Capítulo IV
Amor platónico
Caminaba unos pasos tras él, lo observaba en silencio, la espalda amplia, cubierta por el albino delantal, que se recogía sobre la cintura al llevar las manos dentro de los bolsillos de su pantalón de vestir, el cabello oscuro y visiblemente suave, cayendo sereno, le impresionaron sus hombros anchos, y el comprobar que era incluso más alto de lo que lo recordaba… ¿hace cuánto de ello?... algunos meses, tres o cuatro, no lo recordaba bien, pero al verlo en aquel auditórium de la Universidad de Tokio, de pie tras el estrado, algo bastante sobrio, con solo un pequeño micrófono, le impresionó su porte varonil, y la seguridad que irradiaba, lo escuchó con muchísima atención, había estado esperando su venida, conocía muy bien su trabajo, había leído mucho sobre él, pero verlo había terminado de convencerla de que estaba enamorada platónicamente de este hombre.
Cuando terminó, supo que había sido en cierto sentido, la menos provechosa conferencia a la que había asistido, ya que de la totalidad de los temas expuestos por InuYasha Taisho, ella apenas y logró captar la mitad, el resto del tiempo, se mantuvo analizando la perfecta forma de su mentón, los ojos dorados que se veían tan misteriosos tras los lentes de marco oscuro, el cabello sedoso, negro y perfectamente cepillado… recordaba haber visto algunas diapositivas de una cirugía a corazón abierto, un paciente que él mismo había tratado con un éxito indiscutido… suspiró…
-¿Qué tienes Higurashi?...- consultó en un tono muy bajo la voz de su compañero.
-Eh… no es nada Houjo…- respondió, como si la hubiesen traído de vuelta de algún lejano lugar, apoyó el codo izquierdo a un lado de su asiento, y descansó la cabeza en su puño.
De pronto vio como esos intensos ojos dorados, pasaban por sobre el marco de sus lentes, y habría jurado que la miro fijamente, el corazón le dio un vuelco, y se sentó más erguida, era su amor platónico el que la estaba observando, pero aquella mirada fugaz, duro menos de un segundo, el aire pareció irse de ella, y su espalda se volvió a curvar… un nuevo suspiro…
Continuaban caminando ya casi llegando hasta el ascensor, Kagome se puso de pie centímetros más atrás que él, mirando a su alrededor sin buscar nada en particular, al parecer solo no deseaba cruzar palabras con él, la observó apenas girando el rostro hasta ella, que dada la dirección de sus ojos castaños, no podía notarlo, no podía culparla, luego del desazón del que la hizo victima aquella tarde, ¿qué clase de persona pensaría que era él?... vio como se giraba ante el sonido de alerta del elevador, y quitó su mirada. Una vez que estuvieron dentro, eran separados por algunas otras personas, en parte ambos lo agradecían, era una extraña sensación el pensar en estar demasiado cerca.
Se detuvieron en el piso cinco, InuYasha le hizo un gesto cortes a Kagome con la mano, indicándole que bajara, no es que no estuviese acostumbrado a serlo, pero con ella todo había partido mal y de cierta forma se sentía culpable por su actitud, la siguió, mostrándole luego el camino hasta su oficina, no podía negar que se sentía perturbado por la presencia de esta mujer… ¿por qué debía de parecerse tanto a Kikyo?...
Kagome lo vio meter la mano en uno de los bolsillos de su pantalón oscuro y sacar de ahí un llavero, introdujo el metal en la cerradura y abrió, extendió su brazo, para que la puerta llegara lo más atrás posible, y le indicó que entrara, por un momento lo miró a los ojos, no se había atrevido a hacerlo durante todo el camino, y ahora que se fijó en el dorado intenso de ellos, exhaló abriendo levemente los labios, para no hacer sonido, y avanzó, pasando junto a él, sentía que si no se apresuraba en apoyarse en algo, se tambalearía, y es que el enfado que mantenía por su falta de cuidado, ese día que sin más se llevó al pequeño niño que le había hecho pasar una agradable tarde, parecía habérsele olvidado. Él contuvo el aliento por el segundo en que ella pasó al interior de la oficina, dejando que un suave perfume le subiera hasta la nariz, e hizo un gesto extraño, como de seguirlo con su olfato, y el ceño se le comprimió un poco… ¿olía a flor de cerezo?...
