El tesoro del Rey Thranduil.
Capítulo 6to: Un buen rey.
Era otoño en el Bosque Negro del Norte. El suelo estaba cubierto por
una alfombra de hojas rojas, amarillas, y pardas. Las ramas de las
hayas y otros árboles estaban en rico fruto, y los jardines eran rojos.
Era el año 2941 de la Tercera Edad, y muchas cosas habían sucedido
desde que Legolas participó en la prueba y consiguió la aljaba.
El antaño llamado Gran Bosque Verde había pasado a llamarse Bosque Negro entre todos los pueblos libres de la Tierra Media. Un gran mal se había instalado en el Sur, el Nigromante, y allí esa vil criatura había construído su negra guarida: una torre, parecida a la que El Señor de los Anillos edificó en la tierra de Mordor, envuelta por un velo de mal y una insomne malícia. Y aunque el Nigromante había sido hechado por el Concilio Blanco, los Elfos no se acercaban nunca, ni se alejaban de sus hogares, no más lejos del Río Enacantado, cuyas aguas hasta se habían convertido en un peligro para ellos. Orcos patrullaban libremente en el sur, y las arañas gigantes, el ser más odiado por los Elfos de los Bosques, se habían multiplicado considerablemente.
Pero el mal no sólo había acontecido a los Elfos. La desgracia había caído sobre los Enanos. En el año 2770 un gran dragón rojo descendió como fuego sobre la Montaña Solitaria, destruyendo completamente el Reino de los Enanos y la cercana Ciudad del Valle. Estas funestas noticías llegaron rápidamente a las Cuevas del Rey Elfo. Thranduil y su pueblo se sintió conmocionado por la desgracia de los Naugrim, y vivieron un tiempo aterrorizados por la masacre que había acontecido a los Gonnhirrim, Maestros de la Piedra. "No deben haber quedado supervivientes," se dijeron, pues no volvieron a ver ningún Enano, y nadie se acercaba a Erebor, sometida a la vigilancia del dragón Smaug, quien ahora vivía en las entrañas de la montaña y dormía sobre una cama de oro, joyas y mithril; Thranduil pensaba a menudo en esas riquezas de Thror, lamentando que tan bello tesoro durmiera en la oscuridad bajo el estómago del dragón para toda la eternidad.
El antaño llamado Gran Bosque Verde había pasado a llamarse Bosque Negro entre todos los pueblos libres de la Tierra Media. Un gran mal se había instalado en el Sur, el Nigromante, y allí esa vil criatura había construído su negra guarida: una torre, parecida a la que El Señor de los Anillos edificó en la tierra de Mordor, envuelta por un velo de mal y una insomne malícia. Y aunque el Nigromante había sido hechado por el Concilio Blanco, los Elfos no se acercaban nunca, ni se alejaban de sus hogares, no más lejos del Río Enacantado, cuyas aguas hasta se habían convertido en un peligro para ellos. Orcos patrullaban libremente en el sur, y las arañas gigantes, el ser más odiado por los Elfos de los Bosques, se habían multiplicado considerablemente.
Pero el mal no sólo había acontecido a los Elfos. La desgracia había caído sobre los Enanos. En el año 2770 un gran dragón rojo descendió como fuego sobre la Montaña Solitaria, destruyendo completamente el Reino de los Enanos y la cercana Ciudad del Valle. Estas funestas noticías llegaron rápidamente a las Cuevas del Rey Elfo. Thranduil y su pueblo se sintió conmocionado por la desgracia de los Naugrim, y vivieron un tiempo aterrorizados por la masacre que había acontecido a los Gonnhirrim, Maestros de la Piedra. "No deben haber quedado supervivientes," se dijeron, pues no volvieron a ver ningún Enano, y nadie se acercaba a Erebor, sometida a la vigilancia del dragón Smaug, quien ahora vivía en las entrañas de la montaña y dormía sobre una cama de oro, joyas y mithril; Thranduil pensaba a menudo en esas riquezas de Thror, lamentando que tan bello tesoro durmiera en la oscuridad bajo el estómago del dragón para toda la eternidad.
Ahora
bien, hacía unas semanas, mientras el rey y su pueblo risueño celebraba
un fiesta en un claro del bosque, se toparon con algo inesperado: un
grupo de Enanos. Increíble pero cierto, varios Enanos los atacaron de
improviso. El vino y la risa no había dejado del todo desprevenidos a
los Elfos, quienes inmediatamente apagaron las hogueras y huyeron. Sin
embargo aquel incidente no les apaciguó los ánimos. Los Elfos no
estaban dispuestos a cancelar la fiesta y dejar pasar una buena comida
por un grupo de Enanos, así que se instalaron en otro claro y
continuaron con la diversión, no sin antes hechizar los alrededores con
encantamientos del sueño. Dichos encantamientos sirvieron, pues no les
salvaron solamente de otro ataque, sino de dos. Al tercero capturaron a
un Enano, que parecía ser el jefe del grupo, por sus caros y hermosos
atavíos.
Thranduil interrogó al Enano, mas nada le dijo éste sobre sus asuntos. Ni siquiera le reveló su nombre, algo que enfureció al Rey Elfo. Nunca en sus largos años de soberano le había tratado alguien con tan poco respeto. Encarceló al viejo Enano y mandó buscar a los compañeros. No tardaron en encontrarlos, fatigados, abatidos y enfermos, y no se resistieron a los Elfos que los tomaron y los ataron. Doce Enanos más llevaron ante el rey, y los interrogó, pero éstos también se negaron a hablar. Thranduil no tuvo más remedio que encarcelarlos hasta que se decidieran a confesar los asuntos que los habían llevado a entrar en su reino sin permiso. Mas todos sabéis que el Rey Elfo tiene un corazón bondadoso; por ello, viendo el hambre, la fatiga y la enfemedad en los ojos de sus prisioneros, mandó que les librasen de las ataduras y les trataran con la mayor gentileza. Además, mandó que les llevaran buena comida y agua, y que les viera un curandero, pues las arañas gigantes les habían clavado su aguijón venenoso.
Sintió compasión por los prisioneros Enanos, pero no simpatía. Decían que no habían tratado de atacarles en los bosques, que sólo querían pedir comida porque se estaban muriendo de hambre (algo que Thranduil reflexionó y finalmente creyó), pero con sus gritos y alboroto, los Enanos habían despertado a las arañas gigantes, por lo que los Elfos tuvieron que realizar una cacería bajo los árboles. En ella participó su hijo, Legolas, quien tras horas de cacería regresó con los demás arqueros, el bello rostro atribulado, pues traía consigo malas notícias: una de las arañas había alcanzado a clavar su aguijón venenoso en el cuello de uno de los Elfos arqueros, y a éste le habían llevado de vuelta, medio muerto y con pocas esperanzas de sobrevivir.
Legolas llegó agotado y abrumado por la suerte de su compañero arquero, Thranduil lo vio. Después de todo, Legolas nunca había participado en una verdadera batalla, aquellas de las que no escapan los heridos y los muertos; sólo participaba en cacerías de arañas y orcos, y no luchaba con su enemigo cuerpo a cuerpo, sino que disparaba sus flechas desde la copa de los árboles. Haber visto a un compañero suyo herido y al borde de la muerte, y el haber tenido que huir frente al enemigo, le llenó de abrumamiento y de ira. Thranduil no pudo hacer más que darle un paternal abrazo de consuelo. Con los brazos alrededor de su hijo, Thranduil dió las gracias a los Valar, pues su hijo había regresado sano y salvo, y no quería pensar en lo mucho que habría sufrido si la picadura de araña se la hubiera llevado él en lugar del otro; silenciosamente también suplicó que Legolas no se viera en medio de una batalla en su futuro, que no viviera el terror que él vivió en la batalla de la Ultima Alianza.
Treinta minutos resisitió el Elfo herido, luchando entre la vida y la muerte, hasta que finalmente Mandos reclamó su alma. La familia lo lloró, y Thranduil con ellos, compartiendo su dolor; los compañeros arqueros compusieron un lamento para el amigo caído y lo cantaron al anochecer, cuando las primeras estrellas titilaban en el cielo como las lágrimas en los ojos. Esa desgracia hizo que los corazones de los Elfos se enfriaran y miraran a los Enanos con ojos de enemistad, pues ellos habían sido los causantes de todas su penas, atrayendo una horda de arañas gigantes hasta el Reino de Thranduil.
Thranduil interrogó al Enano, mas nada le dijo éste sobre sus asuntos. Ni siquiera le reveló su nombre, algo que enfureció al Rey Elfo. Nunca en sus largos años de soberano le había tratado alguien con tan poco respeto. Encarceló al viejo Enano y mandó buscar a los compañeros. No tardaron en encontrarlos, fatigados, abatidos y enfermos, y no se resistieron a los Elfos que los tomaron y los ataron. Doce Enanos más llevaron ante el rey, y los interrogó, pero éstos también se negaron a hablar. Thranduil no tuvo más remedio que encarcelarlos hasta que se decidieran a confesar los asuntos que los habían llevado a entrar en su reino sin permiso. Mas todos sabéis que el Rey Elfo tiene un corazón bondadoso; por ello, viendo el hambre, la fatiga y la enfemedad en los ojos de sus prisioneros, mandó que les librasen de las ataduras y les trataran con la mayor gentileza. Además, mandó que les llevaran buena comida y agua, y que les viera un curandero, pues las arañas gigantes les habían clavado su aguijón venenoso.
