
Nikita sonrió ligeramente por primera vez. Era reconfortante saber que todavía era tan obvio lo mucho que la conocía.
-- "Decidí no decorarla. No quería sentirme parte de un lugar al que no pertenezco"
-- "¿Y a dónde perteneces?"
Nikita lo miró por largo rato sin contestar, no podía decirle que el único lugar donde se sentía como en casa era cerca de él. Si le abría su corazón, Michael sólo lo destruiría con su resentimiento. Era un hombre de pocas palabras pero siempre supo como herirla con tan sólo una mirada.
Por su parte, Michael contemplaba como se retraía. Cómo parecía que no quería que estuviese él ahí porque le dolía tenerlo tan cerca. En ese momento comprendió que no se encontraba solo en ese abismo de dolor e incertidumbre.
Una pequeña lámpara estaba encendida en la esquina de la habitación y aunque no la iluminaba muy bien, al menos dejaba ver lo suficiente para que dos personas platicaran. Tal vez las sombras ayudarían a Michael a comunicarle lo que venía a decir.
Nikita podía sentirlo. Su cuerpo siempre reaccionaba cuando estaba cerca y su mente de pronto encontró el motivo de su visita.
-- "Vienes a decirme que te vas, ¿verdad?" – dijo Nikita mientras caminaba a la ventana, su voz se estaba quebrando. Comprender que no lo volvería a ver ni a él ni a los niños era un trago demasiado amargo.
-- "Vine a decirte que hablé con tu padre. Supongo que no te ha comentado mi decisión."
-- "No quise bajar a cenar, mi padre siempre me deja sola cuando siente que lo necesito. Así que es verdad... te vas." – dijo casi en un susurro, y armándose de valor se volvió hacia él.
Michael la miraba, su corazón gritaba. Se veía tan triste, tan sola. Por un momento parecía que ya no tenía vida, que la habían despojado de toda esperanza. Se acercó hasta ella y la contempló más de cerca. Estaba hermosa y su labio inferior temblaba por el esfuerzo de contener las lágrimas.
Michael le acarició el rostro con su mano derecha y ella cerró los ojos. Sentirlo de nuevo era maravilloso, pero el dolor crecía al saber que si estaba siendo tierno con ella era como despedida.
Cuando Nikita abrió los ojos, lo que vio no fue una despedida, sino una mirada llena de amor y entendimiento. Parecía imposible pero esos hermosos ojos le decían que la perdonaban.
-- "Mi decisión es quedarme. No pienso ir a ningún lado, Nikita."
-- "Michael ...yo..."
-- "No. Déjame terminar" – dijo mientras sus manos sostenían su rostro para que ella lo viera sin bajar la mirada. Quería su total concentración en lo que iba a decirle.
-- Sé que tu traición es algo que no he superado..." -- hizo una pausa. – "y sé que durante mucho tiempo seguiré resentido y las dudas me asaltaran de repente cuando menos lo espere."
Nikita quería desviar la mirada pero las manos de Michael seguían sosteniéndole el rostro con firmeza y ternura. Saber que ya no confiaba en ella como antes era algo que dolía y mucho. Después de observarla unos instantes, Michael continuó:
--" Pero también sé que no tuviste opción, y que lo que siento por ti no me dejaría vivir tranquilo si me voy de tu lado."
Nikita no podía creer lo que estaba escuchando. Las esperanzas volvieron de golpe y sentía que su cuerpo temblaba. Lo amaba tanto, que el engañarlo todo ese tiempo había logrado que de verdad creyese no merecer ser feliz. Fue por eso que la primera razón que vino a su mente para que él tocara su puerta fue la de decir adiós.
Nunca imaginó que la perdonaría y mucho menos que le diera a conocer lo profundo de sus sentimientos. Tantas mentiras flotaron entre ellos que la idea de escucharlo decir lo importante que ella seguía siendo en su vida, de repente sonaba irreal.
Después de contemplarse sin decir palabra, Michael rompió el silencio mientras con uno de los pulgares le acariciaba la ceja. De esa forma que sólo él sabía. Era la caricia que más extrañaba Nikita.
-- "No quiero decir que las cosas vayan a ser fáciles. Crear una nueva organización y volver a reconstruir la confianza que nos teníamos es algo que drenará casi todas nuestras fuerzas, pero quiero intentarlo."
Nikita no podía sentirse más dichosa. Había soñado tantas veces con escucharlo decir esas palabras que tenía miedo de hablar y romper el encanto, descubriendo que todo había sido una más de sus alucinaciones nocturnas.
--"Cuando te recuperé del proceso Gelman te dije que no podía vivir sin ti, y después de tu 'muerte' he confirmado cuan ciertas son esas palabras, Nikita."
¡Dios! Escuchar eso de sus labios era como un bálsamo curativo para todas las heridas que la soledad y la distancia habían hecho en ella. Sus ojos se llenaron rápidamente de lágrimas rezagadas; de lágrimas que expresaban todo su cariño y arrepentimiento.
