Capítulo XXV

El sello de los recuerdos

Marcas que no se reflejaban en la piel, marcas que quedaron plasmadas en el subconsciente, dañando cada una de las decisiones que tomó en el futuro… una muchachita de no más de quince años, estaba metida dentro de una tina, el agua perfumada con esencia de rosas, pétalos blancos flotaban sobre el agua, debía de ser agradable sentirlos rozar la piel, sin embargo ella esperaba en silencio, mientras notaba los pasos del hombre que se acercaba, el largo y liso cabello azabache, se notaba aún más liso por efecto del agua. Cerró los ojos cuando las manos masculinas, enfundadas en ásperos guantes de tela, comenzaron a frotarla con la espuma del jabón, también aromatizado con aquella esencia de rosas que ciertamente había llegado a odiar.

-Verás como este baño te limpiara… - dijo la voz del hombre, amorosamente, mientras que sus manos enfundadas, pasaban una y otra vez por la piel pálida, llegando a irritarla. Kikyo apretaba los dientes y cerraba los ojos ante el contacto, le dolía, pero ya había intentado tantas veces decirle a su padre que no deseaba más esos baños.

Las lagrimas se la asomaban, intentando que él no las viera, no buscaba herir los sentimientos de él, sabía que la amaba, muchísimo, ella era su "tesoro" como solía llamarla, pero es que había cambiado tanto desde que volviera de aquel viaje al oriente cuatro años antes, después de ese accidente en aquella excavación en la que participaba… su padre… Naraku…

-Debes prepararte tesoro… tu misión es más importante de lo que imaginas, la pureza que posees no debe ser profanada…- insistía mientras que sus manos dentro de aquellos guantes, buscaban en todos los lugares de la muchacha, limpiando sin respetar el pudor que ella con sus cortos años ya presentaba – recuerda, que haz sido escogida mi hermosa niña, y de ti nacerá…

Observó los ojos rojizos de su padre, en el momento en que le tomó el rostro aún con los guantes, mencionando aquello a lo que ella tanto le temía, el ser la escogida para algo que no lograba entender, esa religión extraña que él había traído desde el oriente. La mirada enternecida de su padre, era una extraña mezcla para ella, de amor y temor… amaba a su padre, pero también le temía profundamente… jamás pensó que ese temor, la llevaría finalmente a la tumba…

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Kagome simplemente no lograba salir de su sorpresa, lo último que pensó que InuYasha haría sería cumplir con su amenaza de aparecer por su casa… oh Dios, y ella estaba tan desaliñada, ni siquiera había cepillado su cabello, aquello no debía de preocuparle, sin embargo el sentir la calidez de los ojos de InuYasha sobre ella, por un segundo la hizo olvidar todo…

Que me digas que ahora el amor sabe mal

Que me digas que el sol dejara de alumbrar

Es querer renunciar, a los sueños de ayer...

Es mirar la montaña y decir no podré

Superar esta prueba, que puede matar

Cuando estás justo ahí de poderla alcanzar...

Yo si creo que mal nos podría caer,

Olvidarnos que aún este amor puede ser…

-Kagome, hija, ¿no vas a saludar?...- dijo la madre muy divertida al notar la palidez en el rostro de su hija, sabía bien que el hombre que estaba de pie junto a ella era, por decirlo así, el amor platónico de su hija, ya que la muchacha no paraba de hablar de él, luego de que lo vio por primera vez en aquel seminario que impartió en la universidad de Tokio, hacía casi un año.

InuYasha no dejaba de mirarla, y es que no tenía posibilidad de liberarse del embrujo que le significaban aquellos ojos castaños, cada vez que la tenía cerca, que podía contemplarla, aunque solo fuera por algunos segundos, sabía que era ella, Kagome, lo que él anhelaba para el resto de su vida.

Mentira, que el amor se nos fue de la piel, es mentira

Que los besos no saben a miel, es mentira

Que mi cuerpo te enfría,

Que la magia termina,

Me sabe a mentira…

-Buenas noches Kagome…- saludó él primero, observando enseguida a los demás presentes – buenas noches – recibiendo un gesto amable por parte de Souta y su abuelo – lamento haber interrumpido tu cena.

-Yo también lo lamento… - fue la respuesta que ella le dio, recibiendo de inmediato las palabras amonestadoras de su madre.

-Kagome…- dijo con suavidad la señora Higurashi, girándose entonces hacía el visitante – discúlpela, es que ha estado con un carácter algo irritable estos días – Kagome sintió que quería que el piso la tragara entonces… ¿por qué su madre debía de ser tan transparente siempre?...

