Capítulo XVII

Amantes

Caminaban uno junto al otro, por uno de los parques centrales de la ciudad de Tokio, el parque Asukayama, los cerezos ya estaban perdiendo por completo su floración, dejando bajo sus pies una extensa capa de color rosa. El pequeño Senkai corría entusiasmado unos pasos delante de ellos, Kagome se sentía muy feliz de haber logrado que InuYasha aceptara esta salida, parecía casi un domingo en familia, lo que creo, sin proponérselo, una hermosa ilusión en el corazón de Kagome.

-¿Por qué este parque?...- consultó InuYasha, con ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

-Por tres razones…- mencionó ella dando una fugaz mirada a las manos de InuYasha que no habían enlazado en ningún momento las suyas, parpadeo como intentando no pensar en ello, después de todo le explicó que debía hablar con Senkai primero y explicarle lo de ambos.

-¿Tres?... ¿cuáles?...- preguntó esta vez, enfocándose en los ojos castaños de Kagome que lo observaban con una especie de adoración que por un momento sintió que le dolían dentro, la notaba tan entregada a él, tan inocente dentro de todo, tan limpia y pura que se asustaba… no deseaba dañarla de ningún modo, pero su vida no había sido fácil, nada había sido fácil, ni antes, ni después de que Kikyo muriera, y sentía que algo lo ahogaba cuando intentaba separar lo que sentía por Kagome y lo que sentía por su esposa.

-Una, pues tu jardín esta lleno de cerezos… dos, te encanta el aroma de mi cabello, y lo lavo con esencia de cerezos…- aquello logró sacar una sonrisa de los labios del hombre, una pequeña confesión, algo tan cotidiano como el shampoo que ella utilizaba, y le pareció grandioso saberlo – y tres, pues a mi me encanta este parque…- ahora era Kagome la que sonreía al notar la alegría en InuYasha, y es que no le importaba que él actuara extraño, con una simple sonrisa le bastaba para olvidar sus inquietudes.

Senkai se devolvió hasta ellos, y se puso de pie frente a su padre, con los ojos brillantes de felicidad, sonriendo de un modo que se hacía cada vez más frecuente desde que Kagome estaba con ellos, desde que prácticamente cada tarde pasaba por su casa compartía con el pequeño largos tiempos de juego antes de que InuYasha regresara de sus labores, para luego ir con ella hasta la entrada del templo Higurashi y dejar ahí a su doncella.

-Papá, ¿me das dinero para un helado?...- consultó, y entonces el hombre gallardo y soberbio ante los ojos de su hijo, y ciertamente de muchas de las mujeres que circulaban, creando en Kagome un deseo increíble de ponerle alguna marca que dijera "Propiedad Privada".

-Senkai, y tu garganta, puedes enfermar…- no alcanzó a terminar de explicar su temor a los helados, cuando Kagome ya había tomado de la mano al niño caminando hacia el lugar en el cual obtendrían lo que el pequeño solicitaba – Kagome… - se le escapó un suspiro entre desaprobatorio y conformado quedándose de pie en su sitio.

-Disculpa…- habló una voz a su lado, una mujer de unos treinta años, según se le podía calcular, con el cabello de un castaño casi rojizo, y largas pestañas, se le acercó - ¿sabes en que dirección se encuentra el museo Shibusawa?... – consultó con una sonrisa visiblemente coqueta – verás es que soy nueva en esta ciudad y estoy recién conociéndola.

-No te preocupes…- respondió con cortesía, girándose un poco hacía su derecha, indicando una hermosa arboleda – si caminas en esa dirección, tras los cerezos encontrarás el museo.

-Muchas gracias, espero no haberte importunado... ¿estas solo?... pues si es así ¿podrías acompañarme?...- insistió la mujer, de la que no podías negar su belleza, pero ciertamente InuYasha ya conocía de este tipo de actitudes, en más de alguna oportunidad había tenido que sacarse de encima elegantemente a alguna mujer en las reuniones que hacían en ocasiones el consejo medico.

-Lo lamento…- alcanzó apenas a decir, cuando sintió que alguien se tomaba con seguridad de su brazo, y al mirar se encontró con el rostro suavizado de Kagome, que observaba a la mujer junto a él.

-¿Sucede algo cariño?...- le dijo en un tono demasiado meloso según lo percibió InuYasha, algo extraviado.

