Capítulo XXVI

Misterios

Estaba nuevamente en aquella consulta, la habitación ataviada de blanco, el biombo que cubría el lugar en el cual pronto deberían examinarla, la enfermera, Sumomo, de pie a un lado de la silla, dispuesta para lo que el doctor pidiese, Bankotzu sentado revisando los exámenes que le habían llegado de Kagome. Se dejó caer atrás en su silla, mientras que le dirigía una extensa mirada a la muchacha, una que logró sonrojarla, si no fuera por que estaban en su consulta y el hombre se caracterizaba por ser estrictamente profesional, habría pensado que su mirada iba dirigida a intereses mucho más particulares.

-¿Debiste faltar a tu residencia hoy, para nuestra cita?...- consultó el hombre, dejando aquella mirada penetrante que había estado utilizando, como si volviera a estar el medico de Kagome presente.

-La verdad tengo el día libre, ya que debo pasar a la universidad a arreglar algunos papeles, por lo de congelar la carrera – explicó ella con diligencia.

-Ahh…- dijo simplemente.

Se acomodó en la silla, manteniendo los brazos sobre el escritorio, y luego de ojear una de las anotaciones, se dirigió a ella nuevamente.

-Por lo que veo, haz seguido mis indicaciones… te haz mantenido alejada de las emociones fuertes – mencionó finalmente Bankotzu, sonriendo con amabilidad, Kagome pareció respirar luego de aquello.

-Lo he intentado… - respondió con simpleza.

-Bueno… contamos con doce semanas de embarazo, y aunque no podemos decir que el riesgo de perdida esta superado, lo hemos podido manejar bastante bien sin necesidad que abandones tus labores…- aseguró su medico, entregándole a Kagome una mayor tranquilidad.

Le hizo algunos exámenes físicos de rigor, mediciones y anotaciones. Una vez que ambos se encontraron nuevamente sentados con el escritorio de por medio, Bankotzu terminaba de llenar su ficha y Kagome no podía dejar de observarlo, hacía bastante que quería hacerle una sola pregunta, y no sabía bien como hacerlo.

-¿Sucede algo Kagome?...- preguntó el hombre sin levantar la vista siquiera, ella se sorprendió, pero decidió mantener la calma, se miró las manos unidas sobre su regazo, y luego volvió a enfocar los ojos azules, tan oscuro como la noche que la miraban como si supiera lo que la inquietaba.

-Hay una pregunta que quisiera hacerte…- dijo ella con inquietud, notando el brillo en los ojos de Bankotzu.

-Vaya, vaya… me preguntaba ¿cuándo la harías?...- respondió simplemente – debo decirte que tu prudencia me sorprende.

-¿Me consideras una imprudente?...- pregunto indignada.

-No cariño… te consideraba una inmadura…- dijo inclinándose en el escritorio para estar más cerca de ella – pero creo que ya no lo eres…

Por un momento Kagome sintió que los colores se le subían al rostro, se había acostumbrado a estas frasecitas inquietantes por parte de él, pero ella siempre pudo ponerles un freno, que nunca fue objetado, solo que ahora el tono que él estaba usando parecía algo alejado de aquellos juegos que solían mantener… y Dios… no dejaba de mirarla…

-Bien…- exclamó con energía el hombre mientras que se ponía de pie – esta pregunta que deseas formular, me la harás de camino a tu universidad… ¿siempre que quieras que te llevé?... – preguntó, quitándose el blanco delantal.

-Sí…- respondió escuetamente, estaba demasiado curiosa, y ya que no había podido preguntar aquello a InuYasha, quería saber cual era la versión de Bankotzu, para el odio tan profundo que parecía brotar desde los ojos del padre de su bebé.

Se estacionaron cerca de la entrada al campus, era ya pasado el medio día, por alguna razón su consulta con su medico, había tardado más de lo que ella esperaba, esperaba estar en la universidad al menos una hora antes, de hecho ya debía de haber estado desocupada, pero aquello no era demasiado relevante, de todos modos no iría a la clínica este día.

-Hemos llegado…- fue lo que Bankotzu dijo en cuanto se estacionaron.

No había vuelto a tocar el tema de la pregunta que Kagome quería formularle, y sin embargo estuvo distrayendo su atención hacía temas de igual importancia para ella, como lo eran su primera ecografía, y los tratamientos que debía continuar haciendo. Kagome sintió de pronto que esa intranquilidad la volvía a abordar…

-¿Ahora dejarás que te pregunte?...- interrogó, enfocando sus ojos en los de él, que suspiró como si aquello fuera algo de lo que no le gustaba hablar…

-Verás Kagome, no quise decirte esto antes, porque tu salud no estaba del todo bien,. Haz sufrido muchos golpes emocionales, de la mayoría ignoró el motivo, – Kagome oprimió la tela de su falda ante las palabras – pero puedo imaginar que son por el padre de tu hijo… ¿me equivoco?...

