El tesoro de Thranduil.
Capítulo 5to: Y también un mal día para Thranduil.
Thranduil el Rey Elfo no se sentía lo que se dice 'bien'. De lo contrario, estaba malhumorado, con un dolor de cabeza insoportable, y los consejeros no dejaban de hundirle de papeles para firmar y no callaban un instante. A pesar de eso Thranduil no les culpaba, porque sabía que ellos estaban tan estresados y malhumorados como él.
Aquel estaba siendo un día horrible para él. Había empezado mal por la mañana temprano cuando se levantó sin ánimos y visitó las tumbas de sus seres queridos. Segundo, no había podido asistir a la importante prueba de su hijo, todo para quedarse en su estudio, ajetreado. Y por añadidura había tenido una discusión con su hijo. Aquello era lo que más le apenaba de todo. A demás, tenía el presentimiento que el día iba empeorar.
A su lado estaban los tres consejeros encargados de aconsejar y organizar todo cuanto discursos, parlamentos, etc. Es decir, eran los encargados de que Thranduil no metiera la pata en una deliberación con los superiores de otros pueblos. También se encargaban de escribir sus discursos, algo que a Thranduil no le gustaba, porque cuando hablaba con su pueblo prefería hacerlo con sus propias palabras, en lugar de seguir la letra escrita en un trozo de pergamino; aunque agradecía su ayuda cuando se trataba de una reunión con el Dáin de Erebor: los Enanos son unas gentes difíciles de tratar y de negociar, y a demás son de duro temperamento, por lo que es muy fácil soltar demasiado la lengua y hacerlos enfadar, o insultarlos sin intención.
El Dáin de Erebor y el Gobernador de Esgaroth eran aliados del Gran Bosque Verde. Una vez al año realizaban esta asamblea, con la finalidad de pagar los impuestos (el Rey Elfo compraba el vino de Esgaroth y metales y piedras preciosas de los Enanos, a demás de contratarlos para construir y hacer reformas en su reino), y para asegurar el bienestar de los tres pueblos: hablaban de las bajas causadas por ataques de wargos u orcos y de como prever o poner fin a esos ataques, renovaciones de los caminos de comunicación entre ellos, etc. Hace veinte años por ejemplo hubo una plaga en Esgaroth que destruyó sus cultivos y mucha gente enfermó, por lo que el Dáin y Thranduil les ofrecieron reservas de comida, y los Elfos del Bosque enviaron a sus curanderos, salvando muchas vidas mortales. Como veis esa no era una simple reunión de peces gordos, sino una importante asamblea. Si se había adelantado tanto tiempo eso sólo significaba una cosa: los Enanos o los Hombres del Lago estaban en problemas que requerían ayuda inmediata. Por eso los consejeros se veían obligados a estresar a su rey.
Las voces de los tres consejeros resonaban en sus oídos, más Thranduil no les escuchaba a ellos, sino a la vocecita que una y otra vez repetía aquellas palabras de Legolas en su cabeza. ¡LLevo años esperando éste día! ¡Y quería que estuvieras ahí, a mi lado!
Thranduil se llevó una mano a la frente y cerró los ojos fuerte. A su lado los consejeros seguían hablando, no dándose cuenta de su malestar, mas para Thranduil sus voces parecían estar lejanas, en otro mundo. La otra voz en su cabeza era más intensa.
Esto no es una simple prueba... Es mi deseo, mi futuro... Es muy importante para mí.
Para ese entonces los consejeros se dieron cuenta que algo no iba bien con su rey. El rostro de Thranduil tenía como una mueca de dolor. Había palidecido, pero de su frente caían gotas de sudor.
Esto no es una simple prueba... Es muy importante para mí.
"¿Se encuentra bien, mi Señor?"
¡Quería que estuvieras ahí, a mi lado!
De repente, Thranduil se puso en pie con estrépito, dejando a los tres consejeros boquiabiertos. El Rey Elfo tenía muy mal aspecto.
"Les ruego me disculpen, caballeros, volveré en seguida. Voy a refrescarme un poco."
Diciendo esto Thranduil se dio media vuelta y salió del estudio sin antes esperar una respuesta por parte de los consejeros, y murmurando "Necesito respirar aire libre..." Varios Elfos le siguieron con la mirada, extrañados; uno que acababa de llegar portando papeles que debían ser leídos y firmados por el rey inmediatamente para poder ser enviados, se quedó preguntándose que haría ahora él con tanto papeleo sin firmar en sus manos.
Thranduil se dirigió rápidamente a sus aposentos, entró, cerró la puerta con llave, y tomando agua de la jarra limpia-manos en la mesita de noche se empapó la cara. Notó que la frente le ardía, como si tuviera fiebre, mas el agua fresca le ayudó. Respiró hondo y se secó el rostro. Sabía que debía volver cuanto antes al trabajo, y disculparse por su forma de haberse marchado. Pero no podía, aun no.
Se tumbó en su cama con un suspiro, estiró los brazos y cerró los ojos. Hacía al menos dos horas que la prueba había empezado. Aproximadamente concluiría en una hora. Para ése entonces ya se habían realizado las pruebas eliminatórias, y ya habían empezado las rondas. Probablemente estuvieran en las semifinales. Las finales y decisivas constaban de una sola prueba y la más difícil de todas. Sólo los arqueros llegaban ahí y superaban esa prueba, eran galardonados con la preciada aljaba y las flechas negras.
Thranduil gimió. No podía quitarse a Legolas de la cabeza. Ese era uno de esos momentos en los que echaba de menos al pequeño Elfo rubio de azules ojos saltones remilgón, que le llamaba 'ada' y a quien podía besar, abrazar, sostener y mimar. Era algo que con el tiempo había aceptado: que Legolas se estaba haciendo mayor y ya no era el mismo niño pequeño e inofensivo que necesitaba grandes cuidados. Pero eso era algo que al Rey Elfo le costaba aceptar.
