¡Hola!
Bueno, creo que les debo una ENORME disculpa por haberme tardado tanto tiempo en poner un capítulo. ¡Llevo meses! Pero entre las vacaciones, las peleas con mis amigas, salidas con amigas nuevas y demás... Creo que me quedé corta de tiempo.
En fin, espero que disfruten este ¡ATRASADÍSIMO! capítulo ¡y que dejen muchos reviews!
Para compensar, estoy viendo si puedo terminar el primero de los capítulos de otro fic. Sería más bien corto, de unos dos o tres capítulos... Pero no puedo prometer publicar nada por ahora.
¡Quiero mandar un beshote grande a mis amigas Francesca y Abigail¡Las quiero, chiquis! Y aprovechar para hacerle propaganda a un fotolog nuevo que se abrieron... ¡Es de chicos lindos¡Para mandar imágenes¡El URL es www (.) fotolog (.) com (barra lateral) (guión bajo) shikoss (guión bajo) y están esperando por sus firmas!
¡Muchas gracias¡Las quiero!
Pily
Cuando volvió a su departamento, ya la cuestión era, definitivamente, otra. Su cabeza se encontraba mucho más relajada, no sentía la presión que significaba estar ahí todos los días la semana, estaba tranquila. No dudaba ni por casualidad que Tomoyo la llamaría cerca de cinco minutos después de haber dejado la empresa. Sin embargo, el teléfono no sonó, cosa que sorprendió a la castaña. Confió sinceramente en que Li le había dicho que ella se había tenido que retirar por la poderosa resaca y que volvería al día siguiente a terminar el negocio. Sacó la preocupación de su mente.
Sin embargo, al recordar a Li, unas muy feas nauseas se hicieron presentes con todo su esplendor. La idea de hacer negocios con ese hombre la incomodaba bastante, sin motivo. Realmente, había visto que el tipo era muy amable¿entonces porqué las nauseas¿Serían el triste producto de una resaca provocada por tanto tequila que tuvo suerte de no terminar hospitalizada... de nuevo? Si, seguro era eso. Había revivido las feas épocas de estar internada tratando de controlar su adicción, con todos esos... bueno, adictos como ella, a distintas cosas... Al alcohol, a la droga, a distintas cosas. Por la noche, oía gritos provenientes de otras habitaciones. Todos pedían por favor por un trago del alcohol, por un poco de marihuana. Ella no. Ella mantenía el control de sí misma de modo tal que la dejaron salir antes de lo previsto. El día de su salida había sido precioso. Todos sus compañeros la habían felicitado y le habían pedido que ella volviera a verlos. Y ella iba cada seis meses a contar su experiencia, a decir cuanto había progresado esa empresa con la ayuda de sus amigos y de ese centro de rehabilitación, como lo recomendaba en los casos más infortunados.
Aunque ciertamente, ella siempre recomendaba (en caso de tener el lamentable deber de hacerlo) que trataran a esa persona hasta el punto en que sintieran que se les va de las manos y que ya no pueden ayudarlo. Ayudar en todo lo posible antes de mandarlo ahí, ya que ese lugar era tétrico, y los gritos a la noche lo volvían un espectáculo horroroso.
Pero no era momento de pensar en eso. Era momento de un buen baño relajante.
Puso en la bañera unas cuantas sales minerales para poder descansar bien. Se deslizó despacio y no pudo evitar una expresión de satisfacción. Ahora estaba realmente cómoda y podía pensar con un poco más de lucidez sobre el negocio con Empresas Li.
Pero no quería pensar más en aquel hombre que despertaba sentimientos extraños en ella. Como si lo conociera de algún lado, pero no estaba tan segura. Le recordaba vagamente a Shao, el pelo castaño. Pero su recuerdo se había opacado con los años, y el transcurso del tiempo, combinado con su 'estadía' en el centro de rehabilitación, y agregando a la suma la cantidad de negocios que ella había dirigido en el transcurso del tiempo, la habían consumido profundamente, y ya no se sentía tan vital ni hermosa como antes. Aunque muchos hombres la veían como la chica más hermosa que habían visto en muchos años, ella sabía que era una belleza melancólica, de una persona que había sufrido un abrupto cambio en su vida, y eso había ido quitando el brillo de sus ojos paulatinamente. A cambio, se había convertido en una fría y calculadora mujer de negocios, muy admirada por otras empresas, con mala suerte para el amor. No porque nadie quisiera tener algo con ella, sino porque eran puros oportunistas. Y el único que había sabido amarla, había tenido que abandonarla por motivos familiares que lo requerían. Frunció el ceño y la nariz, todo al mismo tiempo. No debía pensar en su soledad, debía pensar en lo que sí tenía. Tenía a Tomoyo, su casi hermana, tenía una hermosa compañía que sus padres le habían legado para que la cuidara, protegiera y para que asegurara su bienestar económico. ¡Y vaya que se lo había asegurado, aún más ahora, con las empresas Li! Si el negocio salía bien, la empresa continuaría aún más su expansión hacia Asia, y, si continuaban en ascenso, las ganancias estarían entre varios millones mensuales. En otras palabras, podrían pudrirse en dinero.
