Capítulo XX
Amor y dolor
La cena sería algo especial esta noche, en un elegante restaurante, pero las labores del día los obligaron a aplazarla, el trabajo administrativo de esta semana se les había hecho muy pesado, sumado al ingreso de pacientes nuevos, hacía mucho que no tenía dos casos de coartación de aorta ingresados con diferencias de horas en un mismo día, por lo tanto la cena fue en casa de InuYasha.
Kagome se encontraba sentada descalza sobre su pierna derecha doblada, mientras que el pie izquierdo descansaba sobre la alfombra, entre las manos tenía un libro de la biblioteca, sobre el escritorio una taza de té de hierbas, InuYasha paseando tras de ella con otro tomo y una copa de whiski, tomada por la parte alta del vaso, el brazo a un costado caído.
-¿Crees que sea necesaria una angioplastia, en estos casos?...- consultó Kagome dejando su libro aún abierto sobre su regazo, para alcanzar la taza de té.
-La verdad, en ambos debemos hacerlo, pero el que más posibilidades de mejoría presenta es el niño, el hombre, a pesar de ser joven… pues…- mencionó InuYasha, dejando el libro en el centro del escritorio, se apoyó en el borde, se quitó los lentes y los puso sobre el tomo, y se frotó con dos dedos el tabique, con los ojos cansados, el estado de los pacientes recién llegados no era menor, y después de todo estaban poniendo sus vidas en manos de la medicina que él practicaba y que Kagome pronto haría.
El silencio de la casa se hizo notorio por algunos momentos, al principio ambos estaban con sus pensamientos puestos en las conjeturas que acababan de compartir, de pronto InuYasha se quedó mirando a Kagome, que aún leía del libro sobre su regazo, terminándose el té, llevaban al menos dos horas leyendo aquello, debían de ser cerca de las once de la noche, lo más tarde que había salido con ella hacía el templo Higurashi, y por alguna razón, no se sentía apresurado, el vestido de un color amarillo pálido, con pequeñas flores estampadas, estaba sostenido por dos tirantes delgados sobre los hombros, cayendo en un suave trapeado sobre el pecho, por la posición en la que ella estaba sentada, completamente abotonado en la parte delantera, entregando una vista recatada de la forma de sus senos. La pierna que se apoyaba en el piso, estaba descubierta hasta al menos quince centímetros por sobre la rodilla, permitiéndole ver la tersura de su piel, y se veía tan hermosa, el cabello recogido sobre el hombro derecho, permitiéndole una vista exacta de su blanco cuello. InuYasha bebió un sorbo de su copa y la dejó en una esquina del escritorio.
Kagome terminó su té y dejó la taza a un lado del mueble que tenía enfrente, se disponía a hacer una nueva pregunta, cuando notó que la mano de InuYasha le tomaba el libro, alzo la vista hasta él y notó que ponía el marcador en la pagina que ella leía, con toda calma, luego el tomo le hizo compañía al que estaba sobre el escritorio, observó el reloj en la pared, asumiendo que ya era hora de que la llevara a su casa, pero él la miró a los ojos y le sonrió suavemente, mientras que se ponía de pie frente a ella, cuando Kagome tuvo un primer impulso de levantarse, y apoyando las manos a cada lado del sitial que ocupaba, le cerró el paso, le miró los labios humedeciendo los suyos, y la besó con delicadeza, un beso suave, que le tomaba el labio inferior desde un lado con los propios, tirando despacio de el, para soltarlo y volver a tomarlo, desde la parte contraria, la lengua de Kagome, respondió buscando la entrada a la boca de él, ahora se encontraba con la cabeza apoyada en el respaldo de su asiento, y el mentón algo levantado, el cabello de InuYasha caía por los costados de él, marcando la forma de su espalda y sus hombros, convirtiéndolo en una visión bastante sensual.
Los dedos pálidos de la muchacha buscaban acariciar el rostro del hombre que la estaba encendiendo con sus besos, rozando la forma de su mentón varonil, las mejillas que se movían al ritmo de las caricias que los labios le estaban dando, deslizó ambas manos con lentitud por el cuello, apoyándolas en los hombros, tensionados por el forma en que se posaban en los brazos del sitial, y de pronto era como si todo a su alrededor girara y la obligara a sostenerse de él, sintió los dedos de InuYasha bordearle es escote del vestido, con una suave caricia que la obligaba a respirar con algo más de rapidez, los dedos se levantaban y se hundían un poco en su pecho, dependiendo de la parte de sus formas femeninas que estaba rozando, notó como se asió del primer botón del vestido, y contuvo el aire como si fuese esa la primera vez que comenzaba a desnudarla.