-- "Nunca quise herirte, Michael." – dijo tomándolo ella también del rostro. Él automáticamente inclinó la cabeza hacia donde el calor de su mano le tomaba la mejilla izquierda. Contemplarse a los ojos detrás de una ventana que contenía una intensa tormenta era algo que no les importaba. Estaban absortos sólo en ellos mismos. Nada ni nadie importaba en ese momento. – "Sé que ya no confías en mí. Y también sé que me merezco cada una de tus dudas y miedos porque no sólo te he mentido, sino que nunca me he tomado el tiempo de hacerte saber cuánto te amo. Durante años esperé que fueras tú el que dijeras esa palabra, pero nunca me percaté que yo nunca te la dije hasta el final. Te exigía algo que tampoco yo había hecho."
Mientras decía esto, Michael la escuchaba atónito, perdido en esos hermosos ojos azules que se veían amenazados por las lágrimas y que significaban todo para él. Ahí podía ver la sinceridad de sus palabras y la promesa escrita del amor que le juraba. La amaba tanto que sólo quería besarla aunque el mundo se acabara después.
Sin esperar a que dijera más, Michael se acercó a su boca. Sus manos la tomaron de la cintura y sus labios por fin se encontraron. El beso en un principio fue cálido y tierno, como si se exploraran por primera vez. Era el beso más dulce que recordaban haberse dado, y ambos dejaron por fin sus defensas a un lado. Ya no querían estar prisioneros de lo que sentían.
En alguna ocasión, durante la misión en la que Operaciones les pidió proteger a Willie, un amigo suyo; Michael le había dicho algo muy cierto a Nikita. "Los sentimientos no son cautivos" Y era cierto, ahora lo sabían. Por más que lucharan para mantener encerradas todas las emociones, éstas se abalanzaban para abrir la puerta y escapar a la libertad.
Sin soltarla de la cintura, Michael profundizó el beso. De repente ya no era una dulce comunión entre los dos, al contrario, la intensidad con la que él la besaba dejaba ver el deseo animal que guardaba dentro de sí.
Nikita pudo sentir como sus manos la tomaban con fuerza, como su lengua la invadía proclamándola como suya. Adoraba tanto verlo así, sin contenerse, sin apariencias. Sólo Michael y su deseo total por poseerla.
Cuando por fin terminó de besarla, la miró un instante a los ojos y luego continuó sus besos a lo largo de su cuello. En esa mirada Nikita pudo comprender lo que él quería. Siempre había sido capaz de adivinar lo que él más deseba y cuando lo miró a los ojos pudo descifrar una mezcla de pasión, y disculpa. Pero no se disculpaba por haberla herido con sus palabras en la tarde. La disculpa era por algo que todavía no pasaba.
Nikita podía sentir como la sangre circulaba más rápido por sus venas. Fue ahí que comprendió con claridad que lo que él le decía en la mirada era en realidad una disculpa por lo que iba a suceder esa noche. Pocas veces lo había visto así de posesivo y sabía que a su manera le estaba pidiendo permiso para tomarla con toda la fuerza que su pasión requería.
Comenzó a succionar su oreja derecha mientras él adornaba su cuello con besos húmedos y desesperados. Cuando Michael sintió sus labios sobre él, ya no pudo más. Necesitaba saber que ella le pertenecía de nuevo. Su necesidad iba más allá que de lo humano. Se sentía como un animal en celo y sólo había una forma de conseguir lo que quería.
En tan sólo un segundo deslizó la bata que la cubría. Ahí estaba ella, desnuda, indefensa, a la merced de sus deseos y tan hermosa como siempre. Sabía que ella comprendía su necesidad de poder; de saberla sumisa y al servicio de su pasión. Pero necesitaba preguntárselo directamente porque esa noche no iba a ser igual que otra.
Esa noche era la primera después de meses de creerla muerta, después de saber su enorme traición. La rabia se convertía en pasión intensa y desesperada. Deseaba marcarla, hacerle saber al mundo que era de él. Que sólo a él le pertenecía. Quería que su cuerpo quedara adolorido de tantas veces que la haría suya..
Levantó la mirada y pidió de nuevo su permiso con la mirada.
-- "Soy lo que quieras que sea, Michael. Esta noche puedes hacer lo que sea conmigo. Pruébame que me amas tan desesperadamente como yo ti"
-- "Pero podría lastimarte... no puedo contener lo que siento..." – dijo mientras apoyaba su frente en la de ella. Su respiración era más profunda.
-- "Entonces no lo contengas." – y diciendo esto lo tomó de nuevo y se besaron con intensidad.
Esa acción fue lo que decidió todo. Ya no era imaginación suya, al contrario, había dado su consentimiento y él pensaba aprovecharlo al máximo. Con rapidez la apoyó en la ventana. Si no fuera por la tormenta cualquiera que pasara por el jardín podría ver cómo hacían el amor, pero la lluvia y el viento parecían ir en sincronía con sus cuerpos.
