El Axis Mundi

By Rowan

Capítulo I

Corazón Infame

La travesia al inframundo

"No solo es esta armadura, el símbolo de los Santos de Atena son todas estas cicatrices... que demuestran que damos la vida por ella"

...Ikki, el Ave Fénix.

La diosa abrió los ojos tratando de alejar de si las visiones que comenzaban a asaltar su mente, los recuerdos se agolpaban impidiéndole dar a sus pensamientos una lógica o coherencia...

El dolor, era casi insoportable, lacerante...

La noche había cobrado su tributo de sufrimiento y lagrimas en las doce casas, ella misma había sido testigo, y ni siquiera su presencia les logro brindar verdadero consuelo, pues solo unos pocos alcanzaron a sentirla, como el viento que barría los terrenos desolados de sus almas, las crueles barreras de su prisión, la diosa esteba cada noche con sus guerreros, y el resultado siempre era el mismo, pobre y lastimero, se veía limitada a ser la presencia y la ausencia de la misma esperanza que cada uno de sus santos buscaba en medio de su interminable condena...

Por eso ahora no podía dudar, la sangre disolvía ya el sello del jarrón milenario, y sus esperanzas estaban en esa única oportunidad que la blasfemia les brindaba, ellos eran fuertes lo sabía, lograrían sobrevivir a la prueba, lograrían ser libres de nuevo, aunque le costara la vida, no permitiría un segundo mas de cruel e injusto desconsuelo, ellos siempre le habían sido fieles, hasta el ultimo respiro, la hora había llegado de corresponder, de pagar esa lealtad y confianza con la misma moneda... y si para eso se necesitaba de la sangre de un dios, allí estaba su sangre, hasta la ultima gota...

"Piedra serán eternamente en la tierra, mientras sienten cerca las llamas del infierno, y los ojos de su alma contemplan la gloria del descanso eterno sin encontrar jamás esa paz... carne lacerada por la tierra, piedra muerta martirizara al corazón palpitante, secara su alma haciéndola padecer mas allá del fin del tiempo..."

Ahora entre las arenas del desierto perpetuo juraba sobre su sangre... ofrendando su vida y su alma por la libertad de las almas de sus trece guerreros... el inmenso templo ateniense retumbó con los latidos de su corazón, amplificados por su cosmoenergía millones de veces, era como el palpitar del seno de la tierra misma, retrocediendo al origen de la vida, al preciso instante en que inició todo...

Dum! Dum! Dum!

Rítmico y tangible el palpitar de su corazón crecía ensordeciendo todo a su alrededor, las dunas comenzaron a moverse en el horizonte impulsadas por el viento, el cielo se torno negro ante la enorme tormenta de arena desatada... Pallas Atenea sostenía el jarrón entre sus manos, con la determinación reflejada en la mirada, impregnando en su delicado y elegante porte la fuerza y el poder de su divinidad... se dirigió hacia la entrada del edificio, mostrando a la tormenta el jarrón del cual se desprendían fugaces rayos de energía que se perdían en la espesura del cielo... la voz de la diosa se escucho titánica y majestuosa mientras descendía por la escalinata ceremonial sin despegar la vista de su objetivo, el corazón de la tormenta...

Isis... tú que diste la vida en pos de tu amor, Osiris, rey frustrado, en la traición preso, heredero del cielo y condenado al inframundo...— rezaba la hermosa chica de cabellos violetas, su aura maximizada por el esfuerzo, la concentración y la entrega, le envolvió completamente hasta el punto de parecer una inmensa bola de luz... para cuando esta disminuyó su intensidad, el resplandor había dado paso a la magnifica armadura de Atenea, joya del sol, revivida con su sangre desde la batalla con Hades... invocada ahora para la cruzada que estaba por librar en los terrenos del tiempo, en los limites del orbe... volvería a ser el viento y con ello la esperanza y el amanecer para sus santos dorados volvería... su voz prosiguió firme con el rezo, aquella invocación era solo el principio del ritual, aunque para aquel momento ya no había marcha atrás — ¡¡¡Horus, hijo del dios y la diosa, fruto del destino, la divinidad y el poder en equilibrio perpetuo, padre e hijo en la trinidad sagrada del todo... de tu sangre se formo el Axis Mundi que une las dimensiones, los mundos, los niveles del orden universal... soberano en la tierra de los no vivos... a ti te invoco... a ti... te suplico... abre tus brazos y recibe esta ofrenda... dioses vencidos en la era del mito, dioses malditos en la prisión del olvido... yo los invoco, yo les ofrendo... Horus VEN!

