Capítulo V
El destino
Estaba sentado en el sillón de su despacho, como muchas otras tardes observando a su hijo jugar, sobre la cubierta que tenía en el jardín habilitada para ello. La cabeza apoyada en el respaldo de su asiento, la mirada algo perdida en las flores de cerezo que se movían al compás de la suave brisa primaveral, extendió su mano sobre el escritorio, e hizo girar la silla, se quedó observando por unos instantes los papeles sobre él y se inclinó para leerlos una vez más…
-Kagome Higurashi…- ¿cuántas veces había revisado ya esa información?... conocía casi de memoria las calificaciones que la habían ayudado a obtener la residencia en la clínica Sengoku Jidai, los maestros que la habían enseñado, algunos de ellos respetables médicos que se reunían en las conferencias a las que asistía, suspiró y volvió a apoyar la espalda algo agotada en el respaldo del su asiento, tenía su número telefónico… y estaba ansioso por llamarla…¿pero para qué?... ¿qué le diría?... ¿Kagome, he sido un estúpido y es que te pareces tanto a mi esposa muerta que me asusta?... – maldición - mascullo apenas audible y se puso de pie observando a su hijo jugar en el jardín, debía de asumir esto como el hombre adulto que era.
Se quedó mirando como Kosho ayudaba a Senkai a recoger sus juguetes, la tarde ya estaba bastante entrada y él le había dado orden de que su hijo no podía estar expuesto hasta horas demasiado altas. Recordó cuando estuvo a punto de chocar con Kagome a la salida de su oficina, y ella con una genuina preocupación le preguntó por el niño… sacudió la cabeza y caminó hasta la esquina de la biblioteca en la que mantenía su whiski, observó el contenido en el vaso, el hermoso color amanerado, con suaves destellos dorados a contraluz… no había podido dejar de pensar en ella, suspiro…
-Esta será una larga noche…
-.-.-.-.-
Kagome había bajado desde su confinamiento entre antiguos expedientes, iba a almorzar con su amiga Sango, llevaba algunos días sin verla, ya que la enfermera de pediatría, había hecho uso de algunos días acumulativos libres.
-Bien ¿qué almorzaremos?...- consulto Sango sentándose junto a su amiga, habían quedado de reunirse en un lugar cercano a la clínica, ciertamente no apreciaban demasiado la comida de la cafetería de ese lugar, más allá de a un sándwich decente no podían aspirar.
-Lo que quieras…- respondió sin ánimos, llevando su vista fuera del lugar.
-¿Qué sucede?... ¿aún con problemas con tu guía?...- Sango sabía perfectamente que Kagome estaba harta del trabajo que InuYasha Taisho le había encomendado… ¿cuándo aprendería algo de real valor de este modo?...
-¿Crees que deba informar lo que esta sucediendo?...- consultó, mirando el menú que había junto a ella. Notó como Sango la miró alertada.
-Es complejo eso Kagome… sabes que el nombre de InuYasha Taisho es muy respetado, lo más que podrías lograr es que te asignen a otro guía y quizás pierdas estos meses, en espera de otro lugar para efectuar tu residencia – intentó razonar su amiga
-Sí lo sé…- respondió, y de pronto enfrentó los ojos de su amiga con tanta molestia, que si no fuera por el suave tono de su voz, se la habría escuchado gritar – pero no es justo…¿qué le hice?...
-Nada Kagome... tranquilízate, el hombre es algo reservado… quién sabe…¿quizás le gustas?...- intentó bromear, notando como la muchacha abría los ojos con asombro, claro, ella no sabía que este era su amor platónico.
-No digas eso Sango…- respondió bajando la mirada hasta sus manos apoyadas sobre la mesa – las mujeres que deben de rodearlo, deben ser hermosas y enfundadas en sus caros vestido, tacos altos de los que como sabes poco uso, bañadas en sales, y con una manicura perfecta – se rió y alzo sus manos cerca de su amiga mostrándolas – mira, yo no pinto ni mis uñas.