Thranduil recordaba con cariño las muchas veces en las que el pequeño Legolas se había metido en su cama por las noches, y el le cantaba o le contaba cuentos, pero sobretodo le hablaba de sus abuelos y de su madre, que era muy linda. Thrandul abrió los ojos, su mirada perdida hacia el techo de la habitación. Se acordaba de la vez que él, de joven, se había presentado a la misma prueba que su hijo estaba teniendo en aquellos momentos. Recordaba que estaba muy nervioso, y que su padre Oropher no pudo asistir, algo que le dolió mucho y por lo que odió a su padre durante mucho tiempo. Por suerte para él su madre sí asistió, y ella fue quien le dio los ánimos y la confianza necesarias que le ayudaron a ganar la aljaba y las flechas. Los labios de Thranduil se torcieron en una pequeña sonrisa, recordando lo bien que se sintió al sentir el contacto del ansiado premio entre sus manos, y cuando volvió a casa no le dijo nada a su padre porque estaba enfadado con él, mas el Rey Oropher salió corriendo de su estudio para recibirle, y al verle con la aljaba le abrazó fuerte y le dijo unos palabras que no olvidó nunca.
"Estoy orgulloso de ti, Thranduil, ion nîn. Muy orgulloso."
Thranduil se puso en pie rápidamente. Estaba completamente decidido: no se iba a perder la prueba de su hijo. Ni pensarlo.
Se cambió de ropa con prisas, tomó una capa en la que se envolvió, y salió de sus aposentos con la intención de escabullirse y llegar sin ser visto al campo de tiro. Cuando pasó por delante de su estudio se encontró con los consejeros, hablando y esperándole en la puerta. Thranduil siguió caminando con naturalidad y con el rostro oculto bajo la capucha verde de la capa, mechones de sus cabellos dorados cayendo libres fuera de la capucha. Los consejeros no le reconocieron, ni siquiera le miraron, y Thranduil sonrió y respiró tranquilo cuando dio la vuelta a la esquina, alejándose de su vista. Aceleró el paso.
Elenmenel y Saëra estaban sentados, mirando muy concentrados como acontecía cada una de las diferentes pruebas a superar. Su hija Elenshael y Legolas, el hijo de su mejor amigo, habían superado sin problemas las eliminatorias. Las primeras rondas habían sido las más estresantes, pues aun estaban nerviosos y tanto Elenmenel como Saëra notaron que los dos arqueros tenían problemas en concentrarse con su objetivo. Así como habían dejado atrás cada ronda, Legolas y Elenshael se habían ido tranquilizando poco a poco, pues estaban aprendiendo a confiar en sí mismos y en sus aptitudes.
No se percataron de la figura envuelta en una capa verde, que se sentó a su lado.
"¿Como va la cosa?" - preguntó el Elfo de la capa.
Elenmenel le respondió a la voz, sin apartar la vista de lo que sucedía en el campo de tiro. "Acaban de concluir las semifinales, pronto van a... ¿Thranduil?"
Reconociendo por fin la voz que les había hablado, Elenmenel y Saëra se volvieron con los ojos muy abiertos al Elfo de la capa, quien se quitó la capucha descubriendo unos hermosos cabellos rubios resplandecientes y un rostro bello que sonreía. Thranduil se llevó un dedo a los carnosos labios pidiéndoles silencio, y les guiñó un ojo.
"Me he escapado del trabajo." - dijo, a lo que sus dos queridos amigos respondieron con una gran sonrisa llena de felicidad. El rostro de Thranduil se volvió entonces serio - "¿Cómo le va a Legolas?" - preguntó, buscando con sus ojos siempre azules a su hijo, allí abajo, en el campo de tiro. Le vio junto a Elenshael, con rostro serio, hablando con ella y acariciando su arco negro. Viéndole así le recordó a su difunta esposa, tan parecido a ella era, y quiso salir corriendo para abrazarle y pedirle perdón. Se quedó donde estaba porque sabía que aquello no era una buena idea, por más tentador que fuera.
"Muy bien. Ha superado todas la pruebas. Ahora comienzan la final. Elenshael también ha llegado."
"¿Tan pronto empieza la final?" - exclamó Thranduil, arrepentido de haberse perdido todas las pruebas - "Están yendo muy rápido este año, ¿no?"
"Así es." - respondió Saëra, - "Muchos arqueros han sido eliminados. Son pocos los que han llegado a la final. Entre ellos están Silinde Gildorion, Dîndîr Sirionion y Tavaro Habarion."
Thranduil asintió. Conocía a Silinde, pues como su padre aspiraba a ser centinela y guardar las fronteras del bosque. Algunos se habrían sorprendido de que un chico tímido y amante del arte como Dîndîr hubiera llegado a la final, pero Thranduil no se sorprendió, pues era el hijo de Sirion, uno de su mejores guerreros. Y Tavaro... bueno, le conocía, mas no le tenía mucho aprecio. No se le había olvidado que de niños él y Legolas no se llevaban bien, y cuando crecieron y se distanció de Legolas creyó que esos dos ya habían solucionado sus diferencias. Pero al parecer no fue así, porque un buen día Thranduil recibió a su hijo con el labio partido a causa de una pelea que, efectivamente, había tenido con ese joven.
Thranduil, Elenmenel y Saëra vieron como el primer participante era llamado para la última y decisiva prueba. Mientras el joven arquero se preparaba, uno de los Maestros explicaba en voz alta para el público en qué consistiría tal prueba: Ésta trataba del tiro con arco a caballo. Los arqueros tomarían sus caballos y cabalgarían dando ls vuelta al campo a toda velocidad. Una vez se hallaran en la primera curva, se lanzaría una diana al aire, que debía ser alcanzada en el centro por dos flechas paralelas. Casi en seguida aparecería otra diana que colgaría de las ramas de un árbol en la siguiente curva. En el centro de aquella diana habría una flecha ya clavada. El arquero debía hacer que su flecha atravesara por la mitad a la otra. Sin embargo, aquella última diana volvería a ocultarse tan pronto como había aparecido. Tras la última curva y de vuelta al punto de partida, varias dianas móviles estaban situadas a una distancia de cinco segundos entre ellas. Esta prueba requería rapidez, concentración y agilidad extremas.
