YoHo, a Pirate´s Life For Me
Capitulo 2: Procurando venganza
"Es el colmo, después de tantos días de tormentas ahora no hay ni una sola nube en el cielo…" pensaba Julia al ver por la ventana del tren Tarragona-Barcelona. Miró su reloj para comprobar lo que se temía. Ya era medio día. Se tomó la molestia de acostarse sobre el sillón en que estaba sentada sin intenciones de dormir. Había algo rondando su mente desde hacía ya más de… ¿seis años?
Lo recordaba perfectamente… o mejor dicho la recordaba perfectamente. Aquella maldita pirata que se había llevado a su hermano hacía ya tanto tiempo. De seguro el pobre había sido, desde entonces, un peón más en su mugroso navío, comiendo de migajas y bebiendo agua salada. Vistiendo andrajos y descalza sobre la de seguro insalubre cubierta. Entrecerró los ojos al recordar sus facciones. Cabello verde y ojos morados, más la peculiar marca en forma de rayo en uno de sus ojos. Inconfundible sin duda.
Se enderezó una vez más en su asiento para darse cuenta de que el puerto de Barcelona estaba cerca. Se había mudado fuera de ahí un par de días después de que los piratas del Fragmento de Plata atacaran. Sus padres consideraron el puerto demasiado inseguro y se establecieron en Tarragona, otro lugar costero. Este, sin duda, tenía menos fama que Barcelona por lo que nunca, en sus seis años de estadía, vio algún navío pirata acercarse. En parte esto le alegraba dada su anterior experiencia pero a veces no podía evitar desear que apareciera de nuevo el Fragmento para poder vengarse de ellos.
Nunca les perdonaría el crimen que habían cometido en su contra. Raptar a su propia sangre merecía una ejecución dolorosa e interminable. Esa era la razón por la que regresaba a Barcelona. Buscaría a alguien en el puerto que le ayudara a localizar el barco y luego tomaría cartas en el asunto. Sus padres no se lo hubieran permitido si supieran sus verdaderas intenciones. La dejaron ir sólo porque ella les aseguró que iría a conseguir trabajo.
El enorme tren de vapor se detuvo y ella tomó su equipaje. La elegante joven se paseó por el andén un par de minutos mientras encontraba la salida. Una vez en la calle, se dirigió magistralmente hacia el edificio de la policía. En aquella época, los malandrines marineros lograron bloquear todas las puertas y demás vías de salida. Ahora era una estructura un tanto más moderna con barrotes en las ventanas para prevenir ataques sorpresa. Caminó por un pasillo pintado como el vino tinto hasta que se topó con un escritorio. En él estaba un perezoso rubio intentando no dormirse mientras "revisaba" un informe.
-Disculpad- demandó ella con voz autoritaria, asegurándose de recibir atención.
-Ah… ¿Eh?- balbuceó el otro con pereza, restregándose los ojos e irguiéndose completamente. Sus inocentes azules se posaron en la bien formada jovencita frente a él. –Oh, ciao bella ragazza. ¿En qué puede este miembro de la autoridad atenderle?-
Todo lo dijo con un encanto envidiable y de seguro coqueto, si no fuera porque Julia no tenía interés alguno en sus intenciones. -Me gustaría ayuda por vuestra parte para algo-
-¿Algo? ¿Cos´é questo "algo"?-
-Quiero que me ayudéis a localizar un barco pirata-
-¿Un barco pirata!- repitió Giancarlo al borde de la risa. Tenía que estar bromeado. Una furtiva mirada de la española le indicó que mejor retenía el impulso de burlarse. –Mi dispiace, ragazza, pero, ¿de verdad piensa que lo vamos a hacer algo tan insulso?-
-¿Perdón?- dijo ella, cerrando su puño fuertemente y conteniendo las ganas de darle una bofetada. -¿Insulso habéis dicho!-
-¿Qué pasa aquí?- interrumpió un alto joven de cabellos morados. Su uniforme indicaba claramente que era la máxima autoridad en el lugar así que Julia simplemente ignoró a Giancarlo y se dirigió al recién llegado. -Deseo colaboración vuestra, dado que este indecente no parece saber como tratar asuntos de importancia-
-Pase a mi oficina, señorita- invitó Ralph de manera cordial, observando de reojo al italiano de muy mala gana. Entrecerró sus ojos antes de cerrar la puerta detrás de sí.