-Oh, veo que vienes con tu familia – mencionó la mujer con un dejo de infortunio, lo cierto es que el varón le había encantado apenas lo divisó, y al notar que estaba solo, pensó que tendría una buena oportunidad de tener quizás muy buen sexo.

-Pues sí, viene con su familia…- dijo con una amabilidad demasiado sarcástica Kagome.

La mujer agradeció las referencias y se dio la vuelta para salir de aquel fiasco al que sola se había expuesto. InuYasha en tanto se giró para observar a Kagome que lo había soltado ya, y se enfocaba en el lugar que Senkai había escogido para hacer un alto, casi ignorando al hombre junto a ella.

-Eres terrible…- mencionó con un dejo de diversión y de reproche.

-Tú eres terrible… no puedo dejarte cinco minutos en un espacio publico y ya tienes una amiguita por ahí…- lo reprendió ella girándose con los brazos cruzados sobre el pecho, intentando contenerse de no gritarle algo peor.

-Pues creo que deberás aprender a confiar un poco más en mí pequeña…- dijo con seguridad, mientras que la tomaba del brazo y le dejaba caer un corto, pero profundo beso, que fue como si la hubieran dejado probar lo bien que se sentía la miel en sus labios, para luego arrebatársela.

Lo vio alejarse en dirección a su hijo, mientras que ella se quedaba de pie sintiendo que los labios le quemaban por el beso, y los sentimientos se le aglomeraban en el corazón, ¿quizás él tenía la razón y debía de confiar un poco más?

-.-.-.-.-.-

Estaba InuYasha de pie, apoyado en el escritorio que había en su despacho, la tarde había caído y Senkai se había dormido después del baño que Kosho le diera, luego de que el pequeño quedara cubierto de tierra, en uno de los juegos que Kagome le enseñó. La camisa que vestía estaba desabotonada en los primeros cuatro broches, lo que le permitía a la muchacha que estaba entre sus brazos hurgar con suavidad en su pecho, eran caricias intimas, pero suaves, sin aspavientos, parecía querer decir algo y no atreverse.

-¿Qué sucede pequeña?...- terminó por consultar InuYasha al notar la desconcentración en los besos de Kagome, en ocasiones temía a lo que hubiese en la mente de la muchacha, se sentía intimidado por las preguntas que ella quisiera hacerle y que él ciertamente no estaba seguro de poder contestar.

-Mañana por la noche…- musitó con la voz muy baja, sin quitar la vista del pecho de él, tomando el valor para pedir algo, InuYasha era siempre tan dedicado con ella, podía sentir su afecto, su entrega, pero habían situaciones que la confundían, jamás le tomaba la mano o le daba un beso ante otras personas, ni siquiera ante Sango y Miroku que eran sus amigos y conocían de su relación.

-¿Qué sucede mañana por la noche?...- consultó apresando un poco más la cintura de ella, pegándola a su cuerpo, de un modo más intimo aún, al notar que Kagome se perdía en sus pensamientos, tomando la barbilla de ella para que lo mirara a los ojos.

-Qué le haremos una pequeña celebración a Souta, mi hermano, te he hablado de él…- dice mientras que ve como InuYasha asiente – y como quisiera que conocieras a mi familia, pues me parece un buen momento…- termina de decir ella, algo asustada incluso.

-Oh pequeña…- nombra él, con cariño – verás mañana en la noche hemos quedado con Miroku y un abogado de cenar, tenemos un proyecto juntos él y yo, y este señor nos orientará para poder comenzarlo – se disculpó InuYasha, intentando parecer apesadumbrado.

-Oh…- dice simplemente Kagome perdiendo las esperanzas de poder presentárselo a quienes ella ama.

-Lo siento mucho…- continuó él, besando la frente de la muchacha – te prometo que buscaremos una oportunidad de que me los presentes…- intenta consolarla, notando como la sonrisa comienza a aflorar en los labios rosados y deseados de Kagome.

-Ya habrá oportunidad…- responde ella, buscando los labios de InuYasha, esos besos y esas caricias que él le entrega, que parecían adormecer todos sus temores, sentía que él la amaba cada vez que la tenía entre sus brazos, y al menos así se sentía feliz.

