El tesoro de Thranduil.


Capítulo 3ro: Un padre en apuros.


"Elyë ná telperin ar silea isilme
laurëa mír'áreva ter móre,
líre lómelindeo taurenyasse
anvanima Anduriel ily'Ardasse."

"Elyë ná ehtele miruvóreva
eressëa olos pelda eleninen laurie
allisse enyalie nu i Anar tindómeo
annaira ar sindë nairë haireo."

"Laiqua tuile pelda niquenen
Calelya melmeo lá nútuva
laurelótelya oio caluva."

"Oira tári métim'undómeo
Ai! saila ar lisse Undómeärel
anvanima ara Tinúviel."


Thranduil sintió el calor de las suaves manos de ella en contacto con las suyas, y cesó el canto para contemplarla con ojos enamorados. Undómeärel y Thranduil estaban sentados junto al manantial que titilaba bajo las luz de las diminutas estrellas. Las flores del jardín danzaban con la brisa. La noche era silenciosa, salvo por el claro chapoteo del manantial cristalino. Estaban solos, y los cabellos de ella resplandecían más que la luna llena sobre sus cabezas y los ojos como frutos de laurelin le miraban con gran amor. La canción que Thranduil había compuesto para ella le había llegado al corazón, y la mujer Elfa se sintió temblar de pasión, y no pudo resistir aferrarse a su amado y besarle el hermoso cuello desnudo.

Un hormigueo recorrió todo el cuerpo de Thranduil al sentir los finos labios carmesí de ella en su piel, y dejándose llevar por la pasión la tomó en brazos y reclamó sus labios en un tierno beso, gentil y dulce, rozándose tan sólo al principio para finalmente abrirse paso y explorarse el uno al otro con sus lenguas. Los labios de Undómeärel eran más sabrosos que el vino, más dulces que la miel, más frescas que la brisa otoñal, más suaves que los primeros rayos del sol al amanecer sobre la verde colina.

Se besaron largo tiempo, hasta que los dos se quedaron sin aliento y sólo eso les obligó a interrumpir el dulce contacto.
Entonces él le acarició los cabellos blancos y sus dedos comenzaron a rozar con ternura la mejilla, la comisura de los labios, el cuello, los hombros y el pecho. Ella suspiró. Pero Thranduil sólo le dio un pequeño beso en los labios y volvió a cantar por ella, la melodía tan hermosa que era capaz de sobrecoger hasta a la criatura más malvada de la Tierra Media.

"Hendulyat ve yávieo undómë

calima ve i eleni sinomë
vanya Himringessë
calucalmalínen
ar lótefanyarínen.
Hilyanen rilmalya
ter i fanya hísië
lumbulelyo, Ai! Mistiel."

"Nályë i Tinwetári Endoressë
calima ve Vardo yára nessë.
Cenin elenilyar
ar i poica vilya
Márë ve elyë nar!
Vendë alcarinqua
Tári tawarwaithinwa
Á anta nin elya má."

"Nál i Ondolindëo niquë lóte
yassë i mára valdë ná avánote
Nai órenya nauva
harë elya tinwë
Ai! Anvanima Undómeärel
Nai órenya nauva
harë elya tinwë
Ai! Anvanima Undómeärel."


Y cuando el canto cesó las estrellas refulgieron como fuego en el cielo nocturno, porque las estrellas de Oropher y su esposa resplandecían en alegría al ver a su hijo feliz a pesar de las desgracias vividas en el pasado. Entonces Thranduil y Undómeärel se abrazaron fuerte y con besos apasionados él la tumbó a ella sobre la fresca hierba, la brisa cubriéndolos con pétalos celeste, y nada podía despertarlos del dulce hechizo de amor que los unía. Thranduil sintió el frescor de la noche en su pecho cuando ella le desabrochó las ropas y comenzó a desnudarle. Y cuando el bello cuerpo de él estuvo descubierto por completo, ella le recorrió con sus dedos cada músculo y curva, admirando a su amado y deseándole.

Thranduil, no resistiéndose más al deseo, se tumbó sobre ella y comenzó a deslizarle la plateada túnica de los hombros mientras aspiraba la dulce fragancia de su rostro. Pero entonces, un viento de mal augurio sopló, las nubes cubrieron las estrellas y la luna apagando su blanca luz, y en el aire se respiró el terror, la desgracia y el pesar que se respiró también en las tierras oscuras de Mordor durante la guerra, cuando Thranduil batallaba al lado de Oropher y con sus propios ojos vió como era asesinado. La Oscuridad se extendía y Thranduil sabía que iba a por ella también, como fue a por su padre y su madre. La Oscuridad quería llevársela lejos de él. Thranduil se incorporó, alarmado, y quiso tomar la mano de Undómeärel, pero sólo halló el suelo, porque ella había desaparecido.