-Dígame, ¿Cuál es el problema?- preguntó al sentarse en su escritorio de roble negro y barnizado. Entrelazó sus manos frente a su rostro, expectante. Julia repitió su petición con mucha paciencia y llenando espacios con detalles que consideró necesarios. Al terminar, observó el rostro de ese alemán con ansia, esperando una respuesta.
Ralph no cambió su expresión en ningún momento, ni siquiera mientras escuchaba lo que Giancarlo había considerado disparates. –Lo lamento, Srta. Fernández, pero la Policía no puede ocuparse de ese tipo de situaciones. Invertiríamos innecesariamente nuestro tiempo y a la larga dinero en asuntos que no beneficiarán al público en general. Además, algo me dice que probablemente su hermano falleció hace ya demasiado tiempo. Tendrá que disculparnos- le dijo con cada gota de formalismo que podía demostrar. Julia se puso de pie inmediatamente. No pronunció palabra alguna mientras salía por la puerta de la oficina y cerrándola con innecesaria brusquedad.
Mientras caminaba furiosamente hacia la salida, murmuraba comentarios ofensivos ante la fuerza policíaca y sus políticas sobre el bien general. ¿Qué acaso no comprendían lo grave de la situación? Por supuesto que no. Era virtualmente imposible que entendieran el sentimiento que ella tenía cuando pensaba en Raúl. Cada vez que veía aquel rostro en su mente, un calor interior brotaba en su pecho. De alguna manera u otra, sabía que eso indicaba la sobrevivencia de su gemelo.
Por costumbre más que nada, bajó hasta un muelle que visitaba cuando era niña y ahí se sentó a ver la superficie de espejo que el mar poseía. Se imaginó a su misma con el cabello de un rojo llameante en el frente y castaño corto atrás. Era como indagar en una vieja herida con palos y piedras pero se sentía, de alguna manera, reconfortante. –Estúpidos policías, ojalá se pudran todos en el infierno…- deseaba en voz alta, empujado una roca hacia el agua. Apoyó pesadamente la barbilla en sus manos y suspiró derrotada. –Ahora nunca podré encontrarte, hermanito… Contigo…siempre…- Ante la última frase reprimió un par de lágrimas que amenazaban con huir por sus mejillas.
Escuchó un trote lento y metálico acercarse, por lo que levantó la mirada. Un joven guiaba su caballo cerca del muelle. Su cabello era de un verde olivo muy atractivo y brillante. Sus ojos, morados como bugambilias a punto de marchitarse, se posaron sobre la triste joven. Amarró el animal que le acompañaba a un poste cercano y se acercó a Julia con los brazos cruzados tras su espalda.
-Disculpe señorita pero no debería desearle un mal tan horrible a la Guardia de Seguridad barcelonesa. No justificaré que son la mejor en España pero le aseguro que se esfuerzan…- la joven bufó ante el comentario. –Sin embargo, la veo algo triste, ¿le ocurre algo?-
-Primero decidme quién sois- demandó ella, arqueando una ceja. –De seguro parte de las Milicias Armadas, ¿o me equivoco?-
-Ah, me sorprende su astucia, señorita. Ha dado en lo cierto, ejerzo como profesión la capitanía de las Fuerzas Ecuestres en Barcelona-
-Típico, todos son igual de pomposos- dijo ella en voz baja. -¿Y, sí tan alto rango tenéis, por qué habría de importarle mi problema?-
-Porque es el deber de cualquier autoridad ayudar a los civiles- le respondió volteando ahora hacia el mar. Sus ojos no parecieron enfocar algo en particular. –Dígame, por favor, lo que le molesta. Si mi oído no me falló, ¿tiene que ver con un hermano suyo?-
Julia lo miró, sospechosa, por unos momentos. Por razones que no entendía, decidió explicarle por las buenas al recién llegado. –¿Recordáis el ataque pirata de hace seis años? ¿Fechoría de la tripulación del Fragmento de Plata?-
El joven abrió mucho los ojos de pronto. –El Frag…mento de Plata…-
-Sí, ¿estabais para ese entonces con la Fuerza Ecuestre?-
No le respondió inmediatamente pero, tras un par de momentos más, su voz regresó a su garganta. –Sí, pero no en las de Barcelona. Me temo que yo estaba en Andalucía para ese momento. Pero, ¿qué hay con ese ataque?-
-La Capitana secuestró a mi hermano gemelo hace exactamente seis años, en el día de mi cumpleaños- reveló Julia entrecerrando sus ojos y apretando los puños.
