Capítulo XXXII

Enfrentamientos

Kagome se encontraba recostada sobre una camilla, si bien angosta y rígida, bastante cómoda. Llevaba puesta una camiseta de color celeste que había tenido que subir hasta la parte baja de sus senos, y abrir la cremallera del pantalón que vestía, le habían puesto en el vientre un gel bastante helado y ahora Bankotzu deslizaba algo sobre él, pero ciertamente no le importaba demasiado, eran las imágenes algo difusas que veía en un monitor a su costado lo que la tenían realmente sorprendida, no creyó que con el tiempo de embarazo que gestaba, pudiera ver de un modo tan claro a su bebé, y sentía como los ojos se le empañaban de la emoción.

De tus ojos a mi eternidad
de tus labios a mi libertad
solo basta la ilusión
de que el tiempo me de al fin
la oportunidad

De tu vientre a mi salvación
de tus besos a mi redención
se descubre el corazón
y me guardo para ti todo este gran amor

-¿Es hermosa verdad?...- susurró en su oído InuYasha que permanecía de pie junto a ella, tomando su mano y acariciando con suavidad el cabello de la mujer. Bankotzu los observaba de reojo, y Kagome agradecía que solo se hubiesen entregado una mirada fulminante al encontrarse, su novio había prometido comportarse y su médico, dijo que mientras él no lo provocara todo estaría bien.

-Oh…sí, es un encanto….- respondió ella con la voz oprimida por las emociones.

-Aún no sabemos su sexo preciosa – agregó Bankotzu en un tono muy cariñoso, al menos para el gusto de InuYasha que comenzaba a sentir que después de todo no lograría cumplir su promesa de buen comportamiento, no mientras este tipo se tomara esa clase de confianzas con Kagome.

-Eso no importa, nosotros sabemos que será una niña…- aseguró Kagome sin mirar a ninguno de los dos hombre que estaban alrededor de ella e InuYasha esbozó una sonrisa suave y arrogante.

-Esta bien…- mencionó su médico mientras que daba por terminada la ecografía, y comenzaba a limpiar con una toalla de papel y extrema suavidad el vientre de su paciente, siendo interrumpido por la mano fuerte y de dedos delgados de InuYasha, quien lo sustituyó, lo miró, pero no le dio mayor importancia al incidente, Kagome en tanto observaba intentando hacer lo mismo, estaba visto que su, ahora novio, buscaba marcar su territorio y eso era algo que no le podía impedir, y ciertamente hasta le agradaba – debo darte el beneficio de la intuición femenina.

Salieron de la consulta, sin mayores inconvenientes, al menos de los que Kagome podía esperar entre InuYasha y Bankotzu, claro que no reconoció la mirada de desaliento en su médico, que de alguna manera por la forma en que se entendían su paciente y su pareja, supo que el amor entre ellos era férreo, se sentía alegre por Kagome, la quería muchísimo y sabía que se merecía ser feliz, ¿pero junto a InuYasha?... aquello le costaba, aunque no lo quisiera.

Llevaba entre sus manos la imagen que le entregó su médico de su bebé, además de una grabación que de seguro podría compartir con su madre, la que se había mostrado demasiado feliz, según lo que ella misma podía pensar, al saber que se convertiría en abuela, y que decir de su propio abuelo, que a pesar de mostrar aquel rostro endurecido, como d quien intenta expulsar de s, un reproche, los ojos se le aguaron por la emoción y se disculpó para que el "ladrón" de nietas, no lo viera en un momento de debilidad sentimental, por que aunque InuYasha significara la felicidad para Kagome, como ella misma se encargó de aclarar a su familia, para su abuelo, ese hombre siempre sería un monstruo, solamente comparable con los mitos antiguos, que hablaban de youkais gobernando las tierras, en las épocas de las guerras feudales.