-No…- negó con suavidad, sintiendo que las lágrimas se le asomaban por los ojos, y maldecía sus emociones, maldecía la carencia de afecto que había estado experimentando estos últimos días, sus deseos inquietos de que la estrecharan en un abrazo amable… simplemente… los cambios hormonales eran la respuesta científica para ello, y lo prefería, antes que pensar que era soledad…

Los ojos azules de Bankotzu se posaron en ella, cuando se giró en el asiento de su vehículo para quedar de frente a ella, afuera los estudiantes pululaban ajenos a todo lo que no fueran sus exámenes o trabajos grupales, tantas cosas que ella ya había pasado, por un instante sintió nostalgia de la joven despreocupada que fue… lo escuchó suspirar antes de preguntar…

-Quieres saber… ¿por qué InuYasha Taisho me odia tanto?...- Kagome aspiró aire con fuerza y asintió, sintiendo que algo que no le iba a gustar estaba a punto de salir de los labios de Bankotzu, que quitó su mirada de ella por unos momentos, para enfocarse en los muchachos afuera, sin verlos realmente, y suspiró antes de comenzar – verás… fui el medico tratante del embarazo de Kikyo Taisho, la esposa de InuYasha, ella murió dando a luz a su hijo, en mis manos… - Kagome se llevó los dedos a la boca intentando ahogar un sonido de sorpresa - fue mi decisión salvar al pequeño, la madre llegó en condiciones deplorables, no había opción…

-¿Y él te culpa por ello?...- preguntó con la voz trémula, Bankotzu entonces las observó, apretando los labios.

-Sí… él me llamó asesino… cuando le informé de la muerte de su esposa – la muchacha abrió los ojos con sorpresa ante la fuerza del apelativo "asesino"… no podía imaginar una palabra como esa en la boca de InuYasha, sin embargo había tanto de él que no imaginó…- estuvo a punto de golpearme furibundo por que no la había salvado a ella en lugar de al bebé… - Kagome palideció entonces recordando a Senkai, un hielo recorrió su espalda al comprender que InuYasha habría preferido a la madre antes que al hijo.

-No puede ser…- dijo sin notar que estaba exteriorizando los pensamientos, el labio le temblaba…

-¿Ves por qué no te lo mencioné antes?...- se dirigió a ella, y le tomó la mano que mantenía alzada, casi pegada a su boca.

-¿Hay más?...- preguntó.

-Ya esta bien, de esto, no te hace bien… - le dijo con tanta suavidad, no buscaba que ella retrocediera en su salud, lo ganado las últimas semanas.

-Debo saberlo todo, es preferible que así sea…- exigió con la voz roída, pero tan decidida, que Bankotzu, solo pudo hacer un gesto desaprobatorio, pero comprendió que ella tenía toda la razón. Volvió a tomar aire como si aquellos recuerdos lo sofocaran…

-Su mujer, Kikyo, llegó de emergencia, con una gestación de treinta y cuatro semanas, podría haber sido solo un parto adelantado, eso es perfectamente normal, y en circunstancias normales también es fácil salvar a la madre y al hijo… - agachó la mirada y volvió a respirar con fuerza – pero ella llegó al borde de la muerte, traía un profundo corte en una de sus muñecas, se estaba desangrando… no lo podía comprender… me considero un hombre fuerte Kagome, pero ¿qué madre busca suicidarse cuando esta próxima a dar a luz?... eso es algo que aún no logro responderme…- concluyó con pesar.

Kagome comenzó a llorar silenciosamente, sin siquiera ser conciente de que las lagrimas caían desde sus ojos, habían tantas preguntas, ¿qué clase de situación pudo originar una decisión como esa en la esposa de InuYasha, y lo peor… ¿qué responsabilidad tenía él en eso?... Bankotzu la observó entonces, y sacó un pañuelo blanco como la nieve, con el que comenzó a secar las lagrimas de Kagome, que solo entonces soltó un sollozo, se acercó un poco más a ella, y la estrechó, la muchacha se aferró de las mangas de su camisa, sentía tanta tristeza y desconsuelo… tanta soledad… sentía que el hombre al que amaba, era un completo desconocido para ella, había visto de él solo una mascara de lo que realmente era su vida, y lo peor es que seguía amándolo… seguía necesitando su calor y su abrazo, sus besos, que perecían devolverle la vida que le quitaba al beberse su aliento, y las lagrimas caían sin para desde sus ojos, había descubierto una verdad tan dolorosa, otra más añadida a InuYasha, otra que le hablaba de secretos y turbios incidentes, ¿acaso estaba realmente enfermo?...