-No puede ser. Acto de cobardía digna de…-
-¡Piratas!-
-Iba a decir sinvergüenzas pero si esa generalización le place…- le dijo, sentándose a su lado. –Mi nombre es Alexander Preto, un placer conocerla.
-…Julia Fernández, Alexander- se presentó la joven, aceptando que se sentara cerca.
-Me gustaría ayudarla a buscar a su hermano. Yo también tengo asuntos pendientes con el Fragmento de Plata. ¿Aceptaría mi compañía en esta aventura?-
La española parpadeó un par de segundos antes de dar su respuesta. Un perfecto extraño era este tal Alexander pero si podía ayudarla a encontrar a Raúl, valdría la pena intentarlo. –Me parece una buena idea pero… ¿de dónde sacaremos un barco, Alexander?-
-Llámame Alex por favor, no hay necesidad de tal formalismo- pidió el peliverde con una sonrisa. –La respuesta a esa pregunta no está aquí. Acompáñame Julia-
Y así juntos emprendieron un corto viaje a caballo hacia una cantina ubicada ahí mismo en el muelle, desde donde se podía escuchar música muy alegre. El nombre del bar parecía ser "La Gaviota Parlanchina". Alex le abrió la puerta a Julia, como cualquier buen caballero, Dentro había numerosas mesas con clientes bebiendo alegremente de sus vasos. En la parte lateral había un improvisado escenario donde una coqueta joven de cabello turquesa y ojos ámbar cantaba melodiosamente. Al ver a Alex, la joven saludó ruidosamente, interrumpiendo su acto, pero el aludido le sonrió nerviosamente y motivó a Julia para que apretara el paso. La acompañó hasta la barra del bar donde había un hombre de cabello azul limpiando vasos con un desaseado trapo gris, su espalda al resto del lugar. Hablaba en voz baja con clientes menores que él, quienes sostenían pequeñas bolsas en sus manos, nerviosos.
-Buenas tardes, Hitoshi- saludó Alex con amabilidad, haciendo que el aludido volteara alarmadamente. Su cara cambió de sorpresa a tranquilidad cuando vio quien le hablaba. –Dios, Alex, me asustaste. Pensé que un verdadero policía estaba detrás de mí.-
-Ya te dije que dejes de comerciar opio, algún día Jurgen se dará cuenta que todos los problemas de narcotráfico comienzan aquí-
-Algún día, sí, pero hasta que ese día no llegue, yo seguiré con el negocio… Ah, veo que tienes linda compañía ahora- dijo, observando a Julia por primera vez.
-Sí, creo que sí- le respondió con cierta alegría. Julia desvió su mirada hacia los demás presentes para evitar que notaran su sonrojo. –Hitoshi, ella es Julia.-
-Mucho gusto, Julia. Hitoshi Kinomiya, para servirte- saludó el peliazul de manera amigable, dejando aún lado los vasos sucios. –El gusto es mío- obtuvo por respuesta.
-De hecho, ella es la razón para mi visita hoy- continuó Alex, ahora cambiando a una expresión un poco más seria.
Hitoshi les sirvió algo de beber mientras le contaban la situación. Sin embargo, cuando mencionaron el nombre del navío pirata, el vaso resbaló de sus manos y cayó al piso, estallando en mil pedazos.
