Capítulo XVIII
En las garras del amor
Kagome se sintió intimidada ante la mirada que InuYasha tenía, había visto diferentes matices en sus ojos dorados, pero el que podía distinguir en este momento, era casi escalofriante.
-Buenos días InuYasha…- saludó ella intentando no parecer demasiado tensa, después de todo no había hecho nada malo, ¿Por qué la mirada de él la hacía sentir como una criminal?... – te presento a Suikotsu Shichinintai.
InuYasha reaccionó de inmediato al nombre que ella mencionó, enfocando sus ojos en el joven junto a él, ahora lo recordaba, había visto su fotografía en los expedientes para residente, notó la mano que le era extendida y una sonrisa amable se marcaba en el rostro.
-Un gustó doctor Taisho, he escuchado hablar mucho de usted – dijo con franca admiración, esperando la respuesta a su saludo.
Extendió su mano, más por inercia que por otra cosa, sintiendo una ira aún mas grande al reconocer el apellido del hombre frente a él, cerro sus dedos alrededor de la mano, con fuerza, lo que Suikotsu pudo notar.
-¿Por casualidad eres familiar de Bankotzu Shichinintai?...- consultó con la voz ronca y endurecida, algo que Kagome no conocía de él, temerosa de la mirada desafiante que le estaba dejando caer InuYasha a su amigo, y sin llegar a comprender por que.
-Sí, es mi hermano mayor…- respondió algo incomodo, retirando su mano del fuerte agarre - ¿lo conoce usted?... – consultó algo inquieto ante la profunda y algo sombría mirada dorada.
-Algo así… ¿y en que especialidad finalmente quedaste?...- intentó InuYasha cambiar el tema.
-Suikotsu esta en cardiología pediátrica… - mencionó Kagome al notar la tensión en el aire.
-Ya veo…- dijo sin abandonar el tono molesto en su voz - ¿entonces se conocen de la universidad?... – consultó, pareciendo un padre sobre protector, con la mandíbula aún endurecida y su mente urdiendo ideas.
-Sí, desde el primer año de medicina…- respondió Suikotsu, y entonces InuYasha recordó algo que Kagome había compartido con él en una de sus primeras conversaciones, cuando le mencionó que un hermano mayor de uno de sus compañeros intentaba enamorarla.
-¿No serás el hermano menor del pretendiente de Kagome?... – consultó sin abandonar la rudeza de sus palabras, escuchando el reproche de la muchacha a su lado.
-¡InuYasha!...- exclamó sin saber si sentirse ofendida por la falta de tino que de pronto pareció atacar a InuYasha, o estar feliz de que él sintiera celos de ella, en tanto Suikotsu, no ayudaba demasiado, riendo ante la pregunta.
-Pues debo confesar que sí, Bankotzu insistió muchísimo para conseguir al menos una salida con Kagome, pero mi amiga querida entonces era bastante más tímida que ahora… - respondió con cierto grado de sarcasmo, el modo en que el hombre frente a él hablaba de su hermano, no le gustaba en lo más mínimo.
-Oh… ¿debo pensar que haz dejado tú timidez entonces?...- la encaró con los ojos fulgurantes, la voz profunda y firme.
Esto era una soberana estupidez, pensó Kagome, después de que InuYasha parecía tan preocupado por no poner en evidencia en la clínica su relación, estaba a punto de armar un escándalo en ese lugar… lo tomó por el brazo.
-Vamos InuYasha, se nos hace tarde para el seminario…- dijo, tirando de él y sonriendo con suavidad a Suikotsu – muchas gracias… - hizo un gesto la muchacha que le fue devuelto por su amigo.
Kagome avanzó los pasos soltando a su acompañante, se sentía tan extraña, molesta y alegre, dos emociones encontradas, mientras llegaban al automóvil del hombre que le habló antes de abrirlo, uno a cada lado.
-¿Qué fue lo que te entregó?...- consultó con el tono severo, sin aplacarse.