-Kagome…- respondió tomando entre sus manos las de su amiga – lo que tu vales, no se demuestra por como luces… eres una chica muy hermosa, no tienes nada que envidiarle a ninguna de las mujeres que nombraste, más incluso, ellas pueden envidiarte a ti, por ser simple y hermosa, cuando quieras te les igualas y de seguro opacas todas sus sesiones de peinado…
Ambas amigas sonrieron, comprendiendo que el tema se había desviado sin siquiera notarlo.
-¿Pero al final que es lo que piensas hacer?...- consultó con calma, escuchando como su amiga suspiraba.
-Creo que me armaré de valor e iré a tratar el tema con él a su oficina – concluyó la muchacha.
-.-.-.-.-
Miroku había invitado a su amigo a almorzar ese día, con el tema del trabajo y sus horarios que no coincidían demasiado, pues se veían muy poco… ¿desde cuando se conocían?... desde tanto ya… el primer año en la universidad fue algo complejo para ambos, Miroku tenía su fama, la que se estaba viendo seriamente opacada por la llegada de un nuevo alumno, que si bien llegó con casi un mes de retraso, le estaba quitando la atención de las muchachas, y es que a pesar de su corta edad, el joven era bastante atractivo. Junto con él apareció muy pronto en la facultad de medicina, una muchacha que se llevó la atención de InuYasha… Kikyo…
-¿Qué especialidad deseas seguir?...- fue lo que le consultó Miroku a la muchacha que no debía de tener más de veinte años, su largo y liso cabello azabache era algo digno de admirar, intentaba por todos los medios captar su atención, antes de que ella, al igual que muchas más cayera prendada de la inigualable amabilidad de su compañero y para ahora, amigo, InuYasha…
-No estoy muy segura…- respondió con algo de lejanía, vislumbrando a la distancia la figura de un hombre que parecía buscar algo… escuchó como Miroku, quien atentamente se había ofrecido a almorzar con ella, para que no estuviese sola entre los buitres, suspiraba derrotado.
-Disculpa la tardanza Miroku…- comentó InuYasha mientras que observando los ojos castaños de la mujer en la mesa, le extendió la mano con cortesía presentándose – buenas tardes… soy InuYasha Taisho…
-Hola… soy Kikyo…- respondió con un poco más de calidez, una que no había utilizado en ningún momento con su acompañante.
Solo basto un, buenas tardes, para que sus esperanzas con aquella muchacha se desvanecieran, pensó, pero ahora lo agradecía, había visto como InuYasha casi hipnotizado por ella, no presto oídos ni atención a ninguna otra mujer por años, a pesar de los conflictos que le trajo el enamorarse de ella, incluida la paliza que le dieron a la salida del campus que, al menos él siempre se empeñó en que habían sido solo rencillas de estudiantes, pero Miroku siempre lo relacionó con la negativa del padre de Kikyo a la relación que ellos mantenían.
Sintió una mano posarse en su hombro que lo trajo de vuelta de los recuerdos que abocaba en su mente, su amigo, el que hacía mucho que ya no era considerado al menos para él como su competencia, si no casi como un hermano, había llegado.
-Disculpa la tardanza Miroku…- se excuso, lo cierto es que se le había pasado la hora encerrado en su oficina luego de su ronda de la mañana, pensando en el modo en que solucionaría cierta situación que ya estaba amenazando con provocarle un constante dolor de cabeza.
-No hay cuidado amigo… - respondió algo distraído aún – ¿que pediremos hoy?...
-Solo quiero algo ligero… - dijo, acomodándose frente a su amigo, que notó algo extraño en él, pero prefirió dejarlo, sabía bien que cuando InuYasha deseaba hablar buscaba el modo.
La conversación avanzó en cosas triviales, Miroku le preguntó sobre sus nuevos casos e InuYasha le comentó de un nuevo paciente que acababa de ingresar.
-Es un hombre de cincuenta y seis años, joven aún para la afección cardiaca que porta, y deberá tener asistencia más tiempo del que esperaba, hay que tenerlo en permanente revisión de su evolución – comentó mientras que se llevaba a la boca un nuevo trozo del pescado que había pedido… un alimento recomendado por cardiólogos, por cierto.