-Lo-lo siento…- se disculpó, recogiendo el desorden. -¿Por qué quieren ir tras esa embarcación maldita!-
-Ya os lo dije, mi hermano está ahí- repitió Julia.
-Sí pero… no sé, me parece algo peligroso-
-Tal vez, pero con la tripulación que hay aquí no creo que haya mayor inconveniente…- comentó Alex. La española le miró con sospecha. ¿De qué tripulación podría estar hablando?
-Puedes ofrecérselo si quieres, Alex, pero no te prometo nada-
-No te preocupes, Hitoshi, yo sé cómo funcionan las cosas aquí…-
Acto seguido él y Julia pasaron a un cuarto en la parte de atrás de la cantina, esperando. En pocos minutos varios jóvenes comenzaron a llegar, llenos de ansia y curiosidad. Se asomaban tímidamente por la puerta antes de entrar, pero luego ya parecían menos nerviosos. Era curioso ver que más de uno conocía a Alexander y estaba en buenos términos con él. Cuando el joven lo consideró oportuno, cerró la puerta del cuarto y se sentó en el medio, captando la atención de todos.
-Bueno, jóvenes, supongo que ya Hitoshi les dijo para qué los convoqué…- comenzó, dejando de lado su hasta ahora formal tono de voz. La mayoría asintió. –Vamos a cazar de una buena vez al Fragmento de Plata-
-Pero Alex…- interrumpió un joven rubio y pecoso. –Ya lo hemos intentado varias veces pero nunca logramos alcanzarlos y mucho menos atraparlos-
-Eso, mi estimado Max, se debe a que el Fragmento es mucho más rápido que los que nosotros hemos empleado antes-
-¿Con esa frase asumo que has conseguido uno nuevo?- intervino un chico de ojos felinos y amarillentos. -¿Uno que no sucumba ante el oleaje?-
-Siempre tan perspicaz, Rei, ¿no?- respondió Alex. –Sí, dado que no hemos tenido suerte con los otros, le pedí a mis superiores uno-
-Pensé que erais parte de la Fuerza Ecuestre…- interrumpió Julia, arqueando una ceja. Alex se encogió de hombros. -¿Y eso quiere decir que el único método de trasporte que puedo usar son los caballos?-
Julia asintió ante esa buena razón y lo dejó proseguir. –Ha llegado a mi posesión el Marriela-
Un silencio sepulcral se apoderó de la estancia, todos los jóvenes marineros se miraban entre sí con evidente sorpresa.
-No te creo,- dijo uno finalmente, pelirrojo y bajo de estatura, señalaba a Alex con un dedo acusador. –Se supone que el Marriela estaba al servicio de Su Majestad-
-No, escuché que hace un par de meses lo "liberaron" de ese cargo- dijo Max bastante convencido, un intrigado dedo en su barbilla.
-Sí, y ahora es mío-
-Buen poco de opio tuviste que traficar para costearte ese lujo, Alex- río un joven de cabello azulado, bastante parecido a Hitoshi.
Varias suposiciones más surgieron hasta que un exasperado Alexander Preto demandó silencio a gritos, una vena palpitando furiosamente en su sien. –Suficiente de tonterías. El punto ahora es saber quiénes nos acompañarán en este último viaje por el Fragmento de Plata-
-Eso me recuerda- apuntó Rei. –Que no nos has presentado a tu nueva amiga-
-Ah cierto…- suspiró el peliverde antes de ayudar a Julia a ponerse de pie. –Ella es una agradable jovencita que conocí hoy en la mañana-
-Julia Fernández, un placer- dijo ella con marcado acento y una sonrisa formal. Ninguno de los presentes le provocaba una verdadera sensación de confort.
-En fin, ahora que ya cumplí con eso, ¿quién viene conmigo?-
Varios segundos pasaron antes de que todos se apuntaran, con algunas excepciones como Daichi y Takao, quienes trabajaban como "camareros" en la cantina y no podían dejar su puesto tan inesperadamente.
-Bien, entonces, los espero en el muelle a más tardar las seis de la tarde. Quien no esté ahí, pues… se perderá el mejor viaje de su vida-
Hecho todo lo necesario, Alex y Julia se dispusieron a salir tranquilamente del lugar. Lamentablemente, no podrían hacerlo porque la joven de cabello turquesa los estaba esperando.