-No se preocupe… ha aprendido a conocer el carácter de su hija – respondió él con una sonrisa arrogante adornándole el rostro, haciéndolo aún más atractivo a los ojos femeninos, eso Kagome lo sabía bien, y la exasperaba reconocerlo… habría bufado entonces de la cólera, pero se pondría en evidencia.

-No me ha respondido… ¿se queda a cenar?... hay suficiente para uno más… - mencionó con cortesía la mujer, sin notar como los ojos de Kagome, parecían rogarle a InuYasha que se negara, y sin embargo los dorados de él, parecían incluso sonreírle.

-Será un placer…- respondió, notando entonces como Kagome soltaba el aire y se relajaba un poco, como si supiera que esta era una batalla perdida antes de comenzarla.

Se sentó junto a Kagome, que parecía volver a tensarse cada vez más, adoptando una postura más rígida en su silla, y es que no comprendía que era lo que InuYasha estaba haciendo ahí, compartiendo con su familia del modo que no lo había hecho antes, cuando ella anhelaba tanto que lo hiciera, ¿de qué valía tenerlo ahora sentado en ese lugar en el que lo había imaginado antes?... de nada…

-¿Y que lo trae por acá señor…?... – consultó el abuelo, dándole una nota de seriedad a la situación, después de todo él era el hombre de la casa.

-Taisho… - respondió él, notando la mirada casi asesina que le estaba entregando el anciano, de seguro intuyendo que algo sucedía entre él y su nieta, la tensión se habría olido en el aire si eso fuera posible, en tanto el hermano menor de Kagome, continuaba comiendo, y observando con curiosidad la situación.

-Taisho…- repitió con languidez el hombre, metido en un típico traje del medievo, ropas holgada y notoriamente cómodas – buenos… ¿qué lo trae por acá señor Taisho?...- volvió a formular la pregunta.

-Lo cierto es que Kagome y yo, tenemos algo muy importante que informarles…- dijo sin mayor preámbulo

Notó como las mejillas de la muchacha que había comenzado a volver a su tonalidad rosada, se palidecían ante el inminente anuncio… ¿es que este hombre estaba loco?... lo observó con pánico en los ojos, negando con suavidad.

-¿Aún no le haz dicho nada a tu familia, pequeña?...- consultó enfocando sus ojos dorados que simplemente parecían relampaguear en los asustados castaños de ella, y ahí estaba ese apelativo cariñoso otra vez, esa palabra que amaba y odiaba por igual.

-¿Qué tienes que decirnos hija?...- consultó al madre de Kagome, con un tono algo más serio, percibiendo la perturbación en ella.

Kagome simplemente no podía creer el descaro que estaba teniendo InuYasha al llegar a su casa e intentar exponer algo tan íntimo y de cuidado para ella, se giró hacía su madre, cuando le habló directamente, el abuelo había dejado los palillos a un lado manteniendo una reserva ante la conversación, Souta comía su arroz con lentitud, sin despegar los ojos de la pareja que tenía enfrente.

-No es nada mamá…- intento tranquilizar la situación Kagome, sintiendo que el corazón le latía con fuerza – InuYasha suele ser algo bromista.

-Vamos, pequeña, no tienes que temer… tu familia entenderá…- la alentó InuYasha con esa sonrisa arrogante que comenzaba a fastidiarla, pero que se veía tan sensual en sus labios.

Sintió como la parte baja de su pierna se resentía ante el golpe que Kagome acababa de darle con el costado del pie, dio un pequeño salto que fue apenas perceptible para ella, y la miró más divertido aún, sabiendo que estaba sacándola de sus casillas, pero es que debía demostrarle que él no se sentía intimidado en lo más mínimo por la situación, ni por su familia, que lo único que deseaba era estar a su lado, y si debía utilizar pequeños sucios trucos, lo valían…

-Si te parece tan fácil… anda díselos tú…- lo enfrentó ella con un tono de desafío.

-Con gusto…- respondió de buena gana, retirando sus ojos dorados de ella, para ponerlos sobre los rostros de la señora Higurashi que esbozaba una amable sonrisa, y el abuelo de la muchacha que parecía desaprobarlo antes de conocerlo, pero decidió no darle importancia.

