Capítulo XI

Brisa de amor

Extendió su mano, de largos y firmes dedos masculinos, esperando a que Kagome se apoyará en ellos para salir del automóvil, la vio morderse el labio y bajar la mirada al salir, pero a pesar de ese gesto que podía quizás atribuirse a timidez, ella sonreía, se puso de pie frente a él, cercada entre el hombre y el vehículo, InuYasha la observó mientras que ella enganchaba sus ojos dorados en él, el brillo de ellos lo obligó de un modo casi insólito a devolverle la sonrisa.

Un día más se llena de color

Y tú vendrás llenándolo de amor

Ya no me preocupo al caminar

Por que tú estas aquí

Y pierdo todo el miedo que me da

Por que tú crees en mí

-Se te ha hecho tarde hoy…- dijo, quizás intentando comentar algo, ciertamente todo lo que deseaba era besarla un poco más antes de que se fuera.

-No tanto, aún falta para media noche…- respondió risueña como siempre, y es que esa alegría constante en Kagome era una luz que le llenaba de calidez.

-Oh, es verdad… cenicienta llega hasta medianoche…- intentó seguirle el juego, mientras que sus dedos comenzaban a deslizarse por las hebras del cabello azabache, hasta deshacer algún rizo en las puntas.

La vio morderse el labio nuevamente, pero en lugar de una sonrisa traviesa, en esta oportunidad lo que encontró fue incertidumbre, y quiso preguntar, sin lograrlo, sintió la mano de Kagome apoyarse de lleno en su pecho y sus labios entreabiertos se unieron a los suyos, la rodeo entonces con sus brazos, inclinándose para que ella no se esforzara y bebió de esa pasión novedosa e insolente que poseía, una que emanaba como innata, no aprendida, que brotaba de ella como parte de su esencia, y la escuchó suspirar suavemente y los dedos delgados se enredaron suavemente en el cabello oscuro, presionando sobre su nuca, para acercarlo más a ella, más incluso de lo que ya estaban, podía percibir como sus sentidos comenzaban a aflorar en deseo, uno casi despiadado por tenerla, y bajó poco a poco el ritmo de la caricia, dejando de besarla aún con los ojos cerrados, calmándose, para besar luego su frente y mirarla, no entendía ciertamente que era lo que Kagome leía en sus ojos, pero no dejaba de mirarlo, y eso le encantaba… que nada le importara más que él…

Tú me enseñaste a disfrutar mi vida mucho más

Dejando el sufrimiento atrás

-Ve pequeña… mañana hay mucho trabajo…- le susurró tan cerca de su rostro.

-Sí lo sé… la junta para el señor Yakashima – menciona Kagome refiriéndose a la junta de médicos que habrá para evaluar al paciente.

-Precisamente…- responde tragando con algo de dificultad, esta queriendo besarla otra vez, pero no sabe si será lo adecuado, muchas sensaciones son conocidas, y a la vez parecen tan nuevas, siente el corazón golpear su pecho algo más rápido que lo normal y sus manos apoyadas en la espalda y la cintura, la liberan con suavidad y luego vuelven a pegarla a él, y sus pensamientos viajan directo a los labios femeninos.

-Hazlo…- dice Kagome con suavidad, mientras que su mirada viaja desde los labios de InuYasha que permanecen entreabiertos, a sus ojos intensos y brillantes, con aquella llama que parece encender más el dorado en ellos.

-¿Qué?...- pregunta algo extraviado ante las palabras de ella, y es una situación tan extraña, su mente procesa, pero todo su cuerpo parece comprender lo que acaba de oír, la encierra más entre sus brazos y contiene el impulso de besarla.

-Besáme…- le pide entonces, con aquella voz suave y sensual que en ocasiones utiliza, presintiendo que esta ayudándolo a avanzar, es un hombre, lo sabe, maduro y de seguro más experimentado que ella, pero ahí entre su brazos parecía necesitarla de un modo increíble.

