Capítulo XV
Sentimientos
Pero siento tu
hora,
la hora de que mi vida gotee sobre tu alma,
la hora de
las ternuras que no derramé nunca,
la hora de los silencios
que no tienen palabras,
tu hora, alba de sangre que me nutrió
de angustias,
tu hora, medianoche que me fue solitaria.
-¿Me amas InuYasha?...- susurró con la voz delicada y dócil.
-¿Lo dudas?...- le preguntó tomando una de las manos de ella que ahora reposaba sobre su pecho, para besarla con delicadeza, mientras que la otra hurgaba sus desordenados rizos.
-¿Tanto como a tu esposa?…
La pregunta había sido formulada con una herida ternura, ¿acaso Kagome notó su inconstancia?... ¿su turbación?... se acomodó para enfocar mejor sus ojos castaños, y ella los escondió mirando el enlace de las manos, él nunca le hablaba de su esposa y lo poco que Senkai alguna vez le comentó era que no conocía a su madre ni en fotografías, que no las había en la casa, pero InuYasha parecía endurecido y lejano cuando lo conoció, como su tuviera un sufrimiento interno, de seguro por amar tanto a su mujer… no podía evitar sentir celos de lo que él podía conservar en su interior…
-¿Por qué preguntas eso?... – le consultó, tomando su mentón para alzarlo y dejar que la mirada de Kagome que comenzaba a cristalizarse se enfocara en él.
-Déjalo…- negó con un movimiento, escapando de los ojos dorados nuevamente -… son las emociones que se me agolpan en el pecho y me hacen preguntar cosas indebidas.
Un silencio se produjo y Kagome por un momento se sintió incluso estúpida cercada por los brazos de InuYasha, lo único que deseaba era escaparse de él, de los recuerdos que pudo gatillar con su pregunta. El hombre se cuestionaba en si sería el momento de contarle algunas cosas, no quería que ella se alejara de él, estaba dependiendo demasiado del amor de Kagome para sentirse vivo y lo que acababan de compartir se lo confirmaba, jamás había logrado sentirse de ese modo, tan completo tan unificado con alguien, la sintió moverse dentro del abrazo, intentando ponerse de pie.
-¿A dónde vas? – susurró deteniéndola, con el ceño arrugado, no quería esa frialdad, no ese alejamiento luego de algo tan intimo… no como con Kikyo… pensó dolido…
-Al baño…- intentó una sonrisa, un tonto vació se había alojado en ella.
-Esta bien…- murmuró InuYasha tragado con fuerza, vislumbrando la figura femenina que envuelta en un su propia camisa caminaba dejándolo solo, y esa soledad le dolió teniéndola a metros de él.
Kagome cerró la puerta de la blanca habitación, decorada delicadamente con tonos azul cielo, el espejo frente a ella, le mostró la desnudez que se percibía entre la abertura de la camisa de InuYasha que era la prenda que ahora usaba, el cabello algo enmarañado, voluminoso, los ojos cristalizados, y una sensación extraña entre dolor y adormecimiento en su intimidad, solo entonces fue conciente de la humedad que brotaba de ahí, los fluidos iban saliendo lentamente de ella, el aroma a sexo le llegó hasta la nariz, llevándola inevitablemente a la sensación de desesperación que tuvo momentos antes cuando el hombre que ahora yacía solitario en el lecho le había arrancado con caricias ardientes, pero infinitamente amorosas…
-¿Tanto como a tu esposa?...- murmuró muy bajito y de modo sarcástico mientras que se acercaba hasta el espejo ordenando con sus dedos el cabello, obligándolo a tomar algo de forma – que preguntas son esas…- se reprendió volviendo de aquel estado emocional que embarga el alma femenina luego de hacer el amor… recordando que había que morderse un poco la lengua cuando las hormonas están demasiado florecidas…
Salió del cuarto de baño, con el semblante cambiado por la frescura del agua y sus propias conclusiones, enfocando sus ojos en la figura varonil que estaba sentado al borde de la cama, desnudo y con los brazos apoyados en las rodillas. Caminó en silencio sobre la alfombra, inclinando un poco la cabeza, para ver entre los dedos de InuYasha una copa de whiski que debió servirse del pequeño bar adosado a una de las paredes… y de pronto el silencio le dolió en las entrañas, con ese sentimiento de culpabilidad, que pocas veces se equivoca, sabes cuando es tu responsabilidad, aunque el orgullo muchas veces no te permita reconocerlo.
