Capítulo IX
El despertar de un deseo
Llénate
de mí.
Ansíame, agótame, viérteme,
sacrifícame.
Pídeme. Recógeme, contiéneme,
ocúltame.
Quiero ser de alguien, quiero ser tuyo, es tu
hora.
Soy el que pasó saltando sobre las cosas,
el
fugante, el doliente.
Estaba Kagome sentada como muchas otras mañanas en la cafetería enfriando el contenido de la pequeña taza que tenía en frente, sobre la mesa, uno de los dos tomos empastados que había traído desde la biblioteca de InuYasha Taisho, quien se los había facilitado sin un solo remilgo, a pesar de que ella sabía que no debían de ser fáciles de obtener.
-Buenos días Kagome…- escuchó la voz de su amiga que se sentaba ante ella.
-Al fin llegas Sango – pone el marcador en la pagina que estaba leyendo y cierra el libro, para centrarse en su amiga - ¿en qué, o con quién, te entretuviste?... - uso un tono increíblemente cómplice sabiendo que le había dado a su amiga justo en su punto débil.
-Ay Kagome… no me interrogues que me inquietas – respondió Sango, acomodando su coleta alta, mientras que le hacía un gesto a la muchacha que atendía en aquel lugar, y que ya conocía perfectamente lo que tomaría.
-A ver, déjame adivinar…- sabía que estaba jugando con los nervios de su amiga, pero desde que se conocían era igual, cada vez que una estaba interesada en algún muchacho, al menos en su tiempo de escuela, se hacían bromas verbales que solo se podían hacer entre chicas – te entretuviste en el alguno de los baños del segundo piso con tu "gineco-obstetra"… - dijo refiriéndose a la profesión de Miroku, con quien sabía perfectamente que Sango estaba saliendo.
-¡Kagome!...- la reprendió con una sonrisa que dejaba sin respuesta la pregunta formulada – y tú… ¿ como estas con tu cardiólogo?...- consultó siguiéndole el juego a su amiga, notando de inmediato que la sonrisa traviesa que esta esbozaba se iba cerrando.
-InuYasha no es mi cardiólogo… - comentó sin demasiado entusiasmo.
-Pero si hasta su casa haz estado visitando – aclaró la mujer, recibiendo su café, y agregando algo de azúcar a él, notando como Kagome se encogía de hombros.
-Además ahí no hay nada… y esta bien así…- respondió intentando ser convincente, aunque no estaba demasiado segura de serlo, quería parecer indiferente hacía aquel hombre, no había querido contarle a Sango sobre su interés en InuYasha, ¿qué pensaría ella?... que era una mujer patética de veinticinco años, pretendiendo ser doctora, y con un amor platónico.
-No puedo creer que ese hombre que ha roto tantos corazones en este lugar, te sea simplemente indiferente… ¿dónde esta el interés que mostrabas por él hace unas semanas?...- consultó sin creer realmente lo que su amiga le estaba diciendo, ya habían llegado a sus oídos los rumores de que el doctor Taisho se estaba mostrando demasiado interesado en ayudar a su residente, y eso que solo ella estaba enterada de que Kagome estaba frecuentando su casa, de saberse en la clínica, sería la comidilla de todos, y no es que fuera algo indebido, pero al parecer InuYasha era muy reservado, no le habían conocido nunca una novia, y eso solo podía significar dos cosas, no las había tenido, o eran pasajeras, lo que tampoco era demasiado alentador.
-Pues debes creerlo…- aseguró mientras que se giraba intentando buscas a Aiko, la camarera, ya que esta conversación la estaba inquietando demasiado y necesitaba algo de azúcar.
-Estoy segura de que te mueres por probar las sábanas de InuYasha Taisho…- dijo sonriendo traviesa e intentando una terapia de choque con su amiga, de seguro decirle algo fuerte produciría en ella una reacción y ya luego la verdad, funcionaba con la mayoría de las personas, aunque medito por un instante si no se le estaban quedando demasiadas cosas pervertidas de las que Miroku solía comentarle, y es que el hombre no tenía limites con su vocabulario, para él no había nada malo, en nada… suspiró levemente al pensar en ello, esto de estar saliendo con un ginecólogo no le estaba haciendo mucha gracia, sobre todo tratándose de Miroku.