Tan pronto como el joven Elfo puso su montura al galope, los espectadores y demás participantes contuvieron el aliento. El arquero tomó la velocidad que debía de su caballo, sacó dos flechas de su aljaba y las tensó en su arco. Llegó a la curva y apareció volando una diana que había sido lanzada por uno de los maestros arqueros. Su arco silbó. Las flechas llegaron a su destino, mas Thranduil, con sus penetrantes ojos de Elfo, vio que una de las dos flechas se había desviado ligeramente (probablemente causado por no sostenerla correctamente entre los dedos en el momento de ser disparada) y se clavó en el borde de la diana, no el en centro. Primer fallo. Entonces, cayó la segunda diana, colgando de un árbol. El joven arquero a penas había tenido tiempo de mantener el caballo en rumbo y tensar otra flecha, pero la soltó, y dio en el blanco justo en el momento en que estaba subiendo para perderse en el follaje. Por desgracia el tiro dio justo debajo de la flecha clavada en la diana, no en ella, pues había soltado demasiado tarde. Segundo fallo. Tras pasar la segunda curva y yendo en línea recta, se hallaban las últimas dianas. Esta fue la parte en la que el joven tuvo menos problemas. Su mano se movía rápido y dio en el centro de todas y cada una de ellas. Sin embargo, en el primer par de dianas, su caballo había reducido la marcha, por lo que esas dos contaron como fallidas. Tercer fallo.
El joven arquero no consiguió el premio aquel año, mas al descender de su cabalgadura fue recibido con un cariñoso abrazo por parte de sus sus padres, quienes estaban orgullosos de que hubiera llegado tan lejos. Aunque el muchacho sonreía entre los besos de su madre, podía verse el disgusto en sus ojos. Hubo algunas aplausos bien merecidos para él.
Thranduil saltó en su asiento y se puso en pie cuando vio que el siguiente aspirante al premio era Legolas. El príncipe tomó su caballo gris de crin blanca y lo montó. Se colocó en la salida y esperó la señal del maestro que le indicara el comienzo. De pronto Thranduil se sintió inquieto. La vez que él participó en la prueba, también se hizo la última ronda a caballo, como todos los años, sólo que los blancos eran distintos. Aquella vez, como es posible que ocurra en un acto tan peligroso, hubo un accidente: el Elfo que se cayó del caballo se rompió la nuca y murió al instante. Entonces se suspendió la prueba, pero Thranduil ya la había superado y había conseguido la aljaba. Casi todos los años ocurre algún accidente en algún momento de la prueba, aunque Thranduil no recordaba ninguno tan horrible como aquel.
El Maestro alzó la mano; entonces Thranduil se percató que su hijo apretaba su arco con fuerza por un instante, en un acto de querer apartar los miedos y la desconfianza en sí mismo. El arco oscuro de tejo lo tenía Legolas en posesión desde que empezó a entrenarse para ser un gran arquero. Lo había hecho él mismo, pero su padre le ofreció su ayuda. Estaba tallado a partir de un único trozo de madera al estilo de los arcos númenóreanos, pero tenía grabado en oro un delicado dibujo de hiedra que rodeaba ambas palas. Lo hicieron de 1,50 metros de largo, como todos los arcos del Gran Bosque Verde, pues estaban hechos para disparar a distancias cortas, ya que la mayoría de veces los arqueros disparaban desde la copa de los árboles.
Thranduil recordaba con cariño aquel día en que los dos juntos salieron en busca de madera adecuada, que les sirviera para hacer el arco. Se divirtieron más de lo que buscaron, pero al final la hallaron, y de vuelta a casa se disponieron a tallarla. Thranduil aun podía oir sus risas recordando como, haciendo uso de los pinceles bañados con pintura dorada como armas, padre e hijo se enfrascaron en una guerra en la que los dos salieron con los rostros y el pelo llenos de pintura, que no olía bien que digamos y les irritaba algo la piel, pero aquello no les importó, porque se estaban divirtiendo como no había hecho en mucho tiempo y como no han vuelto a hacer. Una vez Thranduil terminó de coser y atar los filamentos de la cuerda con sus largos cabellos de oro, la amarró a las palas y entregó el arco recién terminado a su hijo, quien la sostuvo con admiración y ojos chispeantes de felicidad. Los dedos del príncipe acariciaron la madera tallada y le largo de la cuerda, entre cuyos filamentos se hallaban los cabellos de su padre. Entonces le dio un fuerte abrazo al rey, juntando rostros sucios de pintura y esparciéndola en sus mejillas con el contacto.
Los alegres pensamientos de Thranduil se vieron interrumpidos cuando el Maestro arquero sacudió la mano, dando la señal de partida, y Legolas, su único y más que amado hijo, puso su caballo al galope. En poco tiempo y antes de llegar a la primera curva, el caballo gris de resplandeciente crin blanca había tomado la velocidad adecuada, los cabellos dorados de su jinete removiéndose en el fuerte viento. Afortunadamente Legolas había entrenado el tiro a caballo más que nada en los últimos meses, por lo que la ventisca fresca que le silbaba en los oídos y le cegaba la vista no era algo del todo nuevo para él.
Estaba apunto de llegar a la primera curva, y sus hermosos ojos élficos ya se habían acostumbrado al viento. Con unas suaves palabras y un pequeño toquecito en el lomo, el caballo dio un cuarto de giro sin reducir la velocidad de galope que llevaba. Legolas no tomaba ya las riendas, pues sus dedos debían sujetar las dos flechas en la cuerda del arco negro, por lo que aquel giro sin riendas en las que agarrase le hizo titubear, mas recuperó el equilibrio justo en el momento en que vio la primera diana ser lanzada en el aire. Alzó el arco, estrujó las flechas entre sus dedos temblorosos. Legolas se dijo a sí mismo que debía calmarse, y cesó el temblor. Sus ojos relucían ahora con seguridad. El Elfo tomó una bocanada de aire, contuvo el aliento, tensó lo más que pudo el par de flechas en la cuerda de su arco, y soltó.