Saori abandono la seguridad de las inmediaciones del templo, se alejo dejando atrás la amplia y doble columnata que marcaba sus limites, caminando decidida hacia las fauces de la tempestad misma que parecía ya bramar su nombre... hacia el enorme muro de arena que se abalanzaba sobre ella... Horus había escuchado su llamado... la sangre de los dioses egipcios humillados y vencidos hacía milenios exigía venganza.

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Un espasmo placentero la recorrió desde el bajo vientre anidándose en su pecho, endureciendo nuevamente sus pezones, aquel cosquilleo se intensifico, cuando su amante acuno las formas de sus senos en la palma de sus manos y procedió a lamerlos intercalando lengüetazos y pequeños mordiscos. Sus caderas se movían al ritmo que marcaban las embestidas del hombre que insaciable se introdujo de nuevo entre los pliegues de su intimidad, para poseerla con una pasión desbordada, casi furiosa, como si quisiera obtener de ella algo mas que gemidos y caricias, más que esa hermosa piel blanca y cremosa, tan suave que le era imposible dejar su marca sobre ella, sus impulsos lo alentaron decenas de veces, a succionar sobre aquel cuello, a morder con mas fuerza esos pezones, pero ella le imponía tal respeto, tal devoción y a la vez deseo, que no se atrevía a dejar marca alguna sobre su cuerpo, como una diosa siempre se marchaba de su lado perfecta, incorruptible, completamente inmaculada... y como la odiaba por eso, por humillarlo de esa manera, por someterlo con solo una mirada, por enloquecerlo con su presencia, por no darle mas que su cuerpo y un poco de cariño, algo que no correspondía en absoluto a lo que sus instintos y deseos pedían, el no solo quería su cuerpo, quería poseerla entera, ser el dueño de su vida... de su alna.

Pero esa noche, bien sabía, acabaría todo, estaba decidido, no podía seguir esclavizado a esa mujer, aunque ella fuese inocente de todo, aunque ignorara el infierno al que sin querer lo sometía con su belleza y su dulzura.

Apreso con desesperación la boca de la hermosa chica en un beso demandante, húmedo y audaz, al que ella respondió complaciente y decidida... como si los gestos bruscos no la asustaran, pues siempre terminaba dominándolo con tal sutileza que no se percataba de ello hasta que lo tenía a su completa merced.

De un solo movimiento la tomo de la cintura levantándola y atrayéndola sobre sí, para sentarla sobre su pelvis, ahondando cada vez mas en ella, gemidos y frases entrecortadas surgían de ambas figuras, suspiros forzados rompían el ritmo de la respiración femenina, nunca le había hecho el amor con tanta intensidad, esta vez el cansancio estaba haciendo presa fácil de su cuerpo, rendida se abrazo a su amante escondiendo el rostro en su cuello, mientras él seguía embistiendo... todo acabaría pronto... y tal vez para siempre.

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Nunca había podido entenderla, no le entraba en la cabeza que ella pudiese quererlo de esa manera, pero lo hacía, tal vez nunca llegaría a amarlo, pero si de algo había que asombrarse, eso era que a pesar de todo le tenía cariño y por voluntad propia siempre le había sido fiel.

Aun así no se conformaba, odiaba los momentos como ese en el que él llegaba para tomarla en sus brazos y perderse con ella toda la noche dentro de esa habitación nupcial que pocas veces usaban. ¡Era sin duda un maldito!

