Holaaa!
Aquí vengo con otro fic, esta vez de la otra pareja que tanto me gusta (a parte de Sirius y Hermione) que es la de Draco y Hermione. Espero que os guste y que la disfruteis.
Disclaimer: Todos los personajes y el mundo que describo sin afán de lucro son de JK ROWLING (todos excepto Sirius, ella lo mata yo lo resucito, mio todo mio, tesoooorooooo ¬¬u)lo único que me pertenece (a parte de Sirius) es la forma de escribir y la forma de desenvolverse de la historia.
Dicho todo esto, espero que disfruteis con la lectura de este fic!
Ya sabeis donde van las opiniones y las quejas, en el botoncito mágico...
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Capítulo 1: La triste mirada fría gris
Se despertó entre sus suaves sábanas de seda. Quizás sería la última vez que sintiera su tacto. Su padre estaba en la carcel, y su madre... menos mal que contaba con el apoyo de su madre. Bajo la fria apariencia de su madre, detrás de esa fachada de cuerpo esbelto, rígido y elegante, guardaba un corazón latente, caliente, que se desvivía por él.
Tal vez tuvieran que vender la maravillosa y rica mansión. Su padre, a pesar de estar en la carcel tenía requisada su gran fortuna, como castigo por que Draco no había cumplido con sus obligaciones. Aprovechando que Lucius estaba en la carcel, Draco se había negado a recibir la marca tenebrosa. Y su madre, aunque sin estar de acuerdo, le había apoyado en todo. Lucius quería que vivieran en la miseria. Que pasaran necesidad y que sufrieran. Y aunque tuviera que mantenerse vivo durante muchos años sufriendo la tortura de Azkaban, así lo haría. Sufriendo esa miseria, solo por estar seguro que su "querida" familia también sufrieran su parte.
Esa era la realidad del joven sentado en su lujosa cama. Un muchacho de 17 años que aunque se hubiera criado entre en cojines de seda, estos, también tenían largas espinas. Por mucho dinero y bienes materiales que hubiera tenido Draco Malfoy, a pesar de esa educación exquisita en la alta sociedad (sin contar los horribles principios que le inculcaron de pequeño), había carecido de amor, de cariño, había sufrido la soledad, la incomprensión, miedo, tristeza, y sobre todo actuar contra si mismo. Estaba medio convencido de lo que le habían inculcado, pero no del todo. Y aunque para el resto del mundo él era el ser perfecto y superior, el por dentro, se desmoronaba poco a poco.
Para Draco Malfoy, Harry Potter, Ronald Wesley, los Wesley en general, y la sangre sucia Hermione Granger, eran las personas más afortunadas de todo Hogwarts. Si él odiaba a Harry Potter, fue por el rechazo del moreno hacia el rubio. Porque fuera de lo que opinara su padre sobre él, Draco veía a Harry como alguien próximo a él. Sin padres, privado del cariño familiar, y habiendo pasado una infancia sumamente desgraciado. A Ronald Wesley lo odiaba simplemente por su familia unida y el amor que se profesaban unos a otros. Personas en la quiebra que eran felices y se lo repasaban por las narices. Y Hermione Granger... no quería pensar en la sangre sucia, porque simplemente era eso, una sangre sucia, altiva, inteligente, orgullosa, y desde 4º habiendo demostrado la belleza que escondía debajo de esos dientes largos, esa maraña de pelos y el uniforme demasiado grande del colegio. Era mejor no pensar en la sangre sucia Granger, ya que bastante la tenía en mente desde que en tercero le había abofeteado. Más añadiendo el baile de navidad de 4º. No. Mejor no pensar en la sangre sucia Granger.
-Granger, Granger, Granger, Granger, Granger... Porque Potter y Wesley, porque tienes que ser hija de muggles... Porque tengo que ser yo un Malfoy...
Hasta cuando todo esto...