Poco sabía el joven Elfo que su padre el rey, quien había dicho no acudiría a la prueba, estaba allí, de pie, mirándole con los ojos muy abiertos y apretando los puños, aguantando la respiración al igual que lo hacía su hijo.
"Manwë Hîr e-Sul," - rezó Thranduil en esa fracción de segundo en la que las flechas eran soltadas y mantenían rumbo a la diana - ",togo bilinn en ion nîn"
¡ZAS!
Con un penetrante silbido, las dos flechas dieron en el centro del blanco, paralelas la una a la otra. Si Thranduil hubiera tenido tiempo, seguramente habría saltado y comenzado a gritar de júbilo, pero casi al instante cayó la segunda diana. Thranduil abrió mucho los ojos con sorpresa y admiración cuando vio la gran velocidad y seguridad en la que su hijo tomaba otra flecha de su aljaba, la tensaba, y disparaba, siempre manteniendo el rumbo del caballo.
¡CRAC!
Con un agudo crujido, su flecha atravesó la que estaba clavada en el centro de la diana, partiéndola exactamente por la mitad. Thranduil rió en voz alta.
Entonces Legolas guió a su caballo para que girara en la siguiente curva, siempre manteniendo la velocidad correcta y uniforme. Relajándose sobre su montura, fijó su penetrante mirada en las siguientes dianas móviles, que parecían fáciles (pues se movían con lentitud), mas no era tan simple, pues disponía de cinco segundos entre diana y diana para tomar un flecha, tensar el arco, y soltar.
Thranduil en verdad nunca le había visto manejar el arco, en excepción de sus primeros días de aprendiz (en los que, según recordaba, no dio ninguna diana. La mala suerte del principiante.). Por eso quedó profundamente maravillado y orgulloso de él cuando presenció aquello: Las manos de su hijo se movían veloces como el viento; los músculos de sus brazos se tensaban y endurecían al preparar la flecha para soltar, mostrando la fuerza que había ganado en ellos gracias al duro entrenamiento; los hermosos ojos azul grisáceos penetrantes y agudos; el bello rostro serio; la mirada mostrando gran concentración. Thranduil sólo podía describir con una palabra lo que estaba aconteciendo ante sus ojos: maravilloso. Supo en aquel momento que su hijo llegaría a ser un gran arquero, el mejor del bosque.
Cada una de las flechas disparadas por Legolas dio en el centro del blanco. Tras la última flecha alcanzara su objetivo, comenzaron los aplausos y vítores. Legolas lo había logrado, y había conseguido una puntuación perfecta.
Thranduil tuvo que hacer grandes esfuerzos por no saltar, gritar de júbilo, y echarse a correr para abrazar a su hijo. Rió suavemente imaginando la cara que pondría él si lo hiciera: Legolas nunca se mostraba cariñoso en público, y no le gustaba que su padre por su parte lo hiciera; ni siquiera le permitía un apretón de manos o el mero contacto de una mano en el hombro. Un complejo de la juventud, pensaba Thranduil en cuanto a eso.
Legolas descendió de su cabalgadura e hizo una reverencia frente a los Maestros arqueros, quienes le sonreían y aplaudían. Uno de ellos (una Maestra de las más veteranas) se acercó a él, le dio la mano, y le entregó el largamente ansiado premio.
La aljaba era de madera teñida y cubierta de resina, que le daba un brillo profundo y lustroso, con la boca rodeada por unas volutas doradas. En su interior había una treintena de flechas, largas (de unos 76 centímetros), robustas y pesadas, teñidas de marrón oscuro a juego con el arco y tenían unas puntas largas de caza muy agudas para penetrar mejor en la armadura y en la carne. Las aletas verdes eran plumas de faisán y los culotes estaban tallados a mano ricamente.
Legolas sostuvo la aljaba entre sus manos y las inspeccionó con maravilla. Sus mejillas habían enrojecido suavemente de emoción. Y allí, entre el público, estaba el orgulloso padre, quien tenía los ojos nublados por las lágrimas y luchaba para contenerlas.
A Legolas se le hizo la entrega también de las dos mitades de la fecha que había partido en la segunda diana, como recuerdo. El Elfo se inclinó otra vez, como despedida. El público le dedicó unos últimos aplausos mientras éste se retiraba. El próximo aspirante debía estar listo al fin, y Legolas corrió hacia Elenshael, quien le esperaba con los brazos abiertos, y allí se dieron un fuerte abrazo, ignorando (o no percatándose del todo) las miradas curiosas y los cuchicheos. Legolas tomó a la linda Elfa en sus fuertes brazos, la alzó de el suelo y comenzó a dar vueltas sobre sí mismo, los dos riendo como niños. No muy lejos Thranduil, Elenmenel y Saëra también reían con sus hijos.
Thranduil vio el momento oportuno y sin decir nada a sus dos mejores amigos tomó la capa verde, se envolvió en ella y se retiró, con la intención de acercarse a Legolas sin ser visto, ya que no podía resistirse más y su hijo daba a entender que se quedaba en el campo de tiro, esperando el turno de Elenshael.
Cuando Legolas dejó que los pies de la mareada Elfa tocaran el suelo, después de tambalearse los dos un poco, se volvieron al público para saludar a los padres de ella. Estaba allí, mostrando los blancos dientes son sus enormes sonrisas, alzando los brazos en señal de victoria, a lo que ellos respondieron con el mismo gesto. Fue en ese momento cuando Elenmenel, buscando el rostro de su amigo, encontró que Thranduil había desaparecido. Elenshael, y sobre todo Legolas, seguían sonrientes ahí abajo, pues para ellos no había nada en falta. Poco sabían que Thranduil había sido testigo del acontecimiento más importante de su hijo hasta la fecha.
Poco después Thranduil, encapuchado de verde, abrió su camino hasta el campo de tiro. Con la mirada buscó Thranduil y encontró a Elenshael, la hermosa Elfa de ojos almendrados y cabellos anaranjados acariciando el hocico de su corcel, y susurrándole suaves palabras. Ella se estaba preparando, pues su turno era el quinto y estaba teniendo lugar el tercero. Thranduil no necesitó buscar mucho para encontrar a quien andaba buscando tan desesperadamente. Allí, de pie en un rincón, estaba Legolas, observando el tercer participante, la aljaba colgando en su espalda.