-Entonces podrás utilizar a tu residente como apoyo… por lo que he sabido, parece tener un buen futuro como cardióloga – comentó Miroku, pareciendo completamente ajeno al conflicto que se gestaba dentro de su amigo.
-¿Eso como lo sabes tú?...- consultó, intentando ocultar su malestar, dejando los cubiertos sobre el plato a medio terminar, en señal de no desear más alimento, sabía bien que su amigo no se informaba sobre ninguna mujer si no era con intenciones de conquista.
-Hey… tranquilo amigo que solo me enteré por casualidad…- mencionó, ya conocía demasiado bien a InuYasha como ara saber que se encontraba molesto, aunque su rostro y su actitud correcta, no dijeran nada – por cierto… celebraré mi cumpleaños en unos días y deseo que vengas conmigo…- intentó cambiar el tema.
-Miroku, sabes que no me siento a gusto en las juergas que te empeñas en crear…- dijo falto de interés, sabiendo que si se trataba del cumpleaños de su amigo podrían esperar cualquier cosa.
-No aceptaré una negativa, me la llevas dando ya por tres años, y el último me dijiste que este año si celebrarías junto a mí…- intentó cobrar la palabra empeñada, sabía que en ese aspecto InuYasha era débil, sentía que era un deshonor muy grande no cumplir con algo dicho.
-Ah Miroku… - suspiro haciendo su cabeza hacía atrás, sabía que le había dado justo en el blanco.
-Lo prometiste… y esperé el año que pediste…- señaló, InuYasha lo miró sintiendo que no tenía escapatoria – además será en un lugar tranquilo, solo unas pocas personas.
-Si no me agrada el lugar me voy Miroku…- advirtió.
-Hecho…- extendió la mano hasta su amigo, e InuYasha cerró la suya en ella.
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Se había aventurado finalmente al recorrer los pasillos del quinto piso, llevaba el delantal abierto y las manos dentro de los bolsillos del mismo, sabía que debía enfrentar a su guía, y exponer su inconformidad con las labores que le estaba dando, pero ya llevaba un par de días ensayando lo que le diría… el primer ensayo era el de una mujer enérgica que imponía su punto de vista esperando que él se deshiciera en disculpas y entonces sacudía su cabeza comprendiendo que esa no era ella… y venía la otra Kagome, la que le hablaba con certeza diciendo que esto no era correcto y que necesitaba cambiarlo… y aunque sabía que era lo más cercano a lo lógico no se sentía con las fuerzas para hacerlo… tal vez no debía hacerlo… se paró frente a la puerta de la oficina, que en una placa con letras negras decía InuYasha Taisho, cardiólogo, bajo la cabeza y suspiró derrotada.
-No puedo…- susurró, mientras que se giraba con rapidez para salir de ahí antes de que la descubrieran.
Sintió que chocaba contra un pecho firme, y las manos dentro de los bolsillos del delantal salieron con rapidez sosteniéndose de los brazos de la persona contra la que embistió, sintiendo como sus brazos igualmente eran sostenidos con fuerza, y un suave y exquisito perfume masculino llegó hasta ella, no lo había percibido antes, jamás estuvo a tan corta distancia como para hacerlo, cerró los ojos, sabiendo de quien se trataba y los abrió para enfocarlos en los dorados de él… de InuYasha Taisho… que la miraba de ese extraño modo que parecía quitarle el aire…
Cuanto encanto en tu mirar
Cuanto más podré encontrar
Cada vez que podré encontrar
Cada vez que puedo verte quiero más
La venía siguiendo, sabía que debía de hablar ya con ella, no podía seguir truncando su residencia de este modo… había decidido que después de todo solo eran algunos rasgos de parecido físico con Kikyo, no era algo con lo que no pudiera lidiar, y por la dirección que ella llevaba , pensaba hablar también con él… la vio detenerse y lo hizo también, se sonrió levemente al ver la duda en ella, y entonces decidió avanzar, sin esperar el brusco movimiento que Kagome haría… y ahí estaba, sin esperarlo y de un modo completamente involuntaria entre sus brazos… la escuchó exhalar, el aroma a los cerezos florecidos le llegó con fuerza, y luego sus ojos castaños se posaron en él… le pareció que temblaría en ese mismo momento, su mirada era tan calida, que lo invitaba a perderse en ella, y de pronto le sonrió, era por cierto una sonrisa inquieta…
-¿Me suelta?...- consultó apenas susurrando, y solo entonces notó que el agarre ya era innecesario.