Sintió compasión por los prisioneros Enanos, pero no simpatía. Decían que no habían tratado de atacarles en los bosques, que sólo querían pedir comida porque se estaban muriendo de hambre (algo que Thranduil reflexionó y finalmente creyó), pero con sus gritos y alboroto, los Enanos habían despertado a las arañas gigantes, por lo que los Elfos tuvieron que realizar una cacería bajo los árboles. En ella participó su hijo, Legolas, quien tras horas de cacería regresó con los demás arqueros, el bello rostro atribulado, pues traía consigo malas notícias: una de las arañas había alcanzado a clavar su aguijón venenoso en el cuello de uno de los Elfos arqueros, y a éste le habían llevado de vuelta, medio muerto y con pocas esperanzas de sobrevivir.
Legolas llegó agotado y abrumado por la suerte de su compañero arquero, Thranduil lo vio. Después de todo, Legolas nunca había participado en una verdadera batalla, aquellas de las que no escapan los heridos y los muertos; sólo participaba en cacerías de arañas y orcos, y no luchaba con su enemigo cuerpo a cuerpo, sino que disparaba sus flechas desde la copa de los árboles. Haber visto a un compañero suyo herido y al borde de la muerte, y el haber tenido que huir frente al enemigo, le llenó de abrumamiento y de ira. Thranduil no pudo hacer más que darle un paternal abrazo de consuelo. Con los brazos alrededor de su hijo, Thranduil dió las gracias a los Valar, pues su hijo había regresado sano y salvo, y no quería pensar en lo mucho que habría sufrido si la picadura de araña se la hubiera llevado él en lugar del otro; silenciosamente también suplicó que Legolas no se viera en medio de una batalla en su futuro, que no viviera el terror que él vivió en la batalla de la Ultima Alianza.
Treinta minutos resisitió el Elfo herido, luchando entre la vida y la muerte, hasta que finalmente Mandos reclamó su alma. La familia lo lloró, y Thranduil con ellos, compartiendo su dolor; los compañeros arqueros compusieron un lamento para el amigo caído y lo cantaron al anochecer, cuando las primeras estrellas titilaban en el cielo como las lágrimas en los ojos. Esa desgracia hizo que los corazones de los Elfos se enfriaran y miraran a los Enanos con ojos de enemistad, pues ellos habían sido los causantes de todas su penas, atrayendo una horda de arañas gigantes hasta el Reino de Thranduil.
Los días que
habían seguido al encarcelamiento de los Enanos volvieron a su estado
habitual, y no se vieron en más problemas con las arañas. Mas un buen
día, a la mañana siguiente de un gran banquete en el palacio, los
encargados de llevar la comida a los Enanos encontraron que los
prisioneros, misteriosamente, habían escapado; las sólidas puertas de
madera seguían cerradas bajo llave. Simplemente, no estaban; era como
si los Enanos se hubieran desvanecido en el aire por arte de magia.
A la luz de la mañana fresca de Octubre los cabellos sedosos de Thranduil relucían como el oro bajo el sol, los ojos azules brillantes como la escarcha. Se erguía quieto y silencioso en el balcón, como atento a algo que nadie más podía ver u oír; y se veía hermoso, hermoso y alto como uno de los grandes reyes del pasado. Pero no ceñía una corona de oro y plata, sino una de hojas marrones y bayas de su propio jardín, y sus ropas no estaban bordadas en oro pero eran de profundo color escarlata. Así lo vio Legolas desde lejos, mas sus penetrantes ojos de Elfo vieron también la expresión del rostro de su Señor: no orgullosa y severa como se mostraba por costumbre, sino atribulada y fatigada, como si muchos años de dolor y sufrimiento le pesaran, encorvandolo como a un anciano. El Rey Elfo tenía la mirada vuelta hacia el Sur, y había dolor en sus ojos.
A la luz de la mañana fresca de Octubre los cabellos sedosos de Thranduil relucían como el oro bajo el sol, los ojos azules brillantes como la escarcha. Se erguía quieto y silencioso en el balcón, como atento a algo que nadie más podía ver u oír; y se veía hermoso, hermoso y alto como uno de los grandes reyes del pasado. Pero no ceñía una corona de oro y plata, sino una de hojas marrones y bayas de su propio jardín, y sus ropas no estaban bordadas en oro pero eran de profundo color escarlata. Así lo vio Legolas desde lejos, mas sus penetrantes ojos de Elfo vieron también la expresión del rostro de su Señor: no orgullosa y severa como se mostraba por costumbre, sino atribulada y fatigada, como si muchos años de dolor y sufrimiento le pesaran, encorvandolo como a un anciano. El Rey Elfo tenía la mirada vuelta hacia el Sur, y había dolor en sus ojos.
Al
princio Legolas pensó que tal vez Thranduil aun estaba algo angustiado
por la muerte injusta del arquero. Pero rápidamente denegó ese
pensamiento. Lo que le ocurría a su padre era algo mucho peor y más
profundo, algo que todos estos años había estado creciendo en su
interior, consumiéndolo por dentro.
Tal vez Thranduil no oyera los pasos de su hijo o escogiera ignorarlos, porque pareció no percatarse de su presencia hasta que oyó la familiar y amada voz.
"¿Adar?"
Cuando Thranduil se volvió a él, la dolorosa expresión del rostro había desaparecido. En su lugar había una gentil sonrisa. Gentil pero forzada, simulada, falsa. Ahora que estaban tan cerca el uno del otro, Legolas pudo ver con claridad el cansancio en los ojos de su padre.
"Ion nîn."
Legolas le observó el rostro. "¿Te encuentras bien, adar? Tienes mal aspecto..."
Thranduil rió suavemente, echando la cabeza hacia atrás. " ¡Vaya gracias! ¡Tu también estás muy guapo esta mañana!" - le miró entonces, y le habló con suavidad - "Estoy bien, ion nîn. Sólo tengo un poco de sueño. Estas últimas noches no he dormido como es debido." - respondió ofreciéndole otra hermosa sonrisa. Lo que no dijo fue la razón de su falta de reposo. No podía conciliar el sueño por las noches, o se agitaba en ellos, porque en el fondo de su corazón había una sombra que crecía y crecía. Tanto, que a veces hasta se le nublaban los ojos, y creía estar cayendo por un precipicio negro. Thranduil sospechaba que el mal se estaba revolviendo en Mordor, y temía, no, estaba aterrorizado, ante la idea de que la Tierra Tenebrosa volviera a alzarse.
Legolas
corrió para llegar a su padre. En realidad no era la primera vez que le
veía en ese estado, pero hasta ahora el joven Elfo había guardado
silencio. Mas con esta vez Legolas ya no pudo soportarlo más; debía
hablar con él. Quería que su padre compartiera su dolor con él. Legolas
estaba convencido de que el dolor de Thranduil provenía del mal en el
sur del bosque, a pesar de que el Nigromante había sido expulsado por
el Concilio Blanco no hacía más que unas semanas. Sin embargo, esa era
solo una pequeña parte de los pesares del rey. Thranduil no dirigía su
mirada a Dol Guldur, la torre del Nigromante, que había sido vencida
pero no destruida del todo. Lo que Legolas no sabía ni llegaba a
imaginar es que la mirada de su padre llegaba más lejos aun, más allá
del Bosque Negro y sobre muchas lenguas. Esa mirada angustiada, llegaba
hasta la maldita Mordor.
Tal vez Thranduil no oyera los pasos de su hijo o escogiera ignorarlos, porque pareció no percatarse de su presencia hasta que oyó la familiar y amada voz.
"¿Adar?"
Cuando Thranduil se volvió a él, la dolorosa expresión del rostro había desaparecido. En su lugar había una gentil sonrisa. Gentil pero forzada, simulada, falsa. Ahora que estaban tan cerca el uno del otro, Legolas pudo ver con claridad el cansancio en los ojos de su padre.
"Ion nîn."
Legolas le observó el rostro. "¿Te encuentras bien, adar? Tienes mal aspecto..."
Thranduil rió suavemente, echando la cabeza hacia atrás. " ¡Vaya gracias! ¡Tu también estás muy guapo esta mañana!" - le miró entonces, y le habló con suavidad - "Estoy bien, ion nîn. Sólo tengo un poco de sueño. Estas últimas noches no he dormido como es debido." - respondió ofreciéndole otra hermosa sonrisa. Lo que no dijo fue la razón de su falta de reposo. No podía conciliar el sueño por las noches, o se agitaba en ellos, porque en el fondo de su corazón había una sombra que crecía y crecía. Tanto, que a veces hasta se le nublaban los ojos, y creía estar cayendo por un precipicio negro. Thranduil sospechaba que el mal se estaba revolviendo en Mordor, y temía, no, estaba aterrorizado, ante la idea de que la Tierra Tenebrosa volviera a alzarse.
Thranduil contempló
tristemente el rostro de su hijo, tan parecido al de ella. Legolas era
ya un Elfo adulto. Un excelente arquero, en verdad en camino de ser el
mejor. Era de brazos fuertes e inmensamente ágil y flexible y
resistente, muy apto para el arte de la guerra, por más que Thranduil
se negara a admitirlo y, en cierto modo, protegiera a su hijo del mundo
exterior. Mas Legolas ya no era el niño que se pasaba el día jugando
con su amiga Elenshael y practicando el tiro con arco: era un arquero
al servicio del rey, y su misión era proteger el Reino y capitanear su
grupo de arqueros (pues había diferentes grupos con sus respectivos
capitanes). Al principio a Legolas no le había gustado que hubiera sido
elegido capitán, mas con el tiempo se había acostumbrado a ello, a
pesar de tener de vez en cuando (muy de vez en cuando) discrepancias
con uno de sus subordinados: Tavaro, que no siempre cumplía las órdenes
de su superior.