Vio a Kagome girarse ante sus palabras y notó como sus mejillas palidecieron de pronto, y se mordió el labio, como si hubiese visto a un fantasma, se volteo para mirar tras de sí y comprender el motivo de la reacción de Kagome, para encontrarse con los ojos dorados más intensos que jamás había conocido, tomó aire con dificultad y se giró en su asiento esperando que algún agujero negro la succionara.
-Buenos días Kagome, Sango…- saludo intentando restar importancia a lo que acababa de escuchar.
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Kagome caminaba atrás de él, no se atrevía a hablarle, sentía que moriría de vergüenza después de lo que Sango había dicho, y lo peor es que estaba casi segura de que InuYasha había escuchado claramente, si tan solo no se hubiera girado para buscar a Aiko, la camarera, al menos lo habría visto venir… ¿qué se iba a imaginar él ahora?... que ella era una zafada como tantas por ahí, sí eso de seguro.
InuYasha caminaba unos pasos delante de ella, podía sentir el nerviosismo en la muchacha, y es que descubrirla en una actitud como esa de seguro debió incomodarla, claro que no podía negar que su primera impresión fue de sorpresa, jamás imaginó que Kagome hablara con su amiga en un tenor de ese tipo sobre él, y ciertamente le agradaba, al menos podía concluir que no le era completamente indiferente, como temía…
-Pasa Kagome…- le indicó mientras que abría la puerta de su oficina, la olió casi descaradamente en el momento en que pasó junto a él, era uno de los pocos instantes que tenía para hacerlo de un modo tan libre, le encantaba su aroma.
La observó sentarse en el lugar que regularmente ocupaba, dejó los libros y el delantal a un costado sobre el escritorio, el cabello azabache tomado levemente en una media cola con algunas horquillas, este día en particular traía solo un ligero vestido primaveral, que se sostenía de sus hombros, con delgados pabilos, por un momento sintió que le faltaba el aire al contemplarla, caminaba con lentitud, para poder verla de reojo e inspeccionar un poco más, pero Kagome se lo impidió al girarse hacía él y hablarle.
-Lamento lo que escuchaste, es que Sango en ocasiones me juega bromas y…- intentaba disculparse, pero entonces él la interrumpió
-No necesitas disculparte por lo que dice tu amiga, además no es verdad, ¿o me equivocó?...- consultó con una sonrisa algo arrogante, que Kagome ciertamente no le conocía, se acababa de sentar frente a ella, e inclinó su cuerpo hacía adelante, la mirada penetrante sobre sus ojos castaños, y el cabello deslizándose con suavidad sobre los hombros, era extraño verlo en esa actitud, parecía… ¿coquetearle?...
-Nos gastamos bromas de ese tipo desde la secundaria…- agregó Kagome, intentando obviar la pregunta que él acababa de formularle – sobre los novios que teníamos en ese momento.
-¿Novios?... ¿muchos?... ¿bromas de este tenor?...- consultó esta vez, dejando que su espalda se apoyara en el asiento y observándola con cierta frialdad.
-Oh, no… ciertamente no fueron tantos y las bromas eran menos adultas…- de pronto se sintió como si estuvieses dándole explicaciones a su novio celoso.
-¿Novios como Houjo Akitoki?...- insistió, se sentía celoso, debía de reconocerlo, sabía que no debía, no habían motivos para que lo estuviera, pero no podía evitarlo, estaban ahí, como muchas otras sensaciones que comenzaban a despertar vertiginosamente de su letargo.
-¿Perdón?..- se atrevió a increparlo, esto ya se estaba saliendo de todo orden, ella podía sentirse muy atraída por este hombre, pero no iba a permitir que la interrogara como si fuera una criminal, sin contar con que sus ojos dorados parecían encenderse.
-Lo siento, me excedí…- dijo simplemente, sacando sus anteojos, y centrándose en los documentos que tenía en frente – verás quisiera pedir tu ayuda si te parece…
Kagome se quedó un momento en silencio, sin saber como InuYasha era capaz de evadir un tema de un modo tan preciso, cambiando el rumbo de la conversación de forma radical, y lo vio volver a su semblante amable y pacífico, y pudo notar como el fulgor de su mirada permanecía, disminuyendo poco a poco.
