Capítulo XIX
Melancolía
Estaban sentados en una banqueta, solo algunos centímetros los separaban, InuYasha mantenía su brazo izquierdo apoyado y extendido en el asiento, y aunque no hubiera roces entre ellos, la actitud demostraba pertenencia, Senkai admiraba a un gran oso panda que perezoso se giraba sobre su espalda de un lado a otro, jugando con su cachorro. Habían tenido una nueva salida "en familia", como a Kagome le gustaba pensar, llegar a querer a ese pedacito de InuYasha que era el niño, no era nada difícil, como todos los pequeños tenía algunos momentos de berrinches y solo había que convencerlo para que cediera y continuara siendo el amor de niño que ella mencionaba a su amado.
-¿Cómo te sentiste cuando supiste que Senkai nacería?...- consultó algo temerosa, necesitaba saber cosas de la vida de InuYasha, pero al parecer él no las diría si ella no buscaba el modo, intentaba ser lo más cautelosa posible, pero aún así le asustaba de cierta forma preguntar.
-Feliz…- respondió con sinceridad – esperé mucho por él.
-¿Es decir lo buscaron, no llegó de improviso?...- su voz sonaba tímida, no quería que InuYasha se sintiera acosado, lo escuchó reír, pero por algún motivo la sonrisa parecía irónica.
-Fue… digamos de mutuo acuerdo…- sabía que Kagome tenía derecho a saber cosas de su vida junto a su esposa, pero mucho de lo que el amor que esta misma muchacha le estaba entregando, lo estaban haciendo ver las carencias que tenía junto a Kikyo, y no se sentía aún preparado para confesar todo aquello.
-Oh… ya veo…- dijo ella simplemente, sin animarse a hacer ninguna pregunta más, le dolía, sabía bien que no estaba en derecho de reclamar nada concerniente a la relación que InuYasha tuvo con su esposa, después de todo él la había amado, pero aunque su razón le hablara, el alma le dolía… y su hijo… había sido deseado…InuYasha la miró, al notar el desgano en el comentario.
-¿Sucede algo?...- consultó, estudiando sus facciones que por un momento le parecieron entristecidas, las manos de Kagome unidas sobre las piernas y la mirada fija en el niño que se aproximaba.
-No… solo pensaba en tu respuesta – indicó ella extendiendo los brazos para recibir a Senkai que se abalanzaba.
Bella, como en
la piedra fresca
del manantial, el agua
abre un ancho relámpago
de espuma,
así es la sonrisa en tu rostro, bella.
Bella, No hay
nada como tus caderas,
tal vez la tierra tiene en algún
sitio oculto
la curva y el aroma de tu cuerpo,
tal vez en algún
sitio, bella.
InuYasha los observó a ambos, sintiendo un regocijo desconocido hasta entonces, al ver a Kagome y Senkai tan unidos, muchas veces tuvo en su retina la imagen de Kikyo abrazando al hijo de ambos, siempre era una sensación triste, melancólica, algo que jamás sería, y ahora al ver al niño en los brazos de su pequeña, sentía que el corazón se le reconfortaba… sin encontrar la nostalgia por lo que no fue, reemplazándola por la dicha de lo que podría ser…
-.-.-.-.-.-.-
Kagome se encontraba en la habitación quinientos once, el señor Yakashima estaba junto a su esposa y dos de sus hijos, que casi sin necesidad de ayudarlo se lo llevaban a casa, las sonrisas de todos incluidas la muchacha que había dedicado largas horas de su residencia al cuidado de este, su primer paciente. Kagome se limitaba a admirar el modo en que la familia se comunicaba, era algo gratificante sentir que habías participado de algo como eso.
-Buenos días pequeña…- un susurró llegó hasta su oído y se giró para observar los ojos dorados que la miraban con una tranquilidad que la reconfortó.
-Buenos días cariño… - dijo ella sin pensarlo demasiado, mirando a su alrededor luego, asustada de que alguien la hubiese escuchado.