-Siéntate…- le pidió, algo turbado aún por el aroma, mientras que entraba tras ella cerrando la puerta.
Kagome obedeció, evitando encontrarse con los ojos dorados que la invitaban a deleitarse en ellos, si no fuera por que debía comportarse como una mujer madura, se habría apoyado como una colegiala en el escritorio a contemplar a su maestro extasiada. Lo vio sentarse en su sillón, y descansar el mentón en sus manos entrelazadas, el cabello le brillaba intensamente ante la luz del sol que radiaba fuera y se filtraba por la ventana a su espalda… y la estaba mirando… sintió que sus mejillas se comenzaban a sonrojar y aquello no era cómodo.
Se sentó en su sillón y se inclinó hacía adelante en el escritorio, se apoyó de un modo relajado y comenzó a escrutar de nuevo es rostro de ella, reencontrándose con los detalles que ya había notado y recordado, la ve rehuir sus ojos y las mejillas teñirse furiosamente de rojo, dejó de pronto su postura de forma involuntaria, irguiendo la espalda sorprendido… ¿ella se sonrojo?... le parecía casi insólito, aquello la hacía parecer una colegiala, y a él como un pervertido, carraspeó un poco y abrió uno de los cajones de su escritorio sacando el informe que le habían presentado de ella, lo abrió y comenzó a ojearlo.
-Olvidaste poner tu fotografía- comentó en un tono de reproche.
-No ciertamente no lo olvidé – mencionó, pesando en que aquello hablaba bastante mal de ella, y era verdad, se pasó largo tiempo arreglando su cabello para verse bien en aquella imagen, pero InuYasha pareció no prestar atención a sus palabras.
-Bueno, aquí dice que deseas especializarte en cardiología…- dijo, evitando levantar la vista hasta ella.
-Sí…- aseguró ya algo más calmada, podía sentir que el calor de sus mejillas disminuía y rogaba por que así fuera.
-¿Y por que cardiología?... ¿pretendes ser cirujano?...- consultó, apenas dando una fugaz mirada al pálido rostro.
Se quedó en silencio por un momento, ¿Qué podía decirle?... sentía que perdía toda su concentración al tenerlo ahí… como decirle que su mayor inspiración había sido él mismo, si se tratara de un hombre ya mayor, pasado de cincuenta años o más, pues habría sonado incluso bien, pero en este caso, ¿Cómo decirlo?... son sonar coqueta.
-La cardiología… es una hermosa especialidad – comenzó intentando no turbarse demasiado cuando vio que él finalmente se enfocaba en ella – la máquina humana necesita ser cuidada, y el corazón necesita ser sanado.
-Me agrada…- dijo simplemente, cerrando el informe, para tomar aire con disimulo y enfrentar sus vivaces ojos castaños – verás, te asignaré algunas tareas, serán cosas menores al inicio, no puedo pasarme todo el día junto a ti… además que estoy aquí hasta cerca de las tres de la tarde, a no ser de que exista alguna eventualidad, pero puedes siempre acercarte si necesitas saber algo.
-¿Eso comenzará hoy?...- consultó, el tono que había usado el hombre, le pareció muy amable y formal, pero ciertamente no le agradaba ver que parecía no desear compartir tiempo junto a ella… ¿qué clase de guía era entonces?... tenía la sensación de que no la quería cerca…
-Sí… vamos…- indicó poniéndose de pie, esperando que ella lo hiciera y avanzara ante él.
Sabía que no estaba haciendo lo correcto al aislarla así, después de todo ¿cómo iba a enseñarle algo si no lo veía nunca?… movió la cabeza intentando quitar tensión a su cuello, por eso no le gustaba tener residentes a su cargo, y entonces recordó las palabras de Kaguya…" si no quieres llevar la guía de esa muchacha, basta con que lo digas"… ¿por qué no lo dejo?... no tuvo tiempo de responderse, la vio detenerse y girar hacía él antes de abrir la puerta lo que lo obligó a frenarse en seco, para no chocar, su altura no era poca, pero igualmente parecía baja ante él, no alcanzaba a llegarle al hombro, pareció sorprenderse también de la poca distancia entre ellos.
