Titulo: "Envenename de Esperanza"

Autor: Anyara

Inicio: 08 de Septiembre de 2005.

Capítulo I

La muerte

ERA MI CORAZÓN

"Era mi corazón un ala viva y turbia...
un ala pavorosa llena de luz y anhelo.
Era la primavera sobre los campos verdes.
Azul era la altura y era esmeralda el suelo.

Ella -la que me amaba- se murió en primavera.
Recuerdo aún sus ojos de paloma en desvelo.
Ella -la que me amaba- cerró sus ojos... tarde.
Tarde de campo, azul. Tarde de alas y vuelos.
Ella -la que me amaba- se murió en primavera...
y se llevó la primavera al cielo
."

Pablo Neruda

Rodeado por un hermoso lugar, a la distancia lograbas ver una de las tres puertas de madera torii de ciprés, construido con normas de la religión sintoísta. El Santuario de Meiji es uno de los lugares más sagrados de Japón, cuanto la vista lograba abarcar, dejaba ver grandes árboles que daban la sensación de estar ahí por siglos, sigilosos y como testigos de las vivencias de muchos visitantes, acompañados del trino de las aves que anidaban. Y él, aún permanecía en el lugar, sentado sin emitir palabra, con los antebrazos apoyados en sus piernas, como si cargara el dolor del mundo entero sobre los hombros, el traje negro desabotonado, la corbata relajada, permitiendo que su acongojada garganta retuviera las lagrimas, no les iba a derramar, no lo haría, había decidido que no dejaría que ninguna ensuciara el recuerdo que mantenía, el cabello oscuro, descendiendo por los brazos, la espalda, cubriendo en parte el rostro, que no deseaba alzar… sentado aún ahí… frente a la lapida de ella, de su esposa… de Kikyo…en el Cementerio de Aoyama

-Señor InuYasha…- se atrevió a interrumpir la voz femenina, con algo de temor, llevaba ya un buen tiempo de pie, conservando la distancia, dejando que él tuviera el momento a solas que necesitaba, luego de los intensos momentos vividos, y las personas que intentando consolarlo, parecían ahondar más su tristeza – disculpe, pero…- titubeo la joven al no obtener respuesta, pero sabía que no podía esperar más- el bebé debe comer y cambiarse…

El hombre la observó, algo extraviado, con aquel pequeño bulto de color azul cielo, entre sus brazos, arrugó el ceño, y acomodó un mechón rebelde de su cabello, tras el hombro, carraspeo un poco aclarando en algo su voz, que de todos modos mantenía un tono profundo, y miró a su alrededor como si buscara algo, la mujer hizo una mueca, y le volvió a hablar, dándole razón del objeto que buscaba.

-No señor… no trajo su abrigo, recuerde que el clima esta mejorando.

-Ah sí, tienes razón… - respondió poniéndose de pie, tragando al encontrarse desde lo alto, con el rostro aún dormido del pequeño que reposaba en el regazo de su empleada, con apenas unas pelusas por cabello, pero visiblemente oscuro, tuvo que tragar... ¿qué haría él con un bebé recién nacido?...suspiró pesadamente.

Kosho lo siguió, caminaba a grandes zancadas y ella apenas lograba alcanzarlo con la criatura entre los brazos, su hijo, el que apenas y tenía días de nacido.

-.-.-.-.-.-

InuYasha Taisho, un reconocido médico, dentro del ámbito en el cual se especializaba, cirugía a corazón abierto, algo muy preciso si consideramos, la parte de la máquina humana a la que él buscaba sanar, había hecho un post grado, hacía alrededor de un año, y ya era uno de los mejores, ciertamente algo que llamaba profundamente la atención dada su corta edad y experiencia en esta profesión, en la que las eminencias pasaban de los cincuenta y sin embargo, él ya estaba catalogado entre los dominantes, con apenas treinta y dos años.

Acababa de salir de una complicada operación, en un momento pensó que perdería a su paciente, cosa que no sucedió, habría sido el primero, pero no fue así, muy en el fondo agradeció por ello, aunque no lo demostrara, hacía mucho que se había declarado definitivamente no creyente, si en algún momento de su vida, mantuvo esa opción silenciosa, pues ahora ya no… para él simplemente, no podía existir Dios…

Salió de la antesala de operaciones, acababa de informar a la familia del paciente, que todo había salido según lo planeado y que si no había mayores complicaciones, el Señor Takima, debía de estar en su hogar en unas cuantas semanas. Recibió como era costumbre, los agradecimientos del caso, muy de mala gana, por lo general siempre dejaba la habitación, antes de que comenzaran los halagos. Salió por los pasillos de la Clínica Sengoku Jidai, en la que trabajaba hacía unos años, en dirección al estacionamiento, debía de estar en casa pronto.

