Beyblade en sus tres temporadas le pertenece a Takao Aoki y a la TV Tokyo. Hago esto porque no tengo nada mejor en qué invertir mi tiempo y además, me divierto.
A todos los personajes de G Revolution añádanle dos año (a menos que se especifique otra cosa), a los de V Force tres, y a los de la primera temporada… 56! No mentira, ya saben, cuatro. Los únicos que no son afectados por mi extraño torbellino del tiempo son Raúl y Julia, que mantendrán sus 15 años hasta que se diga lo contrario.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
Yoho, A Pirate's Life for Me
Capitulo 1: Vida de Piratas
"Vaya sol el que hace hoy. Es curioso que después de tantos días de tormenta, el cielo se despeje tan fácilmente…" pensaba el joven pelirrojo mientras se limpiaba el sudor de la frente. Fregar el piso de la proa no era un trabajo fácil y menos cuando se hacía solo. Debido a esto, tendía a distraerse con cualquier cosa y dejar su trabajo a medias. "Suerte" para él, lo estaban supervisando.
-¡Arr, no te distraigas, niño! Cuando termines, más te vale que pueda ver mi reflejo en el suelo o tendrás que hacerlo todo, ¡de nuevo!- regañó otro pelirrojo de mayor edad y menos paciencia. Uno de sus ojos azulados estaba cubierto por un parche y dos imponentes mechones escapaban triunfales del sombrero negro sobre el resto del cabello. Este era de tres picos y con una temida calavera en el centro. Vestía lo que parecía un uniforme impecablemente blanco con detalles dorados y negros. En su cintura portaba una espada grande y curva, acompañada de una oxidada pistola. El joven se dio media vuelta y se fue, dejando a alguien más en su puesto. -¡Mystel! ¡Asegúrate que este mocoso no se distraiga de nuevo!-
-¡Sí, Señor!- respondió un alegre rubio que cayó desde el puesto de vigía y se sentó en el barandal del lugar. Vestía una alegre camisa a rayas blancas y azules, un pañuelo rojo en su cuello y pantalones marrón algo bombachos. –Mejor haces lo que te dice el capitán Tala, Raúl, o las verás "atiburonadas" más tarde-
-Tenéis razón- contestó el otro con su marcado acento español y regresando a su labor. Lo hacía con esmero y cuidado porque sabía que si lo hacía bien, le sería reconocido más tarde. Se alegró con ese pensamiento y fregó hasta que sintió que era medio día. Mystel realmente lo supervisó la primera media hora pero las siguientes dos horas y media simplemente se durmió contra el barandal. Una voz mandona y levemente aguda fue la que distrajo a ambos. -¡A comer, perros de agua dulce!-
Los dos jóvenes dieron sus labores por terminadas y bajaron al comedor. Ahí había una gran y alargada mesa donde muchos otros jóvenes ya estaban sentados y discutían en voz alta con cualquiera que les cortara el paso.
-¡Quítate de mi camino, Kudneztov!- gritaba una joven de cabello negro y un pésimo temperamento. Era considerablemente más baja que el aludido pero su tono le daba un aspecto bastante feroz.
-No me grites, Queen, a menos que quieras que tire tu reinado por la borda- le respondió el joven alto, de cabello platinado y preciosas orbes esmeralda.
-¿Cómo te atreves a hablarle así a mi hermana, Bryan Kudneztov! La pagarás caro con tu sangre- exclamó un joven a espaldas de la llamada Queen, su mirada carmesí brillando con odio.
-Atrévete, King "Carnero Celeste"- contestó Bryan con amenaza.
