Capítulo VIII

Sanando corazones

No podía negar el nudo que se le estaba formando en el estomago, de solo saber que volvería a estar cerca de InuYasha, el fin de semana, había pasado con lentitud, se había dedicado a estudiar un poco más, a prepararse para poder atender, junto con su guía a quien sería, su primer paciente… bueno más o menos…

Caminó por los pasillos del quinto piso en dirección a las habitaciones de los pacientes, se encontró con Kaede que estaba como siempre en su lugar en la recepción, la mujer que llevaba el pelo cano asido en un moño, se giró al escuchar su nombre.

-Buenos días Kaede, hermosa mañana…- saludó y comentó, apoyándose en el mesón que las separaba, con un optimismo que no paso desapercibido por la mujer.

-Oh Kagome, bien, pero creo que tú estas indiscutiblemente mejor que bien…- respondió notando el brillo en los ojos de la muchacha, que parecía tener incluso la piel más luminosa que en otras mañanas.

-Sí, no puedo quejarme…- aseguró sonriendo - ¿sabe en dónde esta el doctor Taisho?...

-Sí mi niña, acaba de pasar a la habitación quinientos once…- comentó con una sonrisa.

-Gracias Kaede- dijo Kagome, impulsando su cuerpo sobre el mesón y dejando en la mejilla algo flácida por los años, un beso suave.

Caminó con algo de ansiedad acortando la distancia entre la recepción y el lugar que le indicara la mujer, saludaba con un amable gesto a la mayoría de las personas que pasaban junto a ella, gracias a su afable personalidad, ya se había creado un ambiente entre sus compañeros de su sección, incluso en otras.

Entró en la habitación y vio a InuYasha que estaba revisando las mediciones de las maquinas a las que se encontraba conectado el paciente, avanzó cuidando de no hacer demasiado ruido, y se encontró con que al lado contrario de la cama se estaba Kaguya Shigemi, la conocía, había sido ella la primera en recibirla dentro de la clínica, incluso su documentación había sido enviada a nombre de esta mujer, cardióloga también ,por cierto, su mirada incisiva no le agradaba demasiado, más aún desde que había sabido que sería InuYasha Taisho su guía, y es que las mujeres para estas cosas tenían un sexto sentido, Kagome presentía el motivo de su malestar… celos… y era comprensible…

-Buenos días…- saluda con mesura la muchacha observando el mal color que tiene el hombre recostado en la cama, pero al menos parece conciente, por alguna razón le sonríe y Kagome le devuelve el gesto con amabilidad, parte de su vocación estaba dirigida a entregarles a las personas enfermas una esperanza incluso donde todos los estudios médicos se la negaran, pero eso era algo que conservaba demasiado silencioso en su interior, ya alguna vez cuando deseo comentárselo a un novio de la escuela, poco antes de entrar a la universidad y se decidió por medicina, este le dijo que para eso mejor se dedicaba a hermana de la caridad… que no necesitaba estudiar tanto.

-Buenos días Kagome…- se giró InuYasha y la miró apenas, para volverse hacía el paciente.

-Buenos días…- respondió despectiva la mujer a un costado de la cama, el cabello recogido en un moño alto y los lentes visiblemente de lectura, le daban una aire intelectual, no fue demasiado lo que la observó, pero podía conjeturar que vestía como toda una come hombres.

-Kagome, este es el señor Yakashima, será nuestro paciente en común a partir de hoy, así que te lo dejo a tu cuidado y supervisión – comentó InuYasha, observando recién con algo más de detención el rostro iluminado como la mañana que la muchacha portaba, en este momento carecía prácticamente de maquillaje, quizás algo de brillo labial, por lo que pudo notar.

Kagome avanzó por el costado de la cama, para posar su mano, sobre la del paciente, cubierta en varias partes por cinta adhesiva medica, que sostenía las intravenosas alguna unidas a delgadas mangueras que lo proveían de medicamentos, y otras cerradas en espera de ser utilizadas, pudo percibir una tibieza escasa en el hombre, InuYasha retrocedió un paso, para dejarle espacio a ella, pero no se retiro de su lado, Kaguya lo observó con reserva y alzó la frente, se movió hasta el pie de la cama y le habló, observando la bitácora del paciente.