Pero ella no lo gastaría en ella, no. Su casa era muy grande, espaciosa, puesto que ella se permitía el lujo pero, ese dinero tendría otro destino, y no era solamente a alimentar la demanda de material que se necesitaba. Pretendía aumentar los salarios de los trabajadores, subsidios médicos y seguros de vida para todos. Ella ahora podía jactarse de tener una buena salud, pero no era en todos los casos, y también había familias muy numerosas en las que los medicamentos podían ser para 6 u 8 personas, aproximadamente.
Por supuesto, lo único que lamentaba de su vida actual era el costado amoroso. Era nula, no tenía a nadie. Debió reconocer que Tomoyo, si bien es una gran parte de su vida afectiva, no lo es en su totalidad y tendría que ponerse a buscar a un hombre que la quiera más allá de una amistad pero que no esté más interesado en los bienes que en su persona. Y, siendo franca, los hombres de su ámbito solían ser viejos y amargos, puros tiburones luchando por uno o dos yenes más, que ni siquiera necesitan. Estaba en un mundo muy regido por la codicia, en el que no entraba el amor, excepto por las trepadoras que, haciendo uso de sus atributos físicos, lograban posiciones con un salario excedente al trabajo que hacían, o que no las cambiaban de puesto pero que recibían una paga extra por hacer prácticamente nada en el trabajo.
Debía admitir que se sentía tremendamente atraída hacia Li, el dueño de la otra compañía. Era increíble el tacto que había tenido con ella y su amabilidad, a pesar de ser dos extraños y de la posibilidad que ella le hiciera algún daño financiero. Ella era una hábil jugadora en los negocios, y él también, según decían. Tal vez era toda una triquiñuela para que ella cayera en un juego en el que él pudiera dominarla y entonces poder controlar acciones en la empresa...
No. No podía ser una mala persona. Ella no debía ser tan desconfiada de todo el mundo, dejarse llevar por la imaginación, por los recuerdos. Ella era una experimentada mujer en ese sentido, y sabía que él no era uno de esos hombres. Él realmente había tenido un gesto para con ella, un gesto amable. Una voz, en lo más recóndito de su alma, se lo decía, tímidamente.
No supo en que momento se despojó de su ropa y entró a la bañera, pero ahora se sentía mucho mejor. Pudo despedirse de las náuseas, pero sabía que debía comer ligero ese día, y tomar las pastillas con sumo cuidado.
Y no volver a beber de esa manera, claro está.
Cuando salió de la bañera, (ya que el agua se encontraba helada), el reloj marcaba las cuatro de la tarde. "Ha pasado mucho rato." Pensó Sakura. Pero estaba tranquila. "Tomoyo debe tener todo bajo control. Creo que dormirme una pequeña siesta no me hará mal. Me despertaré mejor, cenaré, me volveré a acostar con un buen libro... Sí, será lo mejor."
Ahora estaba ataviada con un pijama blanco de algodón con florcitas. Le quedaba muy cómodo. Pero cuando se acostó, sintió que algo le faltaba, una presencia que le diera un poco de alivio. Quien quiera que fuese ese desconocido, con su presencia la noche anterior la había ayudado, aunque, siendo sincera, la ponía un poco nerviosa la presencia de un hombre ajeno a su vida en su casa durante toda una noche. En el estado en el que ella se encontraba podría haber pasado cualquier cosa... Pero nada le faltaba de sus cosas (al menos, no había notado la pérdida de nada), y ella se encontraba perfectamente bien, a excepción claro, del dolor de cabeza y las náuseas, pero eso no eran responsabilidad del hombre precisamente.
Se metió en la cama caliente casi hasta la nariz, con el papel que el desconocido le había dejado en la mano. Había algo familiar en esa nota, algo que le recordaba a... Pero no, no podía ser. Últimamente estaba un poco enamorada de esos recuerdos, y los evocaba cada vez más. Fue la época más feliz, la calma antes de la tempestad...
De repente, quiso olvidar. Quiso no tener que recordar más nada. Ni negocios, ni amores, ni amigos, ni absolutamente nada. La calidez de la cama comenzó a hacer efecto, y ella comenzó a entregarse sin recatos a los brazos de Morfeo.
"- Sólo una pequeña siesta..." – dijo en voz baja.
Y se durmió.
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El despertador sonó. Indicaban las siete. Sakura comenzó a buscarlo. ¿Quién había prendido la luz¿Por qué había tanta maldita claridad? Ella no había dejado ninguna luz prendida, y quería seguir, aunque ya llevaba dos horas y media de sueño. Cuando abrió un ojo, a regañadientes, entendió. ¡Había dormido toda la noche! Aunque debía confesar que se sentía como nueva. El alcohol ya no estaba. Su cuerpo eliminaba toda mella de sus efectos en la sangre de ella, y la hacían sentirse más vital. Sin mencionar que en AÑOS había dormido tanto, la empresa consumía demasiado de su tiempo, más del que ella imaginaba. Se levantó y se preparó la cafetera, mientras se daba una ducha rápida. Había sudado un poco durante la noche.
