Capítulo XVI

Confesiones

Una figura pequeña se encontraba arrodillada a los pies de un hombre sentado, que con voz profunda y serena, formulaba sus interrogantes, el sitió una sala con un altar de mármol, las luces apenas lograban definir las siluetas.

-¿Estas segura de lo que afirmas?...- consultó el hombre, posando su mano sobre la cabeza de la figura femenina, cubierta con un espeso velo de color negro.

-Sí mi señor… completamente…- aseguró con la voz sumisa, casi temblando como un niño desamparado y a merced del más inclemente frío.

-Necesito pruebas…- insistió el hombre con un tono parejo en sus palabras.

-Las traeré mi señor…

-Entonces ve hija… quizás hemos encontrado nuestra redención…- mencionó con un brillo inquietante en los ojos, que de no ser por la capa que cubría incluso su cabeza, se habría vislumbrado en el lugar.

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Se encontraba InuYasha sentado frente a su escritorio, con un documento en las manos con la cabeza echada hacía atrás en el respaldo de la silla, que se movía con suavidad impulsado con el pie, la mirada dorada fija en el techo del lugar, y los pensamientos puestos aún en lo que había compartido junto a Kagome días antes, le parecía incluso sorprendente el que todavía conservara esa sensación de magia en su interior, y se reía de si mismo a cada momento al notar que la sonrisa en su rostro no se borraba, se sentía como un niño enamorado e ilusionado, detenía a cada momento su trabajo, para volver a evocar alguna caricia o alguna palabra… "te amo"… le había escuchado… ¿o lo imaginó?... que más daba se sentía tan vivo como hacía demasiados años no le sucedía. Un par de golpes en la puerta lo obligaron a regresar de su ensoñación.

-Adelante…- dijo mientras que se acomodaba nuevamente en la silla, poniéndose los lentes para observar el documento que había tenido en las manos durante toda la mañana.

La figura de un hombre algo más bajo de él asomó tras la blanca puerta, el cabello recogido en una pequeña coleta y los ojos azules fulgurando con una travesura que pudo reconocer, su amigo de seguro venía cargado de preguntas… todas a las que había podido rehuir los últimos días… pero ahora parecía acorralado.

-¿Cómo estas amigo?...- consultó acercándose a la silla frente a él…. Definitivamente debería buscar una excusa para salir de ahí.

-Bien gracias Miroku…- respondió con la vista fija aún en el documento frente a él.

-¿Solo bien?... o Muy bien…- continuó preguntando el hombre con la espalda reclinada en la silla, con una postura muy segura y una sonrisa en los labios.

-Bien… ¿y a que viene el sarcasmo?...- respondió con una nueva interrogante, esta vez dejando el expediente sobre el escritorio y apoyando los antebrazos en el mismo, mirando con cierto desafío a su amigo. Este se sonrió más aún y se inclinó sobre el escritorio del mismo modo que InuYasha.

-No es sarcasmo, y bueno, tu buen humor te delata amigo… ¿algo que quieras compartir?...- continuó interrogando, conocía a InuYasha, tantos años ya cerca de diez, y hacía mucho que no lo veía con aquella alegría exteriorizada, tanto que incluso las enfermeras ya estaban especulando sobre lo joven que de pronto parecía, definitivamente algo estaba sucediendo en su vida, y Miroku poseía la leve sospecha de que Kagome tenía mucho que ver.

-Ciertamente estoy de muy buen humor… pero no, nada que deba comentarte – aclaró, le tenía un cariño entrañable a Miroku, él había sido sui compañía más grande en todo este tiempo, luego de lo de Kikyo, a su manera intentaba animarlo, invitaciones a fiestas, lugares para "recrear la vista" como les decía él a los clubes en los que bailan mujeres con poca o nada de ropa, claro que jamás tomó ninguna de sus opciones, no era su estilo.

-Ya veo… solo aclárame una cosa… ¿tiene algo que ver la señorita Higurashi en esto?...- Preguntó tomando nuevamente su postura relajada atrás en la silla. InuYasha sonrió ante la sola mención de Kagome en la conversación.

-Tiene todo que ver…- aseguró, sabiendo que si bien, no iba a entrar en detalles con Miroku, no había nada de malo en que reconociera que Kagome era el motivo de su felicidad.

-Lo sabía…- exclamó victorioso, apoyándose otra vez en el escritorio, con los ojos encendidos - ¿y dime, es apasionada?...