Fue solo conciente de si misma, y regresó de sus pensamientos, cuando sintió al automóvil estacionarse, por un momento pensó en que ya habían llegado a casa, pero no era así, InuYasha había hecho una parada en aquel mirador al que solían asistir, y ver como el sol se escondía tras las montañas, ajeno al ruido de la ciudad, a las luces que se encendían a medida que él abandonaba su tarea, y del bullicio de una cuidad tan poblada, en ese momento cuando ambos compartían el silencio del ocaso, el sol como testigo de sus sentimientos, los acompañaba y entregaba una cálida visión para conservar en sus corazones.

-¿Cuándo nos casaremos?...- consultó el hombre, mientras que mantenía la espalda de Kagome pegada a su pecho, rodeándole con los brazos el cuerpo, apoyándose en el vientre levemente abultado de la muchacha que descansaba la cabeza en el hombro de él – no quiero pasar una noche más sin ti… - murmuró muy cerca de su oído ocasionándole un leve temblor que lo hizo sonreír.

-Puede ser un boda pequeña…- comentó ella, intentando dar a entender que en ese caso no necesitarían de mucho tiempo. – además con esta barriguita que comienza a asomar, será difícil lucir un vestido de novia.

-Con esa barriguita, serás una novia adorable…- mencionó mientras que comenzaba a dejar suaves besos en el cuello de la mujer, que se estremeció ante el contacto.

-Por favor… no es estético para una novia…- aseguró ella, defendiendo su punto, sin saber en realidad si valía la pena ese cambio de opinión, ciertamente a ella ya no le estaba importando demasiado, estaba más atenta en las manos de InuYasha que comenzaban a ascender desde su vientre, por sobre la blusa hasta sus senos.

-Senkai estará feliz de tenerte a su lado…- mencionó, entre los besos que dejaba en la piel pálida de la mujer, mientras que sus manos acariciaban con suavidad las formas de su cuerpo, era una caricia suave y sensual, que auguraba pasión – podrás pasear por el jardín por las tardes, claro que no permitiré que subas a los árboles…- dijo sonriendo, notando la tensión que comenzaba a formarse en Kagome, que de pronto sostuvo las manos de él deteniendo las caricias.

-No InuYasha…- la escuchó decir mientras que se giraba entre los brazos de él enmarcando el rostro masculino entre sus dedos delgados y claros, observándolo con suplica en los ojos castaños, el hombre comenzó a asustarse, y la rodeo con los brazos.

-¿Qué sucede pequeña?...- preguntó, con ansiedad en la voz, estrechándola.

-Yo no puedo ir a vivir a esa casa…- fue todo lo que tuvo que decir e inmediatamente InuYasha comprendió lo que ella deseaba decir, no necesitaba más... sin embargo ninguno de los dos había reparado en aquello, luego de la conversación que tuvieron con la familia de Kagome en la hora del tardío desayuno, sobre los planes de boda, y la noticia de la espera de su primer hijo, que arranció un gritillo de sorpresa y alegría por parte de la madre, de un innegable sentimiento de satisfacción por parte de su hermano menor, que pronto sería "tío", y un silencio casi hermético por parte de su abuelo.

-Oh amor… - dijo mientras que tomaba las manos que ella tenía puestas sobre sus mejilla y las besó – esta bien…- mencionó estrechándola nuevamente a su cuerpo – buscaremos un nuevo hogar que sea solo nuestro…

Volaremos hasta algún lugar para
amarnos una eternidad
beberemos cada instante de este amor
cada momento de pasión cada latir del corazón.

Tengo tantas noches junto a ti
donde juro que te haré a feliz
y es tu pecho junto al mío
la razón de mi delirio

Notó como ella asentía ante la fricción de la mejilla femenina contra su pecho, y la besó en el cabello, regañándose a sí mismo por la falta de tino que había tenido con ella en ese momento, ¿cómo pudo si quiera pensar en que Kagome desearía vivir en esa casa tan cargada de recuerdos inquietantes?... de pronto su mente se pobló de escenas que vividas hacía casi cinco años, parecían tan frescas en él que lo asustaban. Aquel pequeño jardín interior que había mandado a construir para sus momentos íntimos junto a Kikyo, aquello arrumacos tan típicos de los enamorados, al menos fue lo que pensó que sucedería, jamás llegó a imaginar que se convertiría en un lugar solitario y preferido para su esposa, pero sin su compañía, iba hasta ahí solo cuando quería estar alejada de todo y de todos, incluyéndolo... fue el lugar en el que la descubrieron… desangrándose… apretó más a Kagome contra sí… no ella no podía vivir en aquel lugar, necesitaban un nuevo hogar, uno que construyeran ellos, uno que centímetro a centímetro plasmara lo que eran y el amor que juntos compartían.

