Cuando abrió los ojos le pareció irónico ver una pequeña mariposa luminosa que se confundía con los rayos solares que se filtraban de la persiana maltrecha.
No se dignó en cuestionar aquello, no tendría sentido.
Ignoraba el dolor que tenía repartido en proporciones desiguales por su cuerpo, al fin y al cabo el cuerpo era solo el medio con el que se contactaba su mundo interior con eso a lo que llamaban realidad. Realidad...
Las risas tenues de algunos niños, allá en la plaza, llegaron correteadas por el aire que corría en la ciudad, caliente, la proximidad del sol era agobiante.
Las persianas producían un chistoso sonido de madera hueca al golpearse contra el contorno de la ventana, meciéndose a la tonada del viento.
Spike no supo si era efecto de haber estado mirando alguna parte de la nada en el techo que todo parecía haberse detenido por unos momentos. De hecho, ya ni siquiera oía el sonido de su propia respiración, si es que aún respiraba.
Quizás todo era un sueño y aquellas voces oídas, el sonido del viento, la luz del sol, la materia sólida en la que estaba apoyado, era parte de otro sueño – o pesadilla – de la que volvía a ser cautivo.
Como si sus neuronas poco a poco se despertaran de un largo sueño, las imágenes tridimensionales comenzaron a formarse en su cabeza, pero las disolvió luego, no quería pensar. Quería un cigarrillo.
Las bisagras rechinaron entre ellas dejando abrir mañosas la puerta que sostenían.
Una figura bajita y rechoncha se recortó en la entrada. El sol volvía su cuerpo oscuro y su contorno le cegaba.
Parpadeo dos o tres veces para poder visualizar con normalidad su entorno.
-veo que has despertado – se acercó a el con paso lento.
Vestía de una forma graciosa, una túnica café, con motivos geométricos en los bordes de colores vivos. Verde, amarillo, rojo. El pelo largo y liso contrastaba con su figura regordeta y pequeña.
Cuando ya la luz infiltrada a través de la madera de las paredes, de las persianas maltrechas y del techo de paja logró iluminar completamente su rostro tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no largar una carcajada
Era una copia exacta de Laughing Bull. En mujer, claro está.
Respirando un poco más rápido de lo normal trató de calmarse, sin embargo la extraña mujer ni se inmutó, solo con los pasos pausados que la caracterizaban fue hacia el otro lado de la habitación.
Traía consigo medicinas, algo parecido a gasas – hechas quizás con piel de animal -, algunas hierbas y un cuchillo.
Cuando los ojos escarlatas de Spike se fijaron en los materiales que había traído la mujer, tuvo que contenerse a preguntar si las hierbas eran para hacer un cigarrillo.
-Va muy bien – sus ojos estaban fijos en la herida que desenvolvía con cuidado. Spike tuvo que dejar de lado el pensamiento del cigarro, estaba casi seguro que las hierbas no eran para que el las fumara. Y suspiró
-¿quién eres? – más salió de su boca como un murmullo cansado que como una pregunta
- yo soy quien quiero ser – y con suavidad paso un agüita transparente sobre algo que parecía, en algún tiempo lejano, una cortadura profunda y dolorosa – ¿tú, quién eres?
Los ojos de Spike se volvieron a posar en el techo.
Nunca supo si fue su propia voz, o si fue el sedante que se abría paso a través de la carne lo que le había echo imaginar cosas. Sin embargo estaba seguro de que un "No lo sé" se escuchó como suyo, y se sintió inútil. Inútil de no saber quien era en este mundo de sueños–pesadillas, de mariposas, de extraños personajes, de muerte y de injusticia.
Faye estaba echada sobre el sofá amarillo. Un cigarrillo en boca y los ojos perdidos en el techo de metal de la Bebop.
Las piernas cruzadas y un pie balanceándose inerte de un lado hacia otro.
De un lado hacia otro.
Jet, como siempre, cortaba sus arbolitos bonsáis. Cuidadoso y paciente. Eran como sus hijos. Y el los amaba. Lo único que había amado y no le habían echo daño, eran sus arbolitos bonsáis.
