Capítulo II
La residente
Moshimo hitotsu dake
Si
solo hubiera una sola
Tatta hitotsu dake
y
no más que una
Kanaerara nara
deseo
que se volviera verdad
Nani o inoru kana
Me
pregunto que desearía para...
Ima doko ni iru no?
Donde
estás ahora?
Ima dare to iru no?
Con
quién estás ahora?
Aoi sora miyage…
Secretamente
pregunto por estos regalos
Sotto toikakaeru.
del
cielo azul
La habitación se encontraba en penumbras, la cama apenas deshecha, las cortinas a medio cerrar, mientras que uno de los ventanales permanecía unos centímetros abierto, el humo se colaba por aquel espacio y se perdía fuera, en el jardín, la figura masculina vestida únicamente con su ropa íntima lograba distinguirse gracias a la escasa luz proveniente del exterior, el cabello oscuro tomaba unos matices azules bajo la luz de la luna creciente, el cuerpo apoyado en la pared, un brazo tras la espalda y el otro colgando a un lado, con un cigarrillo encendido menudo doctor, aconsejando a sus pacientes sobre lo dañino que podía ser el cigarrillo, y él ahora observaba el que tenía en la mano. Lo acercó hasta el cenicero de cristal que había sobre su mesa de noche y lo apagó, habiendo consumido de el solo un par de bocanadas, lo había dejado hacía varios años, sin embargo lo ayudaba en las noches de insomnio, que no eran pocas.
Desde hacía mucho que no se marcaba en sus labios una amplia sonrisa, mucho menos escuchar una carcajada, pero logró sonreír, el recuerdo del rostro enfadado de Kikyo cuando intentaba quitarle ese "vicio" como ella lo llamaba lo llevó devuelta al tiempo en que las preocupaciones eran pocas y la dicha se desbordaba en ellos.
-Suelta eso…- escuchó la voz femenina, mientras que los pálidos dedos le quitaban de los labios el cigarrillo que pretendía encender, metiéndolo nuevamente en el estuche – dijimos que la cuota sería, dos.
-No me interesa hacer caso de tus advertencias…- respondió desviando la mirada, echándose en el respaldo de la silla, apoyando uno de los brazos, quedando de medio lado a ella, pero sin insistir con el cigarrillo.
Kikyo se sonrió, sabía lo terco que podía llegar a ser InuYasha, y en parte era ese temple algo salvaje natural en él, lo que le atraía tanto, lo que inicialmente la llevó a aceptar el primer beso que prácticamente le robo, sin siquiera mediar una cita, así era, y le gustaba, era el inverso del hombre que su padre habría escogido para ella.
-¿Vendrá tu padre a la boda?…- consultó InuYasha en un tono menos agresivo que el que utilizara anteriormente.
-No lo sé… - respondió intentando no darle importancia a su respuesta – ya le envié el parte y si no desea venir, pues que le vamos a hacer.
-¿No te arrepientes de casarte sin su consentimientos?…- consultó fijando la vista en la mujer que lo acompañaba, se encontraban en una especie de bar, un lugar con música algo estridente y luces por doquier, las que le daban destellos de colores al rostro pálido de Kikyo
-No…- aseguró de forma escueta, reflejando sus ojos en los dorados de él, tomando su mano, con delicadeza, dejando que los dedos masculinos la cercara, para volver a fijar la mirada en la pareja que los acompañaba y que ya volvían de su baile.
InuYasha la contempló un poco más, los reflejos de las luces del recinto no le permitían apreciar en forma natural su belleza, por que era realmente una mujer bella, oculta durante mucho tiempo de los ojos del mundo, por su padre, Naraku Tokoshima, un hombre, con algunas creencias muy arraigadas que incluso rayaban en el fanatismo, intentó esconder a su hija del resto del mundo, para que ella se consagrara al culto que él profesaba, muy en el fondo InuYasha sentía que había una especie de complejo de Edipo inverso en el hombre, su exagerado amor por Kikyo, parecía más una obsesión por mantenerla alejada de todo y de todos, cuando finalmente se rebeló ante esa vida, pues lo conoció a él, en la facultad, y se sentía feliz de que así fuera, de alguna manera había pasado a convertirse en su tesoro personal, y aunque no compartía muchas de sus aficiones, como el estar ahora en medio del estruendo de alguna banda de moda, la amaba y verla feliz era suficiente.