InuYasha pudo notar la forma en que las mejillas de Kagome se arrebolaban por la excitación, sus besos le humedecían la boca, e inevitablemente lo llevaban a recordar la humedad de otros lugares de su cuerpo, la respiración se le agitaba imaginando el modo en que quería hacerle el amor, sus pequeñas manos le acariciaban el rostro, y él podía sentir como se le erizaba la espalda ante el tacto fino de sus dedos, y como ella se sostenía prácticamente de sus hombros, como temiendo por alguna especie de vértigo, dejó que sus yemas le recorrieran el pecho, en el borde del vestido, alzándolos y bajando de acuerdo a la forma alta de sus senos, para luego dirigirse a los botones que la liberarían de aquella prenda.
-Ya me tengo que ir…- dijo ella, con el tono de voz ansioso, inquieto, le encantaban sus caricias, pero no quería quedar esta vez a medio camino, y ya se había acostumbrado a que jamás compartían la intimidad en la casa de InuYasha…
Él entonces la observó aún con el deseo en los ojos, y besó sus labios nuevamente como si no la estuviese escuchando los dedos continuaron deshaciéndose de los botones, demasiados según podía coordinar InuYasha en su mente, en este momento afiebrada por la esperanza de tenerla entre sus brazos. Los labios masculinos se deslizaron hasta el cuello de la muchacha obligándola a respirar en jadeos cortos y casi inaudibles, pero él podía percibirlos junto al aliento caliente que ella desprendía justo en su oído, una vez que le fue posible, tomó en su manos uno de los senos con apremio, pero igualmente con delicadeza, no buscaba dañarla, solo que compartiera su ardor, Kagome se retorció entonces un poco en el asiento, liberando la pierna que continuaba doblada, y puso una de sus manos en la que él mantenía sobre su pecho.
-No sigas… - sonaba suplicante, con los labios pegados en un susurro a los de él – si no vas a terminarlo, mejor detente…- intentó razonar, InuYasha se sonrió con arrogancia, tomando sus labios con fuerza en un solo contacto antes de responder.
-¿Quién dijo que no iba a terminarlo pequeña?...- respondió, con la voz ronca por la excitación, e increíblemente sensual, según pudo percibirlo Kagome.
La alzó entre sus brazos y no hizo ademán alguno de apagar las luces del lugar, avanzando con ella por los pasillo hasta llegar a una puerta de madera tallada, al igual que el resto de las de la casa, se agachó lo suficiente como para rodar la perilla con la mano que sostenía las piernas de Kagome en el aire, y entraron, ayudándose con el pie para cerrar, era la primera vez que Kagome se encontraba en esa habitación, jamás había puesto un pie más que en la de Senkai, su mundo dentro de esta casa había sido en escasas oportunidades la sala, el jardín, y prácticamente siempre el despacho. InuYasha avanzó iluminados solo por la luz de la noche que se filtraba por la ventana, y se sentó aún con ella en los brazos, apoyando la espalda en la parte alta de la cama, encendió la luz de una lámpara en una de las mesitas laterales. Kagome se encontró de pronto sobre una suave colcha de color azul oscuro, la habitación para nada ostentosa, un armario algunos muebles, la cama era para dos, y por un momento se preguntó si esta era la habitación que InuYasha compartía con su esposa, pero cerró los ojos negándose a pensar nada como eso, estaba ahí con él, en la que ahora era solo su habitación, y olía todo el lugar a InuYasha, a ese exquisito perfume que solo logras percibir cuando estas tan cerca de él que el roce te deja su aroma en la piel.
Mantenía su pie derecho apoyado en el piso, la pierna izquierda extendida sobre la cama, levemente levantada, Kagome para entonces se encontraba sentada en el espacio que quedaba entre las piernas de él, los dedos de InuYasha buscaban nuevamente continuar deshaciéndose de los botones del vestido, pero esta vez desde la parte baja, rozándole los muslos con los movimientos de sus dedos, ella apoyaba la cabeza en el hombro de él, agitada y ansiosa. Los dedos masculinos se detuvieron en cuanto la ropa intima de ella estuvo a la vista, se humedeció los labios recordando el sabor exquisito de aquel lugar, y busco con los dedos acariciarla, primeramente parecía una caricia tímida, rozando apenas los dedos en la entrepierna, pero en cuanto sintió la temperatura que albergaba ese lugar, la mano completa se posó y presionó ahí, como si deseara exigirla como suya.