-Quería…- titubeo un momento, sintiendo la inquietud de la cercanía, este hombre parecía tener un campo de energía eléctrica que la perturbaba – quería preguntarle por el niño…
-¿Senkai?...- consultó incrédulo ante la pregunta.
-Sí…- aseguró – es que es una amor de niño, y pues… solo quería saber de él…
Por un momento se quedó sin saber que responder, lo correcto sería decir que estaba bien, que era lo real, pero el que ella le hubiese preguntado por su hijo, lo había descolocado, otra vez… ¿es que esta mujer no se cansaría de hacerle todo complejo?... por un momento se quedó en silencio observando como antes los rasgos de ella, tan iguales a los de Kikyo, tan exacta que parecía incluso demasiado fácil en la penumbra, confundirla, tragó saliva con dificultad, sintiendo que los dedos le hormigueaban por tomar su mentón y buscar la calidez de unos labios femeninos que hacía tanto que no probaba.
-Si no quiere responder… esta bien… - dijo ella, intentando interpretar el silencio, girándose antes de que él notara el sonrojo que se le había vuelto a subir al notar como la miraba, pero sintió una mano sobre su hombro que logró estremecerla, se giró de medio lado cuando lo escuchó hablar.
-El esta bien… quedó encantado contigo…- respondió simplemente - ¿vamos?...
Kagome solo asintió e hizo un suave sonido, abriendo la puerta para salir de aquella oficina, el corazón parecía inquietarse más de la cuenta cuando lo tenía cerca… y el toque de su mano sobre su hombro era demasiado para ella.
-.-.-.-.-.-
"El corazón, necesita ser sanado…", esas palabras se le quedaron grabadas como si ella se estuviera refiriendo no a lo tangible, y de alguna manera le agradó, era extraño, luego de llevar a Kagome con Kaede, la auxiliar a cargo del quinto piso, y explicarle que necesitaba que la estudiante revisara algunos expedientes, con casos ya cerrados, para que se documentara un poco mejor, volvió a su oficina y se quedó observando el informe con su nombre, no se consideraba un hombre demasiado creyente, pero llamó profundamente su atención, el toque espiritual de aquella frase. Buscó sin resultado, no había religión profesante, ni nada que le indicara algo más en ese aspecto.
Se puso de pie y se quitó el delantal blanco. Lo colgó de un perchero que había junto a la puerta y sintió dos golpes en ella y notó que se habría de inmediato, no le prestó atención, sabía de quien se trataba, solo Miroku era de los que no esperaba un aviso de entrada, para ya estar instalado en el lugar.
-Al parecer ya esta todo en orden – comentó el hombre, de ojos azules, llegando hasta el escritorio de InuYasha que estaba tras e él, aún de pie sacando algunas cosas que iba poniendo sobre este, un par de juegos de llaves, de la casa y del vehículo..
-¿A qué te refieres?...- consultó mirándolo de reojo, mientras continuaba registrando en el cajón, por si olvidaba algo.
-A tu residente por cierto…- mencionó mientras que giraba el informe sobre el escritorio, comenzando a ojearlo.
-Sí…- respondió algo seco, quitando de las manos de Miroku el informe para meterlo en el cajón superior, no sabía muy bien como explicarse, nunca había sido demasiado elocuente a la hora de decir lo que sentía.
-¡Uy!... - exclamó al notar como le eran casi arrebatados los papeles de las manos – tranquilo, no tengo pensado conquistarla.
-No seas ridículo Miroku…- respondió intentando quitarle importancia al gesto que acababa de hacer, sabiendo que su amigo lo había notado.
Se hizo el silencio entre ambos, por unos instantes, e InuYasha puso llave a la cerradura de su escritorio, golpeando estas con cierta suavidad sobre la madera, ambas manos se apoyaron el mueble, y el cabello le cayó por los costados, se había encorvado un poco, y con el rostro bajo, y la mirada fija en la silla que antes ocupara Kagome.
-¿lo notaste?...- consultó.
-¿Qué?...- ¿el parecido extenuante que tiene con Kikyo?...
Al menos podía estar tranquilo, sabiendo que no era solo producto de su imaginación…
-.-.-.-.-
Un par de días habían pasado desde la conversación que sostuvieron, y aunque Kagome no se había acercado para dejar ninguna duda, él seguía intranquilo, durante todo el tiempo que llevaba ejerciendo su carrera, su trabajo había sido efectuado con la mayor dedicación, estaba conciente que no podría darle una buena calificación a Kagome, si no se interiorizaba en le desempeño de ella. la hora del desayuno había llegado, se acercó hasta Kaede que permanecía tras un enorme mesón.