-InuYasha… ¿crees que debamos administrarle una dosis más de digoxina, por que al menos a mi criterio el anticoagulante esta bien? – notó como el hombre se acercaba hasta ella, logrando sacarlo del lado de la residente, que aunque no lo deseara le producía cierta inseguridad, el modo tan afable con que InuYasha se había dirigido a ella, y su cercanía, no le agradaba nada.

-Veamos…- mencionó, acercando el documento adherido a una especie de cubierta de acrílico que les daba el apoyo suficiente para escribir en ella, se mostró pensativo por un momento y agregó – creo que la digoxina esta bien, pero algo le esta faltando al señor Yakashima…

Kaguya tomó la bitácora y se la extendió a Kagome.

-¿Qué nos puede decir nuestra futura cardióloga al respecto?...- reofreció al objeto con una amable sonrisa, que escondía cierta necesidad de superioridad que de seguro una inexperta respuesta por parte de la chiquilla, le entregaría.

Kagome observó atenta las anotaciones, remontándose a unas pocas más atrás, leyendo con cautela los diagnósticos y el tratamiento hasta ahora suministrado, siendo observada con detención pro InuYasha que se había llevado la mano al mentón, en una postura de análisis, y Kaguya que sentía que el tiempo que se estaba tomando la muchacha para darle su carta de victoria era demasiado.

-Bueno si no tienes ni idea, mejor no perdamos más tiempo – dijo Kaguya con notorio malestar, solicitando le fuera devuelta la bitácora, a lo que InuYasha extendió su mano y detuvo la de ella, reconociendo en el gesto que Kagome acababa de hacer, que iba a hablar.

-Por lo que veo no le han recetado ninguna clase de nitrato, es cierto que no son necesario en todos los casos, pero al ver el bajo grado de evolución que muestra el señor Yakashima, me atrevo a pensar que el lo que necesita – acotó con total certeza Kagome, notando como InuYasha, quién había llegado a la misma conclusión le sonrió con, un gesto que le costó algo definir… parecía orgullo.

-Ahí tienes tu respuesta Kaguya – mencionó el hombre, entregándole la bitácora a la mujer, que solo levantó las manos en un gesto de suave rechazo.

-No, ya no la preciso, veo que haz conseguido una buena ayuda para tu paciente, ya no me necesitas…- dijo con un visible tono de molestia – buenos días…- se despidió.

No supo que decir, la mujer que acababa de retirarse, parecía visiblemente molesta, y pensó incluso haber cometido un error con dar su opinión, tragó con algo de dificultad, y observó nuevamente al hombre del que finalmente estaban hablando y a quien nadie parecía considerar ciertamente… se había dormido, los medicamentos le producían ese estado de soñolencia y en ocasiones pensaba que era lo mejor para los enfermos, permanecer al margen de la frialdad de los médicos. Sintió un leve toque sobre su hombro y dirigió de forma instintiva la mirada hacía el lugar.

-¿Desayunaste?... creo que te haz ganado un café…- dijo con un dejo de entusiasmo muy bien disfrazado InuYasha, de alguna manera sentía que debía darle mayor seguridad a Kagome, ella estaba solo comenzando y actitudes como la de Kaguya solo lograrían intimidarla y sus conocimientos no debían de ser mermados por caprichos de una mujer celosa.

-Esta bien…- sonrió simplemente, no sabía que más hacer, se sentía extraña al notar el cambio tan radical que había tenido InuYasha Taisho con ella, después de que sintió su completa indiferencia, ahora parecía tratarla como a una colega más, aunque aún no lo fuera.

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Se sentaron en una de las mesas del café de la clínica, Kagome, comenzó a beber el oscuro líquido humeante con algo de cuidado, por lo general quemaba su lengua y la aspereza posterior le resultaba poco agradable, InuYasha por su parte continuaba batiendo con algo de desinterés el suyo.

-Se enfriará…- comentó Kagome, al ver que el hombre no había probado su café.

-Lo cierto es que ya desayuné…- respondió con algo de distracción, notó como Kagome hacía un extraño gestote incomprensión – quería decirte un par de cosas, por eso te traje acá.