Owarenai omoi sora ni hanashite
Mis
recuerdos sin final serán liberados hacia el cielo.
Tatoe hitori demo aruiteyuku kara
aunque esté solo, yo seguiré adelante...
Sakura no hana ga mau ano hi no you ni
Es
como si las flores del sakura danzaran ese día
Mabushii omoide no hikari o utsushite
reflejando
la luz de recuerdos radiantes
Setsunai tameiki ga iro azayaka ni
y
un doloroso suspiro, brillante con
Maiagare kono omoi no subete todokete kure.
todos
esos sentimientos, se elevará para alcanzarte
Encendió un nuevo cigarrillo, y observó a lo lejos en el jardín, sin focalizar nada en particular, sentía el corazón oprimirse, sentía deseos enormes de llorar la ausencia de la mujer que más había amado, que parecía aún amar, pero las lagrimas no llegaban a sus ojos, se habían negado a salir, desde el día en que dejo su cuerpo frío dentro de aquella tumba…
-Debo ir a verte…- dijo, como si se tratará de una visita por mucho aplazada.
Minutos más tarde, el sonido de las sábanas era lo único que se lograba oír, la figura varonil, bajo ellas, la habitación ya no era la misma, el cabello oscuro extendido sobre una cama tan grande como al que ocupaba en su cuarto, metió la mano bajo la almohada y arrastro una suave tela de un color azul intenso, parecía satín, se la llevó hasta la nariz y aspiro en ella, pero ya no se percibía el aroma que anhelaba encontrar, pero al menos su perfume aún permanecía, cerró los ojos… quería al menos descansar esta noche con su recuerdo…
-Kikyo…
Tatoeba bokutachi ga omoide ni naru
Aunque
pudiésemos convertirnos en recuerdos
Soba no nukumori ni wa mou kanawanai kara
no
se compara al calor de tu lado
Sayonara wa mirai no tame ni aru kara
pero
porque las despedidas son el motivo del mañana
Maiagare haruka tooku kimi ni todoku you ni
éstas se elevarán a un lugar distante tan sólo para alcanzarte.
-.-.-.-.-.-
Caminaba por los pasillos de la clínica, con su paso seguro y su cabello perfectamente peinado, nada en él delataba que algo no anduviera bien, ante el resto de las personas, todo parecía perfecto, tanto, que incluso llegaba a creerlo. Se detuvo frente a una puerta de color gris pálido, dio dos golpes y no espero la respuesta, abrió y se encontró con su colega, la mujer de ojos turquesa lo observaba con algo de sorna, apoyada atrás en su silla, el auricular del teléfono haciendo presión entre el hombro y su oído, InuYasha se sonrió con algo de coquetería cuando notó que ella lo escrutaba, pero aquello no lo cohibió en lo absoluto, de hecho estaba acostumbrado a los coqueteos sin recato de Kaguya.
-Ya debo cortar… alguien necesita de mí…- le dijo a quien estaba con ella en el teléfono, jugaba con un bolígrafo en la mano y miraba sin ocultarse al joven cardiólogo que acababa de entrar, su blanco delantal abierto, en una de sus manos una carpeta con documentos, un sweater de fino hilo, con un cuello cerrado, ajustado a su figura, de un azul oscuro al igual que sus pantalones, los ojos dorados se quedaron fijos en los verdosos de ella, y le sonrió… ¿cuándo seria el día en que dejaran de ser solo sonrisas coquetas?... – sí esta bien, lo hablamos mañana.
Cortó la llamada y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, se apoyó en sus codos y extendió una de sus manos, indicándole al recién llegado que tomara asiento.
-No tengo demasiado tiempo Kaguya, sabes, hoy tengo turno en emergencia ¿recuerdas?...- le hizo una mueca, después de todo ella le había asignado esa labor, ambos llevaban el departamento de cardiología, aunque Kaguya era la que más peso se llevaba, se lo agradecía, pero de todos modos él no pidió el puesto.
