Capítulo XXVIII
Junto a ti
Enfrentar a la familia Tomura, había sido un duro golpe, algo con lo que no estaba familiarizado, si no fuera por la mano de Kgome que no se desprendió de la suya en ningún momento, probablemente no habría resistido quedarse a dar los detalles del fallecimiento del hombre… bueno al menos los detalles médicos… se sentía abatido y agotado, la tensión había hecho estragos en su cuerpo, peor que si hubiese corrido una triatlón…
Se encontraban sentados en un parque no demasiado grande ni concurrido de la ciudad de Tokio, guarecidos a la sombra de un árbol frondoso, de seguro un roble, fuerte y añoso, el que se mecía con la poca brisa, que los hacía recordar el inicio de la primavera que ya los había abandonado, entregándolos a un ardoroso verano. Kagome permanecía envuelta en los brazos de InuYasha, que apoyaba la espalda en el tronco, no era mucho lo que habían hablado, el tema principal, era el primer paciente que el hombre había perdido.
-Solo debes saber que no será el único… aunque así lo esperamos…- dijo ella con calma, y con los dedos enlazados en la mano que InuYasha mantenía sobre su vientre, al parecer de modo descuidado.
InuYasha se mantuvo en silencio, tal como lo había hecho gran parte del tiempo que llevaban juntos, Kagome se giró dentro del abrazo y buscó con el ceño algo arrugado el motivo de su silencio, notó que él parecía muy pensativo, y ella no pudo evitar preguntarse incluso con algo de angustia, ¿hacía donde estaban dirigidos sus pensamientos?... y entonces él ahuecó su manos sobre la mejilla de ella y la miró con una ternura infinita.
-Hay muchas cosas que no te he dicho ¿verdad?...- aseguró, notando como los ojos castaños de ella se comenzaban a cristalizar – oh, no, no quiero que llores…- musitó mientras que le acariciaba con el pulgar la piel del rostro.
-No quiero escuchar ahora…- susurró, mientras que se separaba sin buscarlo del abrazo de él, sentándose más erguida, lo que la alejaba del cuerpo de InuYasha, que tragó con dificultad… temeroso de que finalmente Kagome jamás quisiera escucharlo.
-¿Me permitirás que algún día lo haga?...- consultó sin saber que más hacer… no quería que las cosas que aún quedaban por descubrir causarán una nuevo alejamiento en Kagome, ahora que volvía a sentirla calida entre sus brazos.
Kagome cerró los ojos y respiró profundamente, luego desvió la mirada hacía otro sitio, observando los árboles que circundaban el parque… ¿qué podía decirle?... ¿que tenía miedo de lo que él pudiera contarle?... ¿miedo de perder de nuevo la poca confianza que estas últimas horas había experimentado?...
-Kagome...- insistió él, acariciando con suavidad el cabello de la muchacha, que se giró y lo observó sin poder exteriorizar lo que sentía. InuYasha se quedó mirando por un instante aquellos hermosos ojos castaños que parecían pedirle a gritos auxilio – no tengas miedo…- le susurró, mientras que le acariciaba el rostro con suavidad. Ella bajó la mirada, se sentía descubierta, pero aquello de algún modo la llenaba de tranquilidad, él podía leer dentro de ella y eso solo le hablaba de la fuerte conexión que existía entre ambos.
-No puedes evitar que me asuste descubrir cosas de ti…- dijo sin levantar la mirada.
-Ya lo creo que no… pero quiero que sepas que no me he sentido como contigo, en toda mi vida…- aseguró, logrando que ella lo mirara finalmente.
-¿De verdad?...- logró musitar, con la voz débil, era hermoso poder pensar que los sentimientos de InuYasha hacía ella eran especiales, diferentes… únicos… pero la espina seguía clavada en su pecho, aunque parecía no doler tanto cuando estaba entre sus brazos.
-De verdad…- apoyó con una sonrisa, tirando de ella un poco más para rodearla con sus brazos, sintiéndola suave y entregada, con aquella mansedumbre tan propia de Kagome. Le levantó el rostro desde la barbilla, para que sus ojos castaños lo miraran - ¿pedo robarte un beso?...- consultó.