El Rey Elfo ya no se hallaba en su jardín del manantial, sino que estaba rodeado por la profunda negrura. "¡Meleth nin! ¡Meleth nin! ¿Dónde estás?" - la llamó, buscando desesperado en la oscuridad, y así le pareció ver una estrella blanca, y cuando la miró vio que en realidad era su amada, quien se alejaba cada vez más, y cada vez más su luz se apagaba y se envolvía en un velo negro.

"¡Meleth nin! ¿Undómeärel vanimalda, a dónde vas? ¡No te alejes en la oscuridad! ¡Meleth nin! ¡Meleth nin!"

Pero ella no parecía escuchar. Se alejaba en la oscuridad eterna, donde cayó en el Abismo Negro y desapareció sin dejar rastro. Thranduil estalló en lágrimas y gritos. Su cuerpo desnudo se enfrió.

Entonces algo le sacudió, y parpadeó y despertó del terrible sueño.

"¿Legolas?"




El crepúsculo del atardecer había llegado a su fin. La noche se extendía, mas las estrellas de Varda no brillaban diminutas en el cielo nocturno. Nubes oscuras las cubrían, y llovía a cántaros, rayos y truenos estorbando el maravilloso sonido de la lluvia.

Legolas se hallaba acurrucado en sus sábanas, que le cubrían hasta la cabeza. El pequeño había pensado que debajo las sábanas estaría a salvo de cualquier mal, pero no se sentía a salvo. Los truenos rugían poderosos y retumbaban en las paredes. Legolas, tembloroso, asomó por debajo de las sábanas y miró hacia la ventana, temiendo que algo pudiera entrar por allí y llevárselo para comérselo vivo.

Estalló un rayo en un cegadora luz blanca, y la imagen del Istari blanco de rostro severo cruzó por sus ojos. El pequeño dio un grito y rápido como una liebre huyendo de sus cazadores salió de la habitación, cruzando los pasillos de antorchas flameantes, y entrando corriendo en los aposentos de su padre, sin llamar antes a la puerta.

En el centro de la habitación estaba la cama del rey, y allí dormía Thranduil, los hermosos ojos azules abiertos al sueño de los Elfos, ciegos salvo para el extraño mundo de los sueños. El niño Elfo no vio la expresión de angustia en el rostro de su padre en la oscuridad, ni las lágrimas que se deslizaban a cántaros como la lluvia de a fuera por sus mejillas.

Legolas se precipitó hacia él y de un salto se lanzó sobre su padre. Entonces Thranduil, al notar el brusco peso sobre su pecho, parpadeó y despertó.

"¿Legolas?" - dijo somnoliento, mirando a su hijo, abrazado a su pecho y con el rostro oculto en su abrazo. Rápidamente Thranduil se secó las lágrimas del rostro, que durante el sueño había llorado. - "¿Qué ocurre? ¿Has tenido una pesadilla?"

Legolas negó con la cabeza y pareció adormecerse en los brazos de su padre, pero un rayo tronó, haciendo que el pequeño saltara del susto y se aferrara a su padre.

"¿Te da miedo la tormenta?" - le preguntó Thranduil, extrañado, pues era la primera vez que ocurría algo así con su hijo. Thranduil suspiró. El concilio con los tres Istari había sido agotador y le dolía terriblemente la cabeza. Estaba muy preocupado por el bienestar de su pueblo, amenazado por el creciente número de orcos en los alrededores. Thranduil tenía el presentimiento de que algo terrible (más terrible que los orcos) acechaba en el sur del Gran Bosque Verde, y los magos estaban de su parte. Ahora tan sólo quería dormir tranquilo. - "Ay, Legolas. ¿Como vas a ser un buen guerrero si tienes miedo de una simple tormenta? ¡Los grandes guerreros no temem nada, como yo!"

Thranduil se arrepintió de sus palabras cuando vio como los ojos azules de Legolas se llenaban de lágrimas. "¡Pero yo quiero ser un buen guerrero como tú!" - sollozó.

