Transmisión V

La noche de un día difícil.

-Hace casi veinticuatro horas ya – evocó Rick, mirando el reloj colgado en medio de la sala, mientras Lisa regresaba del tocador - ¿cuánto durará esto?

-Disculpa – se excusó la mujer, sentándose frente a él –. Necesitaba… mojarme la cara.

-¿Te sientes mejor?

-S-sí… no fue nada. Sólo me sentí mareada.

-¿Quieres un vaso con agua?

-No... - dijo Lisa, respirando hondamente -lo quiero es que me digas porque has decidido vengarte así de mí.

-Lisa… - dijo Rick, sintiéndose terriblemente avergonzado – te juro que yo no…

-Basta, Rick – lo contuvo la Capitana – no me mientas más. Pensé que éramos amigos.

-¡Y lo somos!...todo el tiempo no he hecho más que ser sincero, créeme.

-¿Eso incluye que soy una vieja amargada?

-Es un insulto idiota, lo sé – aceptó Rick, buscando en su corazón la verdad, pero la manera correcta de decirla – te comportas como un dictador despiadado cuando las cosas no salen como tú quieres…

-Cuando las cosas no son como deben ser – corrigió ella.

-¿Te das cuenta, a eso me refiero ¿No podrías ser un poco más… comprensiva?

-Órdenes son órdenes – asestó, resuelta – No pretendo faltar a mis obligaciones si de eso depende la vida de seres humanos.

-Nadie dice lo contrario. Pero el ser exigente no necesariamente implica ser rudo.

-¿Por qué estamos hablando de mis defectos, sólo quiero que me digas por qué me has hecho sentir como basura desde ayer.

-Me gusta hablar contigo… de lo que sea, Lisa – declaró Rick, consciente de que su deseo de cumpleaños seguía abrumándolo con su efecto – me gusta estar a tu lado, verte sonreír, conversar sobre cualquier tema y hacerlo comograndes amigos. Tus ojos resplandecen cada vez que estás contenta y eres capaz de contagiarnos a todos con una sola palabra de aliento. Lisa, me gustas porque…

-¡Cállate¿qué intentas hacer? – increpó Lisa, exasperada – ¿volverme loca?

-No… Lisa…

-Anoche me gritaste a la cara que me mantuviera alejada de tu vida romántica… que no metiera las narices si salías con esta chica o con aquella… ¿y ahora me hablas así¿qué esperas que piense?

-Anoche hablé enojado – se justificó Rick, yendo hacia ella – ¿Nunca has dicho tonterías cuando estás enojada, Lisa?

-¡No, si con eso lastimo a alguien más!

-¿Te lastimé? – preguntó, arrodillándose junto a su recién descubierta persona favorita.

-¡Claro que me lastimaste! Porque yo… porque yo… - respondió Lisa, perdiendo la voz.

-¿Tú qué?

-Yo… - balbuceó la mujer, apretando los puños y liberando sus lágrimas.

El reloj en la pared marcó tres graves campanadas, anunciando la diez de la noche en punto. Veinticuatro horas exactamente habían pasado desde que Rick Hunter formuló uno de los deseos más pavorosos del universo: estar condenado a decir la verdad en todo momento. El Comandante observó fugazmente las manecillas del relojpero regresó su mirada a Lisa, quien se escondíadel hombre al que amaba con el alma.

-Perdóname, no quise herirte, Lisa. Pero no te mentí ¡no puedo mentirte!... tú… me gustas… y además… yo te… te… te quie…

El estrepitoso zumbido del teléfono interrumpió al piloto, quien raramente sintió un gigantesco peso desaparecer de su espalda.

-Maldición – farfulló el chico entre dientes, al acercarse a la bocina.

Lisa aprovechó para retomar el ritmo de su respiración y limpiar sus lágrimas. Una punzada en el pecho le adelantó quién era la persona que llamaba a deshoras, lo que le provocó tomar su bolso para salir de allí al segundo de comprobarlo.

-Rick Hunter - dijo el Comandante.

