Capítulo 1: Ni veneno ni remedio


Hola chicas!aquí con un nuevo fic nn que se me ocurrió hace poco...espero que les guste...porfass dejen sus comentarios para saber qué les pareció


El café olía bien esa mañana y en su sabor amargo encontró esa calidez que tanto necesitaba su cuerpo, la que el frío del invierno y la somnolencia le quitaban. Degustó el último trago de su pequeña taza de oficina y recostó lentamente su cuerpo en la silla frente a la computadora; retiró los lentes que llevaba puestos y suspiró resignado por el largo trabajo que aún le restaba. Toda su vida había querido dedicar su tiempo a un empleo como ese, en el que la pasión por lo que hacía se convertía en rápido ingreso de grandes sumas de dinero...pero...aunque la paga era buena empezaba a pensar que de nada servía los bolsillos repletos sin algo en que valiese la pena gastarlo. Su esposa despilfarraba todo en costosos vestidos, absurdos artefactos decorativos y cualquier cosa que más que ser útil ocupaba un lugar en la casa...y él...hacia cinco años que trabajaba como empresario y pocas eran sus pertenencias y más pocas aún las que verdaderamente valían algo más que lo que se pagaba por ellas. Un llamado interrumpió su displicente meditación...ese maldito celular podía ser tan útil por momentos pero había ocasiones en que le daba ganas de aplastarlo contra el piso hasta que el maldito timbre dejara de sonar. Se levantó con pereza ante la insistencia del teléfono, pocas eran las ganas que tenía de hablar con alguien pero si había algo que lo exasperaba era esperar a que el ruido se convirtiera en silencio por sí solo...era un simple capricho suyo, seguramente aprendido y mejorado desde su convivencia con Natsuki...a veces hasta recordar sus gritos resultaban un fastidio...por qué estaba con ella de cualquier modo?ya ni siquiera lo recordaba...comodidad tal vez...sí eso era...se había habituado de tal manera a aquella tranquila vida a la cual había sido arrastrado sin remedio tiempo atrás y de la que ahora no podía hacer otra cosa que limitarse a vivirla como podía...

ya voy...ya voy!-exclamó exasperado...por qué tenía que haberlo puesto tan lejos de su escritorio...acaso no lo había comprado para llamadas importantes?pocos conocían ese número...-diga?...Natsuki?...hola cariño cómo estás?...sí todo bien por acá...un poco cansado eso es todo...está bien...llévate todo el dinero que quieras...te recogeré cuando salga...adiós...yo tb te quiero...

Esa última frase...había sonado tan hipócrita como él creía que había sonado?...Sólo esperaba que la joven morocha no notara la falta de entusiasmo con que la había pronunciado...hacía mucho tiempo que ese tipo de afecto vocalizado sólo era para él una especie de costumbre diaria...como si se dijera con la misma facilidad que un ´´hola´´...había logrado memorizar toda una parafernalia de palabras afectuosas y hasta a veces podía jurar que hasta él mismo se creía lo que decía cuando le susurraba un ´´te amo´´ al oído. Últimamente tenía dificultades tanto en su pronunciación como en el énfasis con que las profería y la expresión que su rostro acompañaba en ellas...todo su cuerpo y aún su subconsciente parecían notar algo que a simple vista él no notaba...por supuesto que se daba cuenta de su situación...comprendía lo vacío que resultaba estar atrapado en una relación que más que vinculada por lazos afectivos era una atadura a su cuerpo y su alma, una atadura que imposibilitaba cualquier movimiento, cualquier sentimiento más allá del permitido y estipulado, cualquier pensamiento propio y coherente más del que se le estaba consentido realizar. Se había abandonado a una suerte que hacía mucho ya no sonaba a desgracia sino a destino...un destino que había caído sobre él y del que no podía escapar y por el cual había abandonado esperanzas entregándose a una vida rutinaria y sin emociones. Su compañera no le causaba más que lo que le causaría una persona recién conocida...no era ni veneno ni remedio...un ente sin cuerpo ni alma...un vacío total en su interior... apatía... eso era lo que le producía su presencia.

Sin darse cuenta dejó el teléfono en el mismo lugar en donde lo había encontrado y cuya lejanía lo había obligado a levantarse maldiciendo sus distracciones. Últimamente todo parecía tan inercial que vivir habituado a ciertas costumbres se había vuelto los más rutinario de su rutina. Era un dejar pasar los días como un mero fluir del tiempo, sin detenerse en los detalles, en los momentos que podían constituir tan sólo sesenta minutos de una tarde...para qué intentar algo que no valía la pena?vivir sintiendo pasar cada segundo sin poder disfrutarlo le causaba más dolor porque de esa manera se daba cuenta de la realidad...era más fácil entregarse a una división temporal que le permitiera esquivar esos momentos que lo agobiaban como recuerdos haciendo presente en su memoria que nada de eso podía ser suyo, nada que pudiera hacerlo feliz estaba a su alcance.

Tomó su saco azul marino, un Armani tal vez...quizás un Calvin Klein, que combinaba perfectamente con el pantalón de vestir del mismo color. Eran las doce en punto, comienzo del tiempo libre que reservaba para su almuerzo y tal vez el único momento del día en el que podía sentirse algo más que un hombre atado de manos y piernas como un títere. Allí, entre sus compañeros de trabajo podía comportarse con displicencia...bromear un rato y observar el rápido transcurrir de las horas no por deseo propio sino impulsado por la magia que las envuelve cuando uno disfruta la compañía.

