Capítulo XXXVI

Aguas oscuras

Pequeña rosa, rosa pequeña,
a veces, diminuta y desnuda,
parece que en una mano mía cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.

InuYasha estaba inquieto, algo lo mantenía con el corazón apretado, estaba esperando a que ese día terminara, para llegar de una vez al hotel y hablar con Kagome, preguntarle como había estado su día y saber que ella y su bebita se encontraban bien, pero había algo que lo inquietaba, algo que no lo había dejado tranquilo en ningún momento, necesitaba escucharla, y sabía bien que mucho tenía que ver el encuentro que había tenido el día anterior con Kosho, el saber que de algún modo aquella mujer seguía manteniendo vivo en recuerdo de Kikyo dentro de la casa lo tenía muy preocupado, ya había llegado a la conclusión de que la niñera estaba a punto de ocasionarle a él y Kagome un severo dolor de cabeza, lo mejor sería remunerarla bien y prescindir de sus servicios, le estaba muy agradecido por la ayuda que le había brindado con Senkai, pero la situación se hacía insostenible, y aquel extraño sentimiento… no podía esperar, debía de llamar a Kagome ahora.

Avanzó por uno de los pasillos, durante el descanso que se produjo, para que los asistentes al seminario pudieran desperezarse un poco y estirar las piernas, la mirada escrutiñadora de Kaguya se le clavaba en la nuca, la mujer parecía estar siempre expectante a cualquier indicio de que él estaba al pendiente de su familia, pero aquello lo tenía sin cuidado, se alejo lo suficiente del tumulto y marcó el teléfono de su nuevo hogar, con algo de suerte Kagome respondería.

-¿Sí?... – escuchó la voz al otro lado de la línea y en lugar de sentir que la presión en su pecho menguaba, esta creció aún más provocándole un leve jadeo.

-¿Qué sucede pequeña?...- sabía perfectamente que aunque el tono que Kagome usaba podía engañar a cualquiera, él ya la conocía, se asustó enormemente, mientras un silencio angustiosos se producía - ¿qué sucede?...- insistió, volviendo a quedar un vació en la línea, y cuando ya estaba a punto de volver a insistir, la voz casi inanimada de Kagome se escucho.

-Encontré una fotografía de tu esposa…- ¿por que le había dicho así?... hasta ella se sorprendió dejando en evidencia lo que le dolía más que nada, sentir que ella jamás ocuparía el lugar de Kikyo en el corazón de InuYasha.

El se quedó en silencio por un instante, maldiciendo su descuido, no pensó que Kagome pudiera descubrir la imagen de Kikyo en su escritorio, sentía como si la pesadilla se repitiese, todo el dolor que había visto en los ojos de Kagome meses atrás, y parecía que su voz le hablaba de aquel mismo dolor nuevamente… ¿es que él jamás aprendería?... se preguntó, hablando impaciente, sintiendo el pesar de la lejanía, necesitaba estar con ella y estrecharla entre sus brazos, hablarle de todo el amor que tenía y asegurarse que ya no se alejaría de él…

-Tú eres mi esposa…- aclaró ante al palabras de ella – la única mujer que amo… Kagome por favor… - musitó.

Ella notó como las mejillas se le humedecían por las lagrimas con demasiado esfuerzo contenidas, quería creer en las palabras de InuYasha, quería creer en que su amor era real. Cerró los ojos sin responder escuchando la voz casi desesperada del hombre en la línea, buscó en su interior lo que poseía de él, y lo que pudo encontrar la tranquilizó más de lo que pudo imaginar… debía confiar…

-Kagome… respóndeme… promete que esperarás a que regrese… - dijo en un hilo de voz, casi al borde de al consternación.

-Esta es mi casa… - respondió ya con más decisión – no la voy a dejar, al contrario lucharé por ella… - parecía extrañamente hablar sola, InuYasha se quedó en silencio unos momentos, y podía imaginársela hablando con la fotografía.