Legolas
le devolvió la mirada a Thranduil, y entonces se le ocurrió al rey que
tal vez su hijo no era tan ciego, que sabía del dolor en su corazón.
Cuando Legolas hizo ademán de hablar (seguramente para preguntarle cual
era su pesar), Thranduil le tomó por los hombros y lo condujo al
interior de sus cuevas, interrumpiéndole a propósito, diciendo,
"En realidad, Legolas, te andaba buscando. Quiero hablar contigo."
Algo le dijo a Legolas que lo que su padre tenía que decirle no era lo que él deseaba oír. Bajó la cabeza, decepcionado, mientras seguía a su padre hasta su estudio, y éste cerraba la puerta y le invitaba a sentarse con él.
Thranduil tomó una botella de vino y se sirvió una copa. Le ofreció una a Legolas, quien la aceptó, pues al igual que su padre se había aficionado al vino. Legolas esperó pacientemente que su padre hablara, mirando como se llevaba la copa de cristal a los labios y se los mojaba de rojo con delicadeza, como besando al vino. Finalmente el rey se acomodó en su asiento y se volvió a su hijo.
"Esta mañana temprano han regresado los mensajeros que envié a Esgaroth." - dijo. Legolas abrió mucho los ojos.
"¿Han traído notícias de los trece Enanos? ¿Les han visto los Hombres del Lago?"
"Más que eso, ion nîn. El Gobernador y su pueblo han recibido a nuestros prisioneros fugados con todos los honores." - Thranduil hizo una pausa - "Pues el Enano a quien nosotros creíamos ser el jefe de ellos, no es otro que Thorin Escudo de Roble."
Legolas contivo un grito de sorpresa. "¿Thorin?" - jadeó - ¿Thorin hijo de Thrain hijo de Thror?"
Thranduil asintió solemnemente. "El mismo. El Rey Bajo la Montaña ha regresado." - De improviso, el rostro del Rey Elfo cambió, y mostró una expresión gentil y abatida otra vez, y habló con suavidad. - "Ahora entiendo porqué no quisieron hablar."
"¿Pero qué se propone Thorin?" - preguntó Legolas, un tanto alarmado.
"Va a reclamar lo que es suyo, por supuesto."- le respondió el rey tranquilamente.
"Pero eso es un suicidio." - dijo Legolas, estremeciéndose ante el pensamiento del dragón, que habitaba las cuevas de Erebor, custodiando los tesoros de los Enanos. - "Trece Enanos no pueden derrotar a un dragón, si el pueblo entero ya no pudo hacerlo en su momento."
"Ah," - dijo Thranduil con una sonrisa - "Pero no son sólo trece Enanos. Uno más les acompaña. Un ladrón. Aunque sus compañeros Enanos prefieren llamarlo 'nuestro experto saqueador de tesoros'."
"¿Piensan entrar en la montaña y robarle el tesoro al dragón sin que éste se dé ni cuenta?" - dijo Legolas frunciendo el ceño - "¡Eso es ridículo! ¿Y quién es ese ladrón? ¿Por qué no estaba con ellos cuando los capturamos?"
"El ladrón es un hobbit, o así es como él se hace llamar. Es un Perian, de la Comarca que Mithrandir visita tan amenudo."
"¡Un Perian!"
"Sí," - dijo Thranduil, cruzándose de brazos. - "Sospecho que él liberó a los Enanos. Se dice que los Perian son muy silenciosos y que pueden desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Tal vez de este modo logró que no lo descubriéramos. Aunque no acabo de entender cómo abrió las celdas y las cerró de nuevo, teniendo nosotros solamente posesión de una llave."
"En realidad, Legolas, te andaba buscando. Quiero hablar contigo."
Algo le dijo a Legolas que lo que su padre tenía que decirle no era lo que él deseaba oír. Bajó la cabeza, decepcionado, mientras seguía a su padre hasta su estudio, y éste cerraba la puerta y le invitaba a sentarse con él.
Thranduil tomó una botella de vino y se sirvió una copa. Le ofreció una a Legolas, quien la aceptó, pues al igual que su padre se había aficionado al vino. Legolas esperó pacientemente que su padre hablara, mirando como se llevaba la copa de cristal a los labios y se los mojaba de rojo con delicadeza, como besando al vino. Finalmente el rey se acomodó en su asiento y se volvió a su hijo.
"Esta mañana temprano han regresado los mensajeros que envié a Esgaroth." - dijo. Legolas abrió mucho los ojos.
"¿Han traído notícias de los trece Enanos? ¿Les han visto los Hombres del Lago?"
"Más que eso, ion nîn. El Gobernador y su pueblo han recibido a nuestros prisioneros fugados con todos los honores." - Thranduil hizo una pausa - "Pues el Enano a quien nosotros creíamos ser el jefe de ellos, no es otro que Thorin Escudo de Roble."
Legolas contivo un grito de sorpresa. "¿Thorin?" - jadeó - ¿Thorin hijo de Thrain hijo de Thror?"
Thranduil asintió solemnemente. "El mismo. El Rey Bajo la Montaña ha regresado." - De improviso, el rostro del Rey Elfo cambió, y mostró una expresión gentil y abatida otra vez, y habló con suavidad. - "Ahora entiendo porqué no quisieron hablar."
"¿Pero qué se propone Thorin?" - preguntó Legolas, un tanto alarmado.
"Va a reclamar lo que es suyo, por supuesto."- le respondió el rey tranquilamente.
"Pero eso es un suicidio." - dijo Legolas, estremeciéndose ante el pensamiento del dragón, que habitaba las cuevas de Erebor, custodiando los tesoros de los Enanos. - "Trece Enanos no pueden derrotar a un dragón, si el pueblo entero ya no pudo hacerlo en su momento."
"Ah," - dijo Thranduil con una sonrisa - "Pero no son sólo trece Enanos. Uno más les acompaña. Un ladrón. Aunque sus compañeros Enanos prefieren llamarlo 'nuestro experto saqueador de tesoros'."
"¿Piensan entrar en la montaña y robarle el tesoro al dragón sin que éste se dé ni cuenta?" - dijo Legolas frunciendo el ceño - "¡Eso es ridículo! ¿Y quién es ese ladrón? ¿Por qué no estaba con ellos cuando los capturamos?"
"El ladrón es un hobbit, o así es como él se hace llamar. Es un Perian, de la Comarca que Mithrandir visita tan amenudo."
"¡Un Perian!"
"Sí," - dijo Thranduil, cruzándose de brazos. - "Sospecho que él liberó a los Enanos. Se dice que los Perian son muy silenciosos y que pueden desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Tal vez de este modo logró que no lo descubriéramos. Aunque no acabo de entender cómo abrió las celdas y las cerró de nuevo, teniendo nosotros solamente posesión de una llave."
Legolas no dijo nada
pero se quedó muy pensativo. No acaba de creeese que un simple Perian
hubier entrado en su Reino sin tan sólo ser visto y hubiera liberado a
los trece Enanos, sin dejarse ni uno. Para empezar, estaban en celdas
separadas, y sólo un Elfo acostumbrado a los muchos pasadizos de la
Cueva del Rey Elfo podría encontrarlos. Legolas estaba aun con sus
pensamientos cuando llamaron a la puerta y, tras dar Thranduil permiso,
entró una doncella vestida de verde y castaño y con un manto gris sobre
el que irradiaban sus cabellos dorados. La doncella se inclinó.
"Mi Señor, La Señora Rielle le espera en la Casa de Pociones."
"Dile a la Señora que en seguida iré." - respondió Thranduil. La doncella ase inclinó de nuevo antes de irse.
El rey se volvió sonriente a su hijo para despedirse, pero la sonrisa se le borró de la cara tan pronto como vio en rostro de preocupación de Legolas.
"¡No pongas esa cara, Legolas!" - dijo - "Rielle sólo me prepara pócimas para el dolor de cabeza. Ya sabes que con tanto trabajo y con esos consejeros pegados todo el día a mí, los tengo muy a menudo. Es el precio de ser rey." - le sonrió, sintiendo un ligero remordimento por mentirle a medias, pues lo que Rielle le estaba preparando ahora era una pócima para dormir, y para reducirle la ansiedad. - "Aparte de eso, estoy sano cómo un roble."
Legolas le ofreció una pequeña sonrisa y asintió con la cabeza. La sonrisa desapareció tan pronto como Thranduil salió, cerrando la puerta despacio.
"Mi Señor, La Señora Rielle le espera en la Casa de Pociones."
"Dile a la Señora que en seguida iré." - respondió Thranduil. La doncella ase inclinó de nuevo antes de irse.
El rey se volvió sonriente a su hijo para despedirse, pero la sonrisa se le borró de la cara tan pronto como vio en rostro de preocupación de Legolas.
"¡No pongas esa cara, Legolas!" - dijo - "Rielle sólo me prepara pócimas para el dolor de cabeza. Ya sabes que con tanto trabajo y con esos consejeros pegados todo el día a mí, los tengo muy a menudo. Es el precio de ser rey." - le sonrió, sintiendo un ligero remordimento por mentirle a medias, pues lo que Rielle le estaba preparando ahora era una pócima para dormir, y para reducirle la ansiedad. - "Aparte de eso, estoy sano cómo un roble."
Legolas le ofreció una pequeña sonrisa y asintió con la cabeza. La sonrisa desapareció tan pronto como Thranduil salió, cerrando la puerta despacio.
A finales de ese mismo mes de Octubre, los problemas de Thranduil para
poder dormir no se habían apaciguado, de lo contrario, y la oscuridad
de su corazón crecía poco a poco. Estaba anocheciendo, y Legolas,
agotado tras tres días de estar a fuera a la caza de arañas, se
encontraba en sus aposentos, preparándose para darse un baño en la
misma bañera que le habían preparado en su habitación, y echarse a
dormir luego, sin comer un bocado antes. Se estaba quitando las súcias
ropas de viaje cuando llamaron a su puerta.