-Oh Dios…- dijo sin notarlo, aferrada al pecho del hombre que la abrazaba para darle consuelo.

-Tranquila, ya no llores pequeña…- le dijo alzándole el mentón para secar las lagrimas que continuaban cayendo.

Y su voz le sonó tan conocida, confundiéndola, aquella forma cariñosa de llamarla, no le produjo el desazón que en otras oportunidades le ocasionó, al contrario, pareció aliviarla, quiso pensar por un momento que ese "pequeña" era solo para ella, que no había sido jamás para nadie más… y es que necesitaba tanto de su amor… a pesar de todo lo que le dijeran… ¿podría su amor sanar su demencia?... cerró los ojos y se dejó llevar por el calor de su aliento, sintiendo como este de acercaba cada vez más a su boca, chocándole los labios, tomándolos en un beso suave y amoroso, un beso que anhelaba, que extrañaba, que necesitaba… pero no era su sabor… no era su forma, no era su boca… y abrió los ojos, solo para encontrarse con la realidad… no era InuYasha…

Te amé,

Te di mi soledad,

Sentí lo que es desear,

Viajar a un mundo nuevo

Más hoy,

Después de las promesas

Solo recuerdos quedan,

El destino decidió

-Lo siento… - musitó apenas, cuando agachó la cabeza escondiéndose de la mirada de Bankotzu… sintiéndose más dolida aún al comprobar la forma desesperada con que añoraba a InuYasha, a pesar de todo lo que le dijeran de él, sin importarle si era verdad o no… ella se entregaba tontamente a la ilusión de estar entre sus brazos.

-Yo lo siento aún más…- escuchó la voz ronca y profunda del hombre que se encontraba tras Bankotzu, apoyando las manos en la puerta del automóvil, con los nudillos blancos por la presión del agarré.

-InuYasha…- susurró ella con la voz desgarrada. Lo vio girarse y caminar hacía el otro lado de la calle, solo en ese momento reparó en que su vehículo plateado estaba del otro lado de la acera, quiso girarse y salir tras él, explicarle… pero Bankotzu la retuvo.

Son juegos del amor,

Misterios del amor,

Que será de mí

Serás mi sueño, mi principio y fin

Son juegos del amor,

Misterios del amor,

Y es que fuiste solo la ilusión

Que me ha destrozado el corazón,

Es mejor decir

Adiós

-Déjalo Kagome… estas muy nerviosa, él esta alterado… espera a que se calme…- pidió el hombre con lógica, pero algo en el interior de Kagome se removía con fuerza, y era lo que había visto en esos intensos ojos dorados… un profundo dolor…

-¿Qué lo deje?...- le preguntó sin poder reaccionar como era correcto, sintiendo como él la sostenía con medida fuerza - ¿no ves que es a él a quien besé?... no fue a ti… fue a él…

-Lo sé…- dijo Bankotzu con una sonrisa derrotada.

-Pero él no lo sabe…- meditó ella en un hilo de voz, mientras que el sonido de las ruedas al acelerar del aquel Audi plateado, sonaron con tanta fuerza sobre el pavimento, que Kagome por un instante sintió que el pecho se le recogía de la congoja… podían haber miles de impedimentos, secretos y horribles verdades… pero ella amaba a InuYasha, y lo que menos deseaba era dañarlo…

-.-.-.-.-.-.-

Se encontraba InuYasha sentado en un rincón de su habitación, una copa de whiski en la mano y la botella sobre una mesa lateral, el reloj marcaba la una cincuenta y cinco de la madrugada, y ahí estaba, vestido únicamente con su ropa interior, el cabello aún húmedo tras la espalda, ya había dejado de destilar agua, pero el piso mantenía la muestra del descuido de no secarlo, la brisa de una primavera casi ausente entraba por la ventana, la penumbra y los fantasmas de sus errores eran sus únicos compañeros, había pasado largo tiempo bajo la ducha, dejando que el agua completamente fría le aguijoneara el cuerpo, no quería seguir recordando, pero no podía dejar de rememorar. Había estado esperando a que Kagome saliera por largo rato, luego de su conversación relativamente civilizada del día anterior, en la que ella le mencionó que tenía cita con su medico, y aunque no se sentía seguro de que Bankotzu Shichinintai fuera quien llevara su embarazo, lo había soportado en silencio, con tal de que ella no tuviera más inquietudes, sabía que debía hablar con ella pronto, pero cuando ya supiera que estaba fuera del peligro de una perdida, aquello lo abrumaba, deseaba que Kagome estuviera bien, deseaba poder cuidarla por las noches y velar su sueño, apreciar como ella, los cambios que se fueran produciendo en su cuerpo, la evolución del crecimiento de su hijo, que independiente de todos los conflictos, era el fruto del amor que compartían, una amor, que hasta el día de hoy ara él había sido seguro, complejo, pero real… y verla ahí junto a Bankotzu, entregada en ese beso tan sentido, le había destrozado el alma, y estaba ahora sentado el la soledad de su habitación, intentando unir esos trozos, para poder seguir amándola, por que no podía dejar de hacerlo…