Ya vestida, peinada y con una taza rebosante de cafeína en su organismo, ella tomó el ascensor y salió rumbo a la empresa con paso triunfal. Se sentía una reina, caminando como si todo estuviera a sus pies. De la misma manera en la que caminaba cuando era más joven, cuando tenía 15 años.
Llegó a la empresa y saludó a todos rebosante de alegría. Estaba lista para ese negocio, costara lo que costara. El pasado en el pasado, se decidió a olvidar todo lo que ya estaba fuera de su vida. No más hermano, no más desconocido que acompañara en las malas noches, estaba resuelta. Ella era Sakura Kinomoto.
Pero cuando llegó a la sala de juntas, el alma se le fue al cielo y volvió, a los pies y volvió a subir. Sentía un extraño hormigueo.
Cuando vio los ojos del castaño sonreírle, recapacitó un poco en sus pensamientos. Ella era Sakura Kinomoto, sí. ¿Y qué? Había alguien más fuerte que ella. Aquel chico de la playa había podido con ella. El desconocido que se había metido en su departamento, aquel hombre que la había hecho vibrar con un simple roce de labios, había podido con ella. Y aquel apuesto empresario soltero, también podía con su genio. No había vuelta que darle, ella era la misma de la noche anterior, pero más resuelta.
"- Buenos días, señorita Kinomoto." – se dirigió formalmente Li a ella.
"- Buenos días, señor Li. Supongo que hoy podremos comenzar a discutir el contrato."
"- Por supuesto, señorita Kinomoto. Si no le molesta¿podría hablar a solas con usted?"
Ella miró a su prima, quien asintió. Ella se mordió el labio inferior un tanto nerviosa. ¿Por qué querría hablar con ella a solas? Y una pregunta que todavía no conseguía responderse a sí misma¿por qué se ponía nerviosa? Tal vez porque él era un hombre tremendamente atractivo, y un hábil empresario, y que las veces que le habían pedido hablar a solas, soltaban alguna insinuación sobre su soltería o sobre algo así. Una vez que se explicó eso, se calmó un poco. Tenía hábiles respuestas para tratar de anteponer el negocio y salir corriendo a atender a alguien en su familia o algún negocio, lo que, lamentablemente, le tomaría una semana y tendría que tomar un vuelo internacional al huso horario más opuesto al que el otro viajara. Solían ser hábiles mentiras, obviamente. Ella jamás posponía un negocio por otro y su familia, bueno, su única familia era ahora Tomoyo.
Pero no era momento de pensar en esas sandeces. Durante los últimos días, se había repetido una y otra vez esa misma frase. "Mi única familia es Tomoyo." Perfecto. Ahora que lo tenía bien en claro, continuaría con su trabajo como todos los días.
Ya llevaba un rato a solas con él, y había mirado la pared, impasible, durante todo el rato. Parecía meditar sobre algo muy importante, pero cuando frunció el ceño y sacudió al cabeza, Xiao Lang supo que era buen momento para interrumpir sus pensamientos. Pero cuando él terminó de formar la oración que dirigiría a ella, y estaba a punto de pronunciarla, ella ya había hablado, dejándolo literalmente con la palabra en la boca.
"- Puede usted decirme¿qué necesita discutir conmigo a solas?" – la voz de ella era fría como el hielo, como solo ella podía. Él sonrió con sorna.
"- Creo que habíamos acordado dejar los formalismos en privado." – dijo él, manteniendo su sonrisa. Pero ella no sonrió, ni gesticuló de ninguna manera. Se limitó a responder, con un tono aún más frío:
"- Me di tiempo de pensar ayer. Preferiría volver a tratarlo de usted, si no le molesta mucho." – ella recalcó la última palabra, para dejar en claro que de todos modos lo haría.
"- Pues sí, me molesta, si me permites la libertad, Sakura. Me gusta tener con mis clientes un trato más cordial."
"- En primera, no soy tu cliente ni tú el mío. Seremos socios en este negocio, estamos al mismo nivel. En segunda, yo no acostumbro a darle ese trato a la gente con la que laboro, a menos que sea cercana a mi de alguna forma especial."
"- Nosotros fuimos cercanos, Sakura. Y podemos volver a serlo." – dijo, luciendo muy convencido. Ella lo miró extrañada. Pero él hizo caso omiso a la explicación que ella le pedía con la mirada. "- Como sea, quería traerte aquí a hablar de trabajo. Creo que me fui por las ramas. Dígame¿cuánto está dispuesta a invertir en este negocio?" – dijo él. Ahora su expresión era seria. "Por fin", pensó Sakura, "ahora vendrá la parte para la que sí estoy preparada, enfrentarme con el hombre de hielo."
