Capítulo XXX

Promesas

No podía dejar de mirarlo, era una visión exquisita, casi sublime, llegó a pensar Kagome, poder contemplarlo dormido, completamente desnudo, boca abajo, y envuelto en sabanas de color rosa… se sintió tentada a reír, la cama ciertamente era estrecha, pero habían podido acomodarse perfectamente, uno de los brazos de InuYasha caía sobre su cadera, de modo que cualquier movimiento de ella lo haría despertar… no quería, deseaba poder observarlo un poco más, su sedoso y negro cabello ahora descansaba seco tras su espalda, luego del baño que debieron tomar, de hecho no es que quisiera quitarse su esencia del cuerpo, pero "el pegoteo luego sería bastante incomodo", fue al menos lo que InuYasha le advirtió, convenciéndola de que tomara un baño, claro que este tampoco había sido un baño convencional, una nueva sonrisa se dibujó en sus labios cuando recordó el modo en que él le jabonaba el cuerpo, al principio pensó que la estaba tratando como una niña… pero luego descubrió la potente carga erótica que aquello podía tener… la mano de él, guarecida tras la barra de jabón, deslizándose por todo su cuerpo, no pudo evitar evidenciar su excitación, y cuando el jabón pasó por sus senos, los pezones se erectaron fervorosamente, e InuYasha se arrojó, sin pensarlo, a asaltar uno con su boca… la cara de desagrado por el jabón que tragó ante el acto impulsivo, aún la hacía sonreír…

Todo tu cuerpo tiene
copa o dulzura destinada a mí.

Acercó una de sus manos hasta el cabello y lo acarició, no podía evitarlo, necesitaba tocarlo, de alguna manera exteriorizar el cúmulo de sentimientos que se agolpaban en su pecho sin permitirle respirar, según ella podía percibirlo, bajó suavemente por su mejilla que comenzaba a evidenciar la aparición de la barba, el contorno de su mandíbula fuerte, observó las pestañas oscuras y espesas reposando sobre las mejillas, la forma estilizada, pero imponente de su nariz que se movía con suavidad ante la respiración calmada que tenía, nada comparado con las potentes exhalaciones que había tenido mientras hacían el amor… Kagome cerró los ojos cuando sintió a su propio deseo golpearle el vientre ante el recuerdo de los momentos compartidos… las dudas quisieron poblar su mente otra vez… ¿la había amado a ella?... ¿o a su esposa?... pero una mano fuerte sobre su cadera la distrajo.

-Buenos días pequeña…- dijo sin abrir los ojos acercándola más a él, aún con los ojos cerrados.

-Aún no amanece…- aclaró Kagome sin poder evitar acariciar su cabello nuevamente.

-¿Entonces que haces despierta?...- preguntó

-Pensaba… bueno…- titubeo, ¿debía exponer sus temores?... notó como él abría los ojos y el dorado intenso de ellos le cortó el aliento por un segundo, por Dios, había olvidado lo hermoso que se veían luego de hacer el amor, con una tranquilidad increíble, casi cristalinos…

-¿Qué sucede?…- interrogó, poniéndose de costado apoyando la cabeza en uno de sus brazos flexionado, intentando ocultar su propio temor a que Kagome nuevamente lo alejara de su lado.

-Bueno… es que…- no se sentía del todo capaz de abrir de ese modo su corazón, bajó la mirada, para evitar la profundidad de los ojos de InuYasha, pero de inmediato la visión del vello de su entrepierna que avanzaba rizado y espeso, la hizo callar, la sabana rosa estaba cubriendo demasiado exactamente su intimidad y Kagome sintió una oleada de calor teñirle las mejillas, no pudo notar la sonrisa de él ante el sonrojo.

-Anda, dime pequeña… ¿qué te inquieta?...- entonces pudo notar como los ojos castaños de ella se volvían a posar en los suyos con algo de sorpresa, el doble matiz de su pegunta la había sobresaltado… ¿qué la inquietaba?... en este momento lo menos conveniente, deseaba poder volver a sentir el cuerpo caliente y poderoso de InuYasha haciéndola suya…

-Solo que… como esto es una tregua, pues creo que debemos aprovechar el tiempo ¿no lo crees?...- consultó pareciendo realmente una niña que no encontraba argumentos para pedir lo que deseaba.

Cuando subo la mano
encuentro en cada sitio una paloma
que me buscaba, como
si te hubieran, amor, hecho de arcilla
para mis propias manos de alfarero.

InuYasha se echó a reír de buena gana, quitando la sabana rosa que cubría el cuerpo de Kagome, y haciendo girar el suyo sobre ella, le dio un beso en el pecho, justo entre sus senos, y luego elevó el rostro para mirarla, parecía incluso contener el aire, y sus mejillas arreboladas le encantaban.