-Me iré lo antes posible para Tokio – mencionó inquieto, quería que Kagome estuviera bien y protegida, él no podía permitir que ella sufriera algún traspiés en su embarazo, no cuando ya les faltaba tan poco, un par de meses y tendrían a Takka entre sus brazos.

-Tranquilo amor… no me estoy volviendo loca…- dijo ella algo divertida al comprender que debía sonar algo extraño el estar desafiando a un retrato. InuYasha se regocijó en esa palabra afectuosa, sintiendo que de algún modo el alma retornaba hasta él.

-Confió en eso pequeña… te amo Kagome… no lo olvides…- dijo, escuchando como los presentes al seminario comenzaban a ingresar a la sala nuevamente y la voz de Kaguya a su espalda se volvía cada vez más insistente.

-No lo olvido…- contesto finalmente Kagome sintiendo el bullicio de fondo que acompañaba a la llamada de su esposo.

-Debo irme, te llamaré más tarde…- dijo con cierto pesar en la voz.

-Promete que me abrazarás muy fuerte cuando regreses…- pidió con algo de melancolía en la voz, aferrando sus manos al auricular como si se tratara del mismo InuYasha.

-Sí pequeña, muy fuerte…- respondió con tanta ternura en la voz y unos deseos increíbles de poder tenerla ya entre sus brazos y aplacar todos los temores que parecían acentuarse más debido al embarazo – te amo…

-Yo también te amo…- dijo ella con la voz delicadamente quebrantada cortando la llamada antes que lo hiciera él, no le gustaba quedarse con el vacío de la línea.

Miró la imagen que la observaba, no había tenido tiempo antes de contemplar lo hermosa que era Kikyo, no sabía en que momento InuYasha había podido siquiera comparar esa belleza fría y perfecta con ella, que parecía siempre tener algún rizo fuera de lugar, se recordaba incluso con los jeans desgastados y manchados del verde de la hierba, cuando comenzó a afianzar su relación con Senkai… entonces abrió los ojos y recordó que el niño la esperaba, se pasó las manos por el rostro comprobando que las palabras de amor de InuYasha había surtido efecto, un leve rastro de humedad era lo que había en él, las lagrimas habían cesado sin que ella se diera cuenta, en el mismo momento en que él le había dicho que la amaba.

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Esa noche InuYasha buscó la tranquilidad de su habitación de hotel, mucho antes de lo que todos los presentes al seminario esperaban, se llevaría a cabo una recepción, pero él simplemente no estaba de humor para sonreírle a un montón de personas que veía una vez al año con algo de suerte, pudo notar el ceño arrugado en el rostro de Kaguya cuando anunció que él no asistiría, pero lo cierto es que no le preocupaba, ya encontraría la mujer una compañía.

Esperaba a que fuera una hora más tranquila para llamar a Kagome, de seguro ahora estaría abocada aún a labores dentro de la casa como llevaba haciendo desde que se había convertido en la señora Taisho, imaginarla con su prominente barriga pasearse por la cocina mientras preparaba la leche que Senkai bebía antes de dormirse lo llenaba de un sentimiento de amor desbordante en el pecho, y es que ella se había convertido en su luz, una intensa y completamente suya… pronto podría llamarla, pensó. Un par de golpes en la puerta lo obligaron a mirar en esa dirección.

-Quería saber si te encontrabas bien. – se escuchó la voz femenina que entró incluso antes de escuchar un "adelante" y es que Kaguya siempre había sido igual, solo que no diferenciaba una oficina de la de una habitación. InuYasha se incorporó en la cama, apoyando sus codos en esta para observar que la mujer venía ataviada con un ajustado vestido de gala, de seguro iba en dirección a la recepción.

-Si estoy bien… gracias…- respondió reacomodándose en su lugar, con los brazos cruzados tras la nuca.

-Me alegra…- dijo escuetamente.