Kagome, simplemente no podía creerlo, estaba observando el rostro resuelto de InuYasha, que se enfrentaba a su familia, para descubrir ante ellos la relación que habían tenido, y de la que había quedado un fruto, el hijo que ahora crecía dentro de ella… es que no entendía que lo mejor que podía hacer era olvidarse de que había existido una Kagome Higurashi en su vida, y que continuara llenando su casa con los objetos de su mujer muerta… sintió que un golpe le daba de lleno en el estómago ante el solo pensamiento, y sabía que sentía unos celos enormes por esa mujer a la que InuYasha seguía amando… y era tan absurdo… no tenía la más mínima esperanza, amar a un recuerdo era peor aún que amar a alguien más… los recuerdos no cometen errores, tienden a ser perfectos en todo… los seres humanos sí…

-Están comenzando a asustarme…- dijo con la voz suave la madre de Kagome, intentando parecer tranquila.

-No tiene nada que temer, lo que Kagome y yo deseábamos contarles, es…- hizo una pequeña pausa que dejó a la muchacha reteniendo el aliento – que llevamos algún tiempo de novios, y pues ha sucedido lo inevitable…

-¿Inevitable?...- se escuchó la voz del abuelo, de madre y de la misma Kagome, que pensó que era una elegante forma de explicar lo "inevitable".

-Sí… - aseguró él mientras que ponía una de sus manos sobre la que Kagome tenía en su regaza, notando que la muchacha parecía negarse a respirar hasta que él no dijera lo "inevitable" – Kagome y yo, nos casaremos…

-¿Casarnos?..- consultó ella respirando nuevamente, escuchando la voz de su madre que rebosaba de alegría, su abuelo bufando alguna extraña predicción quizás… Souta, continuaba comiendo lentamente su arroz, como si se encontrara frente a una obra de teatro

-Sí… casarnos pequeña… - dijo InuYasha con aquel tono de voz tan particular que usaba cuando estaba a punto de besarla, y notó como la mano que se quedaba libre a él buscaba posarse sobre su mejilla, pero Kagome la detuvo en el aire.

-Ah, no, no, no… creo que aquí hay un mal entendido… y deja de llamarme pequeña…- exclamó poniéndose de pie - con permiso… el señor Taisho y yo debemos conversar…

Se encaminó con InuYasha directo hasta la puerta de su casa, sin esperar a ver la reacción de perplejidad que había quedado en los rostros de su familia, él la detuvo metros antes de la puerta, podía prever que ella estaba decidida a sacarlo de su casa, el agarré que tenía de la mano de InuYasha la obligó a detenerse con brusquedad cuando él lo hizo, y se giró para observarlo, sus ojos dorados brillaban con inquietud y apasionamiento.

-Espera Kagome, tú no quiere entender nada, no quieres escuchar razones, simplemente me alejas de ti, sin dejarme ni un espacio para explicarte los motivos que tuve – intentaba terminar con esa parodia, ciertamente tenía todo el deseo de hacer de Kagome esposa.

-No quiero escuchar tus explicaciones… hay cosas que es mejor dejar que mueran con el tiempo…- dijo en un hilo de voz, doliente… él pudo percibirlo, y buscó acercarla, sin lograrlo, sufría al pensar de que ella realmente jamás lo escucharía.

-Realmente quiero que seas mi esposa…- aseguró, inclinándose un poco para buscar el rostro de la muchacha, que se sonrió sin ganas.

-Esposa… esa palabra debería llenarme de alegría…- respondió entregándole la mirada que él buscaba, con los ojos brillantes por la lagrimas que comenzaban a formarse, la voz calma, pero triste – no pudo escucharte, de nada me sirven tus explicaciones, cuando incluso llego a soñar contigo haciéndole el amor a tu esposa, con esa pasión arrebatadora que posees en esa habitación… mientras yo te espero en la contigua…

InuYasha sintió como si un gran rayo lo partiera en dos, cruzando de lleno su corazón…¿así es como se sentía Kagome?... simplemente las palabras de ella le decían algo que no imaginó, la herida era mucho más profunda de lo que llegó a imaginar, y claro que tenía razón, una explicación no iba a borrar de ella el dolor que estaba sintiendo.

-Oh…pequeña…- trago con dificultad, aún la tenía tomada de los brazos, mientras que ella mantenía las manos caídas a los lados, en una actitud tan indiferente.