-¿Dónde esta la residente?... – consultó con amabilidad, la mujer que llevaba más años de los que el mismo llevaba ejerciendo al medicina, en esta clínica, le sonrió.
-Bajó por un café – respondió.
-Gracias…- fue todo lo que dijo, encaminándose hasta los ascensores.
Sería un buen momento para retomar el tema del modo en que se efectuaría su labor, había estado pensando y luego de revisar por cuarta vez el informe sobre Kagome Higurashi, había decidido que la muchacha tenía material para convertirse en una buena cirujano, así que si había tomado esta responsabilidad, pues la ayudaría. Recorrió el pasillo que lo llevaría hasta la cafetería, respiró el aire fresco de esa mañana, sintiendo el olor a la primavera, que se dejaba ver a través de los cristales de ese pasillo en específico.
El mirarte es como andar,
Al desnudo en la ciudad
Es poner en evidencia mi pensar
Y con el solo parpadear de tus ojos
Calmas mi vida entera
Típica luz de hoguera.
Buscó con los dorados ojos la figura femenina, recorrió algunas mesas y dio con ella, a algunos metros de él, estaba sola en una mesa, revolviendo el contenido de la taza que tenía en frente, al que aún humeaba, el mentón descansando sobre su mano, y la mirada fija en el exterior. Tomó aire y se irguió más, a riesgo de lastimar su espalda con el sobre esfuerzo, ya que era una costumbre para él, casi innata el mantener siempre esa postura soberbia, de pronto sintió como si el aliento se le escapara cuando los ojos castaños algo distraídos de pronto se enfocaron en él, se obligó a tragar, para conservar su decisión, le inquietaba verse tan vulnerable ante ella.
Comenzare
A echar de menos tu mirada
Comenzare,
A buscarte en el mañana
Y corre el tiempo sin parar
Y pido al cielo
Seria un milagro verte otra vez.
De pronto la vio girarse a un costado, su atención le había sido arrebatada y un hombre joven, quizás de su misma edad se le acercaba con un gesto amable y cariñoso, posando en la mejilla de Kagome un beso.
-Hola Higurashi…- saludo con alegría el hombre, que la saludo con un beso suave en su mejilla.
-Buenos días Houjo…- ciertamente había quedado de reunirse con él esta mañana, ambos estaban haciendo su residencia en el mismo lugar, solo que en especialidades diferentes y no se habían encontrado.
Lo vio sentarse, y entones ella buscó nuevamente la figura imponente y tan agradable a su vista, del doctor Taisho, sus ojos dorados que la miraban… a ella… pero ya no encontró nada… ¿cómo había desaparecido con tanta rapidez?... se preguntó… quitándose la estúpida idea de haberlo imaginado…
Se detuvo a mitad del pasillo, las enfermeras que circulaban por el, hacían suaves comentarios que él no alcanzaba a escuchar, ni le interesaba tampoco saberlos, enlazó los dedos en el cabello oscuro, justo sobre su cabeza, aspirando el aire para intentar calmarse… ¿por qué salió huyendo?... perfectamente podría haberle dicho a Kagome que se reunieran más tarde, al final a él no le apetecía el café de este lugar… enfocó los ojos a través del cristal y notó que el ángulo que le daba el pasillo, le permitía ver perfectamente a Kagome y su acompañante, sonriendo alegres. Su mandíbula se tensó, y la garganta se le cerró… sentía una intensa furia…
Continuará…
Hola a todos… este capítulo es de los que yo llamo didácticos, más explicaciones, emociones, pero nada de acción, uffuff, que lástima, con lo que me gustan a mi los besitos y… bueno las demás cositas que siguen, jeje… pero debe de ser así no?... hay que organizar la historia para poder seguirla de forma coherente, espero que este capítulo haya sido de su agrado, al menos a mí me parece que no quedó tan mal, InuYasha esta descubriendo sin querer sentimientos en él… quizás no sea amor… pero por algo se comienza no?...
Dejen sus comentarios que son importantes, y besitos…
Siempre en amor…
Anyara
