Capítulo XXII

Comprensión

Abeja blanca zumbas -ebria de miel- en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.

Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.

Ultima amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.

Ah silenciosa!

InuYasha cruzó presuroso los pasillos del quinto piso, ese día lunes, se acercó a Kaede y le preguntó por Kagome, la mujer le respondió negativamente, no había indicios de que ella hubiese llegado, intentó llamarla a su teléfono en más de una oportunidad, pero desistía en que sería mucho más fácil explicarle en persona la situación, y en el último de los casos, siempre podría encerrarla con llave en su oficina, hasta que entrara en razón. Como no tenía noticias de ella, pensó en ir hasta su casa, y presentarse ante la familia que jamás llegó a conocerlo y preguntar ahí por ella, pero ya no fue necesario, una voz a su espalda lo detuvo.

-¿Podrías explicarme que haz hecho ahora?... - consultó en un tono molesto, lo que logró que InuYasha arrugara el ceño.

-¿A qué te refieres?...- no hubieron saludos preliminares, ambos estaban enfrentados en ese momento.

-A que me haz privado de la compañía de mi novia por algo que le hiciste a tu residente – aseguró el hombre, con el ceño algo fruncido, cosa que InuYasha comprendió de inmediato, el tema era grave, Miroku rara vez se mostraba tan molesto.

-Sígueme…- fue todo lo que dijo, mientras que pasaba junto a su amigo en dirección a su oficina, no tenía intenciones de discutir el tema con el público que se estaba reuniendo disimuladamente.

Miroku los siguió y ambos hombres entraron en el lugar, InuYasha no espero a sentarse en su escritorio, se giró y volvió a enfrentar a Miroku.

-¿Sabes donde esta Kagome?...- consultó notando el bufido que dejó escapar el hombre.

-lo único que Sango me dejó caer, antes de colgarme el auricular, fue que estaban cerca del mar… - respondió fastidiado, notando como InuYasha se tensaba y se giraba para observar por la ventana, dando la sensación de estar analizando la situación

-¿No te dijo cuando volverán? – consultó.

-Con suerte me dijo que estaría fuera…vamos InuYasha, dime que hiciste…- volvió a insistir, notando la tensión en su amigo, ciertamente Sango parecía muy molesta con él, solo por ser amigo de ese "enfermo despreciable", como se había referido a InuYasha, pero conociendo como ya lo hacía a su novia, estaba seguro de que no tardarían demasiado en arreglar su situación.

-Ella vio la habitación… - mencionó, con la voz lastimada por sus propias palabras.

-Santo cielo...- exclamó el hombre tras de él, dándose con la palma de la mano en la frente, comprendiendo en este momento la magnitud del problema – muchas veces te dije que era una locura mantener ese lugar en esas condiciones… con razón te llamó enfermo despreciable…

-¿Quién?...- preguntó presuroso, mientras que se giraba ansioso, para enfocar los ojos de Miroku

-Sango…- respondió con sinceridad.

-¡Maldición Miroku!... no sé que hacer…- dijo, apretando un puño.

Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.

Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.

Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.

Ah silenciosa!

El hombre lo observó y pudo ver el fulgor en sus ojos dorados, uno que le había visto hacía muchos años ya, el InuYasha de antaño, no pudo evitar una suave e imperceptible sonrisa, a pesar de lo compleja de la situación.

-Dale unos días… necesita digerir esto, sabías bien que no sería fácil que ella conociera su parecido con Kikyo – intentó tranquilizarlo Miroku.

-¿Crees que no lo sé?... – respondió girándose para apoyar los puños cerrados en el escritorio inclinándose un poco – pero me muero de deseos de estrecharla y decirlo cuanto la amo…

-¿Amar?... – preguntó incrédulo - ¿estas seguro de que es a ella a quien amas y no son tus sentimientos por Kikyo los que no te dejan discernir?...- continuó arriesgándose a recibir alguna palabrota, pero sin embargo lo escuchó soltar una risa burlona.

-Me he pasado los últimos meses definiendo solo eso Miroku… por eso mantenía nuestra relación tan intima… quería responderme justamente esa misma pregunta…- dijo con certeza – pero ahora debía de pasar esto…

Miroku avanzó algunos pasos hasta su amigo y le palmeó el hombro.

-Kagome es una mujer inteligente, sabrá comprender tus razones – intentó calmarlo con sus palabras.