-Claro…- respondió simplemente, atrapando con suavidad el labio inferior de ella entre los suyos, sintiendo como Kagome respondía, en una caricia intima que lo hacía desear más y más, hasta que notó como su lengua buscaba en el interior de la boca femenina, y su sangre se encendía al presionar su cuerpo contra el de ella… un suspiro ansioso se le escapó al escucharla gemir tan suavemente que bien podría no haberla oído, la liberó del beso… ella debía irse…

Kagome se detuvo luego de subir el último escalón de la extensa escalera que la llevaba a su hogar, el templo Higurashi, se volteo, dejando que los rayos de un sol anaranjado y escaso, le iluminara la espalda, sonrió una vez más del modo alegre y lleno de vida en que lo había hecho casi toda la tarde, alzó una de sus manos y la agitó despidiéndose de InuYasha que se encontraba gallardo y seguro, al menos a sus ojos, apoyado en su vehículo, las manos en los bolsillos del pantalón y el dorado intenso de su mirada, justo en ella, sentía que el corazón se le llenaba de gozo con solo recordar el roce pasional y calido de sus besos, la forma en que sentía que la asfixiaba al abrazarla , y su voz profunda y sensual llamándola "pequeña"… suspiró de aquella forma embelesada con que suelen hacerlo las muchachitas al leer novelas rosas, y es que su amor ya no tan platónico alzaba la mano, para responder a su gesto.

La observaba de pie al final de aquella larga escalera, el sol que moría en las montañas le entregaba sus últimos rayos, haciendo de Kagome una visión maravillosa, con los libros que traía desde su casa pegados al costado izquierdo, alzaba la mano libre, y aunque no lograba distinguir plenamente sus rasgos, sabía bien que debía de estar sonriendo como solía hacerlo, respondió sacando una mano del bolsillo del pantalón, esperando hasta que ella se perdiera en el templo, no podía definir cabalmente lo que había en su interior, pero esta tarde se sentía dichoso de un modo que no experimentaba en demasiado tiempo…

Dándome un amor real

Siempre tan natural

Lleno de libertad, lleno de dar

Eres tú quien sabe bien lo que es amar…

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Estaba Sango acomodada sobre su amado en el lecho, la sabana que cubría su espalda dejaba notar la forma femenina de su cuerpo, acababan de hacer el amor, y el cabello suelto de ella reposaba parte sobre la cama, y parte sobre el pecho de Miroku que la acariciaba con suavidad.

-Te lo prometo Sango, no volveré a tocar a otra mujer que no seas tú – respondió a una serie de interrogantes que la mujer le estaba haciendo.

-Mentiroso… sabes que eso no es posible…- le dijo ella incorporándose un poco para ver el rostro del hombre que se sonrió.

-Esta bien… prometo no tocar a otra mujer con los mismas intenciones que a ti…- rectificó sabiendo que su profesión le hacía imposible prometer otra cosa.

-Bueno, te creeré…- contestó sin demasiada certeza.

El silencio se hizo presente por un instante más, en el que cada uno estaba sumido en sus pensamientos, quizás similares, quizás diferentes, y Sango volvió a incorporarse para mirarle, con el mentón apoyado en sus manos unidas sobre el pecho de Miroku.

-Miroku… ¿crees que InuYasha sea bueno para Kagome?...- consultó algo inquieta la mujer, ciertamente no sabía nada de los últimos acontecimientos, pero notaba el modo en que Kagome observaba a InuYasha y su mirada embelezada puesta en él, y después de todo la conocía. Y lo escuchó suspirar.

-InuYasha es un buen hombre… solo que las cosas no han sido fáciles para él, quedarse con Senkai recién nacido y sin su madre… pues fue un duro golpe – respondió Miroku.

-¿Amaba mucho a su esposa?...- preguntó, curiosa, buscando comprobar si era un hombre entregado en sus amores.

-Si sigues preguntando así por InuYasha terminaré poniéndome celoso – le sonrió.

-Solo quiero saber…- dijo con voz sensual y caprichosa, sabiendo que aquello le arrancaba a Miroku hasta la verdad más oculta.

-Ay gatita…- suspiró él buscando besarla.

-Primero responde…- pidió Sango casi maquiavélica.

-Esta bien… la amaba mucho, muchísimo, como no dudo que pueda llegar a amar a Kagome, ya que ella tiene un parecido increíble con Kikyo… - dijo buscando nuevamente los labios de Sango.

-¿Kikyo?...- preguntó ella recibiendo el beso.

-Sí… su esposa muerta… - termino de decir Miroku.