Llénate
de mí.
Ansíame, agótame, viérteme,
sacrifícame.
Pídeme. Recógeme, contiéneme,
ocúltame.
Quiero ser de alguien, quiero ser tuyo, es tu
hora.
Soy el que pasó saltando sobre las cosas,
el
fugante, el doliente.
InuYasha se había servido una copa, inquieto por lo que acababa de suceder, inevitablemente remontándose a las ocasiones en que en su pasado, con una Kikyo desesperada por quitarse bajo la ducha las marcas de su amor, dejando junto a él en la cama solo la soledad y un espacio frío, pero a pesar de ello, no podía dejar de amarla, era tan diferente en todo lo demás, afectuosa, preocupada… jamás fue una mujer convencional, en ocasiones le asustaban cosas que él consideraba tan normales, pero las sombras de pánico que podían surcar su rostro parecían desaparecer tan rápido como llegaban… no le gustaban las iglesias, jamás iba a alguna, ni los museos, le encantaba el bullicio de la noche, los sitios para bailar, ver a las personas despejar sus tensiones en actividades mundanas, el sexo era un tabú, casi un martirio del que lucho por sacarla, sin lograrlo, sintiéndose arrastrado por su amor a ella, a dejar que lo poco que llegaban a compartir fuera solo como Kikyo lo permitía… y ahora se sentía de pronto hundido en algún error que no comprendía, ¿quizás él era el problema?... Kagome lo había dejado abandonado en la misma incertidumbre que lo dejaba Kikyo… reaccionó de pronto de sus conclusiones, cuando sintió el tacto suave de los dedos femeninos en sus hombros y la mejilla de Kagome posarse en la desnudez de su espalda.
-Lo siento… no debí preguntar eso… - le dijo con la voz delicada, besando luego el lugar en el que estuvo su mejilla, aferrando sus brazos al cuerpo de InuYasha.
-Es un poco difícil para mí tocar el tema de Kikyo…- confesó el hombre, con la voz profunda y aún dolida, aunque más tranquilo al saber de vuelta a la muchacha, que abrió los ojos con sorpresa al escuchar por primera vez en labios de InuYasha el nombre de su esposa… "Kikyo"…
-Ya lo hablaremos cuando sea el momento…- habló Kagome, intentando reponer el daño que pudo ocasionar por un capricho mal llevado, se dejó caer recostada, rodeando la figura masculina, quedando con la cabeza al costado derecho de InuYasha y le sonrió cuando él la miró - … me basta con saber que me amas…
La observó ahí tendida, con los rizos en parte cayendo por el borde de la cama, una mano reposando sobre el estómago, y la otra haciendo dibujos sobre su vaso.
-Suelta eso y dame un beso…- le pidió con la voz sensual y suave, mientras que tomaba la copa que él tenía entre sus manos y se apoyaba en uno de sus codos de medio lado para ponerla sobre la alfombra.
-¿Te diste un baño?...- consultó él algo extraviado, no lo había notado, quizás sí, sus pensamientos lo distrajeron cuando ella entro al otro cuarto.
-No…- negó ella sonrojándose, quizás él esperaba que ella lo hiciera, estaba recién conociendo la intimidad de este hombre… habían muchas cosas que se irían averiguando al paso. Lo escuchó exhalar como si se sintiera agradecido.
-Mejor… no quiero que te quites mi amor todavía…- le mencionó mientras que se giraba en su lugar, observando la media luna que Kagome formaba con su cuerpo sobre la cama, el aroma de su sexo llegó directo a su olfato y miró los ojos castaños, dejando que una de sus manos, acariciara el estomago de Kagome, deslizándose con suavidad por el vientre hacía abajo.