"¡Un momento, por favor!" - llamó Legolas, preguntándose porqué las doncellas que le servían siempre se decidían a aparecer cuando se encontraba medio-desnudo.
"Soy yo, Legolas." - habló la voz del Rey Elfo desde el otro lado de la puerta. Legolas, quien había estado frenéticamente buscando algo con qué cubrirse la desnudez, dejó escapar un suspiro de alivio.
"¡Un momento, por favor!" - llamó Legolas, preguntándose porqué las doncellas que le servían siempre se decidían a aparecer cuando se encontraba medio-desnudo.
"Soy yo, Legolas." - habló la voz del Rey Elfo desde el otro lado de la puerta. Legolas, quien había estado frenéticamente buscando algo con qué cubrirse la desnudez, dejó escapar un suspiro de alivio.
"Puedes entrar, adar."
"¿Cómo? ¿Tres días sin vernos y cuando regresas ni siquiera te dignas a ir a saludar a tu padre?" - preguntó el rey severamente, una vez dentro.
"Perdóneme, adar. Iba a venir antes de acostarme..." - dijo Legolas, realmente apenado por la reacción de su padre. Thranduil rió y le guiñó un ojo, y Legolas sonrió sacudiendo la cabeza. Su padre sólo estaba bromeando con él. - "¿Has venido para algo más, a parte de para darme estos sustos?"
"Sí. Por dos motivos más. Primero," - dijo el rey, y miró a un lado y otro de la habitación, viendo los montones de ropa tirada por el suelo, y papeles y libros tirados aquí y allá, sin ningún orden. - ", para pedirte otra vez que ordenes tu habitación, ya que no deseas que lo hagan los sirvientes por ti. Este sitio en un caos."
A esto Legolas respondió con orgullo en la voz. "Es un caos organizado, adar."
Thranduil negó con la cabeza, riendo suavemente. "Y en segundo lugar," - dijo, y aquí Legolas notó que los ojos de él brillaban de una forma extraña pero a la vez familiar, - "Arthur llegó esta tarde, y me traía grandes notícias. Al parecer éstas se están difundiendo rápidamente hacia el Oeste, porque cuando salí a fuera y escuché a los pájaros conversando entre ellos, todos hablaban de lo mismo. A este paso las notícias no tardarán en llegar al Prado de Beorn y más allá."
"¿Pero qué notícias son esas, adar?"
Thranduil alzó la cabeza en alto, y se vió orgulloso y arrogante. "El dragón Smaug ha muerto. Los Hombres del Lago le dieron muerte."
"¿Y los Enanos y el Perian?" - preguntó Legolas, poniéndose en pie y terminado de vestirse rápidamente.
"Es de esperar que hayan muerto." - respondió Thranduil - "El dragón pasó una noche incendiando con su aliento los alrededores de Erebor, antes de atacar Esgaroth. Creo que el hecho de haber dejado la montaña y el tesoro desprotegido es un signo casi seguro de que destruyó a los Enanos y al saqueador. Eso será lo último que oigamos de Thorin Escudo de Roble, me temo. Habría sido mejor que hubiese quedado aquí como invitado mío." - entonces los ojos de él brillaron con más intensidad, y había determinación en su rostro. - "Sin embargo, mal viento es el que a nadie lleva nuevas."
Legolas parpadeó, extrañado por el tono de voz de su padrem pero ya empezaba a reconocer esa mirada. "¿Qué quieres decir?"
"Quiero decir," - dijo Thranduil - ",que el tesoro de Erebor está ahora descuidado, y quienes tienen derecho a su posesión ya no están ahí para reclamarlo. Tengo la intención de quedármelo."
Legolas comprendió entonces. Thranduil amaba las joyas y riquezas, bien lo sabía. A veces Legolas se había preguntado por qué su padre les tenía tan poco agrado a la raza de los Enanos si se parecía tanto a ellos. Pero aquel día la excitación en los ojos del rey era tal que Legolas nunca había visto antes.
"Mañana por la mañana partiré a Erebor acompañado de arqueros y lanceros-"
"¿Piensas entrar en batalla?" - le interrumpió Legolas, mirándole con los ojos muy abiertos.
"Un gran tesoro nunca queda desguardado por mucho tiempo." - respondió severamente. Y Legolas no dijo nada en respuesta, pero tras un silencio habló en voz baja.
"Entonces, si solicitáis arqueros, permitidme que os acompañe."
De improviso el semblante de Thranduil cambió, covirtiéndose otra vez en la de un Elfo triste y abatido. "Había pensado que te quedarías a dirigir el Reino durante mi ausencia. Es hora de que empieces a cumplir tus deberes de hijo del rey."
"Pero siempre que partís de viaje me dejáis atrás." - imploró Legolas - "Me tenéis encerrado en mi hogar como en una prisión. Quisiera ver mundo, explorar más allá de nuestras fronteras. Permitídme que os acompañe, mi Señor; le prometo que no seré un estorbo para vos, y haré cuanto me digáis."
Legolas había incando una rodilla frente a él, en muestra de respeto. Thranduil le miró severamente largo tiempo. "Está bien," dijo al fin - ",tú y tus hombres arqueros me acompañaréis, si ése es tu deseo."
Era la noche del tercer día de la caída de Smaug y de la partida del
Rey Elfo con sus tropas. Al caer la noche habían montado un campamento,
y los Elfos se habían metido ya en sus tiendas y habían apagado las
linternas. Entonces la noche parecía más oscura, pero en la negrura una
esbelta figura se cortaba contra la pálida luna llena. El Rey Elfo
estaba despierto aun, contemplando la cara blanca de la Flor de
Telperion y las diminutas estrellas de Elbereth, y el rojo Borgil en el
cielo, y Menelvagor con su brillante cinturón. De improviso Thranduil
se quedó mirando dos pequeñas estrellas que titilaban juntas. Distantes
podían estar, pero Thranduil las sentía más cercanas a su corazón. Las
miró largo tiempo, y mientras las observaba pensó en sus padres, y
sintió repentinas ganas de llorar, mas se dijo que no lo haría, que ya
había llorado suficientes lágrimas, que tenía que ser fuerte, por su
pueblo. En lo más profundo de su corazón sabía que se aproximaban días
oscuros, mas él se mantendría firme y los confrontaría con valentía.
Protegería a su pueblo como lo hizo su padre hasta el fin; cayendo en
batalla si era necesário.
Hechando un suspiro, Thranduil se dió media vuelta en dirección a su tienda, que la habían montado junto a la de Legolas, mas de improviso oyó una conversación que estaba teniendo lugar en una de las muchas tiendas en su camino. No es que Thranduil pretendiera fisgonear, sino que oyó algo que le llamó la atención, y antes de darse cuenta ya se había parado a ecuchar aquella conversación entre dos Elfos de su pueblo.
"El rey ha
cometido un grave error, te lo digo yo." - dijo una voz. A lo que
Thranduil se detuvo para escuchar, pues estaban hablando de él, y no de
muy buen modo.
"¿Por qué dices eso?" - le respondió otra voz - "Si yo hubiera sido rey, seguramente habría actuado como él. Sus intenciones no eran malas al capturar a esos Enanos. Si lo hubiera sabido antes, seguro que habría actuado de otra manera."
Thranduil oyó un suspiro resignado del otro. "Thorin, amigo, el mismo Rey Bajo la Montaña, estaba prisionero en nuestras celdas, ¡y escapó! ¿Que cómo? ¡Magia, digo yo! ¿Y que ocurrirá ahora? Que cuando Thorin haya reclamado lo que es suyo, volverá, y nos maldecirá a todos, por venganza al rey, por haberle mantenido prisionero como si fuera un simple criminal y no un Rey de los Enanos. O pero aun, vete a saber que nos espera, cuando lleguemos a las puertas de Erebor. ¡Un ejército de Enanos rabiosos empuñando sus hachas hacia nosotros! ¿Qué sentido tiene ir allí? El rey nos conduce hacia un posible peligro, ¿y por qué? ¡Porque quiere apoderarse de las riquezas de los Enanos! Eso es egoísmo, y si no es un error, no sé que será."
"Todo el mundo comete errores..." - respondió el otro.
"El Rey Oropher no. Él nunca cometía errores. Lástima que su hijo no aprendiera de él."
Thranduil dio un paso atrás y se tapó la boca para no dejar escapar una exclamación y delatarse de ese modo. Lo que acababa de oír le dolió en lo más profundo de su alma.
"Oropher era un gran rey, sí. Todos nos apenamos de su partida." - dijo la segunda voz - "Pero eso que dices no son más que sarneces. El Rey Oropher murió en batalla, porque era demasiado orgullosos y no quiso unirse a las tropas de Gil-galad. Se adelantó a los demás y fue el primero en caer. Si hubiera permanecido junto las tropas de Imladris y Lamedon y los Númenóreanos, probablemente no habría perecido, ni tan poco las tres cuartas partes de nuestro ejército. Ese fue un grave error."
"Sí," - dijo el otro, impacientándose - "el Rey Oropher era muy orgulloso. Pero no negó la ayuda de Gil-galad por orgullo, sino porque estaba dispuesto a morir por su pueblo. Algo que" - y quí el Elfo dejó escapar una risita burlona - "el Rey Thranduil no haría."
Thranduil empezó a sentir como las manos le temblaban y sudaban. ¿En verdad su pueblo pensaba tal cosa de él? ¿Cómo podían decir algo así? ¡Moriría miles de veces por su pueblo, si tal cosa fuera posible!