-Mañana comenzaremos a buscar nuestro hogar…- dijo sin más, y sintió como las manos de Kagome se aferraban a su espalda.

-Gracias…- susurró contra su pecho y el aliento cálido de sus labios le humedeció suavemente la camisa.

Dios, la amaba tanto.

-.-.-.-.-.-.-.-

Sentado tras su escritorio, aún con el blanco delantal puesto, echado hacía atrás en una postura muy relajada, revisaba algunos informes, ciertamente extrañaba mucho la ayuda de Kagome en ese aspecto, los meses que estuvo llevando a cabo su residencia, nada se había atrasado. Llevaba ya al menos unos veinte minutos en espera de que apareciera la mujer que estos últimos días andaba trayendo su mundo de cabeza, InuYasha había adaptado su horario para que él y Kagome pudieran ir a almorzar juntos, quería poder controlar en parte la alimentación que ella estaba llevando, luego de la consulta con Bankotzu, que les mencionó lo bien que se encontraba la muchacha se había sentido más aliviado, el solo hecho de pensar en que Kagome pudiera perder a la bebita lo ponía muy mal. Irían a ver un lugar en el cual vivir, Kagome se había encargado de buscar algunas inmobiliarias que visitarían luego del almuerzo, al menos lo harían así por algunos días hasta que encontrarán lo que necesitaban. Un par de suaves golpes en la puerta le avisaron de que ella ya había llegado, su toque le resultaba inconfundible.

No necesito decirle que entrara, pues Kagome ya estaba abriendo la puerta, traía puesto este día, su primer vestido de embarazada, uno que el mismo InuYasha le había entregado, no difería demasiado de sus antiguas vestimentas, era un vestido suave, de tirantes y que dejaba un poco más en evidencia las semanas de gestación que portaba.

-Buenas tardes… - saludo ella con gracias y exponiéndose a la vista de el hombre que le sonreía con cariño, sabiendo que eso le costaba bastante, aún no podía acostumbrarse a sus cambios físicos y a creer en las palabras de InuYasha, de que seguía siendo interesante para él, incluso más considerando su curiosidad.

-Buenas tardes dama…- dijo poniéndose de pie y consultando su reloj – un poco tarde si me pregunta… - su tono sonada alegre, libre de todo malestar.

-Considerando que es mi primer vestido de embarazada, creo que merecía tomarme mi tiempo – respondió Kagome haciendo una pequeña reverencia muy al estilo de una dama antigua, tomando los costados de su vestido, como si se estuviese presentando.

Notó como él comenzaba a acercarse hasta ella sin responder a su última frase, los ojos dorados fijos en los de ella, hablándole de tantos sentimientos que por un momento sintió que se le cortaba la respiración, y es que no comprendía de que modo InuYasha a pesar de todo lo compartido aún tenía la facultad de aturdir sus sentidos de un modo tan absoluto. Sintió los dedos delgados y masculinos rozarle con suavidad la cintura que conservaba a pesar del embarazo y con un suave movimientos como si estuvieran a punto de comenzar una danza, la aferró hasta él con la palma abierta en su espalda baja… y solo entonces recordó que tenía que respirar.

-Podríamos considerar aquello, aunque a mí me parece que todo te va bien… - le susurró sobre los labios antes de besarla – incluso la completa desnudez…- un suave beso le acarició los labios antes de agregar – no… creo que lo mejor es tu completa desnudez…

Kagome no pudo evitar que un sonido suave y mimado saliera de su garganta cuando InuYasha dijo eso, y que su mente volara a los recuerdos de la última noche compartida, aquella en la que le hizo el amor de una forma que no imaginó y que la llevó a comprender el amor turbulento, ansioso e infinito que aquel hombre tenía por ella.