-¡Alex, cariño!- exclamó, rodeando el cuello del joven con sus brazos fuertemente. –Tenía tiempo sin verte. ¡Te extrañé mucho!-
-Eh… ¿ah si?- logró decir Alex, rompiendo el fuerte agarra en el que estaba atrapado. –Bueno Ming Ming, el tiempo vuela cuando uno ejerce su profesión. Ahora, si me disculpas…-
Alex le indicó a Julia con la mirada que abriera la puerta y saliera mientras él resolvía este "asunto". Afuera, la española sólo pudo escuchar un par de gritos por parte del peliverde y un chillido de ¿alegría? de la tal Ming Ming. Cuando Alex salió, no tardó en ser interrogado. -¿Qué diablos fue eso?-
-Esa loca tiene una cierta… "fascinación" conmigo. Siempre que vengo intenta seducirme y, sinceramente, se vuelve bastante desesperante- explicó, abotonando su uniforme dado que Ming Ming había logrado zafarle algunos. –Pero no importa, vámonos ya. Me gustaría mostrarte el afamado Marriela-
Caminando tranquilamente por el camino costero se podía ver a mucha gente dando por terminadas sus labores diarias. Muchas saludaban amablemente a Alex, quien, sobre el caballo, les dedicaba una sonrisa y un par de palabras antes de proseguir. Julia, aferrada a él para no caerse, se sorprendía de lo popular que era este particular policía entre los civiles. Alex pareció sentir sus pensamientos, dado que le habló sobre ello.
-Lo sé, ¿cómo es que un miembro de las fuerzas armadas es tan querido por acá?-
-Ehh…-
-Desde el ataque del Fragmento a este humilde centro portuario, la gente perdió confianza en la Policía. Yo también, debo admitirlo-
-Entonces… ¿por qué eres parte de ellos?-
-Tal vez porque mi madre me metió ideas en la cabeza. Jeje…-
-No entiendo-
-Yo crecí, hasta cierto punto, criado sólo por mi madre. Mi padre fue un… hm… ¿cómo describirlo? Un… un apasionado por el mar, eso es-
-Era marinero entonces-
-Así es… y por vueltas del destino se convirtió en pirata-
Se mantuvieron en silencio unos momentos, viendo los barcos que estaban anclados silenciosamente en el muelle. El último de la fila era el más grande e imponente; el Marriela.
-La última vez que lo vi, cuando tenía unos siete años, se llevó algo muy importante para mí. Ese algo me hacía tanta falta que mi madre, con tal de subirme el ánimo, me sugería convertirme en Policía para encontrarlo algún día y exigirle que me lo devolviera-
Julia no dijo nada al respecto.
-Lo siento, ni siquiera sé porqué te estoy aburriendo con esta vieja historia…-
-No, no lo estáis haciendo. Es tan sólo que… me parece que tú y yo estamos en la misma situación, de alguna manera u otra-
-Tienes razón, mucha razón. ¿Sabes? Lamento que hayas pasado un cumpleaños tan aburrido. Pudiste haberte ido de compras a las tiendas que rodean las Ramblas o visitar..-
-Sí, tal vez pude haber hecho eso pero no me hubiera hecho sentir tan bien como me siento ahora. Saber que tengo una verdadera oportunidad de encontrar a mi hermano Raúl después de tanto tiempo realmente me alegró la existencia…-
Un ligero rumor la hizo separarse inmediatamente de Alex. En teoría, él no habría notado que el cuerpo de Julia estaba siendo rodeado de electro-ondas pero al sentir como se desprendía de él, Alex volteó. La española no sabía que hacer para controlar la electricidad que ella misma estaba produciendo y un rubor estaba comenzando a dominar sus mejillas. Alex se rió calladamente mientras la miraba.
-¿Qué te pone tan nerviosa? ¿Estar tan cerca de mí o el hecho de que haya relámpagos alrededor de tu cuerpo?- preguntó con cierta alegría, casi como si se estuviera divirtiendo.
