Disclaimer: No son míos.

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"Silencio," siseó ella. "Ni una palabra más¿te quedó claro?"

El joven, a pesar de que le hervía la sangre, se quedó callado.

"Es la última vez que te quiero ver aquí," continuó la bella mujer, bajando un poco más la voz. "Lo único que conseguirás es que pongan tu cabeza en una pica."

"¿Acaso te importa?" sonrió él amargamente.

"No tengo tiempo para esto," murmuró ella exasperada, dando media vuelta para volver a su habitación.

Antes de que pudiera hacer algo más, una mano la sujetó del brazo y la haló hacia atrás, haciendo que su espalda chocase contra el joven.

"No me des la espalda, Pandora," amenazó el joven con un susurro. "No me iré de aquí hasta que consiga lo que quiero."

Sonriendo, la joven cerró los ojos y convocó su oscuro poder, lanzando al joven hacia atrás, logrando así zafarse de él.

"No vuelvas a tocarme, si es que quieres conservar la salud," dijo ella con fingida dulzura mientras volvía a darle la cara. "Perdiste tu oportunidad hace mucho tiempo, y ni siquiera yo puedo ayudarte ahora."

"No mientas," contestó él con voz grave. "Si hay alguien que puede ayudarme, eres tú."

"Ingenuo," rió Pandora. "La voluntad de un Dios es inquebrantable¿no lo entiendes?"

"Al igual que la mía," retó el joven. "Haré que Hades me escuche y, si acaso se niega, acudiré a alguien más."

"¡Hades ya te escuchó! Fuiste tú el causante de todo tu sufrimiento," gruñó la joven, "así que vive con las consecuencias y déjame en paz."

Al principio, todo indicaba que el joven seguiría argumentando por su absurda causa, pero después de unos momentos pareció haberse resignado y, apretando la mandíbula furiosamente, salió del Palacio con paso firme.

"Radamanthys," llamó Pandora cuando el joven desapareció en la oscuridad del abismo. Una figura apareció inmediatamente de entre las sombras y se hincó con sumisión detrás de ella, esperando sus órdenes. "Asegúrate de que esto no se vuelva a repetir."

. : o : .

Una música dulce resonó por todos los rincones del Infierno, rompiendo el corazón de todo aquél que tuviera la valentía de escucharla; tejiendo etéreas telarañas en un intento de traspasar cualquier obstáculo y tentar la misericordia de los seres más poderosos del Universo, desesperada por liberar a su creador y a su musa.

El Palacio de Hades no fue la excepción.

Desde el resguardo de su habitación, Pandora dejó escapar lágrimas que no eran suyas.

"Hades te escucha, querido Orfeo," murmuró la señora del Tártaro. "Es por eso que siguen, tú y tu amada Eurídice, en este lugar."