Escuchó el clic de la puerta al cerrase, pero no levanto la mirada, tenía los ojos cerrados esperando pacientemente a que transcurriera la última hora que le quedaba par poder llamar a su esposa y hablar con ella hasta el amanecer, de pronto la cama se movió, entonces alzó la mirad y comprobó que Kaguya estaba sentada junto a él. La observó con algo de impaciencia, no quería ser descortés con ella, pero ciertamente no estaba de humor para los coqueteos vanos de una mujer que no comprendía la palabra "no".

-Creí que ibas a la recepción…- dijo inexpresivo, a lo que la mujer arrugó el ceño suavemente.

-Estas seguro que estas bien…- respondió ella, eludiendo las palabras de InuYasha – te he notado algo tenso… - su voz sonaba sensual, mientras que los delgados dedos femeninos se posaban sobre la camisa semi abierta a la altura del pecho.

-¿A qué vienes realmente Kaguya?...- aseveró mientras que le tomaba la mano que comenzaba a rozarse con su piel, enfrentando los ojos esmeralda posesivos y decididos.

-Dime… ¿acaso no extrañas de vez en cuando a una mujer de verdad en tu cama?...- consultó, disminuyendo claramente las capacidades de Kagome de satisfacer a su esposo, aquella visión que tenía Kaguya de Kagome no le era desconocida, siempre se había dirigido a ella como si se tratara de una niña, y aunque en algunas ocasiones lo era, también podía convertirse en la mujer más apasionada que conocía.

-Amó a mi esposa…- dijo mostrando una leve sonrisa mordaz, ya que sabía muy bien que Kagome llenaba todas sus expectativas.

-Pero el amor no siempre satisface todos tus instintos, ¿no es así?...- consultó, inclinándose un poco, hasta que sus senos, que por el corte del vestido estaban desprovistos de ropa íntima se rozaron con el echo de InuYasha y ella sonrió ante el contacto, con la decisión tomada de besarlo. Pero él la mantuvo a distancia ejerciendo más fuerza en el agarre de la mano.

-Por si no lo haz entendido…- dijo con la voz profunda que poseía, y con los ojos brillantes de gozo al pensar en lo que iba a decir, no sabía bien por que le ocasionaba un cierto placer, el poner en su lugar a esta mujer, quizás por las reiteradas oportunidades en las que buscó disminuir la femineidad y capacidades de Kagome – amó a mi esposa…

Kaguya se incorporó un poco sabiendo que era capaz de poner de cabeza a cualquier hombre que tuviera a su alcance, pero al parecer no a un hombre enamorado. Con la molestia reflejada en los ojos de un verde intenso, le dejó caer una pregunta, como si se tratara de un golpe bajo que merecía recibir.

-¿Más que a la primera?...

InuYasha por un momento guardó silencio, e incluso el gesto burlón de su rostro se modificó ante aquella pregunta, recordando la primera vez que hizo el amor con Kagome, y la forma en que ella le había preguntado exactamente lo mismo, incluso en aquella oportunidad para él había sido imposible responder, había amado demasiado a Kikyo, sin tener un punto de comparación, sabía que lo que sentía por Kagome ahora era diferente, quizás más adulto, más completo, pero la respuesta salió de sus labios tan limpia y clara, que no tuvo dudas de ello.

-Sí… mucho más…

Cuando Kaguya lo observó a los ojos con un la sorpresa impresa e imposible de ocultar, InuYasha supo que el acoso había cesado para siempre, ella jamás esperó escuchar algo como eso, no después de todo el tiempo que él había pasado venerando e incluso sufriendo por el recuerdo de su esposa muerta, el dolor que había experimentado al perderla había sido demasiado grande, unido con la responsabilidad que creía tener en la decisión que Kikyo había tomado, pero todo aquello había sido sanado y extirpado de su corazón como si se tratara de una cirugía que había sido efectuada con tanto cuidado y amor, que jamás lo notó hasta que ya se encontraba completamente perdido entre los brazos de Kagome.