-¡Rick! – exclamó la voz chillona de Minmey – ¿Cómo te encuentras, mejor, creo que se cortó la llamada hace un rato y olvidé decirte que…

-Minmey, estoy ocupado –advirtió Rick, con firmeza –. Y la llamada no se cortó por casualidad, yo colgué.

Para entonces Rick estaba exhausto de luchar contra la verdad que estaba destinada a salir de su boca con o sin su consentimiento. Se rindió ante aquella aparente maldición sin reparar en las consecuencias.

-¡Eres un grosero¿Por qué me hablas así? – inquirió la cantante, con acento infantil – ¿Y con quién estás?

Lisa, quien ya se encontraba de pie y rumbo a la salida, le echó un último vistazo a la espalda de Rick antes de detenerse congelada al escuchar las despreocupadas respuestas del Comandante.

-Estoy con Lisa y la grosería la está padeciendo ella al quedarme a platicar contigo mientras me espera –dijo Rick tragando en seco, un poco afligido porsu rudeza. Pero no podía hacer más, su maldición lo perseguiría el resto de la vida.

-¡Majadero! – espetó, Minmey – ¡No me vuelvas a hablar¡Ya no te quiero y hemos terminado!

-¿Terminado? – refutó Rick, incrédulo – No sabía ni siquiera que salíamos juntos.

Por respuesta, recibió un fuerte golpe en el oído al ser azotada la bocina del otro lado de la línea. Desastre y desconsuelo; su condena de sinceridad absoluta lo había llevado a separarse de su querida Minmey. Ella nunca lo perdonaría y sin embargo... ¿Por qué no se sentía herido de muerte? o quizás… ¿hundiéndose lentamente en la oscura y tristesoledad?

-Que raro¿no le parece, Capitana? – habló Rick, volviéndose a mirar a Lisa – que a veces los sueños se conviertan en pesadillas… y los deseos en maldiciones.

-Rick…

-¿Adónde vas? – le cuestionó,observando su bolso en las manos.

-Imaginé que tal vez querías un poco de privacidad para hablar con tu… novia.

-¿Novia, yo no tengo novia – dijo el hombre más sincero del planeta –, bueno… no hasta esta noche.

Las piernas de Lisa se tornaron en dos vacilantes columnas de papel agitadas por el viento. Todo empezó a darle vueltas y dejó caer su cartera al suelo, sujetándose apenas de un librero cercano.

-Lisa – dijo Rick asustado, corriendo a sostenerla – ¿Qué te pasa?

-Lo siento… es que de pronto… perdí el equilibrio.

-Ven, te llevaré a la recámara.

Rick cargó a Lisa entre sus brazos, estrechándola con infinita ternura para dirigirse a su cuarto. Un segundo timbrazo del teléfono retumbó en todo el apartamento, haciendo resoplar al Líder Skull con pesadez a mitad del camino.

-¿Y ahora qué? – inquirió, con humo saliendo por su cabeza –, vuelvo enseguida, perdóname – dijo, dejando delicadamente a Lisa sobre la cama.

-Está bien – repuso ella, con la cara ardiendo de pena. ¡Estaba en la alcoba de Rick Hunter y él en persona la había llevado hasta el lecho en brazos! No pudo evitar pellizcarse el antebrazo para saber que no estaba soñando.

-Rick Hunter – masculló el hombre, de bastante mal humor.

-¡Jefe! – saludó Max, animosamente - ¿Interrumpo?

-¡Cómo nunca! – aseguró Rick, queriendo golpear a Max a través de la bocina – ¿Qué sucede, Max?

-¿Aún sigue la Capitana Hayes contigo?

-¡Sí!... por eso te repito que eres sumamente inopor… oye, aguarda un minuto – gruñó Rick – ¿Cómo sabes que Lisa está aquí?

-¿Eh?... – carraspeó el piloto – tengo… tengo una muy buena explicación pero no es el momento jefe, tienes visitas.

-No te equivocas, Max. Me debes una muy buena explicación.

-Únicamente llamé para saber algo, Rick.

-¿Qué?

-¿En verdad comiste del pastel de Miriya?