-¿Qué cosa?...- preguntó ella con el ceño fruncido, sin comprender.
-¿Alguna cartita romántica de un antiguo pretendiente?... o quizás no tan antiguo… - mencionó con un filo en la lengua que Kagome no le conocía, ¿qué estaba pasando?... ¿dónde estaba el InuYasha que ella conocía?... ese que no habría mostrado celos… por cortesía…
-Qué te esta pasando InuYasha?...- preguntó directamente.
La observó con la ira acumulada en sus facciones, y es que el solo hecho de imaginar que Kagome estuviese recibiendo mensajes de algún casi novio lo enfadaba de un modo difícil de controlar, pero el saber que ese hombre era Bankotzu, lo convertía en algo simplemente insoportable. Respiró profundamente pasando una mano por su cabello oscuro, entrando los dedos por las sienes, mirando a la distancia, luego se volvió a enfocar en ella, y los ojos dorados contenía el fuego que antes les vio.
-Sube Kagome… olvidemos este incidente…- pidió escuchando la objeción de ella, sin considerarla, se acomodó en el asiento del conducto, y suspiró al encender el vehículo.
Kagome se subió mordiendo su lengua ante el suceso, demasiado molesta como para decir algo en realidad, pues sus palabras exactas serían un"vete al diablo"… y es que no comprendía el cambio de actitud tan de improviso, fue como si de pronto InuYasha hubiese dejado escapar algo que mantenía oculto de todo el mundo, para enmascararlo nuevamente en aquella afable cortesía que era uno de sus atractivos, pero que podía ser la cosa más exasperante dadas las circunstancias.
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El seminario fui impartido sin el menos inconveniente, el verlo ahí con una manos dentro del bolsillo de su pantalón negro, un sweater de hilo con cuello polo de igual color, el cabello brillante y dócil cayendo por su espalda, dejando que un mechón cayera por sobre su hombro, los lentes que acentuaban su rostro varonil, le pareció ser nuevamente la alumna enamorada del maestro, apoyando su rostro en una de sus manos embelesada, como hace tiempo, y de pronto los ojos dorados se posaron en ella, y esta vez si estuvo segura de que la había visto, una suave sonrisa se dibujo en sus labios, antes de dirigirse al resto del publico otra vez, y aquello resultó ser un eficaz bálsamo para su molestia, sabía que habían discutido, pero ya no había rastros de malestar en ella… y es que simplemente no podía estar enojada con él…
Horas más tarde, de vuelta en la clínica, InuYasha había debido solucionar algunos pendientes administrativos de esos que no le gustaba atender, pero era indispensable que algunos presupuestos sobre nuevo material médico para el departamento de cardiología fuesen aprobados. El trámite no les tomó demasiado tiempo, y se encontraban frente al ascensor, que parecía tardar más de lo debido, InuYasha se mantenía de pie a un costado de Kagome, mirándola de perfil sin pestañear casi.
-¿Qué es lo que miras tanto?...- lo enfrentó ella con cierta dulzura, dándole una fugaz mirada, notando que él sonreía de forma leve.
-Solo te contemplo…- confeso, esta vez con ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón, el sweater de hilo caía con gracia insinuando algunas partes de su pecho que si bien no era un fornido cuerpo, era muy atlético y perfecto para el tacto, eso Kagome lo sabía de sobra.
-Me contemplas…- repitió ella sin mirarlo.
-Sí…- respondió inclinándose un poco más ceca del oído femenino, con una voz profunda y provocativa.
-¿Y que ves?...- lo desafió con la mirada.
-Una chica encantadoramente sensual…- aseguró con el mismo tono, Kagome le dio una mirada rápida al pasillo, era la hora del descanso de la mayoría en el piso, veinte minutos que en horas de la tarde les permitían tomarse un café o un refresco.
-¿Tanto como para cometer una locura con ella?...- le pregunto mordiendo su labio como un gesto provocativo, demasiado provocativo pensó InuYasha, sintiendo que las manos le picaban dentro de los bolsillo, por asirla de la cintura y estrujarla contra sí.