Thranduil se acercó a Legolas por detrás. Los pasos del rey eran casi imperceptibles, pero su hijo sintió la presencia de alguien, y sin espanto ni curiosidad se volvió. Vio a un hombre encapuchado que se acercaba a su lado, y cuando el recién llegado se desencapuchó y los rayos del sol le iluminaron el bello rostro y los cabellos rubios, Legolas se quedó como paralizado.
Thranduil había esperado que su hijo sonriera al verle, que se acercara a él y le diera las gracias por haber asistido. Pero no fue así. El rostro de Legolas se ensombreció al verle.
"¿Qué haces aquí?" - Legoas no hizo esa pregunta con sorpresa, sino que su voz había sonado áspera. Thranduil casi retrocedió ante ese desagradable sonido. Nunca había oído unas palabras tan ásperas saliendo de la boca de su hijo.
"He venido a verte." - le había costado encontrar su voz, y eso fue lo único que pudo decir el rey, tan abrumado por la mirada llena de odio que su hijo le estaba echando.
Legolas sintió la sangre hervir en sus venas, la sensación mezclándose con el dolor de su corazón. Al principio lo había pasado muy mal sin su padre, y había suplicado a los Valar varias veces por su presencia. Ahora ya era tarde, y había decidido presentarse al fin, sin más.
"Demasiado tarde." - dijo, nunca abandonando el tono áspero en su voz. - "Ya he conseguido la aljaba. Puedes volver por donde has venido."
Thranduil sí retrocedió ahora. Los ojos de su hijo mirándole con odio...su voz áspera y llena de fúria... aquello no lo había esperado. De pronto una serie de sentimientos desagradables se mezclaron en su interior: Estaba enfadado por el tono en el había sido tratado por su propio hijo. También sintió repugnancia y dolor por esa mirada enemistosa de un ser tan querido para él. Pero sentía algo más profundo que le costaba describir...¿miedo, quizás? ¿Se sentía... asustado?
Legolas se había dado la vuelta otra vez, dándole la espalda a su padre. Thranduil se quedó ahí unos instantes, muy quieto, hasta que el final le salió la voz, no menos áspera que la de su hijo.
"Cuando la prueba haya concluido vendrás a mi estudio." - Con eso daba a entender que la conversación había concluido, y que a Legolas le esperaba un castigo por sus palabras sin respeto. Legolas no se inmutó ante las palabras del rey, y Thranduil se dio la vuelta y se fue. Extrañamente, sus manos temblaban, pero si de rabia o de miedo, Thranduil no podía decirlo.
Legolas miraba el arquero que realizaba la prueba, mas no podía ver nada. Sus ojos estaban nublados por lágrimas. Las piernas empezaron a temblarle de rabia y arrepentimiento. Pasó Tavaro caminando a su lado, sonriéndole de esa forma tan despreciable al príncipe. Tuvo que retirarse para que nadie más le viera llorar.
Las horas habían pasado lentamente y a Thranduil le carcomía la ansiedad. Legolas no se había presentado. Es más, ni siquiera había acudido a la hora de comer. Por si fuera poco los consejeros le miraban con malos ojos ahora, porque se había marchado sin decir nada y porque al volver (cuando ellos le esperaba aun impacientes) les había dicho que se retiraran, que continuarían mañana.
Elenmenel y Saëra fueron a verle, y le preguntaron qué había pasado y porqué se había marchado tan de repente sin decirles nada, pero él no les respondió. Hablaron poco, mas con eso Thanduil supo que Elenshael había conseguido la aljaba, y Dîndîr, y Silinde, y Tavaro también, aunque ese joven Elfo no viene al caso.
Al final Thranduil, sintiéndose preocupado o enfadado (no lo sabía), les preguntó a sus dos amigos si habían visto a Legolas tras terminar la prueba. Los dos negaron con la cabeza, pero le dijeron que su hija Elenshael había aparecido corriendo no hacía mucho más de una hora para tomar su caballo e ir a dar un paseo por los bosques, según les había dicho ella.
Thranduil dedujo de aquello que Legolas se había unido a ella en aquel paseo, como tan a menudo hacían. Lo que le amargó aun más el día. Thranduil nunca había aprovado que su hijo se alejara bosque adentro en esos tiempos, en que la oscuridad se hacía cada vez mayor y criaturas hostiles y salvajes poblaban el Gran Bosque Verde, de norte a sur. Incluso había oído decir que las gentes del exterior habían cambiado el nombre a su preciado bosque, llamándolo Bosque Negro cada vez con más frecuencia. Aquello le entristecía, pues los amados árboles bajo los que había crecido se estaban volviendo negros y peligrosos, y pueblos vecinos se habían dado cuenta, y sus oscuros senderos ya no eran tan cruzados por los viajeros como antaño.
Thranduil respiró hondo. Cuando vuelva a casa, se dijo, le esperará el mayor castigo de su vida. Thranduil estaba considerando que, como castigo, le quitaría la aljaba y las flechas por un tiempo. Aunque él mismo sabía que no sería capaz de hacer una cosa así, y aquello lo enfurecía aun más.
Elenmenel y Saëra le dejaron solo y en paz. Así que Thranduil tomó su botella de vino tinto, sacó sus más preciosas y preciadas joyas que guardaba con recelo en su tesoro, y se dedicó a inspeccionarlas y a admirarlas, porque de ese modo creía poder olvidar a Legolas y al resto del mundo. Aun no se había dado cuenta que el amor que sentía por su tesoro de piedras preciosas y plata y oro, no era comparable al amor que sentía por su otro tesoro de carne y piel y hueso.
Elenshael supo que algo iba mal con Legolas cuando, tras superar la prueba y ganar la aljaba con la misma puntuación que él, le había abrazado. Lo notó en el calor de su cuerpo, y más aun cuando le miró a los ojos lo notó en su mirada. Elenshael no sabía que podía haber ocurrido para ponerle así tan de repente, y Legolas no le dijo nada al respeto.