-Ah…- dijo simplemente ella, sin saber que más agregar, se sentía tan extraña y nerviosa, casi como una adolescente frente a su primer amor, pero ya era una mujer, no es que hubiese habido demasiados novios en su camino, de hecho apenas tuvo dos, y ambos fueron algo pasajero en su vida, demasiado jóvenes, pensaba, aunque tuviesen su misma edad.

-No debes dejarte amedrentar por las cosas que te pueda decir Kaguya – comenzó, golpeando suavemente la cucharilla en el borde de su taza, quitando los restos del líquido, para apoyarla a un costado del platillo – ella es una buena doctora, de las mejores en la clínica al menos, y me atrevería a decir de este estado, pero tiene un problema, su ego es demasiado grande – se sonrió al decir aquello y enfocó los ojos en los castaños de Kgome, que lo observaba expectante – tú opinión el día de hoy ha sido muy exacta, mucho, para una residente, no dejes que nadie apagué la llama de ti.

Kagome, pudo notar en el dorado de sus ojos algo que no había visto anteriormente, de algún modo, pudo percibir un fuego en su interior que parecía retenido por cadenas, algo que la quemaba desde dentro con solo mirarlo, era el fuego de la vida, de la pasión, era una sensación extraña de que InuYasha era más, que el hombre que ahora le estaba mostrando. De pronto lo vio carraspear, y erguirse sobre la silla, mientras que desviaba su mirada, y solo entonces notó que él había tomado su mano mientras que le hablaba, la soltó con algo de inseguridad, mientras que Kagome sentía que sus mejillas se encendían furiosamente.

-Bueno…- suspiro levemente, poniéndose de pie, la miró de forma fugaz, notando que ahora sus vivaces ojos, que parecieron por un momento hurgar de modo impaciente en su interior, buscaban un punto neutral al que observar – solo deseaba que supieras eso.

-Gracias…- respondió ella, ahora si mirándolo nuevamente, esta vez hacía arriba, ya que él permanecía de pie junto a ella.

-Por nada…- respondió con un tono suave a pesar de su profunda y ronca voz, lo que la hizo parecer aterciopelada, sintió un hormigueo en los dedos, y deseos de acariciar la mejilla pálida y aún sonrojada de la muchacha que le arrebataba con un simple "gracias", tantas sensaciones. Cerró la mano en un puño y agregó - si vas a casa esta tarde, puedo llevarte, de eso modo sabrás llegar luego…

-No… debo pasar a un sitio primero – comentó saliendo de su embeleso, verlo ahí tan perfecto y tan hombre, a su lado y además sonriéndole, era más de lo que hace meses habría imaginado vivir – pero prometo no llegar más allá de las cuatro – mencionó.

-Esta bien…- aceptó – el señor Yakashima es todo tuyo, cualquier duda que tengas, la más mínima, debes buscarme.

-Claro…

-¿Nos vemos entonces?…- dijo, como intentando extender el momento.

-Sí…

-Hasta luego Kagome…

-Hasta luego, InuYasha…

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El lugar escasamente iluminado por algunas luces que asemejaban antorchas adosadas a las paredes de concreto, ni una sola ventana permitía la entrada de la luz natural, una figura oculta bajo una capa de color negro, la cabeza cubierta también, se encontraba frente a un altar de frió mármol, a un costado y dentro de lo que parecía una caja de cristal, una tiara labrada en oro, con algunas incrustaciones de color rojo, y al oto costado dentro de otra caja de iguales características algunos rollos de papel, al parecer una especia de escrituras, todos con una cinta de color negro alrededor, en el centro del altar se encontraba algo cubierto con un genero visiblemente suave de color grisáceo, dos grandes y gruesas velas encendidas a cada lado, sobre sus atriles de metal fundido, las manos algo huesudas se extendieron tomando la tela por ambos lado, y la deslizaron con suavidad, descubriendo un antiguo material enmarcado en un material dorado, quizás oro igualmente, era una especie de retrato, que fácilmente debía de tener varios cientos de años. Algo semejante a un pergamino en el cual se distinguía la imagen de una mujer, de pálido rostro, y cabellos oscuros, las manos enlazadas como en oración, y la tiara que permanecía cercada por el cristal a un costado, sobre su frente.

-Eh aquí la madre salvadora…- se escuchó la voz que solo en ese instante permitió notar que quien se ocultaba bajo aquella capa, era un hombre…

-Alabada sea la madre…- se escuchó un murmullo tras de él, que al unificarse, pareció hacer un eco en el lugar.