-Estas aprovechándote de esta tregua…- dijo ella con suavidad, sintiendo que el corazón comenzaba a latirle con fuerza ante la idea de sentir sus labios.
-Solo quiero probar tus labios antes de que te puedas molestar conmigo por algo de lo que tengo que decirte…- se defendió, poniendo en aviso al mismo tiempo a la muchacha de que era probable que lo que escucharía no le gustara… y ¿realmente estaba dispuesta a escuchar algo más?...
-Entonces hazlo…- susurró
InuYasha la observó y su respuesta le llegó con tanta suavidad, casi débil, le acarició la mejilla con el dorso de la mano, y la palidez se tiñó de rosa en ese lugar, los labios le parecieron incluso más llenos y rojos, era como una invitación a tomarlos, y se inclinó sobre ella, acariciando con lentitud su boca, bebiéndose el sabor de ella, rozando su lengua con la suave piel de los labios de Kagome, que se abrían entregándole permiso para explorar, mientras que al espalda se arqueaba contra él, la mano masculina que había ido a reposar sobre la cadera de Kagome se apretó en aquel lugar, y un gemido se le escapó entonces a InuYasha que comenzaba a encenderse en una pasión que venía controlando hacía meses ya…
-Exquisito…- susurró sobre los labios de ella, mientras que pegaba su frente con la de Kagome, necesitaba calmarse, o se la llevaría a una cama sin escuchar los remilgos de ella.
Kagome en tanto suspiró cuando el beso se terminó, sabía bien que la reacción involuntaria de su cuerpo podía encender la pasión entre ellos en segundos, pero aun así no quiso reprimirla, llevaba tanto tiempo ansiando una caricia, un beso, su amor… sus manos como las recordaba recorriéndola con ardor… respiro profundo intentando calmarse o dejaría que le hiciera el amor sobre la hierba…
-Quiero que comprendas, Kagome Higurashi – dijo con suavidad, mientras que continuaba acariciando su rostro – que todo lo que me queda por contar es parte de un pasado que para mí ha sido extremadamente doloroso, y que he podido sanar gracias a tu amor…
Ella se mordió el labio con inquietud, y él le besó la frente, la acomodó en sus brazos, para que no se sintiera tan atrapada entre ellos, solo segura y querida, sabía bien que tal vez ella quisiera romper la cercanía en más de algún momento, pero estaba preparado para no dejarla alejarse.
-Verás…- suspiró dándose ánimos a sí mismo ara rememorar los momentos más tristes de su vida – cuando te conocí, me resultó completamente imposible no ver la imagen de Kikyo en ti – Kagome bajó la mirada, no podía sostener aquellos ojos dorados, cuando le hablaban de otra mujer, InuYasha prosiguió – te rehuí mucho, eso lo sabes, tenía pánico de tu parecido, pero poco a poco comencé a verte solo a ti, y ahora me parece absurdo haber encontrado algo de ella en tu rostro - le levantó el mentón y busco su mirada – no quiero decir cosas que degraden su imagen para agradar a tus ojos, solo sé que la calidez que existe en ti es única para mí, y que la necesito…
Las lagrimas comenzaron a caer por lo ojos de la muchacha, que no podía contener la emoción que embargaba su corazón, escuchar decir aquello a InuYasha la llenaba de hermosos sentimientos, pero aún se veían frenados por las dudas, y continuaba intentando ver entre líneas algo que la hiciera desconfiar.
-¿Por qué odias tanto a Bankotzu?...- consultó, intentando hurgar dentro de los hechos de ese pasado doloroso, quería comparar versiones y quizás eso la ayudaría a saber que no se encontraba entre los brazos de un hombre desequilibrado. InuYasha suspiró ante la pregunta, comprendiendo que se había desviado de su objetivo que era explicar…
-Bankotzu Shichinintai…- dijo en un tono cansado – un hombre al que odie por mucho tiempo – Kagome reparó en la palabra odie, pero no quiso interrumpir – había sido el médico tratante en el embarazo de Kikyo, su trabajo había sido bueno, solo hasta que…- tomó aire antes de decirlo, como si estuviera rememorando los momentos que iba a relatarle – bueno… ella murió en su mesa…
-Pero salvó a tu hijo…- defendió ella, InuYasha se quedó mirando a Kagome por un instante asimilando sus palabras.
