Capítulo XXXIII
Te amaré
No había podido dejar de temblar entre sus brazos, mientras que InuYasha le contaba los detalles de cómo Naraku, el padre de su esposa, había hecho todo lo legalmente posible por quitarle la tutela de Senkai, hasta el punto en que creyó realmente que lo perdería, ya que no sabía la cantidad de personas influyentes a las que conocía este hombre.
-Jamás se preocupó demasiado por Kikyo durante el tiempo que estuvimos casados, y ella no hablaba de él a no ser que fuera estrictamente necesario, de hecho no supimos como se enteró del embarazo del Senkai, hasta que él estaba a un mes de nacer – comentó InuYasha sentado en un restaurante, con Kagome al frente, el almuerzo se había llevado a cabo y aunque ninguno de los dos tenía demasiado apetito, él insistió en no saltárselo por el bien de la bebita.
-¿Cómo lograste terminar con ese juicio?...- consultó Kagome, acariciando con suavidad sus dedos contra la mano masculina que se extendía sobre la mesa.
-Eso…- dijo con una sonrisa irónica – bueno Naraku conoce a muchas personas, pero yo conozco a otras, y las influencias obligaron a que todo fuera legal, y al menos no había motivo para quitarme a Senkai – soltó el aire he hizo una pecunia pausa, enfocando los ojos en las manos unidas – amo a mi hijo Kagome…- su voz parecía suplicar comprensión.
-Eso lo sé…- respondió ella sonriéndole con suavidad, notando que ahora era él quien necesitaba apoyo – ya, ahora iremos de todos modos a esa cita con el corredor y veremos que nos ofrece esa propiedad.
-¿Aún quieres ir?...- consultó observando la mirada castaña de Kagome que parecía sonreírle al igual que sus labios.
Desde el día en que te conocí,
Me enamore de ti, en ti vi todo lo que siempre imagine,
Pronunciaste mi nombre y yo, supe por fin que así,
Comenzaría un cuento que no tiene fin.
-Por supuesto…- dijo con alegría mientras que se ponía de pie – quiero ser la señora Taisho, antes de que esta barriga no me permita usar un vestido decente…- avanzó hasta él que se puso de pie, e indicando con su indico el pecho de InuYasha – y quiero cuidar de ese corazoncito, desde más cerca, al igual que de tu hijo…
InuYasha sostuvo la mano que le apuntaba, y besó los dedos con una profunda emoción, si bien era cierto que Kagome no había dejado de ve a Senkai, aunque el niño había tenido que ir a visitar el templo Higurashi para ello, no pensó en escucharla decir aquello, y sintió que un enorme peso se liberaba de sus hombros.
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Días más tarde InuYasha veía como la que pronto sería su mujer, daba rápidos pasos por cada una de las habitaciones de la casa en la que estaban, se encontraba algo alejada de la cuidad, en un barrio residencial que se estaba construyendo aún, un amplio jardín delantero los aislaba del ruido, la luz entraba en la casa, por entre las grandes ventanas que encontrabas por doquier, una chimenea amplia y con una cubierta de mármol oscuro realzaba uno de los salones, e InuYasha no pudo evitar evocar en su mente imágenes de noches intimas y exquisitas compartidas junto al calor del fuego, y de su esposa…
Oh baby, te amare,
Para la eternidad, yo te amare,
Será pura lealtad, yo te amare,
Y nunca negare, que te amare...
-Es maravillosa…- escuchó que exclamaba con visible entusiasmo Kagome, mientras que le tomaba la mano y lo llevaba por un pasillo – aquí quiero que este la habitación de Senkai, es espaciosa y calida, el tono azul grisáceo es perfecto para la habitación de un niño.
-Me gusta… Kosho se encargará de acondicionarla…- mencionó el hombre con total naturalidad, Kagome solo se limitó a arrugar la nariz, sin que él llegara a notarlo, ciertamente no había pensado en que aquella mujer que parecía tratarla de forma tan fría debería irse a vivir con ellos.