"¡No hables así!" - dijo el otro, más mosqueado - "¡El Rey Thranduil moriría por nosotros, no lo pongas en duda! Ama a su pueblo tanto o más que lo amaba su padre."
"Pero, amigo, piensa." - insistió la primera voz - "Observa nuestro bosque, y obsérvalo en el pasado, cuando Oropher era aun nuestro Rey. El Gran Bosque Verde lo llamaban. Y en verdad era verde y grande y hermoso. Podíamos ir y venir a nuestro antojo, sin ningún peligro, aun en el sur." - el Elfo resopló - "¡Bosque Negro lo llaman ahora! ¡Negro y malvado y decayendo! Todo el bosque se ha vuelto oscuro, los árboles se pudren, el sur del bosque ya no nos pertenece, y por si fuera poco está infestado de orcos y arañas. ¡Y ese Nigromante! Le han hechado, ¿pero por cuanto tiempo?" - hizo una pasua para dejar escapar otro suspiro resignado -"¿Qué más puede ocurrirle a nuestro hogar? ¡Sólo faltaría que ardiera en llamas!" - hubo un momento de silencio, en el que Thranduil luchaba por contener la respiracíon, pues se le estaba volviendo cada vez más rápida y agitada. - "Tu y yo sabemos cuando empezó a decaer nuestro bosque. Cuando Thranduil se hizo rey."
El otro pareció titubear ahora, pues no respondió pronto como las otras veces. Thranduil ya había escuchado suficiente. Sin preocuparse por si hacía algún ruido, partió rápidamente, trastabillando en la oscuridad con estruendo, el corazón oprimido.
Tienen razón, se dijo, abrumado. Tienen razón. Y yo lo he sabido todo este tiempo. Pero nunca pensé que mi pueblo...no me amase. Thranduil se ajustó la capucha, tratado de ocultar su rostro, aunque no hubiera nadie fuera de las tiendas que pudiera verle. Lo intenté, pero no puedo ser como adar...
Mas en esa tienda, la discusión no había finalizado. "Dí lo que quieras." - contestó la segunda voz, firmemente, cuando Thranduil ya estaba demasiado lejos para escucharles - ", pero Thranduil es un buen rey, grande y bondadoso."
"¿Por qué dices eso?" - le respondió otra voz - "Si yo hubiera sido rey, seguramente habría actuado como él. Sus intenciones no eran malas al capturar a esos Enanos. Si lo hubiera sabido antes, seguro que habría actuado de otra manera."
Thranduil oyó un suspiro resignado del otro. "Thorin, amigo, el mismo Rey Bajo la Montaña, estaba prisionero en nuestras celdas, ¡y escapó! ¿Que cómo? ¡Magia, digo yo! ¿Y que ocurrirá ahora? Que cuando Thorin haya reclamado lo que es suyo, volverá, y nos maldecirá a todos, por venganza al rey, por haberle mantenido prisionero como si fuera un simple criminal y no un Rey de los Enanos. O pero aun, vete a saber que nos espera, cuando lleguemos a las puertas de Erebor. ¡Un ejército de Enanos rabiosos empuñando sus hachas hacia nosotros! ¿Qué sentido tiene ir allí? El rey nos conduce hacia un posible peligro, ¿y por qué? ¡Porque quiere apoderarse de las riquezas de los Enanos! Eso es egoísmo, y si no es un error, no sé que será."
"Todo el mundo comete errores..." - respondió el otro.
"El Rey Oropher no. Él nunca cometía errores. Lástima que su hijo no aprendiera de él."
Thranduil dio un paso atrás y se tapó la boca para no dejar escapar una exclamación y delatarse de ese modo. Lo que acababa de oír le dolió en lo más profundo de su alma.
"Oropher era un gran rey, sí. Todos nos apenamos de su partida." - dijo la segunda voz - "Pero eso que dices no son más que sarneces. El Rey Oropher murió en batalla, porque era demasiado orgullosos y no quiso unirse a las tropas de Gil-galad. Se adelantó a los demás y fue el primero en caer. Si hubiera permanecido junto las tropas de Imladris y Lamedon y los Númenóreanos, probablemente no habría perecido, ni tan poco las tres cuartas partes de nuestro ejército. Ese fue un grave error."
"Sí," - dijo el otro, impacientándose - "el Rey Oropher era muy orgulloso. Pero no negó la ayuda de Gil-galad por orgullo, sino porque estaba dispuesto a morir por su pueblo. Algo que" - y quí el Elfo dejó escapar una risita burlona - "el Rey Thranduil no haría."
Thranduil empezó a sentir como las manos le temblaban y sudaban. ¿En verdad su pueblo pensaba tal cosa de él? ¿Cómo podían decir algo así? ¡Moriría miles de veces por su pueblo, si tal cosa fuera posible!
"¡No hables así!" - dijo el otro, más mosqueado - "¡El Rey Thranduil moriría por nosotros, no lo pongas en duda! Ama a su pueblo tanto o más que lo amaba su padre."
"Pero, amigo, piensa." - insistió la primera voz - "Observa nuestro bosque, y obsérvalo en el pasado, cuando Oropher era aun nuestro Rey. El Gran Bosque Verde lo llamaban. Y en verdad era verde y grande y hermoso. Podíamos ir y venir a nuestro antojo, sin ningún peligro, aun en el sur." - el Elfo resopló - "¡Bosque Negro lo llaman ahora! ¡Negro y malvado y decayendo! Todo el bosque se ha vuelto oscuro, los árboles se pudren, el sur del bosque ya no nos pertenece, y por si fuera poco está infestado de orcos y arañas. ¡Y ese Nigromante! Le han hechado, ¿pero por cuanto tiempo?" - hizo una pasua para dejar escapar otro suspiro resignado -"¿Qué más puede ocurrirle a nuestro hogar? ¡Sólo faltaría que ardiera en llamas!" - hubo un momento de silencio, en el que Thranduil luchaba por contener la respiracíon, pues se le estaba volviendo cada vez más rápida y agitada. - "Tu y yo sabemos cuando empezó a decaer nuestro bosque. Cuando Thranduil se hizo rey."
El otro pareció titubear ahora, pues no respondió pronto como las otras veces. Thranduil ya había escuchado suficiente. Sin preocuparse por si hacía algún ruido, partió rápidamente, trastabillando en la oscuridad con estruendo, el corazón oprimido.
Tienen razón, se dijo, abrumado. Tienen razón. Y yo lo he sabido todo este tiempo. Pero nunca pensé que mi pueblo...no me amase. Thranduil se ajustó la capucha, tratado de ocultar su rostro, aunque no hubiera nadie fuera de las tiendas que pudiera verle. Lo intenté, pero no puedo ser como adar...
Mas en esa tienda, la discusión no había finalizado. "Dí lo que quieras." - contestó la segunda voz, firmemente, cuando Thranduil ya estaba demasiado lejos para escucharles - ", pero Thranduil es un buen rey, grande y bondadoso."
El rey y los dos Elfos no eran los únicos desvelados aquella noche.
Legolas había salido de su tienda y observaba melancólicamente las
estrellas, esperando a que apareciera su padre. En el techo nocturno
había dos estrellas que titilaban juntas. Las miraba y de alguna manera
se sentía aliviado. Era como si aquellas dos estrellas le ofrecieran
consuelo y nuevas fuerzas y esperanzas. De pronto Legolas decidió que
aquella misma noche iba a hablar con su padre, y que de alguna forma un
otra lograría que le confesara su pesar y la verdadera razón por su
falta de reposo.
Acababa de decirse eso para sí mismo cuando un estruendo de pasos que tropezaban en la oscuridad le apartó de sus pensamientos con un sobresalto. Caminó rápido hacia el ruido, esperando encontrar un elfo que había bebido demasiado vino. Un Elfo apareció repentinamente de entre las sombras. Antes que Legolas lo supiera, el Elfo ya había chocado contra él, con tal fuerza que Legolas cayó de bruces al suelo. La linterna de aceite que llevaba en la mano se rompió con un golpe seco y se apagó la llama.
"¡Mira por donde vas!" - exclamó el joven arquero, clavando una mirada poco amistosa al Elfo encapuchado.
"Perdóname, Legolas. No te había visto." - respondió el Elfo, quien ayudaba al otro a ponerse en pie y miraba que no le hubiera causado ningún daño. Legolas abrió mucho los ojos.
"¿Adar? ¡Perdóneme, mi Señor! No sabía que era usted. No pretendía alzarle la voz..." - exclamó Legolas, sintiendo el calor en la cara y bajando lacabeza como para que su padre no se percatara del rubor de sus mejillas, aunque en aquella oscuridad no podría haberlo visto.
Las suave risa de Thranduil llenó el aire. El Rey Elfo sabía muy bien que Legolas sólo le llamaba 'mi Señor' cuando éste se sentía avergonzado o cuando pedía disculpas, si no lo hacía cuando estaba realmente enfadado con él.
"No importa, ion nîn. Ha sido un accidente."
"Ada... ¿has bebido un poco de vino esta noche?"
Thranduil se sonrojó. "No... bueno sí, he bebido, pero estoy sobrio, Legolas."
"Perdóneme..."
Thranduil sonrió, tomó a Legolas por los hombros y le besó la frente cariñosamente.
"¿No deberías estar durmiendo? Yo venía ahora a acostarme." - dijo, sin dejar escapar a su hijo de sus brazos. - "O mejor espera, tengo una idea. Como veo que los dos estamos desvelados, ¿qué tal si vienes a mi tienda, y charlamos un rato antes de echarnos a dormir? Podríamos pasar la noche juntos. ¿Qué te parece?"