-Eso seguro…- dijo, y notó como ella camina pasando por su costado, pasando una mano extendida por sobre su pecho.
-Entonces, ven conmigo…- le ordenó, y el tono que había en su voz, no le permitió negarse, no le permitió prácticamente razones de adonde lo llevaba
Sin sabe como, se encontraba en las escaleras, un lugar prácticamente desocupado dentro del edificio, no sabía de alguien que lo usara a no ser que el ascensor estuviese descompuesto. Las manos de Kagome acariciaban las formas de su pecho bajo el delgado sweater de hilo negro, los dedos pálidos ahora perdidos bajo la tela, rozaban con avidez los pezones pequeños.
-Me encanta…- le susurra InuYasha al oído, erizándole la piel, mientras que la presionaba con fuerza contra la pared en uno de los descansos.
-¿Qué te gusta?...- jugaba ella con las palabras, buscando arrancarle confesiones febriles - ¿esto?... preguntaba mientras que apresaba entre sus dedos el pezón erguido, escuchándolo gemir por lo bajo - ¿o esto?... – movía su cadera acariciando con el gesto el bulto bajo el pantalón, cada vez más evidente, y un nuevo gemido se le escapaba.
-No juegues conmigo pequeña…- pegando su boca a la de ella y mordiéndole el labio – que yo también sé jugar…- le advirtió, posando ambas manos en las caderas de ella, friccionando su cuerpo contra el de ella, ejerciendo presión en su pecho en los senos femeninos, y la fuerza de uno de sus fuertes muslos le oprimía en la entrepierna.
Por un momento sintió que una oleada de calor le quitaba los sentidos, parecía que no oía, ni veía, ni siquiera recordaba si estaba respirando, pero es que la forma en que él la tomaba, la debilitaba hasta convertirla en un apresa indefensa de sus caricias y sus besos, de su lengua cliente que hurgaba en su cuello, y las manos suaves y de largos dedos que buscaban apresar sus muslos desnudos bajo el vestido, que dejaba notar la erección de sus pezones, sintió que los dientes de InuYasha tiraban de uno de ello, con cuidada violencia y un gemido contenido se le escapó.
-¿Salgamos de aquí?... quiero hacerte el amor…- le susurró, mordiendo con suavidad su cuello.
Que peligroso amor, es tu amor para mí
Que peligroso es, que dulce a la vez
Que me siento segura, pero llena de dudas,
Que me agranda la vida, y me alarga el silencio
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La tarde caía en el horizonte, apenas se filtraban algunos rayos por el amplio ventanal de aquella habitación, el aire estaba agradable, dos copas se alzaban sobre una mesita lateral, los delgados dedos, se aferraban con fuerza de la madera labrada que se erguía en la parte alta de la cama, el movimiento era rítmico y acelerado, los gemidos llenaban el aire de un modo casi escalofriante, el cabello azabache de Kagome, estaba siendo movido por una de las manos de InuYasha dejando libre una parte de su cuello, mientras que la otra se abrazaba a su vientre, desde su espalda, el cabello oscuro de él, caía algo humedecido por el sudor, por u espalda, dejando al descubierto sus nalgas, y el movimiento de estas al entrar en su pareja, ambos arrodillados sobre la cubierta de seda marfil.
-¿Dime si te gusta?...- le susurraba InuYasha en el oído recién liberado, lamiendo luego de sus palabras, acentuando la sensación de erizar su piel, pero Kagome no respondía, solo jadeaba desesperada ante las embestidas que estaba recibiendo -… anda pequeña dime… - suplicaba, mientras que ella dejaba caer una de la manos en la cama para apoyarse desde dos puntos diferentes, sintiendo que las caderas se le resentían ante los golpes cada vez más violentos que él le estaba propinando, pero sin desear detenerlo.