-Bueno – continuó Kagome intentando pasar por alto sus recientes pensamientos, ya tendría tiempo para ver que sucedería con la niñera de Senkai – por acá esta la segunda habitación para niños – dijo, mientras que prácticamente arrastraba a InuYasha por los pasillos y este con una sonrisa se preguntaba si el embarazo sería tan energético para todo, en Kagome… una imagen de la mujer moviéndose sin reparos sobre su cuerpo desnudo, le produjo un leve sudor frío, hacía un par de semanas desde la última vez que hicieron el amor, y la verdad no deseaba llevársela a un hotel. La vio abrir una segunda puerta.
-Es rosa…- dijo InuYasha como si solo él fuera quien lo notaba.
-Lo sé, será la habitación de Takka…- respondió con notoria emoción.
-¿Pero y si es finalmente un niño? – consultó intentando ser lógico. La vio girarse hacía él y posar una de sus manos sobre su pecho, sintió el calor que le brindaba aquella palma abierta y entonces al escuchó.
-Ambos sabemos que será una bebita ¿no?... – aquello le arrancó una suave sonrisa y se inclinó besándola con suavidad, Kagome cerró los ojos lentamente recibiendo la caricia.
-Tengo certeza de que será una hermosa niña…- mencionó él mientras que se erguía nuevamente – con el color azabache de tu cabello y…
-El dorado intenso y apasionado de tus ojos…- concluyó ella adelantándose a las palabras de InuYasha, no podía imaginar a un hijo de aquel hombre que no tuviera el fuego ambarino de sus ojos.
Nada importa más que tu amor y solo dios sabrá,
Que tan enorme es la pasión que existe en mí,
Moriría en tus brazos hoy, sabiendo que tu mi amor,
Abrazarías mi alma en tu interior.
InuYasha solo sonrió, sin debatir nada, le acarició las hebras de cabello azulado que se escapaban del agarré en el que estaban, y agradeció que ella pareciera tan feliz, como si ya no recordara la intranquilidad que la albergó cuando estuvo frente al padre de Kikyo, pero él no lo había olvidado, estaba latente, era un temor extraño… pocas cosas lo asustaban, pero Naraku era una de ellas… Kagome lo observó y pudo ver el reflejo perdido de los ojos de InuYasha… ¿en qué estaría pensando?... quizás en ese hombre que la hizo estremecer con el fuego turbio de sus ojeo rojizos… el abuelo de Senkai…
-Esta será la casa…- dijo ella segura, sabiendo que InuYasha se había limitado a permitirle escoger el lugar en el que deseaba vivir.
-Bien… mañana tomaremos una hora para la boda… - respondió él, iluminando su mirada, dejado a un lado los pensamientos funestos.
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Una semana más tarde, ante el ocaso de un día calido y exquisito, se encontraba la pareja, dentro del templo Higurashi, Kagome vestía un vaporoso vestido de color marfil, que dejaba al descubierto sus pálidos hombros, que eran adornados a un lado, por algunos escasos rizos azabaches, perfectamente acomodados, una toca delicada sobre la cabeza que terminaba en un velo bordado, las manos enguantadas en brocato, el corazón ansioso… y tan feliz…
Arrodillado junto a ella se encontraba InuYasha, intachablemente vestido con un traje oscuro, el cabello cepillado tras la espalda, entre sus manos sostenía una de las de Kagome, como intentando buscar apoyo en ella, sin cansarse de admirar lo hermoso que se veía, aún más con la barriguita que se asomaba con cautela, sin poder disimularla como ella deseaba al inicio, pero convencida ahora, de que ya no era importante, todo el mundo la encontró bella… ¿algo de cierto debía haber?...
-En nombre de las leyes de esta iglesia… los declaro, marido y mujer…
Kagome se quedó expectante, no supo en que momento había dado el "sí", pero como estaba tan segura del aso que iba a dar, no temía haber equivocad la respuesta, InuYasha por su parte le había puesto una alianza de matrimonio en el dedo, un hermoso tono platinado era el que tenía, completamente libre de adornos, simple, pero hermosa ya que era el símbolo de la promesa de amor que acababan de efectuar ante todos aquellos que apreciaban, sus amigos y familiares.
Niña tu amor afecta mi cuerpo,
Cuando ríes parezco volar,
Es la magia que sale de tu interior,
Me rindo ante tu mirar y quisiera gritar que te amare...