-Oh Dios pequeña… estas tan caliente…- le susurró al oído lamiéndolo al instante, sintiendo una oleada de deseo golpearle las sienes, los pequeños y masculinos pezones, su erección, irguiéndola aún más bajo la cárcel del pantalón.
La mano libre ahora intentaba alcanzar uno de los senos, pero Kagome se giraba con suavidad para quedar de frente a él, apoyada en sus extremidades, el vestido le dejaba una visión increíble de su semidesnudez bajo él, dejando un túnel perfecto para notar la forma de sus senos, su abdomen y la ropa intima que acababa de palpar, acercó sus manos con desesperación hasta la cintura de ella para acercarla más, sintiendo los labios femeninos posarse en su boca, hambrientos como los suyos, la acomodó sobre sus caderas y suspiró al sentir a través de la tela el calor de la entrepierna.
-Muevete pequeña… muevete fuerte…- le suplicaba, mientras que sus manos posadas sobre las caderas de ella le indicaban movimientos, para que se rozara con poderío sobre él.
-¿Así?...- le preguntaba ella con la voz turbada como la de InuYasha, compartiendo su deseo.
-Mmjj…- respondió apenas con un sonido, respirando con fuerza por la nariz, apoyando su cabeza en el respaldo de la cama, sintiendo las manos de Kagome rozarle el pecho, con movimientos suaves y electrizantes – eso… tócame…- le pedía, perdido en sus sensaciones.
Eres toda de
espumas delgadas y ligeras
y te cruzan los besos y te riegan los
días.
Mi gesto, mi ansiedad cuelgan de tu mirada.
Vaso
de resonancias y de estrellas cautivas.
Los botones de la camisa fueron completamente inhabilitados, y las manos pálidas de Kagome recorrían cada una de las formas que este tenía, se inclinó un poco, hasta rozar con su lengua uno de los pezones pequeños y erectos, inquietantes, InuYasha gimió moviéndose bajo ella ante el contacto, apretando las manos en las caderas, Kagome sitió como una oleada de poder la embargaba, era ahora quien le podía arrancar suplicas a él, y mordió con calculada fuerza aquel lugar, InuYasha pareció arquear la espalda, y ya luego Kagome no tuvo tiempo de reaccionar, las manos de él buscaban su completa desnudez, liberando los botones del vestido en su totalidad, la camisa que vestía salió desprendida de sus mangas, y la sostenía ahora por las costillas, elevándola un poco, para besar sus senos, mordisqueando los pezones y tirando de ellos con suavidad, sintió como si aquella caricia buscara demostrarle que ella también era tan frágil como él ante roces como esos, le sostuvo la cabeza entre las manos, como pidiendo más y más besos, se abrazó con premura a InuYasha, como debilitada por las sensaciones, y entonces los dedos de él bajaron metiéndose entre su ropa intima, Kagome no fue conciente por un momento de que estaba clavando sus uñas en los hombros de él, cuando sintió el tacto buscar entre los pliegues de su sexo.
-Oh InuYasha…- suplicaba contorneándose sobre la mano masculina, sintiendo como los delgados dedos de cirujano, comenzaban a adentrarse en ella – ahhh…- un suspiró se le escapó cuando percibió como le acariciaban el interior.
-Estas tan mojada…- musitó suplicante, con la garganta contraída por el deseo, haciendo de su voz algo cada vez más profundo, se humedeció los labios como un acto reflejo, besando su cuello, mordiéndolo con suavidad luego, al sentir sobre su mano los movimientos desesperados de Kagome, buscando, deseando saciarse, la calidez de los fluidos de ella, comenzaban a deslizarse por sus dedos, y sentía como palpitaba de pasión entre sus brazos.
-Te quiero dentro…- rogaba, entre gemidos que probablemente no pensaba ser capaz de emitir, el calor en su vientre se hacía insoportable, con una de sus manos comenzó a buscar el sexo de él, que permanecía oculto bajo el pantalón, lo oprimió con fuerza, logrando en InuYasha un brusco movimiento, una reacción mezclada entre placer y dolor.