Bajó hasta la cafetería del edificio y se sentó en la mesa que solía frecuentar. Rápidamente fue atendido por la mesera y haciendo honor a sus ya más que entrenadas facultades rutinarias pidió un pedazo de tarta de verdura...era lunes.

Shaka!sabía que te encontraría acá...siempre en el mismo lugar.

La misma ironía de siempre, proveniente de la misma persona...quién podría ser sino otro que Milo?...un joven apuesto de alrededor de 24 años, cabello azul magnético(creo que existe ese color no?O.o), una encantadora sonrisa y un espíritu sorprendentemente entusiasta...en otras palabras un opuesto total a su persona.

Cómo estás Milo?vos siempre persiguiéndome...no me parece raro que vinieras...

Ehhh...no pienses mal!somos amigos o no?qué hay de malo en eso?

dale vení, sentate...-apoyó una de sus manos en el asiento contiguo y dio unas palmaditas al respaldo invitándolo-me alegro de que estés ac�?...y Mu y Camus?

Todavía no salen, los esperé un rato afuera de su oficina pero...ni señales de ellos...

Bueno...no hay problema, los esperamos...yo ya ordené lo que voy a comer...te molesta?

No, está bien...tarta de verdura sino mal recuerdo no?

Shaka lo miró suplicando que no hiciera más comentarios acerca de su tendencia a repetir actividades todos los días más de los que ya había hecho o podía soportar, incluso él podría sospechar que comenzaba a no estar tan a gusto con la vida que llevaba...siempre tan igual, tan monótona. Una vez comprendida la indirecta expresión en sus ojos, sin decir más nada se sentó en la silla ofrecida, si no podía aunque más no fuera cambiar sus hábitos diarios criticándolos al menos se encargaría como siempre lo hacía, de agregarle a su inocua vida la emoción que le faltaba.

y vos qué vas a pedir?

mmmm...a ver...sandwich de milanesa...pebete...mmm...qué me recomendás?

wuaa...como si nunca hubieras venido a comer acá...

creo que me quedo con el de milanesa...hey!ahí viene Camus!

El carismático oficinista alzó una mano para ser reconocido entre las mesas, aunque no había casi dificultad de ser vistos por la escasez de gente que ocupaba el pequeño patio de comidas. El susodichos se sintió atraído de inmediato y respondió al llamado con una mirada cómplice y una señal displicente con la mano.

hey, llegaste tarde...qué te pasó?...en dónde está Mu?

Hola Milo, hola Shaka...preferiría un saludo primero y después las preguntas...-Camus se sentó al lado del escorpiano dando a entender sus intenciones a lo que el otro respondió propinándole un fugaz beso cerca de los labios- así está mejor...

Hola Camus...-el rubio sonrió por las ocurrencias de sus compañeros...realmente se querían y no tenían problemas de demostrarlo aunque fuera en los efímeros encuentros que le permitía la vida pública-así que no sabes qué le pasó a Mu?

De hecho...creo que estaba hablando con su esposa cuando le pregunté si bajaba a comer...creo que estaban discutiendo o algo así...así que me vine solo...

Shaka se puso de pie súbitamente, su mirada se había puesto seria de un momento a otro. Se retiró sin más explicaciones que las que causaban las preocupaciones de un amigo.

Entró a su oficina abriendo la puerta lentamente, evitando que el ruido de la misma espantara a su compañero. Ingresó sus pies uno detrás del otro, imitando cautelosos movimientos a un ladrón. Una vez asegurada su presencia dentro de la oficina se dio cuenta de que no estaba...entonces escuchó el sonido de un celular en el pasillo que tras pocos minutos de dar señales de vida se desvaneció tras una furiosa reprimenda por parte de su dueño.

-El baño...

Se aproximó hasta una puerta blanca, unos escasos metros más allá de la oficina. Llevaba en su parte superior una diminuta y azul figura de un hombre. Procedió a abrir la puerta, pero antes de que pudiera dar con el hombre que buscaba se escucharon unos fuertes sonidos y después de eso no había nada frente a sus ojos. Abrió una canilla, tomó un poco de jabón y mientras se enjuagaba las manos notó unas pequeñas gotas de sangre manchar el mármol del lavamanos.

-Otra vez con lo mismo...

Viró hacia la puerta que tenía enfrente, ocultando uno inodoro...no había señales de zapatos bajo la rectangular rendija...pero si un matiz desequilibrado en las baldosas...uno color escarlata.

Ya sé que estás ahí Mu...sal por favor tenemos que hablar...

No había respuestas a su pedido y de seguro no las habría hasta que el inconsciente de su amigo no se acabara desangrando.

Sal de una vez maldita sea Mu!

Golpeó la puerta varias veces hasta que el leve pero claro sonido de un cerrojo lo hizo desistir.

Mu qué te has hecho...

Shaka...perdón...

El pelimorado se abalanzó a los brazos de su compañero sin poder evitar que la sangre que cubría uno de sus brazos manchara la camisa blanca que traía el rubio.