-Tranquila, nadie te ha oído… además ¿qué importa no?...- la tranquilizó sin mirarla siquiera, observando la escena protagonizada por la familia Yakashima.
Kagome se quedó por unos momentos intentando adivinar la expresión que InuYasha con esa estatura que le entregaba una gallarda figura, erguido y seguro, tenía, los labios curvaban una sonrisa de suave arrogancia, solo le faltaba poner una mano sobre su hombro para indicar una pertenencia, al menos eso fue lo que Kagome sintió… y le agradó…
-¿Cenamos esta noche?...- consultó aún visualizando a las personas que estaban a metros d ellos.
-¿Hoy?... lo siento InuYasha...- se disculpó y entonces los sentidos completos del hombre se enfocaron en ella – Sango me invitó a cenar, es que hace mucho que no nos vemos…- algo en el modo en que InuYasha la miraba, la intimidaba.
-¿Te irás sola a casa luego?...- intentaba parecer sereno, no deseaba que Kagome notara como sus celos iban en crecimiento.
-Bueno… sí… me pido un taxi…- aseguro con poca determinación, ya que aunque InuYasha intentaba ocultar su malestar ella podía notarlo a la perfección.
La conversación quedó en esas palabras, nada más fue dicho, despidieron al paciente que ambos había curado, lo que de alguna manera unía más sus vínculos, y el resto del día pasó sin mayores desavenencias, pero Kagome podía notar en lo poco que InuYasha hablaba, y en su corteses respuestas, que algo lo inquietaba. Cuando la dejó en su casa, luego de un almuerzo simple en aquel lugar cercano a la clínica, donde solían hacerlo, InuYasha la retenía entre sus brazos, dándole suaves besos para despedirse de ella, ya no la vería hasta el día siguiente y de alguna manera esa cena que tenía esta noche lo hacía sentir inseguro, temeroso de no tenerla más.
-Esta cena de hoy, ¿no tiene nada que ver con la nota que te entregara Suikotsu Shichinintai?...- consultó con la voz profunda, intentando mantener una calma difícil en este momento.
-Pensé que eso había quedado olvidado…- reprochó ella, con la manos apoyadas en el pecho, la sombra de un gran árbol los guarecía del calor de aquel día.
-No puede quedar olvidado, aún no me dices lo que era esa nota… ¿Bankotzu Shichinintai te cortejaba?...- consultó algo exasperado, retirando las manos desde la cintura de Kagome, para posarla sobre sus hombros y mirarla profundamente a los ojos.
-Sí, algo así…- respondió arrugando el ceño, no entendía por que InuYasha reaccionaba así frente a Bankotzu.
-¿Y lo sigues viendo?...- consultó, elevando el tono.
-Algo así… - dijo, sin saber como mencionarle a InuYasha las veces que se habían reunido, todas las visitas de un tenor completamente profesional.
-¡Oh, maldición!...- exclamó soltando a Kagome, girándose, para apoyarse de frente en el automóvil, no podía creer que Bankotzu Shichinintai estuviera involucrado de nuevo en su vida, después de haber sido parte del dolor más grande de su vida, y que Kagome se relacionara con él.
Kagome se quedó de una pieza, no había escuchado jamás maldecir a InuYasha y el tono que utilizo reflejaba una ira profunda, ¿qué se estaba imaginando?... se aproximó e intentó decirle algo.
-Creo que estas mal interpretando las cosas...- le dijo con cautela, podía ver el movimiento de la espalda de InuYasha al respirar, y se notaba agitado, pero él no respondía, se mantenía en la misma posición, como si intentara contener algo que estaba a punto de estallas, las manos sobre el vehículo, estaba apretadas en puños listos para golpear, Kagome sentina que se le helaba la sangre - ¿no confías en mí?...- preguntó ella con algo de dolor.
InuYasha cerró los ojos al escuchar el tono en que Kagome le había dicho aquello, y ciertamente no podía desconfiar de ella, no era ese el motivo, claro que no lo era, no podía negar que los celos eran participes de su molestia, pero era más que eso.