Sintió sus labios suaves, bailar junto a los suyos, tragándose los suspiros que ella iba liberando… Dios, cuánto amaba a esta mujer, sentía como se le entregaba sin ninguna restricción, y le parecía imposible comprender como pudo respirar sin su aire. Se sentía infinitamente feliz al saberla solo suya, al comprender que pronto, muy pronto sería su esposa, la tendría entre sus brazos cada noche para amarla hasta el agotamiento, o simplemente para amarla en la penumbra de la noche acariciando sus cabellos azabaches…

-Llegaremos tarde…- la escuchó hablar entre el beso que comenzaba a encenderse.

-No lo haremos…- respondió él tomando nuevamente los labios para que Kagome no lo interrumpiera, aferrándola con energía, sabiendo el límite para no dañarla. Pero de todos modos se liberó para hablar.

-Sí… llegaremos tarde…- aseguró mientras que comenzaba a quitarle el blanco delantal, respondiendo de igual manera a los besos que InuYasha continuaba entregándole – vamos… deja que te quite esto… - mencionó y pudo notar la curvatura de una sonrisa en los labios masculinos.

-Si quieres… me lo puedo quitar todo…- respondió sonriendo, le encantaba jugar con las palabras, sabía bien que le arrancaba recatados sonrojos a Kagome que la hacían lucir tan hermosa.

-InuYasha compórtate…- dijo intentando parecer seria, sabiendo que sus mejillas se habían tornado levemente rojizas ante el comentario del hombre que la tenía apresada tan exquisitamente.

Un par de golpes en la puerta, elegantes, pero seguros los sacaron del pequeño mundo privado en el que estaban, InuYasha la liberó y terminó con la labor que ella había comenzado, colgando el delantal del perchero que había tras la puerta.

-Adelante…- dijo con cortesía, mientras que la figura de un hombre se asomó. InuYasha no pudo ocultar la sorpresa que lo golpeo.

-Buenas tardes… ¿interrumpo?...- consultó con la voz suave, tan elegante como los golpes que había dado a la puerta, e igual de seguro.

-Sí… a decir verdad estábamos por salir… - respondió con premura InuYasha mientras que daba a Kagome una mirada que le indicaba que caminara a la puerta, lo que a ella le produjo demasiada sorpresa, él no solía ser tan soez con nadie.

-Lo lamento… de todas maneras no tardaré mucho…- dijo el hombre entrando de todos modos a pesar de la descortesía.

Lo observó entrar en la oficina con total seguridad, vestía muy bien, de pies a cabeza con ropas ciertamente muy elegantes, no traía puesto traje ni nada similar debido a las temperaturas reinantes a esa hora del día, pero a pesar de ello, parecía que su piel no conocía el sudor.

-Kagome cariño… espera con Kaede…- pidió con la voz profunda y decidida, sin dejar demasiado lugar a un replica por parte de ella.

-No es necesario que ella se vaya, solo tardaré un minuto… - dijo el hombre – quiero ver a mi nieto.

Cuando el hombre dijo aquello, Kagome logró unir los cabos, la palidez del rostro del hombre no era otra que la misma que tenía la de Senkai, heredada probablemente de su madre, la pulcritud de la actitud del hombre, y todo lo que representaba de pronto le hablaron de la elegancia y la presencia que debió de tener la esposa de InuYasha, y no pudo evitar sentirse como una niña incluso, notando el peso del recuerdo de la mujer sobre su espalda… quizás fueran sus ojos, pero, el ahora su novio, pudo notarlo, se acercó y le tomó la mano en silencio.

-Pensé que no recordabas tener uno…- respondió InuYasha sintiendo que recobraba su tranquilidad luego de la inesperada llegada de Naraku, sabiendo que el hombre no se había vuelto a contactar con ellos, al menos desde que Senkai tenía seis meses de edad.