Nikita recorrió las manos rápidamente sobre su pecho. Michael todavía tenía puesta la ropa y eso le desesperaba. Quería sentirlo tan caliente y húmedo como ella, así que comenzó a desabotonarle la camisa y junto con el pantalón, se lo quitó. Una vez que estaba parado frente a ella con sólo sus calzoncillos, Michael la detuvo. No quería que lo siquiera desvistiendo. Si alguien debía tener el control de la relación esa noche, ese sería él.
Volvió a capturarla con un beso y su lengua poco a poco fue buscando cada uno de sus pechos. Había extrañado tanto probarlos, saborear su piel mientras ella se contraía de placer. No podía dejar de succionarlos, cada vez con más fuerza. Llegó el momento en el que eso no bastaba, necesitaba morderla, sentir que deseo y dolor se mezclaban.
Con una de sus manos tomó uno de sus senos y lo apretó. Nikita dejó escapar un suspiro al sentir sus manos sobre ella. Su imaginación volaba y sólo podía pensar en lo que él iba a hacerle esa noche.
Su lengua la recorría con desesperación, y sus dientes se clavaban ligeramente en su la piel sensible. Nikita gritó, el dolor no era comparado al placer que sentía en sus piernas. Cada vez estaba más húmeda y caliente. Deseaba ser tomada así, de esa manera casi animal. Adoraba cada vez que él perdía el control y dejaba de ser el Michael que la Sección conocía.
Después de hacer lo mismo con su otro seno, Michael la tomó de la cintura y la subió al quicio de la ventana, semi-sentándola en la madera. Con sus besos recorrió su cuerpo, sus manos exploraban cada uno de sus rincones. Pero todavía faltaba uno por descubrir y estaba decidido a que ella explotara por completo.
Así que comenzó a besar su cuerpo, descendiendo hasta su ombligo. Nikita dejaba escapar gemidos pequeños de satisfacción. De repente su lengua encontró lo que tanto buscaba, la pasión dentro de él se intensificó y su miembro crecía cada vez más dentro de los confines de sus calzoncillos.
Con delicadeza al principio, sumergió su lengua en el centro de Nikita. Con dos de sus dedos separó los labios y probó la miel de sus adentros. Era tan suave y dulce. Era la esencia que había extrañado probar durante tanto tiempo. Era un sabor único que era producido por su cuerpo pero originado por el deseo que sentía por él. Sabía que si estaba así de húmeda era por que lo deseaba con todas sus fuerzas y eso le hacía perder la poca cordura que le quedaba.
Así deseaba verla, llena de placer, deseando que la tomara sin restricciones. Necesitaba saber que a pesar de que no pudo controlar sus acciones mientras le traicionaba, en la cama él era el único que decía la última palabra.
Su lengua la penetraba constantemente, la habitación era invadida por los gemidos de Nikita y su cuerpo temblaba sin control. De repente se quedó quieta un momento y luego explotó. Su visión era borrosa y el placer demasiado intenso.
Michael pudo sentir en su boca el primer orgasmo de la noche. El cuerpo de Nikita se comenzaba a resbalar de la ventana por que ya no tenía fuerzas para seguir en pie. Pero para Michael la noche a penas comenzaba.
Tomándola de la cintura la volvió a posicionar en el marco de la ventana y la besó. El beso ahora era una demanda, quería proclamar lo que era suyo y de nadie más. Su lengua comenzó a asaltarla de nuevo y Nikita pudo probar su propio sabor mientras le besaba.
¡Dios! Era maravilloso sentirlo en su boca, sentir la desesperación que emanaba por el cuerpo. Sabía que no tardaría mucho en perder el control pero no tenía miedo; al contrario, confiaba totalmente en Michael y aunque sabía que esa noche sería salvaje, no iba a resistirse.
Después de besarla se deshizo de sus calzoncillos y por fin pudo sentirla cuerpo a cuerpo. Ya no estaban separados por esa tela diminuta. Ahora podían sentir libremente las ganas que tenían el uno por el otro.
Michael se acercó y la tomó de la cintura, Nikita pudo sentir cada parte de su miembro. Estaba tan grande, tan excitado que tan sólo el pensar ser penetrada de nuevo por él era irresistible.
Por su parte, Michael sentía lo mismo al rozarla íntimamente, sentía su calor y deseaba con todas sus fuerzas quedarse ahí adentro. Como si el tiempo no existiera para ninguno de los dos.
De nuevo el instinto animal regresó y no pudo controlarlo más. Tomándola de las caderas logró posicionarse y encontró su entrada. Con un ligero movimiento al principio, trató de penetrarla pero sólo hasta que la primera parte lograra ingresar a ese maravilloso mundo de sueños y éxtasis. Pero una vez que Nikita se acostumbró a sentirlo dentro de sí, y sus paredes dejaban de contraerse; Michael decidió penetrarla de un solo golpe; dejándola sin respiración por un minuto.