Probablemente hubieran comenzado una pelea si no hubiera sido porque en ese momento dos personas más entraron al comedor. Uno era pelirrojo y vestía un muy formal uniforme blanco con hombreras azules; una sonrisa amigable adornaba su rostro y un perico verde brillante se había posado en su hombro derecho. El individuo seguía tranquilamente a una joven cuatro o cinco años mayor que él, de larga cabellera verde brillante y cuestionables ojos violeta. Una pañoleta negra mantenía su cabello en su lugar y resaltaba aun más el color del mismo. Vestía una blusa azul profundo que le quedaba relativamente holgada; las mangas estaban deshilachadas en la parte donde se unían con el resto de la camisa. Sus pantalones negros le llegaban hasta la mitad de las pantorrillas y no portaba calzado en ese momento. Al observar su rostro se notaba una curiosa figura negra en forma de rayo que le cruzaba verticalmente el ojo izquierdo. -¿Podrían callarse de una buena vez?- pidió ella con algo de fastidio, sentándose en la cabecera de la mesa al lado de Tala. –El Teniente Brooklyn y yo hemos tenido una mañana muy agotadora y ahora agradeceríamos calma-
Raúl y Mystel intentaron pasar desapercibidos, evitando sonreír al ver que King y Brayn fueran regañados por la recién llegada. El otro joven pelirrojo asintió a espaldas de ella, inmutable a las miradas de desprecio que los demás piratas le dedicaban. –Vamos a comer, Capitana- dijo, invitando al resto de sus compañeros a sentarse. El conocido como King intentó tomar el asiento al lado de la peliverde pero ella cortésmente se lo impidió. –Tendrás que disculparme, Carnero Celeste, pero hoy tendrás que ceder tu campo-
-¡Pero…!- intentó reclamar pero se resignó en silencio a tomar el lugar al lado de su asiento habitual. -¿Quién se sentará ahí, entonces?-
-Raúl, por supuesto- respondió ella, como si fuera lo más obvio del mundo. El español abrió mucho los ojos al escucharla y no se movió de donde estaba. –No te hagas el sordo, Pegaso Llameante, y ven a acompañarme-
Mystel tuvo que empujar al pobre pelirrojo hasta el lugar y sentarlo, dado que las extremidades de Raúl no querían responder a las órdenes de la capitana. Tala arrugó el rostro ante la decisión de la joven. –Kairyu, ¿qué diablos estás haciendo? ¿Cómo vas a dejar que él se siente tan cerca de mí? Soy Capitán de este barco y no lo aceptaré-
-Ya cállate, Lobo Blanco. Te recuerdo que este barco me lo heredó mi padre a mí, y tú sólo estás aquí por heredar la sangre fría del tuyo- le contestó ella, ignorando el ligero gruñido que ahora Tala producía con su garganta.
Raúl tragó con dificultad pero se armó del suficiente valor para hablarle a su superior. –No entiendo porqué usted me quiere a vuestro lado, capitana… después de todo tan sólo soy…-
-¡El cumpleañero del día!- interrumpió ella con cierta alegría en sus palabras. Le desordenó el cabello amigablemente mientras pasaba su otro brazo por sobre sus hombros y lo acercaba a ella. -¿Creíste que no recordaría que hoy cumples 15 años?-
Nadie pronunció palabra alguna y un silencio de sorpresa invadió el lugar. El español se sonrojó notablemente al ser el centro de atención pero Kairyu pareció no notarlo. La joven se volteó hacia Brooklyn, quien seguía justo detrás de ella, y le dio una orden en voz baja. El joven desapareció unos instantes para luego emerger con un humilde croissant cubierto con miel y una cereza en la parte superior. La peliverde se rascó la nuca. –Hubiéramos robado algo mucho más extravagante sino fuera porque nos descubrieron antes de tiempo… pero hey, la intención es lo que cuenta, ¿cierto?- aclaró, ofreciéndole el improvisado postre.
Raúl no sabía qué decir, qué hacer y mucho menos qué pensar. Los demás piratas presentes quedaron boquiabiertos ante la declaración de su capitana, dado que siempre parecía prestarle sólo la atención necesaria al resto de la tripulación. King lo sabía, a la perfección a decir verdad. Él estaba muy al tanto de que la peliverde tenía un inmenso cambio de personalidad en cuanto Raúl aparecía. Entrecerró sus ojos y se cruzó de brazos, evidentemente molesto. Su hermana Queen se limitó a hacerle entender que no reclamara nada más, mucho menos con gestos. Finalmente el pelirrojo tomó el postre y miró a Kairyu a los ojos con sus cristalinas esmeraldas. –O-os agradezco, cap-pitana- dijo con un hilo de voz apenas y tartamudeando. La aludida casi estalló de la felicidad cuando vio la expresión de satisfacción en el rostro del español al probar el delicioso regalo.