-¿Cómo salió todo amigo? …- consultó la voz de Miroku, que dando una palmada en su espalda, mientras que se incorporaba al ritmo de su andar.

-No me quejo…- respondió sin mucho aspaviento, acomodando el cabello largo y oscuro cayendo por la espalda, luego de quitar su delantal.

-¿Irás esta noche a la despedida de Satoichi?…- consultó previendo la respuesta.

-No Miroku, gracias – dijo con total cortesía, pero decidido, aún así extendió su respuesta por consideración a su amigo - …ya te expliqué que no me es posible… debo llegar a casa temprano.

-Sí lo sé InuYasha… - intentó persuadirlo, mientras que su amigo giraba hacía él, aunque sabía que aquello se le haría muy difícil, llevaba años en la misma labor y aún no lo lograba – ¿pero todos los días debes llegar temprano?... además luego de esto Satoichi se casará y su vida ya nunca será igual, lo sabes…

Un silencio profundo se produjo entre ambos, InuYasha se quedó observando los ojos marrones de su amigo, mientras que alrededor, se escuchaban infinidad de sonidos, la campanilla de los teléfonos, el timbre del ascensor cercano, marcando el quinto piso, incluso algunas personas que pasaban, Miroku se arrepintió de su desacertado comentario.

-Conozco el tema Miroku – aseveró marcando una leve sonrisa, posando su mano sobre el hombro de su amigo con tranquilidad, intentando decirle que todo estaba bien – pero no me es posible… discúlpame con Satoichi.

Dicho aquello, se dio la vuelta, con el blanco delantal colgando desde la mano derecha y el paso firme, su figura alta y varonil, arrancando discretos suspiros entre las enfermeras, y en una que otra colega, el cabello largo y oscuro, el que amarraba solo durante las operaciones en una coleta baja, todo aquello unido a una muy singular característica… sus extraños e intensos ojos dorados…

Llegó hasta la puerta del ascensor, pulso el botón de llamado, y esperó, justo cuando el timbre sonó, escuchó una voz que lo llamaba, percibió los tacones altos golpear contra el piso, acercarse con premura, se hizo a un lado, para que las personas que venían, bajaran, observando en el acto, la figura femenina que con el blanco delantal desabotonado, dejaba ver la estrecha falda y las estilizadas piernas, una mujer madura ya, con extraños matices verdosos en el cabello, la moda, pensó, y los ojos turquesa, se detuvo frente a él, mientras que una camilla cruzaba entre ambos, trasladando a un nuevo paciente, una vez fue su turno, InuYasha ingreso al elevador.

-Ahora no tengo tiempo Kaguya – dijo, consultando su reloj, la mujer se posicionó junto a él dentro del ascensor y extendió hacía un lado algunos documentos que el hombre recibió, le pasaba en altura al menos unos veinte centímetros, lo que era bastante, si considerábamos la altura adicional de sus tacones.

-Necesito que cheques y autorices esto, no puedo esperarte más…- aseveró observando de reojo, la masculina figura que comenzaba a ojear los papeles, arrugando un poco el ceño, actitud que lo hacía ver bastante atractivo.

-Esta bien…- respondió con desganó, sabía que el lugar que ocupaba en esta sección, no era menos importante, pero, ¿no podía solo dedicarse a salvar vidas?...

-Haz descuidado tus labores…- expresó en tono de reproche la mujer, cruzando los brazos sobre el pecho- ¿acaso conseguiste alguna noviecita?...- consultó, obteniendo como respuesta una risa ronca, y atrapada en la garganta.

-¿Celosa?...- interrogó, como parte de una especie de juego, que ambos parecían conocer, pero al que al menos InuYasha no le daba mayor relevancia.