Era como estar en un lugar ya conocido pero del que nunca quieres irte. Cuando quiso salir de ella para volver a penetrarla con fuerza, Nikita dejó escapar un alarido. Tan sólo sentirlo fuera de ella esa algo que no quería revivir nunca. Con sus dos piernas logró capturarlo de la cintura y lo atrajo hacia sí con fuerza; sintiendo inmediatamente la resistencia de Michael.
-- "Michael... por favor..." --- Nikita sabía que tenía que rogar. Estaba conciente que lo que Michael quería era hacerla sufrir con esa interminable espera. Era un dolor placentero, una incertidumbre que ansiaba convertirse en conocimiento pleno y un hambre inaudita por tenerlo en ella.
Michael la miró a los ojos y sonrió. Era una sonrisa de amor y deseo, de victoria y perdón, de deuda y convicción. Ahí estaba ella tratando de recuperarlo sin darse cuanta que en realidad nunca lo había perdido. Nikita siempre había sido la única mujer con la que deseaba estar, a la que deseaba dominar y sumergir en ese cálido mundo del deseo. La amaba tanto que juraría que podía morir ahí mismo sintiéndola por dentro.
Acomodándose de nuevo en su pequeña entrada, Michael se sumergió en busca de sus gritos desesperados, y lo consiguió. Una vez que comenzó un ritmo constante, Nikita sólo dejaba escapar ligeros gemidos que poco a poco iban transformándose en fuertes bramidos.
La penetraba cada vez con más fuerza, olvidándose por completo de ser sutil y condescendiente. No quería ser tierno esa noche, lo que deseaba era ser el mejor de los amantes y poseerla hasta el punto máximo del clímax. Así que una vez que comenzó a sentir que ella estaba a punto de explotar, retrocedía y le hacía esperar. Tan sólo esta acción la volvía loca y desesperada.
Durante varios minutos estuvieron jugando de esa forma, hasta que Michael decidió ponerle fin a la tortura y poseerla de una manera más profunda. Nikita lanzó una exclamación de angustia cuando lo sintió salirse por completo de ella y alejarse; pero no tuvo tiempo de reponerse de la pérdida porque en tan sólo segundos Michael la volteó contra la ventana y la penetró por detrás, sosteniéndole las manos en el marco de la ventana.
Nikita podía ver la tormenta, y cada vez que un rayo irrumpía en la oscuridad de la noche, su interior sentía la fuerza de Michael penetrándola con rapidez. Era como si quisiera que fuera parte de él, sus manos casi dejaban marcas en sus caderas mientras la sujetaba, y su miembro la tomaba con dureza.
Podía sentir su aliento en su oído derecho, éste era cortado y agitado. Cada vez que la atraía con fuerza hacia él, Michael dejaba escapar un gemido animal y peligroso. Nikita era suya de nuevo y sus marcas quedarían impregnadas en ella para que nadie más volviera a dudarlo.
Era una sensación insoportable y sus fuerzas le impedían resistir más. Acercándose al clímax, Nikita echó la cabeza hacia tras y gritó. Sus piernas temblaban y cuando Michael sintió como se convulsionaba alrededor suyo, no pudo más. Clavó los dientes en uno de los hombros de Nikita y penetrándola con mucha más fuerza dejó por fin escapar un gemido que igualaba el de ella. Ambos sentían como su líquido la recorría por dentro. Y de repente recordaron que exactamente así concibieron a su hija. Una niña nacida del inmenso amor que se tenían y de la magia que la Sección nunca pudo borrar a pesar de sus intrigas.
La tormenta parecía haber disminuido, la calma regresaba a la casa y la noche todavía era larga. El poco viento que quedaba lograba darles la privacidad que necesitaban con su ruido constante y parsimonioso.
Nikita casi no podía mantener los ojos abiertos. Habían hecho el amor en dos ocasiones esa noche. La primera casi animal, la segunda con ternura y tomándose su tiempo. Ahora el sueño que sorprende después de que las fuerzas han sido gritadas por el placer, se estaba apoderando de ella.
Estaban recostados uno al lado del otro. Michael le abrazaba por detrás dándole pequeños besos sobre la marca que había dejado con sus dientes. Lamentaba haberla marcado de esa manera pero era la única forma de hacerle saber que era suya y de nadie más. Tenía la necesidad de probarle a ella misma que sólo él era su dueño y que a pesar de las traiciones y mentiras, el placer que sentía a su lado no podría encontrarlo nunca aunque lo intentara.
Justo cuando Nikita se estaba dejando llevar por el cansancio que su cuerpo reflejaba, sintió como una de las manos de Michael descendían hasta sus piernas y la acariciaban sin tregua.