"¡Y lo serás!" - dijo Thranduil, abrazándole y secándole las lágrimas con el pulgar, que comenzaban a descender por las mejillas de porcelana. - "No importa si tienes miedo; seguro que alguno de nuestros guerreros también teme a las tormentas..." - respondió, buscando algún nombre que le sirviera como ejemplo, pero sin encontrar alguno.

Otro rayo tronó, y Legolas se aferró a su padre como si su vida inmortal dependiera de ello, gritando. "¡No dejes que el Balrog se me lleve, ada!"

Thranduil parpadeó. Él nunca le había hablado de los demonios de fuego y sombra a su hijo. ¿Quién pudo hablarle de semejante criatura a tan sólo un niño, sensible y asustadizo? - "¿Balrog?"

"Tavaro y sus amigos me han dicho que los truenos son el rugido del estómago de los Balrogs, porque están hambrientos... ¡Seguro que ha sido ese mago blanco quien los ha llamado para que se me llevaran y me comieran vivo!"

Thranduil rió. "¡Ay, Legolas! Tavaro y sus amigos sólo te estaban tomando el pelo." - dijo, diciéndose a sí mismo que debía tener una charla con los padres de Tavaro. Aldanis le había dicho que él y sus amigos solían burlarse y meterse con Legolas. - "Y desde luego, Curunír no ha llamado a los Balrogs. 'Ese mago blanco' del que hablas en un gran hombre y muy sabio, y es amigo de Elfos y Hombres."

"¿Entonces me mintieron?" - preguntó Legolas, a lo que Thranduil respondió afirmando con la cabeza. - "¿No existen los Balrogs?"

"Hace muchísimo tiempo andaban sobre la tierra, Legolas, pero ahora permanecen escondidos en los abismos oscuros de las más grandes profundidades, y de ahí no salen, porque les tienen miedo a los grandes Elfos como yo." - le respondió él, con una sonrisa llena de orgullo. Legolas bostezó y se acomodó en el pecho de su padre.

"Qué bien que nunca vaya a toparme con alguno." - dijo, y volvió a bostezar.

Thranduil rió dulcemente. "¿Vas a volver a tu cama? ¿O prefieres..." - Legolas se metió debajo las sábanas al lado de su padre, - "Ya veo." - rió el Rey Elfo, y se acomodó de nuevo, rodeando al pequeño con sus fuertes brazos y arrullándolo.

Cuando por la mañana temprano Thranduil despertó, descubrió al pequeño Elfo durmiendo a su lado y recordó lo de la pasada noche. Cautelosamente para no despertarle se levantó, se vistió en silencio, y le besó la frente antes de marcharse; dejándole solo con sus dulces sueños.



Era media mañana en el Reino de los Elfos, y el sol brillaba y los pájaros cantaban, de lo contrario a la noche anterior, aunque en el aire aún se podía oler la humedad. Gandalf y Radagast se paseaban por los jardines y hablaban y reían con los alegres Elfos. Aquella misma tarde tenían otro concilio que celebrar con Thranduil y el Jefe de la Guardia, quien volvía con sus soldados tras una inspección por el bosque, con las últimas noticias sobre los movimientos de los orcos. Por eso no desperdiciaron la mañana durmiendo en sus aposentos, y salieron mientras el sol brillaba alto y caminaron junto al río del bosque, escuchando su suave melodía.

Así fue como, bordeando las orillas del río, se sorprendieron al escuchar como sus aguas se lamentaban. En realidad no era el río quien lloraba, sino que poco más allá, al otro lado, sentado entre las raíces de un haya, encontraron al pequeño príncipe, llorando silenciosamente. Aquel lamento era el sonido más hermoso y a la vez triste que hubieron oído nunca, como pequeños pájaros lamentándose.

Gandalf y Radagast intercambiaron miradas y se aproximaron al niño, quien al verles se secó los ojos rápidamente. Sentaron junto a él bajo las ramas de la alta haya. "¿Por qué lloras, hên nin*?" - le preguntó el Mago Pardo.

"No estoy llorando."

"¿No?" - dijo Gandalf, hechando una pequeña risa compasiva y con el dedo arrugado secándole una lágrima que colgaba brillante de la barbilla - "¿Y esto qué es?"