-¿Ya terminaste con este espectáculo?- gruñó Tala con desagrado, mirándola fijamente. Como Kairyu le asintió de muy buena gana, se dispuso a ordenar su comida. –Brooklyn, que manden la comida de una buena vez a menos que quieras empeorar mi humor-
-Enseguida- respondió el aludido con despreocupación, como si no notara que su vida podría estar en riesgo en ese momento. Poco tiempo pasó para que humeantes platos emergieran de la cocina para toda la tripulación.
Todos comieron con tranquilidad y hasta con alegría; la cerveza y la necesidad de alimentación hacían maravillas con una manada de piratas hambrientos y enardecidos. Una vez terminada la ceremonia del almuerzo, todos salieron del comedor para terminar con los deberes que habían dejado pendientes. Raúl intentó excusarse pero la capitana no parecía del todo alegre de verlo irse. –Momento, momento. ¿Cuál es la prisa, mi amigo?-
-Es que… no quiero que pierda vuestro tiempo conmigo- dijo él, cabizbajo. La otra pareció ofenderse. -¿Perder mi tiempo? ¿Contigo? Oh vamos Raúl, ya tienes quince años, ten un poco mas de autoestima, ¿quieres?-
El pelirrojo le sonrió apenado; por razones que no alcanzaba a entender todavía, Kairyu lo tenía en muy alta estima. La capitana se levantó de su lugar de un salto y lo invitó a seguirle. Ninguno se sorprendió al no ver a nadie en la cubierta. Muchos, por no decir todos, de los tripulantes habían zarpado en los botes auxiliares a la isla donde habían encallado. Normalmente se le conocía como la isla de Sicilia. Fuente de bebida, alimento, compras y entretenimiento, estar cerca de Sicilia era una bendición para cualquier marinero.
Ambos se sentaron en la cubierta para observar la imponente isla, un semi-incómodo (para Raúl) silencio se adueño de la situación. El español miró de reojo a la peliverde, recordando la primera vez que la vio.
-fLaSh BaCk-
El día era demasiado soleado para ser verdad y dos alegres niños lo celebraban jugando inocentemente en un río. El cabello de uno era carmesí como el fuego mientras que el de la otra era naranja, semejando el atardecer. Sin embargo, ambos compartían un hermoso verde cristalino en sus ojos y casi todo el resto de sus facciones. Jugaban a sumergirse y salpicarse con el agua mientras reían y aclamaban felizmente en el tranquilo bosque que los rodeaba. Ambos, aunque estuvieran desnudos, portaban un fino collar con unos caballos como dijes. El niño, más cohibido que su gemela pero más propenso al juego, yacía sumergido hasta el pecho en la suave corriente. –Vamos, Julia. Ven a nadar conmigo-
La niña no parecía muy convencida de entrar por completo al agua y mostraba algo de preocupación. –Pero… ¿y si pasa de nuevo, Raúl? No me gustaría que esos rayos hicieran daño otra vez-
-No pasará de nuevo- aseguró Raúl al tomar la mano de su hermana y jalarla. La sorpresa se apoderó de la pobre Julia, quien cerró sus ojos fuertemente. Unas electro-ondas rodearon su cuerpo y, gracias al agua, lograron aturdir a su hermano. La niña abrió sus ojos cuando escuchó un gemido ahogado provenir de la garganta de Raúl. -¿Estás bien! Lo lamento. ¡Os dije que sucedería de nuevo!- reprochó ella, intentando no dejar escapar lágrimas.
-No os preocupéis, no me pasó nada- le respondió su gemelo, sacudiendo su cabeza para librarse del zumbido en sus oídos que no le dejaba en paz. Julia salió reprochante del agua, tomó una toalla y se dispuso a secarse. Cuando lo hizo se sentó en una roca cercana. Su hermano le imitó poco tiempo después pero no se sentó. -¿Por qué insistes en enojarte el día de tu cumpleaños?-
-No estoy enojada- aseguró ella sin verlo a los ojos. De mucho no le servía, los gemelos siempre estarían unidos por un lazo psíquico incomprensible para la ciencia. Raúl comprendía a la perfección del problema. Julia tenía miedo. –Es sólo que…-
-¿Os asusta saber que no todos pueden lanzar descargas?- terminó él casi inconcientemente.