-Te amo…- le susurró InuYasha sobre los labios, sosteniéndole las mejillas con las manos, para dejar un profundo, pero corto beso en su boca, arrancándole el aliento como una especie de alerta a la noche que la esperaba… su noche de bodas…
Una suave línea anaranjada se marcaba en el borde de las colinas que se vislumbraban desde el templo Higurashi, el que había sido su hogar toda la vida, cuando la ceremonia termino, dando paso a las felicitaciones, Sango fue la primera, luego de su madre y su familia, en abrazar con fuerza a Kagome, feliz por el modo en que se habían resuelto los problemas con su amiga, y alegre también una vez que dejó de castigar a Miroku por tener a un "rufián" por amigo.
La recepción que se había preparado en un tranquilo y privado restaurante de la ciudad, se llevó a cabo sin mayores dificultades, entre risas y bromas, sobre el trabajo adelantado que llevaban en su matrimonio, InuYasha y Kagome disfrutaron de este, su día especial. El pequeño paje, que les entregó las alianzas junto al altar, ahora se encontraba sentado en las piernas de su padre, mientras que este no se cansaba de besar la mano de su esposa, sosteniendo una férrea discusión con uno de los invitados, un cirujano destacado en la especialidad de ellos, que venía como acompañante de Kaguya, que no tuvo más remedio que aceptar la derrota, y aunque Kagome no se sentía demasiado a gusto en su compañía, terminó por aceptar que era posible que su rostro calmado, hablara de resignación.
-Papá… tengo sueño…- dijo con voz cansada el pequeño, que no solía dormirse a tan altas horas, pero como este era un día especial.
-Ya nos iremos Senkai… solo espera un poco hijo…- consoló InuYasha moviendo un poco la pierna, como meciendo al pequeño, mientras que debatía con el doctor Ikari – con Kagome practicamos una angioplastia, que nos dio muy buen resultado…
-Sí… es un método poco usado, el problema con la cardiología, es que muchos doctores dan por sentadas las cosas y no agotan recursos…- respondió el hombre, mientras que InuYasha sintió que Kagome apretaba su mano en la de él y le hacía un gesto mostrando el rostro dormido de Senkai.
-Oh… este pequeño esta agotado… - sonrió InuYasha mientras que buscaba entre los asistentes a Kosho, que había sido invitada, pero igualmente estaba encargada del niño.
La mujer se movió desde uno de los pilares en los que estaba apoyada hacía varios minutos, observando con cierta sorna, a su nueva señora, como se lo había augurado el señor Taisho, y a la que debía demostrarle gran afecto y lealtad, según s lo había dicho su propio "señor" días antes, cuando se enteraron de la boda… "debes lograr que ella confié en ti, para que puedas estar dentro de la casa, cuando llegue el momento"… fueron las palabras exactas del hombre alto y de ojos rojizos que la había instruido… ella era quien portaba al salvador, era la nueva Hijiri, y debía dar su sangre…
-Yo también estoy cansada… - menciono Kagome, en voz baja junto a su oído, mientras que InuYasha entregaba a Senkai, en brazos de su niñera.
-He sido muy desconsiderado… - respondió él poniendo su manos sobre el vientre redondeado de su esposa, comprendiendo que bajo su estado, era lógico que el agotamiento le llegara primero que a él. Se puso de pie y le extendió la mano a Kagome - ¿nos vamos a casa señora Taisho?...
Kagome se sonrió ante los ojos dorados de su ahora esposo, que la observaban con ternura y pasión, esa que incendiaba sus sentimientos de formas tan diversas, tomó su mano y dejó que la ayudara a levantarse.
Quizás las cosas debieran de haber sido diferentes, pues la noche de bodas no debían de pasársela conduciendo a "la familia" a casa, pero eso precisamente lo que hacían, Kagome con su vaporoso vestido se había sentado junto a InuYasha que conducía mientas que Kosho y Senkai, viajaban en el asiento posterior, debían de hacer una arada en la casa antigua de InuYasha para poder dejar a la niñera y el pequeño, que se quedarían unos días más en ella, hasta que estuvieran instalados en la nueva casa, que se encontraba en estos momentos a medio amoblar.
Los novios pasarían en ella su noche de bodas, para partir al día siguiente a un lugar cercano a la playa en donde descasarían el resto de la semana, Kagome no quería ni pensar en como se vería con un traje de baño y la barriga que portaba, pero no se lo había mencionado a InuYasha sabiendo que este solo se burlaría de ella.