"- Estoy realmente dispuesta a invertir el capital que sea, para la mercancía de prueba. Si la primera tanda de artículos es recibida por la gente y las sedes pueden comercializarla bien, estaré más que dispuesta a apostar todo el dinero necesario a este negocio."
"- Perfecto. Me parece perfecto, Kinomoto." – dijo él. Le parecía que eso comenzaba a volverse muy sencillo, y si quería quedarse a tratar con ella, debía inventarse algún otro negocio que proponerle. Pero mientras tanto, tenía tiempo para pensar. Debía poner un número. La cantidad de mercancía que comenzarían a fabricar, para probar suerte.
"- Dime." – dijo ella, con los ojos cerrados.
"- ¿Qué? – contestó él. Estaba ocupado con sus pensamientos, sobre algún otro negocio, que casi de momento olvidó el número.
"- Sé en qué piensas. Dime ya el número de la mercancía. Leí todos los papeles que corresponden al negocio. Firmaré el contrato. No quiero negociarlo, he leído cada uno de los recovecos legales que has puesto, he anotado lo que me parecía incorrecto, puedes mirarlo si gustas. Sinceramente no tengo demasiado tiempo, Li. Necesito que me des el maldito número." – dijo ella. Seguía con los ojos cerrados. Por lo general, miraba a sus rivales constantemente, para marcar el territorio, indicar, recordar, que ella estaba allí, que su empresa dependía de si ella aceptaba o no el contrato. Ella era dura, ella era fría, ella era la empresaria más importante de todo Japón, selecta por las mejores revistas de economía, aquellas que no se iban con chusmeríos baratos sobre la gente que trabaja. Era conocida por sus estratagemas, por sus acciones, y por como había reflotado, casi milagrosamente, una compañía de la quiebra. Había luchado mucho por dejar el pasado en el pasado, y ser lo que era ahora, en lo que se había convertido. La empresaria más reconocida de Japón, por sus logros, por la cantidad de sedes en otros países y continentes.
Y estaba fallando con su estrategia principal, la intimidación. Estaba dejando de pelear un contrato, solo por no tener a ese hombre cerca de ella. Demasiado había peleado como para que un simple empresario la intimidara como un conejillo de indias. Ella era fuerte¿no? Entonces¿por qué ahora se sentía tan intimidada? Ese hombre no había intentado hacer lo que otros, había intentado... ¿seducirla? Bueno, un poco... Pero ella no había caído.
Él seguía sin contestar, cosa que la ponía cada vez más y más nerviosa.
"- Bueno¿me vas a dar un número o no?" – le dijo, visiblemente molesta.
"- Hagamos diez mil, solo para empezar. ¿Qué te parece?" – dijo él, después de meditarlo un segundo.
"- Está bien¿cuánto se necesitaría?"
"- Unos quince mil, por ahora." – dijo él.
"- Está bien. Voy a hacer un cheque y a firmar unos papeles, para que mi parte de los materiales se traslade a tu fábrica."
"- Perfecto." – dijo él, mirándola a los ojos. Ella levantó al mirada y lo vio, pero se despegó enseguida. El contacto visual no la favorecía en ese momento. "- Un gusto hacer negocios contigo, Sakura Kinomoto." – le extendió la mano. Parecía estar listo para cerrar el contrato.
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¡Hola¡¡Jajaja¿Se piensan que soy tan mala, que de enserio lo voy a dejar acá? Hasta a mi me pondría los pelos de punta, jejeje :P
Las dejo con más fic...
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Pero ella no estaba lista para darle la mano a ese hombre. Todo lo que pudo hacer, fue retrasar el momento, con una patética excusa.
"- Aún no está cerrado el contrato. Falta que revise mis notas, que me diga lo que le parezca. Pero me temo que no puede ser hoy. Tengo una reunión con el señor Wimberdon, y un montón de cosas que revisar. Podría ser mañana, durante el almuerzo, si le parece. Encantada de escuchar sus opiniones sobre mis acotaciones, Li."
"- Si no te molesta, me voy a quedar por aquí, en caso de que ambos terminemos rápido. Y podríamos convertir el almuerzo de mañana en algo más personal." – dijo, sonriendo nuevamente. Ella tuvo que admitirlo. Muy a su pesar, tenía una hermosa sonrisa, y parecía gustarle sacarla a relucir.
"- Me temo que no tengo almuerzos personales con mis socios, a menos que sean, claro, familia."
"- ¿Nunca tuvo una relación sentimental con nadie en la compañía, señorita Sakura?" – dijo él en tono formal.
"- Creo que no es asunto de su incumbencia, Li."
"- Entonces debo suponer que si mantuvo una relación sentimental con alguien de la empresa."
"- ¿Si le respondo me dejará en paz?" – dijo ella, extasiada, mirando el techo.
Él observaba su cuello como un ave rapaz.
"- Por supuesto, Sakura. Te dejaré en paz."
"- Mantuve una relación, durante mi adolescencia, con un hijo de empresarios. Nada muy importante. Un verano. Fue pasajero."
"- ¿Y haz podido olvidarlo?"