-Oh…sí… - musitaba apenas, con los labios algo secos por los jadeos, tomando con la mano que quedaba sobre la cubierta de la cama en la cabeza de InuYasha enlazando sus dedos en el cabello, sintiendo la humedad en las yemas buscando besarlo, y él la ayudó, deteniendo un poco el ritmo de sus movimientos, para tomar los labios de ella, al notarlos secos, extendió su mano, sin abandonar la posición que compartían, y bebió algo de la fría bebida de ella, y unió sus labios a los de su amada, traspasándole el líquido, lamiéndolos luego, besando con suavidad, mientras que esta vez, con más fuerza, continuaba con su labor.
-Me encantas...- le susurró sobre la nuca, en el momento en que la abrazaba con fervor, como deseando adherir su piel caliente a la de ella, inclinándose un poco más sobre la cama, para permitirse una mejor entrada en su intimidad, eran placeres desconocidos y únicos, el modo en que los cuerpos se complementaban, haciendo de cada acto un momento de entrega, no importando la forma, solo la cercanía, la búsqueda de la unificación, de compartir un deseo.
Que peligroso amor, es tu amor para mí
Me ha devuelto las ganas de vivir y de amar
Pero estoy condenada a tenerte y perderte
Se me ha vuelto un abismo mi vida por ti
Kagome sentía como se apoderaba de cada célula de su cuerpo, el modo soez y exquisito con que la estaba poseyendo, y a cada nueva embestida que la acercaba a la culminación, su mente repetía infinidad de "te amos"… y suplicaba a su vez, por solo uno salido de los labios de él, el ardor del momento no anulaba su deseo de ser amada, su cuerpo lo estaba experimentando, por la forma en que la tocaba, como comenzaba a llevarla poco a poco, hasta compartir la locura de la que ahora eran participes, pero su boca jamás lo decía y aquello era una confirmación que se le estaba haciendo cada vez más dolorosamente necesaria.
Podía sentirla tensarse, pero no era la tensión que producían los espasmos de un orgasmo, era una tensión emocional, algo le sucedía, podía sentirlo, beso su espalda, notando como la piel se erizaba, su momento estaba cada vez más próximo, pero deseaba compartirlo con ella, que pudiera sentir el modo enloquecido en que lo tenía, quería mostrarle las cosas que había despertado en él, ella, solo ella… se empujó con más fuerza, y más profundamente, esperando que el placer la trajera de vuelta, se inclinó sobre su hombro.
-Siénteme pequeña… ven conmigo…- le suplicó, refiriéndose a la culminación de la unión que experimentaban.
Oprimió su palma llena sobre el vientre de Kagome, alzándola levemente, acentuando las sensaciones de ella, que dejaba caer su cabeza hacía adelante, gimiendo cada vez más desesperada, la otra mano, se sostenía cruzada sobre el pecho de ella, asiendo uno de sus senos, la espalda caliente de Kagome, pegada a su pecho, y sus movimientos acompasados nuevamente, la intimidad de ella reclamando por medio de apretones inclementes sobre su carne afiebrada y palpitante, llena de su semilla, a punto de desbordarse, respirando con dificultad, intentando extender el momento lo más posible, esperando por ella, para derramarse, deseaba sentirla retorcerse de placer entre su brazos, que todo en ella le indicara que había sentido el placer más pleno que jamás conocería… era suya… la quería feliz…
-Viene… viene…- murmuraba apenas, y sentía como InuYasha se esmeraba aún más en mantener el ritmo ante sus palabras, uno de sus brazos intentaba sostenerla apoyado en la cama, mientras que el otro se mantenía firme en la mano de él que le sostenía el vientre que le quemaba anunciándole su explosión… en este momento el amor… era esto, no había espacio para palabras… ya luego…
-Pequeña…pequeña…- le susurraba apenas, cuando comenzó a sentir la rigidez por segundos previa al liquido caliente que ella derramaba ahora sobre su erección, el cuerpo de Kagome parecía caer y convulsionar sin control, él mismo sentía que su autocontrol se despedazaba al sentirla así, gimiendo ahogad de placer, desplacer que él le estaba brindando y eso le entregaba una sensación increíble de pertenencia – oh… pequeña… ohhh…- se inclinó sobre su nuca y gruñó casi las palabras al sentir como su semilla contenida, se esparcía dentro de ella, empujándose profundamente, pero ya sin fuerzas, siendo recién conciente de los latidos acelerados de su corazón.
