Capítulo XII
El jardín secreto
Se encontró Miroku esperando a su novia, como ya se le había hecho costumbre para desayunar cuando el turno de ella se los permitía, no era demasiado el tiempo que llevaban juntos, pero se le hacía grato estar con ella, al menos aún no sentía ese instinto desbocado de salir tras alguna otra fémina, aunque no podía negar que no podía dejar de admirarlas, pero en cuanto llegaba a él la imagen o la presencia de Sango, simplemente las olvidaba… ¿sería esto amor?... que más da, se respondió, se sentía bien…
-Buenos días amor…- saludo la muchacha, con un discreto beso en los labios, las políticas de la clínica no impedían que el personal se relacionara, pero nada de espectáculos.
-Bueno días gatita…- mencionó él con los ojos brillantes, mientras que a Sango se le subieron los colores a las mejillas.
-No me llames así aquí…- lo reprendió intentando contener un grito.
-Oh, esta bien…- se fingió derrotado – siempre que me prometas que esta noche podré llamarte gatita otra vez…- solicitó con sus ojos azules fijos en ella, y una sonrisa coqueta en los labios…
-¿Esta noche?... ¿otra vez?...- consultó ella alzando su mano, para que Aiko trajera su desayuno tradicional – a este paso terminaré viviendo en tu departamento.
-¿Y cual es el problema?...- respondió él con completa tranquilidad, y entonces Sango lo miró sorprendida.
-Ay Miroku, no es así tan fácil… - intentó rebatir ella, mientras que recibía su desayuno.
-¿Por qué no?... basta con que recojas algunas maletas y ya…- continuo como si hubiese dado la solución perfecta.
-Sabes me dejaste con algunas dudas… no terminaste de responder mis preguntas sobre InuYasha Taisho…- buscó ella oro tema de conversación que no era menos importante al menos para ella.
-Me estas cambiando el tema…- reclamó Miroku con los ojos fijos en ella, pero ya sin la sonrisa que adornara sus labios.
-Sí… tú solo responde, ya discutiremos eso más tarde – pidió Sango mientras revolvía la taza con café ante ella - ¿cómo murió la esposa de InuYasha?... ¿Kikyo?...- consultó, notando como Miroku alzaba su mano pidiendo otra taza de café.
-Preferiría no hablarte de eso… - notó el tono serio que la voz de su acompañante tomaba.
-¿Qué sucedió?... no me hagas esto Miroku, sabes que me preocupa Kagome – insistió ella, sintiendo un nudo en el estómago, el rostro de el hombre se había apagado, recibió su segunda taza de café y comenzó a poner en ella azúcar sin decir palabra – vamos responde… ¿tuvo algo que ver InuYasha en su muerte?...
Muchas cosas pasaban por la cabeza de Sango, después de todo uno solo ve exteriores en las personas, ¿y si se trataba de un asesino impune?...
-Deja de hacer volar tu imaginación, mira que sé lo prolifera que puede llegar a ser – habló Miroku tomando la mano de la mujer frente a él – InuYasha es un buen hombre, él jamás le habría hecho daño a Kikyo, el daño se lo provocó ella misma.
-Quieres decir qué… - Sango se llevó una mano hasta los labios intentando no decir lo que estaba pensando.
-No he dicho nada Sango, y será mejor que dejes el tema en paz, InuYasha ha mostrado junto a tu amiga Kagome, que aún existe vida dentro de él, no coartemos nosotros ese sentimiento – dijo apretando los dedos de la mujer con afecto, como intentando cerrar una especie de pacto – promete que no hablarás de esto con ella, ni menos mencionarás lo de su parecido con Kikyo…
-¿Pero por qué?...- susurró Sango aún sin comprender.
-Por que no es a nosotros a quines nos corresponde hacerlo – aseguro Miroku sonriendo a su compañera – solo puedo decirte que InuYasha es un hombre confiable.
-Eso espero…- respondió ella, cerrando el pacto en el agarre que Miroku hizo en su mano.