-Sé que lo es… pero también es extremadamente sensible, y es eso lo que me preocupa – aseguró, tomando una gran bocanada de aire como si le faltara demasiado.

Sabía perfectamente que su silencio había hecho más daño que si las palabras adecuadas hubiesen sido dichas, y claro que Miroku tenía razón, Kagome era inteligente, pero lo sucedido había dañado profundamente su confianza en él, y eso costaría recuperarlo…

-.-.-.-.-.-.-

Se encontraban dos mujeres en la terraza de un departamento, no era algo demasiado grande, pero muy cómodo, la tarde estaba agradable, el sol bañaba la playa de arena blanquecina y le daba un hermoso tono azulado a las olas que llegaban sin brío a la orilla. Kagome bebía de un jugo de frutas que se habían preparado, Sango movía el suyo con la pajilla, estaba molesta consigo misma por no haber hablado antes con su amiga, y prevenirla de lo que ahora parecía causarle tanto daño… si tan solo Miroku no la hubiera hecho prometer.

-Maldito Miroku…- exclamo sin notar que estaba exteriorizando sus pensamientos.

-¿Qué?...- vaciló por un momento Kagome, sin creer lo que acababa de escuchar, Sango la miró con algo de sorpresa, para endurecer su mirada y volverla a su jugo.

-Eso, que es un maldito….- afirmó, esta vez con menos molestia, más resignada, no se había sentido capaz de confesarle a Kagome que ya sabía lo de la esposa muerta de InuYasha, pero quizás ya érale momento – él me pidió que no te dijera de tu parecido con esa tal Kikyo…

Se quedó en silencio por algunos segundos, intentando procesar lo que le decía Sango… demonios, todo el mundo sabía lo de su parecido con Kikyo a excepción de ella, ¿qué conveniente para InuYasha?...- sentía que un calor colérico le llenaba el estómago… dejó el jugo sobre la mesa, no fuera que ahora le vinieran nauseas.

-Lo siento Kagome… - se disculpó su amiga, comprendiendo el malestar de la muchacha – pensé en que InuYasha te lo diría, era un tema que debían de tratar los dos.

-No…- sonó una sonrisa burlona – en esa relación habían dos… pero no era yo la segunda, era ella… Kikyo…

-¿Cómo estas tan segura de eso?...- preguntó, y se apresuró a aclarar – no es que quiera defenderlo, pero Miroku decía que él estaba muy cambiado… que parecía feliz y más vivo – Kagome le dio una mirada entristecida a su amiga, para volver a posarla en el vaso.

-No lo sé Sango…- declaró apoyando ahora los codos en la mesa – pero no puedo confiar del mismo modo… él ha sido el hombre más maravillosos que te puedas imaginar, pero la incertidumbre de saber que era al recuerdo de su esposa al que amaba a través de mí, me destroza.

-Kagome… - dijo posando una mano, sobre la de su amiga – al menos debes darle el beneficio de la duda, ¿no lo crees?...

-Todo esto es tan confuso – susurró meneando la cabeza, se sentía abatida por sus deseos de creer en ese hombre, y el doloroso sentimiento de estar cayendo en un error nuevamente – desearía tanto poder creerle… - hizo una pequeña pausa – paro aquella habitación… ¿sabías de la habitación? – Sango negó, sin interrumpirla – era hermosa, perfectamente decorada, una habitación matrimonial – se sonrió entonces, ironizándose de si misma – y yo que pensé que no hacíamos el amor en su casa por que no deseaba utilizar el cuarto que fue de ambos, y era por no faltarle el respeto a su esposa… ¡maldición ese hombre esta loco!...- se alteró y se soltó de la mano de su amiga dejándose caer atrás en el siento.

-Cálmate… no es bueno para tus nervios que te exaltes…- intentó Sango – toma algo de jugo, el azúcar te tranquilizará.

-Mis nervios…- dijo en voz baja, desviando la mirada hacía las personas que permanecían sobre la arena blanquecina - ¿sabías que eso es algo que debería controlar en este momento?...

-Por supuesto… - continuó su amiga, claro que ambas hablaban de cosas totalmente diferentes.

-Estoy embarazada Sango…- confesó con la voz apagada, toda la extraña mezcla de sentimientos que la habían envuelto el día que se enteró, entre desconcierto, incertidumbre y alegría, sobre todo mucha alegría, no podían exteriorizarse ahora, en este momento ni siquiera sabía si le agradaba o no la idea, no pudo notar la palidez en el rostro de su amiga.