Thranduil no pretendía contarle nada de lo ocurrido hacía tan sólo unos momentos. Sin embargo, se sentía tan abrumado, dolido y solo... Después de lo ocurrido, esa noche Thranduil no la quería pasar a solas, tumbado en su lecho mirando el techo de pieles y contando las horas nocturnas. Necesitaba a alguien a su lado, alguien que le ofreciera su compañía. Necesitaba escuchar la voz de alguien que le amase y que él amara. Necesitaba a Legolas. Sólo eso necesitaba esa noche: su recomfortante compañía y su gentil voz. Cualquier cosa que dijera su hijo sería para él un consuelo.
Por su parte, Legolas rebosó de alegría ante tal sugerencia. Le dió un rápido abrazo a su padre. "¡Me parece bien, ada, maravilloso!"
Ante el afecto que le mostró Legolas, una gran sonrisa llena de felicidad apareció en el rostro de Thranduil. Una felicidad que sólo su hijo era capaz de darle. El Rey Elfo no había querido que su hijo lo acompañara en este viaje, pero ahora se alegraba enormemente de que estuviera allí con él. Aquella verdadera, hermosa y alegre sonrisa no pasó desapercibida por Legolas, quien por poco siente lágrimas de alegría en los ojos, pues largo tiempo había deseado ver a su padre sonreír con ganas otra vez.
"¿No te importa dormir conmigo como cuando era un elfito pequeño?" - le bromeó Thranduil, ya entrando en la tienda tomados de la mano, - "¿Qué dirá Elen si se entera?"
"Bah, no tiene porqué enterarse. Nadie se enterará si ni tú ni yo decimos una palabra sobre esto." - respondió Legolas muy seriamente, a lo que Thranduil respondió con una risita. Era evidente que, aunque estaba contento al poder hablar por fin con él, a Legolas la avergonzaba un poco la idea de pasar la noche con su padre, como había hecho de niño, cuando tenía miedo de Balrogs o de cualquier otra cosa que Tavaro le hubiera metido en la cabeza.
"¡Mi Señor Thranduil!"
Padre e hijo se volvieron para ver al heraldo acercándose a ellos como si tuviera prisa. Al instante la alegría de Legolas desapareció. La urgencia en la voz del heraldo le dijo que ésa noche no podría hablar con su padre.
"Mi Señor," - dijo el Elfo heraldo - "Acabamos de recibir un mensaje de Bardo, de la línea de Gírion, por cuya mano cayó el dragón Smaug y quien ha tomado el mando de Esgaroth por el momento. Dicen que las destrozas de Smaug han sido grandes. Sus hogares y cultivos han sido destruidos, y no tienen suficientes provisiones ni abrigo para todos. Piden nuestra ayuda."
Thranduil tomó el trozo de pergamino enrollado que le entrgó el heraldo y lo leyó detenidamente. Su semblante se volvió serio y pensativo.
"Que se despierten todos." - dijo el rey finalmente - "Que envíen aguas abajo todas las provisiones que puedan; el río se encargará de llevarlas hasta Esgaroth. Preparémonos para la partida. No tenemos botes ni almadías suficientes, así que tendremos que ir a pie. " - Thranduil suspiró - "Cambiamos de rumbo: partimos en ayuda de Esgaroth."
Acababa de decirse eso para sí mismo cuando un estruendo de pasos que tropezaban en la oscuridad le apartó de sus pensamientos con un sobresalto. Caminó rápido hacia el ruido, esperando encontrar un elfo que había bebido demasiado vino. Un Elfo apareció repentinamente de entre las sombras. Antes que Legolas lo supiera, el Elfo ya había chocado contra él, con tal fuerza que Legolas cayó de bruces al suelo. La linterna de aceite que llevaba en la mano se rompió con un golpe seco y se apagó la llama.
"¡Mira por donde vas!" - exclamó el joven arquero, clavando una mirada poco amistosa al Elfo encapuchado.
"Perdóname, Legolas. No te había visto." - respondió el Elfo, quien ayudaba al otro a ponerse en pie y miraba que no le hubiera causado ningún daño. Legolas abrió mucho los ojos.
"¿Adar? ¡Perdóneme, mi Señor! No sabía que era usted. No pretendía alzarle la voz..." - exclamó Legolas, sintiendo el calor en la cara y bajando lacabeza como para que su padre no se percatara del rubor de sus mejillas, aunque en aquella oscuridad no podría haberlo visto.
Las suave risa de Thranduil llenó el aire. El Rey Elfo sabía muy bien que Legolas sólo le llamaba 'mi Señor' cuando éste se sentía avergonzado o cuando pedía disculpas, si no lo hacía cuando estaba realmente enfadado con él.
"No importa, ion nîn. Ha sido un accidente."
"Ada... ¿has bebido un poco de vino esta noche?"
Thranduil se sonrojó. "No... bueno sí, he bebido, pero estoy sobrio, Legolas."
"Perdóneme..."
Thranduil sonrió, tomó a Legolas por los hombros y le besó la frente cariñosamente.
"¿No deberías estar durmiendo? Yo venía ahora a acostarme." - dijo, sin dejar escapar a su hijo de sus brazos. - "O mejor espera, tengo una idea. Como veo que los dos estamos desvelados, ¿qué tal si vienes a mi tienda, y charlamos un rato antes de echarnos a dormir? Podríamos pasar la noche juntos. ¿Qué te parece?"
Thranduil no pretendía contarle nada de lo ocurrido hacía tan sólo unos momentos. Sin embargo, se sentía tan abrumado, dolido y solo... Después de lo ocurrido, esa noche Thranduil no la quería pasar a solas, tumbado en su lecho mirando el techo de pieles y contando las horas nocturnas. Necesitaba a alguien a su lado, alguien que le ofreciera su compañía. Necesitaba escuchar la voz de alguien que le amase y que él amara. Necesitaba a Legolas. Sólo eso necesitaba esa noche: su recomfortante compañía y su gentil voz. Cualquier cosa que dijera su hijo sería para él un consuelo.
Por su parte, Legolas rebosó de alegría ante tal sugerencia. Le dió un rápido abrazo a su padre. "¡Me parece bien, ada, maravilloso!"
Ante el afecto que le mostró Legolas, una gran sonrisa llena de felicidad apareció en el rostro de Thranduil. Una felicidad que sólo su hijo era capaz de darle. El Rey Elfo no había querido que su hijo lo acompañara en este viaje, pero ahora se alegraba enormemente de que estuviera allí con él. Aquella verdadera, hermosa y alegre sonrisa no pasó desapercibida por Legolas, quien por poco siente lágrimas de alegría en los ojos, pues largo tiempo había deseado ver a su padre sonreír con ganas otra vez.
"¿No te importa dormir conmigo como cuando era un elfito pequeño?" - le bromeó Thranduil, ya entrando en la tienda tomados de la mano, - "¿Qué dirá Elen si se entera?"
"Bah, no tiene porqué enterarse. Nadie se enterará si ni tú ni yo decimos una palabra sobre esto." - respondió Legolas muy seriamente, a lo que Thranduil respondió con una risita. Era evidente que, aunque estaba contento al poder hablar por fin con él, a Legolas la avergonzaba un poco la idea de pasar la noche con su padre, como había hecho de niño, cuando tenía miedo de Balrogs o de cualquier otra cosa que Tavaro le hubiera metido en la cabeza.
"¡Mi Señor Thranduil!"
Padre e hijo se volvieron para ver al heraldo acercándose a ellos como si tuviera prisa. Al instante la alegría de Legolas desapareció. La urgencia en la voz del heraldo le dijo que ésa noche no podría hablar con su padre.
"Mi Señor," - dijo el Elfo heraldo - "Acabamos de recibir un mensaje de Bardo, de la línea de Gírion, por cuya mano cayó el dragón Smaug y quien ha tomado el mando de Esgaroth por el momento. Dicen que las destrozas de Smaug han sido grandes. Sus hogares y cultivos han sido destruidos, y no tienen suficientes provisiones ni abrigo para todos. Piden nuestra ayuda."
Thranduil tomó el trozo de pergamino enrollado que le entrgó el heraldo y lo leyó detenidamente. Su semblante se volvió serio y pensativo.
"Que se despierten todos." - dijo el rey finalmente - "Que envíen aguas abajo todas las provisiones que puedan; el río se encargará de llevarlas hasta Esgaroth. Preparémonos para la partida. No tenemos botes ni almadías suficientes, así que tendremos que ir a pie. " - Thranduil suspiró - "Cambiamos de rumbo: partimos en ayuda de Esgaroth."
Tras
leer el mensaje de auxilio de los Hombres del Lago, todo pensamiento
sobre joyas y riquezas había desaparecido de la mente de Thranduil.
Sintió compasión y piedad por los Hombres. Thranduil, señor de
gente amable y buena, sabía que más importante era salvar vidas
humanas, antes que el oro atesorado.
Aun
dando las órdenes al heraldo, el Rey Elfo mostraba cansancio en los
hermosos ojos azules, y abatimiento en el bello rostro élfico. Legolas
miró a su padre con preocupación. Thranduil quería partir esa misma
noche para llegar cuanto antes, pero era obvio que el Elfo necesitaba
reposo.
"Hîr nîn." - le dijo Legolas, no pudiendo contenerse por más tiempo - "Es noche avanzada y vos estáis agotado. Creo que podríamos posponer la marcha hasta el amanecer. ¿No querríais dormir siquiera unas horas antes de partir?"
"No, ion nîn. Esgaroth nos necesita. Cada minuto que pasa más inocentes mueren a causa del frío, el hambre, y la sed." - respondió Thranduil cerrando los ojos, el bello rostro atribulado, y abriendo los ojos miró hacia el Este, hacia su destino. El Rey Elfo se disponía a compañar al heraldo cuando Legolas le tomó de la mano y se la estrechó.