-Quiero probarte…- murmuró, humedeciéndose los labios, experimentando una nueva curiosidad por conocer el sabor de la intimidad de Kagome, y sintiendo que su respiración comenzaba a forzarse, necesitaba preguntar… no quería hacer nada que la pudiera bloquear para él, y un ápice de luz le llegó recordando que era solo suya…
-No, no…- pidió sonriéndose avergonzada mientras que retenía con ambas manos la que InuYasha llevaba hasta su intimidad, él notó el brillo sonrosado de sus mejillas y no pudo evitar sentir una inusitada dulzura ante el gesto de ella, y le devolvió la sonrisa, acariciando con su otra mano la mejilla.
-Déjame tocarte solo un poco…- pidió inclinándose sobre ella para alcanzar los labios, humedeciéndolos con la lengua, casi suplicando la autorización, con la punta de los dedos jugando en el vello que alcanzaba a tocar.
-Ay… InuYasha…- gimió con suavidad, moviendo las piernas apretando la mano que él mantenía aún sobre su vientre – es que me asusta un poco… - lo escuchó sonreír entre el beso y le habló.
-Creo que lo peor ya pasó…- sus ojos dorados fulguraron con cierta travesura, podía confiar en él, lo podía percibir, su respiración se agitaba de solo imaginarse nuevamente perdida en la pasión de ese hombre, y comenzó a liberar la mano con lentitud.
Los dedos de InuYasha comenzaron a acariciar el vello, Kagome cerraba los ojos y se movía inquieta, apretaba aún la muñeca masculina que mantenía tomada, con delicadeza las yemas inspeccionaban y la lengua se abría paso por entre sus labios, acariciando los bordes de estos, tal como sus dedos acariciaban las formas de la intimidad femenina, abriéndose paso por la humedad caliente de su boca tocando con su lengua la de ella, así como el tacto de su mano, rozaba con algo más de energía su clítoris, escuchándola gemir y arquearse, afanándose más en la caricia, hasta que lo sintió liberar sus labios, y la mano que ese momento masajeaba con una suave energía una parte de su intimidad le abrió un poco más los muslos, y para cuando Kagome logró enfocarse en el siguiente paso de InuYasha, este se había girado unos centímetros más en su lugar, con una rodilla flextada y reposando sobre la cama, el otro pie aún apoyado en la alfombra, y la boca a punto de rozar su sexo.
-Oh, InuYasha…- suspiró intentando escaparse ayudada de sus tobillos cuando sintió la lengua caliente de él hurgar en su intimidad, pero la mano de el hombre la sostuvo por la cadera, meneando un poco más, y los gemidos comenzaron a escapársele desesperados a medida que el músculo en la boca de InuYasha exploraba, masajeando sus zonas más sensibles, succionando el sabor de aquel lugar, saciando su curiosidad.
Kagome cerraba los ojos con furia desgarradora, con una de las manos aferrada a la colcha, la otra sobre el hombro de InuYasha, abría lo ojos y observaba el blanco techo, la pasión la cegaba, agitando la cabeza, para abrir los ojos y encontrarse luego con la puerta del cuarto de baño a un costado de la cama, los talones arremolinaban con lentitud la cubierta marfil contra uno de los almohadones, cerraba los ojos nuevamente nublada por la desesperación, para girar nuevamente el rostro y abrir los ojos, enfocando la piel masculina esta vez, observando el miembros erecto de InuYasha tocando su estomago, contuvo los deseos de cerrar los ojos, ante una nueva oleada de gozo, para poder observar esa parte de él que no había contemplado antes, solo sentido… la forma en que el tono enrojecido de la carne, esculpía a la perfección las venas, un nuevo jadeo se le escapó al sentir el tacto de InuYasha en su intimidad, ahora no solo su lengua jugaba en ella, sus dedos se hacían participe… se contuvo un poco más, continuando con el análisis de aquella zona que rodeada de un rizado vello oscuro, se alzaba majestuosa a su vista, seguramente caliente al tacto, la mano pálida que se aferraba hasta entonces al hombro masculino, se deslizó con suavidad hasta esa parte de él que había captado su atención, se mordió el labio con deseo, cuando sus dedos delgados saciaron su propia curiosidad al confirmarle la temperatura de aquella erección.