Después de comer Elenshael había salido a pasear y le había encontrado sentado bajo un árbol, jugueteado con una de sus nuevas flechas y la mirada perdida, su caballo gris pastando muy cerca. Entonces le había sugerido dar un paseo por el bosque, a lo que él aceptó, y había corrido a casa a tomar su caballo.
Ahora bien, ya habían vuelto de tal paseo, que había resultado ser como una aventura, y riendo los dos se dirigieron a los aposentos de Legolas. Quienes les veían pasar les miraban asombrados. Los dos llevaban sus ropas sucias de fango y barro, sus manos, hombros y pelo estaban llenos de aquel polvo verde que dejaban las hojas de los altos árboles del bosque. Probablemente habían estado escalando árboles, de ahí las manchas verdes.
Legolas acababa de pasar un buen momento con su mejor amiga. Hasta había olvidado por completo lo ocurrido con su padre, y no podía parar de reír. Entró a su habitación, acompañado por Elenshael, y cerró la puerta. La Elfa se miró el vestido de arriba a abajo, enmarañado y sucio de barro y agua.
"Este vestido era de mis preferidos, y ahora por tu culpa voy a tener que donarlo a las arañas para que costruyan sus nidos."
Legolas la miró inocentemente, mientras se sacaba la túnica súcia y quedaba en una liviana camisa sin mangas. "No es culpa mía. Te recuerdo que fuiste tú quien me empujó a ese charco."
"Y tu tenías que agarrate a mi falda y tirarme contigo, ¿no es así?" - preguntó ella, las manos sucias en su cintura. Legolas asintió riendo.
"Asi aprenderás a no empujar a la gente a los charcos."
El Elfo se estaba desabrochando los pantalones mojados y goteantes, pero se detuvo, rebuscando con la mirada por la habitación. "¿Dónde están mis ropas limpias?" - se preguntó, en voz alta.
Justo en ése momento entró una doncella, alta y esbelta, que llevaba ropas bien dobladas en sus brazos. "Su atuendo, mi Señor."
Legolas se sonrojó y las tomó rápidamente, murmurando un "Gracias.". La doncella le guiñó el ojo con una sonrisa y se retiró. Elenshael contenía la risa mientras Legolas rápidamente se cambiaba la camisa y se quitaba los pantalones.
Ella se cruzó de brazos. "Eres muy modesto para ser un Elfo. ¿Seguro que no naciste en la raza equivocada? Tal vez habrías encajado mejor entre los Naugrim..."
Legolas le echó una mirada y continuó poniendose los pantalosnes que le había llevado la doncella. "Delante de una doncella tan bella como aquella no me cambiaría la ropa, pero delante de mi mejor amiga es otra cosa. Después de todo, sólo eres una niña."
Legolas sólo se estaba metiendo con ella para divertirse, y ella lo sabía. Siempre lograba provocarla cuando la trataba de 'niña'. Elenshael iba a contratacar de la misma forma, pero hubo algo que la llamó la atención y se quedó callada: Legolas se veía pálido repentinamente.
"¿Ocurre algo, Legolas?"
El Elfo no respondió. Sólo movió los labios como si gritara, pero sin que saliera la voz, como si sus pulmones se hubieran quedado sin aire. Cayó de rodillas intentado deshacerse los lazos del pantalón, sus frente sudando.
"¿Están bien, Legolas?" - volvió a preguntar Elenshael, preocupada ahora, acercándose a él y con una mano tocándole el hombro.
Legolas cerró los ojos y sacudió la cabeza. Con un movimiento brusco se apartó de ella, y entonces lo vio: una araña negra y peluda del tamaño del dedo gordo del pie cayó de espaldas al suelo, sus muchas piernas moviéndose frenéticamente, tratando de ponerse firme. Elenshael entendió entonces. No hacía mucho habían estado escalando árboles, en cuyas ramas habían encontrado muchas de estas arañas tan comunes en el bosque. Una de ellas se había metido en las ropas de Legolas sin que éste se diera cuenta.
La Elfa miró con repulsión la araña y la pisoteó. "¡¿Te ha picado?!" - dijo, volviéndose a su amigo. Legolas respondió -sí- con un movimiento de cabeza. Elenshael se cubrió la boca con los labios. La picadura de ese tipo de arañas eran muy doloras, y lo sabía por experiencia. Una vez una le picó en el dedo, y al instante ella pudo contemplar su mano hinchándose e hinchándose hasta tomar un gran tamaño, enrojeciendo como un tomate.
"Voy a buscar a mis padres." - dijo ella, corriendo hacia la puerta, pues sus padres eran curanderos.
"¡No, espera! ¡No vayas!" - le detuvo Legolas.
"¿Qué? ¿Por qué?" - se extrañó Elenshael, y se agachó una vez más junto a él. - "Legolas, sé cuanto duelen esas picaduras. No puedes ignorarlo."
"Tú... tú sabes algo de curación, ¿verdad?"
"Sí." - parpadeó Elenshael. En realidad, ella era alumna de la curandera Dambëth, la hija de Riellë. - "Pero no mucho."
"Podrías... podrías llevarme una poción o una pomada o algo, y no decirles nada a ellos." - sugirió Legolas, una mueca de dolor en su cara. Elenshael no lo pensó mucho: recordaba la crema que había utilizado para su picadura. Rápidamente corrió hasta su casa, tomó la pomada guardada en el desván, y volvió corriendo también.
"Es ésta." - dijo ella, pasándole la pomada a Legolas. - "¿Quieres que te la ponga?"
El color pálido que el rostro de Legolas había tomado se remplazó por uno más rosado. "No. No hace falta." - tomó la crema. Vio que Elenshael no tenía intención de irse y la miró molesto. - "¿Podrías darme un poco de privacidad?"