Y ella... ¿por qué lo hacía? ¿Por qué accedía a esas noches obscenamente compartidas?

Ella era una princesa, un ángel en los brazos de un demonio, de un maldito que no solo la había arrancado del seno familiar, de su tierra, sino que la había obligado a casarse con él y ser enteramente su mujer, aun siendo casi una niña.

No vas a ganar nada quedándote ha hacer guardia fuera de su habitación, solo te estas torturando, al oír como la hace suspirar cuando la toma — dijo una mujer de cabellos canos y rostro cansado, el ama de llaves y fiel guardiana de la señora de la casa — yo también quisiera un destino diferente para ella, pero caer en la desesperación no ayuda en nada... Julián... por favor, vete de aquí — le rogó la mujer al espigado joven de cabellos azules.

¡NO! — fue la única respuesta del chico mientras se recargaba en el muro junto a la puerta —

Pero entienda nada va a ganar de esta manera, Helena ha aceptado su situación... — la mujer fue interrumpida por un tosco ademán del joven quien la tomo del brazo llevándola hasta el principio del pasillo, su mirada era un torrente de odio puro...

No me vengas tu con esas estupideces Odril... para ti es muy fácil, pero para mi... no me pidas que acepte lo él le hace, Helena es un ángel que ese bastardo no merece... ¡NO MERECE!

Hijo no pienses que no te entiendo, pero incluso la joven Saori te ha dicho que no ayudas en nada a Helena haciendo lo que haces, desde que te mudaste a esta casa, sus noches con ella han ido en aumento, el hombre es un enorme manojo de celos con tu presencia y ella tiene que pagarlo casi todas las noches, él esta obsesionado con ella y tú solo empeoras las cosas... entiende... — le suplico la mujer pero el heredero de la fortuna Solo no entendía razones, su cerebro dejaba de funcionar cuando su tío materno, reclamaba sus derechos maritales sobre la hermosa mujer que prácticamente secuestro de Egipto varios años atrás obligándola casarse con él.

Olvídalo mujer, esta misma noche voy a arrancarla de sus brazos, voy a llevármela y a protegerla, incluso a costa de mi propia vida, no me importa que tenga que enfrentarme a ese estúpido infeliz que tengo por tío, tengo el suficiente dinero y poder para hacerlo — el cansado corazón de la mujer dio un vuelco desesperado, pues el chico acompaño sus palabras con acciones, decidido a irrumpir en la habitación principal de la mansión, no había tiempo de llamar a la señorita Kido para que lo hiciera entrar en razón... angustiada el ama de llaves lo alcanzo tomándolo de un brazo en un vano intento por detenerlo...

¡NO! ¡No lo hagas! ¡Julián! ¡muchacho! ¡No te metas! ¡se lo prometiste a la niña Saori! ¡LO PROMETISTE A HELENA! — suplicaba Odril en medio de un mar de llanto y miedo, no quería ni imaginar lo que le sucedería a su señora en manos de ese desequilibrado que tenía por marido, e incluso eso sería poco si el marido se volvía loco de celos... — ¡Por favor! ¡Por favor!— rogaba al joven que prácticamente la arrastraba...

¡Me interesa un bledo lo que les haya prometido voy a sacarla de aquí ahora mism...! — el millonario y el ama de llaves se detuvieron en la entrada de la habitación, petrificados ante el grito desgarrador, agónico que se dejo oír justo cuando Julián se disponía a tumbar de una patada la puerta. Miles de ideas pasaron por la mente de ambos sin que ninguno acertara a reaccionar, un nuevo grito este vez mas profundo y doloroso estremeció a todos los habitantes de la lujosa casa que alcanzaron a oírlo...

¡Helena! ¡es la voz de Helena! — de un solo impulso la hoja doble de madera salió volando en mil pedazos, borrando toda barrera que impidiera el acceso a la habitación... Julián Solo entró tan intempestivamente como si fuese el mismísimo diablo...

Su corazón se atenazó en medio de una dolorosa sacudida, lo que tenía ante sus ojos era para él, el verdadero infierno...