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Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había observado el reloj que colgaba en la pared de su despacho, Senkai jugaba como otros días en el jardín, el ambiente era grato, pero él se sentía inquieto, ya pasaban de las cuatro y Kagome no llegaba, primeramente pensó en llamarla, quizás se había perdido, aunque él se había encargado de explicarle muy bien el modo de llegar, pero tampoco tenía el numero de su móvil, en realidad no siquiera sabía si tendría uno. Y de pronto la inquietud se sintió más fuerte aún en su estómago, cuando escuchó sonar el timbre de la entrada.

Caminó intentando parecer sereno, por el pasillo que lo llevaría hasta la sala, de seguro Suzume ya habría abierto, se sacudió un poco el sweater de hilo que vestía en la parte alta, sin saber en realidad por que lo estaba haciendo, no había motivo para que estuviese sucio, no hacía ni una hora desde que se había cambiado.

-¿Quién es Suzume?...- sabía de sobra que era Kagome, no podía ser nadie más, extrañamente recibía visitantes en casa, quien más venía era Miroku, y ciertamente no lo haría hoy, ya que le había mencionado que tendría una nueva cita con Sango.

-Una señorita, que dice que vienen a visitar a Senkai…- respondió algo extrañada la mujer, que le hizo un gesto interrogativo al señor de la casa.

-¿Senkai?...- preguntó InuYasha, ya llegando al recibidor de la sala, encontrándose con los ojos castaños y vivaces de Kagome, que portaba en sus manos una caja de mediano tamaño.

-Sí…- respondió ella con alegría al escuchar la consulta de InuYasha – es que le traje un pequeño regalito y quisiera verlo primero… ¿si no te molesta claro?...- consultó ya algo más dubitativa ante la mirada extrañada del hombre.

-No claro que no hay problema, ven esta acá…- observó algo inquisidor la caja en las manos de Kagome, para ser un regalo, no venía ni siquiera envuelto.

-Senkai… - llamó una vez que salieran por el amplio ventanal de la sala hacía el jardín, el niño se giró ante la voz y se quedó observando a la mujer que ahora salí de tras la figura de su padre.

-¡Kagome!...- exclamó con vivida alegría, corriendo los metros que los separan para ponerse de pie frente a ella, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

-Hola pequeño… ¿cómo estas?...- consultó ella, adelantando a InuYasha y poniéndose de pie justo delante de él, se arrodilló sobre la hierba, para quedar a la altura del niño.

-He estado bien, solo que algo aburrido, mis juguetes no me entretienen demasiado… - respondió mirando entonces a su padre, que le parecía tan gigante de pie ahí tras la mujer que lo había venido a visitar, se acercó un poco a ella, y poniendo la mano junto a su boca, intentó susurrarle un secreto, que fue muy bien decepcionado por el hombre – y papá no me permite subir a los árboles…

-¿A no?...- preguntó, girándose para mirar hacía arriba a InuYasha que sin dejar su postura marcial, apenas enfocó los ojos de ella, volviéndose nuevamente hacía el niño – bueno, pues te he traído un regalito que tu padre no podrá quitarte – lo último lo dijo, en voz alta, intentando darle a entender a InuYasha que aquello iba directamente dirigido a él.

-¿Si?... dime que es… pro favor, dime... dime…- pedía el niño, sin caber más en su alegría, le encantaban los regalos, su padre lo sabía bien.

-Mira Senkai…- dijo Kagome, abriendo la tapa de la caja que para este momento estaba en el piso – este es Hachiko – nombro mientras que sacaba a los ojos del niño a un perrito, de no más de dos tres meses de edad, parecía un labrador, al menos por los rasgos que tenía, de un color café pálido, con la nariz húmeda y la lengua jadeante.

-¡Un perrito!...- exclamó jubiloso Senkai, sin caber en su alegría, lo que tanto había pedido finalmente se lo estaban entregado, extendió sus brazos para tomarlo con algo de dificultad, ya que aunque el animal era aún pequeño, le pesaba al niño, que finalmente cayó sentado sobre la hierba.