Si la pregunta hubiese venido de otra persona, posiblemente no hubiese sido tan molesto. ¡Tenía que ser precisamente él, alguien tan parecido a su primer amor, quien le preguntara eso! Sin embargo, puso su tono de voz más gélido y evadió la pregunta certeramente.
"- Dijo usted, que si le contestaba esa pregunta, me dejaría en paz. Ya se la contesté Li. Creo que ya fue todo por hoy."
"- Claro, Sakura. Discúlpame." – dijo con un simple agregado de sarcasmo en su voz. No mucho, suficiente para que ella se molestara.
"- Claro." – respondió, resoplando. Se volvió hacia la salida de aquel cuarto. Él seguía sentado ahí, comenzando a pasar algunas páginas del contrato. "- Nos vemos mañana."
"- O tal vez antes, Sakura." – dijo él, seductoramente. Sakura no pudo evitar un leve estremecimiento, que él no notó.
"- Adiós."
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El día siguió para ambos. Transcurría casi normalmente. Casi, porque de hecho, ella trataba de controlar su nerviosismo ante la posibilidad de encontrarse con él en los pasillos de su empresa, y porque él, más que revisar el contrato, se distraía remembrando el pasado. Trataba de leerlo rápido, para poder encontrársela antes de que el hermoso edificio cerrara. Pero no estaba prestando verdadera atención al texto. Miraba la letra de ella y recordaba las silenciosas conversaciones que solían tener en la carpa del balneario, pasándose ese block de hojas del cual aún conservaba algunas hojas en una caja que no había querido tocar, y que siempre llevaba consigo.
Ella terminó su reunión con los Wimberdon antes de lo que imaginaba. El hombre estaba apresurado por irse, y necesitaba arreglar el desastre que su hijo había ocasionado. Ella le había dicho que no se preocupara, y que contara con que su empresa estaba dispuesta a trabajar con la de él, que contaba con todo su apoyo. El hombre se fue muy agradecido, prometiendo cambiar todos los términos del contrato que ella y sus abogados habían señalado, por supuesto, revisándolo primero, para ver si podía ceder a todos los pedidos. Si bien las acotaciones eran pocas, ese hombre tenía demasiado por perder. Se despidieron estrechando las manos cordialmente, y ella sonrió. Volvía a estar en su salsa.
Pero en la empresa aún había mucho por hacer. Tenía que comenzar a firmar las planillas para delegar a otros la responsabilidad de la entrega de cheques a sus empleados, firmar algunos de los cheques, llamar a dos o tres empresarios conocidos por alguna fecha importante, todo eso antes del almuerzo. Dispondría de una hora para este, en la cual se sentaría con Tomoyo a hablar tonterías y luego vuelta al trabajo, con tres contratos que releer, quien sabe cuantas llamadas más por hacer, revisar su correo (aunque esa parte la entretenía, así podía leer los chistes y las noticias más importantes, todo se lo enviaban los principales diarios), el correo de la empresa, en el que borraría todos los correos basura y asistiría a todas las propuestas que es enviaban desde distintas partes del mundo, que probablemente se habían acumulado, ya que ella no había abierto los últimos días. Luego, junta con Tomoyo, Lars y otros. Y se quedaría toda la noche en su oficina, con la luz muy tenue, jugando con la computadora o haciendo Dios sabe que cosa que se le ocurriese, sólo para no cruzarse con Li en el hall de entrada. Tenía unas suaves pantuflas allí, y un minibar escondido detrás de un sofá, del cual solo tenían noticia ella y Tomoyo. Estaría equipado con un par de sándwiches que traería de la cafetería en una escapada, y dormiría en el sillón. Programaría su celular para que la despertara a las seis. Todo estaba planeado.
Tomoyo no entendía el porqué de la agitación de su prima. Ésta otra iba de acá para allá, arreglándolo todo, para poder terminar ese día con todo lo que tenía que hacer y al mismo tiempo estar preparada para la noche que pasaría en la empresa, aunque no sería la primera vez.
"- ¡Sakura, Sakura¡Déjale algo al azar¡Hey!" – dijo la joven amatista al ver pasar corriendo a su prima corriendo, llevando contratos y otras cosas a su oficina. La chica corría a una velocidad que rebasaba los límites correspondientes para un pasillo. Estaba demasiado apurada por asegurarse la tranquilidad de no encontrarse con ese extraño y seductor hombre, como para pensar en responder algo inteligente o ácido a la otra joven, pero sin embargo, respondió con una elegante excusa que no estaba tan lejos de la verdad.
"- Lo siento Tomoyo¿te golpee? Esta noche me quedo en la oficina, me hicieron un boicot estos días que no estuve¡no me facilitaron nada! Tendré mucho trabajo... Creo que me voy a quedar a dormir aquí."
"- ¿Por qué no te vas a tu casa y lo resuelves desde ahí?" – Sakura titubeó ante lo evidente de lo que Tomoyo le exponía. "- Usa tu notebook."
