Capítulo XXIV
Frente a frente
InuYasha llevaba al menos una hora sentado tras el escritorio de su oficina esperando impaciente que Kagome apareciera como se lo había dicho el día anterior, jugaba con una pluma entre sus dedos, y la mirada perdida en algún punto de la habitación, sus pensamientos puestos en el momento en que supo que ella le daría un hijo…¿por qué se lo daría?... negó con la cabeza ante la amenaza que ella le dejara caer, sobre si tendría o no al bebé, sabía que Kagome no sería capaz de un crimen semejante, amaba demasiado la vida como para ello. Dos golpes suaves en la puerta lo trajeron de vuelta, se puso de pie pensionado y tragó con algo de dificultad antes de hablar.
-Adelante…- dijo, aparentando serenidad.
Kagome por su parte había avanzado con mucha lentitud los pasos que la separaban del ascensor a la oficina de InuYasha, en el paso saludo a Kaede y algunos otros funcionarios, que le mencionaron lo mucho que se la había extrañado los días en que estuvo fuera, ella solo alego sentirse algo enferma, claro que a nadie aclaró la dolencia que tenía. Se puso de pie frente a esa puerta blanca, sintiendo que el corazón le galopaba en el pecho, alzó la mano, y volvió a recogerla, suspiro esperando encontrar ahí el valor que le estaba faltando… ¿qué le diría a InuYasha?... en realidad no lo sabía, se sentía muy aturdida por la situación en la que estaba… maldición… se dijo entre dientes y como si aquella palabra le hubiese infundido algo de fuerza, volvió a alzar la mano y dio dos golpes suaves con los nudillos, esperó unos segundos antes de que la voz varonil y demasiado tranquila de InuYasha se escuchara… adelante…
Giró la manilla y entró, sin mirarlo a los ojos, hasta que cerrara la puerta, de lo contrario, era muy probable que saliera huyendo, el dorado intenso de esos ojos, tenía un poder en ella, demasiado extraño, podía llevarla de el embelesó mas absoluto, a la irá más profana…
Que me digas que hoy el amor sabe mal,
Que me digas que el sol, va a dejar de alumbrar
Es querer renunciar a los sueños de ayer
-Buenos días… Kagome… - saludó él conteniendo los deseos que tenía de dar la vuelta al escritorio y abrazarla como lo había hecho la vez anterior.
-Buenos días… supongo…- respondió ella mientras que finalmente se decidía a enfocar su mirada en la que él le estaba ofreciendo, con una calidez abrumadora, y de pronto se sintió tan vulnerable, que habría deseado que él viniera y la abrazara del modo en que lo había hecho el día anterior.
-Siéntate por favor…- intentó ser cordial, pero ella se sonrió con algo de ironía.
-No gracias…- respiró profundamente, y habló antes de que las cortesías de InuYasha no se lo permitieran – ciertamente lo que debo decirte es muy poco – él tragó, el tono que Kagome estaba utilizando parecía incluso suavemente agresivo, tampoco se sentó – verás me quedan dos meses para terminar con esta residencia, el tiempo justo, para que nadie se entere de… - por un momento titubeo – mi estado…
-¿Vas a tenerlo entonces?...- preguntó InuYasha ansioso, apoyando las manos sobre el escritorio inclinándose un poco hacía adelante, como si aquello pudiera acortar la distancia que mantenía con Kagome, que lo miró algo sorprendida.
-Sí…- respondió escuetamente, y prosiguió – como te decía, pienso terminar la residencia, ya luego deberá congelar mi carrera un tiempo, por lo mismo te agradecería que me facilitaras el tiempo que me queda, manteniéndote lo más alejado posible – pidió notando como los ojos de InuYasha comenzaban a fulgurar, luego lo vio agachar la cabeza, para luego erguirse, pareciendo más soberbio que al principio, para luego girarse hacía la ventana.
-Si así lo deseas, puedo arreglarlo…- dijo concediendo lo que le era solicitado.