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La mañana había sido relativamente tranquila, Kagome se había levantado al despuntar el alba, no podía dormir tranquila cuando InuYasha no estaba, se había habituado tanto a su calor, y a la forma posesivo con que la abrazaba a ella y a la bebita, que dormía demasiado poco cuando él se ausentaba, le había dicho que cuando naciera pequeña se encargaría de viajar lo menos posible, para que no tuviera insomnio por su causa.

El timbre sonó, y Senkai que aún andaba en pijama, otra de las cosas que Kagome le permitía y a la que Kosho ponía sus objeciones, se había girado con los ojos adormilados, no debían de pasar de las diez de la mañana, lo que le pareció extraño, llevaba taza de leche hasta la mesa, cuando sintió a Sumomo, que avanzaba por el pasillo del recibidor anunciando que tenían una visita.

-¿Quién es Sumomo? – consultó Kagome con el ceño algo arrugado mientras que le daba las ultimas vueltas a la cucharilla dentro de la leche del niño.

-Es el señor Naraku…

Por algún motivo que Kagome desconocía, sintió que la sangre se le congelaba, ese hombre no era bueno, podía percibirlo, miro entonces a Senkai sentado en un lado de la mesa, y pudo notar de inmediato que en los ojos dorados del niño, existía la misma sensación, aunque el pequeño, no podría definirla a cabalidad. Kagome sintió como las manos le sudaban y de pronto el vientre le dio un salto.

-Tranquila pequeña…- dijo con suavidad, y luego volvió a mirar a Senkai con algo de gracia, ya que ambos notaron que ella le hablaba a su barriga.

Caminó hacía el recibidor, sabiendo que dado el lugar que ocupara ese tal Naraku en la vida de InuYasha y de Senkai, quizás debería de ser algo más cortes con él, pero después de lo que su esposo le comentara de él no lo dejaría pasar de el recibidor de su casa. Avanzó en silencio y con paso firme, intentando parecer inmutable, no deseaba que él notara lo nerviosa que estaba, se secó las manos en los costados de su blusa, si ella era la responsable de Senkai en este momento, pues que ese Naraku se preparara, por que ella defendería a su familia a toda costa.

-Buenos días…- dijo ella con total calma, al menos a los ojos del hombre que tan elegante como recordaba haberlo visto en la oficina de InuYasha varios meses atrás.

-Bueno días señora Taisho…- respondió, intentando un saludo, extendiendo su mano, Kagome sintió que el estomago se le hundía ante la sola idea de estrecharla, e hizo un gesto con la cabeza.

-Oh ya veo que su esposo le habló de mí…- dijo recogiendo su mano – al menos de su versión del asunto, tal vez deba comentarle la mía.

-No deseo parecerle grosera, pero me tiene sin cuidado su versión…- respondió Kagome con total seguridad sintiendo una necesidad increíble de ocultarse de la mirada de ese hombre que insistía de un modo extraño en mirarle el vientre.

-Sin duda esta siéndolo…- aseguró sonriendo al notar una leve inquietud en la mujer – entonces le diré a que vengo sin más cortesías.

-Me parece bien…

-Vengo por Senkai…

Los ojos de Kagome se dilataron ante la sola idea de que ese hombre deseara llevarse al niño, después de todo ya se había convertido en su niño, quizás no lo había llevado en el vientre como lo hacía con Takka ahora, pero el pequeño era parte de InuYasha y había aprendido a amarlo con el mismo instinto de protección que tenía por su propia hija.

-¿Esta loco?...- fue todo lo que logró decir.

-Muchos dicen eso…- respondió con una sonrisa tan tirana y sardónica, que Kagome sintió que el piso se le movía, pensando una y otra vez en lo mucho que deseaba que InuYasha estuviera con ella.

Continuará…

Bueno sé que me han esperado mucho y que no están demasiado acostumbrados a ello, pero es que los capítulos finales siempre se me hacen algo más flojos.

Besitos y espero que les agrade

Siempre en amor…

Anyara