-¿Yo?...- respondió con otra pregunta, mientras que ordenaba un poco su cabello, intentando no parecer inquieta – por favor InuYasha… sabes que soy demasiado mujer, para eso…

-¿Residentes?…- consultó con cierto dejo de malestar, cortando el coqueteo de improviso, sin notar el rostro de decepción de su colega, la verdad estar rodeado de inexpertos lo exasperaba un poco, sabía que él mismo fue uno, pero le había tocado cada ejemplar…

-Sí, residentes – afirmó Kaguya, con aquel tono decidido que poseía, sabiendo lo que le incomodaban a InuYasha los estudiantes, se sonrió un poco, después de todo, le gustaban los desafíos y este hombre en particular le significaba uno, tanto profesional como en forma particular – y tendrás que hacerte cargo de al menos uno personalmente.

-Esta bien, traeré todo revisado mañana – se resignó por el momento, ya buscaría alguien que pudiera hacerse cargo del cuidado de su residente, puso el delantal sobre su hombro, para sacar las llaves del automóvil desde uno de sus bolsillos, y los documentos en la otra.

-Debes hacerte cargo un poco más del departamento de cardiología…- aseveró la mujer, cuando él salió desde el ascensor, InuYasha se giró de medio lado y la observó con una sonrisa suave.

-Lo sé Kaguya, gracias por tu ayuda – su voz sonaba amable y exquisitamente sensual, tal como logró apreciarlo la mujer que vio obstaculizada su visión por las puertas de metal que se cerraron ante ella.

InuYasha avanzó por el estacionamiento en busca de su vehículo, un moderno, pero muy familiar Audi, algo conservador para un hombre tan joven, la mayoría de los colegas de su edad, portaban lujosos deportivos, que llamaban la atención, incluso en el interior de este mismo recinto. Una vez dentro, dejó sus pertenencias en el asiento del acompañante, apoyó la cabeza atrás y suspiró profundamente, enlazando los dedos por el oscuro cabello, masajeando, como si aquello le diera algún descanso, no acostumbraba a mostrarse debilitado frente a nadie, en absoluto, nadie… un nuevo suspiro se le escapó y tragó con algo de dificultad, incorporándose para tomar las calles.

-.-.-.-.-

Entró en una de las habitaciones de la casa, era una residencia bastante amplia, con una cuarto bastante cómodo para la empleada, que se encargaba de los quehaceres y otra, para la niñera, Kosho, que sin pedirlo se había adjudicado el cargo de su hijo, cuando todo parecía derrumbado y sin mucho sentido, fue ella la que decidió tomar el papel de niñera del bebé, pero el pequeño, jamás sintió un lazo afectivo demasiado fuerte con ella, a pesar de que había tomado prácticamente el lugar de su madre, pero es que la muchacha había sido criada muy duramente, comenzando a trabajar a temprana edad, quizás deseo hacerse cargo del cuidado del niño a modo de agradecimiento por el trato que la señora Kikyo le había dado desde que la empleo.

El resto de la casa, era bastante espacioso, con un despacho para él y sus estudios constantes, su propia habitación, y un par más, la de su hijo y un extenso jardín que era el área de esparcimiento del pequeño, que en cuanto vio a su padre abrir la puerta, se abalanzó a su encuentro, un niño de unos cuatro años, su cabello oscuro y largo, tal como el de su padre, algo que lo enorgullecía, el rostro algo pálido, lo único semejante a su madre, ya que hasta en el dorado de sus ojos, era idéntico a InuYasha.

-Papi, Papi, … - lo escuchaba clamar, mientras que se abrazaba a las piernas del hombre, que como única muestra de afecto, desordenó un poco el cabello del niño y le mostró una media sonrisa, demasiado lánguida.

-Buenas tardes Senkai…- le dijo, un saludo por cierto demasiado formal si considerábamos la edad del pequeño, y más aún, el vínculo que los unía.

-Buenas tardes papi… - respondió el pequeño, soltando las piernas de su progenitor, mirándolo hacía las alturas como si se tratara de un gran héroe para él, como los de los mangas que ojeaba.

-¿Todo bien Kosho?…- consultó a la mujer que se encontraba a metros de ellos, ordenando el regadero de juguetes que solía dejar el niño.

-Bueno… - titubeo un momento, con algunos autos entre las manos, mirando hacía atrás a una de las paredes – más o menos…

-¿Y eso?…- consultó InuYasha con la voz, algo más profunda, comprimiendo un poco el rostro al ver plasmada sobre la pared, la figura de lo que parecía un animal, con crayones permanentes, sobre la superficie pintada hacía unas semanas por un motivo similar.

-Es un perro papá – respondió presuroso el niño con tantas ansias que parecía que el enfado de su padre no existía – mira aquí esta su cola… y las orejas – indicaba cada parte de su dibujo.