Se terminó de levantar y se dirigió a su baño. Observó su reflejo en el espejo, aquel escultural cuerpo casi vampírico de proporciones griegas. Su bello rostro coronado por una melena de color rubio platino hasta los hombros, y su barbilla había dejado de ser lampiña, una sombra de vello rubio la recorría. Se había convertido en un chico impresionante a todas las maneras de ver. Pero sus ojos, sus ojos seguían con ese aire triste y melancólico.
Era uno de septiembre, había que dejar esa mirada, adoptar esa otra fría, con maldad y odio. Se metió en la ducha y se preparó para acudir a la estación para coger el expreso de Hogwarts de magia y hechicería. Otro año más, aunque se sentía como en casa en Hogwarts, mejor que la fría mansión, se había convertido en una tortura.
Envolvió su cuerpo con una suave toalla y se vistió. Los elfos habían preparado su equipaje y lo estaban preparando todo para que el joven partiera a la estación. Narcissa orgullosa besó la frente de su hijo y se despidió de él. El joven Draco se agarró del brazo de un sirviente para aparecerse en la estación. Detrás de él aparecieron los elfos con su equipaje. Una vez en la estación echó una mirada despectiva a su alrededor. Cuando localizó a Crabbe y a Goyle, mando a sus elfos que le subieran el equipaje al tren y se sentó con sus "amigos" en el compartimento. Con un hábil movimiento de varita de su criado le cambió la ropa por el uniforme de Hogwarts. En la orgullosa túnica Slytherin podía verse la insignia de Premio Anual.
El criado y los elfos se retiraron y Draco se dispuso a pasear por los pasillos del expreso flanqueado por sus dos gorilones. No pudo evitar una sonrrisa de medio lado cuando vio lo que causaba ver las miradas del sector femenino del tren, aunque su sonrrisa se apagó cuando vio venir a Pansy Parkinson alias cara de dogo corriendo hacia él.
"A esta mujer solo le falta babear. Haría una excelente pareja con Crabbe o con Goyle, no entiendo como mis padres me querían obligar a casarme con ella." Pensó Draco al ver acercarse a tan pesada muchacha, pero como caballero que era la saludo con aire cansado y le dejó muy claro pero sin pasarse que su compromiso estaba roto, y que no le apetecía mantener una relación con nadie.
Pasó por delante del compartimiento del trío de oro y el estómago se le revolvió al ver tanta felicidad reunida. Dos pobretones weseal (comadreja), el cara cortada, una chiflada (Luna Lovegood), un cobarde perdedor (Neville Longbottom) y una sangre sucia, riendo y pasándolo en grande.
Por una vez en la vida no estaba de humor de abrir la puerta e insultarles, no estaba de humor ni tenía fuerzas. Exhaló un suspiro de resignación cuando la puerta se abrió dejando salir a una Hermione apurada que se dio de bruces con él.
-Ten cuidado Granger, que me contaminas.- Dijo Draco siseando y escupiendo las palabras.
-Mientras no me contagies tú con tu estupidez Malfoy... ahora déjame pasar, que como Premio Anual tengo que ir al vagón de los prefectos.- Le espetó Hermione, con su ya conocido aire de suficiencia. Malfoy infló su pecho delante de los ojos de la Gryffindor haciendo que ella apreciara la insignia en el enorme pecho del rubio.
-Entonces llevamos el mismo camino Granger¿Cómo la ves?-explicó sonriendo de medio lado. Hermione como mujer no pudo de dejar de sentirse atraída por el aroma varonil y el atractivo que desprendía el chico por muy Malfoy que fuera.
-Pues si por desgracia llevamos el mismo camino, Malfoy, o te apartas o te mueves al vagón de los prefectos.- Dicho esto pasó por su lado dejando impregnado a cerezas los sentidos del rubio, que sin mediar palabra a sus dos guardaespaldas se echo a andar detrás de la castaña, mientras sus gordos amigos se volvían a su propio compartimiento olvidando del comportamiento de Draco y pensando en la comida del carrito de la bruja regordeta.
LaDYaRGoS