-Miroku…- sonó la voz de InuYasha como una advertencia.

-Esta bien, esta bien… - retrocedió el hombre haciendo un gesto con las manos, recuperando su postura en el asiento – tendré que conformarme con imaginarlo…

-No te atrevas…- le indicó InuYasha alzando la voz, y escuchó a su amigo reír de buena gana.

-Tranquilo amigo… no lo haré…

InuYasha se limitó a darle una mirada casi fulminante, sabía bien que su amigo podía llegar a ser demasiado libidinoso, en ocasiones se preguntaba cómo con sus pacientes se comportaba de tan buena forma, dado el tenor de sus comentarios, pero Miroku se limitaba a decir que no era lo mismo revisar a una mujer profesionalmente, que tenerla entre los brazos con intenciones de amarla…

-¿Y le entregarás su residencia a algún colega?...- consultó Miroku ya con más seriedad.

-No tengo pensado hacerlo, la única disponible para hacerse cargo es Kaguya, y no tengo intenciones de servirle a Kagome en bandeja...- mencionó con un dejo de ironía, alzando una ceja hacía su amigo.

-Me imagino, deberás mantener todo en silencio por algunos meses entonces – aseguró el hombre frente a él.

-Si claro…- respondió InuYasha no demasiado convencido, sabía que mantendría fuera de especulación su relación con Kagome, pero no estaba del todo seguro de que fuera solo por Kaguya.

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Estaba una joven de cabello castaño sentada en la mesa de aquel pequeño restaurante, intentaba moldear algo con una de las servilletas de papel que tenía entre las manos, la pierna cruzada y el pie que se mantenía en alto, se movía con ansiedad.

-Disculpa la tardanza Sango… se me pasó la hora - dijo la muchacha que se sentaba frente a ella, algo azorada por el clima, que se sentía bastante calido ya, el cabello azabache aglomerado en rizos sobre su hombro izquierdo intentando darle algo de aire a su cuello.

-No me sorprende, haz estado muy distraída…- respondió la amiga, observando el menú en sus manos, para luego alzar los ojos hasta la muchacha y notar como las mejillas se le coloreaban más.

-¿Distraída?...- apenas musito, pensando en que había sido tanto su embelezo estos días que hasta Sango podía notarlo.

-Sí…distraída…- la muchacha dejó el menú y ese enfocó en su amiga con insistencia -… dime Kagome ¿tiene algo que ver el doctor Taisho?...- su pregunta era de un tenor casi maternal, aunque no se llevaban por más de un año, Sango se había sentido responsable de su amiga en muchas cosas desde la escuela.

-Un poco…- respondió la muchacha hundiendo sus ojos en el menú que tenía en las manos, sabía que Sango no cesaría hasta que le dijera todo, pero en esta ocasión, a diferencia de otras oportunidades en las que tuvo algún novio, todo, era más que algún beso o caricia un poco más elevada de tono - ya pidamos ¿no crees Sango?... debo volver a la clínica – intentó desesperadamente de cambiar el tema.

-¿Un poco?... vamos Kagome… ¿qué tanto?...- insistió - ¿son novios?

-Mas o menos…- respondió comprendiendo que no tenía mucha esperanza de que su amiga desistiera.

-¿Cómo más o menos?... se es o no novios…- aseguró algo severa, con el rostro endurecido, al notar que su amiga no contestaba - ¿te acostaste con él?...

-¡Sango!...- la encaró molesta, no entendía lo que le sucedía a su amiga, sabía lo protectora que podía ser, pero ahora parecía colérica. Al notar el malestar en los ojos castaños de su Kagome, la muchacha desistió de una respuesta.

-¿Tomaste precauciones?...- le consultó dando como un sí la reacción de su amiga.

-Por supuesto…- fue todo lo que mencionó Kagome.

El almuerzo transcurrió en una afilada cortesía, hablando de temas irrelevantes del trabajo y la familia, Sango tenía un hermano que tenía la misma edad que Souta, el hermano menor de Kagome, que estaría de cumpleaños muy pronto.

-Le haremos una pequeña celebración, Souta estará encantado de que tú y Kohaku estén presentes - comentó la muchacha con alegría, llevándose la taza con café a los labios.

-Lamento mi insistencia Kagome, es solo que me preocupas – eludió la invitación Sango de forma impensada, y es que no podía dejar de darle vueltas en la cabeza el hecho de que Miroku no le había contado mucho sobre InuYasha y su antiguo gran amor, y no se sentía segura.