Mujer,

No puedo comprender

No sé si fue un error

Haber amado tanto

Y voy,

Después de la tormenta,

Y el alma que se niega

A querer decir adiós

-Maldición…- exclamó, y el sonido secó del cristal de su copa al estrellarse contra una de las paredes, fue lo único que se escuchó como un eco en la casa.

Se inclinó hacía adelante y con los codos apoyados en las piernas se enlazó los dedos al cabello que le humedecía la espalda desnuda, sin importarle siquiera… si solo pudiera volver atrás y reparar desde el momento en que comenzó todo este error…y le dolía tanto…

Kagome permanecía en la oscuridad, con la luz de una hermosa luna entrando por su ventana, no había podido dormir, estaba con los brazos apoyados sobre sus rodillas recogidas, aún con uno de esos infantiles camisones de algodón, el cabellos suelto cayendo a un lado, la mirada perdida en un rincón de la habitación. Podía sentir que InuYasha estaba sufriendo, lo vio en sus ojos, leyó en ellos como tantas otras veces sus emociones, y hoy, por primera vez desde que tuvo la fatídica idea de entrar en aquel cuarto, supo que esa tristeza era por ella, por Kagome… no por el reflejo de su esposa muerta de un modo tan trágico… ¿suicidio?... sacudió su cabeza intentando quitar ese hecho de ella… quizás aún podía darle una oportunidad de explicarse… pero… ¿querría él ahora?... miraba el teléfono, y junto al aparato, un pequeño reloj que le mostraba las dos de la madrugada…

Son juegos del amor,

Misterios del amor,

Y es que fuiste solo la ilusión

Que me ha destrozado el corazón,

El corazón

-Debe estar dormido…- concluyó – quizás deba hacer lo mismo… ¿qué crees Taka?... - le preguntó a su vientre, había adoptado esa costumbre, la hablaba al bebé, de ese modo no se sentía tan sola, aún no sabía si era niña o niño, pero ella estaba segura de que sería una bebita - ¿le gustará ese nombre a tu padre?...- le preguntó mientras que se extendía para acostarse…- espero que sí…

Se acomodó entre las sabanas, intentando imaginar que él la abrazaba y la pegaba a su cuerpo al dormir… era una evocación que solía hacer, imaginando el calor de su cuerpo junto a ella, y su mano posarse en su vientre, en el lugar que ahora ocupaba el hijo de ambos… lo amaba… ya no tenía salvación…

-Buenas noches InuYasha…- dijo cuando de acurrucó más en su lugar, cerrando los ojos

-Buenas noches Kagome…- suspiró él, en la habitación ahora aromatizada por el whiski que acababa de derramar, no le importó el cabello húmedo, se dejó caer entre las sabanas azules de su cama, añorando el cuerpo tibio de Kagome junto a él, para abrazarlo y dormirse a su lado… la amaba… y esa era su perdición…

Continuará…

Aquí con un nuevo capitulo, creo que al menos ya les ha quedado algo más claro de lo que pasó entre InuYasha y Bankotzu, al menos a mí me ha gustado como quedó el cap. además que escuché esta canción de Luis Miguel, que es una nueva "misterios del amor", me gusta como interpreta las baladas el hombre, le pone corazón, y pues la letra estaba tan bien, además que la melodía es tan sentida… snif… me dio penita imaginar a Inu viendo ese beso que Bankotzu le dio a Kagome y que ciertamente ella respondió sintiéndose perdida en sus emociones por Inu… tranquilas fue solo un besito… no fue tan traumático no lo creen , jejeje… bueno veamos que nos depara el destino después de esto…

Cuídense mucho y dejan sus mensajitos…

Siempre en amor…

Anyara

P.D.: Misión cumplida Séfiro… muak…