Le dirigió algunas palabras y le pidió que despachara junto a él una serie de documentos que debía de chequear, en el fondo era una especie de revisión de los últimos expedientes de pacientes en cardiología, ver la evolución de estos y el desempeño de los médicos tratantes.
Llevaban en ellos un par de horas y Kagome se mantenía sentada en su lugar, inclinada hacía atrás en su silla, InuYasha no contaba ya los minutos que había pasado contemplando sus gestos y actitudes, la forma en que mordía su labio cuando se concentraba.
-InuYasha, en este expediente suministraron una cantidad superior del medicamento – señaló Kagome, levantando la mirada hacía el hombre, apoyándose adelante en el escritorio mientras que le extendía el informe.
-Permíteme…- respondió simplemente, mientras que recibía en sus manos lo que Kagome le ofreciera.
Se inclinó esta vez él hacía adelante explicándole los motivos del suministro mayor, mientras que de forma fugaz, vagaba su mirada entre el suave escote de la muchacha, y su pálido y extenso cuello, el mismo que había estado a punto de besar en aquel baile. No pudo evitar imaginar sus labios recorriéndolo, y carraspeo en el momento en que su imaginación lo llevaba escote abajo.
-¿Quieres ir a almorzar?...- consultó InuYasha instantes más tarde – la hora se nos ha pasado en esto…
-Me agradaría…- respondió con una sonrisa la muchacha, poniéndose de pie, mientras que intentaba alcanzar sus cosas que aún permanecían a un costado del escritorio.
La observo ponerse de pie, sin hacerlo él aún, notó como un suave vaivén se produjo bajo la tela delgada del vestido, justo en sus senos, pudo definir con cierta exactitud el tamaño de estos y su forma redondeada, tragó con dificultad al imaginarse como serían sus pezones erectos, y luego se reprendió a si mismo, no podía estar pensando en cosas como esas, no era un adolescente enamorado y ansioso, al contrario, era un hombre que debía contener sus impulsos. Se puso de pie e intentó evitar volver a observar a Kagome de ese modo durante el resto del día, claro que no tuvo suerte todo el tiempo, y es que la muchacha se veía realmente hermosa con ese vestido, que lo único que hacía era destacar de forma casi amoldada, su figura femenina.
-.-.-.-.-
Senkai jugaba con tranquilidad en el jardín, su nuevo amigo Hachiko ya se había adaptado bien, con solo un par de días, no recordaba haberse sentido tan dichoso con ninguno de los juguetes que le había traído su padre, que no eran de despreciar en cantidad ni variedad.
-Senkai, es hora de tu almuerzo – escuchó la voz de quien debía de ser la segunda persona más cercana a él dentro de la casa, su nana, Kosho…
Se sentó ante el plato humeante que le acababa de servir la mujer, y se puso en el pecho su protector, y es que a Kosho no le gustaba que él estuviese desarreglado. En ocasiones la miraba, sabía que le guardaba afecto, ella era lo más cercano que tenía a una madre, pero sentía que las madres no debían de ser tan frías con sus hijos.
-Nana Kosho…- nombró con algo de timidez, mientras que la cuchara movía el alimento en el plato. - ¿era hermosa mi mamá? – Sabía que aquello era algo que no podía preguntarle a su padre, ya lo había intentado algunas veces y él siempre le sonreía con lo que al menos a él le parecía tristeza y le hablaba de otra cosa.
-Era una mujer realmente muy hermosa, de piel pálida y suave, ojos castaños, y cabello como la noche sin estrellas – enumeró la mujer con cierta admiración en sus palabras, Senkai la miraba aún intrigado.
-¿Tan hermosa como Kagome?...- consultó intentando buscar un punto de comparación.
-Mucho más hermosa que esa señorita…- respondió con cierto recelo, cosa que el niño no pudo reconocer dentro de su inocencia.
-¿Papá se casará con Kagome?...- continuó interrogando, sin saber la ira que iba creciendo dentro de la mujer.