-Lamento decirte pequeña… - dijo con un tono demasiado solemne, según pudo percibir Kagome – que esto dejó de ser una tregua desde el momento en que ganamos la batalla.

-¿Cómo?...- preguntó, ciertamente no comprendía ese razonamiento. Lo vio sonreír.

-El amor que hemos compartido, no puede ser más que el triunfo ante la duda y la desconfianza – respondió con decisión, arrastrando su cuerpo para quedar frente a los ojos de su amada – es nuestro escudo en la batalla… nuestro valuarte… nuestra defensa más fuerte… mientras que nuestros corazones latan a un mismo ritmo… como ahora…- dijo inclinándose cerca del oído de ella – que el mío se desboca ante la calidez de tu piel desnuda…

-Oh, InuYasha…- dio abrazándose a él, comprendiendo con todo su ser, cada una de las palabras que le estaba diciendo – creo que no podré nunca dejar de amarte…- susurró emocionada.

-No te atrevas a intentarlo jamás pequeña… - se aferró a ella del mismo modo – me moriría si no te tengo…

Un gemido se escapó de los labios de Kagome, uno extraño y novedoso, era un gemido expulsado por el gozo de su alma, ante las palabras del hombre que había significado tanto en su vida. InuYasha pudo percibir aquello y era tan hermoso poder experimentar este montón de sensaciones junto a ella… pensó que realmente no había paraíso que se pudiera comparar con el hechote que Kagome hubiera llegado a su vida, para hacer de él un hombre vivo.

Kagome pudo sentir como el abrazo se iba relajando, y los labios de InuYasha comenzaban a descender por su cuerpo, o quería pensar, solo sentirlo, poder apreciar el amor que él le estaba ofreciendo de ese modo tan exquisito y completo, tan absoluto…

Podía sentir como ella se convertía en algodón suave y acariciable entre sus dedos, y continuaba con su recorrido de besos, llegando al lugar que deseaba… su vientre… se detuvo, quedando entre sus piernas, con ambos codos apoyados a los costados, y las almas de las manos puestas sobre la suave curva que indicaba que el vientre de Kagome comenzaba a llenarse, la suavidad de la piel pálida en ese lugar le hablaba de un aterciopelado hogar para su hija… sí, él estaba segur de que sería una niña…

-¿Haz pensado en un nombre para ella?...- preguntó, atentó a su labor de acariciar aquel lugar, como si con ello pudiera acariciar a su bebé.

Kagome pudo sentir como sus ojos se humedecían ante la pregunta, era realmente hermoso sentir como el deseaba ese hijo, la forma en que le acariciaba el vientre como su estuviese creando en el la forma de un pequeño, y su pregunta, tan llena de certeza… "ella"…

-Takka…- fue lo único que alcanzó a salir de su boca ante la emoción, sintió como la cabeza de InuYasha se apoyaba ahora en ella, con las manos abrazándole las caderas de un modo posesivo y tan lleno de amor, que Kagome no pudo evitar llevar su mano hasta el cabello oscuro que ahora reposaba entre ella, la cama y la espalda de él.

-Takka…- repitió, imaginándose llamando a su hija en un par de años, cuando la niña corriera por entre los cerezos floridos de su jardín, persiguiendo al cachorro de Senkai, que para entonces ya estaría mucho más grande, y a su hermano con el ceño fruncido ante la inquietud de cuidar de su hermanita – me gusta mucho…- susurró.

-¿Cómo sabes que será niña?... – preguntó curiosa.

-¿Haz escogido un nombre para varón?...- consultó él.

-No…

-Entonces es por lo mismo que tú… solo lo presiento… - respondió con total seguridad, sabía que sería una bebita… solo eso.

Volvió a depositar un beso en el vientre, sintiéndose embriagado por tantas emociones que no sabía como sacarlas de su interior sin explotar de amor… alzó la mirada y observó a Kagome que estaba atenta a cada paso que él daba… y no pudo evitar sentir la inquietud de saber que pensó ella cuando supo del bebé.

-¿Qué pensaste cuando supiste que venía el bebé?...- consultó, sintiendo que el estómago se el contraía en espera de la simple respuesta, y es que aunque quisiera no recordarlo, el embarazo de Senkai había sido más un triste alejamiento entre él y Kikyo, que la unión que debía significar esperar el nacimiento de un hijo.