Elenshael le miró extrañada. Hacía un momento no le importaba cambiarse de ropa delante de ella y ahora... ¿quería que se fuera? La Elfa se sonrojó profundamente cuando de repente entendió. "Entonces me voy." - dijo, volviendo a la puerta - "¿Necesitas... algo más?" - insistió, antes de salir.
"¡Sólo vete de aquí! ¡Maldita sea!"
El tono en que le habló no le gustó a Elenshael, quien salió dando un portazo. Mas no se fue, se quedó al otro lado de la puerta, sólo para asegurarse que su amigo estaría bien.
Poco sabían ellos que Thranduil había sido informado de la llegada de los dos. Y ahora el Rey estaba más furioso que nunca, y se dirigía a los aposentos de su hijo.
"Legolas, gen hedithon min noer Orodruin!"
Elenshael, oyendo las palabras furiosas del rey, se apoyó contra la puerta, pensando que de algún modo podría lograr persuadir al padre de su amigo, ahorrándole así un mal momento a Legolas. A los segundos vio aparecer al Rey Elfo, rostro temíblemente enfurecido y andando con paso rápido. Se detuvo frente a ella y la miró extrañado.
"¿Qué haces aquí?"
"E-Estoy esperando a Legolas."
"Legolas está ahí dentro." - dijo Thranduil, furioso - "Déjame pasar."
"Mi Señor... no es una buena idea..."
"¿Por qué no es una buena idea?"
Elenshael trató de pensar en algo rápidamente. "Es que está un poco enfadado, y me ha pedido que le dejara un rato solo... Tal vez se calme así, y usted podrá hablar más tranquilamente con él..."
No funcionó. "¡Ya tengo suficiente de todo esto!" - exclamó el Rey, y echando a un lado a Elenshael abrió la puerta.
Lo que ocurrió después es difícil de explicar. Elenshael se sonrojó y salió a toda prisa de la habitación. Thranduil se quedó boquiabierto. Allí, frente a ellos, Legolas yacía sin pantalones ni ropa interior en el suelo, la botella de pomada que Elenshael le había llevado vacía a un lado, las manos de él pastosas con sus contenidos, que se había estado aplicando en sus partes más íntimas. Legolas le miraba con terror en los ojos.
"¡Adar! ¡No es lo que parece!"
Thranduil estaba terriblemente cogido por sorpresa. Su hijo, su amado hijo, ¡estaba haciéndose eso en sus aposentos! Nunca había pensado que su hijo haría una cosa tan vulgar e inmadura. El Rey Elfo se volvió para salir de la habitación. "¡Hablaremos de esto más tarde! Vendrás a mi estudio cuando... cuando hayas terminado."
La puerta se cerró de un golpe. Al otro lado se oían los gritos desesperados de Legolas. "¡Adar, te juro que no es lo que parece! ¡Puedo explicártelo!"
Meneando la cabeza, que le dolía terriblemente, el Rey Elfo se volvió a Elenshael, silenciosa y aturdida. "Elenshael, querida, siento que hayas tenido que presenciar esto..." - le dijo Thranduil, con la voz más gentil que pudo y tratando de mantener el poco orgullo que le quedaba.
"Es una picadura de araña..."
"¿Qué?"
"Le picó una araña." - se explicó Elenshael - "No me dijo exactamente dónde... pero lo supuse... yo le llevé la pomada para que se la aliviara."
"¿Por qué no me lo habías dicho antes?"
"Mi Señor... ahora usted sabe donde le han picado. Si esto le hubiera ocurrido a usted...¿querría que los demás lo supieran?"
De repente Thranduil sintió unas profundas ganas de echarse a reír. ¡Una picadura de araña, después de todo! Despacio, se volvió y tocó la puerta tres veces.
"¿Legolas? ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?"
"Estoy bien, adar, grácias. Creo que la pomada está haciendo efecto." - oyeron la voz al otro lado - "Gracias Elen."
Thranduil sacudió su cabeza y rió suavemente. Parecía que Legolas ya había recibido su castigo.
A la mañana siguiente Thranduil y Legolas pudieron hablar con más calma. Los dos dieron un paseo por los jardines, durante un buen rato sin decirse nada. Thranduil no aguantó mucho tiempo el silencio, y no le preguntó sobre su picadura de araña, porque sabía lo muy embarazoso que era para él. En lugar de ello, Thranduil le preguntó.
"Legolas, ¿Hay algo de que quieras hablarme?"
Silencio. La voz de Legolas temblaba ligeramente. "Últimamente has estado muy ocupado..."
"Lo sé."
"Y no has tenido mucho tiempo para mí." - concluyó Legolas, con un susurro.
"Te sonará extraño... pero tú tampoco has tenido tiempo para mí. Ya no hablas conmigo como solías hacer antes."
"¿Como voy a hacerlo?" - se volvió Legolas con ojos lloros a su padre - "¿Si cada vez que intento acercarme a tí, o estás demasiado ocupado para escuchar lo que tengo que decirte, o tus consejeros me echan?"
"Legolas." - exclamó el rey, sorprendido - "Creía que eras tú quien se alejaba de mí. No creí que fuera culpa mía, que no te prestara la suficiente atención. ¿Podrás perdonarme?"
Thranduil desfalleció cuando su hijo no respondió y miró hacia otro lado. Se acercó a él para mirarle el bello rostro, encontrando lágrimas en sus mejillas. A Thranduil se le encogió el corazón. No pudo resistirse a tomó en brazos y le abrazó fuerte, mientras con una mano le acariciaba los cabellos rubios. "Perdóname." - le rogó otra vez. Esta vez Legolas respondió, pero no con palabras, sino devolviendo el abrazo a su padre y besándole la mejilla. Thranduil se conmocionó, pues havcía mucho tiempo (no recordaba cuanto) que no sentía los labios de su hijo en su piel. Con una risa de felicidad Thranduil le devolvió el beso y le secó las lágrimas. No le dejó escapar de su abrazo durante un buen rato, pues hacía mucho tiempo que ansiaba sentir el calor de su amado hijo una vez más.