Legolas se encongió de hombros sin decir nada, y sin avisar se acurrucó al Peregrino Gris para finalmente sentarse sobre sus ancianas piernas. Aquello no le importó a Gandalf, al contrario, el mago sonrió y columpió al pequeño en sus brazos. Estuvieron un rato así, sentados los tres en silencio, escuchando el suave murmullo del río. Gandalf sacó su pipa e iba a encenderla cuando se percató del niño mirándole con mucha curiosidad.

"¿Quieres probarlo?" - le preguntó el mago. Cuando Legolas sacudió la cabeza en afirmación con mucho entusiasmo, Radagast rió. Gandalf encendió la pipa y se la dio al pequeño. - "Ten, chupa aquí, ¡pero no te tragues el humo!"

Legolas se llevó la boca de la larga pipa de madera a los labios, aspiró, y su tierno rostro tomó un color morado, una expresión de disgusto, y rápidamente le devolvió la pipa al Istari, tosiendo fuertemente. Tosía tanto que hasta le cayeron lágrimas de los ojos enrojecidos. Gandalf y Radagast rieron larga y apaciblemente, y mientras tanto daban palmaditas al pobre niño Elfo.

"Te he dicho que no te tragaras el humo, hên nin."

"Eso no me ha gustado..."- dijo Legolas con su último tosido. Mas olvidó por completo el disgusto con el tabaco cuando se fijó en el sombrero picudo azul reposando sobre la cabeza del Peregrino Gris.

Gandalf, riendo, tomó su sombrero y lo puso sobre la cabezita de Legolas. El sombrero picudo azul era tan grande que le caía sobre los ojos y la nariz. Legolas comenzó a reír, y Gandalf el Gris se quitó la bufanda plateada y se la puso alrededor del cuello.

"¡Mira, primo! Aquí tenemos un nuevo pariente: Legolas el Verde." - dijo Gandalf, subiendo el ala del sombrero azul para descubrirle la cara y sonreírle al niño. Legolas rió, imaginándose lo divertido que sería ser mago como ellos, explorando las tierras lejanas y desconocidas, combatiendo orcos, yendo en busca aventuras y haciendo fuegos de artificio, como los hermosos fuegos hechos por Gandalf que vio en su último Día de la Concepción.

"¿Ves lo feliz que eres y que haces a los que te rodean cuando te ríes?" - le dijo Radagast el Pardo - "Y cuando lloras, también haces entristecer a los demás. ¿Por qué llorabas antes?"

Entonces, el rostro de Legolas volvió a entristecerse, quien mirando al suelo y jugando el extremo de la plateada bufanda, habló con un hilo de voz, tan bajito que al duro oído de los ancianos magos les costó entender.

"...Porque...yo maté a nana*..." - dijo, al borde de las lágrimas. Gandalf y Radagast se sorprendieron al oír eso, y por un momento creyeron haber oído mal.

"¿Quién te ha dicho semejante mentida?" - preguntó Gandalf, claramente enfadado, su normalmente amable y dulce voz oyéndose severa y furiosa ahora. Legolas se apartó del abrazo de Gandalf y se lanzó a los brazos de Radagast, hechándose a llorar. Gandalf lamentó el tono en el que había hablado al pequeño Elfo. Por su culpa Legolas lloraba otra vez.

"Legolas..." - trató de tocarle el hombro, pero él se acurrucó más contra el pecho de Radagast tratando de apartarse del tacto del Peregrino Gris. Gandalf entristeció, y hasta se sintió herido. - "Perdóname, pequeño." - le dijo al niño, de la forma más dulce y amable que pudo - "No quería asustarte. No estoy enfadado contigo, sino con quien quiera que te haya dicho esa cosa tan terrible."

Legolas no se inmutó, pero cuando Gandalf le acarició los cabellos rubios, se volvió a él y le dio un abrazo, como diciéndole que le perdonaba.

"¿Por qué dices que tú la mataste, Legolas?" - le preguntó Radagast, preocupado. Legolas gimoteó.

"Tavaro y sus amigos me lo han dicho. Siempre me lo dicen. Dicen que por mi culpa murió, y que dejé a nuestro pueblo sin reina, y que mi ada se quedó sólo y triste. Dicen que ada era más feliz antes de nacer yo, y que sonreía más a menudo."

"Pues no debes hacer caso de lo que esos chicos malos te dicen. Tu adar es muy feliz, y tu naneth no murió por culpa tuya." - le respondió Radagast, a lo que Gandalf afirmó con la cabeza. - "Y ahora sécate esas lágrimas y no llores más," - continuó el Pardo - ",que sinó nos harás llorar a nosotros también. ¿No querrás ver a dos viejos magos llorando, verdad?"