"Hîr nîn." - le dijo Legolas, no pudiendo contenerse por más tiempo - "Es noche avanzada y vos estáis agotado. Creo que podríamos posponer la marcha hasta el amanecer. ¿No querríais dormir siquiera unas horas antes de partir?"
"No, ion nîn. Esgaroth nos necesita. Cada minuto que pasa más inocentes mueren a causa del frío, el hambre, y la sed." - respondió Thranduil cerrando los ojos, el bello rostro atribulado, y abriendo los ojos miró hacia el Este, hacia su destino. El Rey Elfo se disponía a compañar al heraldo cuando Legolas le tomó de la mano y se la estrechó.
"Aníron peded anle, Atarinya" - dijo
suavemente. Thranduil, viendo el gran tormento en el rostro de su hijo,
asintió, hizo una señal al heraldo para que se fuera a difundir las
órdenes. Acompañó a Legolas al interior de la tienda y se sentaron a la
luz rutilante de las linternas - "Te ocurre algo, y quisiera saber el
qué." - dijo Legolas. - "Se me parte el corazón al verte así, y no
poder hacer nada por ayudar. Pero si hablas conmigo, tal vez pueda
ayudarte."
Thranduil no respondió, al principio sorprendido por las palabras de Legolas. Bajó la cabeza cerrando los ojos para no ver los profundos azules de Legolas. No le había hablado de sus sentimientos a nadie, ni siquiera a su mejor amigo Elenmenel, ¿pero podría ocultárselo a su propio hijo?
Tímidamente, Legolas se acercó más para posar una mano en el hombro de Thranduil "¿Ada?" - su voz fue un murmullo, y con la otra mano acarició los largos cabellos de su padre, ríos de oro entre sus dedos, y luego la suave mejilla. Thranduil pareció darse por vencido, porque entonces se inclinó más en la mano de Legolas, tratando de sentir su calor y suavidad. Rodeó la cintura de Legolas con uno de sus largos brazos, mas no le miró.
"¿Tú... crees que soy un buen rey?" - Tan pronto como Thranduil pronunció aquellas palabras, se sintió como un niño que le pregunta a su padre si es un buen hijo, o como un simple aprendiz de tiro con arco que le pregunta a su maestro si es un buen arquero.
La pregunta tomo al joven Elfo por sorpresa. ¿Si era un buen rey? ¿A qué había venido eso? "¡Por Varda la Hacedora de Estrellas, por supuesto que lo eres!" - exclamó Legolas, indignado y sorprendido - "¿Qué te hizo pensar lo contrario?"
Thranduil no respondió entonces. El brazo que sujetaba la cintura de Legolas había perdido su fuerza. El joven Elfo vió el ligero temblor en los hombros del otro, y se asustó. Hacía muchísimos años (desde que no era más que un niño) que Legolas no veía a su padre llorando. Si bien las lágrimas no se deslizaban por sus mejillas, permanecían brillantes como diminutos diamantes blancos en sus claras pestañas.
"Si hubieras visto como era nuestro hogar cuando gobernaba mi padre, entenderías lo que siento." - susurró, tan bajo que hasta al fino oído de Legolas le costó escucharlo.
"Entiendo más de lo que crees, adar." - respondió Legolas firmemente - "Entiendo que sientas pesar por la oscuridad que habita nuestro bosque. Entiendo que sientas temor a una nueva guerra, en la que podrías perecer como lo hizo el abuelo Oropher; le temes a Mordor, ahora lo veo, aunque hasta el momento no lo había visto. Entiendo también que cuando murieron tus padres, te quedaste solo en el mundo, con el peso de ser rey. Y entiendo que cuando conociste a naneth, volviste a ser feliz, pero te arrebaté esa felicidad y ahora la echas de menos."
Thranduil abrió los ojos asombrado, y las lágrimas cayeron al fin, ríos de plata sobre la suave piel. "Tú no me la arrebataste." - dijo al fin, con voz entrecortada. - "¡No vuelvas a decir algo así! ¡Jamás!"
Una sombra de dolor y duda cruzó los ojos de Legolas. Una palabras del pasado resonaron en sus oídos. ¿Por qué? ¿Por qué nuestro hijo causó tu muerte? ¿Por qué te apartó de mi lado? ¿Por qué? ¡Le odio! ¡Le odiaré para siempre!
Thranduil le tomó la barbilla gentilmente, obligando que sus ojos se encontraran. "¿Has oído lo que acabo de decir?"
Legolas cerró los ojos y asintió; los labios le temblaban.
"En verdad entiendes más de lo que yo creía." - le sonrió el Rey Elfo tristemente - "Cuando Oropher era rey, teníamos posesión de todo el bosque, de norte a sur, y los árboles crecían verdes y altos. Yo era joven, demasiado joven cuando murió tu abuelo. Nunca imaginé que volvería de la guerra sin él, y con tan sólo 2490 de nuestros diez-mil soldados. Si el campo de batalla frente al Morannon fue una pesadilla, las cosas empeoraron cuando regresé a casa y yo, un joven príncipe que nunca se había preocupado por los menesteres de su Reino, me convertí en rey y me ví obligado a ser más fuerte de lo que me sentía."
Legolas escuchaba en silencio y con el corazón oprimido.
"Bajo mi mandato nuestros territorios se redujeron enormemente. Permití que el Nigromante entrara en nuestro bosque, y que lo maldigera y llenara de cosas oscuras. Ya no es el Gran Bosque Verde, sino el Bosque Negro. Nuestro hogar cayó en la oscuridad, los árboles se pudren, y la gente se pierde en la negrura del bosque y muere de hambre y de sed, si antes no enloquece." - Thranduil suspiró, derramando una lágrima solitaria - "Tu madre fue la única razón por la que me mantuve en vida. Ella era la fuente de mis fuerzas. Cuando Mandos reclamó su alma, fue como si con ella una parte de mí desapareciera."
Legolas le rodeó los hombros con sus brazos. "Muchos años de sufrimiento pesan sobre tí, ada. No dejes que éste tormento de ciegue, porque de no haber sido por tí habríamos caído bajo el domínio de Dol Guldur mucho tiempo atrás. El mal vino de fuera, no de dentro, como tú me estás suponiendo. Pero tú te mantuviste firme y gracias a eso podemos vivir en paz en nuestro Reino del Norte, donde allí todo crece verde y ni arañas gingantes ni orcos se atreven a poner un pie. ¿Cómo no vas a ser un buen rey, después de todo lo que has hecho por tu pueblo, después de todas las noches de vigilancia, aun estando tú sufriendo?"
Thranduil, conmovido y conmocionado, abrazó a Legolas contra su pecho y le besó la frente repetidas veces. Legolas hundió su rostro en el pecho de él, escuchando su respiración y el latir de su corazón. Y Thranduil le miró con orgullo, y se dijo que ningún hijo podía ser más maravilloso que el suyo. Legolas sintió como el pecho de Thranduil se henchía de orgullo mientras le abrazaba.
"Lo que más me
apena es que a veces olvido a tu madre." - dijo Thranduil en susurros.
Legolas levantó la mirada. - "No su rostro, pero sí su aroma, el sonido
de su voz, el sabor de sus labios... Si llego a olvidarla, entonces la
perderé para siempre. Tengo miedo que eso ocurra."Thranduil no respondió, al principio sorprendido por las palabras de Legolas. Bajó la cabeza cerrando los ojos para no ver los profundos azules de Legolas. No le había hablado de sus sentimientos a nadie, ni siquiera a su mejor amigo Elenmenel, ¿pero podría ocultárselo a su propio hijo?
Tímidamente, Legolas se acercó más para posar una mano en el hombro de Thranduil "¿Ada?" - su voz fue un murmullo, y con la otra mano acarició los largos cabellos de su padre, ríos de oro entre sus dedos, y luego la suave mejilla. Thranduil pareció darse por vencido, porque entonces se inclinó más en la mano de Legolas, tratando de sentir su calor y suavidad. Rodeó la cintura de Legolas con uno de sus largos brazos, mas no le miró.
"¿Tú... crees que soy un buen rey?" - Tan pronto como Thranduil pronunció aquellas palabras, se sintió como un niño que le pregunta a su padre si es un buen hijo, o como un simple aprendiz de tiro con arco que le pregunta a su maestro si es un buen arquero.
La pregunta tomo al joven Elfo por sorpresa. ¿Si era un buen rey? ¿A qué había venido eso? "¡Por Varda la Hacedora de Estrellas, por supuesto que lo eres!" - exclamó Legolas, indignado y sorprendido - "¿Qué te hizo pensar lo contrario?"
Thranduil no respondió entonces. El brazo que sujetaba la cintura de Legolas había perdido su fuerza. El joven Elfo vió el ligero temblor en los hombros del otro, y se asustó. Hacía muchísimos años (desde que no era más que un niño) que Legolas no veía a su padre llorando. Si bien las lágrimas no se deslizaban por sus mejillas, permanecían brillantes como diminutos diamantes blancos en sus claras pestañas.
"Si hubieras visto como era nuestro hogar cuando gobernaba mi padre, entenderías lo que siento." - susurró, tan bajo que hasta al fino oído de Legolas le costó escucharlo.
"Entiendo más de lo que crees, adar." - respondió Legolas firmemente - "Entiendo que sientas pesar por la oscuridad que habita nuestro bosque. Entiendo que sientas temor a una nueva guerra, en la que podrías perecer como lo hizo el abuelo Oropher; le temes a Mordor, ahora lo veo, aunque hasta el momento no lo había visto. Entiendo también que cuando murieron tus padres, te quedaste solo en el mundo, con el peso de ser rey. Y entiendo que cuando conociste a naneth, volviste a ser feliz, pero te arrebaté esa felicidad y ahora la echas de menos."