-.-.-.-.-.-
Estaba Kagome sentada sobre la hierba en el jardín junto a Senkai, probando su teoría de que los caracoles asomaban sus cachitos cuando el sol les daba de lleno, teniendo un par de ellos que habían logrado encontrar hurgando entre los lirios que se alzaban a un costado, la cubierta que usara en forma regular el niño, estaba doblada en varias partes junto al ventanal que les daba acceso a la casa.
-¡Mira, mira Kagome!... las asomó…- exclamaba el niño ansioso, y con la voz casi desesperada, una reacción normal en un pequeño que descubre algo para él asombroso… la naturaleza era una gran fuente de aprendizaje para los pequeños y Kagome sostenía ese punto – ohhh… las escondió…- dijo algo desilusionado.
-Es que acercaste demasiado tus manos...- respondió ella, sentando al niño entre sus piernas, sosteniendo sus manos inquietas- quédate quieto y verás como los asoma nuevamente.
-Sí…- dijo el niño quedándose lo más inmóvil que le era posible, haciendo de todas formas el cuero un poco hacía adelante con el fin de mirar de más cerca.
Kosho los observaba desde una de las ventanas de la sala, molesta por la actitud de esta mujer, que fingiendo "amabilidad" le desobedecía, escuchó el vehículo en el estacionamiento y la puerta de acceso abrirse luego, salió en dirección a la habitación del niño, para ordenar los juguetes que pudieran haber ahí, y es que el pequeño ya ni sus cosas usaba desde que esa intrusa había llegado, todas sus distracciones se efectuaban en el jardín.
-¿Cómo esta todo Kosho?...- consultó InuYasha al verla dentro del cuarto de Senkai.
-Más o menos señor…- respondió con la voz ruda.
-¿Por qué?... ¿qué ha sucedido?...- consultó algo inquieto, observando el lugar en busca de su hijo - ¿y Senkai?...
-Ahí esta afuera con esa señorita que viene a visitarlo a usted y al niño, y que se empeña en hacer cosas que el señor ha prohibido – comentó con molestia, después de todo era ella la encargada del cuidado de Senkai – su usted ya no me necesita debe decírmelo…
-Vamos Kosho, no creo que sea tan grave – respondió con algo más de tranquilidad, no le parecía tan terrible lo que Kagome podía estar haciendo con su hijo, al menos el tema de trepar árboles ya había sido tocado y Kagome accedió a dejarlo… claro, por un tiempo.
-Vaya y véalo usted mismo… - lo retó la mujer e InuYasha se encaminó hasta la sala en busca de su hijo.
Se asomó hasta el ventanal y se encontró con la escena, Kagome sentada con sus ya típicos jeans, cada vez que venía y jugaba con Senkai, el niño sentado entre sus piernas, ambos observando algo sobre una roca, la cubierta a un costado de la entrada a la casa. Avanzó con calma, intentando no sacarlos de la concentración que parecían tener.
-¡Kagome están avanzando!...- decía eufórico el niño, casi saltando sentado en la hierba de lo alegre.
-Ya lo veo… - le respondía ella feliz de la dicha que le estaba entregando al pequeño.
-Y están dejando un caminito...- indicó recogiendo sus dedos antes de acercarlos demasiado al caracol y asustarlo.
-Sí, dejan ese camino… - aclaró la muchacha, acariciando el cabello del pequeño con suavidad, sin notar aún que a solo pasos de ellos se encontraba InuYasha observando la escena, pensando en la cantidad de veces que deseo ver a su hijo con su madre en alguna actitud similar.
-Ahhh…- hizo apenas un sonido que le explicaba a Kagome de su comprensión – ¿y cuando veremos mariposas?...- consultó girándose, para enfocar los ojos de la mujer con la que estaba, pero antes de que ella le respondiera una nueva palabra salió de él -¡papá!...
InuYasha lo vio girarse en el regazo de Kagome y llamarlo con alegría, en ocasiones se preguntaba de donde había sacado su hijo aquel optimismo tan autentica, si ni él ni Kikyo la poseían.
-Buenas tardes hijo…- dijo cuando vio al pequeño ante él.
-Dale un abrazo…- pidió Kagome, poniéndose de pie – es lo que él esta esperando – InuYasha la miró como si estuviese hablándole en algún idioma extranjero que no dominaba, y la vio acercarse.