Legolas rápidamente se secó las lágrimas de los ojos y rió.

Poco después llegó el Rey Elfo, que encontró a los dos magos haciendo cosquillas a su hijo y el niño no paraba de reír. Las dulces e infantiles risas de Legolas mezclándose con la apacible risa de Gandalf y la carcajada de Radagast. Thranduil tomaba de la mano a una niña de cabellos anaranjados y ojos miel verdoso, llena de trenzas en el pelo. Esa era Elenshael, la hija de Elenmenel y Saëra, mejor y única amiga de Legolas; mas Legolas no la vio llegar, porque primero se fijó en el Mago Blanco, quien caminaba junto al rey con andar reposado y firme.

Los ojos severos y temíblemente sabios de Saruman se encontraron con los del niño Elfo, y rápidamente Legolas se aferró a los dos magos, temblando ligeramente. El miedo pasó en seguida, pues Thranduil se agazapó y le tomó en brazos, besándole cariñosamente la mejilla. Legolas le abrazó muy fuerte por el cuello y le devolvió el gesto amoroso, a lo que Thranduil se sorprendió porque nunca solía hacerlo; lo normal sería que el niño hubiera intentado apartarse del cariñoso abrazo de su padre.

"¡Ay, Mithrandir, Radagast, Curunír! ¡No sabía que tuviérais otro pariente!" - bromeó el Rey Elfo, subiendo el sombrero picudo azul por el ala para verle el rostro a su hijo.

"¡Soy yo, ada!" - dijo Legolas entre risas.

"¡Ya veo!" - rió Thranduil - "Mithrandir te ha prestado su sombrero, y su bufanda, y..." - Thranduil se quedó silencioso un segundo: ¿era humo de tabaco lo que podía oler en el rostro de su hijo? - "...¿y has fumado pipa?"

Thranduil miró de reojo a Gandalf, quien hacía como el despistado y silvaba una alegre canción que nunca antes había oído, probablemente de ese pueblo de los Perian que tanto visitaba el mago. Ya tendría luego una palabra con el mago, pensó Thranduil.

Thranduil dejó a Legolas en el suelo. "Mira quien te andaba buscando, Legolas." - le dijo, y aquí Elenshael saltó a los brazos de Legolas.

"Aiya Leg!"

"Aiya Ely!"

Thranduil y los magos sonrieron viendo el amoroso saludo que los niños se daban, y se retiraron al concilio, no sin dejar a Legolas y Elenshael bajo la vigilancia de tres Elfos, ya que Aldanis tenía el día libre, como bien se lo merecía.



Thranduil, dirigiéndose pesadamente hacia su estúdio, suspiró. Pronto anochecería, y a penas acababa de terminar el concilio, en el que aun no se había decidido qué hacer. Gandalf creía que debían enviar espías al Sur, para descubrir qué criatura se había instalado bajo los árboles del Gran Bosque, y Radagast estaba de acuerdo en parte con eso, solo que consideraba más importante acrecentar el número de centinelas nocturnos en las fronteras. Saruman también estaba de acuerdo en parte, porque decía que debían dejar en paz a la nueva criatura oscura del Sur y preocuparse más por acabar con los orcos y las arañas, que por lo que el Jefe de la Guardia y sus hombres les habían informado, orcos y arañas habían formado una alianza.

Así pues no se había decidido nada. Y por si fuera poco, Thranduil tenía trabajos de papeleo pendientes por hacer que no podían retrasarse más. El Rey Elfo estaba agotado, enfadado, y en estos momentos se sentía angustiado, pues la hora del crepúsculo del atardecer siempre le recordaba a su amada esposa.

Lentamente entró en su estudio y cerró la puerta en silencio. Allí, colgando de la pared, su amada se veía hermosa en el retrato. Pero por más que Thranduil intentara tocarla, como en su sueño, no podía sentir el contacto de su suave piel, ni el sabor de sus labios, ni el aroma de su pelo. Tan sólo era un frío retrato de pintura al óleo.

Sin dejar de mirar el cuadro de su esposa, se sentó en su sillón, sus ojos ya llenos de lágrimas. ¡Cuanto la extrañaba! Qué feliz sería ahora con su esposa, compartiendo el amor de su bello hijo. Su hijo... ¿por qué tuvo que causarle tanto daño a ella el nacimiento de su hijo?