-No lo creo – respondió severa – el señor InuYasha, idolatra el recuerdo de tu madre…
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Llegó hasta su casa, este día en particular algo más tarde y es que realmente había tenido mucho trabajo de oficina, todos aquellos documentos sin ser revisados, eso le sucedía por que las labores administrativas simplemente no iban con él, solo agradecía que en algunos meses más deberían ya escoger a otro representante, claro que esta vez, fue la ayuda de Kagome la que lo sacó del paso, al contrario de en otras oportunidades, en las que había sido Kaguya quien se ofreciera a hacerlo.
Se desabotonó la camisa, este día en particular pareció hecho para avisarles los inclementes calores del verano cada vez más próximo, se sirvió una copa de whiski, como era su costumbre al llegar. Entró en la habitación y observó por el ventanal a Senkai jugando con su nuevo amigo, y meneó la cabeza sonriendo con levedad, no sabía como esa muchacha había podido embaucarlo de ese modo, para permitir la presencia de Hachiko, ya luego iría junto a él, dejó la copa sobre la mesita de noche, mientras que su mano libre comenzaba a trabajar en el cinturón de su pantalón aflojándolo, la camisa quedo sobre la cama y aquello le brindo cierto alivio ante el calor apremiante, se arrojó sobre el colchón que elevó un poco su cuerpo ante el rebote, extendió los brazos hacía atrás buscando desperezarse, cerró los ojos y lo primero que vio en su mente, fue la pálida piel de su residente que se encontraba sobre él, moviéndose, por que no decirlo, de forma exquisita… se sentó con rapidez, este definitivamente no había sido un buen día, estaba viendo a Kagome en todos lado, y aún peor, deseándola de un modo negado para él. Avanzó hasta el baño y giró las manillas de la ducha y dejó que el agua adquiriera la temperatura justa, se acercó hasta la habitación nuevamente dejando el resto de la ropa sobre la cama, y de pronto una nueva imagen vino, la de él y la muchacha de pálida figura, pero esta vez, tal y como Sango se la presentara esta mañana, provocando en él una oleada de un deseo que había dormido mucho tiempo en su interior…desnuda entre sus sabanas… sintió el escalofríos electrizarle la espalda, sacudió la cabeza y arrugó algo el ceño, ya no se le estaba haciendo gracioso, al contrario.
-Esto ya no es agradable…- se limitó a comentar para sí, mientras que avanzaba entrando al agua, sin proponérselo, lo que al inicio le pareció una graciosa calentura de adolescente, ahora se estaba convirtiendo en una tortura.
Puso algo de shampoo en su mano, mientras que el agua casi fría humedecía su cabello, y comenzó a expandirlo, cerrando los ojos, y moviendo con suavidad los dedos sobre su cuero cabelludo, un suspiro algo ansioso se le escapó al imaginar en la libertad que aquel privado lugar le entregaba, que era Kagome quien le estaba acariciando, así como la caricia la daba él mismo en ella, las manos comenzaron a deslizar el jabón por las formas firmes de su pecho, con lentitud, rememorando en su mente todas aquellas casi lujuriosas imágenes que se habían apoderado de él durante todo este caluroso día, las manos de Kagome, la forma en que sin pensarlo su lectura susurrante frente a él en su oficina le parecían los más insinuantes suspiros de pasión como anhelaba escuchar su propio nombre, dicho entre jadeos de pasión por ella, y de pronto sin casi notarlo, una de sus manos estaba apoyando el peso de su cuerpo algo encorvado, sobre la pared, y la otra, encerraba ansiosa la carne caliente y erecta de su miembro, un gemido bajó y ronco se le escapó al apretar la zona y sentir como la sangre circulaba con fuerza por ella, comenzando a acariciarse primeramente con calma, tragando con dificultad por la garganta algo seca, el agua le golpeaba la espalda, y de nada servía ya la temperatura escasa que tenía, el cabello oscuro le caía humedecido por los costados y los músculos de su cuerpo comenzaban a tensarse cada vez más, mientras que el movimiento de su mano sobre su caliente deseo, se aceleraban al igual que su respiración.