-Gracias…- respondió con cierto alivio, y sus hombros se relajaron un poco, no pensó que cedería tan rápido, pero entonces lo vio girarse hacía ella.
-Pero eso no impedirá que vaya a visitarte a tu casa, no perderé detalle de este embarazo- aseguró con el ceño fruncido, y los brazos cruzados sobre el pecho. Kagome se quedó por un momento con la boca abierta, sin saber que responder, lo cierto es que ella se había sentido por unos momentos n dominio de la situación, pero esta actitud que InuYasha estaba tomando la intimidaba.
Es mirar la montaña y decir no podré
Superar esta prueba que puede matar
Cuando estas justo ahí, de poderla alcanzar
-Pero en mi casa no te conocen…- intentó
-Me conocerán – respondió tajante
-No saben de mi embarazo – continuó.
-Lo sabrán – aseguró él
No, esto definitivamente no estaba saliendo como ella pensó, la que tomaba las decisiones era ella, después de todo el bebé estaba en su cuerpo, y hasta que eso fuera así, no se suponía que la mimada, como había dicho Bankotzu ¿debía de ser ella?... pero no sabía que decir, negarse… era lo más adecuado.
-Tú no tienes derecho a imponerme situaciones…- alegó con fuerza, sintiendo como se le encendía la sangre por la molestia.
-Y tú no tienes derecho a quitarme el ver como crece mi bebé – exclamó molesto, apoyando con un golpe secó, las manos sobre el escritorio, espantando a Kagome, quien intentó disimularlo, sin demasiado éxito, InuYasha arrugó el ceño al notarlo…, maldición, esto no debía de ser así.
"Mi bebé"… sus palabras se repitieron en la mente de Kagome… ¿acaso él ya lo estaba sintiendo como suyo del modo que lo hacía ella?... por un momento sus ojos castaños parecieron iluminarse con esperanza, pero la imagen de ese cuarto, y del amor enfermizo que significaba, la imagen de esa mujer en la fotografía con él, tan igual a ella misma, se le quedó grabada, y no sería fácil eliminarla, y aunque se disipara con el tiempo, el amargo sentimiento de incredulidad hacía las palabras de InuYasha duraría muchísimo tiempo… si es que lograba alguna vez disiparse…
Dos golpes sonaron tras ella, y la puerta se abrió sin esperar una respuesta, la voz de una mujer sonó despreocupada a su espalda, y como muchas otras veces ignorando su presencia.
-Amor… esta tarde tendremos la junta medica para tu paciente, el niño con coartación de aorta – dijo con soltura la mujer, Kagome no necesitaba siquiera girarse para saber que se trataba de esa come hombres, que insistía en tratar a InuYasha con tanta familiaridad…
-Lo sé Kaguya, recibí tu mail…- respondió con cortesía
-Es que como no respondiste…- mencionó aún sin entrar, y claro, el mensaje venía acompañado de una sugerente invitación a tomar una copa luego.
-No me dio tiempo de hacerlo…- dijo sin demasiado interés
-¿Y qué dices de lo "de luego"?...- intentó averiguar, como si estuvieran hablando en clave, y aquello para Kagome ya fue suficiente, había sido ignorada en todo esto, pues ella no los interrumpiría más. Se giró para salir.
-Kagome aún no hemos terminado… - ordenó con la voz profunda, y muy molesto.
-Yo creo que sí…- dijo apenas volteando el rostro, tiró de la puerta, arrancándola de la mano de Kaguya que sostenía la perilla, sin una palabra de por medio, saliendo.
-Tiene carácter la muchacha ¿no? – preguntó algo sarcástica, InuYasha la miró con tanta furia, que la mujer dio por sentado que no habría un "luego" entre ellos.