-Claro que confió en ti…- respondió sin pensarlo demasiado, se giró y quedó frente a ella – es en ese maldito en quien no confió – la tomó nuevamente por los hombros y se inclinó más cerca de su rostro – prométeme que te alejarás de él Kagome… promete que no estarás cerca de Bankotzu… - le suplicaba, sus ojos dorados suplicaban, y Kagome no supo que responder.
-¿Quién es Bankotzu, para ti?...- consultó, comprendiendo que había algo más de fondo que simples celos.
-Una pesadilla Kagome… - dijo casi por impulso, apretó la mandíbula – pero no hablaremos de ello ahora…- le dio un besó en los labios, profundo y desesperado – llámame cuando llegues esta noche… no importa la hora, quiero saber que llegaste bien…- pidió subiendo a su automóvil sin esperar la respuesta.
-Esta bien…- fue todo lo que pudo responder, cosas extrañas sucedían entre InuYasha y Bankotzu, de alguna manera se encargaría de averiguar.
-.-.-.-.-.-
El despacho estaba en penumbras, apenas iluminado por una lámpara lateral, ya debía de ser media noche, InuYasha aún vestido con las ropas que trajo todo el día, el cinturón del pantalón suelto, al igual que el botón, la camisa abierta, como si hubiese tenido intención de un baño, y no concluyó con ello, una copa de whiski en su mano, y algo parecido a una fotografía en la otra, y la observaba, era una ecografía, la primera en la que Senkai finalmente les anuncio su sexo, estaba fechada aproximadamente cuatro años y medio antes, irremediablemente esta había sido una noche de recuerdos, esta imagen de su hijo aún en el vientre de su madre, fue el primer enlace que él tuvo con Bankotzu Shichinintai.
-Buenos días señor Taisho, soy el doctor Shichinintai…- le extendió la mano un hombre tan alto como él, con un rostro seguro y amable, los ojos azules y un detalle personal, una larga trenza azabache.
-Buenas tardes…- saludo InuYasha con bastante amabilidad, aunque le había insistido a Kikyo de que se atendiera con Miroku, ella no había accedido, estuvo los primeros meses asistiendo a la consulta de una doctora de nombre Kagura, con la que no terminó de sentirse a gusto, y ahora había cambiado a este medico.
-Déjenme entregarles esta imagen de su bebe… - dijo deslizando un sobre blanco con el nombre de ambos padres sobre el escritorio que los separaba.
InuYasha fue el primero en extender su mano y tomarlo con premura, quiso abrirlo ansioso, pero luego le hizo un gesto a Kikyo, para que ella lo abriera primero, pero la mujer se limito a rechazar la oferta. El hombre se quedó con una sonrisa amplia en el rostro al ver la forma pequeña de un bebe.
-Desde ya les puedo decir el sexo del bebe… solo depende de ustedes…- mencionó el doctor.
-No sé… ¿Kikyo que dices?...- le consultó InuYasha a su esposa, que no había hecho además alguno d observar la imagen.
-Como quieras amor…- respondió, enfocando los ojos dorados dichosos de su esposo, lo amaba, y sabía la felicidad que para él significaba ese bebe, pero habían tantos temores en ella, que no podía contagiarse de esa felicidad.
-Dígame entonces doctor… ¿Qué será el bebé?... – pidió InuYasha apoyando una mano sobre la que Kikyo tenía en su regazo.
-¿Escogieron ya el nombre para un varón?... – consultó Bankotzu, que había estado analizando con cautela las reacciones de los padres, notando de inmediato la falta de interés de la madre… arrugó el ceño ante aquello.
-Senkai…- exclamó InuYasha con total convicción.
El sonido del teléfono lo sacó de sus recuerdos, tuvo que pestañear un par de veces, abrió uno de los cajones de se escritorio y puso la ecografía en el mismo sobre blanco que tenía escrito su nombre y el de Kikyo, se enfocó en el aparato cuando un nuevo sonido salió de él, y suspiró antes de responder.