-Que era una locura…- InuYasha sintió de pronto que un vació se apoderaba de su estómago, y exhaló con algo de fuerza, no supo en que momento sintió que se abría un abismo bajo sus pies, todo en cuestión de segundos, Kagome pudo notar como sus ojos dorados se oscurecían en un sentimiento que ella no supo reconocer, ya había conocido la furia, la pasión, la ternura… pero este no, de todos modos terminó con su respuesta – pero que era tuyo, y eso era suficiente para amarlo y desearlo a mi lado…

-Oh…Kagome…- susurró con la voz roída, mientras que se volvía a abrazar a ella, ocultando su rostro en el vientre, y entonces la muchacha pudo sentir como las lagrimas que él iba derramando se esparcían por la piel pálida… y entonces lo supo… aquel oscurecimiento en el dorado hermoso de sus ojos, era desilusión…

-No podría dejar de amar a nada que venga de ti InuYasha… - aclaró ella con premura, buscando el rostro de el oculto entre el cabello oscuro – así como no dejé de amarte ni un solo día después de… - la voz comenzó a quebrársele, y entonces sintió que el cuerpo de él se arrastraba sobre ella, haciéndola demasiado conciente de la desnudez de ambos, hasta llegar a la altura de su ojos, que se cristalizaban como los de él, pero de todos modos InuYasha mostraba una hermosa sonrisa que le tranquilizó el alma.

-Ya, no tienes que decirlo… soy un tonto, lo reconozco… un tonto enamorado e ilusionado – dijo mientras que se inclinaba para tomar los labios de su amada, besándola con suavidad, sintiendo como los brazos de Kagome se cerraban alrededor de su cuerpo, y entonces ella lo detuvo un momento.

-Quiero que me prometas algo…- pidió con emoción en la voz.

-Lo que quieras amor mío…- se apresuró a decir.

-Promete que cuando llegué el momento del nacimiento, si algo se complica…- hizo una pausa, que la llevó a tener la completa atención de InuYasha, que de alguna manera presentía lo que ella le iba a decir – promete, que si te dan a escoger entre la niña o yo…

-Kagome no…- le pidió, se sentí demasiado dolido como para dejarla terminar, no quería verse enfrentado a algo así nunca más. Ella le puso los dedos en los labios, solicitando su silencio, pues también le costaba mucho hablar, pero no quería dejar una decisión como esa al azar.

-Promete… que escogerás a la niña… a nuestra Takka…- dijo en un hilo de voz, y entonces se sintió casi sofocada por el abrazo en el que InuYasha la encerraba.

-Te los prometo…- dijo, logrando en ella un cierto alivio – pero tú debes prometerme que no me dejarás nunca… que jamás deberé decidir, por que tú estarás siempre a mi lado… - sentía que el pecho se le encogía ante la congoja en las palabras de InuYasha… ¿tenía ella derecho a ponerlo en esa situación?... se preguntó por un momento si no estaba siendo demasiado cruel ante la hipótesis… sabía que necesitaba plantear la situación, pero ahora al notar el dolor en la voz de InuYasha, se arrepentía - me moriría si algo te pasa… - y aquello fue suficiente.

-Nunca, nunca te dejaré…- le anunció con vehemencia, demasiado conmovida por los sentimientos de él, como para permanecer indiferente, era un hombre, pero le había demostrado de muchas formas que era un hombre que amaba con todo el corazón y comprendió que en el momento en que InuYasha comenzó a amarla, e había convertido en su responsabilidad el que él fuera feliz – te amo demasiado para hacerte sufrir… - sintió como un suspiro salía de los labios de él, golpeándole el cuello entre el abrazo y de pronto el cuerpo del hombre pareció abandonar su tensión.

-Gracias pequeña...- se limito a susurrar, mientras que comenzaba a besarla nuevamente, primero en el cuello, luego en las mejillas que pasaron a ser encerradas en las manos de él, la frente, los parpados, los labios… la estaba comenzando a amar con el cuerpo otra vez, ella lo sabía bien, ya conocía la forma en que InuYasha se le entregaba… definitivamente se había terminado la batalla - ¿puedo volver a hacerte el amor?...- preguntó con la voz ronca e inquieta.

Tus rodillas, tus senos,
tu cintura
faltan en mí como en el hueco
de una tierra sedienta
de la que desprendieron
una forma,
y juntos
somos completos, como un solo río,
como una sola arena.