Kagome en tanto caminaba airada y rauda por el pasillo, intentando no chocar con nadie, los ojos se le llenaban de lágrimas, pero no dejaría que salieran, no valía la pena llorar por alguien como InuYasha… ahora estaba más dolida que antes, si alguna vez imaginó que InuYasha y Kaguya pudieron tener algo, pues esa idea se reafirmaba más en su mente, y no era solo eso lo que le dolía… era el hecho de que esa mujer no se parecía a Kikyo… de ese modo, todo lo que InuYasha pudiera sentir por la come hombres, era absolutamente real, no como con ella…
-Maldición…- murmuró cuando sintió que las lágrimas se le iban a saltar de los ojos, el ascensor aún tardaría un poco, así que tomó las escaleras, al menos ese lugar era lo bastante solitario para que nadie la viera llorar…
Comenzó a bajar los peldaños muy molesta, lo mejor sería abandonar la tonta idea de terminar su residencia, no podía estar cerca de InuYasha Taisho, él le hacía daño, no podía soportar su imperialismo, esa actitud de control que ahora parecía florecer en él, era como si todo ese fuego que alguna vez descubrió oculto en sus ojos dorados, fulgurara ante ella, cuando se le enfrentaba. Se detuvo unos escalones antes del descanso, apoyando una de las manos en la pared, y la otra posicionada en el vientre, una fuerte punzada le había quitado el aliento, y se sintió temerosa… se sentó en uno de los escalones y comenzó a respirar con calma, debía relajarse, quizás solo eran los nervios que la estaban afectando… el pensamiento de que algo pudiese sucederle al bebé la mantenía muy inquieta, debía tranquilizarse, el dolor comenzó a ceder y comprendió que toda esta tensión no le hacía nada bien…
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Una fotografía que habían logrado tomar de una muchacha a los pies de la escalinata de un templo, temblaba entre las manos pálidas de delgados dedos, un hombre era quien la sostenía, con visible emoción, la acercó hasta la imagen que se mantenía junto al altar en esa especie de capilla sin ventanas e iluminada de forma precaria por algunas antorchas en las paredes que hacían bailar las sombras.
-Mis ruegos han sido escuchados… finalmente la Santa Madre esta entre nosotros nuevamente…- exclamó con un hilo de voz, con los ojos brillantes en dirección a la mujer de oscuro cabello que le había traído la prueba que le había pedido.
-Bendita sea la que engendrará al guía de nuestro sendero…- susurró la mujer a los pies del hombre, recibiendo una caricia amorosa sobre la cabeza.
-Deberás mantenerte cerca… desde ahora ella es tu nueva señora Kosho… recuerda que nos traerá la luz que iluminara a los ciegos de este mundo…- dijo en tono solemne el hombre cubierto con su capucha.
-Sí, mi señor…
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InuYasha se paseaba como un león enjaulado en su despacho, llevaba ya una semana desde que tuvieran aquella conversación con Kagome en su oficina, y la muchacha continuaba asistiendo, para completar su residencia, solo que manteniéndose lo más lejos posible de él, que solía utilizar a Kaede como intermediaria entre ambos, sabía bien que la anciana era muy sabía y discreta, jamás inventaría algo, y aunque hubiesen situaciones reales que ella pudiera notar, jamás diría algo. La había estado observando a la distancia, cuando estaba junto a algún paciente o con parte del personal, parecía alegre y despreocupada, la Kagome que él conocía, pero luego, cuando la divisaba sola, apoyada en la pared esperando el ascensor, o tomando algún té o jugo, en la cafetería, parecía melancólica… y eso lo dañaba, sabía bien que esa nostalgia en Kagome era responsabilidad totalmente suya.