-Oh…pequeña…- susurró casi suplicante, jadeando cuando notó los dedos de Kagome aferrarse a su intimidad, pero nuevamente se hundió en la humedad que ahora se mezclaba con su saliva.
-¿Te agrada?...- consulto ella como una niña descubriendo sensaciones nuevas, con los sentidos dispersos entre sus placeres y los de él.
-Como no tienes idea…- afirmó cerrando los ojos, dejando que su lengua buscara con algo más de imprecisión, al sentirse dividido entre sus sensaciones y las de Kagome.
Posó su mano notoriamente más grande que la de ella, sobre el agarré en que Kagome lo cercaba, mostrándole el movimiento que debía efectuar, liberándola y dedicando caricias ahora a sus senos, cuando ella encontró el ritmo que lo mantenía jadeante y con una locura en alza, la lengua se agitaba con algo más de violencia en sus caricias, arrancándole a Kagome exclamaciones más altas de placer, sintiendo que cada vez que ella gemía más fuerte, la presión de su mano en la erección más llena.
Kagome podía sentir la sangre correr por la carne rígida que apresaba, le costaba cada vez más deslizar la piel como InuYasha le había indicado, el instinto se mostró sabio entonces, y su espalda se curvo, llevando sus labios justo a la cima de aquella piel más suave que la de un bebé, dejó que su lengua la humedeciera, escuchando como InuYasha ahogaba un gemido profundo y ronco en su garganta a tacto de ella, el calor en el vientre femenino ascendía de un modo increíble, Kagome rozó el contorno del lugar en el que centraba sus caricias, mientras que su mano continuaba con su labor de masajear, InuYasha podía sentir como la sangre llenaba de forma dolorosa su erección, a un limite que no sospecho poseer, por un instante dejó su labor en la intimidad de Kagome, para observar lo que ella hacía, enfocándose en los labios rojos de pasión, encerrando poco a poco su carne caliente, pudo ver como la saliva desbordaba de su boca, sin lograr introducir todo su miembro en ella, le estaba entregando un placer diferente y exquisito, por reflejo cerro los ojos, cuando un gemido se le escapó al sentir como volvía a perderse su erección en la humedad de la boca femenina, y los labios de ella acariciaban cada centímetro que momentáneamente tragaba. La lengua de InuYasha se volvió a hundir en la intimidad de Kagome, y ambos se dieron a la tarea de buscar el ardor en el otro, los dientes de ella, rozaban la piel suave del sexo viril, los dedos de él buscaban dentro de las contraídas y calientes paredes de femeninas, palpando su interior, entre jadeos y gemidos.
-No puedo más…- declaró agitado y rendido a lo que Kagome le estaba ocasionando, si no se detenía ya, iba a dejar que su esencia se liberara.
-¿Ya no quieres?...- consultó ella, sintiendo la desesperación en la voz de InuYasha, dejando que sus dedos aún masajearan con algo menos de velocidad a su victima.
-Claro que quiero… pero no así…- extendió su mano a ella – ven acá…- le pidió.
Kagome liberó la carne palpitante, y se giró, gateando casi, hasta alcanzar los labios masculinos aún humedecidos por la labor que efectuaran.
-¿Así que este es mi sabor?...- consultó traviesa, besando un poco más.
-No…- suspiró mientras que la abrazaba y se giraba quedando sobre el cuerpo femenino – mucho mejor que esto… - aseguró, indicándole con las manos que se liberara de la camisa que aún vestía.
Algunos cortos besos se apoderaron del pálido pecho, la boca se posó en los pezones, succionando en ellos, y obligándola a gemir despacio ante el tacto, los vellos de las piernas masculinas y firmas, se rozaron con la piel suave de las suyas, indicándole su posición, pudo notar la tentativa de la carne que antes tuvo en su boca, rozando la entrada a su intimidad, respiró con dificultad esperando el momento de la unión… mansa y entregada… el corazón de InuYasha latía con fuerza en su pecho, la sangre le ardía en las venas y podía sentir que su piel se quemaba al contacto con la de Kagome, le acarició la frente, despejándola del flequillo ya despeinado, y la miró.