-¿Qué me haces pequeña?...- susurró perdido en sus deseos, moviendo las caderas hacía arriba, ayudando con eso que sus dedos se introdujeran más en ella, la fricción se convertía en algo endemoniado y asfixiante, necesitaban unirse.
Sumérgeme
en tu nido de vértigo y caricia.
Anhélame,
retiéneme.
La embriaguez a la sombra florida de tus
ojos,
las caídas, los triunfos, los saltos de la
fiebre.
Ámame, ámame, ámame.
De pie te
grito! Quiéreme.
Las manos de Kagome liberaron su miembro, y la evidente erección que poseía, le erizo el vello en todo el cuerpo, el solo imaginar que esa parte de InuYasha estaría dentro de ella, le producía una evidente desesperación, y una oleada de placer anticipado. Ambos se ayudaron, para quedar liberados de ropas, y de pronto el hombre se encontró con la espalda apoyada en el respaldo y férreamente cercado por las piernas y los brazos de Kagome, los labios de ella le suplicaban algo mientras que sus sexos se rozaban.
-InuYasha… te quiero ahí… ahí…- le pedía moviendo de forma sugerente las caderas, esperando a que él iniciara de alguna forma que su mente auguraba salvaje, el enlace de los cuerpos.
Sintió que la sangre se agolpaba con más fuerza en su erección ante las suplicas de Kagome, acercó los dedos a su miembro y observando tanto como la posición le permitía, comenzó a rozar la humedad del sexo de ella, buscando, sentía el calor de ese lugar con la sensible piel, hasta que encontró la entrada, y contuvo un suspiro, hasta que usando sus talones por apoyo sobre la cama, se empujo hacía arriba.
-Oh pequeña… me arrebatas… me quemas…- dijo, sosteniéndola por las costillas, y con el rostro hundido en su pecho, sintiendo el calor en el interior de Kagome, deslizándose con facilidad en su interior, notando como los pliegues de su interior le abrazaban avivando su piel, era un tormento y un placer indescriptible.
Los movimientos comenzaron sin demasiada suavidad, Kagome dejó el lugar que tenían sus manos sobre la cama, para posarlas sobre los hombros de él, sosteniéndose para empujarse con fuerza hacía abajo, sintiendo la erección de InuYasha moverse en su interior, acrecentando a cada momento las sensaciones de desmedida pasión, acelerando cada vez los movimientos de sus cuerpos, los senos de Kagome se rozaban quemándola, sobre el pecho de InuYasha que la sostenía por la espalda moviendo su dorso, para ayudar con el roce que los encendía más, sentía como los contoneos de ella lo llevaban de forma compulsiva hasta el delirio, jadeaba cada vez que Kagome se dejaba caer, haciendo luego círculos con sus caderas, desesperándolo, empujándose hacía arriba.
InuYasha extendió sus brazos sobre el respaldo, sosteniéndose con fuerza de la madera, ayudándose para empujar con fuerzas sus caderas hacía arriba, mordiéndose el labio mientras mantenía por algunos segundos a Kagome en el aire, sintiéndola jadear inquieta, notando una suave sonrisa en sus labios, cuando se sostuvo de la cubierta, sintiendo que no había ya distancia entre ella e InuYasha, que la empujaba cada vez más elevándola, hasta lograr escuchar sus gemidos de suplicas ante la agonía de su placer emergente… los cueros se chocaban con inquietud, sudorosos por el esfuerzo, pero incapaces de detenerse.
-Oh, mi amor…- susurró Kagome, encogiéndose sobre el cuerpo de InuYasha, sintiendo las convulsiones en su vientre, y la inclemencia del hombre bajo su cuerpo, fuerte y decidido a arrancarle hasta el último gemido.
-Vamos pequeña… - exclamaba sin recato, apoyando la cabeza en el respaldo que estaba sirviéndole de soporte – eso… libérate…- le dijo mientras que la sentía derramarse sobre él, Kagome temblaba entre sus brazos y le erección de InuYasha estaba a pasos de explotar.
Detuvo sus movimientos, haciendo de las embestidas pequeños roces internos, soltándose de su ayuda, para rodear a Kagome con sus brazos, le liberó el rostro de cabello, estando aún dentro de ella, comenzó a dejarla recostada a un lado, desprendiéndose, lo que la hizo gemir en necesidad, se sentía vulnerable y excitada, los labios de InuYasha buscaron besar su cuello, y lamió con delicadeza los pezones sensibles por el orgasmo que acababa de experimentar, succionó sobre la piel, provocando una nueva erección en ellos.