-Sí lo sé, jamás tienes tiempo – le mostró una sonrisa difusa y extendió la mano, esta vez hasta los documentos que InuYasha portaba, suponía que se trataba de los informes de los residentes – si los firmaste, solo déjamelos, les daré curso – indicó con algo de conformidad.
-Están firmados – respondió, sin mucho entusiasmo – me retiro.
-Esta bien…
Lo vio girarse, y caminar hacía la puerta, su imponente figura la llamaba cada día más, solía ser una mujer decidida, pero en este caso, había algo que le impedía avanzar, después de todo eran buenos colegas, casi amigos, aunque sabía que InuYasha no tenía muchos amigos… ¿temor a alejarlo?... quizás…
-.-.-.-.-
Se encontraba en su despacho, con las cortinas del ventanal que daba al jardín abiertas, al igual que la corrediza, lista para ser jalada en caso necesario, Senkai jugaba a unos cuantos metros de él, sobre una superficie que utilizaban, para que ni sus juguetes ni él tuvieran contacto directo con la hierba, de ese modo evitaba que alguna enfermedad lo aquejara. Había dado aviso a la clínica que debería ausentarse un par de días, ya que el cuidado de su hijo había estado desde que nació, en manos de Kosho, la niñera, pero ahora que ella necesitaba ausentarse para visitar a su madre que estaba algo delicada de salud, él se quedaría vigilando al niño, no le gustaba que nadie más se encargara de su cuidado.
El pequeño le daba escurridizas miradas a su padre que se encontraba tras el ventanal, tenía un gran lazo afectivo con él, deseaba que se le acercara un poco más, siempre lo descubría observándolo silencioso, se preguntaba por qué si él hablaba tanto, su padre era tan callado… ¿quizás su madre sería diferente?... tomaba un auto de juguete y lo hacía rodar sobre la cubierta en, estaba habituado a ese lugar, jamás salían de paseo, o a algún parque, la vida fuera del amplio jardín que poseían y su casa, para Senkai era casi desconocida. Volteo a mirar a su padre nuevamente, y se le iluminó el rostro al ver que el hombre de duro semblante y unos ojos tan dorados como los que él mismo poseía, y que lo enorgullecían, le sonrió.
Observaba a su hijo jugar, era un grato paisaje, le costaba muchísimo expresar sus sentimientos, nunca fue demasiado elocuente, por lo general algún arrebato le arrancaba la verdad de lo que guardaba en su alma, pero ahora era diferente, escondía todo, al punto que sentía haber cambiado radicalmente, bajo una mascara de amabilidad y calma. Vio al niño observarlo, con esos ojos ansiosos que poseía, se sentía orgulloso de lo parecido que era a él, pero en ocasiones deseaba que tuviera alguna otra similitud con Kikyo, además de su piel pálida, al menos así podría recordarla, ni siquiera en el carácter se le parecía, era un niño muy vivaz, e inteligente… le sonrió… sonrisa que se apagó cuando sintió la extensión del teléfono sonar, no era común que recibiera llamados, casi siempre eran de la clínica y si había dado aviso de su inasistencia, de seguro no era algo bueno.
Senkai tomó el vehículo entre sus manso, y jaló fuertemente de una rueda, aprovechando que su padre respondía el teléfono y no podía verlo, lo consiguió y se puso de pie, quería ver si ahora que estaban solos sin su nana, su papá podría ayudarlo a reparar el juguete.
-¿Cómo dices Miroku?...- consultó algo exaltado, girándose hacía el ventanal que se abría dando paso a su hijo que entraba tímidamente.
-Como oyes, se ha agravado y necesitamos urgente de tu presencia – continuó la voz en el auricular, el señor Takima, el último paciente que había atendido había recaído, de seguro las drogas que le estaban administrando no lo estaban ayudando como era debido.
-¿Pero que hago con… - se detuvo al observar los ojos expectantes del pequeño, que lo miraba con el juguete descompuesto en sus manos diminutas, no quería dejarlo solo con la mujer de los quehaceres…¿qué podía saber ella de niños?... además jamás lo había dejado con alguien que no fuera Kosho… tomó una decisión – esta bien Miroku, estaré allá en diez minutos.
Se montó en su vehículo, con Senkai sentado junto a él, con el cinturón de seguridad al nivel del rostro, pero con una sonrisa amplia, saldría con su padre y eso era más de lo que podía pedir en un solo día.