InuYasha observaba como el perro se acercaba demasiado al rostro de su hijo, y el ceño se fruncía aún más, no deseaba que Senkai tuviese contacto con animales, había evitado por todos los medios traer un perro a esta casa, y ahora venía esta muchacha a poner uno en las manos de su hijo, ¿a que hora se le ocurrió invitarla?...

-No debes preocuparte… tiene todas sus vacunas, y yo me comprometo a llevarlo regularmente a una revisión para que estés tranquilo de que esta sano y no dañará la salud de Senkai…- dijo en completo orden Kagome, antes de ponerse de pie, aún de espalda a InuYasha, sacudiendo sus manos y observando al pequeño escapando de su nuevo amigo.

¿En que momento le había leído la mente?... pensó mientras que caminaban hacía su despacho, Kagome lo seguía silenciosa, no había dicho ni una palabra luego de haberle prevenido que no había nada más que decir con respecto al Hachiko.

-Este es mi despacho…- mencionó él abriendo la puerta del lugar, para que Kagome ingresara, ella recorrió con la mirada el lugar, buscando la biblioteca que no le fue difícil encontrar adosada a la pared izquierda a la entrada.

-No lo puedo creer…- exclamó al ver la cantidad de libros que se encontraban en las estanterías.

Todos en ediciones especiales y empastados a un mismo color, ¿cómo los había conseguido?... era un misterio para ella, pero sin lugar a dudas encontró mucho material, comenzó a registrar los títulos en sus lomos, completamente ausente de que InuYasha se encontraba tras de ella. La contemplaba con aquella euforia tan similar a la que se reflejó en la mirada de Senkai minutos atrás, que no pudo evitar pensar en que ella le había entregado una alegría a su hijo, y él había sido gestor de una alegría para Kagome. Unos pasos tras de él, lo sacaron de su embeleso.

-Ah, Kosho…- nombró girándose hacía la mujer que se inclinó levemente para observar pro un costado de la figura del señor, a una mujer, no pudo evitar arrugar el ceño ante el descubrimiento, era la primera vez, después de la muerte de la señora Kikyo, que una mujer pisaba esta casa, a excepción de ella o Suzume.

-Usted dirá señor…- consultó con algo de molestia en la voz, demasiado tenue como para que InuYasha pudiese notarlo.

-Verás Senkai tiene ahora una mascota…- mencionó notando como Kosho abría los ojos con sorpresa – sí lo sé, pero no creo que le haga daño – respondió a la silenciosa pregunta de la mujer - quiero que te encargues de habilitarle un lugar calido para que duerma, si debes encargar algo especial para él hazlo, no quiero que el animal enferme.

-Sí señor…- respondió simplemente, retirándose al entender que le había sido dicho todo, mirando de reojo a la mujer que aún permanecía dándole la espalda, parecía sumergida en alguna lectura.

-A sí… - alertó el hombre a su empleada que volvió a enfocarse en él – dile a Suzume que me traga un té… ¿Kagome quieres un té o algo?...- consultó a su invitada.

-Un té estaría bien…- respondió girándose y entregando a la mujer que hablara instantes antes con InuYasha una suave sonrisa.

Kosho se quedó paralizada, sin poder sacar el habla, al ver el parecido que tenía esta mujer con su señora Kikyo, una demasiado grande, no pudo ocultar su sorpresa al menos de los ojos de InuYasha que de inmediato le habló.

-Es todo Kosho, puedes retirarte – se apresuró a decir, solo cuando vio el rostro casi espantado de la nana, comprendió la impresión de esta al ver a la muchacha, lo menos que deseaba era que Kagome se sintiera incomoda por el parecido que podía tener con su esposa fallecida, no sería bueno que ella supiera, simplemente, no debía de enterarse…

Continuara…

Holitas, bueno creo que este capítulo ha quedado algo extraño, pero ni modo, últimamente he estado así, pero todo bien, espero que hayan anotado el mensaje oculto, pro que al final del fic se sorteará un viaje al Sengoku Jidai con todos los gastos pagados incluida la estadía en la cabaña de Kaede, para que puedan conocer y compartir con nuestros personajes favoritos…jejeje sería genial… si fuera verdad ¿no? ¬¬...

Solo esperar que les guste el capítulo y que me dejen sus mensajitos que son mi alimento y gracias por leer…

Siempre en amor…

Anyara