-¿Pero cómo?...- fue todo lo que pudo decir, Kagome se sonrió y la miró.

-¿Quieres que te lo expliqué?...- aquella había sido la primera vez que este asunto entre ambas, daba para una frasecita cómica.

-Ay Kagome… no me refiero a eso…- respondió Sango algo impaciente. - ¿no me dijiste que tomaste precauciones?...

-Sí… pero creo que me topé con ese cero, coma cero uno por ciento de las probabilidades… - se burló de si misma.

-¿InuYasha lo sabe? – consultó ya calmando el tono de su voz, notando como Kagome solo negaba con la cabeza, Sango tragó con algo de dificultad antes de hacer la siguiente pregunta - ¿piensas tenerlo?...

-Por supuesto…- aseguró molesta incluso de que su amiga pudiera pensar lo contrario, no era ninguna despiadada capaz de quitarle la vida a un ser, aunque no podía negar de que luego de comprender el motivo de su relación con InuYasha por un par de segundos barajó la posibilidad de no tenerlo… y sintió que el alma se le rompía… no podía… de alguna manera ya amaba a ese bebé.

-Tranquila… fue solo una pregunta – intentó defenderse Sango, aventurándose a algo más - ¿se lo dirás?...

-No lo sé… - suspiró Kagome ¿cómo podía tomarse InuYasha una noticia como estas?... después de todo él no lo esperaba, no como con Senkai… sintió que el corazón se lo oprimía al recordar a ese pequeño… había creado un lazo muy fuerte con él… y lo quería mucho.

-Esta en su derecho… es el padre…- mencionó la muchacha.

-¡El perdió todo su derecho cuando no fue lo suficientemente sincero conmigo! – exclamó con los ojos furibundos, y comenzando a bordearse de lagrimas.

-Pero se enterará de todos modos – concluyó con lógica Sango.

-No si renuncio a esta residencia – aseguró la muchacha.

-Oh, Kagome… no puedes echar por la borda estos meses, han ido perfectos en cuanto a tu trabajo, al menos termina la residencia, luego de todos modos deberás congelar un tiempo – intentó razonar su amiga.

-Pero no quiero tenerlo cerca…- dijo casi como una suplica. Sango resopló y se dejó caer en el respaldo de su silla.

-Es difícil… solo te queda pedir el cambio de tu guía…- mencionó como una posibilidad, notando como a Kagome parecieron iluminársele los ojos – y en ese caso te dejarían a cargo de Kaguya...- la muchacha palideció, como si finalmente fuera a tener nauseas, Sango, no pudo contener la risa que le provocó el rostro de Kagome.

-No te rías…- le reclamó ella – odio a esa come hombres…- aseguró.

-Esta bien… no lo haré…- dijo Sango.

-¿Avisaste a Miroku dónde estaríamos?...- consultó bebiendo de su jugo nuevamente, notando como Sango cerraba los ojos y respiraba profundamente intentando contener su enojo.

-Solo le dije que estábamos juntas y lejos… no le iba a dar señales a ese traidor de dónde encontrarnos – aseguró algo molesta.

-Gracias…- se limitó a decir Kagome, sabiendo que su amiga llamaba "traidor" a su novio, por la relación que tenía con InuYasha.

Se quedó contemplando el paisaje un poco más, había mucho en que pensar ahora que estaba esperando un bebé, un hijo de InuYasha, del hombre que por más que detestara reconocerlo, amaba con toda su alma, y el querer a ese bebé junto a ella, se lo confirmaba, ¿debía contarle?... probablemente sí, pero no se sentía aún con fuerzas como para hacerlo, no sabía si él se merecía recibir un regalo como ese… o quizás para InuYasha solo fuera un molesto incidente.

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Se encontraba Kagome en una oficina de un blanco impecable, sentada frente a un escritorio con algunos papeles encima, una enfermera de pie junto a un lado, la puerta se abrió dando paso a la figura de un hombre que se le hacía gratamente conocido.

-Buenos días Kagome…- dijo con una sonrisa suave, observándola con calidez, su delantal blanco, el estetoscopio colgando de su cuello, y la larga trenza azabache.

-Buenos días… respondió ella con tranquilidad, si bien en un pasado Bankotzu llegó a convertirse en su pesadilla, con el tiempo se había hecho un buen amigo.

