Capítulo XXI
Envenename de esperanza
Había entrado por la puerta lateral, aún no era medio día, por lo que pensó que tal vez Kagome podría encontrarse dormida, y el primer lugar al que se dirigió fue a su habitación, observó el interior, sin encontrarla, pero en cuanto escrutó el pasillo, una corriente fría le cruzó la espalda, y caminó tan rápido como le fue posible.
-Dios, debí haber deshecho este cuarto antes…- murmuró con la garganta contraída -… que no este ahí… que no este ahí…- parecía casi orar, a un Dios al que no se había dirigido en más de cuatro años.
Entró en la habitación tan de prisa y con una desesperación tal que no habría quien lograra detenerlo aunque lo deseara, lo primero que vio fue a la figura de Kagome sentada en el borde de la cama de blanca colcha, estaba encorvada y el cabello le caía por los lados, los suaves sollozos la estremecían, y se obligó a tragar con dificultad, avanzó despacio, hasta ver que a los pies de la muchacha estaba la fotografía que él se había tomado junto a Kikyo.
-No, Kagome…- suspiró y entonces ella se sobresaltó, no había notado su presencia, y solo entonces regresó de donde estaba, los ojos llorosos y el rostro pálido. InuYasha hizo un ademán, para acercársele, pero ella se puso de pie rápidamente.
Voy a pedirte que no vuelvas más
Siento que me dueles todavía aquí, adentro
Y que a tu edad, sepas bien lo que es,
Romperle el corazón a alguien así.
-No te me acerques…- le advirtió, con la voz roída por las lagrimas, pero una determinación total en los ojos castaños, que expresaban… ¿temor?...
-No me tengas miedo Kagome… puedo explicar esto…- intentó sintiendo que un abismo se abría bajo sus pies.
-Explicar qué… ¿que le haz creado un santuario a tu esposa muerta?...- consultó con desesperación y un dejo de sarcasmo.
-Este sitio ya no… - intentó, pero Kagome parecía no desear terminar aún con las acusaciones, mientras se mantenía a una distancia suficiente como para que él no se le acercara.
-¿O que me escogiste por mi gran parecido con ella?... – exclamó sintiendo que las lagrimas le quemaban en los ojos.
-No Kagome, eso no…- volvió a intentar esta vez extendiendo su mano hasta ella, notando como retrocedía.
-Esto es enfermo… mira este lugar, todo esta como si ella jamás ser hubiese ido, como si idolatrarás su imagen, seguro hasta su ropa esta aquí… - dijo retrocediendo hasta el armario, descorriendo las puertas, para encontrarse con muchos vestidos, perfectamente colgados y planchados, al igual que el resto de la habitación sin una muestra de polvo, los zapatos, todo, abrió uno de los cajones encontrando incluso lencería, se giró avanzando hasta la cama, sin importarle el crujir del vidrio del retrato bajo su pie, abriendo de un tirón la colcha, arrastrando con ella la almohada, encontrando el camisón azul.
Ambos se quedaron sin palabras, observando la prenda que estaba perfectamente ordenada en el lugar, Kagome sintió que se le debilitaban las piernas, el labio le temblaba, un mareo se apoderó de ella, tragó con fuerza obligándose a resistirlo.
-¿Cómo la llamabas en la intimidad?...- consultó, sintiendo que desfallecería, las lagrimas le estaban nublando la vista nuevamente.
-Kagome… - susurró apenas con tanta tristeza, esto no debió de pasar, esta habitación tendría que haber sido desmontada mucho antes.
-Por casualidad… sería ¿pequeña?...- se le cerraba la garganta y las palabras salían desgarradas.
-No, no…- se apresuró a intentar aclarar, avanzando hacía ella, que esquivo el aire entre ambos, sin mirarlo a los ojos.
No se puede vivir con tanto veneno
La esperanza que me dio tu amor,
No me la dio más nadie
Te juro no miento
-Estas enfermo, te he amado de antes de tenerte… y tú tienes el alma envenenada de un amor que ya no existe, habría luchado por sanar el dolor en tu corazón, pero no puedo con esto…- sollozaba negando con la cabeza.
-Me haz ayudado como no te imaginas pequeña…- habló con suavidad, como si deseara acariciarla con sus palabras.