Finalmente el sonido del motor de su vehículo sonó, y salió sin un rumbo claro, solo sabía que necesitaba alejarse de todo… solo un poco… la tarde comenzaba a morir, y los tonos calidos que iba adquiriendo el cielo, lo apaciguaban un poco, se detuvo en aquel mirador en el que solía pasar con Kagome, antes de llevarla hasta su casa, se bajó del automóvil y se quedó contemplando el paisaje unos momentos, la brisa algo más fresca de la tarde le acarició el rostro y despejó un poco sus pensamientos…
-Oh… pequeña… no quieres escuchar, y yo me muero de deseos de estrecharte y decirte mil veces cuanto te amo…- suspiró alzando el rostro con los ojos cerrados, recibiendo el aire, luego se sonrió con levedad, solo debía de tener paciencia… ella con el tiempo entendería…
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Veía secando su cabello con una toalla, mientras que otra se le cerraba alrededor del cuerpo, un baño tan relajante como ese era el que necesitaba, la tarde ya había muerto en el horizonte, dejando a penas una línea anaranjada como muestra, se quitó las toallas, y se acercó hasta un espejo de cuerpo entero que mantenía a un lado en la habitación, se contempló desnuda, la piel pálida y fresca por el agua que acababa de retirar, se giró, lo suficiente como para poder observar e imaginarse como se vería su vientre más abultado, aún seguía siendo plano como una tabla, aunque tenía la sensación de que las caderas se le habían ensanchado un poco… suspiró… ciertamente la habría gastado poder compartir esos cambios con InuYasha… sacudió la cabeza, pro que no iba a dejar que las lagrimas le inundaran los ojos, no ahora que al observarse en el espejo, comenzaba a notar que su aspecto mejoraba.
-Kagome, hija, la cena estará en unos minutos…- escuchó la voz de su madre al otro lado de la puerta…
-Enseguida bajo – respondió suavemente.
Se encaminó hacía su armario, y escogió entre los vestidos holgados que tenía, uno de color azul cielo, tenía algunas delicadas decoraciones de encaje y cintas en el pecho, se lo ciñó sin dificultad, dejando que se deslizara por su cuerpo, el cabello aún húmedo, lo dejó caer en su espalda, al menos la ayudaría a aplacar un poco el calor que aunque había bajad en intensidad, aún se sentía. Bajó las escaleras con calma, se había comenzado a sentir algo mas relajada, desde aquel día en que ese dolor en su vientre la había atacado, comprendió que debía de mantener a raya sus emociones, o de lo contrario dañaría al bebé.
-Al fin bajas cariño…- dijo con su usual sonrisa la madre de Kagome, que terminaba de poner algunas cosas en la mesa, el abuelo y Souta estaban listos para atacar los bocadillos que se veían bastante buenos sobre la mesa, todos se sentaron, y comenzaron a cenar, cuando se escuchó el timbre – yo voy… - sonrió la madre.
Kagome sabía bien que estaba quizá abusando un poco de su estado, cosa que aún era desconocida en su hogar, pero es que estas últimas semanas se sentía tan agotada, Bankotzu le había recetado algunas vitaminas, pero de todos modos sentía la debilidad en el cuerpo.
-Pasé… ella esta aquí… ¿le agradaría quedarse a cenar?...- habló la madre de Kagome, obligando a la muchacha a saciar su curiosidad de saber quien era el visitante, pero en cuanto sus ojos se encontraron con aquella mirada dorada, tan penetrante y absoluta, sintió que la sangre se le iba a lo pies.
Mentira que el amor se nos fue de la piel
Es mentira, que los besos no saben a miel, es mentira
Que mi cuerpo te enfría, que la magia termina, me sabe a mentira
InuYasha se quedó contemplándola tal y como estaba se veía realmente hermosa, algunos rizos húmedos, enmarcándole el rostro, los ojos castaños, algo temerosos, y era comprensible, pero él se lo había dicho… llegaría a verla hasta su hogar…
Continuará…
Holitas a todos… ha sido una semana compleja, espero que todos estén muy bien y agradezco muchos los reviews que me han dejado, espero que el capítulo este les guste… y eso… me voy a dormir pro que me caigo de tuto (sueño)…
Besitos y me dejan sus opiniones
Siempre en amor…
Anyara