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Traía prisa, la noche anterior había estado después de mucho, carente de insomnio y había dormido demasiado placido, tanto, que temía llegar tarde a la junta de médicos que comenzaría dentro de diez minutos, el delantal blanco colgaba de su mano izquierda, el cabello se le agitaba a cada largo paso, las miradas femeninas lo seguían, pero él no parecía prestarles atención, en ocasiones la mujeres se preguntaban si solo disimulaba muy bien, o realmente era ajeno a ellas. Decidió aventurarse por las escaleras, esperar el ascensor a esta hora en particular sería una perdida de tiempo, los escalones iban quedando atrás de dos en dos, hasta que empujó la pesada puerta que daba acceso al quinto piso, caminó con rapidez, acercándose al mesón de la recepción en donde se encontraba Kaede y ella, Kagome…

La muchacha miraba el reloj inquieta, faltaban menos de diez minutos para que la junta comenzara e InuYasha no aparecía, llevaba casi una hora esperándolo, había conservado la esperanza de que al menos pudieran desayunar, sintió un sonido ahuecado desde el medio de aquel extenso pasillo, y pudo ver que la pesada puerta de las escaleras se abría, aquello llamó su atención, no era común que alguien transitara por ellas, a no ser que hubiese un desperfecto en el ascensor, o una emergencia, y de pronto lo vio aparecer, el delantal en la mano, el cabello negro, el rostro liso y libre de vello, como siempre, y su paso seguro que comenzó a avanzar en la dirección en la que se encontraban, el corazón le golpeaba con fuerza el pecho, y la sonrisa no quería abandonar sus labios, y es que esta mañana estaba realmente feliz, ya se lo había dicho Kaede al llegar… "estas radiante"… y ¿cómo no estarlo?... se sentía simplemente feliz…

InuYasha hizo un amable gesto al pasar frente a la recepción, el que fue respondido por Kaede, Kagome se quedó de una pieza, no le había dicho nada, absolutamente nada, ni siquiera un gesto de cortesía como el que había recibido su compañera, por que ese había sido solo para la anciana… y lo siguió con la mirada algo confusa, viéndolo girar luego de unos pasos.

-¿Qué esperas Kagome?... se nos hace tarde…- su voz profunda sonaba amable, apresurada, pero la esperaba.

-Sí…- respondió avanzando hacía él en silencio.

Entraron en la oficina de InuYasha, ella sabía que debía de recoger algunos documentos, los resultados de los exámenes, y el diagnostico que juntos había elaborado de la situación del señor Yakashima. Le abrió la puerta y entró tras ella, Kagome no tomó su posición habitual en la silla que estaba frente al escritorio, ya que solo era cosa de tomar lo que venía a buscar y salir, pero sintió como las manos varoniles e increíblemente precisas de InuYasha, se deslizaban desde atrás entre su cintura y sus brazos, tomándola por sorpresa, apresándola desde el estómago, y aquella voz profunda y varonil, sonaba exquisitamente aterciopelada cerca de su oído.

-Lamento la tardanza, deseaba desayunar contigo…- le susurró dejando que el aliento tibio emanado de su boca le rozara el oído, Kagome pudo notar como su piel se erizaba ante el solo contacto, y se sonrió al comprobar que ambos esperaban lo mismo.

-Esta bien… pero que no se repita…- le dijo en un tono alegre y cómplice, apoyando la cabeza en la de él, que busco su mejilla para besarla, ella comenzó a girarse dentro del abrazo.

Dos golpes en la puerta los alertaron e InuYasha soltó a Kagome con rapidez, justo en el momento en que ésta se abría dando paso a la figura estilizada y segura de una mujer que este día en particular traía el cabello suelto.

-Buenos días InuYasha… - dijo al ingresar, notando que no se encontraba solo - Kagome…- intentó extender el saludo, no muy grata de la cercanía que parecía existir entre ambos.

-Buenos días Kaguya – respondió con gentileza él, mientras que avanzaba hasta el escritorio buscando los documentos por los que había venido.

-Buenos días – saludó Kagome, siendo prácticamente ignorada.

-Vengo por ti… y ¿qué hacías aquí encerrado?... ya deberías estar en la sala de juntas… - consultó con visible malestar. InuYasha la observó y volvió a enfocarla en los documentos, prefirió pasar por alto el sarcasmo en sus palabras.