-Olvídalo Sango, te entiendo, y gracias por la preocupación – intentó suavizar las cosas Kagome, que le tenía un gran afecto a la muchacha que tenía enfrente y sería una lastima terminarla por algo como esto.

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Horas más tarde, casi a punto de anochecer, un vehículo de color platinado se deslizaba con suavidad por las calles en dirección a l templo Higurashi, el conductor, un hombre, de largo cabello oscuro, porte recio, cuyas facciones varoniles se notaban perfectamente definidas bajo la luz fuertemente anaranjada que se marcaba en el horizonte, parecían haberse endulzado desde que lo había conocido, los delgados dedos de la mano izquierda enrollados sobre el volante, mientras que la mano derecha estaba sobre la de su acompañante posada a mitad de su muslo. Kagome intentaba buscar alguna música hermosa para poner en el radio del automóvil, cuando finalmente logró encontrar alguna de su agrado, la dejó sonar a un volumen moderado.

-Kagome me desconcentrarás y chocaremos…- sentenció InuYasha con una sonrisa, cuando tuvo que tomar una curva y posar ambas manos sobre el volante, la muchacha aprovechó aquella instancia para dejar que sus uñas rozaran las tela del pantalón masculino en busca del centro.

-¿De verdad?...- consultó ella, sonrojada, pero decidida a lograr su cometido, InuYasha la observó de forma fugaz y divertida, en el momento en que volvió a sostener la mano de ella con la suya, muy cercana a su ingle, sin desconocer que el roce de las uñas sobre el pantalón comenzaron a despertar su deseo.

-Sí de verdad…- respondió él sin borrar la sonrisa – ¿eres incorregible no?...

-Eso parece…- respondió Kagome sabiendo que estas eran sensaciones que ella misma estaba descubriendo en su interior.

Un silencio se produjo entre ambos, y Kagome no pudo notar que el camino que tomaban no era el que la llevaría de vuelta a casa, de pronto minutos más tarde se encontraba en un mirados en lo alto de un cerro que se alzaba dentro de la ciudad, desde donde se podían vislumbrar hermosamente la caricia de los rayos del sol que moría en torno a las montañas lejanas y las luces de la ciudad comenzaban a darle vida de otro modo a sus calles, entregando un bello paisaje.

-Ahora pequeña, me dirás donde haz aprendido todas esas malas costumbres…- dijo InuYasha girándose en el asiento, para quedar de medio lado hacía Kagome.

-¿Muy malas?...- consultó la muchacha, con un gesto mimado, como una niña a la que acababan de regañar.

-Ciertamente no… me encanta…-respondió el supuesto maestro, empujándose para darle un beso en los labios, besándola con calidez y calma, saboreando su boca, como le gustaba.

Por un momento solo se escuchaba la música suave en el radio y las respiraciones profundas de la pareja que comenzaba a besarse con algo más de apasionamiento, Kagome por un momento se quedó recordando los momentos tan vividos que tuvo junto a él noches atrás, la pregunta que entonces le formuló volvió a su mente, pero sabía que lo mejor sería callarla, tragó con algo de dificultad, sabiendo que InuYasha debió besar y amar a su esposa del mismo modo en que lo hacía ahora con ella, un dolor se formó en su pecho, y las lagrimas le quemaron lo ojos, pero entonces solo deseo besarlo con más fuerza, llegó a la conclusión de que no quería saber como lo besaba Kikyo, o como lo acariciaba, no quería saberlo solo se encargaría de que la amara del modo que jamás amó a nadie…

Yo soy la única, que entró en tu alma

Aunque yo sé que tú haz vivido más emociones

Pero lo mío es un idioma diferente

Yo entré en tu vida para siempre, para siempre

Kagome buscó hurgando con los dedos acariciando la entrepierna de InuYasha que comenzaba a abultarse, él sonrió entre el beso, al notar como Kagome parecía buscar quedar sobre el cuerpo masculino. InuYasha buscó a un costado de su asiento, dejando un espacio mayor entre el volante y su cuerpo, suficiente como para dejar a Kagome, literalmente montarse sobre sus caderas, tiró de ella por la cintura, intentando no romper el beso, y una vez que se encontraba dentro de la cárcel que él mismo había ayudado a crear le susurró sonriente.

