Imagina que todo se ha arreglado. Y que lo que aún no funciona lo tienes en la palma de la mano.

Imagina que estás de nuevo en casa. Imagina que lo que buscas es enfrentarte a todo lo que una vez te asustó. Enfrentarte a tu pasado.

Imagina que es lo último que te queda por hacer antes de morir, o vivir libremente al fin.

Porque nadie te asegura que tu familia no va a enfurecerse y a matarte. No sería la primera vez que lo intenten.

Imagina que eso a lo que llamabas hogar es una inmensa torre que te atemoriza.

Que te atemoriza.

Y mi vida pende de un hilo. Pero sigue siendo mía.


Solo de nuevo. En la oscuridad. No se oye ni un ruido. Nadie arrastra los pies en el interior de esta maldita prisión. Porque en realidad, todos somos reos.

No es cuestión de culpar a alguien, aquí cada uno ha interpretado su papel. Ninguno era más fácil que el otro.

Solo es cuestión de enfrentarte a tu conciencia. A tu destino. Pero sobre todo, a tu pasado. De otro modo, el estancamiento para todos podría ser fatal.

A mi paso no salen zombies, no sale nadie. Ni siquiera Jun… ahora que pienso en ella… bueno… solo espero que esté bien. No tiene porqué no estarlo. Este asunto es solo mío; culpa mía únicamente.

Si en él he arrastrado a mi hermana, a Anna e incluso a Yoh… en realidad no era mi intención.

Pero pienso arreglarlo, y, cuando acabe, si salgo vivo, les compensaré. De algún modo… aunque temo que para eso deba alejarme de ellos.

Esa enorme habitación donde pasé los dos primeros años de mi vida, donde vi mi primera muerte, que se quedó grabada en mi retina por siempre; esa enorme habitación donde oí los gemidos de placer de mi madre cuando se acostaba con mi padre, donde me tapé los oídos para no escuchar los lamentos de los hombres a los que mi padre castigaba. Esa enorme habitación que contiene en sus paredes los reflejos de todos los miembros de nuestra gloriosa familia.

Esa enorme y maldita habitación donde morí una y mil veces, donde lloré más que en ningún otro lado, donde noté la adrenalina del odio, el primer orgasmo mientras ese fino puñal rajaba la palma de mi mano. Aunque fuera solo por venganza: si me querían quitar todo lo que me proporcionara placer, yo hallaría una fuente que nunca podrían arrebatarme, el dolor.

Ahora mismo, lo único que busco son sus ojos. Su hermoso rostro. Porque, a pesar de todo, la sigo admirando. Fuerte, calculadora. Todas las mujeres Tao son así. Jun también.

La alfombra es nueva. La cambiaban casi todos los meses… la sangre empapa rápidamente… Y los candelabros resplandecen en su brillo verdoso, ese cobre medio oxidado, viejo, nublando el esplendor de la dorada china. Los muebles oscuros, escasos, sobrios, un momento al ascetismo, esos viejos recordatorios de lo antiguo que es el mundo, y de lo antiguo que es el honor. Y los severos rostros que escrutan la habitación entera desde la pared, esos ojos verdosos, amarillentos, gastados de tanto observar el mundo, cansados de ver lo que han dejado tras de sí: su única huella, manchada de sangre. Un rastro de cadáveres, y un olor a descomposición que ninguno llegaremos a perder del todo; un olor que nos terminará ahogando.

Pero ella está en medio. Sentada, orgullosa y estirada, sobre la cama. Creo que tiene un libro sobre el regazo, quizá una de las novelas de amor que tanto le gustan… irónico, verdad. Quizá el verdadero motivo por el cual las lee es para convencerse que esa otra vida a la que aspiraba de niña no es más que eso, una novela, un cuento. Que ninguna mujer tiene o ha tenido o tendrá la suerte de enamorarse, que es ilusorio, irreal, que esa magnífica sensación solo es un invento de un escritor aburrido para justificar las locuras que lleva a cabo un protagonista loco, para que nadie lo vea como un psicópata masoquista suicida y obseso.

Pero mamá. Yo lo he visto. Lo he sentido. Lo siento ahora mismo. He matado por amor. He sufrido por amor. Me he enfrentado a la muerte por amor. Y maldita sea, no dejo de pensar en ella.

Si lo que has hecho conmigo es tu venganza por lo que te hicieron a ti… sabes que no ha sido justo. Que lo tuyo tampoco… pero no dejo de ser tu hijo. ¿Por qué quieres vengarte de mí¿Acaso no me quieres?

Me mira. Con esa mirada cegadora, acusadora, a la que nadie puede osar a responder. Es mi madre y es la persona con más poder de la casa. Y por extensión del país. Mi madre. Se supone que me ama y me cuida. Pero en realidad quiso matarme. Y al no conseguirlo, se sintió satisfecha.

-Quizá mi venganza no sea contra la humanidad. –dice. Y su voz es cansada. Hastiada.

-Quizá sea solo contra el sexo masculino.

Contra el hombre. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, a Jun no la ha tocado nunca. Siempre la ha defendido, desde pequeña. Siempre.