Los dedos pálidos de ella, acariciaban con suavidad el pecho masculino, que comenzaba a agitarse con la premura del beso que Kagome le estaba entregando, InuYasha buscaba en su boca, el sabor que recordaba de ella, sabiendo que moría por tenerla otra vez, las manos subían desde la cintura femenina, por los costados, hasta sus senos, los palpaba sobre la blusa, llevando sus labios hasta el lóbulo de la oreja, succionándolo un poco.

-Muero por sentirte otra vez…- le susurró perdiendo el aliento, y Kagome sintió que la espalda se le erizaba ante sus palabras, una oleada de deseo la embargaba, era tan simple para InuYasha moldearla a su antojo.

Podía sentir los besos húmedos de él bajar por su cuello, las manos buscando bajo la tela, los dedos de ella, se deslizaban con delicadeza por las formas de su pecho, arrancándole suspiros, sentía que la piel se le comenzaba a quemar, y los besos se le estaban haciendo insuficientes. Con ambas manos libero los senos de Kagome de la ropa intima, y se aventuró a beber de ellos, uno a la vez, escuchándola gemir ahogando los sonidos que salían de su boca, para poder aprecia con el tacto de su lengua la suavidad de la piel de los pezones femeninos, y eso terminó por encender su pasión, abultando su pantalón de forma considerable, Kagome volvió a gemir cuando InuYasha se movió dejando que notara sobre su ingle, la erección que poseía, una de las manos de ella se deslizó en esa dirección, rozando con los dedos primero la forma hinchada bajo la tela, para luego oprimirla sin clemencia, escuchando el sonido ronco y perturbado del hombre que le respiró sobre su pecho con fuerza, con un aliento caliente que parecía quemarle, los dedos sobre el pecho varonil, frotaban uno de los pequeños pezones, mientras que la otra, deslizaba la cremallera, Kagome introducía la lengua entre los labios de InuYasha entregándole un beso apasionado, hurgando dentro del calor robándole el aire.

-Pequeña…- susurró apenas, cuando los dedos de Kagome rozaron directamente la piel de su miembro, aún atrapado entre sus ropas.

-Yo quiero… besarlo…- musitó ella, con los ojos entreabiertos observando la expresión de InuYasha, que era algo extraña, entre pasión y arrepentimiento… prefirió omitirla, ¿qué podía suceder?... estaban en su casa, sin riesgo de que alguien poco conveniente los vieras… por un momento sus pensamientos la llevaron a la idea de que parecían amantes ocultándose.

InuYasha ayudó a liberar el cinturón y el botón de su pantalón, lamiendo los labios de Kagome, que parecía concentrada en lo que haría muy pronto, la vio bajar la mirada y enfocar sus ojos castaños llenos de ardor, sobre la carne enrojecida que ahora sostenía en su mano, con el pulgar oprimía lo que parecía una especie de vena en medio de la virilidad de InuYasha, notando como una leve gota cristalizada de liquido salía por el orificio de la extremidad. La vio dejar su posición de pie ante él, para arrodillarse, la punta de la lengua, tocó apenas la gota de liquido, y pareció bebérsela, luego masajeo con la misma lengua el contorno suave de la piel en aquel lugar, InuYasha apoyó ambas manos en el borde de su escritorio, apretándola cuando pudo ver que Kagome, comenzaba a meter dentro de su boca su miembro rígido y caliente, pero a pesar de la temperatura, pudo notar como la humedad dentro de la boca de ella era mucho mayor, luego la succión y cortos jadeos iban dejando su garganta, acompasados con el ritmo con que Kagome movía su boca. Podía sentir como se acumulaba su semilla en aquel lugar lentamente, tomó a la muchacha por los hombros y la elevó a su altura, debía de calmarse, esto se estaba saliendo demasiado de control.

-¿Qué pasa?...- continuó besando ella mientras que preguntaba, esta vez el cuello, para luego pasar a sus labios nuevamente. InuYasha no respondía – ¿por que no me llevas a tu habitación?...- consultó sin ver obstáculo.

InuYasha pareció tensarse, le tomó el rostro entre las manos, notando el apasionamiento en sus ojos, las mejillas arreboladas, los labios rojos por los besos, los pezones erectos contra su pecho, la mano femenina sosteniendo aún su virilidad. Era tan difícil resistirse…

-Tengo tantos deseos de hacerte el amor…- suspiró con ansias, si pudiera verse, notaría el fuego que Kagome veía en la intensidad de sus ojos dorados, la respiración agitada subiendo y bajando en su pecho.