-Si nos encuentra así la fuerza pública, deberemos dar largas explicaciones…- el rostro de él parecía visiblemente más joven, era gratificante.

-Sería un escándalo, el doctor Taisho abusando de una residente…- bromeo Kagome, acariciando con suavidad el cabello oscuro de InuYasha que no dejaba de contemplar su rostro.

-Bueno pues alegaré que me sedujiste, y que no pude contenerme…- se defendió él alzándose un poco para besarla con suavidad, para volver luego a su lugar y continuar con la contemplación del rostro femenino, que bajo la escasa luz del lugar se veía hermoso.

-Yo soy puro instinto así que no sé seducir…- respondió Kagome con total franqueza, y era así como se sentía, arrebatada por sus instintos, colmada de una necesidad que complemento que le indicaba como era el amor.

-¿Eso crees?... ¿qué no sabes?... – preguntó, pasando tras la oreja de ella un mechón de cabello, le acarició con el pulgar los labios, y Kagome lo humedeció con su lengua – eres tan exquisita, que desde que te vi te desee… - confesó, sin comprender el peso que esas palabras tendrían en su futuro.

Yo soy la única mujer que te conoce

Aunque yo sé que no es tan fácil conocerte

Pero descalza entre despacio en tus secretos

Para alegrar tus ojos tristes para siempre

Dejó que la recorriera con sus manos, bajo la blusa, la cadera de InuYasha se alzaba bajo ella, simulando la unión sin ropas, los dientes mordían sobre el encaje de la ropa intima, atrapando el pezón que se erectaba ante el contacto, Kagome jadeaba inquieta, e InuYasha la apresaba más contra su rostro cada vez que la escuchaba, deseaba tenerla nuevamente, otra vez como aquella noche, así tan mansa como se le entregaba… las caricias se controlaron con dificultad, y él dejó que su cabeza descansara en su asiento.

-¿Te das cuenta como me pones?...- le preguntó mientras que su mano, masajeaba con delicadeza uno de los senos de ella, aún cubiertos mientras que buscaba la calma de sus sentidos – y dices que no me seduces…

Kagome se dejó caer sobre el pecho semidesnudo de InuYasha y su mejilla descansó sobre la piel en ese lugar, los brazos en los hombros masculinos, el cabello azabache cubriendo su espalda y parte de el cuerpo de él, como si de una manta de tratara.

-Quiero serlo todo para ti… amarte de todos los modos que pueda existir, que no desees nada más que tenerme junto a ti…- confesó con los ojos a punto de derramar las lagrimas acumuladas por la emoción, no podía entender de que modo había llagado a amarlo de ese modo… pero ya no podía contenerlo, y sus temores crecían cada día, temía que él nunca la amara…

-Pequeña…- susurró sobre su cabello besándolo, con una ternura inexplicable, nacida de cada cosa que Kagome decía o hacia, acrecentada por sus últimas palabras -… ya eres muy importante para mí…

Yo soy la única mujer que te conoce,

Aunque yo sé que aún no me amas como te amo

Pero de apoco y despacito vas a quererme

Y vas a amarme para siempre, para siempre

Anhelaba con todas las fuerzas de su corazón un te amo de los labios de él… sus palabras eran gratificantes… hermosas… sus caricias, lo que deseaba más que nada hasta ahora dentro de su mundo, sus besos, algo indispensable para vivir… pero le faltaba un te amo… solo un te amo…

Continuará…

Aquí les dejo un nuevo cap. me salió algo más cortito que los anteriores, pro deben comprender que los lemons siempre son más larguitos… ¿por que no hubo lemon aquí?... pro que no son unas maquinas sexuales, eso va para las que seguro se lo peguntarán, así como habrá a quienes les sobre la explicación, jejjeje… bueno cada cual con su criterio…

La Canción es un tema de Miriam Hernández, una canción muy linda que espero tengan la oportunidad de escuchar "Yo soy la única", creo que así debe sentirse un poco Kagome, los grandes amores de nuestros amores… son algo difícil de sobrellevar, sobre todo cuando sientes que jamás podrás ser mejor… no importa cuantas relaciones hayan habido, con que hubiese una "relevante" basta para comerte la psiquis un montón de tiempo… pero en fin… sigamos adelante…

Muchas gracias por la compañía y por leer… y recuerde que su review es mi sueldo… miren que hay varias que han leído sin pagar…jejeje es bromita…

Siempre en amor…

Anyara