-¿Kagome?...- preguntó con la voz agotada.
-Hola cariño, ya iba a cortar, pensé que estarías dormido…- dijo ella intentando ser alo más afectuosa posible, algo en la voz de InuYasha le hablaba de tristeza.
-¿Llegaste bien?... ¿sin inconvenientes?...- consultó con una sincera preocupación.
-Claro, todo estuvo bien en casa de Sango, estaban algunos conocidos no éramos mucho, no más de ocho personas… y llegó Miroku, no sabía que podía ir acompañada, te lo habría mencionado – lo cierto es que lo sabía, pero no se había atrevido a preguntar, no deseaba desilusionarse con una nueva excusa por parte de InuYasha para ver a sus amigos o familia.
-Debiste decirme pequeña, esta noche deseaba estar contigo, de hecho, me encantaría que estuvieras ahora junto a mí…- y no mentía, su necesidad por la calidez de los brazos de Kagome, en un simple abrazo, era todo lo que necesitaba para el pesar de su alma este día…
-Si quieres tomo un taxi y voy contigo, de hecho aún no me cambio…- dijo ella, podía sentir que él la estaba necesitando.
-¿Lo harías?...- consultó algo incrédulo, pero luego se sonrió, no debía de extrañarle, Kagome era así, entregada y amante, su pequeña, y había aprendido a amarla por esos diminutos detalles que le hacían ver lo importante que era para ella.
-Claro… en veinte minutos estoy allá…- aseguró con convicción, pero las palabras aterciopeladas y dulces de InuYasha la detuvieron.
-Gracias mi pequeña… pero ya mañana podremos vernos… ¿cenarías conmigo mañana?...- consultó, sintiendo que el amor que Kagome le demostraba lo traía devuelta de cualquier oscuro agujero de su memoria.
-Por supuesto… ¿pero seguro estarás bien?...- insistió.
-Sí… escucharte me ha hecho mucho bien…- respondió con veracidad –te mando un beso…
-¿Dónde yo lo quiera?...- preguntó traviesa, sabiendo que aquello a InuYasha le gustaba mucho, incluso podía decir que lo hacía feliz.
-Donde tú lo quieras…- respondió sonriente.
-Bueno entonces yo te envió uno donde más te guste…- continuó con su juego, sintiendo el reconforte de haber traído de vuelta al InuYasha que ella amaba, no al melancólico, ya que cada vez que su voz le hablaba d nostalgia, inevitablemente pensaba en que era por su esposa muerta.
-Oh… pues uno no me bastará, sabes que me gustan todos tus besos, en todas partes…- aseguró arrancándole a la muchacha al otro lado del teléfono un sonrojo que no pudo apreciar – y mejor será que te duermas, por que de lo contrario yo no podré dormir pensando en ti…
Bella, mi
bella,
tu voz, tu piel, tus uñas,
bella, mi bella,
tu
ser, tu luz, tu sombra, bella,
todo eso es mío, bella,
todo
eso es mío, mía,
cuando andas o reposas,
cuando
cantas o duermes,
cuando sufres o sueñas, siempre,
cuando
estás cerca o lejos, siempre,
eres mía, mi bella …
siempre
La conversación terminó un par de besos después, y el resto de la noche para InuYasha paso evocando entre sueño, esos mismos besos, y algunos más… simplemente Kagome había terminado convirtiéndose en su mayor fuerza para enfrentar los fantasmas de un pasado que jamás sería borrado, pero con el que estaba aprendiendo a vivir… y vivir también una vida nueva…
Continuará…
Bueno un capítulo bastante completito si pensamos en que hay luces de lo que ha pasado con la vida de InuYasha, pero él se esta dando cuenta a cada paso que Kagome ha sido una cura para muchas cosas… bueno me encanta esta historia, creo que trata de muchos de los problemas que como seres humanos nos mancillan.
Poesía de Pablo Neruda…"Bella"
Espero que les haya gustado mucho… y prepárense pro que ya se nos va a empezar a mover el piso firme.
Siempre en amor…
Anyara