-No InuYasha…- suplicaba sintiendo la piel ardiendo aún, pero igualmente deseosa, inquieta al sentirlo besarla en busca de su placer, abría los ojos para volver a cerrarlos, perdida en tantas sensaciones, que no lograba definirlas.
-¿No?... ¿quieres que me detenga?...- le preguntaba, mientras que una de sus manos la asía con suavidad de uno de sus senos y la lengua de InuYasha buscaba dentro de su ombligo, besando su vientre de un modo que a Kagome la hizo temblar – oh… pequeña, eres tan perfecta…- susurró, subiendo nuevamente hasta la boca que parecía suplicar por placer y clemencia, los ojos cristalizados aún por el orgasmo demasiado reciente.
-Me desesperas… me enloqueces… ¿qué me haces?...- le confesó con la voz trémula, sosteniendo con sus manos el rostro del hombre, enfocándose en los ojos dorados que la observaban con deseo, un deseo que aún no era apagado en su interior, las manos de InuYasha le alzaron los muslos, pasando los brazos por atrás de las rodillas, sabía lo que sucedería, él la haría gritar de gozo sin remedio y sin misericordia… otra vez… - ¿por qué?... ¿por qué?...- le suplicaba una respuesta
Él la observó, sus ojos castaños adormecidos por la pasión, las mejillas arreboladas, los labios rojos y entreabiertos, toda aquella actitud de entrega que la hacía tan suya, y el corazón se le embriagaba de sentimientos…
-Por que… te amo… te amo tanto pequeña…- le susurró, sobre los labios, dejando que su aliento se le metiera a ella en la boca, al momento en que lo sentía penetrarla nuevamente, con el mismo brío con que lo hiciera antes.
Comenzó a empujarse contra ella, sintiendo las contracciones en el interior femenino, las manos de Kagome ahora se aferraban a sus hombros, y pequeñas punzadas de dolor sentía en aquel lugar, sabiendo que las finas uñas estaban dejando sus marcas. Ella se aferró con sus piernas a la cintura de InuYasha, buscando participar del desenfreno que se apoderaba de ellos, los gemidos salían aún como fuertes respiraciones, los latidos de su corazón eran cada vez más rápidos, mientras que la fricción entre los cuerpos se aceleraba, el calor se arremolinaba en su vientre, y sentía que se le subía hasta la cabeza, las emociones surgiendo en su cuerpo, y en su alma, esa que se regocijaba con las palabras que acababa de escuchar, los gemidos le quemaban en la garganta obligándola a dejarlos escapar en sonidos agonizantes, clamando por una compasión, que no estaba segura de desear, atrapada a merced de los brazos fuertes de InuYasha, que jadeaba con roncos sonidos, inclinándose, cubriéndola con su cabello oscuro y el aroma de su perfume masculino se mezclaba con el olor de la cópula que estaban protagonizando, vulnerable ente las embestidas que las caderas de él le daban, sumergiéndose en ella, con intensidad, sin posibilidad de escape.
-InuYasha… Inu…ahh… InuYasha…- los sonidos en su garganta se apagaban antes de poder terminarlos, la presión la ahogaba, y los labio de él intentaban con escasa precisión besarla, respirando con tanta dificultad como lo hacía ella.
Podía sentir como el calor en el cuerpo de Kagome iba en aumento, la forma en que se retorcía y como su sexo presionaba su carne al entrar en ella, el desespero de lo inevitable, los músculos de las piernas se le endurecían cada vez que daba una nueva embestida en ella, todo su cuerpo se tensaba al sentirla recibirlo, acrecentando su erección y buscando con más ahínco aún… liberó de sus brazos a las rodillas, inclinándose sobre ella ara besarla mejor, introduciendo su lengua buscando humedecer los labios resecos.