-Abrázalo…- dijo mientras alzaba al niño del piso y lo ponía en los brazos de su padre, que solo entonces lo recibió, hacía mucho que no tomaba a Senkai.
-Papá, ¿viste los caracoles?... Kagome me enseñó los caracoles y como muestran sus cachitos y como dejan un caminito al caminar…- hablaba con muchísima rapidez el niño.
-Los vi Senkai… - respondió observando el rostro del niño, que traía rastros de suciedad – debes ir a darte un baño.
-Llévalo… te esperaré para que me reprendas…- mencionó Kagome, notando la pregunta en los ojos dorados que se posaron en ella.
Lo vio alejarse en dirección a la casa, era la primera vez que veía a Senkai en brazos de InuYasha, una sonrisa le iluminó el rostro, se le hacía grato sentir que algo estaba haciendo por ese niño, al que le sería demasiado fácil amar… ya que era parte de él, de InuYasha… recorrió con la mirada las ventanas de las habitaciones que daban al jardín, logró distinguir el despachote InuYasha, su habitación, la de Senkai, pero la ventana de una habitación que no logró descubrir, le permitió notar que en ella estaba la nana del niño, en la oscuridad del lugar, observándola, un pensamiento algo oscuro se asomó, no le gustaba la forma en que esta mujer la miraba, sacudió su cabeza con los ojos cerrados y volvió a enfocarse en aquella habitación, pero las cortinas oscuras ya estaban cerradas, se volteo y decidió dar una vuelta por el jardín…
InuYasha avanzó por los pasillos con Senkai entre los brazos, que no dejaba de hablar contándole todo lo que habían hecho con Kagome aquella tarde, notó como Kosho salía de una de las habitaciones poniéndole llave, y guardando luego esta en el bolsillo de su delantal de trabajo, lo miró y los ojos oscuros de la mujer se abrieron sorprendidos, no solía tomar a Senkai, siempre que jugaba con él era sentado en un sillón, y de bebé las caricias se limitaban a verlo dormir apoyado en el borde de la cuna.
-¿Qué hacías Kosho?...- consultó InuYasha arrugando el ceño algo molesto.
-Limpiaba la habitación señor…- respondió la mujer recibiendo al niño ahora entre sus brazos.
-No quiero que hagas eso cuando Kagome este aquí, no en esta habitación – pidió con el rostro algo más relajado, pero manteniendo el tono de mando en sus palabras – ahora lleva a Senkai por favor, que necesita un baño.
-Esta bien señor, así será…- respondió la mujer llevándose al pequeño.
Salió nuevamente hasta el jardín en busca de Kagome, recorrió con la mirada el extenso jardín, sin dar con ella, comenzó a avanzar hasta los cerezos que ya dejaban caer los pétalos de sus flores, intentando encontrarla, no la había visto entrar… ¿dónde se habrá metido?... pensó, y avanzó casi hasta el final del jardín, un rincón algo olvidado al que incluso el jardinero no prestaba demasiada atención, por orden estricta de InuYasha.
Avanzó algunos pasos, hasta que divisó la figura femenina que se movía dentro, recorrió, como no lo hacía desde mucho tiempo atrás, los pequeños adoquines que formaban un camino de unos cuantos metros hasta la entrada a un pequeño jardín acuático, cercado por enredaderas de hiedra. La vio de pie alrededor del pequeño estanque, el lugar estaba muy descuidado, las enredaderas dentro estaban muy crecidas y las ramas se abalanzaban sobre el asiento de madera que se encontraba dentro.
A nadie te
pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre
guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras
de humo
entre las estrellas del sur?
Ah déjame
recordarte cómo eras entonces,
cuando aún no
existías.
-Vamos Kagome… salgamos de este lugar… - pidió con su voz amable, y extendiendo la mano a ella apenas de pie en la entrada, la muchacha volteo.
-Es hermoso este lugar… solo esta algo descuidado… ¿Por qué no le dices a tu jardinero que pode un poco esta hiedra?...- habló con total tranquilidad, sin esperarse la respuesta recibida.