-- "Michael..." – fue todo lo que alcanzó a decir. El poco aliento que tenía se detuvo cuando sintió como sus dedos buscaban su entrada. Eran tan tiernos, tan ágiles y expertos que no podía dejar de sentirse amada y deseada hasta por un simple toque.
Mientras Nikita emitía sonidos incoherentes, Michael continuaba con su exploración, sumergiendo en ella dos de sus dedos. Estaba cálida y húmeda, sus paredes parecían amoldarse perfectamente a sus dedos. Era una sensación que inevitablemente provocaban el mismo deseo animal que en un principio. Su miembro comenzaba a despertar a la vida y en tan sólo un minutos Nikita pudo sentir detrás de su espalda baja un enorme huésped que deseaba ser alojado en la más reconfortante de las habitaciones de su cuerpo.
Después de sentirlo, Nikita llevó una de sus manos atrás y pudo sentirlo. Estaba ahí, duro y terso a la vez, era algo que siempre la dejaba con ganas de más y no podía controlarse. Después de todo, esa noche era especial para ellos. Era la primera vez que estaban juntos después de tanto dolor y lejanía, y querían aprovecharla al máximo.
Aunque en la cama la espalda de Nikita estaba frente a Michael, esto no detuvo sus avances. Mientras él insertaba un tercer dedo en su cavidad, Nikita daba un ligero masaje a la parte más vulnerable de Michael, logrando así que dejara escapar un ligero gemido.
Con rapidez, Michael fue estableciendo un ritmo con su mano, permitiendo a Nikita tomar aire antes de volverla a penetrar. Adoraba verla así, sumisa, llena de placer y esperando recibirlo sólo de él. Ver su cara cuando se venía era algo que Michael atesoraba, así que pronto encontró con su pulgar el punto exacto de su feminidad. Ese punto que cuando es tocado hace que el cuerpo explote de placer y la vista se nubla por completo.
Cuando Nikita se percató de sus intenciones, ya era demasiado tarde. Una sensación poderosa se adueñó de ella. No podía pensar, ni respirar, ni emitir sonido alguno. Sólo podía convulsionarse en sus brazos. Michael la abrazaba con más fuerza, sabía que estaba en pleno orgasmo y quería experimentarlo con ella.
Cuando hubo terminado Nikita quedó quieta un momento, tratando de recuperar el aliento. Mientras tanto Michael seguía besando su nuca y acariciando su cabello. En ese instante Nikita tomó una decisión: Daría placer de la misma forma a Michael. Se levantó rápidamente y de rodillas bajó su cara hasta el punto que tanto esperaba ver. Michael fue tomado por sorpresa sintiendo como la boca de Nikita lo capturaba sin dejarlo escapar.
Se sentía tan duro y suave, era una de las peculiaridades que tanto gustaban a Nikita. Tenerlo ahí, en sus labios, vulnerable, sin esa máscara que se ponía todos los días y a su total servicio. En ese momento podía verlo con los ojos cerrados, totalmente abandonado al placer que sentía. Para Nikita era una imagen invaluable y gozaba cada vez que podía esbozar en su rostro tal placer.
Mientras tanto Michael luchaba por mantener el control, era tan intensa la sensación que temía que fuera a explotar. Sentir la humedad de sus labios, succionándolo, excitándolo; era como si de pronto todo fuera irreal y la sensación se antepusiera a cualquier recuerdo de la realidad. Estar ahí resultaba irreal para Michael, hasta hace unos días la creía muerta, y hasta hace unos momentos pensaba que la rabia y el coraje no lo dejarían perdonarla; más sin embargo ahí estaba, a sus pies, rendido, con su pene dentro de esa preciosa boca que lo probaba desesperada.
De repente Nikita necesitaba más, requería verlo rendido totalmente y sin que él se lo esperara comenzó a succionarlo más a prisa mientras tomaba cada vez más de su adorado miembro. Quería llenar su boca de él, deseaba probar su pasión en sus labios, saborear el líquido del triunfo que vendría después, cuando él ya no resistiera más y se sumergiera sin control al abismo al que ella lo conducía.
Nikita era constante en sus movimientos y Michael sabía que su resistencia no perduraría por mucho tiempo, así que la tomó de los hombros y la separó de él. Nikita no quería dejarlo ir, pero sabía que lo que Michael le haría a continuación era mucho más placentero.
Acercándola de nuevo, se besaron apasionadamente. Era un beso de necesidad, de hambre, de dos personas que sólo conocían esa forma de vida. Cuando terminaron el beso Michael colocó las piernas de Nikita sobre sus hombros y de un sólo golpe la penetró hasta lo más profundo. No quería esperar, su cuerpo ya no podía resistirse, quería sentirla alrededor suyo, la imperiosa necesidad de ser uno solo era tal que no le importaba perder la cordura en esa transición.
-- "Aahhh" --- exclamó Nikita mientras cerraba los ojos, sentirlo de nuevo dentro de ella era grandioso, y con las piernas en esa posición sólo se incrementaba la penetración y la fuerza de ésta.