-¿Cómo te haz sentido?... – consultó en parte como médico - ¿cómo ha estado tu animo?...

-Digamos que físicamente el embarazo hasta ahora ha sido bueno…- respondió con total franqueza, no había tenido mayores complicaciones, desde el punto de vista médico.

-¿Solo físicamente?...- inquirió el hombre abriendo un sobre blanco que estaba junto con la ficha de Kagome, mientras que la observaba, echado hacía atrás con total seguridad en su silla.

-Sí…- titubeo, por un momento, no le había comentado mucho a Bankotzu sobre su situación emocional, pero comprendía que en algún momento esto debería salir a flote, por lo general los doctores insistían en conocer un poco más de lo que te podía estar afectando emocionalmente, ya que mucho tenía que ver en el desarrollo del embarazo, solo que sabía bien que siendo Bankotzu como era, no se conformaría solo con unas cuantas respuestas impersonales.

-Veamos, revisaremos tus exámenes…- aquella respuesta llamo profundamente la atención de Kagome, pero no por mucho tiempo. – nos abocaremos a la parte médica, luego iremos a tomar un café, un té para ti… - acotó con una sonrisa que de tan sincera le fue devuelta – y me contarás el resto.

No sabía si sentirse tranquila, o más nerviosa aún, pero el hecho es que se encontraban en una cafetería a algunas calles de la consulta de Bankotzu, él se tomaba con toda tranquilidad un capuccino, mientras que ella bebía un té de hierbas.

-¿Estas hace mucho con el padre de tu bebé?...- consultó el hombre, con toda tranquilidad.

-No demasiado…- respondió ella, no buscaba dar respuestas concretas, no estaba segura de querer revelar aún el nombre del padre de su bebé, después de todo al menos por parte de InuYasha, Bankotzu no parecía de su agrado, y probablemente sería lo mismo de parte de su medico.

-Ya veo… ¿vives con él?...- continuó, Kagome sabía que no podría detenerlo.

-¿Eso importa para tu diagnóstico?...- preguntó ella con una sonrisa suave, tratando de hacerle ver que no eran necesarias tantas pregunta. Bankotzu se sonrió también, mostrando las hermosas y varoniles facciones de su rostro, Kagome se rió con más ganas al notar que una de las camareras se quedaba embobada con él.

-Ciertamente no – dijo inclinándose sobre la mesa, acortando la distancia entre ambos, haciendo de la conversación algo más personal – es mera curiosidad…

-Oh…- respondió ella, estos eran juegos que ellos se habían acostumbrado a efectuar, una vez que Bankotzu comprendió que Kagome no le permitiría ser algo más que su amigo, simplemente se dedicó a pasar ratos agradables en su compañía, e incluso estas conversaciones algo sensuales, los divertían a ambos, pero Kagome siempre era la que ponía el freno, demasiado pronto según lo apreciaba él… si no hubiera sido así, quizás alguna vez… en fin…

-¿Es casado?...- consultó, sin más, se le hacía demasiado sospechoso que ella no quisiera hablar mucho del padre de su hijo, conociendo a Kagome, para que una relación hubiese llegado a tal punto, debía de ser un hombre al que ella amara mucho, pero ni siquiera le daba su nombre de pila.

Cuando Bankotzu le pregunto aquello, Kagome se quedó helada, ¿cómo responder?... no, es viudo, pero ama tanto a su mujer muerta que es como si yo fuera su amante… le dolía incluso como sonaba.

-No, es viudo…- dijo simplemente, pero por el tono que uso, él comprendió que sería mejor no insistir con el tema, pro el bien de su amiga, y del bebé que llevaba.

-Y dime… ¿qué es de Sango?...- consultó desviando completamente el tema.

Pasaron una tarde agradable, recordando viejos tiempo, e incluso las veces que Kagome se trepó a algún árbol para escabullirse de la compañía del mismo hombre que ahora la hacía reír ante los recuerdos. Cuando llegaron hasta el templo Higurashi, la tarde ya caía, iluminando el cielo con tonos anaranjados calidos y gratos, Bankotzu estacionó el automóvil, casi al pie de la escalinata y se bajó, a varios metros de ellos, del lado contrario de la acera, un Audi plateado, se encontraba estacionado hacía algún tiempo ya, esperando la llegada de Kagome.