-¡No Kagome, nadie tocará este lugar… ahora obedece y salgamos de aquí…- mantuvo la mirada endurecida sobre ella y la mano firme extendida esperando que la muchacha que acababa de dar un salto por la impresión, la tomara.
Kagome prefirió no discutir, y pasó ante InuYasha sin ni una sola palabra, pensó que podría estar molesto por lo de Senkai, peor consideró que aquel abrupto grito era más de lo que merecía por desobedecer una orden de él o la niñera, avanzó en silencio abrazándose, como si el sol no estuviera calentando, lo escuchaba llamarla, pero ella solo caminaba.
-Kagome… espera Kagome… no me escuchas, espera…- intentaba no alzar la voz nuevamente, no quería tratarla así, pero es que verla en aquel lugar le trajo demasiados recuerdos y no quería vivir de ello, al menos no mientras estuviese con Kagome – espera pequeña…
-¿Pequeña?... ¿pequeña?... – exclamó molesta mientras se giraba - guárdate tus palabras afectuosas, no tienes derecho a tratarme de este modo… si lo que quieres es educar a tu hijo como si viviera dentro de una burbuja, pro mí esta bien… lastima por él que tenga un padre que no lo ame como es debido… - los ojos se le empañaban y sentía que rompería a llorara en cualquier momento, era una llorona lo sabía, pero eso no la hacía menos valiente.
Se acercó a ella sin responder a su acusación, la abrazó con fuerza escuchándola suspirar en su pecho, la pegó a sí sin querer soltarla, ella creía que estaba molesto por Senkai, y ciertamente no era así, ¿cómo decirle que era por Kikyo?... no, no podía hablarle de Kikyo… al menos no ahora…
-Lo siento Kagome… me excedí… lo lamento tanto…- se disculpo besando sus cabellos, frescos como el aroma a los cerezos que los escondían del resto del mundo – no quise gritarte… ayúdame a cuidar de Senkai… - en este momento era mejor que creyera que todo era por el niño… ya pronto, cuando se sintiera preparado, le hablaría de su esposa.
-¿Hablas en serio?...- consultó separando su rostro de la camisa humedecida por sus lagrimas para mirarlo con los ojos enjugados.
-Claro que sí… pero no llores más…- pidió doblando un poco sus rodillas con las manos apresando el rostro de ella, para quedar a la altura de Kagome y sonreírle – anda regálame una sonrisa…
Lo miró a los ojos, mientras que se erguía nuevamente frente a ella, buscando en sus ojos dorados que parecían suplicarle algo, no entendía lo que sucedió, parecía otro InuYasha, incluso más agresivo, y aquello de cierta forma la asustó… pero finalmente accedió y sonrió…¿no podía ser tan malo no?...
-.-.-.-.-.-
Se encontraban abrazados contra la puerta de la oficina, el delantal de Kagome se encontraba sobre el escritorio, mientras que el de InuYasha estaba a medio poner en uno de sus brazos, las manos de él recorrían con fuerza la suave espalda femenina, le encantaba palpar su piel, y aunque los suspiros algo ahogados que liberaba hablaban de querer un poco más, aún no se atrevía a avanzar con las caricias, sentía que si lo hacía se quemaría irremediablemente en el fuego de Kagome, que se colgaba de su cuello, pegando más los cuerpos, tanto que lo dejaba sin aliento, podía sentir la forma de sus senos contra su pecho, y la lengua de ella enredarse con la suya, pasando de una boca a otra.
-Puede entrar alguien pequeña…- suspiro inquieto, y ella ya lo había notado, ya que el muslo femenino hacía suaves tentativas de rozar su erección… y sentía que moriría si esperaba un segundo más.
-Nadie puede entrar… - musitaba ella agitada y con las mejillas arreboladas por la pasión – no mientras estemos tras la puerta… - murmuró buscando besarlo un poco más, y es que aunque deseaba que la acariciara un poco más, no se atrevía a pedirlo, buscaba incitarlo con sus propias caricias que aún eran algo torpes por la inexperiencia.
-Eres increíble…- murmuró sobre los labios de ella que no tardaron en apresarlos, y entonces InuYasha la apretó más contra la puerta quitándole el aire, habían pasado ya algunos días desde que tuvieran aquella discusión, y al menos todo parecía estar nuevamente bien.