Julia entrecerró sus ojos. –Sabéis lo que los niños vecinos dicen sobre nosotros. Aseguran que somos fenómenos, extraños, anormales-
-Sí, lo sé muy bien- respondió el pelirrojo en voz baja. –Pero no debemos hacerles caso. Nuestro padre ya nos ha dicho varas veces que lo que tenemos es un don. Fuimos bendecidos por criaturas mágicas-
-Maldecidos, tal vez- le dijo ella, viendo como Raúl abría la palma de su mano y de ella brotaba humo, como si una diminuta fogata se localizara en ella. Se quedaron en silencio unos momentos antes de que el niño se sentara al lado de su hermana y apoyara su cabeza en el hombro de ella. –No lo sé, pero si tú estás conmigo no me molestará jamás- le confió con una sonrisa, luego empujándola infantilmente para que se corriera. Julia no quiso ceder y comenzó a empujar también, sonriendo con tranquilidad. –Contigo siempre, hermanito-
Jugando como los niños que eran, ignoraban que una amenaza con piel de madera se acercaba lentamente hacia la costa de Barcelona, su hogar. En la proa dos jóvenes observaban el puerto con seriedad. El pelirrojo no desvió su mirada pero dirigió su voz hacia su acompañante. -¿Algún cambio en particular que quieras hacer al esquema regular?-
-Hoy escogeré a mi propio grupo, espero que no te moleste- le respondió una joven de cabello verde.
-En lo absoluto, con tal de que no te lleves a más de un oceánico- le dijo Tala, cruzándose de brazos. Kairyu asintió. –Para nada. King, Queen y Brooklyn serán suficientes. Además… ¿se te sigue olvidando que yo domino el agua por mí misma?-
-A decir verdad, sí… Lo pensé detenidamente y decidí dejar a Zeo y Sergei cuidando el barco y dispararan los cañones-
-Mi Fragmento de Plata estará a salvo en sus manos- concordó Kairyu al asentir. Tala arrugó el rostro ante el comentario. – ¿Tú? Este barco es tanto mío como tuyo-
Ella negó. –Le pertenecía a mi padre y él me lo heredó. Tu padre, en efecto, fue socio del mío pero jamás dueño del navío- volteó para silbar fuertemente. El cuestión de segundos la tripulación a bordo apareció sin chistar.
Tala se dio media vuelta y los encaró a todos de mala gana. Dio instrucciones y comandó que las cumplieran con precisión. –Emily, Mystel y Bryan vendrán conmigo. Mariam y Kane, ustedes se asegurarán de que retener a la policía. ¿Alguna pregunta?-
Nadie le respondió, como era de esperar. Kairyu tomó parte en la conversación para agregar sus comentarios. –Ya saben, todo lo de valor viene a parar al barco. También consigan toda la comida que encuentren. A parte de eso, pueden hacer lo que les venga en gana-
Los piratas sonrieron ante esa orden. Todos eran bastante jóvenes, sin pasar siquiera los catorce años, pero sus habilidades en el hurto y el robo eran ya excepcionales. Ambos capitanes indicaron que subieran a los botes auxiliares para comenzar la emboscada al inconciente puerto.
Todo parecía tan fácil que no tenía gracia, según pensaba Tala. Los civiles eran terriblemente cobardes y simplemente entregaban todo sin ser cuestionados siquiera. Ya tenían bastante botín y con costo habían recorrido un vecindario. El rugido de las balas de cañón era superado sólo por su grito al estallar. El caos y el pánico ya poseían a los habitantes, indefensos ante las armas de fuego y las mugrosas espadas que los piratas poseían. Kane y Mariam, tal y como se les había ordenado, habían bloqueado todas las salidas del edificio de la policía, evitando así que interrumpieran la diversión. Además, entraban y salían por las ventanas, atacando y lastimando gravemente a cualquier policía que quisiera pasarse de listo.