Michael la observaba, veía que también para ella era una fantasía y sabía que lo que estaban viviendo era algo que los dos requerían desde hace tiempo.
-- "Abre los ojos" – le ordenó Michael, su voz de repente volvía a ser la de siempre, fría, calculadora. Esto excitaba más a Nikita. – "Ábrelos, necesito ver lo que sientes"
Nikita obedeció y se encontró con una mirada intensa, llena de lujuria y desesperación. Ya no era el Michael que conocía, era otro. Alguien que daba miedo pero que en el fondo sabía que no iba a dañarla. Su voz era profunda, rasposa, era evidente que la pasión lo obligaba a cambiar su forma de actuar, y eso alegraba a Nikita. Después de todo la razón de su pasión era ella y eso era más que suficiente para hacerla feliz.
-- "No quiero que cierres los ojos. Necesito ver cada mirada tuya mientras te penetro" --- su voz cada vez más dura, más fría. Era una voz de mando y a Nikita sólo le quedaba obedecer.
Su cuerpo estaba apoyado en las piernas de ella y las cuales tenía bien controladas sobre los hombros, con las manos sujetaba su rostro para que no bajara la mirada y cada vez que ejercía presión, veía con regocijo las sensaciones de ella. Era como verla en un delirio, el cual no sabía si era de dolor o placer. Tal vez ambos.
Entraba en ella constante y profundo. Nikita sentía claramente como la llenaba y la volvía a dejar vacía con ganas de más. Su largo pene desaparecía en sus adentros, controlándola, usándola para su propio placer. -- "Aaahhh" --- pequeñas exclamaciones repetidas llegaban a sus labios, las sensaciones eran demasiadas para tratar de resumirlas con oraciones bien articuladas.
Michael intensificó la velocidad y notaba como los pechos de Nikita se balanceaban con el ritmo. Su lengua trató de alcanzar uno y morderlo, estaban ahí, a su alcance y deseaba probar todos sus aspectos.
-- "Mi ... chael ... aahhhhhh" --- gritó Nikita. Sentirlo dentro de ella y además poder experimentar a su lengua de nuevo sobre sus pechos ansiosos era demasiado. Necesitaba tener un orgasmo y rápido, de lo contrario se volvería loca. Pero los planes de Michael no eran esos, al contrario, quería hacerla sufrir. Quería hacerla esperar por su recompensa.
Mientras la penetraba con más rapidez, Michael abandonó sus pechos y se dirigió hacia sus oídos. Lamió su oreja izquierda y comenzó a succionar su lóbulo, provocando que la succión y sus movimientos internos fueran en sincronía.
-- "¿Lo sientes?" – Nikita lo escuchaba, su aliento estaba cerca de su cara y su voz estaba de nuevo irreconocible. Era un Michael sin controles y sin limitaciones. -- ¿Me sientes dentro de ti, Nikita?" --- Y diciendo esto la penetró con más fuerza.
-- "Aaahhhh... sí..."
-- "Sí ¿qué?"
-- "Sí, te siento... Michael... por favor..."
Michael sonreía, tenerla así, desesperada, al borde de la locura, era un placer que no dejaría ir tan fácilmente. Comenzó a incrementar la velocidad hasta que de repente se detuvo. Nikita podía sentir cómo Michael palpitaba dentro de ella, pero no se movía, estaba ahí sin hacer nada más que mirarla a los ojos.
--- "Michael... por favor... no puedo..."
Le encantaba verla así, sin control, sin vanidad y pidiendo, casi rogando ser tomada sin censura.
-- "Dime ¿qué es lo que quieres?"
-- "A ti... te quiero adentro"
-- "Estoy adentro, sólo me he detenido para que me sientas."
-- "Michael... por favor... basta..." --- decía mientras Michael volvía a besar su oreja. Nikita no podía apurarlo con las piernas porque estaban sobre los hombros de Michael, pero con sus manos trató de persuadirlo y atraerlo para que comenzara de nuevo el movimiento dentro de ella. Sin embargo cuando Michael sintió sus manos en la espalda, las sujetó con fuerza y las llevó arriba de su cabeza. Ahora sí estaba indefensa, acorralada y deseosa de ser tomada de la única forma que Michael sabia: Con total y absoluta pasión.
Sin soltar sus manos, Michael salió completamente de ella y de nuevo entró con toda la fuerza que su cuerpo podía darle. Nikita gritó, la sangre se le agolpaba en los oídos y las sensaciones se multiplicaban. Después de escucharla Michael hizo lo mismo tres veces, hasta que no pudo controlar por más tiempo lo que sentía y comenzó a tomarla de forma persistente y firme.
De pronto ya no podían más, sentían que si esperaban más morirían en ese momento. Nikita se dejó llevar por su emociones y a través de un grito liberó todas las ansias que tenía recluidas. Su orgasmo duro un par de minutos, su cuerpo no dejaba de estremecerse sin control y esto llevó a Michael al borde de la locura.