Pronto comenzó a sollozar, sin saber que al otro lado de la puerta estaban Legolas y Elenshael, escuchando. No era la primera vez que Legolas oía los llantos de su padre, y siempre que ésto ocurría él simplemente se marchaba sin hacer ruido alguno y dejaba a su padre solo. Pero aquel día fue distinto, porque Legolas oyó la voz de su padre, y le pareció que le estaba llamando. Tal vez su padre le llamaba porque quería su consuelo. Lentamente Legolas entreabrió la puerta, y asomando la cabeza vio al hermoso noble Elfo de cabellos dorados, lamentándose cabizbajo.

"¿Por qué?" - sollozó el rey - "¿Por qué nuestro hijo causó tu muerte?"

Legolas se quedó sin aliento, pero no se movió, escuchando, y Thranduil no le vio ni le oyó.

Thranduil sacudió la cabeza. Era cierto que su esposa había muerto a causa de ciertas complicaciones durante el parto, pero Legolas no tenía la culpa de ello. El único culpable era el destino, por haber decidido arrebatarle la vida al ser que más amaba en el mundo. Y quien controlaba ése destino no era otro que Eru, el Unico. En su dolor, Thranduil no pudo controlar palabras insensatas.

"¿Por qué te apartó de mi lado? ¿Por qué? ¡Le odio! ¡Le odiaré para siempre!"

Legolas palideció. Elenshael, a su lado, no había oído nada, y no entendió porqué su amigo, tras cerrar la puerta silenciosamente, echó a correr, lágrimas descendiendo por sus mejillas.

Thranduil nunca supo lo mucho que esas palabras marcaron a su hijo en el futuro, porque aquellas palabras eran las mismas que Tavaro había dicho a Legolas, pero salidas de la misma boca de su padre. Muchas cosas traviesas hacía Legolas para llamar la atención de su padre y para sentir su cariño, pero lo que hizo aquel día no fue con la misma intención. Corrió, Elenshael no pudo alcanzarle y le perdió de vista, y se adentró solo en los sombríos bosques mientras el sol ya se ocultaba para dar paso a la luna blanca.



Era ya media noche cuando llamaron a la puerta de Thranduil. El Rey Elfo dejó su pincel en el vaso de tinta, se frotó los ojos cansados y se masajeó la sien. Le dolía terriblemente la cabeza. Fuera quien fuera había llegado en un mal momento. "Entre."

Thranduil se sorprendió al ver entrar al Jefe de la Guardia, acompañados por Aldanis, Elenmenel, Saëra y su hija Elenshael, y a los tres Elfos que había dejado al cargo de su hijo. Los recién llegados tenían el rostro serio y preocupado. De repente Thranduil creyó entender y sintió miedo.

"¿Dónde está Legolas?"

Entonces le explicaron lo ocurrido. Que Legolas había huido (adentrándose en el bosque, pensaban), y que entre todos ya habían comenzado a buscar, pero por ahora no habían logrado encontrarlo. Saruman, Gandalf y Radagast se habían unido a la búsqueda, y habían dividido varios grupos de Elfos por los alrededores.

Thranduil se consternó, y preguntó entonces por qué no se le había avisado antes, y acusó a los tres jóvenes Elfos que no habían vigilado a su hijo, quienes con pena se excusaron diciendo que se habían asegurado que los niños llegaran hasta su estudio (lo cual era cierto, pero de eso nada sabía Thranduil). Pronto se dio cuenta el rey que no valía la pena culpar a nadie, y que debía unirse a la búsqueda cuanto antes.

Bajo los altos árboles de hojas verde oscuro se reunió Thranduil con Gandalf, Saruman y Radagast. Al Pardo se le veía angustiado, pero el Gris mantenía la calma aunque con clara preocupación en su anciano rostro arrugado y el Blanco trabajaba duramente dirigiendo la búsqueda. Saruman le explicó a Thranduil que habían buscado bien por el palacio y los alrededores del bosque; dijo que él mismo había mandado exploradores a adentrarse más lejos en el bosque para asegurarse que no había incursiones de orcos cercanas, que pudieran poner en peligro la vida del joven príncipe.