Que peligroso amor, es tu amor para mí
Ya no quiero jugar, no es un juego el amor
Mariposa insegura, ya no puedo volar,
Por que boy a perder, y tu vas a ganar.
Se dejaron caer aún abrazados, con las piernas entrelazadas, para evitar que la unión de sus sexos se disolviera aún, InuYasha disfrutaba de todo aquello, del modo en que compartían hasta el contacto más mínimo sin repulsiones, aceptándose de ese modo tan completo, se sentía finalmente unido a alguien. Le ordenó un poco el cabello a Kagome, que recobraba poco a poco el aliento, al igual que él, liberó su cuello y la besó con suavidad, con esa clama que te entrega el colapso vivido.
-Mi pequeña…- le escuchó murmurar, y el tono que utilizaba le hablaba de un sentimiento profundo… ¿Por qué necesitaba tanto de un te amo?...
-Eres maravilloso… - le dijo, intentando mirarlo a los ojos, sin girarse por completo.
-¿A sí?...- le preguntó coqueto, con un gesto algo arrogante, que ella no le había visto antes, pero que le hizo mucha gracia.
-No solo por esto…- aclaró riendo - … eres maravillosos de aquí…- aseguró, posando su mano en el pecho masculino, más marcado en este momento por el abrazo en que la mantenía.
Aquello dejó a InuYasha sin palabras, le besó los labios con ternura y cerrando los ojos, sintiendo la amargura de una lagrima quemándole la garganta… era la emoción… era Kagome que le había entregado un sentimiento que aún le costaba reconocer… intentaba ser prudente, solo prudente…
-Descansa pequeña…- le susurró escondiendo el rostro en el cabello de ella, aferrándola más en el abrazo.
Kagome se quedó en silencio, comprendiendo que necesitaban descansar, la intensidad de lo que habían compartido aún le mantenía la musculatura lánguida, un poco de sueño no les haría mal. Comenzó a escuchar le respiración de InuYasha acompasada y calma, su aliento le acariciaba el hombro y pudo comprobar que dormía abrazado a ella. Observó el lugar, las altas cortinas de la habitación en la que estaban, la puerta blanca que le indicaba el baño, el decorado del lugar en tonos marfiles y marrones intensos, sentía que necesitaban su lugar, su nido, un espacio solo de ambos, en donde se conservaran sus momentos, como un tesoro, suspiró al comprender que a pesar de lo calido de los momentos compartidos, estos quedaban en una simple habitación de hotel, una a la que probablemente no volverían a utilizar, quizás otra…
-Siempre en un hotel… - musitó, casi inaudible.
Continuará…
Ufff f ff ff… y yo que pensé que sería algo suavecito no más para que se entendieran sus andanzas… uff, se prendió la cosa, y bueno pues a ellos les gusta estar juntos según yo logró apreciarlo.
Ahora creo que cada capítulo dice algo, ya vieron que hay alguien que aún no aparece, pero que significa mucho en la vida de InuYasha, ahora que es… no se sabe aún, con respecto a los celos de mi amado InuYasha, él dejó ver por un momento un estado impulsivo que Kagome no le conocía, se diluyó un poco en el paso del día, pero no será la única vez que ella vea esas reacciones en InuYasha… ufff… el lemon, pues… aún me tiene asorochada, jejejeje… me encanta el lemon…
Besitos y gracias por leer y por cancelar sus deudas…
Siempre en amor…
Anyara
P.D.: La canción "Peligroso amor" de Miriam Hernández, quería expresar la sensación de un amor que te lleva al límite… y sí… soy chilena