-.-.-.-.-
Caminó presuroso con su hijo de la mano, sonriendo con levedad ante los rostros alegres que los saludaban, no todos en la clínica sabían que él tuviese un hijo, solo con Miroku y en alguna ocasión con Kaguya mencionaba al niño, no era que lo ocultara, solo que era suyo, y solo suyo, rayando quizás en lo posesivo. Senkai se esforzaba por seguirle los pasos, dando pequeños brincos cada dos de él, para no quedar atrás, se reunió en el pasillo del quinto piso, que saliendo del ascensor tenía una señal que decía, cardiología, su amigo y compañero de labores, le iba entregando datos del estado del señor Takima.
-Bueno esa es la situación hasta el momento…- indicó el hombre de coleta y ojos azules, los que se enfocaron junto a una amable sonrisa, en el niño que InuYasha traía a su lado – hola Senkai…
-Hola tío Miroku…- respondió alegre el niño, después de todo era la única cara conocida en este lugar.
-Ahora dime ¿dónde esta Sango?...- consultó, su amigo le había sugerido dejar al niño el tiempo que estuviese atendiendo esta emergencia, junto a Sango, una de las enfermeras, de la que Miroku le había hablado muy bien, sabía a la refección que su amigo seguía intenciones poco decorosas con ella, pero a pesar de lo mujeriego que pudiera ser, a la hora de emitir un juicio era muy cauto.
-Por acá… - indicó hacía la oficina de descanso para el personal – ya hablé con ella, y dijo que no había ningún problema.
Entraron ambos al lugar y una mujer de aproximadamente unos veintisiete años, los recibió con una sonrisa, la coleta alta que llevaba le daba un toque de frescura a su rostro, y la ropa ceñida ayudaba muchísimo a la prolifera imaginación de Miroku.
-Hola soy Sango – dio extendiendo sus manos en dirección a InuYasha que le respondió el saludo amablemente – tú debes ser Senkai…- continuó, inclinándose levemente hacía el niño, que solo asintió oprimiendo un poco la mano de su padre, se sentía inquieto, ante los extraño, no acostumbraba tenerlos alrededor, pero esta mujer tenía un rostro tranquilizador, el agarré se relajó y con ello también InuYasha que estaba temiendo tener que llevar al niño consigo, no lo dejaría si él no lo deseaba.
Sango se llevó al pequeño con ella hasta el segundo piso, ahí estaba su lugar original de trabajo, entró en la sala de descanso para el personal que había ahí, encontrando a una muchacha que conocía bastante bien, con el delantal blanco entre los brazos y la mirada perdida, en la lejanía, una chica que si bien no tenían la misma edad, se habían conocido en la escuela siendo aún pequeñas, creándose una fuerte amistad entre las dos, se alegró mucho al verla, hacía casi dos años desde que no se podían encontrar, solo algunas llamadas telefónicas les ayudaban a contactarse.
-¿Kagome?...- consultó con notoria alegría en su voz, la vio girarse, y sonreírle abiertamente, caminando hacía ella con paso rápido, estrechándola en un abrazo.
-Que bueno verte Sango…- dio como saludo, casi en un suspiro, sabía que su amiga trabajaba en esta clínica, deseaba hacer su residencia en este lugar, y uno de los motivos era ella.
-Sí… yo también estoy feliz…- respondió, con un tono de voz tan endulzado como el de su amiga, reflejando el afecto real entre ambas.
Kagome se separo del abrazo, reparando en la pequeña compañía que traía Sango, un niño con una mirada vivaz y algo asustada, sus ojos dorados eran realmente un goce a los sentidos, se inclinó un poco hacía él, del mismo modo amable con que lo había hecho la enfermera que lo cuidaría, lo que le pareció agradable.
-Hola… yo soy Kagome, ¿y tú como te llamas?...- dijo llevando su pálida mano hasta el cabello oscuro del pequeño, desordenándoselo levemente, lo que le recordó a las caricias que le daba su padre, solo que esta era visiblemente más efusiva, más calida.
-Senkai…- contestó, le agradaba el rostro alegre de la muchacha, llevaba un delantal en las manos, blanco como el que usaba su padre, a diferencia del que llevaba Sango, celeste – ¿eres doctora?...- interrogó, Kagome se incorporó y sonrió.