-Ya estoy listo – dijo mientras que se ponía su delantal - ¿lista?...- le consultó a Kagome, mirándola a los ojos con dulzura.

-Sí, lista…- respondió ella emocionada, le permitiría participar de una junta médica, ya que decía que ella había estado al lado del paciente incluso más que él mismo.

-¿Qué?... ¿una residente en una junta médica?... ella no tiene nada que aportar, además no esta autorizada - consultó con notoria molestia Kaguya, llegando a ser despectiva al mencionar "residente".

Kagome sentía que las mejillas se le encendían de furia, algo en su interior se gestaba al notar el empeño de esta mujer por descalificarla, sabiendo que ese empeño era únicamente por sus deseos de tener a InuYasha solo para ella… le hervía la sangre solo al pensarlo, y es que ella se estaba poniendo igualmente celosa…

-Yo la autorizo…- respondió el hombre, con la voz autoritaria que podía tener, poniéndose entre las dos mujeres, pero visiblemente inclinado hacía Kagome, poniendo la mano en la espalda de la muchacha indicándole que saliera – y ya esta bueno de esto, la junta espera.

Kaguya se forzó a tragar con molestia, el ceño arrugado y los ojos esmeralda encendidos, se adelantó a salir antes que Kagome, que estuvo casi obligada a retroceder.

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El señor Yakashima sería intervenido finalmente, tal y como Kagome e InuYasha lo sugirieran, la junta se había efectuado con tranquilidad, a pesar de que Kaguya parecía querer fulminar a la muchacha con su mirada, lo que la hacía sentir inquieta, ya que ella abogaba por un tratamiento, pero cuando finalmente la resolución de operar se hizo efectiva, notó como la mano de InuYasha se posaba sobre la suya y oprimía sus dedos, era un triunfo para ellos, que sabían que la forma más segura de terminar con la enfermedad del paciente era la cirugía.

Estaban en el despacho de InuYasha, observaban desde la ventana a Senkai jugar junto con su cachorro, que se había convertido en su mayor entretención, el niño sonreía constantemente y había dejado de pintar las paredes, lo que realmente era un alivio.

-¿No crees que deberías quitar esa cubierta de la hierba?... – comentó Kagome, que permanecía de pie apoyada en el escritorio de InuYasha junto a él que estaba sentado de medio lado hacía ella, ambos observando al niño.

-Es más seguro para él – aseveró con suavidad, pero con notoria terquedad.

-Senkai necesita de la naturaleza, tiene un hermoso jardín, sería bueno que lo disfrutara – insistió, el tema que estaban tratando era importante, y requería quizás de algo de seriedad, pero InuYasha pudo percibir en ella un tono demasiado seco.

-Lo pensaré…- dijo a modo de tranquilizarla, pero Kagome permanecía con los brazos cruzados sobre el pecho y el rostro formal y fijo en el jardín, no le había entregado ni una sola de esas hermosas miradas alegres, y por que no decirlo, enamoradas, que a él le gustaban tanto.

Por un momento sintió que se le helaba algo en el alma, era como estar frente a Kikyo nuevamente, a esa coraza tan impenetrable que en ocasiones tomada, la que fue alejándolos poco a poco, la que de cierta forma fue enfriando todo entre ellos.

-¿Qué sucede?...- se aventuró a consultar… no quería que sucediera otra vez, no quería que se perdiera la calidez que Kagome le demostraba… ¿acaso la culpa era suya?...

-Nada…- respondió negando con la cabeza, y con la voz apagada, mientras que bajaba la mirada, sintiendo como la mano de InuYasha se posaba sobre su brazo.

-Nada, no es una respuesta…- comentó él intentando sonreír, y entonces Kagome lo miró y pudo ver la inquietud en sus ojos, y suspiró.

-¿Hay algo que yo deba saber de ti y Kaguya?...- consultó intentando parecer decidida, pero InuYasha logró notar su nerviosismo y ante la pregunta se sonrió – no es gracioso - aseveró ella.

-Ya lo sé…- respondió aún sonriendo, más incluso, ante el malestar emergente de Kagome.

-Veo que te hago demasiada gracia…- dijo descruzándose de brazos intentando salir de ahí, sintiendo como los dedos fuertes de InuYasha cercaban su muñeca, atrayéndola hacía él, rodeando con la otra mano su cintura y acomodándola en su regazo.