Juntos se lanzaron en una búsqueda bosque adentro, sus antorchas como diminutas estrellas rojas en la profunda negrura de la floresta. Como eran muchos e iban armados, no temieron un ataque de orcos o arañas, y gritaban el nombre de Legolas con la esperanza que éste les pudiera oír y les respondiera. Pasaron las horas, empezó a hacer frío, y aun no había señales del niño. Pronto llegarían a las orillas del Río Encantado, y Thranduil suplicaba a los Valar que Legolas no se hubiera caído dentro, pues un accidente así había ocurrido antes, y con consecuencias desastrosas.

Poco a poco el Rey Elfo comenzó a desesperarse, mas no dejó que sus seguidores lo vieran, pues como rey de su pueblo debía mostrar firmeza, calma y esperanza. Sin embargo, pronto Aldanis, a su lado, se echó a llorar, diciendo que el niño se había perdido por su culpa. Thranduil la tomó en brazos y le besó la mejilla, asegurándole que todo saldría bien, y para sus adentros sabía que esas palabras las decía más para consolarse a sí mismo que para consolar a la mujer.

"Ya sabes lo que solía decir mi padre, Aldanis: cuando todo está perdido, llega a menudo la esperanza."

Al llegar al Río encantado hicieron una pausa, pero los tres Istari siguieron con la búsqueda, incansables, y algunos Elfos ansiosos y que sentían un gran amor por su príncipe (entre ellos esos tres Elfos que se sentían terríblemente culpables) se atrevieron a adentrarse más adentro, donde la oscuridad era ya amenazante y el bosque era negro como la pez y el aire asfixiante.

Ahora bien, Elenmenel y Saëra estaban con Thranduil, pues a pesar de su disimulo sabían que su amigo lo estaba pasando realmente mal, y que necesitaba compañía, y un ojo encima que se asegurase que el Rey Elfo no se escabullera con la intención de seguir buscando a su hijo solo, como bien capaz de hacer era.

Fue en el silencio de aquel descanso, mientras podían oír los gritos lejanos de los magos y los Elfos que continuaban su búsqueda, cuando Thranduil, silencioso y pensativo al lado de sus dos viejos amigos, creyó oír un lloriqueo, suave y débil. No podía oírlo con su orejas, sino con su corazón. En seguida supo que ése lamento que le inundaba el alma no podía ser otro que el de su hijo, y repentinamente sabiendo que ruta debía tomar se echó a correr, Elenmenel y Saëra llamándole y corriendo tras él. De inmediato todos los Elfos iban tras su amado rey, no queriendo que hundido en su tristeza fuera perdido él también.

Thranduil era de piernas fuertes y rápidas, y podía correr a gran velocidad cuando se lo proponía, aun en terreno angosto o peligroso como las profundidades del Gran Bosque Verde; por eso dejó a sus seguidores atrás, y él solo llegó a un viejo árbol de corteza gris, que tenía las raíces levantadas del suelo. Allí le encontró al fin.

Legolas estaba encogido sobre su cuerpo, temblando y sollozando. El Rey Elfo se conmocionó al verle y se echó a llorar entonces, no avergonzándose ahora ni después cuando su pueblo le vió en tal estado. Thranduil tomó entonces su capa enmarañada por correr entre arbustos y cubrió el pequeño y frágil cuerpo de Legolas. Luego le tomó en brazos y en silencio se lo llevó, y los Elfos al verle volver con un niño envuelto en sus ropas estallaron en gritos de alegría, y avisaron a todo el mundo de la buena nueva.

Thranduil, de vuelta a sus cuevas, sonrió entre lágrimas al sentir los brazitos de su hijo rodeándole el cuello con firmeza.

"¿Ada?" - dijo con un hilo de voz - "¿Por qué lloras?"

"Porque tenía miedo." - respondió él, y era verdad.

"Pero tú me dijiste que los grandes guerreros no temían nada."

Thranduil rió entre lágrimas. "Lo sé. Pero algunas veces hasta los grandes guerreros como yo tienen miedo. Tenía miedo de perderte..."

Mas Thranduil no supo si Legolas había oído sus palabras, porque se dio cuenta que el pequeño se había quedado profundamente dormido sobre su hombro.

Cuando llegaron a casa, Thranduil decidió que esa noche dormirían juntos, y le llevó a su ancha cama. Colocando su cabeza en la cómoda almohada y cubriéndole el pequeño cuerpo frío con caliente mantas, Thranduil vio que el niño volvía a estar despierto, y que silenciosas lágrimas asomaban en sus ojos. Thranduil se extrañó. ¿Por qué lloraba su hijo ahora? ¿Es que se había malherido? ¿O estaba acaso dormido y teniendo pesadillas? Con esos pensamientos confusos comenzó a cantarle una nana dulcemente, arrullándole, hasta que al fin las lágrimas cesaron y la bella criatura durmió en paz. Entonces se acomodó a su lado y le besó la frente.