Y a mí solo me cuidó hasta los seis años. Con seis añitos me entregó a mi padre para que me convirtiera… bueno. Es esto. O en lo que quiera que he sido, o soy…

Caigo de rodillas. Y cuando levanto la cabeza, leo en su mirada todos los reproches cansados que quiere gritar pero que no puede ni musitar, y toda la amargura del paso de unos años abrumadores. Veo las finísimas arrugas que bordean sus tranquilos ojos y sus delicados labios. La piel marchita que cubre sus mejillas, la delgada e invisible lágrima que la lame. Y no puedo hacer nada por ella, como ella ahora ya no puede hacer nada por mí.

Porque ni siquiera la odio. Al contrario, la sigo queriendo, y admirando,

Pero me he cansado de agachar la cabeza.

Lo único que quiero saber es… ¿Porqué?

-Por esclavizarme. Por robarme lo que me pertenecía. Yo debería haber sido una princesa, una reina. Y me condenaron a… esto. Que no sé ni cómo llamarlo. De la rabia que me da todo. Porque me dijeron que todo sería para mí, y me trajeron aquí. Una sonrisa, y ni siquiera un beso de despedida. Solo una gran sombra a la que me tuve que enfrentar.

Su voz araña. Si pudiera matar lo habría hecho.

-Porque era débil. –un susurro venenoso. –Y ahora sigo siéndolo. Pensé que con el terror podría sentirme poderosa. Pero no es así.

-Tú controlas a mi padre.

-En cuanto me vio se enamoró de mí. No haría nada que yo no le ordenara.

Se pasa su suave mano, esa mano que antes me acariciaba, por la mejilla, para limpiarse la única lágrima que había logrado escapar de su interior. Y parece que sonríe.

Y es cuando yo empiezo a comprender muy lejanamente la complicada mente de mi madre.

-No es por los hombres. Quieres destruir la familia. Por eso nos hundiste en la sombra.

Me levanto del suelo y me acerco a ella. La miro cara a cara.

-No es ni siquiera por mí. Quieres vengarte. Quieres acabar con todo lo que representa este apellido. Y para eso… estás dispuesta a sacrificarte a ti misma. Porque si nosotros caemos, caes tú también.

Sus brazos me rodean, y permanecemos un tiempo en silencio, abrazados.

Es por algún tipo de impulso suicida. Un complejo salvaje heredado de Dios sabe donde. Venganza hacia tus seres queridos. Porque en realidad, no lo son. Si te han impuesto una familia¿Por qué deberías quererlos? Si los buenos sentimientos nunca pueden fabricarse, entonces lo único que puedo esperar de ella es que me odie.

Pero sino me odia, si después del torneo me dejó en paz, a pesar de no ser el más fuerte, si me sonrió aquella vez que huía de la ira de mi padre, si no mandó a nadie ella misma para atacarme… si cuando me vio no me reprochó nada… ¿qué puedo esperar?

¿Qué esperar de una vida marchita, apagada, que ha perdido la esperanza? Mi madre.

Y la abrazo con más fuerza. Y sus lágrimas me mojan el cuello, donde tiene oculto el rostro.

No puedo evitar olvidar toda mi rabia. Porque es mi madre y está llorando.

Hay algo que no logro comprender.

Me quiso tanto como para darme la vida. Y me odió demasiado como para quitármela tras las torturas de mi infancia… no se atrevió. Solo pudo volver la espalda…

No.

No es eso.

Ella le dejó hacer.

Para que me convirtiera en eso. Para que fuera yo quien me destruyera a mi mismo. Y si yo muero… la familia Tao muere. Porque somos así, demasiado machistas como para aceptar que una mujer pueda perpetuar el linaje. Jun. Por muy capaz que sea, la sangre y la tradición tienen más fuerza.

Si yo me extingo, este nombre maldito se extinguirá conmigo, para bien o para mal. No hemos hecho nada bueno para la humanidad. Quizá sea mejor así.

Me levanto.

Mi madre me mira, cansada. Demacrada. De golpe, tiene veinte años más. Y toda su belleza resplandece como nunca. Grande y terrible. Un juego de luces y sombras sobre sus párpados. El brillo de las lágrimas sobre las mejillas. La furia de años. Las ansias de venganza.

Nadie llegará nunca a ser lo que ha sido ella.

Debería matarla. Ahora que puedo. Y sé que no volvería como espíritu.

Pero es imposible que lo hiciera y acto seguido no me suicidara.

Bueno… no ha sido como lo esperaba. Salgo de la habitación muy lentamente. En mi mano aún sostengo muy firmemente la espada.

Porque pensaba que esto lo arreglaría todo.

Pero resulta que, en realidad, aún tengo otra visita que hacer.

Y no me va a hacer falta salir de casa.


Seguimos. no he tardado tanto en subir este¿no? La verdad es que no me acuerdo de cuando subí el último u.uU En fin... a lo que importa:

Lo que decía en el último capítulo... este es algo raro. En realidad no entiendo mucho que tiene que ver aquí, pero quería poner algo sobre la madre de Ren. A mi modo de ver, ella es la culpable de lo que le pasó, como dice él mismo al principio de la historia, por consentir. No tiene gran relevancia.

Gracias a Vale-chann14, Minamo, krmn sk, Saphir Neyraud y Loconexion.

Espero que os guste.