-Esta sana y salva en su casa señorita…- dijo con alegría Bankotzu al abrir la puerta del vehículo, extendiendo la mano, para ayudar a Kagome a salir.

-Gracias…- sonrió ella, poniendo los pies fuera y subiendo a la acera mientras el hombre cerraba la puerta, quedando de espaldas al otro automóvil estacionado.

-Bien…- agregó Bankotzu, mientras que se ponía de frente a ella, y ponía sus manos sobre los brazos desnudos de Kagome, frotándolos con afecto – yo debo irme… pero quiero que me prometas que te cuidarás mucho…

-Sí claro, no tienes que pedirlo…- respondió Kagome con una suave sonrisa.

-Cualquier cosa que necesites me llamas… y no es necesario que solo sea por el tema del embarazo, ¿lo sabes?...- mencionó él.

-Si lo sé…- Kagome sintió como Bankotzu la abrazaba con cariño.

-Y no dejar que nada te perturbe, debes estar tranquila…- le susurró al oído.

Pero ella no alcanzó a responder a aquello, cuando sintió que Bankotzu se separaba violentamente del abrazó y sintió una voz demasiado familiar para ella.

-Suéltala maldito…- dijo InuYasha con tanta furia que sus palabras dichas con aquella voz profunda, parecían gruñidos, y es que haber visto como ese hombre, además de ser tan despreciable para él, estaba abrazando a Kagome con tanta familiaridad, y además le susurraba cosas al oído, simplemente los descentró.

Bankotzu se quedó mirando aquellos ojos dorados que recordaba perfectamente, era imposible que pudiera olvidarlos, significaban un trago muy amargo en su vida, notó como se ponía en medio de él y su amiga, y entonces una sorpresa aún mayor que encontrárselo lo golpeo.

-Kagome…- buscó los ojos castaños de ella, tras la figura imponente de InuYasha - ¿no me digas qué?...

-Sí…- dijo ella asintiendo, con algo de pesar, lo ojos brillantes.

-Oh demonios…- exclamó Bankotzu con tanto pesar, e InuYasha sin comprender la situación.

-¿Demonios qué?...- lo enfrentó, encontrándose con un hombre tan alto como él, físicamente similar. Se giró hacía Kagome, al ver que Bankotzu solo lo miraba molesto.

-¿Por él no haz querido hablarme?... – preguntó tan enojado, que a Kagome le costó reconocerlo, solo lo había visto con esa actitud cuando le habló de Bankotzu… ¿acaso eran celos?... por un momento hasta se sintió alegre con la idea, pero inmediatamente después las manos de InuYasha que se apresaban fuerte de sus brazos y la agitaba - ¿responde?... ¿acaso todo esto es una excusa?...

-Suéltala…- exclamó Bankotzu tirando de él para que soltara a Kagome, pero aún así aún mantenía uno de sus brazos tomados – ¿no te das cuanta que en su estado lo que debes hacer es mimarla y no inquietarla?...

-No…- pidió Kagome al escuchar las palabras de Bankotzu, no se sentía preparada para confesar ahora su estado, menos en estas condiciones.

-¿Estado?...- peguntó InuYasha confundido, pero de algún modo atando cabos.

-No se lo haz dicho…- aseguró Bankotzu mirando a Kagome, que simplemente negaba.

-¿Qué no me ha dicho qué?...- volvió a exclamar iracundo, mirando a ambos lados, los ojos encolerizados de Bankotzu, y los asustados de Kagome, que hizo un gesto ante la presión de la mano de InuYasha.

-Que esta embarazada, maldito energúmeno… y suéltala de una vez…

He aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.

El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.

Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.

Ah silenciosa!

InuYasha se quedó mirando a Kagome, que no supo que hacer, los ojos castaños ya rebozaban de lagrimas y no quiso mirarlo más… ¿qué podía estar pensando?... probablemente en que había sido una descuidada, y que ahora le traería demasiados problemas.

Continuará…

Jejejeje… bueno no podemos decir que es un capítulo en el que se solucionan las cosas, pero ha estado entretenido creo yo al menos, no crean que todo será tan fácil, pero el pobre Inu se ha quedado de una pieza…¿qué pensará?...

Espero que les haya gustado y que me dejen sus mensajitos…

Siempre en amor…


Anyara

P.D.: Se me a acabado la licencia medica, por lo del tobillo, así que a trabajar desde mañana, me tardaré quizás un poco más con los cap. pero estarán…