-Senkai siempre ha sido especial para mí… desde antes de nacer…- se giró dando al cara a la pareja en el momento en que decía aquello, fijando la mirada en el vientre apenas abultado de la muchacha, se sonrió con suavidad y avanzó algunos pasos hasta ellos.

InuYasha halló un énfasis en aquellas palabras que no pudo comprender, pero que inevitablemente lo llevaron a recordar la desesperación de Kikyo por ocultar su embarazo a su padre. De forma instintiva aprisionó con mayor fuerza la mano pálida de Kagome y la dejó algunos centímetros tras de él como si intentara ocultarla.

-Eres realmente hermosa tesoro…- pronunció Naraku, fijando sus ojos rojizos en la mujer que quedó de un pálido mortal, al descubrir en la mirada de aquel hombre un fuego terrorífico, sintiendo de pronto pánico de él… ¿qué clase de hombre era el padre de Kikyo?...

-Debo pedirte que te marches de aquí…- se apresuró InuYasha a decir sintiendo como Kagome parecía temblar aferrándose ahora a su brazo, buscando ella misma el refugio tras de él.

Notó como la mirada del hombre frente a ellos vagaba de forma brutalmente descarada por Kagome, sin embargo no parecía una mirada lasciva, si no de inspección, como si buscara en ella, los detalles que le traerían de vuelta a la imagen de alguien perdido… y la muchacha lo comprendió de ese modo…

-Esta bien, me iré… - dijo con la misma calma y cautela con la que habló en todo momento – lo que no quiere decir que no sabrás de mí nuevamente… y en muy corto tiempo…- terminado de decir aquello se encaminó hacía la puerta.

-No lograrás quitarme a mi hijo…- exclamó conteniendo un grito, con la voz apretada saliendo casi con dolor desde su garganta.

Lo vio sonreiré, sin negar ni afirmar los motivos de su regreso, se giró dando una media mirad a la pareja, y a Kagome le pareció ver destellar un intenso tono rojizo en los ojos del hombre, un tono que hablaba de algo despiadado y funesto en él.

-Intenta cuidar de ella, y que alcance a vivir para ver crecer a su hijo…

La puerta se cerró entonces e InuYasha tuvo un además de salir tras ese maldito que había venido a alterar la tranquilidad de la que estaban disfrutando, pero sintió como las manos de Kagome lo detenían, aferrándose a él con necesidad, y en cuanto enfocó sus ojos notó que las lagrimas estaban a punto de caer… la estrechó en sus brazos y la refugió tal como sabía que ella lo estaba necesitando…

Tu amor será la luz en mi camino
tu amor tu dulce amor
será calor cuando hace frió
y juntos bajaremos las estrellas
seremos dos amantes
Una historia sin final.

Tu amor será la paz en mi tormento
tu amor tu dulce amor
será la calma en mi silencio
se detendrá en el tiempo y la distancia
y seremos para siempre un solo amor
un gran amor.

-Tranquila pequeña… nada malo sucederá…

Buscó tranquilizarla, comprendiendo que había más aún que Kagome debería saber, en ocasiones se preguntaba si no había llegado a la vida de esta hermosa mujer, solo para convertirse en su peor pesadilla…

Continuará…

Holitas a todos… espero que el capítulo de hoy les haya agradado, la historia ha puesto sobre la mesa todas las cartas, creo que ya la mayoría sabe cómo y por qué, ha sucedido todo, solo que las cosas no son tan fáciles, veremos qué planea Naraku con imponer su presencia hacía InuYasha…

Disculparme por la ausencia, pero en tiempo de navidad el trabajo se hace más intenso, tanto en la casa como en el trabajo, sumado a la lectura, en fin… recuerden dejar sus opiniones y gracias por la compañía…

Siempre en amor…

Anyara

P.D.: Un tema de Cristian Castro, "Dos amantes", una hermosa canción que me ha gustado desde que comencé este fic… y bueno solitas se acomodan las canciones…