-Sí…- aseguró sin fuerza en la voz, que parecía más ronca – él me dio un motivo para mantenerme con vida…
Cuando Kagome escuchó aquella palabras muchos sentimientos encontrados abordaron su interior, deseos de abrazarlo y consolarlo, pero por otra parte una pregunta que no dejaba de martirizarla… ¿cuánto había amado InuYasha a su esposa?... debió ser demasiado, se respondió, y esa sensación de desconsuelo que había estado llenándola todo este tiempo en que la incertidumbre de saber si era ella a quien él veían volvió… cerró los ojos, para contener la lagrimas, pero los dedos suaves de él, le acariciaron nuevamente.
-La amé muchísimo Kagome… - confesó intentando responder a lo que suponía que a ella la estaba atormentando – de un modo desmesurado…- suspiró entonces sin saber si debía medir sus palabras… pero era la verdad lo que tenía que relucir, no podía ocultar nada, no lo haría nuevamente, entonces la vio abrir los ojos otra vez, cristalizados por las lagrimas – no quiero que llores…- le dijo con infinita ternura, sintiendo que el corazón se le destrozaba al verla triste.
-No podrás evitarlo… soy demasiado sentimental, peor ahora…- se sonrió haciendo alusión a su embarazo. InuYasha sentía que le volvía a latir el corazón, cuando vio esa sonrisa, aunque triste, en sus labios, comprendiendo que ella le pedía continuar con ello.
-Oh Kagome… perdóname por todo esto…- pidió.
-No pidas perdón aún… primero debes contarme todo… - respondió, tomando la mano que le acariciaba el rostro – cuéntame por que murió Kikyo… - sintió como la voz casi se le desgarraba, ella tenía aún en sus oídos las palabras de Bankotzu "¿qué madre busca suicidarse cuando esta próxima a dar a luz?"…
InuYasha cerró ahora sus ojos y respiró profundamente, tragó con dificultad y su voz sonó profunda y dolida, tanto que Kagome deseo no haber hurgado tan hondamente en sus recuerdos.
-Kikyo siempre fue una mujer de emociones frágiles… - comenzó, enfocándose en el paisaje para hablar, rememorando – fue así desde siempre creo, al menos desde que la conocí en la universidad, ya luego vino el matrimonio, y mi deseo de que tuviéramos un hijo… ella rehuía a eso, parecía no querer tenerlos, de hecho nos llevó casi dos años de casados que finalmente accediera.
Kagome se mantuvo en silencio, intentando mantener a raya sus propias emociones, no deseaba que InuYasha se interrumpiera por los deseos de llorar que la estaban embargando al imaginar el amor que debió sentir él por su esposa.
-Yo estaba realmente feliz con el bebé… - se sonrió al recordar que Kagome llevaba un hijo de ambos – y sé que ella decidió dármelo, únicamente por el amor que me tenía… era extraño comprender el amor de Kikyo ¿sabes?... pero sé que lo sentía, eso era lo que alimentaba el mío por ella…- un nudo cada vez más grande se le formaba en la garganta, al comenzar a acercase a la parte de su relato que más dolor le causaba – a pesar de todo esto, ella no demostraba apego por el bebé… no mostraba emociones durante la gestación, no había salidas a las tiendas para ver ropa o cosas para él… nada… hasta que finalmente, la mañana del día en que… bueno…- su respiración se agitaba al recordar los hecho, y los ojos se le comenzaron a llenar de lagrimas.
-Tranquilo…- susurró Kagome, apretando su mano, comprendía que el dolor de aquellos recuerdos eran realmente aplastante para InuYasha y los estaba trayendo a la superficie solo para poder explicarse ante ella… en ese momento Kgome pudo comprender la magnitud de los sentimientos de ese hombre. No supo como sus labios fueron cubiertos con un beso, fue suave y corto, pero muy sentido.
-Esa mañana…- continuó – le recriminé su falta de interés.