"- Le entró un virus muy raro. No sé que tiene, pero no prende. Tengo que llevarla arreglar mañana. Pero hoy no tengo tiempo. Me quedo aquí. De paso me ahorro el tiempo que pierdo en el viaje."
"- Sakura, por favor, no digas tonterías. ¡Puedes llevarte mi notebook¡U otra cosa! Entiendo que quieras quedarte en la empresa, pero, por favor, di simplemente 'me quedo porque tengo ganas' y eso va a ser suficiente. Te pregunto porque te veo muy nerviosa. ¿No me dirás que te sucede?"
"- Lo siento Tomoyo, pero estoy siendo puesta bajo cierta... presión. Me pone un poco nerviosa este nuevo... ¿cómo es su apellido?" – dijo la chica, fingiendo cierto desinterés.
"- Sakura¡me extraña de ti! Es cierto, estás bajo mucha presión. Creo que deberías ir a tu casa esta noche." – respondió la amatista, con preocupación en su voz. Tomoyo entendió como una muestra de stress, que Sakura no pudiese recordar el apellido del hombre que le venía nombrando desde hacía más de un mes. No quería que ella se expusiera a nada que pudiese hacer peligrar su salud de ninguna manera.
"- ¡NO!" – gritó la castaña. No podía salir del edificio. A menos que... "- Tomoyo¿en que estado está la escalera de incendios?"
"- Ves, Sakura... estás muy mal... Necesitas descansar más. ¿No prefieres que yo me quede?"
"- Sabes que esta es mi vida, Tomoyo. Me refiero, la empresa es mi responsabilidad. Quisiera que lo siga siendo. Estoy un poco joven para llegar al stress, no te preocupes por mi. Sabes que estoy más nerviosa si las cosas escapan de mi control, que si siguen en él. ¡Por favor!" – dijo ella. Era su último recurso, la lástima.
"- Escúchame. Está bien, por esta noche. Mañana irás a tu casa a las cinco, no a las ocho. Y luego iré a hacerte una cena decente, nada de delivery ni recalentado. ¿Entendiste?"
"- ¡SI! Gracias por preocuparte por mi, T-chan. Pero realmente¡tengo que correr!" – dijo Sakura, mirando su reloj. Había perdido cinco valiosos minutos con las preocupaciones de su prima. Aunque estaba muy agradecida con Tomoyo, ella también había crecido.
"- ¡CUIDATE, SAKU-CHAN!"- gritó la joven afligida, viendo correr a la chica que sentía como su hermana.
"- ¡LO HARÉ!" – gritó en respuesta la oji-verde, antes de girar por el pasillo.
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Ahora menos podría concentrarse en el maldito contrato. ¡Ese hombre era un...! Cuanto más pedía, más ganas tenía Xiao Lang Li de matarlo.
Como Mei se había ido del país, pensaba demandarlo por abandonarlo durante la mitad de la división de bienes, alegando que ellos intentaban dilatar el tiempo para buscar excusas que les permitieran quedarse con el mayor capital. Xiao Lang estaba indignado. Él jamás cometería un acto tan indigno o dejaría que Mei lo cometiese. Ese Soujiro era un problema gordo.
Lo había molestado en su celular privado para notificarle que comenzaría con los trámites en cuanto antes, y que estaba viajando a Japón en poco tiempo.
Eso lo había llenado de furia prácticamente asesina. Esperaba que ese hombre apareciera en la puerta de su casa a decirle algo, y entonces le rompería la nariz, en muchos pedazos, astillándosela bien, para que luego le encontrara una utilidad al dinero que le sacaría a su prima; la cirugía reconstructiva.
"- Oye primo¿quieres que te ayude con el contrato?" – dijo una voz desde la puerta.
"- Por favor Mei. Créeme que estoy de un mal humor tan grande que difícilmente pueda leerlo y prestarle atención¿sabes? Llamó tu marido."
"- ¿Qué quiere ahora? Despreocúpate por lo de la demanda porque me fui, Xiao. Es muy sencillo. Yo tuve que irme porque mi trabajo en la empresa me lo pidió. Te agradezco que hayas congelado mi sueldo como si estuviera de licencia, temo que debes devolvérmelo."
"- Hice eso antes de salir, luego de mi reunión con INTA. Fue muy fácil."
"- Gracias, primo. Ahora, déjame leerte el contrato donde están sus acotaciones."
El contrato no constaba de tantas páginas como parecía. Y las acotaciones de Sakura eran muchas, es cierto, pero algunas eran realmente más cambios de fechas, o señalar errores de manufactura, ortografía, en donde no los había. Mei Ling redondeó algunas acotaciones (las más coherentes) y le pasó a su primo lo que debía "aprenderse" para cuando se la encontrara. Bajaron a tomar un café, y ahí la vieron a Sakura, comprando dos sándwiches de pan francés y dos gaseosas, junto con algunas cosas dulces. Ella pagó con una tarjeta que descontaba créditos (algo que todos tenían en la empresa. Podían pagar en pesos, pero algunos usaban ese crédito, y luego era descontado del cheque). Sus miradas se cruzaron. Ella se quedó inmóvil, él sonrió seductoramente y caminó hacia ella. Sakura vio su temor del día acercarse hacia ella como quien mira a una presa, y supo que venía a hablar con ella del contrato. Supuso que la lo había leído.