-Me estas torturando pequeña…- le susurró al oído, acomodando sus brazos bajo ella, para tomarse de los hombros de Kagome y de ese modo agrandar el impulso -… me haces temblar…
Y no mentía, Kagome podía notar el modo en que todo su cuerpo se estremecía cuando se empujaba contra ella, lo aferro del mismo modo que lo hacía él, con las manos tras la espalda tomando sus hombros, nublándosele la vista, sus sentidos escapando de ella, una ola de espasmos se agolpaban en sus entrañas mareándola… el aire parecía no querer salir de su interior, siendo liberado en gemidos indefinibles, extraños y delirantes, haciéndola creer que perdería la conciencia. InuYasha pudo sentir el primer espasmo, y ya no le importó liberar la barrera que había mantenido para llevarla hasta el máximo de su clímax… quería compartir junto a ella la sensación abismal de perder la razón… la presión en sus sienes se igualaba solo a la de su miembro que se descargaba dentro de ella, obligándolo a gemir apretando los dientes, casi gruñendo por el deseo consumado, y la destemplanza enardecida de todo su cuerpo, contrayendo sus músculos para soltarlos al fin en la última palpitación, intensa de su carne dentro de Kagome.
Rompo mi voz
gritándote y hago horarios de fuego
en la noche preñada
de estrellas y lebreles.
Rompo mi voz y grito. Mujer, ámame,
anhélame.
Mi voz arde en los vientos, mi voz que cae y
muere.
Se dejo caer junto a ella, sin ser capaz ninguno de los dos de articular palabra, todo había sido dicho, de muchas formas, la atrajo a su cuerpo y le besó el cabello, desordenado y humedecido… la vio recogerse un poco, adolorida probablemente, se sonrió… no tardaron en dormirse… el cansancio del día, y lo compartido los mantenían exhaustos, pero aquello no fue impedimento para que InuYasha se levantara más temprano que cualquier otro sábado, se dio un baño y se vistió intentando ser lo más silencioso posible, las cortinas mantenían la habitación con una baja luz. Observó a Kagome dormida sobre su cama, entre sus sabanas azules, y le pareció la visión más hermosa que recordara… sin temor a comparaciones… lo era… se encaminó hacía la cocina encontrando en ella a las dos personas de servicio.
-Buenos días…- saludó animado, tomando una naranja del frutero, y un cuchillo para pelarla.
-Buenos días…- respondieron al unísono las dos mujeres.
-Kosho… ¿Senkai aún no ha despertado?...- consultó, poniendo en su boca un gajo de la naranja.
-No señor…- respondió algo extrañada la mujer.
-Cuando despierte déjalo que salga al jardín, no lo retengas dentro de casa…- ordenó con amabilidad – voy a salir por un momento, y que nadie entre a mi habitación, la limpieza se hará más tarde, la señorita Higurashi esta dormida ahí…- dijo dirigiéndose a ambas mujeres, recibiendo una afirmación por respuesta cuando ya cruzaba la puerta de salida.
-.-.-.-.-.-
Se encontró a una hora muy temprana en el Santuario Meiji, sentado en aquel banquillo que estaba frente a la lápida que indicaba el sitio en el que se encontraban los restos de su esposa, de Kikyo… hacía algunos meses que no la visitaba, más o menos el tiempo que llevaba Kagome en su vida, el aire de la mañana era grato, calido, un pantalón de tela oscuro y una camiseta de cuello redondo, el sweater se lo había quitado en la caminata.
-Sabes amor, no pensé en que llegara el día en que no me dolería estar aquí…- confesó con una sonrisa extraña, buscaba las palabras necesarias – te amo… amo las cosas hermosas que compartimos… amo al hijo que, a pesar de todo, me diste…
Hubo una pausa que lo mantuvo pensativo, observó a su alrededor el lugar, los árboles enormes se mecían con suavidad con el viento que jugaba entre sus hojas, el sonido de la naturaleza era lo único que lo envolvía, recordaba las veces que vino a este mismo lugar, con un dolor tan enorme en el corazón, que le sería imposible olvidarlo… su ojos volvieron a enfocar el nombre en la lápida… Kikyo Taisho…
-Conocí a una chica maravillosa…- se confesó – lo primero que vi en ella, fue tu recuerdo, pero poco a poco se encargo de mostrarme que nada de ella es como tú… he vivido amando la memoria de lo que pudimos ser, y que ni siquiera en vida logramos… mucho de mí se encarceló para hacer de ti una mujer feliz… y no me arrepiento… - los ojos se le empañaron, y pensó en retener las lagrimas como tantas otras veces lo había hecho, pero no… - sé que del modo que podías, me amabas… y te lo agradezco… de alguna manera enfrentar tu tumba en este momento, es enfrentar finalmente tu muerte… te amé Kikyo… de un modo desmesurado – se pasó las manos por los ojos desprendiendo las gotas - … pero a Kagome la amo de un modo que jamás pude amarte a ti… como el hombre que en realidad soy…
Se puso de pie y acomodó su cabello tras la espalda, inhaló el aire fresco de la mañana e inevitablemente le vino a la mente la frescura de la piel de Kagome, esa muchachita que le había demostrado ser una mujer… su mujer…
-Adiós Kikyo…
-.-.-.-.-.-.-
Kagome se estiró desperezándose con gusto, había dormido tan bien que ni siquiera se preocupó de la hora que era, miró a un costado sobre la mesita de noche, el pequeño reloj que InuYasha mantenía ahí, marcando las once con diez de la mañana, observó a su alrededor notando que bajo la luz del día ala habitación no era muy diferente a como la vio con la luz de la lámpara, suspiró ante el recuerdo de los momentos vividos, y de aquel ardoroso y atesorado te amo, que InuYasha le regaló… ¿no se lo había imaginado?... no era imposible, quedó guardado en su ser y no podía sentirse más feliz, de una forma u otra su vida se sentía completa en este minuto. Se irguió sobre sus codos, mirando el lugar vacía junto a ella, encontrándose con una nota.