Se encontraba Kikyo en la habitación matrimonial, observando por la ventana, varias bolsas de compras que había traído InuYasha consigo el día anterior se encontraban aún sobre uno de los muebles, en el mismo estado en que llegaron, ella no había tocado nada…
-Para qué accediste a tener un bebé si no te importa…- fue lo que le dijo InuYasha una vez que salió de la ducha, su esposa vestía un camisón de color marfil, el abdomen visiblemente abultado, con algo más de ocho meses de gestación, el cabello azabache suelto cayendo como una cascada uniforme u brillante por su espalda.
-Tú deseabas un bebé…- respondió ella con un grado tal de desapegó que InuYasha se exaltó furioso, acababa de ponerse los pantalones y se puso de pie mientras los abotonaba, la tomó por ambos brazos y la estremeció.
-Tú jamás haz querido ese hijo…- aseguró con un tronar tal de su voz, que de seguro había alertado a toda la casa de lo que sucedía, estaba furioso, herido y desesperado – debiste haberlo perdido cuando me amenazaste con hacerlo…- continuó exaltado, apretando sus manos en los brazos de su esposa, que lo observaba con los ojos castaños a estas alturas bañados en lagrimas.
-Yo lo quiero…- fue todo lo que ella musitó, casi inaudible, por un momento él deseo estrecharla en sus brazos y decirle que sentía lo sucedido, jamás le había gritado en todo el tiempo que llevan juntos, pero la frustración que había en su interior se lo impidió.
La soltó y terminó de vestirse caminó a su vehículo, esa discusión quedó inconclusa, fue la ultima vez que vio a Kikyo con vida.
-Luego de eso, me llamaron de urgencia…- la voz se le cortaba cada vez más y Kagome mantenía tomada su mano con fuerza, intentando darle valor para terminar – ella había atentado contra su vida, en aquel pequeño jardín acuático del que solo quedan ruinas… y no he podido dejar de pensar en que yo… en que si yo… en que si tan solo… - un sollozo profundo y doloroso se le escapó sin permitirle continuar.
Kagome se arrodilló frente a él y lo abrazó, le dolía profundamente ver el sufrimiento en InuYasha, que se aferró a ella con fuerza, no pudo evitar que sus propios ojos liberaran las lagrimas que estuvo conteniendo durante el relato, y es que ahora podía comprender tantas cosas, y a pesar de lo doloroso de los recuerdos que acababa de escuchar, se sentía inmensamente aliviada… InuYasha había sido tan victima de la situación, como su propia esposa.
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La escalinata del templo les significaba ciertamente un gran esfuerzo, iban tomados de la mano, había sido un día extraño, primero la muerte del paciente de InuYasha, y luego las confesiones, que a pesar de lo atormentadas que habían sido, había podido esclarecer entre ambos muchas cosas. Kagome había permanecido junto a él hasta que logró calmarse, e InuYasha sabía que había llorado como nunca lo hizo, por la muerte de Kikyo, y por lo motivos reales que tenía para hacerlo, el sentir que la culpa de la decisión que ella tomó era suya, aunque Kagome trató de hacerlo comprender que la responsabilidad de una decisión como esa recae únicamente en quién la toma…
-Ya estas en casa…- mencionó él, con los ojos aún irritados por las lágrimas derramadas, de pie en el umbral de la puerta sintoísta que indicaba la llegada al templo.
-Sí… - respondió simplemente Kagome, mientras que observaba el agarré de la mano de ambos, temiendo pregunta. Sabía que en su casa no había nadie y deseaba que InuYasha estuviera con ella, solo que se limitaba sin saber como preguntar, sin saber si era correcto.
-¿Qué sucede?...- consultó él, sabiendo que cuando Kagome dudaba era por que algo la inquietaba.
-¿Porqué crees que algo pasa?...- preguntó ella enfocando sus ojos dorados con cierta alegría…
-Por que te conozco pequeña…- respondió acariciándole el rostro, y de inmediato abrió los ojos comprendiendo que acababa de llamarla del modo que Kagome le había negado.
-¿He sido yo, tu única pequeña?...- preguntó ella sin cambiar siquiera el tono dulce de su voz.
-Absolutamente…- dijo con esperanza.