-Hazlo…- se derretía en sus brazos, sus palabras, sus roces, el calor de su piel, y de su aliento tocándole los labios, la tenían al borde del delirio.

-Amor… calmémonos un poco…- pidió retirando con suavidad y bastante pesar la mano de Kagome de su pecho, intentando contener sus deseos, buscando respirar con más tranquilidad, tomó los dedos enlazados de ella, y los beso – mañana debemos estar temprano en la clínica, recuerda iras conmigo a la facultad de medicina… - mencionó, sabiendo que con ello lograría que Kagome se tranquilizara un poco.

-Es que yo quiero…- se quejó ella, rozando su cuerpo en todos los sitios posibles con InuYasha en un movimiento sensual y exquisito según pudo apreciar él.

-Oh… pequeña… no me lo hagas más difícil – pedía mientras que rozaba sus labios con los de ella, casi a punto de ceder ante los encantos que tenía esta muchacha – te prometo que no lo aplazaremos demasiado…- susurró con las mismas ansias que ella.

-Esta bien… - dijo finalmente azorada como se encontraba, respirando profundamente, con la voz caprichosa, como solía hacerlo con InuYasha.

-Eres una mimada…- la acusó él con una sonrisa suave y cargada de ternura, mientras que le acomodaba la ropa bajo la blusa – pero me encanta… - le dijo junto al oído en el momento en que sus manos cerraban el broche de la ropa intima.

Notó como Kagome deslizaba sus manos hasta la cremallera de su pantalón intentando ayudarlo al igual que lo hizo él y de ese modo quedar nuevamente en las condiciones en las que estaban anteriormente, pero una mano de InuYasha la detuvo, y los labios de él curvaron una sonrisa posados sobre los de ella.

-Deja que lo haga yo pequeña… no me incites más…- sonó casi suplicante y Kagome lo rodeo con sus brazos por el cuello, en una actitud más traviesa y afectuosa.

-Solo por esta vez…- advirtió, intentando darle entender que no perdonaría un nuevo aplazamiento.

-.-.-.-.-.-

La mañana siguiente llegó con un sol radiante, los días estaban cada vez más estables en su clima, y la naturaleza vivía alrededor de un modo que nos recuerda el renacimiento de todo. InuYasha caminaba hasta el punto de encuentro con Kagome, debían de presentarse en la clínica por una cuestión burocrática antes de partir a la facultad de medicina de la universidad de Tokio lugar en el que él estaría impartiendo un seminario por tres días. La divisó a la distancia en uno de los asientos del pequeño parque que había en el lugar, el mismo en el que vio por primera vez a Kagome, acompañada de un varón bastante alto, que llevaba puesto un delantal blanco como muchos de quienes trabajaban en el lugar, a primera vista no lo reconoció, pero al parecer él si conocía bastante a la muchacha, ya que ella sonreía con alegría. Avanzó los pasos con cautela y seguridad, algo en su estomago se contraía a cada instante, ¿Por qué Kagome reía así con ese extraño?... y de pronto notó como el hombre le entregaba un papel doblado en algunas partes, ella lo leyó y se acercó al él besando su mejilla, guardando el objeto en su bolsillo, para entonces los celos estaban a punto de hacer hervir sus sienes.

-Buenos días… ¿interrumpo?...- saludó y consultó con cortesía, pero Kagome al notar el modo en que apretaba su mandíbula pudo saber que algo sucedía.

Continuará…

Bueno pues… no todo puede ser miel sobre hojuelas, extraña relación la que tienen InuYasha y Kagome, como que ella quiere incorporarlo a su vida de un modo completo, pero él aún no tiene muy claro el lugar que desea darle a Kagome, sé que el hombre no es malo, ciertamente esta confuso, sabe que la ama, pero creo que no se da ni cuenta de las trabas que le esta poniendo a la relación de ambos… moraleja chicas, jamás se unan a un viudo que no ha sanado sus heridas… puff…

Besitos y muchas gracias por la compañía y a las que han pagado sus deudas con respecto a mi sueldo… bueno debo decir que hay algunas a las que todavía les mantengo el crédito abierto y sin limite… son las regalonas que no faltan…y ellas saben cuales son…

Siempre en amor…

Anyara