-¡No!…- exclamó – no vuelvas a llamarme así… no lo hagas… - un sollozo se le escapó con la fuerza de un gemido - jamás me hiciste el amor… ni una sola vez pensabas en mí… era al recuerdo de… oh Dios, esto no puede estar pasando…- un nuevo mareo llegó hasta ella, esta vez con más fuerza obligándola a apoyarse con ambas manos sobre la cama, InuYasha avanzó hasta que la sostuvo por la cintura, pero la fuerza con que Kagome le golpeo una de la manos, lo obligó a soltarla - ¡No!...- le gritó y entonces enfocó sus ojos con una rabia que logró estremecerlo, comprendía que no había modo en que pudieran dialogar ahora – pídeme un taxi… - le susurró desviando la mirada aún apoyada en la cama.
-Te llevó...- aseguró, y Kagome comprendió que por el tono que usaba no permitiría que fuera de otro modo.
-Entonces me voy caminando…- aseguró, respirando profundo, para erguirse y caminar hacía la salida, intentando no tambalearse.
-Esta bien… como quieras… llamaré un taxi… - mencionó él, notando la determinación en ella.
No se puede vivir con tanto veneno
No se puede dedicar el alma
A acumular intentos,
Pesa más la rabia que el cemento
-.-.-.-.-.-.-
Se quedó de pie observando el cuarto, sus ojos dorados recorrieron todo tal y como había quedado ahora que Kagome ya se había ido, el armario con las puertas abiertas de par en par, descubriendo toda la ropa de Kikyo, tragó con dificultad, y continuó, la colcha arrastrada que dejo al descubierto el camisón azul que a él más le gustaba, arrugó el ceño entonces e intentó contener la furia que lo estaba dominando, sin demasiado éxito, tomó la colcha con ambas manos tirando de ella, como si estuviese arrancándola, se encaminó hacía el armario, pasando por el tocador, desde donde, de un solo movimiento con su mano, arrojó los perfumes y las joyas cayeron esparciéndose en el piso, formando un ruido estrepitoso, tomó los vestidos y los arrancó, incluyendo a los ganchos que los sostenía, los tiró al piso, solo se le escuchaba bufar y gruñir como un animal herido y poseso, los cajones a un costado del armario, fueron desprendidos, y vaciados, nada parecía suficiente para apaciguar la ira que sentía contra sí mismo, ¿por qué debía de suceder esto ahora?... que finalmente había comprendido cuanto amaba a Kagome, sintiéndose frustrado, herido… respiraba con rapidez ante la energía utilizada, con uno de los cajones arrancados aún en su mano, tragó con fuerza, recordando los ojos enrojecidos y furioso de Kagome, el modo en que lo detestaba en este momento, y lo peor es que no sabía como podría explicarle lo que ella había visto, todo esto era real, había sido un lugar que se mantuvo intacto por orden expresa de él, era el único modo que había encontrado, para sentir que Kikyo permanecía a su lado, que ella no había muerto… la ira crecía nuevamente, tensando su rostro, las lagrimas le embargaban los ojos, y sus cejas se unían, dando un aspecto atemorizador a su rostro, elevó el cajón y lo apoyó con la otra mano, empujándolo con poderío y cólera contra uno de los ventanales junto a la cama.
-¡Maldición!...- exclamó en un grito de impotencia, sin saber que hacer, ni como remediar lo que él mismo había causado…
Los sonidos del vidrio al destrozarse inquietaron aún más a las mujeres del servicio, InuYasha pasó por sobre las prendas esparcidas por el piso… esta habitación jamás debía de estar abierta mientras Kagome estuviera en la casa, no hasta que él se encargara de deshacerse de todo esto, al menos así lo había ordenado. Salió al pasillo y comenzó a gritar como un energúmeno por toda la casa, solo una vez se había escuchado su voz tan potente en esta, él no solía levantar de ese modo el tono.
-¡Kosho!... ¡Kosho!...- gritaba impaciente, hasta que la mujer salio de uno de los cuartos, con los ojos negros que solías esquivar las miradas directas, muy abiertos, pálida, y asustada, mientras que él se acercaba, la tomó de un brazo y la levantó un tanto, con fuerza, mientras que la arrastraba literalmente hasta la habitación desde la que venía, soltándola mientras que la empujaba hacía el interior.
-¡Por la santa…!...- ahogó la exclamación llevándose las manos a la boca en el momento en que logró ver las condiciones en las que estaba el lugar - ¿pero quien hizo esto?...