-¿Puedo?...- consultó ansioso, conociendo la respuesta, pero de todos modos esperando la aprobación, como si aquello le confirmara el deseo de unión por parte de Kagome.
-Tuya… amor…- susurró sonrojándose por sus propias palabras, nacida simplemente del ardor que InuYasha encendía en ella.
Se hundió en Kagome, apreciando una vez más como su interior se abrazaba a él, sintiéndose pleno ante la unión, aferrándose a ella con fuerza, y empujándose sin la clemencia que la inseguridad de la primera vez le entrego, ahora podía reconocer en el brillo incendiario d la mirada de ella, oculta a intervalos por su parpados, que lo deseaba, tanto como él.
Escondió el rostro en el hombro de Kagome, amparado en sus perfumados rizos azabaches, fundía sus caderas entre las de ella, avivando con energía, jadeando en su oído quitándole el aliento. Kagome sentía como se abrazaba a su piel el calor de la de InuYasha, los golpes que infundía sobre ella eran una exquisita tortura que la llevaba con una velocidad implacable a la cima de aquel placer que ya le había mostrado… sintió que uno de los brazos que la rodeaban, se liberaba, para sostener con fuerza su muslo calzándolo sobre la cadera masculina, sintiendo como el aire abandonaba los pulmones de él entrando en su oído como un gemido agónico de pasión, la sangre le quemaba y la erección de InuYasha se hacía ahora más evidente en ella, sus roces la desesperaban, obligándola a apretar los músculos de su interior, atrapando a su hombre, escuchándolo jadear con más fuerza, la tensión en su vientre se hacía insoportable, y sus caderas se empujaban contra él cuando lo sentía entrar, la presión de su sexo era sofocante, sentía que se iba a desbordar en cualquier momento.
InuYasha perdido en sus desvarió, solo pensaba en las pasiones de su cuerpo, y en todas las suplicas que deseaba darle a Kagome… siénteme… víveme… ámame… aférrame… permanece… no me dejes nunca… y el calor del vientre femenino se liberó como una explosión de lava ardiente, que le quemó hasta las entrañas, perdiéndose sus propios gemidos en los de ella, cuando sintió que su virilidad estallaba, regándose en aquella cárcel de amor, reconociéndola desde ahora como su hogar…
Y que yo
pueda, al fin, correr en fuga loca,
inundando las tierras como un
río terrible,
desatando estos nudos, ah Dios mío,
estos nudos
destrozando,
quemando,
arrasando
como una
lava loca lo que existe,
correr fuera de mí mismo,
perdidamente,
libre de mí, furiosamente libre.
Irme,
Dios
mío,
irme!
-Pequeña… mi pequeña… mi mujer… - la voz casi ida susurró aún sobre el cabello azabache, algunas palabras sueltas que decían con un sentimiento innegable lo que albergaba el alma. Kagome incapaz de responder aún, solo lo aferró más a su cuerpo, y le respondió lo único que perecía completo en su mente…
-Te amo…
Continuara…
Poesía de Pablo Neruda,"Llenáte de mí"… una petición ansiosa según yo veo, apasionada y suplicante… me ha encantado.
El Capítulo, pues bueno creo que se han dado algunas luces con respecto a como InuYasha se relacionaba con su esposa, una relación complicada, incluso triste, creo que como la que tienen los personajes originales de la serie… un detallito, creo que más de alguna, incluida la escritora, extrañamos al InuYasha impetuoso de la serie… paciencia chicas, recuerden que en esta historia el se autocensuro para poder amar a su esposa, para hacer de la relación de ambos algo posible… ya iremos viendo cosillas… aún falta bastante… y ahora ya saciados de amor por el momento… y esperando que el capítulos les haya gustado… besitos
Siempre en amor…
Anyara