-Bien…- dijo InuYasha, una vez que se encontraban de pie frente a la puerta de entrada del que sería su hogar de ahora en adelante – esta es la parte donde me corresponde entrar con la novia en los brazos.
-No es necesarios que…- no alcanzó a terminar la frase cuando notó que los brazos de InuYasha se acomodaban justo en las partes que necesitaba y la alzaba, produciéndole un leve vértigo, por la rapidez con que la había tomado – InuYasha… estas loco…- dijo entre risas aferrándose al cuello del hombre, sabiendo que no tenía nada que temer.
InuYasha cerró la puerta con un empujón de su pie y se encaminó con ella por la sala hasta la habitación en la que se encontraba la chimenea, giró a Kagome lo suficiente para que esta alcanzara el interruptor que los ayudaría a iluminar el lugar, del mismo modo que lo había hecho en la entrada.
-La luz por favor…- pidió mientras que notaba como ella obedecía.
-Oh… que hermosa…- dijo con moción, cuando notó una mullida alfombra de color grisáceo que quedaba perfecta con el tono oscuro del mármol de la chimenea, además de los sillones del lugar, siendo aquellos los únicos muebles que existían el la sala.
-¿Te ha gustado?... – preguntó mientras que la dejaba en el piso para dirigirse a uno de los ventanales laterales.
-Claro que sí… esta precioso… y la alfombra…- parecía deleitarse con el lugar, y entonces InuYasha comprendió que había sido una buena decisión escoger este lugar como un sitio intimo de ambos, traería sus libros y los acomodaría en una biblioteca que aún no existía y compartirían horas de trabajo, de amor, y de pasión en este su espacio privado.
-Me alegra oírtelo…- dijo casi en un suspiro, sin notar antes que contenía el aire en espera de la reacción que Kagome tendría, entonces ella se giró para mirarlo de frente y avanzó con calma los pasos que le faltaban para estrecharlo en sus brazos, rodando el cuello masculino.
-¿Quieres que probemos la alfombra?...- consultó con una voz aterciopelada y sensual, que a InuYasha lo obligó a tragar con fuerza, era la voz con que lo abordaba en los lugares más increíbles, la última, en la cocina de su casa, una noche en la que todos dormían.
-¿No prefieres estrenar la cama?... – consultó aprisionándola mientras que se inclinaba para besarla con hambre.
-Quizás luego… - respondió recibiendo con su boca cálida, los besos apasionados de su esposo, el hombre con el que había soñado un día y que no pudo abandonar jamás, el hombre que había llegado a su vida con un corazón dañado, convirtiéndola en sanadora para él, el hombre que había dejado en ella el milagro de la vida y la estaba acompañando para disfrutar de ella – te amo…
Te amare,
Para la eternidad, yo te amare,
Y mi esposa serás, yo te amare,
Cásate con tu amado mi amor, que te amare...
El susurro de la voz de Kagome fue como una infusión ardorosa en sus entrañas, la alzó lo suficiente como para avanzar con ella y una vez que estuvieron sobre la alfombra inmaculada, la recostó… si Kagome deseaba la alfombra como lecho… él simplemente no podía negarse, jamás podría negarle nada a ella, a su pequeña, la mujer que en base a amor había sanado su corazón herido y magullado por la culpabilidad… ella la mujer que amaba y que le estaba regalando el don de la vida, con un hijo… el amor de ambos personificado…
-Oh pequeña… haz sido luz en una noche demasiado oscura, que tardó cuatro años en amanecer… jamás dejes que se extinga…- suplicó, mientras que le rozaba los labios con los suyos.
-Jamás…- alcanzó a decir, antes de que los labios de InuYasha la ahogaran en besos devastadores, esos que le arrancaban el aliento y la volvían a la vida, cada vez que le hacía el amor…
Continuará…
Aquí con un nuevo capítulo, creo que no le queda demasiado a la historia, pero ya estamos más claros en todo, debemos esperar a que tengan un a luna de miel para recordar, y luego veremos…
Cuídense mucho y gracias por leer y dejar sus mensajes que son un aliciente muy importante, como ya se acerca navidad, siempre tengo más cosas que me quitan tiempo, por hacer, pero igual les estoy preparando una sorpresita de navidad,…
Siempre en amor…
Anyara