-Maldición… ¿qué me haces pequeña?...- susurró apenas audible, mientras que su mente se plagaba de escenas no vividas, pero infinitamente deseadas, con ella, con Kagome, por primera vez, después de cuatro años, sentía su deseo fluir de este modo tan arrebatador, y por una mujer que no era su esposa.
Las imágenes se sacudían en su mente, los golpes que ejercía con su mano, lo obligaban a crear la sensación de estar adentrándose en la humedad inquietante de esa muchacha que sin siquiera saberlo estaba matándolo poco a poco, sus propios gemidos parecían ser los de ella, sus jadeos ansiosos, sus palabras pidiendo adentrarse más, su lengua buscaba en el aire la textura de sus pezones, los que en su mente se agitaban sobre su boca, la mano que lo apoyaba contra la pared de la ducha, se cerraba en una especie de agarré que intentaba recrear la sensación de estar oprimiendo las caderas femeninas que se balanceaban sobre él febrilmente, erguida sobre él, con la cabeza alzada, las manos oprimiendo su pecho , el movimiento frenético de su mano se hacía incluso doloroso, pero infinitamente necesario, podía sentir la rigidez de su miembro y la de todos sus músculos, en busca de la explosión de sus sentidos, los labios rojos de Kagome que se le ofrecían, como una fruta madura y lista para ser saboreada, los mordía como la había visto hacer horas antes, frente a una lectura elucubrando el gesto de un inminente orgasmo, que ciertamente era el propio, el calor de la piel de sus senos, acercando su cuerpo al de él, suave y exquisita, rozándose contra su pecho, todo estaba ahí incendiando su deseo y su razón, todo… se inclinó un poco más, apoyando la frente en su mano, con los ojos cerrados perdido en sus sensaciones y apretando los dientes con fuerza, al sentir que todo él estaba al borde de un colapso inquietante y necesario, sentía como se agolpaba su semilla en su erección, clamando por ser liberada al menos de este modo, y así fue… con fuerza su simiente se estrelló contra la pared blanquecina de la ducha, resbalando al contacto con el agua que caía, obligando con la presión descendente de sus dedos a quedar vacío de toda lo restante, InuYasha jadeaba ante el esfuerzo, sintiendo que sus fuerzas lo abandonaban por un instante, el imaginársela tan solo, había sido algo arrebatador y embriagante, que logró apaciguar de momento su deseo, por que a pesar de estar recién liberado de su libido, este parecía ahora, apenas dormido.
Libértame
de mí. Quiero salir de mi alma.
Yo soy esto que gime, esto
que arde, esto que sufre.
Yo soy esto que ataca, esto que aúlla,
esto que canta.
No, no quiero ser esto.
Ayúdame a romper
estas puertas inmensas.
Con tus hombros de seda desentierra estas
anclas.
Así crucificaron mi dolor una tarde.
Libértame
de mí. Quiero salir de mi alma.
El hombre que ahora yacía con el cuerpo semidesnudo sobre su cama, el cabello reposado sobre una toalla, mientras que otra cubría desordenada su entrepierna, dejó escapar un suspiro sintiendo que algo más que físico se había liberado en él luego de aquella candente ducha, un deseo increíble de despertar en él lo que parecía prisionero, amarrado con cadenas, su ardor profundo, su deseo de vivir… la voz profunda y aterciopelada por el descanso se escucho apenas susurrar, palabras para alguien ausente, pero quizás demasiado presente.
-¿Qué me haz hecho mujer?... que me arrebatas con solo pensarte…
Continuará…
Ayayayayay…. Por favor no me digan nada… era algo que deseaba hacer, necesitaba escribir una escena como esa, en ocasiones me pregunto hasta donde llegará mi mente… pero recuerden todo es "Siempre en amor"….jejeje pero más parece en este caso la excusa perfecta ¿no?...
Bueno si alguien se ofrece a ducharse con mi InuYasha… pues simplemente a ponerse en la filita, miren que tengo los tres primeros turnos tomados… y eso sin preguntar si quiera…
Besitos y espero que les haya gustado este capítulo, miren que a mí me dejó extasiada por decir menos.
Siempre en amor…
Anyara
P.D.: un saludo especial a Artemisa, por la asesoría prestada, ya que le puso una que otra palabrita en el lugar exacto a este que no sé si llamar lemon.