-No lo vuelvas a preguntar…- aclaró ella – nunca más…

La sonrisa que adornó lo labios de InuYasha por un segundo, o pasó inadvertida para Kagome, era una sonrisa limpia y agradecida, era una sonrisa amorosa, dulce, llena de promesas de un amor que no se terminaría en el tiempo… al menos era lo que ella en ese momento pudo leer… y era suficiente…

-.-.-.-.-.-.-

La mañana llegó y junto con ella el mediodía, las largas horas de amor que compartieron, dejaron muy poco de aquella noche para descansar, y la verdad es que ninguno de los dos se preocupó por levantarse al alba, al contrario, fueron las primeras luces de la mañana, las que les hablaron de que debían dormir, al menos un poco. Las sabanas rosas los cubrían parcialmente, las piernas de Kagome se veían hasta poco más arriba de la rodilla, dejando un muslo a la vista, suave y pálido, el dorso de InuYasha completamente al descubierto, abrasado al cuerpo desnudo de su mujer, con ambos brazos atrayéndola hacía su pecho, cubriendo con sus mano los senos de ella que se encontraban también a medio cubrir entre la tela rosa, la calidez de sus formas lo habían mantenido despierto un poco más que a ella, que se había dormido en cuanto decidieron hacerlo, la contemplo largo tiempo, pensando en que era la visión más maravillosa a la que podía aspirar, ensañado en que si existía la perfección, ella era la muestra… y no precisamente por una cuestión de apariencia, aquella solo era la cáscara, una muy hermosa por cierto, pero el alma de esta mujer era tan sublime y bella… que a él solo se le venía el termino "perfección" al pensar en ella…

InuYasha sintió entre sueños un ruido conocido, pensó de inmediato en que debía de buscar aceite para aquellas bisagras que lo estaban despertando, a medida que se hacia más conciente de su despertar, pudo conjeturar que si aquel sonido era el de una puerta que se abría o cerraba, era por que alguien lo estaba haciendo, y si él podía sentir el cuerpo calido y relajado de Kagome entre sus brazos… solo podía significar que debía de haber otra persona dentro de la casa. Levantó la cabeza con premura ante la conclusión que su despertar le fue entregando, para abrir y cerrar los ojos con algo de frustración por no pode enfocar completamente bien la figura que se encontraba en la puerta de la habitación…

-Buenos días señor Taisho… - dijo la voz notoriamente contenida del hombre que estaba de pie junto a la cama en la que él u Kagome retozaban desnudos, y entonces tuvo un reflejo de cubrir un poco más a la mujer junto a él – no se preocupe tanto, es mi nieta, la he visto desnuda… al menos de niña…- aclaró el abuelo Higurashi…

-Claro… pero es diferente ahora…- dijo, cubriéndola de todos modos, sintiendo como ella comenzaba a moverse entre sus brazos, contoneando el cuerpo de un modo demasiado sensual, al saberse acompañada por él… como si deseara acariciarlo con cada parte del cuerpo de ambos que estuviera en contacto.

-Buenos días amor…- dijo ella con la voz apenas audible, y los ojos cerrados, mientras que se giraba, enroscando sus piernas entre las de él, para poner un beso en el pecho de InuYasha, que observaba con algo de diversión los ojos del hombre que estaba frente a ellos y que no se atrevía a emitir palabra al notar el modo desvergonzado con que su nieta… su pequeña nieta… se acoplaba al cuerpo del hombre.

-Pequeña…- le susurró al oído con suavidad – no te alarmes, pero no estamos solos…- su voz sonaba tranquila, profunda y ronca, muy sensual…

Pero las palabras dichas la alarmaron de todas formas y abrió los ojos rápidamente, enfocando los dorados de él que le hicieron un gesto indicando a alguien más que estaba tras ella en este momento… Kagome cerró los ojos de nuevo, pensando en que solo podía ser su abuelo, pues su madre u Souta, simplemente los habrían dejado solos de haberlos descubierto dormidos, el único que se plantaría ante ellos, sería el patriarca Higurashi… el encargado del templo que había pertenecido a su familia desde generaciones, el mismo que quiso hacer de ella una sacerdotisa cuando apenas tenía trece años… el que de seguro querría en este momento una explicación… y es que …¿no se explicaban las cosas por si solas?... aquello de alguna forma le dio seguridad, junto con los brazos de InuYasha que la mantenía firme en su abrazo. Se giró entonces y enfocó los ojos destellantes del anciano.

-Buenos días abuelo…

Continuará…

Espero que les haya gustado el capítulo, sé que aún no se han abierto las puertas de saber que sucedió con toda esa gente extraña que anda por ahí con ocultismos y eso, pero de a poco, además que sentía que nuestros protagonistas se merecían un ratito para ellos, ¿no lo creen?... y pues de todas formas les dejé una pistita para más adelante, y ahora a saber que hará el abuelo…jejejej… me pareció muy divertida esa escena, me imaginaba la cara de espanto disimulado del pobre anciano… jejeje… en fin los dejo… besitos y gracias por leer…

Siempre en amor…

Anyara