-No me llames así… por favor… - pidió – me hace daño, y lo único que necesito es estar tranquila, quiero a este bebé – aseguró, volviendo a enfocarse en los ojos dorados de InuYasha, mientras que ella posaba una mano sobre su vientre al referirse a su embarazo – pero si tú no dejas de crearme estas situaciones extremas, no llegaré a tenerlo… ya me lo advirtió Bankotzu… - mencionó, sin notar que InuYasha parecía llenarse de cólera ante el solo nombre, quiso incluso decir algo, necesitaba que Kagome viera a otro medico, no quería a Bankotzu cerca de Kagome y el bebé… pero se contuvo, más preocupado por el momento de lo que ella le acababa de confesar.

-¿Haz tenido problemas?...- preguntó con angustia, Kagome sintió que el corazón se le oprimía al notarlo.

-Algunos dolores – dijo con suavidad

-¿Contracciones?...- continuó interrogando, con un nudo en la garganta, viendo como ella asentía sin mirarlo a los ojos, con timidez – oh, Kagome… con permiso… ¿por qué no me lo dijiste?...- mencionó, encerrándola en una abrazo espontáneo, que no pensó si seria rechazado.

-No lo sé… esto es muy difícil para mí…- dijo con total sinceridad, sintiendo el calor del abrazo que InuYasha le estaba ofreciendo, deseo por un momento fundirse en él y olvidar todos los conflictos… pero no lo hizo…

-Y yo te lo hago más difícil…- aseguró con la voz apagada, notando como ella intentaba separarse del abrazo, deseaba retenerla, pero comprendía después de las palabras de Kagome, que no era prudente - … ¿puedo llamarte?...- intentó, frotando los brazos desnudos de ella, que lo miró entonces.

-Sí… - aceptó, no podía negarse el deseo de escucharlo… sabía bien que en la clínica estaría viéndolo por un poco más de tiempo, pero de todos modos no podía evitar sus necesidad de él.

-¿Y venir a verte?... – pidió, apresurándose a aclarar – prometo que no te importunaré… solo deseo estar al tanto de ti, y del bebé, Kagome suspiró.

-Si me prometes dejar de insistir con este tema… es mejor dejarlo… así – le dolía demasiado dar por terminado todo, y sin embargo no se sentía con fuerzas de retomarlo…

-Claro… no quisiera perturbarte… pero tampoco quiero creer que esto no se puede salvar…- respondió dejando un suave beso en la frente de Kagome, ella cerró los ojos recibiendo con ternura la caricia, le habría ofrecido sus labios, pero se contuvo a tiempo… lo amaba, eso no iba a lograr borrarlo, como tampoco las imágenes que no dejaban de desfilar en su mente…

-Gracias…- fue todo lo que logró musitar…

No lo despidió, dejó que se fuera y entonces subió hasta su habitación, la cena había sido un desastre según su concepto, se sentía tan perdida y dolida, y tan enamorada… si tan solo no fuera tan difícil volver a confiar…

Que me digas que ahora es cuestión de olvidar,

Y que por una vez no podemos pensar,

Es querer renunciar a los sueños de ayer…

Es abrir en el alma una herida sin fin,

Es caer a un abismo mirarte partir…

Es nadar contra el mar,

Esta vida sin ti…

InuYasha se sentía tan abatido, dolido, herido… no quería creer que no había alguna posibilidad de volver a tener a Kagome entre sus brazos, la sola idea de que ella jamás recuperara su confianza en él, lo lastimaba demasiado, y sabía bien que se merecía cada minuto de sufrimiento… y ella también sufría, al punto de poner en riesgo al bebé… todo por su culpa… suspiró… quiso creer que todo lo que habían compartido era tan férreo en ella, como lo era dentro de su corazón… si era así… el tiempo sería sabía con ambos…

Continuará…

Bueno creo que la proposición algo inusual de matrimonio, como que nos cayó a todos de sorpresa, incluyendo a la autora, jejeje y es que salió así de pronto en el calor de la escena… y bueno, pues ya les había dicho que no sería fácil para InuYasha… y eso que aún hay cosas que Kagome no sabe… pero ya las sabrá… ahora la escena del inicio, era algo que necesitaba poner, sé que esa parte del fic, algo oscura es difícil de unir al resto de la historia, pero ya luego podremos terminar de armar el rompecabezas… solo quiero exponer situaciones que quizás pueden parecer surrealistas, pero que están más cerca de lo que imaginamos…

Bueno esperando que este capítulo les haya gustado… y dejen sus mensajitos… ahh, la canción pues se llama "Mentira" y la canta Gilberto Santa Rosa… es una hermosa canción, espero la puedan escuchar…

Siempre en amor…

Anyara