-Claro…- respondió apresurado, soltándola – ¿venías a hablar conmigo?...
-Sí…- dijo, algo insegura, finalmente tendría que hablar…
-Que bien, necesitaba hablar contigo también – indicó más centrado, abriendo la puerta – pasa…
Ambos tomaron sus posiciones como la vez anterior que Kagome se encontraba en esta misma oficina, notando el resplandor del cabello oscuro, quizás tanto como el suyo, gracias al sol que se filtraba, solo que en esta oportunidad su inquietud era mayor, pero esta se vio disminuida al escuchar al hombre frente a ella.
-Kagome…- nombró sintiéndose tan extraño al decir su nombre, sabía que la había nombrado en sus momentos de soledad en más de una oportunidad, pero ahora estaba frente a él – verás, tu tiempo chequeando expedientes ya terminó…- no iba a asumir frente a ella que no se había sentido capaz de trabajar a su lado, y no es que ahora fuera diferente, pero debía intentarlo, además así estaría más junto a él, tragó ante ese pensamiento – hay un nuevo paciente al que me gustaría que me ayudarás a evaluar.
Vio como los ojos castaños de ella se iluminaban ante sus palabras y se acomodó atrás en su asiento, sintiendo por primera vez, que había hecho algo bien con ella, y que seguiría intentando ver esa mirada ilusionada que ahora le estaba simplemente regalando.
-.-.-.-.-.-
Finalmente se había encaminado al sitio del que Miroku le habló, el lugar en el cual celebraría su cumpleaños, se miró al espejo antes de salir, sin saber si portaba el atuendo apropiado, hacía tanto que no salía por la noche, a no ser que fuera para asistir a alguna gala medica, a las que tampoco asistía de forma regular, se encontró de pronto con un agradable sitio, no demasiado grande, la música era agradable, una banda en vivo era la que animaba, como único tema de queja, el humo del cigarrillo, era diferente fumar a aspirar el humo ajeno, visualizó a la distancia una mano alzada y distinguió a Miroku, que estaba acompañado por dos mujeres, una junto a él, a la que conocía y que lo miraba sonriente, una chica castaña, bastante hermosa, Sango, la enfermera de pediatría con la que al parecer su amigo llevaba algún tiempo saliendo, y una segunda que le daba la espalda, arrugó el ceño al pensar en que Miroku le hubiese traído una cita cuando él no lo deseaba, era un tema que ya habían tratado, incluso hubo un tiempo en el que insistía en mostrarle las ventajas de que aceptara los coqueteos de Kaguya como algo más serio. No parecía una gran reunión, la mesa indicaba que no habría más de cuatro personas. Se acercó y saludó.
-Buenas noches…- dijo, haciendo un gesto a Miroku, uno algo más suave a Sango, los que le fueron respondidos, para girarse a enfocar a la otra mujer presente, quedándose simplemente sin habla.
-Buenas noches doctor…- escuchó apenas la voz dócil de su residente, la que se veía amortiguada por el sonido de la música, los ojos castaños que brillaban extraña y hermosamente bajo las luces del lugar, y los labios ligeramente coloreados, con una sonrisa suave.
Y por un solo sonreír de tus labios
Daré mi vida entera
Haré lo que tú quieras.
Continuará…
Bueno… creo que InuYasha de esta no se salva, ejejje… no, tranquilas, no me refiero a "ese" tipo de peligros, pero las redes lo están rodeando y él solito se las esta poniendo… espero que este capítulo haya sido del agrado de todos, al menos a mí me tiene muy entretenida este fic… Besitos…
Siempre en amor…
Anyara