-¡Sacre bleu!- exclamó un joven muy bien vestido al ver como los dos piratas irrumpían en su estancia. -¿Cómo han podido estos mugrientos llegar hasta aquí!-
-Mama mia!- exclamó un rubio a su lado, buscando desesperadamente en su escritorio algo que le ayudara contra los invasores. –Dov'é la mia arma!-
-¡Hagan silencio ustedes dos!- ordenó Mariam con poca paciencia, apuntándolos con su pistola. –Si tienen algo de valor, será mejor que lo entreguen-
-Créanme, no querrán saber que pasará si no lo hacen- agregó Kane con una sonrisa un tanto diabólica.
-Creo que no sabes quiénes somos. Yo soy Oliver Beaxbautons y no dejaré que unos malandrines como usted..- pero no pudo terminar su frase porque la peliazul disparó una vez y dio justo a sus pies. -No nos importa quién eres, pero sí lo que eso puede hacer económicamente por ti-
-¿Y tú qué? ¿No planeas sentirte ofendido por nuestra presencia? Con esa cara de idiota me imagino que también eres de una familia noble…- comentó Kane al acercarse y tocarle la barbilla con su espada al rubio.
-Giancarlo Tornatore, pero… ¿ofendido? No, no, no. Más bien impresionado con sus maravillosas habilidades con el..-
Una puerta cercana se abrió de golpe para revelar a dos mal encarados policías más, pero estos no temblaban de miedo ante los piratas. Más bien parecían bastante fastidiados con su presencia.
-¡Jefe! ¡Johnny! ¡Estoy tan feliz de que hayan venido a rescatarnos!- exclamó Giancarlo con demasiada alegría. Kane lo golpeó con el mango de su espada para que callara.
-¿No te da vergüenza adular al enemigo sólo porque no sabes defenderte?- reclamó Johnny, apuntando con una vieja escopeta.
-Ladrones, yo soy Ralph Jurgen. Soy el policía de máxima autoridad en este puerto y exijo su rendición inmediata- ordenó un joven de cabellos morados con un dedo acusador.
Ambos piratas parpadearon un par de segundos antes de estallar en carcajadas. ¿Un policía intentaba persuadirlos a ellos de que se rindieran? Esta sería digna de contarla durante la cena.
-No nos hagas reír, estúpido. Se nos ha enseñado, como piratas que somos, a no temerle al enemigo- indicó Kane con orgullo, haciendo un movimiento rápido y posesionándose de la escopeta que Johnny traía. Mariam se acercó un poco a la ventana, sin bajar la guardia antes los cuatro policías. Observó con satisfacción como gran parte del lugar se hallaba en llamas o destruido y varios barcos iban de la costa hacia el Fragmento de Plata.
Raúl y Julia no eran ajenos a todo el ajetreo que se llevaba a cabo en la ciudad. Apenas escucharon el primer cañonazo, se vistieron y corrieron rápidamente por el bosque hasta llegar a las afueras de Barcelona. Se alarmaron al ver tanta destrucción y el temido barco pirata vigilando desde la costa. Estaba pintado de negro y gris, con una bandera tan negra como el mal en el asta. En ella se exhibía un peculiar logo; una calavera era resguardada por un lobo y un dragón marino en blancos fantasmagóricos.
Se apresuraron para regresar a su vecindario, encontrándose con uno que otro habitante corriendo despavorido gritando "¡Piratas!" a todo pulmón. Los gemelos se preocuparon al no ver a sus padres por ningún lado, ni siquiera dentro de la casa pero se conformaron con la idea de que seguro habían ido al bosque por ellos. Estaban a punto de devolverse por donde vinieron cuando los vieron. Dos jóvenes muy bien armados caminaban en medio de risas con grandes sacos al hombro, llenos de valiosas joyas y demás objetos. Los españoles no pudieron reprimir un gemido de miedo ante esa visión, por lo que el par de piratas volteó hacia ellos. Una joven de cabello negro y corto dejó su saco en el suelo y se acercó.
-¿Pero qué diablos hacen unos niños en medio de la calle mientras los temibles piratas andan haciendo de las suyas?- preguntó Queen hipotéticamente, sonriendo con malicia.
-Pobrecitos, deben estar muy asustados…- complemento su hermano con el mismo tono de maldad, sacando su espada y apuntándola hacia los gemelos.