"Te quiero, mi pequeño Hojaverde" - le susurró. Sopló las velas y durmió también, no sin antes agradecer a Eru el no hacerle perder también a su hijo. Se prometió a sí mismo que no volvería a hablar de forma tan insensata hacia el Unico.





Balrog of Altena: Aiya! he vuelto! y he terminado el instituto, por lo que podré escribir más!!! ^_^ Espero que hayáis captado que cuando Thranduil le dijo a Legolas que los Balrog estaban en "Abismos Oscuros", os hayáis dado cuenta que, precísamente, "Moria" significa "Abismo Oscuro". ¡No es de extrañar que en ESDLA Legolas no quisiera entrar en Moria!

~ Usagi-cha: Aiya! ¿Soñaste con Legolas vestido de Rey? XD ¿Querías drama, verdad? pues espero que este cap ha sido de tu agrado ^_^ El próximo será más humorístico, sobre la adolescéncia de Legolas, pero los demás hasta el final volverán a ser dramáticos. ¡Muchas gracias por tu review!

~ Luthien: Ah! al fin la espera terminó! ^_~ muchas gracias por tu review, me has hecho ruborizar! Ya sabes, siempre esoty contenta que a la gente le gusten mis fics.

~ VaniaHepskins: Aiya! Este capítulo ha sido muy distinto al último, pero espero que te haya gustado de todos modos. Como has podido ver en este capíyulo se ha visto lo que Legolas le explicó a Gimli en "Hojaverde y el Amigo de los Elfos" cuando estaban en Eryn Lasgalen. ¡Muchas gracias por tu review!

~ Uialwen: Hey wapa! aquí tens una altre capítul sobre es teu Legolas i es meu Thranduil ^_^ A veure si en aquestes vacances tens temps de escriure, que hi comença a haver molta gent que te llegeix, no? ^.~ A veure si mus veim un dia d'aquests!

~ Brazgirl: Aiya! Thank you for your review! I'm so glad that a great writer like you reads my story (and in Spanish!). I hope you liked this chapter and that you update your story soon.

~ Ieliania Greenleaf: Aiya! A mí me encantan los fics sobre la relación Thranduil/Legolas, por eso me decidí a escribir éste (porque no me bastaba con mi otro fic ^_^) Espero que éste cap te haya gustado. ¡Gracias por tu review!

~ Laura: ¡Gracias! Si no me alargo (como me suele pasar muy a menudo) terminaré éste fics con tres capítulos más. Espero que sigas leyéndome hasta entonces ^_^

* Eres plateada y brillante luz de luna
dorada joya de luz del dia a través de la oscuridad
canto de ruiseñor en mi bosque
la más bella Hija del Oeste de todo Arda.

Eres fuente de hidromiel
solitario sueño rodeado de estrellas doradas
el recuerdo más dulce bajo el sol del alba
el más triste y gris recuerdo en la distancia.

Verde primavera rodeada de nieve
tu luz de amor no se esconderá
tu flor dorada siempre brillará.

Eterna reina del último crepúsculo
Oh! Dulce y sabia Undómeärel
La más bella junto a Tinúviel.

* Tus ojos son como un crepúsculo otoñal
Brillantes como las estrellas aquí
En la bella Himring
Con luces doradas
Y nubes coronadas con flores.
Seguí tu centelleo
Entre la blanca niebla
De tu sombra, Oh! Hija de la Lluvia.

Eres la Reina de las Estrellas en la Tierra Media
Brillante como Varda en su antigua juventud
Miro tus estrellas
Y el aire puro
¡Buenos como tu son!
Doncella radiante
Reina de los Elfos del Bosque
Dame tu mano.

Eres la blanca flor de Gondolin
En donde la buena alegría es incontable
Ojalá mi corazón esté
Cerca de tu estrella
Oh! Bellísima Undómeärel
Ojalá mi corazón esté
Cerca de tu estrella
Oh! Bellísima Undómeärel

* Tavaro = Espíritu de los Bosques (Sindarin)

* Hên nin = mi niño (Sindarin)

* Nana = Mamá (Naneth = Madre. Sindarin)