-Hemos hablado de esto Senkai – indicó con la voz segura y profunda, severo, pero amable, una extraña mezcla, estaba molesto, era visible, sin embargo, no parecía alterarse ante el niño.

-Si lo sé… - se escucho la voz débil del pequeño, que agachó su cabeza comprendiendo que su padre tenía razón, pero él también había pedido y no se le cumplía – pero yo quiero un perrito… - sonó suplicante, pero InuYasha solo, lo miró de reojo y se giró hasta la salida.

-Sabes que no quiero animales…- una vez que llegó hasta la puerta, volvió a mirar el arte de su hijo, y le dirigió una mirada a Kosho – revisa, que pinten nuevamente eso.

-Sí señor…- respondió sin emoción la mujer.

Caminó en dirección a su despacho, el ceño fruncido aún, sabía que no estaba haciendo bien en negarle a su hijo una mascota, ¿pero y si el animal, lo dañaba? … Pasaban miles de ideas por su mente, desde un virus hasta una mordida feroz… negaba, ciertamente no se encontraba capaz de lidiar con ese temor. Entró en su despacho, un amplio escritorio de ébano, el lugar era grato a la vista, muy cálido, parecía en su mayoría recubierto de madera negra, la que a él más le gustaba, una biblioteca, rica en material de estudios médicos, en especial sobre su especialidad, cardiología. Se sentó tras el escritorio, observando el jardín que mostraba los colores de una ya cada vez más cercana primavera… pero aquello ciertamente le resultaba indiferente, se puso los anteojos, más por prevención que por que realmente los necesitara, si vista requería descanso. Tomó los informes de los residentes que Kaguya le entregase y se puso a revisarlos, chequeo, primeramente dos, varones por cierto, que parecían muy buenos prospectos, todos los solicitantes, deseaban hacer de la cardiología su especialidad, un tercer muchacho llamó su atención, Suikotsu Shichinintai, arrugó el ceño fuertemente, y pareció incluso endurecer la mandíbula, conocía a la perfección ese apellido y lo único que le traía eran malos recuerdos.

Hecho hacía atrás la cabeza, apoyándola en el respaldo de su sillón, intentó calmar a su corazón que dio un fuerte salto al leer aquel nombre, se mofó de sí mismo, un cardiólogo, con desordenes cardiacos, pensó… enlazo los dedos en su cabello, como si con ello, extirpase sus pensamientos recientes, y volvió a su labor de revisar los informes, para su sorpresa solo quedaba dos más…

-Genial, la primera mujer y olvidó poner su fotografía… un punto en contra, falta de formalidad – dijo, tomando el informe y dejándolo a un lado, para pasar al siguiente y último, para su dicha.

Revisó los antecedentes del último estudiante, su imagen en el informe, parecía digna de catalogo, un muchacho de rostro amable y sonrisa amplia, ¿seguro que deseaba especializarse en cardiología?... por el aspecto en su fotografía, parecía que la sangre lo fuese a espantar, Houyo Akitoki, hasta el momento las mejores calificaciones, aunque aún no revisaba el de la única y poco formal mujer, lo tomó entre sus manos y examino un poco más, encontrándose con muy buenos antecedentes, notas destacadas y excelentes recomendaciones de los decanos, volvió al inicio en busca del nombre de la alabada estudiante… y la nombró sin mucha emoción.

-Kagome Higurashi…

Continuará…

AYCH… si sé… ¿Y Mi Intimo Enemigo?... tranquilas chicas, nenis… jejejej ese término se me pegó de una amiga… todos mis fic están destinados a ver la luz de un final… a mi intimo enemigo le queda poquito… así que verá final… y en cuanto a este nuevo proyecto, pues fue culpa de una canción y la historia nació y se comenzó a formar en mi mente, y pues a esta neurona "NN" sin nombre, no hay quien la detenga cuando se le ocurre algo… insisto tendremos que bautizar la neurona…

Ayayayay… ¿vieron?... hizo su reaparición triunfal, la estrella de El secreto de mi alma, nuestro adorado Senkai, claro que ahora esta un poquito más pequeño, y con más mañas al parecer… pero hermoso como el padre, ni quien lo niegue no?... jejejej hay creo que empezaremos con la maratón nuevamente… pero soy feliz… espero que ustedes también…

Besitos y gracias por su permanente compañía… y recuerden… sus reviews, son mi sueldo

Siempre en amor…

Anyara