-¿Qué!- exclamó Julia antes de perder el equilibrio sobre el caballo y por poco caerse al suelo. Alex oportunamente la tomó del brazo y la mantuvo sobre el caballo.
-Cálmate por favor o terminaré peor que un pescado frito- le pidió, deteniendo el caballo.
Ambos bajaron y el peliverde esperó pacientemente hasta que su acompañante ya no despidiera brillantes ondas de electricidad.
-Creo que ya descubriste mi secreta maldición…- dijo muy apenada, sin mirarlo.
Alex continuaba sonriendo como si fuera el momento más cómico de su vida. –Me la supuse desde el momento en que te vi-
Julia abrió sus ojos como platos, producto de la sorpresa que le causaban esas palabras. -¿Cómo!-
-Es fácil notarlo cuando también se posee una criatura mágica- explicó simplemente. –Tú tienes un caballo alado que protege los relámpagos-
-¿Entonces, tú también tienes una?-
-Claro. De hecho, hoy conociste a muchos como tú, en especial en "La Gaviota Parlanchina"-
-¿Todos esos marineros… también?-
-Así es. Hitoshi, Ming Ming y hasta alguno que otro policía del Departamento tiene una-
-Entonces tú… ¿tienes habilidades como las mías?-
-Hm no… es decir, yo no puedo controlar relámpagos ni nada por el estilo pero puedo usar las sombras a mi conveniencia-
-¿Las sombras?-
-Ajá. Déjame mostrarte en la Comisaría de Barcelona-
Y así le ayudó a subir de nuevo sobre el caballo y se fueron hasta el edificio de la Policía. Una vez afuera, Julia comenzó a sentirse ligeramente fastidiada. Le vino a la mente la visita que hizo en la mañana a ese lugar.
-Ahora, notarás que la puerta abierta crea una sombra, ¿no?-
-Pues sí…-
-Bien- dijo Alex, antes de poner su mano sobre la sombra y, para sorpresa de Julia, atravesar la pared como si de agua se tratase.
-¡A-a-acabáis de…!- comenzó ella, pero el peliverde le pidió que no lo dijera. Acto seguido Alex entró por completo en la sombra y desapareció, dejando a la española sola. Un par de minutos después emergió de la misma manera en que se fue, pero sosteniendo unos papeles en su mano. –A eso me refería con "usar las sombras a mi conveniencia"-
-¡Impresionante!- declaró ella con una sonrisa. –Muy impresionante pero, ¿para qué son esos papeles?-
-Ah sí. Aquí están los últimos veinticinco lugares donde se ha divisado al Fragmento de Plata. Con esta información nos será mucho más fácil encontrarlos-
-Entiendo, así hasta podríamos encontrar el lugar donde encallan después de cada uno de sus desvergonzados actos-
-Tienes razón, eres bastante lista, ¿verdad?-
-Eh, pues, os agradezco el comentario- dijo, rascándose la nuca.
Bajaron de nuevo hasta el muelle, esta vez a pie dado que Alex dejó su caballo en el establo de algún conocido suyo. El joven le comentó que su bestia era un dragón, la que se reconocía como la bestia más poderosa y temible de todas. –Es de familia supongo, mi padre poseía un dragón que controlaba el cielo-
-¿Cómo así, el cielo?-
-No lo recuerdo bien, pero me parece que podía cambiar el clima a voluntad. En uno de sus numerosos viajes visitó Japón y ahí un hombre de gran importancia le apodó "Tenkuryu"-
Julia lo miró desconcertada. -¿Y eso qué quiere decir?-
-"Dragón Celestial"-
-Vaya…-
-A mí terminaron llamándome "Kageryu", que quiere decir algo por las líneas de "Dragon de Sombras"-
Detuvieron su conversación porque finalmente habían llegado frente al Marriela y había ya varias personas ahí, esperándolos.
-Ya era hora- reclamó un rubio alto de ojos verdes. Un gran mechón de cabello ocultaba uno de sus ojos.