-La verdad aún no… pero me falta menos… - respondió sentándose junto a la ventana, notando como el pequeño continuaba buscando hablar con ella.
-¿Y serás doctora de niños?...- consultó, parecía interesante hablar con ella, se mostraba dispuesta a escuchar, no como Kosho, su nana, que parecía siempre querer que él se dedicara a sus juegos.
-No… seré cardióloga…- respondió, de algún modo los ojos profundos de la criatura parecían pedirle atención, y qué le costaba a ella dársela… al fin aún nadie venía a indicarle sus labores.
-Ahh…- sonó algo desilusionado – pensé que podrías ser mi doctora… - Kagome le tomó la mano y lo acercó un poco más a ella.
-No, puedo… pero podemos ser amigos, ¿qué te parece?...- intentó conformarlo, una necesidad nueva de que ese niño estuviera contento le llegó de pronto, y lo vio asentir, con el rostro iluminado – y te gustaría ¿ir al parque que hay ahí abajo?...
Sango observó la escena con ternura, sabía que Kagome tenía un corazón muy dulce, en ocasiones se preguntaba cuándo su amiga se encontraría con el hombre que la hiciera feliz, su solitaria y algo equivocada vida amorosa siempre estaba rodeada de hombres equivocados… suspiro, ella misma no estaba muy alejada de esa descripción, mira que venir a fijarse en el hombre más inconstante del piso cinco…
-.-.-.-.-.
Estaba aún dentro de la habitación de su paciente, por fin había logrado estabilizarlo, aunque tendría que esperar el resultado de algunos análisis antes de tener un claro concepto de la razón de su crisis. Escuchó la puerta abrirse tras de él, y los altos tacones sonar con algo más de sigilo el piso.
-Necesito hablarte InuYasha…- se escuchó la voz de Kaguya, más que como una petición, una orden, el hombre la miró de medio lado y continuó con las anotaciones en la bitácora de su paciente.
-Tú dirás…- respondió, sereno.
-No aquí – dijo, dirigiéndose hacía la puerta, esperando a que él la siguiera
InuYasha bufó por lo bajo, terminado su informe y firmando bajo su diagnostico, para colgar la tablilla a los pies de la cama y caminar molesto hasta la salida.
-Será mejor que hables rápido, estoy atendiendo a un paciente que ha estado al borde de la muerte – por lo general no se mostraba tan molesto, pero a pesar de ello intentaba ser relativamente cortes.
-Me parece insólito InuYasha, que le hayas entregado a tu residente semejante tarea – acusó con los brazos cruzados sobre su pecho, lo que hacía algo más abultado su busto.
-¿Mi residente?... yo no tengo residente…- respondió, él no había escogido a ningún alumno para hacerse cargo de el, lo que menos deseaba era tener que estar de maestro.
-¿Como que no?... y Kagome Higurashi… como su expediente no estaba con los demás asumí que la habías escogido como residente e informé tu decisión – no sabía que la molestaba más, si que él no tuviera el más mínimo interés en esta clase de trámites, o que hubiese escogido a la única mujer del grupo.
Entonces fue que InuYasha cayó en que había separado el informe de esa muchacha, por lo de la fotografía faltante, claro, había quedado sobre su escritorio, pero que descuidado pensó.
-Pero ese no es el problema… si no quieres hacerte cargo de un residente, desiste de él, pero, no la dejes a cargo de tu hijo…- exigió molesta, notando como los ojos de InuYasha se abrían sorprendido.
Recorrió el pasillo hasta el ascensor, notando que este no subía nunca, decidió bajar por las escaleras, se sentía angustiado, ¿con quién estaba su hijo?... se lo había dejado a cargo a la amiga de Miroku, jamás volvería a creer en una recomendación de él, debió mantener a Senkai a su lado, esto no estaba bien… no estaba nada bien…
Cuando llegó al segundo piso, que era el lugar en el que supuestamente, estaría Sango con su hijo, abrió la puerta con premura, notando que no había nadie, se giró para salir, pero se encontró con la enfermera de frente, que lo había seguido cuando lo vio transitar con tanta prisa.