"- Sakura... Terminé el contrato."
Ella no necesitaba que se lo dijera; ya lo sabía. Por la mirada que el joven le había dado, estaba segura.
"- Perfecto, Shaoran. Pero ahora estoy con mucho trabajo. Mañana, a la hora del almuerzo."
"- ¿Quieres que se me olvide?" – dijo él, mirándola fijamente. Ella se puso más firme e intentó mantener los ojos fijos en los de él, pero le resultaba complicado. Él continuaba con el lento escrutinio en su cuerpo. La respiración de Sakura había dejado de ser acompasada y tranquila. ¡Estaba con la evidencia en las manos! Todo bajo la atenta mirada de Mei Ling, que, aunque ellos no lo notaran, seguía ahí, parada.
"- No, pero de seguro tienes ¡un montón de cosas para hacer, muchísimos negocios que atender...! Yo, por mí parte, sí los tengo. Si no te molesta, tengo que llevarme... eh, esto. Que tengas un buen día, Li. Mei Ling." – dijo la castaña, tratando de salir de la cafetería. Pero Shaoran la sujetó del brazo.
"- Entonces, mañana, para almorzar. Te espero." – le dijo, susurrante. Ella se liberó, con un fuerte movimiento, del agarre del ambarino, y salió por la puerta. Estaba confundida, mareada, mal. Necesitaba un trago... Pero ¡no¡Nada de alcohol!
"- ¿Qué fue todo eso, Shaoran?"
"- Mei Ling, recuerdas a Ying Fa?"
"- Pues sí... ¿qué hay con ella¿No me vas a decir que ella es...?"
"- Oh, sí." – contestó el hombre con una sonrisa de satisfacción en los labios. "- Es ella."
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La noche se había cernido sobre la Corporación Kinomoto, y muy pocas almas quedaban en el edificio. Ella y los guardias de seguridad. ¿Quién más pensaría que había una mujer en una empresa desierta? Los guardias ya sabían que ella estaría toda la noche trabajando, y se habían mostrado preocupados, pero ella había negado y les había dicho que iba a estar perfectamente. Era una mujer muy capaz.
Ya eran más de las nueve de la noche, la cafetería debía cerrar para esas horas, a menos que hubiese alguien trabajando en la empresa, a causa de la rotura de alguna máquina, pero esperaba sinceramente que no fuera así. Aparte, en ese caso, los guardias le hubiesen avisado. O alguien. A ella no se le podían escapar ese tipo de cosas. ¡Claro que no!
Había adelantado todo y ya estaba por terminar con el último contrato, sólo un par de hojas más y ya. ¡Ah, la dulce vida! Aquella oficina había sido decorada por Tomoyo tan exquisitamente, que la prefería a su apartamento. Las paredes estaban pintadas de blanco, los sofás eran de eco-cuero en el mismo color, y tenía cuadros con tonos rojos y tierra por todos lados. El escritorio era de algarrobo, y la silla reclinable era igual a como se ven en las películas. Había un mini-bar oculto detrás de un sillón que daba a una chimenea artificial y a los grandes ventanales por los cuales se observaba la ciudad de Japón, con una fabulosa vista a la Torre de Tokyo... Aquella torre fue en donde hizo su promesa, el día en que sus padres murieron...
- - Flash Back - -
"- Prometo, por mi corazón, que nunca jamás volveré a dejar que nadie me lastime. No volveré a amar, ni volveré a confiar en nadie. Nunca jamás volverán a hacerme daño, así tenga que volverme la mujer de hielo." – se prometió a sí misma, con lágrimas en los ojos.
- - Fin flash back - -
Se encontró a sí misma con lágrimas en los ojos. Los recuerdos de la muerte de sus padres y el abandono de su hermano agolparon su mente. Un poderoso llanto amenazaba con fluir de sus ojos, pero ella era más fuerte.
"- Lo prometí y lo sostengo, no dejaré que me lastime nadie ni nada, menos un recuerdo..." – se dijo en voz baja, limpiándose la cara.
Terminó de leer el contrato y de acotar todo lo que le parecía incorrecto. No era mucho. Generalmente, nunca lo era, pero no le gustaba meterse en negocios sin haber revisado previamente todos los detalles. Antes de equivocarse, prefería quemarse las pestañas leyendo. Y luego, si pasaba, pasaba.
Un poco más alegre y tratando de superar ese pequeño retroceso, sacó los sándwiches y la gaseosa del mini-bar, y se dispuso a consumirlos en su hermosa silla, con los pies arriba del escritorio perfectamente ordenado, cortesía de Tomoyo. Decidió poner música, y prendió su computadora para poder escuchar algunos temas que había bajado recientemente. Cosas que le hacían recordar a cuando aún era una adolescente. Simples detalles.