-Ya te había dicho que sí, Max ¿por qué?

-¿A qué hora?

-¿A qué hora? – repitió Rick, agotando su paciencia – ¿Para qué quieres saber?

-Te lo explicaré con detalle, Rick. Lo juro. Dime a qué hora probaste ese pastel.

El Comandante miró el reloj e indudablemente recordaba la hora exacta en que la noche de ayer había escupidocasi todo el contenido de su boca a causa de aquella tarta sabor Zentraedi.

-A las diez de la noche, Teniente… ¿algo más?

-Deseaste ser sincero con los demás, así como te gustaría que lo fueran contigo¿correcto? – se aventuró a preguntar Max.

-¿Cómo… cómo sabes eso?

-Mañana te contaré los pormenores Rick. Pero tenía que decirte que el efecto del pastel duraba solamente veinticuatro horas. Pasadas las diez de la noche todo lo que has hablado no ha sido por la fuerza. Era lo que en verdad sentías y pensabas.

-¿Q-qué… cómo¿Cuál efecto? Max… ¡Max!

El intermitente sonido de la línea cortada fue lo que oyó Rick casi de inmediato.

-¿Efecto? – se preguntó, confundido – ¿Veinticuatro horas, eso quiere decir que lo que hablé con…

Rick abrió los ojos como platos y corrió a la recámara para encontrar a Lisa de pie y absorta, contemplando la luz de la luna que se escurría traviesamente por la ventana.

-¡Lisa! – exclamó, haciéndola pegar un brinco.

-¿Qué?

-¡Pregúntame de qué color son tus ojos!

-¿Qué? –repitió Lisa, arrugando la nariz y levantando una ceja.

-¡Por favor, pregúntame!

-¿Te sientes bien?

-Anda… - tomó sus manos, aproximándose a ella hasta hacerla enrojecer – te lo suplico.

-Bueno… - accedió, todavía mirándolo como a un desquiciado – ¿De qué color son mis ojos?

-¡Azules!

-¡Claro que no! – se quejó ella, enérgicamente – Rick Hunter, no puedo creer que aún no sepas de qué color son mis…

-Por supuesto que lo sé – la interrumpió, inclinando la cabeza para quedar a escasos centímetros de sus labios – son verde esmeralda y brillan cada vez que sonríes… o te enojas demasiado.

-¿Qué haces? – preguntó, nerviosa.

-¿Qué hago de qué? – jugueteó Rick, acercándose más y más.

-No me veas así… no me… gusta.

-¿Ah no? – sonrió con coquetería – ahora eres tú la mentirosa.

-Yo no… digo mentiras – aseveró, ocultando el rostro.

-Yo tampoco – acarició su mejilla, obligándola a mirarle a los ojos – ¿Te das cuenta, Lisa? lo que te dije, después de que el reloj… vaya… - exhaló, escéptico – por la fuerza o no, era cierto.

-Estás asustándome, Rick. ¿Qué tienes?

-Te quiero, Lisa – dijo Rick, como si intentara probar la presencia del encanto del que había sido víctima durante un día entero.

-Rick, eso no es…

-¡Te quiero! – dijo más fuerte – ¡Es verdad, te quiero!

-¡Rick!... ¿por qué me…?

Rick estaba fastidiado de preguntas y decidió robarse los labios de Lisa Hayes apasionadamente, sumergiéndola en una explosión de suaves cosquilleos debajo de su vientre. Lisa, reconociendo que también estaba harta de pensar todo tantas veces, rodeó a su piloto favorito deslizándolelos brazos por el pecho hasta su cuello, para luego sujetarse a él como a una vertiginosa estrella fugaz e inundar su cuerpo de calor y placer infinitos al cobijo de la noche de un día difícil.

Continuará...


Notas:

Alex! hermosa Alex, gracias por leerme y dejarme un breve comentario, con eso me basta para seguir y comprometerme contigo a pensar en un fic más largo. Este ensayo puede haber resultado una soberana broma, pero pensaré en algo en serio... prometo.

Emera-chan

Ja na!