-¿A dónde crees que vas?...- consultó a escasos centímetros de su rostro, observando los ojos castaños, que parecían destellar de molestia y sorpresa, el pecho de la muchacha subía y bajaba inquieto, y sus labios entreabiertos parecían liberas ráfagas de fuego.

-Me voy… no soy tu bufón…- respondió decidida, a pesar de la turbación que le producía esta situación tan cercana y la forma tan exquisita en que la había tomado.

-Yo no he dicho que lo seas…- respondió él, bebiéndose el aliento de Kagome, a solo centímetros de besarla, sonriéndose al notar el rubor en las mejillas femeninas.

-Pero te ríes de mí…- logró decir algo turbada ya y casi olvidando la razón de su malestar.

-No me rió de ti… me rió de tus celos… respondió, estrechando más a Kagome dentro de este improvisado abrazo.

-No son celos…- intentó defenderse sin demasiado éxito.

-Yo creo que sí lo son…- afirmó.

-¿Y deberían serlo?...- consultó ella rodeándole con sus brazos el cuello, acomodándose sobre las piernas de InuYasha que tragó con algo de dificultad ante el roce que aquello le producía.

-No…- susurró, con la voz algo más ronca, buscando entre el cabello poner un beso en el cuello de Kagome, la brisa fresca se colaba por la ventana gratamente.

-Entonces confiaré en eso… pero solo por ahora…- murmuró mientras que ladeaba su cabeza para que InuYasha tuviera acceso a la piel que deseaba.

Un día más, de mi pasión por ti

Y tú vendrás para hacerme sentir

Que el límite de la felicidad no llegará jamás

Que cada nuevo amanecer traerá una sorpresa más.

Kagome sintió como los labios calidos se posaban con delicadeza en ella, cerró los ojos dejando que él se deslizara, que hiciera, solo deseaba sentirlo un poco más, sus vellos se erizaban ante los contactos que él efectuaba, sintiendo como la mano de InuYasha que permanecía sosteniendo su espalda parecía oprimirla más, y la humedad de su lengua subía por su cuello lentamente obligándola a morderse el labio para no dejar que ni un sonido saliera de ella.

Se estaba sintiendo algo mareado, obligándose a contener las ansias que crecían en él, imágenes como las que lo embargaban en sus momentos de soledad venían a su mente, comenzó a lamer con suavidad la piel suave de su cuello, e imaginó la suavidad del resto de ella, el aire se le escapaba con fuerza contenida para no ser oído, apretando la mano que sostenía la espalda femenina, notando como el borde de la camiseta que ella vestía le rozaba los dedos… quizás podría tocarla solo un poco…

Su cuerpo se arqueo de pronto, en un movimiento lento, cuando sintió los dedos de InuYasha subir por su espalda bajo la ropa, ascendían y luego bajaban nuevamente, para luego ser la mano llena la que efectuaba la caricia, la respiración se le agitaba y la retenía cada vez que sentía que el se aproximaba al broche de su ropa intima, pero nuevamente descendía obligándola a liberar el aire, todo aquello unido a la humedad de su lengua buscando en su cuello, la estaban excitando cada vez más.

Podía percibir la inmovilidad en ella, era como si se encontrara expectante y entregada a las caricias que él deseara efectuar y aquello lo llenaba de placer, imaginó por un momento que la sentaba sobre el escritorio liberando en aquel mismo lugar su pasión por ella, y sentía como su excitación crecía, haciéndose notoria bajo el pantalón, recorrió con su lengua los bordes del oído femenino, notando como ella apretaba sus dedos contra sus hombros en el abrazo, y le susurró luego.

-Eres tan suave pequeña…- el aire se liberaba de él, necesitaba contenerse un poco más… al menos hasta saber si estaba preparado para amarla del modo que Kagome merecía…

Continuará…

Jejeje… me encantan los momentos románticos… me dejan suspirando... total que este capítulo estuvo algo cargadito a la miel, pero esta bien no… hay que crear atmósfera de amor… amor… ayayaya el amor…

Luego de una pequeña ensoñación, paso a agradecerles a todos por leer, y por acompañarme, por dejar sus mensajitos y por estar…

Siempre en amor…

Anyara