Se puso los auriculares, y desde ese momento, no notó nada más. Con los ojos cerrados, no vio la sombra en la puerta, y con la música sonando, no sintió el pequeño chirrido que siempre le avisaba que alguien entraba. Esa persona estaba tan lejos, que ni siquiera podía sentir el aroma de alguna colonia. No sintió como alguien se acercaba a su escritorio, hasta que le tocaron el pie, que estaba descalzo, y como ya saben, lo tenía arriba del escritorio. Enseguida reaccionó, abrió los ojos, se sacó los auriculares y pateó fuertemente para que esa mano no la siguiera rozando. Pero lo que vio la dejó aún más asustada.
"- Xiao Lang..." – dijo en un susurro. "- ¿Qué hace usted aquí¿Y a estas horas?"
"- Tranquilízate, Sakura. No voy a hacerte daño. Pensé que, ya que te quedaste a trabajar, podíamos discutir el contrato y mañana ir a almorzar, sin necesidad de hablar de negocios."
"- Aunque lo hiciéramos, Li... – y te aviso que no sucederá – yo siempre hablo de negocios. Míos, ajenos, que sé yo. Mi vida son los negocios, sé de ellos desde que tengo memoria." – dijo rápidamente. Se paró de su silla, y él observó lo bien que se veía. La blusa y la falda un poco desordenadas, descalza, lo que la hacía lucir más bajita; sus ojos verdes brillando confundidos y su cabello, que siempre llevaba alto, en un apretado rodete, barriéndole los hombros, lanzando destellos dorados a la luz de la lámpara del techo.
"- ¿Por qué no¿No sería más útil que desperdiciar el tiempo?"
"- Un almuerzo personal es desperdiciar el tiempo. Mi vida no necesita salir con nadie, Li. Ya tuve ese tipo de relaciones y no estoy particularmente interesada en mantenerlas ahora."
"- Oh, vamos... ¿Crees que te estoy ofreciendo sexo¡Sólo sería una salida entre amigos¿Me vas a negar que sales a almorzar con tus amigos¡Por favor! Conozco un poco a las mujeres..."
¿Mujeres? Así que hablando en líneas generales...
"- Pues¿sabe que? No me interesa salir con usted, ni como un amigo, porque no lo es. Y todos sus conocimientos sobre mujeres, conmigo valdrán un comino, porque no soy tan parecida a las mujeres que seguro frecuenta. Ahora, si me disculpa, quisiera terminar mi descanso para poder terminar con todo lo demás que tengo que hacer." – soltó ella, rápido, desesperado, tratando de marcar un poco del territorio que ese hombre estaba tratando de hacerle perder. Pero él seguía, ahí parado, intimidándola más. Se armó de coraje y siguió con su discurso. "- ¿Qué está tratando de hacer¿Intimidarme de alguna manera¡Pues sépalo! Estoy demasiado ocupada con todos los negocios internacionales que tiene esta empresa como para preocuparme porque un hombre, esta tratando de hacerme sentir inferior, Dios sabe con qué motivo. Soy una persona demasiado ocupada. Le agradecería profundamente que se retirara."
Pero él la seguía mirando con una ceja levantada. En su rostro había una mezcla de indiferencia, satisfacción e ironía. No parecían haberle afectado las palabras de la chica, ni tampoco la frialdad con la que las empleó. Estaba divertido.
"- ¿Qué¿Aún no lo entiendes?" – susurró él.
"- ¿Podría decirme que es tan divertido?" – gritó ella, nerviosa.
"- ¿No entendiste, verdad¿No me recuerdas, Saku? Soy yo, Shaoran. El chico de la playa." – dijo, cambiando su semblante irónico por uno más serio, pero igual de atemorizante para Sakura. Ésta respiró muy hondo y se sentó.
"- Disculpa, no sé quien te haya enviado a hacer esta mala broma. Se supone que eres Xiao Lang Li, el magnate más conocido de China, y que estás aquí para hacer negocios conmigo¿me equivoco¿Por qué vienes aquí, te paras y dices estas estupideces¿Es que no tienes nada que hacer¡Por favor!" – gritó. Tenía los nervios a flor de piel, y no creía poder soportar mucho más la tensión. "Dios aprieta pero no ahoga, Sakura. No lo olvides." Se repitió.
"- Bueno, Sakura, me temo que no me recuerdas. Quizás esto te refresque la memoria." – dijo el hombre, dando tres zancadas y parándose al lado de ella, quien no podía estar más sorprendida.
Y la besó.
Fue un besó rápido pero dulce. Como si temiese que alguien los encontrara y debiera ser una muestra rápida de afecto para no ser atrapados in-fraganti. Cuando se separaron, ella seguía con los ojos cerrados.
"- Espero que hayas recordado, Saku." – le dijo, y tan rápidamente como había entrado, salió, dejándola sola con sus sentimientos.
"- Oh Dios... ¿Qué acabo de hacer?" – se preguntó la castaña, tocándose los labios con la mano derecha, sorprendida de él, y si misma.
Le había correspondido.