Una sensación caliente invadió a Nikita, ambos estaban sumergidos en sus propios pensamientos y permitieron que por fin el sueño los venciera, lejos de todas las responsabilidades que los aguardaban. Lejos del resto del mundo, pero cerca al fin de lo que tanto amaban.
Tibio, conocido, reconfortante. Todo eso sentía Nikita en los brazos de Michael. El despertar con él por las mañanas era algo que siempre había extrañado. Cuando recién despertó no quiso abrir los ojos, sólo quería que la sensación de pertenencia durara por mucho tiempo. Quería saborear su calor y cercanía un poco más antes de empezar la batalla diaria que la nueva organización iba a exigir de ellos.
Después de un par de minutos, una dulce voz la sacó de su comodidad.
-- "Sé que estas despierta. Puedo ver cómo se mueven los ojos debajo de tus párpados --- dijo Michael, logrando así que ella sonriera y se decidiera a verlo. Cuando lo hizo él se encontraba apoyando su cabeza en uno de sus brazos, levantándose ligeramente para verla. Desde hace media hora la contemplaba absorto, verla dormir a su lado era algo que había perdido cuando la creía muerta. Una punzada en el corazón le decían que las heridas aún estaban frescas.
-- "Bueno, días" – dijo ella con un beso, él se inclinó para recibirlo.
-- "Bueno días"
Ambos permanecieron en silencio, contemplarse les quitaba tiempo para otra cosa. Tenían esperanza al fin, algo que por muchos meses pensaron no volverían a sentir y eso los llenaba de una gran dicha.
Michael con su otra mano apartó un cabello de la cara de Nikita y le acarició la mejilla, sus ojos pasaron con rapidez de ternura incomparable a un sentimiento que ella sólo pudo interpretar como una mezcla de miedo y advertencia.
-- "No vuelvas a engañarme. Nunca más vuelvas a fingir tu muerte. No sé si lo soportaría"
Los ojos de Nikita se llenaron de lágrimas, la última frase iba acompañada con dolor y de eso ella tenía la culpa. Escuchar cómo se le quebraba la voz y admitía tal vulnerabilidad ante ella era algo desconcertante. Nikita intentó besarlo para borrar esa mirada, pero él la detuvo y con firmeza le dijo:
-- "Prométemelo." – para él era necesario que Nikita dijera esas palabras. Nunca en voz alta habían hecho un juramento. Ahora necesitaba escucharlo de su boca. --- "Prométemelo, Nikita"
--- "Te lo prometo, Michael. No importa lo que el trabajo me exija hacer, ya no formara eso parte de mi lista privada de vida.--- diciendo esto lo miro decididamente a los ojos y se acercó a darle un beso, el cual Michael aceptó y profundizó hasta dejarla sin aliento.
-- "Deberíamos levantarnos ya, todos han de estar desayunando en este momento" – dijo Nikita con resignación.
-- "Lo sé"
-- "Si tardamos más vamos a desear quedarnos aquí todo el día"
-- "Eso también lo sé" – contestó Michael con una leve sonrisa en la boca.
Después de darse un beso más, ambos tomaron con calma un baño caliente, disfrutando el momento de estar juntos de nuevo y hacer las actividades cotidianas que solían hacer antes de que todo eso pasara.
Mientras Nikita se secaba el cabello, Michael besó su hombro y le dijo que en un momento regresaba; después de unos minutos Nikita apagó la secadora y escuchó desde el baño que en la habitación había ruido; y supuso que Michael ya había regresado. Siguió secándose el cabello y cuando salió se dio cuenta para su grata sorpresa que en efecto él estaba ahí, pero que no estaba solo.
Sobre la cama estaba Theany, bella y llena de vida, que jugaba alegremente con su papá y trataba de gatear por toda la cama. Nikita no pudo contenerse y la tomó en sus brazos. Era real, ya no era uno más de sus innumerables sueños. Tenía al hombre que amaba más que a su vida y ahora a su hija. Saber que todavía no hablaba le daba la esperanza de que algún día le llamase mamá.
Permaneció abrazándola por largo rato mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas y sintió cuando Michael se acercó para darle un beso en la cabeza a los dos tesoros de su vida. Estaban en paz y juntos, nada más importaba ya para ellos.
Al pasar el tiempo todo era más fácil. Los primeras misiones de la nueva organización eran programadas y ejecutadas con eficacia. Los grupos enemigos no tenían idea de quién se trataba y comenzaron a pensar que eran otros grupos terroristas los que los atacaban. Poco a poco fueron destruyéndose entre ellos mismos sin necesidad de que en algunos casos interviniera la Organización.
Al principio el señor Jones decidió esperar para dar el primer ataque en el que juntaron todos los recursos y contactos necesarios para tener éxito. Además, el tiempo lograba que el enemigo se confiara y bajara sus defensas, quedando así vulnerables ante ellos.