Los hermanos decidieron no arriesgarse y corrieron lo más rápido que sus jóvenes piernas le permitieron. Mientras se alejaban escuchaban las crueles carcajadas de ambos piratas al verlos huir cobardemente. Sin realmente pensarlo, Julia dobló hacia la derecha y Raúl hacia la izquierda. El pelirrojo cerró sus ojos y deseó con toda su alma encontrar a sus padres lo más pronto posible, por lo que no vio que alguien estaba justo frente a él. Chocó inevitablemente y cayó de espaldas en el suelo. Abrió sus ojos para ver a dos jóvenes, una relativamente mayor que el otro, observarle con curiosidad.
El español los reconoció inmediatamente con sólo ver sus vestimentas. La joven se inclinó un poco y lo tomó por la muñeca. Raúl dejó escapar un grito, incapaz de controlar sus emociones. Su cuerpo estalló en llamas y estas rodearon a la joven, que curiosamente no lo soltó.
-Hey, ¡HEY!- le gritó, con la esperanza de que el niño abriera los ojos. Después de unos segundos lo logró. –Calma, calma, mi pequeño amigo. Sólo quería ayudarte a levantarte… no tenías que usar la fuerza de una criatura mágica en mi contra…-
Raúl se paralizó ante estas palabras. Esta persona sabía exactamente lo que acababa de hacer. –¿Cómo sabéis eso!-
-Es obvio cuando también se posee una…- le respondió sin darle importancia. Partes de su ropa seguían ardiendo pero ella tan sólo cerró sus ojos y se concentró. Inexplicablemente agua brotó de sus manos y con ella apagó el fuego que le amenazaba. El pelirrojo le miró asombrado. -¡Tú…tú… acabas… acabas de..!- comenzó pero no pudo terminar su frase.
-Sí- respondió ella con una sonrisa. –Veo que nunca habías conocido a alguien más como tú, ¿o me equivoco, mi pequeño pirómano?-
El niño no le respondió, sólo se quedó ahí. El otro joven presente miró un momento sobre su hombro para luego hablar. –Capitana Kairyu, creo que debemos regresar. Siento que la policía ha logrado eliminar las barricadas de Kane y Mariam-
-Muy bien. Brooklyn, envía mensaje con tu perico a los demás. Retirada inmediata, sin importar qué estén haciendo-
El joven pelirrojo asintió y le murmuro algo a su ave mascota. Ésta asintió antes de alzar vuelo y perderse entre el mar de tejas. Kairyu volteó una vez más hacia el niño. –Dime, ¿cómo te llamas?-
-Ra-raúl- tartamudeó éste con un hilo de voz. Parecía sinceramente aterrado.
-Bien Raúl, ¿te gustaría ser un pirata como yo?-
El niño no le respondió.
-Sí aceptas, te enseñaré a usar ese don tuyo sobre el fuego- agregó con una sonrisa dulce y poco característica del pirata prototipo. Para sorpresa general, el pequeño pelirrojo asintió lentamente. –Entonces, vámonos-
Lo tomó de la mano y comenzó la retirada que ella misma había ordenado. Brooklyn los seguía con las manos tras la espalda y sonriendo amigablemente al niño que lo observaba con interés.
–Tú le hablaste al pájaro-
-Claro que lo hice- le respondió él sin cambiar de expresión. –Es parte de mis dones-
-Mi barco está lleno de gente como tú, Raúl. Ahí no te sentirás fuera de lugar…- comenzó la peliverde antes de escuchar pasos acercarse. Volteó para ver a un par de policías apuntar sus escopetas hacia ellos. Kairyu soltó la mano de Raúl y lo empujó cerca de Brooklyn. –Llévatelo de aquí. Nos veremos en el Fragmento-
Su acompañante asintió y acató la orden. Una pequeña niña pareció detrás de los policías con evidente enojo en su rostro. –¡Haga algo, señor policía! ¡Ese pirata se lleva a mi hermano!-
Julia corrió con intenciones de seguir a Brooklyn pero Kairyu la detuvo al poner su espada en medio del camino. –No puedes-
-¡Dejadme pasar!- gritó ella, elevando su enojo y logrando que severas descargas de electricidad provenientes de su cuerpo afectaran a la joven pirata. Aturdida sobre una rodilla, la peliverde miró fijamente a la niña que había conseguido atacarla de lleno. En su cerebro se grabaron esas facciones tan iguales a las del niño que acababa de conocer. Con Julia paso lo mismo. Se aseguró de marcar con fuego esa particular marca en forma de rayo en su memoria. Tampoco se olvidaría del brillante cabello verde ni de las cristalinas amatistas que la observaban con cuidado.