-¿Dónde esta Senkai?...- consultó intentando por todos los medios controlar el sonido de su voz.
-En el pequeño parque…- indico a la ventana que estaba tras InuYasha y que daba una vista directa al lugar que Sango le indicaba.
Observó el lugar escrutándolo hasta encontrar la figura pequeña de un niño, que se encontraba girando sobre la hierba…¡girando!... se repitió en su mente, quizás que cantidad de gérmenes encontraría en ese lugar.
-Maldición…- susurró casi inaudible, al pasar junto a Sango en dirección al primer piso, la enfermera abrió los ojos con sorpresa, no pensó oírlo mascullar aquello.
Se abrió paso entre los pasillos, hasta llegar a la puerta que lo llevaría al parque que mantenía la clínica, un lugar hermoso y muy verde, que ciertamente jamás se dio el tiempo de visitar, recorrió con los ojos dorados el lugar, Senkai parecía no encontrarse, has que de pronto lo vio agitar su mano.
-Bien Senkai…- exclamo Kagome, sentada sobre la hierba y recibiéndolo entre sus brazos, el pequeño simplemente se hacia querer – lo haz hecho estupendo – le mencionó pues había aprendido, además de subirse a los árboles, a girar sobre la hierba – creo que te mereces un premio… ¿qué te gustaría?... – Senkai la observó aún con más alegría, ciertamente siempre le traían regalos, su padre se ocupaba de ello, pero jamás le preguntaba qué quería…
-¿Puede ser un perrito?...- consultó a punto de saltar de la felicidad
-¿Un perrito?... pues veremos… - respondió con calma, ella pensó quizás en un caramelo, o un gran helado de barquillo, pero no tenía contemplado un perro.
Senkai se asomó por un costado de su nueva amiga, para ver que su padre revisaba el lugar, alzó su mano y comenzó a llamarlo, estaba tan contento que lo único que quería era comentarle todas las cosas que había aprendido, todos los nuevos juegos, sin necesidad de juguetes.
-¡Papá!... – exclamó el pequeño, a varios metros de él, apareciendo de entre los brazos de la muchacha que suponía debía de ser "su residente".
Avanzó varios pasos, intentando calmarse, no deseaba un enfrentamiento en el lugar, pero que se creía esta muchachita, venir y exponer a su hijo de ese modo, además ni siquiera la conocía como para confiarle el cuidado de Senkai. La vio ponerse de pie, sacudiendo un poco la hierba de su jeans, el niño sosteniéndole la mano.
-Ven Kagome, es mi papá…- exclamaba con avidez, feliz de presentarle al hombre que lo enorgullecía, a su héroe personal.
InuYasha se detuvo en seco, a una escasa distancia de ellos, cuando la vio girarse, sintió que el corazón le daba un salto tan grande en el pecho, obligándolo a tragar para calmarlo, le latía con fuerza lo que le exigió respirar profundamente, las piernas se le aflojaba, las manos le sudaron y unas diminutos gotas perladas se formaron en su frente, estaba ahí, frente a él, con su largo cabello azabache, su pálida tez, sus ojos castaños… tan bella… era tal el parecido de esta mujer, con Kikyo… que de no haber sido por la ropa informal que vestía y los rizos de su cabello, juraría que estaba teniendo una visión…
Continuara…
UYY… como que InuYasha casi se nos desmaya de la impresión… bueno, no precisamente por la belleza de Kagome, si no, por el parecido que tenía con su mujer amada… agggrrrr… si lo sé, no tienen idea de cuanto me cuesta a mí escribirlo, pero creo que lo disimulo bastante… ahora, notaron el detalle de la canción… espero que sí, pues es el tema que le ponen a Inu, cuando Naraku re-mata a Kikyo en el Cap.124…snif, sniff… muy triste la canción, pero me gusta, lastima que no hubo caso que pudiera usarla con Inu y Kagome, siempre he sentido que es Inu que se la canta a Kikyo… pero en este fic he tenido la oportunidad de sacarme las ganas de usarla y de pasada con Kikyo… aggrr… insisto… todo es por algo, pero puchas que duele…
Cuidense mucho y recuerden… su review es mi sueldo…
Siempre en amor…
Anyara