-¡Yo!... – aseguró InuYasha con la voz cargada de furia, la mandíbula apretada, los puños cerrados – quiero que limpies este lugar Kosho.
-Sí, sí señor…- respondió ella intentando salir en busca de lo necesario para volver a dejar la habitación en las condiciones en las que estaba antes.
-No…- agregó él con la voz tan alta como antes – no me haz entendido, quiero que te deshagas de todo lo que hay en este lugar… regálalo, bótalo, quémalo… no me interesa, no deseo nada de esto cuando regrese.
-Pero señor… es de la señora…- le rogó en un tono visiblemente consternado, este era su santuario también, el lugar en el que ella veneraba a la que consideraría su única señora.
-No supliques Kosho, solo obedece, o me olvidaré que Senkai necesita una niñera, bastante hiciste ya con desobedecer mi orden de tener cerrado este cuarto, de ahora en adelante permanecerá abierto y vacío…- escuchó a la mujer soltar un sollozo cuando se giró hacía el jardín, necesitaba aire, mucho aire…
Se encaminó y encontró a Senkai sentado junto al árbol que él y Kagome trepaban, notó de inmediato en su rostro el sobresalto, tomó aire intentando calmar su molestia, comprendiendo que el escándalo dentro de la casa había alcanzado a su hijo en el jardín.
-Ven acá Senkai…- dijo poniéndose de pie algunos metros de él, el niño lo miró con cierto recelo, su padre jamás había tenido una actitud tan violenta, sus gritos, aunque no los entendía se escuchaban desde su lugar de juegos – ven vamos, ¿quieres dar un paseo?...- consulto comprendiendo que el niño estaba temeroso, descubriendo el brillo que la palabra "paseo" le entregaba a sus ojitos encantados, lo vio ponerse de pie y acercarse.
-¿También vendrá Kagome?...- consultó el pequeño, e InuYasha sintió aquello como un corte profundo en su corazón.
-No hijo… esta vez iremos solos…- intentó sonreírle, Senkai se limitó a hacer un gesto afirmativo y buscó tomarle la mano, para caminar, como si entendiera la tristeza de su padre, y buscara sanarla – vamos…- le dijo InuYasha mientras que lo tomaba en sus brazos para caminar – Hachiko…- llamó también a la mascota.
Necesitaba aire, mucho aire fresco, debía pensar el modo en que se acercaría a Kagome, ella estaba herida, y con justa razón, no debió ocultarle tantas cosas, y es que él mismo sabía que no era correcto y temió tanto a enfrentar lo que ahora sucedía… que se alejara de él…
-.-.-.-.-.-.-
Nadie podría comprender lo que ella estaba sintiendo en este momento, era como haber subido al cielo de forma vertiginosa, para caer en un duro golpe, hundiéndose varios cientos de metros en el piso… ¿cómo había podido ser tan ciega?... ¿cómo no vio que él no la amaba, que era solo el recuerdo encarnado de la que habitaba en su corazón con un amor enfermo… sintió un escalofríos recorrerle la espalda…
-Quiero olvidarme de ti… de este dolor…- susurraba escondiendo su rostro bajo el cabello, con los sollozos aplacados en la almohada húmeda por las lagrimas, ovillada sobre la cama, sintiéndose tan desamparada - ¿por qué InuYasha?...- le dolía incluso pronunciar su nombre
Un nuevo sollozo se le escapó al recordar sus miradas afectuosas, sus palabras dulces, la forma encantadora con que le susurraba deseos, las caricias que le quemaban en el cuerpo… y ninguna había sido realmente para ella… ahora comprendía tantas cosas, se rió tristemente.