Un disparo de los policías fue suficiente para hacer que Kairyu reaccionara y se pusiera de pie. Saltó hacia atrás con una voltereta y se alejó a gran velocidad. -¡Hasta mi próxima visita, pueblo de Barcelona!- exclamó al perderse en el laberinto de calles y avenidas. Los intentos de encontrarla fueron inútiles; ella ya se encontraba en la playa, buscando algún bote en cual viajar. Para su mala fortuna, no había objeto que cumpliera sus propósitos así que simplemente tomó un pedazo de madera que encontró y se dispuso a navegar sobre él. No se había alejado suficiente de la costa cuando escuchó a todo un escuadrón policiaco arribar al lugar.
-¡Ahí esta! ¡Qué no escape!- ordenó rápidamente el jefe de cabellos morados. – ¡Fuego a discreción! ¡La quiero muerta!-
Mala suerte para todos ellos, no sabían exactamente con qué estaban tratando. Kairyu volteó hacia ellos con una sonrisa maliciosa y les guiñó un ojo. Luego, como si de magia se tratase, elevó su mano justo cuando el mar comenzaba a picarse. Cada ola que estallaba violentamente en la playa salpicaba y tumbaba a los hombres que en ella estaban.
La capitana nadó lo suficiente como para quedar a medio camino y con su mirada navegó la proa del barco. Encontró a quien buscaba después de unos momentos. -¡Lobo Blanco! ¡Necesito tu ayuda!-
Tala, desde la cubierta alzó una mano en su dirección y un curiosamente recto camino hielo se formó sobre el agresivo oleaje hasta donde la joven estaba. Se libró del pedazo de madera y corrió velozmente sobre el agua congelada hasta que pudo agarrar una cuerda del barco. Algunos tripulantes la ayudaron a subir mientras comenzaban la huida. Kairyu se sentó sobre la cubierta, completamente agotada. A su lado apareció de la nada un niño pelirrojo quien la mirada con escondida preocupación.
-Ah, veo que llegaste sano y salvo aquí- le dijo ella al recuperar el aliento. –Me alegra, me alegra…-
-FiN DeL fLaSh BaCk-
Había sido uno de los días más agitados de su vida, recordó con cierta diversión. Raúl le sonrió a las olas de plata y azul que chocaban contra la parte baja del navío pirata donde estaba. Una conocida nostalgia le invadió. La única razón que le hacía lamentar haber aceptado esa vida de piratas había sido tener que dejar a su hermana Julia. Se llevó la mano al pecho para encontrar un dije en forma de caballo colgando de un collar. Lo estrujó fuertemente. Había prometido secretamente regresar cuando pudiere para verla y tal vez llevársela consigo. Sabía que la capitana no se opondría. Rara vez se negaba a alguna petición que específicamente Raúl le hiciera. La peliverde volteó hacia él y lo notó muy sumido en sus pensamientos.
-Dime, ¿qué te gustaría de regalo de cumpleaños?- le preguntó con curiosidad.
El pelirrojo no lo pensó dos veces. -Ver a mi hermana de nuevo-
-Ese es un deseo difícil de cumplir para un pirata…- comentó ella, más para misma que para Raúl. –Pero tal vez se te cumpla, Pegaso Llameante-
Kairyu le sonrió cariñosamente antes de ponerse de pie y desearle unas buenas noches. Raúl se quedó ahí un poco más, viendo como lenta pero forzosamente el sol caía vencido en el horizonte y daba paso a su hermana la luna. Hermanos… Se tumbó de espaldas sobre la cubierta para ver el cielo y comenzar a soñar. Su hermana estaba con él y eran tan felices como antes. "Contigo siempre…" murmuró antes de quedarse dormido, mecido por los suaves vaivenes de las olas.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
Este es el comienzo de lo que, espero, sea una gran aventura que quieran seguir leyendo. Si de verdad les agrado, por favor no duden en dejar un lindo review n.n y si no les gusto, pues que mala suerte para mí.