-"Buenos días pequeña, si despiertas antes de medio día, es probable que no me encuentres, pero regresaré pronto, había un asunto que debía zanjar, pero ya luego te lo cuento, te amo…- se pegó la nota al pecho y sintió que el corazón le daba un salto de alegría cuando leyó esas palabras, no, seguro no lo había imaginado, lo volvió a mirar – PD, te dejo un beso, donde más te guste…
Dobló la nota y la dejó sobre la mesita, luego tendría oportunidad de guardarla en su bolso, que había quedado en el despacho, se dio un baño con calma y llamó a casa, recibiendo el reclamo del caso por la ausencia sin aviso previo, observó por la ventana a Senkai jugando con su cachorro, que ya había crecido un tanto.
Salió de la habitación, buscando luces de algún presente, sin notar que una figura la observaba oculta en una esquina, pasando frente a la puerta de una habitación que no conocía, estaba abierta y su curiosidad fue mayor, se asomó notando que no había nadie en el lugar, era un cuarto, más grande incluso que el de InuYasha, a un costado la puerta de un baño, decorado en colores tierra, los muebles en un tono marrón, una cama de hermosas terminaciones en madera, perfectamente hecha, como si acabaran de utilizarla, con una colcha blanca como la nieve, comenzó a avanzar por ella intrigada, a un costado había un armario y frente a la cama un tocador, observó en el encontrando algunos frascos de perfume a medio acabar, tomó uno de ellos y quiso conocer su aroma, arrugando un tanto la nariz cuando lo hizo, era de mujer… maquillaje, algunos adornos para el cabello, un pequeño cofre de madera, que abrió encontrando algunas joyas en su interior, un cepillo para el cabello aún con algunas hebras, pasó su dedo por el mueble descubriendo que no tenia ni una partícula de polvo, observó a su alrededor, notando que era lo mismo con el resto del mobiliario… y de pronto algo llamo su atención, había sobre una de las mesitas de noche una fotografía enmarcada, caminó algo temerosa, tragó con dificultad cuando la tomó…
-InuYasha… - susurró al notar que el la imagen aparecía el, abrazando desde atrás a una mujer que por sus rasgos, perfectamente podría ser su hermana.
Un sollozo se le escapó cuando el retrato cayó al piso rompiéndose el vidrio, siendo este y su llanto el único sonido en la habitación, hasta que su propia voz cambio eso, cuando volvió a recorrer con la mirada el cuarto.
-Un santuario…
Continuará…
Ufff f ff ff … déjenme aclararles que al decir un Santuario, no se refiere a nada relacionado con aquella "secta" que anda dando vueltas por el fic… ella lo atribuye al hecho de que esta todo conservado como si Kikyo no estuviera muerta, ahora bien les advertí que se nos iba a empezar a mover el piso… pues comenzó…
Besitos y espero que el capítulo les haya gustado, al menos me esforcé en entregarles una serie de emociones… dejen sus mensajitos para saber lo que opinan.
Siempre en amor…
Anyara
P.D.: Muchas gracias Keren, como siempre haz logrado emocionarme… ¿llegaremos a las veinticinco rosas?... Poesía de Pable Neruda