Es así como durante dos meses todo permaneció en calma. Cada quién tenía asignada una tarea diaria y trabajaban duro para cumplirla, más no atacaban. Ese tiempo sirvió además para que el personal se compenetrara de nuevo y la confianza volviera a construirse.
Jones y Madeline trabajaban muy bien juntos, casi pensaban igual en la mayoría de los casos y aunque en un principio Nikita no estaba muy de acuerdo con incluir a esa mujer en sus planes, pronto se dio cuenta de se equivocación. Convivir con Madeline las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, lograron que viera aspectos en ella que nunca antes había conocido, y pudo percatarse que la Madeline que conoció en la Sección sólo era una fachada que su padre había ordenado. Increíblemente Madeline era una persona justa la mayor parte del tiempo y su sentido del humor era moderado pero existía. Le recordaba a la Madeline que conoció al entrar por primera vez a la Sección.
Jones por su parte pasaba más tiempo con Nikita, los años que no pudo convivir con ella ahora eran borrados por sus acciones cada día, y ver a ese hombre tan duro mientras jugaba con su nieta era algo digno de retratar.
Por su parte Walter era otro orgulloso abuelo y algunas veces peleaba con Jones por acaparar la atención de Theany. Birkoff y Jason se complementaban muy bien, donde uno era tímido y nervioso, el otro era atrevido y cínico; siendo iguales sólo en lo diestros que eran con las computadoras y sus programas. Jason trabajaba directamente con Madeline y Jones, mientras que Michael y Nikita gozaban de la ayuda de Birkoff.
A la organización decidieron no ponerle nombre por el momento, era mejor el anonimato. Michael se encargaba de área táctica y Nikita dirigía las misiones desde la base. Desde que regresaron juntos Michael no quería que ella saliera a campo de combate, era demasiado riesgoso.
Los pocos operativos que lograron salvar de la destrucción habían sido seleccionados previamente antes de comenzar con los planes y eran los mejores en sus áreas. Además reclutaron unos cuantos operativos más, personas solas y sin familia que desearan hacer algo importante con sus vidas y decidieran unirse a ellos por voluntad propia. Todos seguían siendo tratados con firmeza pero nunca bajo amenaza de muerte, la única forma de ser cancelado era la traición y eso era comprendido y aceptado por todos.
Nikita había logrado que Theany dijera "Papá", y por el momento se conformaba con escucharla decir eso, Michael se merecía ser el primero en los labios de su hija ya que el fue el que siempre estuvo con ella desde que nació. Además, como madre no se preocupaba, ya que el convivir todo ese tiempo con su hija había logrado que la niña ya la reconociera cuando entraba en una habitación y se le abalanzara a los brazos.
Adam, por su parte gozaba de tener una mamá. Crecía sano y sus pesadillas iban desapareciendo con los cuidados de todos. La confianza entre Michael y ella estaba reconstruyéndose y esos días de tristeza y zozobra habían quedado atrás hace mucho tiempo, siendo estos sólo un recuerdo.
--- "Michael" – dijo Nikita tocando a la puerta del estudio donde solían trabajar. – "Llegaron los reclutas, te esperan en la sala de entrenamiento"
-- "Gracias, iré en seguida." – dijo sin apartar la vista de la pantalla.
Nikita se extraño de verlo tan distante y se acercó a ver lo que hacía, pero al percatarse de que ella se acercaba, cerró su laptop y se levantó.
-- "¿No vas a decirme en que trabajas desde hace unos días?"
-- "No"
-- "Michael, has estado inmerso en eso desde hace dos días y siempre que quiero saber de qué se trata sólo me dices que es una sorpresa."
-- "Y lo es"
-- "Pero quiero saber de qué se trata"
-- "Entonces ya no sería una sorpresa... Ten paciencia."
Ambos sonrieron al recordar esas palabras, parecían siglos desde que Michael las pronunció por primera vez en la sala de enfermería después de su tórrido encuentro en aquel barco que servía de escondite para ella.
Nikita decidió esperar a que él decidiera darle la sorpresa y le dio un beso, al cual Michael correspondió por varios segundos. Ocultarle algo a la mujer que amaba era siempre difícil pero el saber la alegría que le causaría después era algo a lo que no estaba dispuesto a renunciar. Estaba eligiendo su propia casa. Una casa a la que pudieran ir de vacaciones, en la que pudieran refugiarse cuando la organización y el trabajo demandaran demasiado de ellos, donde crecerían sus dos hijos y en donde Nikita podía pasar el periodo de embarazo si deseaban tener otro bebé más adelante.
Un lugar que fuera su santuario, con su familia, con sus anhelos y sueños, lejos de lo que era su destino, donde la felicidad imperara y la muerte se quedara detrás de la puerta. Un lugar donde pudieran amarse sin censura, pero sobre todo...
Un hogar donde pudieran envejecer juntos.
F I N