-La amante de un hombre viudo…- parecía tan patético, ahora percibía a la perfección sus acciones en público, el modo tan correcto en que la trataba ante los demás… sus reparos para conocer a su familia y a sus amigos… las habitaciones de hotel… - maldito seas InuYasha… porqué no se pudo quedar como un amor platónico, al menos así no me habría dañado tanto…
La tarde caía, y Kagome permanecía refugiada entre las paredes de su cuarto, sin desear salir de ahí, sentía que al menos en ese espacio nada más podría tocarla, anhelaba poder despertar y comprender que era todo una pesadilla, que nada estaba sucediendo, que InuYasha no era un hombre obsesionado con el recuerdo de su esposa muerta y que ella era solo una mujer simple, enamorada y correspondida… no podría volver a mirarse a un espejo sin que el reflejo se riera de ella, la imagen de Kikyo Taisho la perseguiría recordándole que era todo por lo que se había logrado sentir amada, por que su cuerpo era como el de ella, y le brindaba calor y esperanza a aquellos ojos dorados que se iluminaban cuando la veía… se iluminaban cuando encontraban en ella la imagen de su amor truncado… y lo amaba tanto, que por un momento pensó en mancillar su dignidad y seguir siendo solo la muñeca que hasta ahora había sido entre sus brazos, para poder recoger las migajas de un amor que no era para ella, alimentarse de la vaga posibilidad de que algún día la viera, a Kagome bajo la imagen de la muerte… ¿y si ella moría?... ¿la extrañaría igual?... probablemente no… se conformó… ella no era nada, no era nadie… era solo el deseo envenenado en el corazón de InuYasha…
-Quisiera arrancarme el alma… para que no me duela más… - musitó con la voz corroída por la frustración el dolor, y el amor enorme que se cruzaban entre sí, sin dejarla dar un solo paso, confinándola a un sentimiento que la encarcelaba, deseaba sentir odio… odiarlo con todas sus fuerzas… pero tampoco le era posible… menos ahora…
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La noche había caído, y las luces en el templo Higurashi estaban apagadas casi en su totalidad, una ventana en el segundo piso estaba con sus luces encendidas, era la única en todo el templo, y es que había pasado todo ese día encerrada ahí, su madre le había preguntado qué le sucedía, pero Kagome se escudó en su trabajo de residencia, estudios con respecto a la enfermedad de un nuevo paciente, que necesitaba tranquilidad, y al menos aquello era real… necesitaba paz…
Caminó hasta un escritorio que mantenía en el lugar, y acarició el lomo de un libro de cubierta marrón, uno de tantos que InuYasha le había pasado… las lagrimas se acumulaban nuevamente en su ojos, sacó de entre las hojas un sobre blanco, con letras impresas con su nombre, lo observó, ya sabía lo que contenía, lo había recibido días atrás, pero por alguna razón necesitaba volver a mirarlo, era como tener una conexión con InuYasha… aunque aún no sabía que hacer con la información que contenía… lo abrió, y luego de ver una serie de explicaciones con recuentos de plaquetas, y algunas otras cosas.
-Positivo…- leyó, y se mordió el labio, liberando nuevas lagrimas silenciosas. No se explicaba como había sucedido, había tomado sus precauciones, pero era un hecho… y lo que en algún momento la llenó de alegría, ahora le daba un matiz tan oscuro a su futuro…
La luz de la habitación del segundo piso, se apagó en el momento en que Kagome se metió nuevamente entre las sabanas, sin saber si podría dormir. Una figura masculina apoyada en la puerta sintoísta que había al llegar al último peldaño de aquella enorme escalera, suspiró cuando la luz se apagó… llevaba ahí un buen tiempo, anhelaba verla, estrecharla y pedirle perdón infinitas veces… decirle cuanto la amaba…
-Quiero creer que aún tengo esperanza…- susurró en un suspiro, girándose para bajar la escalera lentamente con la manos en los bolsillos.
Continuará…
Ayy yy yy yy… debo decir que me ha dejado muy melancólica este capítulo, en ocasiones me pregunto si no podré escribir una historia con un poco más de humos, es que me dan tristeza estas escenas, pero también termino por comprender que es lo que le da argumento a la historia, lo que la hace interesante…¿qué opinan?...
Mi InuYasha al fin comenzó a sacar ese genio tan endemoniado, pero tan excitante y amado al menos por mí… jejeje me encanta ese hombre, personaje, no sé como quieran llamarlo.
Este capítulo se titula como el fic, por que es la medula del nombre, esta escena entre Inu y Kagome del inicio es una que mantenía en mi mente desde el inicio del fic, quería que se vieran dos opuestos, él que comprende que ella es su esperanza y ella, que siente que él ha envenenado su propia alma y en parte la de ella con su actuar tan "enfermo"…
Séfiro querida, Muchas gracias por tu hermoso review, tus palabras inspiraron los pensamientos de Kagome, te lo agradezco mucho, ha sido muy hermoso, y bueno tomé una frasecita, lo notarás…
Besitos a todas y como siempre gracias por la compañía, y por leer…
Siempre en amor…
Anyara