"Estuviste maravilloso en la prueba." - le susurró Thranduil al oído, sin dejar de abrazarle y acariciarle el pelo, y sintió a Legolas dar un salto de sorpresa en sus brazos. - "Te has convertido en un excelente arquero."
"¿Me... me viste?"
Thranduil asintió, y le soltó para mirarle a los ojos. "Sólo estuve presente en la última prueba... Pero ésa es la más importante y me perdonas las otras, ¿verdad?"
Legolas sonrió. "Claro que sí, adar."
"¿Qué te parece si me tomo el día libre y damos un paseo en caballo, como en los viejos tiempos?" - preguntó el rey.
"¿Puedes hacer eso?"
Thranduil rió. "¡Por supuesto! Soy el rey. ¡Puedo hacer lo que quiera!"
Legolas rió también. "Sería fabuloso."
"¡Decidido entonces!" - dijo Thranduil, tomando a su hijo por la cintura - "Montaremos a caballo hasta las Montañas del Bosque. Voy a hablarte de la vez que conseguí la aljaba y-"
"¿Y me hablarás de naneth?"
Thranduil sonrió. "Como quieras. Y..."
"¿Y?"
"Y apartir de ahora trataré de prestarte más atención."
"Eso espero."
Silencio.
"¿Adar?"
"¿Sí, querido ion nîn?"
"Te he hechado de menos."
Una sonrisa.
"Yo también a tí."
Tomaron sus caballos del establo y montaron. Pasando sobre el puente del río, Thranduil miró a su hijo, cabalgando a su lado, la aljaba llena de flechas colgando de su espalda. Entonces Thranduil se encontró diciéndole unas palabras que le eran muy familiares. "Estoy orgulloso de tí, Legolas, ion nîn. Muy orgulloso."
* Ion nîn = Hijo mio (Sindarin.)
* Habar = Mina cavada. (Sindarin.)
* Manwë Hîr e-Sul, togo bilinn en ion nîn =
Manwë, Señor del Viento, guía la flecha de mi hijo.
(Sindarin.)
* Naugrim: Para los Elfos, los Enanos.
* Naneth: Madre (Sindarin.)
The Balrog of altena: ¡Ah Valar! ¡Es el capítulo más largo que he escrito en mi aburrida vida! Debí haberlo dividido en tres capítulos en lugar de dos... Bueno, he pensado que tal vez sea mejor poner las tarducciones aquí arriba.
Para escribir los dos ultimos caps pensaba en como me sentí la vez que hice un examen muy importante de inglés de cuatro horas de duración, con unos profesores y en un instituto que nunca había visto. Estaba muy nerviosa (era muy importante para mi porque quiero ser profesora de inlgés) y mi profesora particular (quien siempre acompaña a sus alumnas a este importante examen, para darles apoyo y tranquilizar los nervios) no pudo acudir, porque cambiaron la fecha del examen. Me deprimí mucho cuando me lo dijo, pero fui (sin esperanzas de aprobar) y al final resultó que me lo pasé bien y que aprobé. ¡tengo el diploma para demostrarlo! XD Por supuesto, no me enfadé con mi profesora. La pobre tiene una vida muy ajetreada.
En el próximo capítulo... Legolas entra en batalla por primera vez!
~ Kea Langrey: ¿¿de verdad te lo leíste todo de un corridito y te leiste otros de mis fics?? ay!!! gracias, muchas gracias!! muchos besos para tí!!! Tienes toda la razón ¿como no puede alguien enamorarse de Thranduil? ¡Mi Elfo es el mejor de la Tierra Media! *suspiro* Estoy muy contenta que pienses eso de mi historia. ¡Muchas gracias por tu review, y espero volver a verte por aquí!
~ Ieliania Greenleaf: Aiya! no eres la primera que me pregunta eso de Legolas y Elenshael ^_^ Me pasó en mi otro fic "Hojaverde y el Amigo de los Elfos", y la respuesta sigue siendo no. Para mí la amistad es lo más bonito, jamás pondría juntos a Elenshael y a Legolas. Por cierto, ¡los reviews no me aburren! ;-) ¡Gracias por tu review, mellon!
~ txiri: que tal wapa? ya ves que Thranduil y Legolas han terminado más o menos bien ^-^ ¡Esta vez he seguido más pronto de lo normal, gracias a las personas como tú que me dejan reviews bonitos! Espero que este cap te haya gustado, y muchísimas gracias por tu review :-) besos!
~ Uialwen: toma! en Thranduil no es tan capullo ara que ha anat a veure en Legolas, eh? eh? EH? jeje! Que casi vas plorar? pues a veure si un dia plores, dona! Ah, ja tenc ses notes de escola! a que no adivines que he tret a Dibuix Tècnic? un 10! Mus veim wapa! xitos!
~ Brazgirl: ¿Portuñol? haha! sounds good! Many people confuse 'embarrass' with 'embarazada' XD it's a conmon mistake. Well you wrote that very well! congratulations!! I'm sure you will learn more Spanish reading my story, as I learnt English reading other stories. Anyay, I can't speak portuguese but I understand every word you write; it is very similar to Spanish. :-) Well, I hope you liked this chapter too. A bit long, isn't it?
~ Usagi-cha: Bien para mí que no vivo en Barcelona XD pero espero que no te encuentres con mi hermano que estúdia por ahí (que no lo vaya a pagar por mí), jaja! bueno si necesitas descargar tu agonía en alguien te sugiero que te hagas un dibujo de Tavaro, lo cuelgues en la pared, y lo utilices para hacer prácticas de puntería con los dardos. ^_~ ¡Muchas gracias por tu review!
~ VaniaHepskins: ¿Te hice llorar? ¡¡Siiii!! ¡¡Lo logreeee!! ^_^ Si ya se que ha ti te gusta la angústia; es lo que tu escribes, jeje! Bueno, al final no tuviste que esperar mucho para saber más. ¡Espero que te haya gustado el cap! ¡Gracias por tu review!
~ Forfirith: ¡Adivinaste! jeje era de esperar que Thranduil acudiera. Ya ves que pronto ha estado el nuevo capítulo ^_^ ¡Muchas gracias por tu review!