Quédate,
Que este tiempo es nuestro y el amor
Tiene ganas de volver
Quédate
Hoy no te me vayas como ayer
Kagome se apoyó entonces en su pecho, y sin darle tiempo de actuar, tomó su boca con premura, en un beso calido y reclamante, uno al que no podría jamás ser indiferente, respondiéndolo con tanta ternura y pasión como la que ella le estaba entregando, rodeándola con sus brazos permitiéndole que se acoplara con su cuerpo, sentía que de alguna manera la vida ser le devolvía por completo al tenerla entre sus brazos… ella su mujer… su amor…
-¿Esto es parte de la tregua?...- consultó con los labios pegados a los de ella, que se sonrió dejando que el sonido de su risa le llenara los sentidos.
-Quédate conmigo…- le pidió acariciando con la yema de los dedos la nuca de InuYasha que suspiró ante sus palabras.
-¿Hablas en serio?...- le preguntó con inquietud, sin poder creer lo que le estaba pidiendo – ¿y tú familia?...
Te fuiste aquella vez
Y yo en mis sueños tantas veces te busquen
Entre los ángeles tu voz imaginé
Así me conforme
Pero ahora te encontré
-Se han ido a Kyoto… solo hasta mañana…- respondió, intentando no parecer tan inquieta en espera de la respuesta de él.
-¿Y te quedarías sola esta noche?...- preguntó más inquieto por su seguridad que por otra cosa.
-No sería la primera vez… - aseguro intentando calmarlo, con un tono algo severo.
-¿No entiendes que me preocupas?...- se inclinó para besarla con suavidad, un beso que hablaba de amor… de una ternura enorme…
Kagome por un momento recordó, ante las sensaciones de ese beso, todos los instantes en los que anhelaba tenerlo entre sus brazos, sentirse amada por él a fuego y pasión, pero también recordó las indicaciones médicas.
-Bueno, hay cosas que no puedo hacer… si te quedas…- intentó aclarar, sonrojándose, pues no buscaba que InuYasha se sintiera frustrado luego. Lo vio sonreírse.
-¿Cómo cuales?...- buscó jugar un poco con el color encendido de sus mejillas, que la hacían verse tan hermosa, sintiendo como la esperanza de tenerla entre sus brazos lo llenaba de felicidad.
-Es que por el bebé… verás… - suspiró sintiéndose derrotada antes de mencionar nada, e InuYasha parecía esperar a que continuara – no podemos hacer el amor… - ¿Por qué creía que eso debía de ser prioridad para él?... quizás por que lo era para ella en este momento, sentirlo con su piel, con todas aquellas caricias y palabras arrebatadoras que le quitaban el aliento y la razón.
Él se quedó mirándola por algunos segundos y le acarició el cabella, manteniéndola en aquel abrazo férreo, sonriendo con suavidad.
-Nadie puede negarme que te haga el amor pequeña…- dijo con la voz ronca y profunda, casi podía asegurar que la excitación brotaba de ella.
Quédate
Que este tiempo en nuestro y el amor
Tiene ganas de volver
Quédate
No me dejes sola otra vez
Que la noche es larga
Si no estoy contigo
Si otra vez me alzas al abismo…
Si otra vez te vas… quédate
Por favor… por siempre…
Kagome podía sentir como el deseo se encendía en ella solo con su palabras, también podía percibir el riesgo en ellas, y es que no podían poner en riesgo al bebé intentaba razonar, pero las manos de InuYasha que la sostenían con fuerza, le indicaban que ya no iba a retroceder, y podía ver ese brillo que llenaba sus ojos dorados de pasión.
-Pero InuYasha…
-Shhh…- le dijo mientras que le sellaba los labios con un beso, que prometía un desborde de amor que ella no imaginaba.
Continuará…
Ahhahhahha… ciertamente ya estaba necesitando que este historia volviera a su cause… el amor… no pregunten… no les voy a contar como se las van a arreglar para amarse sin dañar al bebé… de seguro más de alguno ya se lo imagina... pilluelos..
Esperando que este capítulo haya sido de sus agrados y sirviera para aclarar un poco la forma en que murió Kikyo, aunque no es completamente la verdad de la situación, pero es la verdad que maneja InuYasha… ya iremos descubriendo el resto… la canción "Quédate" de Lara Fabian…por el momento solo agradecerles la compañía y la lectura, que ha sido para mí un gran aliciente, y eso… besitos y dejen sus mensajitos…
Siempre en amor…
Anyara