-Michael, tiempo sin verte- saludó Alex con una sonrisa de lado. -¿Hace cuánto ya fallaste la prueba para francotirador?-
-El tiempo suficiente para que lo olvides ¡de una buena vez!- le gritó el aludido con frustración, percatándose por primera vez de la presencia de Julia. –Buenas tardes, señorita-
-Julia, esta excusa de manejador de armas es Michael Parker. Michael, ella es Julia Fernández, la razón para este nuevo viaje-
-Un placer conocerla- dijo Michael con una reverencia y una sonrisa.
-Encantada- respondió ella con relativo interés. Notó un particular acento en las palabras del joven así que se apresuró a preguntar. -¿Es vuestra merced extranjero?-
-Así es. Créamelo o no, yo nací en el las Américas-
-El popular "nuevo continente", ya veo. ¿Es hermoso por esos rumbos?-
-Como no tiene idea, se lo aseguro-
-¡Hey! ¡Vengan y preséntense montón de flojos!- interrumpió Alex con autoridad, dirigiéndose a los demás presentes que ya habían comenzando a subir sus pertenencias al barco.
Julia conoció entonces el nombre de personas como ella, de su edad y con respectivos problemas. Por ahí aparecieron los ya identificables Michael, Max y Rei, complementados por Kenny, Miguel, Mathilda, Salima, Garland, Moses, Mónica, Lee y muchos otros más de quienes no recordaba el nombre. Se apoyó en el barandal de la cubierta mientras los demás terminaban de preparar el Marriela para zarpar. Ya había comenzado a anochecer y, aunque no fuera una hora ortodoxa para comenzar un viaje, era ideal para ellos pues la Policía tendría algo que decir respecto a Alex juntándose con esa cantidad de marineros clandestinos.
Una vez listo, el Marriela avanzó lentamente sobre las oscuras aguas de la bahía barcelonesa, haciéndose paso hacia el mar abierto. Alex llegó a acompañar a la española sobre la cubierta.
-Os agradezco- le dijo apenas lo sintió cerca.
-¿Por qué?-
-Por darme esta oportunidad-
-No hay problema, en serio. Nada más espero que, al final de esto, tú estés de nuevo con tu hermano-
-Y yo que tu padre te devuelva lo que te pertenece-
-El tiempo es un elemento curioso, habrá que dejarlo en paz para que nos diga lo que nos depara. Pero ahora es necesario descansar. Ven que te mostraré tu habitación-
Julia aceptó y fue guiada a un pasillo escondido bajo el área donde estaba el timón. Ahí había un par de habitaciones en las que pudo escuchar las voces de Michael, Rei y Max.
-Espero que no te moleste estar en la misma área que ellos. Prometo que no te causarán molestia alguna-
-Está bien, no creo tener inconvenientes pero… ¿por qué tan pocos en este lugar?-
-Acá nos instalaremos tú, mi invitada especial, Michael, quien es un experimentado hombre de guerra, Max, de los llamados oceánicos, y Rei, quien sólo está aquí porque me parece menos fastidioso y sonoro que los demás tripulantes- dijo con una sonrisa burlona.
-….¿Oceánico?- repitió ella.
-Así se les llama normalmente a los que pueden controlar el agua y, por lo tanto, el mar. Con Max aquí podremos saber de antemano cuando el mar podría ponerse violento o cosas así. Esta es la tuya-
Un humilde cuarto decentemente amueblado esperaba por Julia y ella lo aceptó gustosa. Era mejor de lo que esperaba de un viejo barco como ese. Alex le deseó unas muy buenas noches y la dejó sola en la habitación. La joven se acostó sobre la cama mirando por la ventana. "Voy por ti, hermanito, voy por ti…" pensaba con tranquilidad, escuchado los tranquilizadores sonidos del océano afuera de su ventana y uno que otro susurro del viento. Se quedó dormida con una mano sobre el pecho, apretando fuertemente un dije en forma de caballo…
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
Bien, he ahí el capitulo dos. Por cualquier cosa, les recuerdo que Moses es Crusher. Es que no me cuadra el nombre que le dieron los gringos tons me quedo con el original n.n