Thranduil abrió los ojos asombrado, y las lágrimas cayeron al fin, ríos de plata sobre la suave piel. "Tú no me la arrebataste." - dijo al fin, con voz entrecortada. - "¡No vuelvas a decir algo así! ¡Jamás!"
Una sombra de dolor y duda cruzó los ojos de Legolas. Una palabras del pasado resonaron en sus oídos. ¿Por qué? ¿Por qué nuestro hijo causó tu muerte? ¿Por qué te apartó de mi lado? ¿Por qué? ¡Le odio! ¡Le odiaré para siempre!
Thranduil le tomó la barbilla gentilmente, obligando que sus ojos se encontraran. "¿Has oído lo que acabo de decir?"
Legolas cerró los ojos y asintió; los labios le temblaban.
"En verdad entiendes más de lo que yo creía." - le sonrió el Rey Elfo tristemente - "Cuando Oropher era rey, teníamos posesión de todo el bosque, de norte a sur, y los árboles crecían verdes y altos. Yo era joven, demasiado joven cuando murió tu abuelo. Nunca imaginé que volvería de la guerra sin él, y con tan sólo 2490 de nuestros diez-mil soldados. Si el campo de batalla frente al Morannon fue una pesadilla, las cosas empeoraron cuando regresé a casa y yo, un joven príncipe que nunca se había preocupado por los menesteres de su Reino, me convertí en rey y me ví obligado a ser más fuerte de lo que me sentía."
Legolas escuchaba en silencio y con el corazón oprimido.
"Bajo mi mandato nuestros territorios se redujeron enormemente. Permití que el Nigromante entrara en nuestro bosque, y que lo maldigera y llenara de cosas oscuras. Ya no es el Gran Bosque Verde, sino el Bosque Negro. Nuestro hogar cayó en la oscuridad, los árboles se pudren, y la gente se pierde en la negrura del bosque y muere de hambre y de sed, si antes no enloquece." - Thranduil suspiró, derramando una lágrima solitaria - "Tu madre fue la única razón por la que me mantuve en vida. Ella era la fuente de mis fuerzas. Cuando Mandos reclamó su alma, fue como si con ella una parte de mí desapareciera."
Legolas le rodeó los hombros con sus brazos. "Muchos años de sufrimiento pesan sobre tí, ada. No dejes que éste tormento de ciegue, porque de no haber sido por tí habríamos caído bajo el domínio de Dol Guldur mucho tiempo atrás. El mal vino de fuera, no de dentro, como tú me estás suponiendo. Pero tú te mantuviste firme y gracias a eso podemos vivir en paz en nuestro Reino del Norte, donde allí todo crece verde y ni arañas gingantes ni orcos se atreven a poner un pie. ¿Cómo no vas a ser un buen rey, después de todo lo que has hecho por tu pueblo, después de todas las noches de vigilancia, aun estando tú sufriendo?"
Thranduil, conmovido y conmocionado, abrazó a Legolas contra su pecho y le besó la frente repetidas veces. Legolas hundió su rostro en el pecho de él, escuchando su respiración y el latir de su corazón. Y Thranduil le miró con orgullo, y se dijo que ningún hijo podía ser más maravilloso que el suyo. Legolas sintió como el pecho de Thranduil se henchía de orgullo mientras le abrazaba.
"En eso temo que no puedo ayudarte..." - respondió Legolas - "Mas si hablar de ella te ayuda a recordarla, puedes contar siempre conmigo. Yo escucharé."
Thranduil se secó las lágrimas de su rostro, y sonrió. "Ya me ayudas, ion nîn, más de lo que crees."
Y finalmente Thranduil postergó la marcha hasta la mañana, y por primera vez en mucho tiempo durmió tranquilo; al lado de su hijo, por supuesto.
The Balrog of Altena: Aiya! siento el retraso, espero que la espera haya valido la pena. Disculpad por favor las faltas de ortografía; es que me he quedado sin corrector y me da pereza utilizar el diccionario ;-þ Estoy muy contenta porque me han nominado en el Anime Awards, y quisiera darle las gracias a quien me inscribió y a los que me han votado. Y además recibí muchos reviews! ¡¡Qué feliz soy!! ¡Muchas gracias!
Bueno, la Batalla de los Cinco Ejércitos tendrá que esperar al próximo capítulo (como siempre, me he alargado demasiado). Por cierto, he tenido problemas en elegir un título para este capítulo. Si a alguien se le ocurre alguno mejor, podrías decírmelo, pretty please
- Rosemary Black: Aiya! Para escribir Kwenya y Sindarin utilizo mis dos diccionarios, y el diccionario de la página web www.councilofelrond.com. Me alegro que te guste mi fic ¡Muchas gracias por tu review!
- VaniaHepskins: ¡Aiya! siento la tardanza espero que no hayas sufrido mucho con este capítulo al igual que con el último ;-D ¡Muchas gracias por tu reveiw!
- txiri: Te hice llorar? ay, que bien!! lo logré!! XD espero que tu teclado no haya sufrido ningún cortocircuito con éste capítulo. Ten cuidado, que los próximos son todos dramáticos! Oh, en cuanto a eso de que Thranduil aun no se ha enterado de que su mayor tesoro es Legolas, pronto lo hará ¡Muchas gracias por tu review wapa!
- Forfirith: ¡Hannon le! Espero que este cap también haya sido de tu agrado. ¡Nos estamos acercando al final! ;; pero bueno, aun me quedan unos cuantos capitulos para reflejar la preciosa relación entre Thranduil y Legolas. ¡Muchas gracias por tu review!
- Brazgirl: Thank you very much! I'm so glad you feel this way while reading my story. That is what I would like everyone to do: to feel the tension of the characters, their happiness and sadness, and to be able to feel like watching the scene. Thank you, the exam was not that difficult though glad to hear you are doing well on college, and I hope all is going well to you.
Well, mellon, till we next read each other!
- Kea Langrey: Aiya! De nada, y yo también te doy las gracias por leerme! Espero que esta cap te haya gustado tanto o más que el último ¡Gracias por tu review!
- Usagi-cha: Aiya! Siento no poder prestarte mi hermano, porque ya no está por Barcelona XD pero si quieres hacer poner celoso a un chico, es tan facil que no necesitas un novio falso; lo único que tienes que hacer es prestarle menos atención que a una piedra en el camino y en cambio ponerte a hablar con los amigos de él y con otro chicos cuando esté cerca. Funciona, créeme ;-) Ah, ¿te dije que tu último cap de El Señor de los Cuchillos estuvo genial? ¡divertidísimo! ¡me alegras el día cuando escribes! ay, siempre digo lo mismo...lo siento XD ¡Gracias por tu review!
- Ieliania Greenleaf: Aiya mellon! Espero que recibieras el mensaje que te envié, dándote permiso para utilizar los nombres. Me alegra que el último cap te hiciera sentir triste y feliz, eso es exactamente lo que pretendo cuando escribo algo. Así que espero que en este cap te hayas puesto triste por Thranduil si es así, entonces me ha salido bien! Muchas gracias, y espero que sigas leyendo.
- Luthien: Aiya! no te preocupes, Legolas no encontrará ninguna elfa, así que está libre para tí! Muchas gracias por tu review, eres de las que me hacen ruborizar cuando los leo XD ¡Namarie an sí!
- Uialwen: Hola wapa! jaja, es darrer review et va quedar molt gracios! XD Demá a veure Troya!!! mus veim a Santa Clara! dew bichu!
- Fedia: Me alegra que te decidieras a leer otra cosa y que eligieras mi fic. Espero que continúes leyendo. ¡Muchas gracias por tu reveiw!
- Ishida Rio: ¡Gracias! ay, me haces ruborizar! Legolas no es especialmente uno de mis personajes más queridos, pero Thranduil es mi Elfo preferido, lo habrás notado Jaja, ahora que has dicho que tengo "un manejo de la historia espectacular" me siento mejor! la verdad es que lo que más me cuesta trabajo es manejar la historia, y por ello muchas veces me quedo en blanco, pero en fin... con reviews como el tuyo no sé de que me quejo :-) ¡Gracias por tu reveiw!
- Kydre: Hola maca! Estic moltíssim contenta que t'agradi aquest fic! Sí, m'agradaría molt ser professora d'anglès, encara que dubto que arribi a ser-ho. ¡Gracies! vaig tenir molt bones festes de Sant Joan. I vaig fer fotos que van quedar molt millor que ses del meu germà de l'any passat XD A veure ni ens veim un altre día per l'msn. Fins un altre!
- Lalwen Tinuviel: Hola Lalwen! he vist que m'has afeixit a la llista de contactes a l'msn messenger, esper que un dia poguem parlar Ay sí, en Thranduil es un tros de pa, oi? En fí, esper que hagis disfrutat d'aquest nou capítul. Fins un altre, veïna!
-Naugrim = El Pueblo Menguado (como los Elfos llaman a los Enanos.)
-Aníron peded anle = Deseo hablar contigo
-Hîr nîn = Mi Señor (Sindarin. Cuando Legolas habla en público con su padre, le llama por éste nombre en lugar de 'adar')
-Atarinya = Padre Rey. (Qwenya. La Alta Lengua sólo es utilizada para la formalidad, y entre reyes élficos. Legolas utiliza esta palabra raras veces para referirse a su padre con mucha formalidad, pero nunca hablan de forma tan formal en privado.)