-InuYasha…- masculló con el aire golpeándole los labios, antes de que él se apoderara de ellos con algo de violencia, y es que ya estaba perdiendo el control que podía poseer.
Las manos bajo la blusa, pasaron desde su espalda al estomago, la piel igual de tersa lo recibió erizándose ante el roce, las bocas se entregaban plenamente, aprendiéndose los sabores uno del otro, cada vez se hacían más familiares y necesarios los besos, los dedos de InuYasha comenzaron a subir, tocando el borde de la ropa intima, un jadeo ronco se le escapó al notar la forma redondeada que poco más arriba encontraría, el cuello de Kagome fue la siguiente victima y un gemido ahogado salió de ella, los pulgares comenzaron a buscar y se deslizaban desde el centro de el borde bajo de la ropa, hasta los costados, Kagome sentía que la respiración se detenía, esperando a que InuYasha finalmente se decidiera y poder sentir la tibieza de sus manos en sus senos…
-InuYasha amigo ¿estas ahí?...- se escuchó la voz de Miroku, acompañada de un par de golpes suaves en la puerta, el hombre cerró los ojos con fuerza.
-Un momento…- respondió intentando calmar su voz, ya que la excitación lo estaba bloqueando.
Aspiró profundamente y le hizo un gesto a Kagome para que no hiciera ruido, abrió solo un poco la puerta poniendo el delantal blanco como ayuda para cubrir la erección notable que traía.
-Buenas tardes Miroku… ¿en que te puedo ayudar?...- consultó intentando parecer amable.
-¿No me dejarás pasar?...- preguntó su amigo, algo extrañado.
-No, no puedo verás, tengo un sin fin de documentos esparcidos por ahí… - intentó parecer autentico, aunque bien sabía que era muy difícil considerando las circunstancias, y Kagome o estaba ayudando, una suave ráfaga de aire tibio le llegaba justo al oído… era ella, que se paraba en punta de pies y le soplaba.
-Esta bien… me preguntaba si podíamos almorzar hoy… hace mucho que no lo hacemos – interrogó sospechando algo extraño, pero ya tendría tiempo de consultárselo a su amigo si aceptaba su propuesta.
-Dentro de una hora en el "Málaga"… respondió con rapidez luego de consultar su reloj.
-Hecho… nos vemos…- hizo un gesto con la cabeza y se alejó.
InuYasha cerró la puerta y se giró hacía Kagome que ya vestía su delantal, y acomodaba su cabello, la abrazó y buscó besarla.
Ahora, ahora
también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes
hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa
matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca
de ciruela.
-Eres una sinvergüenza…- le susurró, y ella le dio un suave beso en los labios.
-Debo ir con el señor Yakashima, es hora de su medicamento… - lo que era cierto, y aunque no quisiera debía de escabullirse, de otra manera no llegaría a tiempo.
-Oh… esta bien… ve pequeña… pero te advierto que me debes un beso…- dijo con una sonrisa coqueta, que competía palmo a palmo, con la que Kagome ahora le entregaba.
-¿Y por que no mejor la continuación de este?...- preguntó con las mejillas sonrosadas, pero con una voz profundamente sensual…
La vio salir de la oficina, luego de arrojarle un beso desde la puerta, los ojos castaños brillantes de alegría, y no pudo evitar sonreír también… Kagome lo hacía sentir que su corazón vivía… era su terapia, su sanadora quizás…
-Kagome Higurashi…- susurró mientras que se dejaba caer en su sillón tras el escritorio, los ojos dorados soñadores observando el lugar por el que la muchacha se había perdido - … mi pequeña…
Continuará…
Bueno pues, contarles que les he dejado un nuevo parcito de pistas en este capítulo que creo ha tenido de todo un poquitín, por que al paso que iba, nos íbamos a hundir todos en las "arenas de miel movedizas" de este fic… al menos mí me ha gustado, nos estamos acercando cada vez más ¿no lo creen?...
Se les agradecen todos sus reviews, y espero que este capítulo les haya gustado…
Siempre en amor…
Anyara
P.D.: Poesía de Pablo Neruda