Y no es que no amara a la Bebop, pero es que a veces le dejaba extenuado físicamente. Y esa ducha le dejaba estresado mentalmente.
Todos los demás de una u otra forma, quizás inconscientemente, le habían hecho daño.
Se preguntó como los bonsáis podían ser una creación tan perfecta. Es decir, adornaban su nave, purificaban el aire que estaba encerrado entre las paredes plomizas por el metal, más de alguna vez le habían dado de comer y, por sobre todo, le escuchaban cuando todos en la nave, envueltos en sus propios mundos desdichados, no veían la realidad que los beneficiaba.
Oh sí, él amaba a sus bonsáis.
Una canción llegó a su cabeza como una melodía pura.
"–Un midi" le había dicho Ed alguna vez, y el sonrió con cariño. Casi escucho su voz nuevamente viniendo de la habitación de gravitación cero, donde se pasaba largas horas con Ein. Quizás el único que de verdad podía entender su rara manera de pensar y sentir.
La pureza, quizá.
No podía recordar la letra, pero tan contagiosa le era, que no se dio ni cuenta cuando un silbido leve pero firme se abría paso entre el aire silencioso y movía con suavidad a los bonsáis, a quienes parecía agradarles la música. Se mecían suavemente, con el bamboleo de la nave, y el bamboleo del aire, y el bamboleo de las notas silbantes de Jet.
Faye no se dio ni cuenta cuando el cigarrillo ya se había consumido. Tampoco se dio cuenta cuando las nebulosas que formaba el ahora extinguido pitillo se habían disuelto, hacía ya minutos u horas quizás, y habían traspasado las murallas de la Bebop, perdiéndose en algún lugar del universo, donde ya nadie sabe donde buscar.
Era todo tan callado. Tan desesperante. Tan desagradablemente tranquilo que le daban ganas de gritar, de traer una orquesta sinfónica de mala clase para que lograra hacer entrar algún ruido a su cabeza, donde lo único que corría de un lado a otro era el humo que se había colado por entre sus poros de tanto fumar.
Jet se lo había advertido, pero ella, terca como ella sola, alegaba que ya tenía más de cien años y que sabía lo que estaba haciendo. Jet, desistiendo de su idea, solo se marchaba con sus bonsáis o prendía la televisión, para ver si aparecía alguna nueva recompensa, la que sea, con tal de salir de ese estúpido estado de ausencia.
Cualquier cosa era mejor que estar en la nave escuchando sus propios pensamientos, o viendo el repercutir de los recuerdos ¿verdad?
El silbido de Jet llegó hasta sus oídos, despertándola. O adormeciéndola.
El sonido le sonaba. Sep, le sonaba demasiado.
Era algo como na na naaa na na na na na naa
Tiró la colilla ya extinta siglos atrás y se dedicó en buscar la canción entre los rincones de su mente que aún se hallaban a salvo de la intoxicación por exceso de nicotina.
Y allí, entre negras células estrelladas, una neurona solitaria y desventurada, alejada de las demás, se hallaba la información.
Sonrió feliz, hacía muchos años que había estado inutilizada y casi reventó de la felicidad al volver a su actividad. Y le cantó esa canción. Era triste, pero no le importó.
"Al partir, un beso y una flor
un te quiero, una caricia y un adiós
es ligero equipaje, para tan largo viaje
donde los seres queridos siempre quedan atrás"
Faye respiró hondo entonces y miró hacia arriba, todo lo que sus ojos le daban. Soltó la respiración lentamente para volver a inhalar y poder desenredar de una vez ese nudo amargo que se le había formado en la garganta.
-Rayos – el nudo le oprimía la garganta y las cuerdas vocales – creo que no podré ir a la carrera de perros hoy.
Hi! aquí está el segundo capi, espero a que les esté gustando y muuchas gracias por los reviews.
cualquier cosa, ahí ta el boton review. y sobre el romance... no sé, depende de mi ánimo creativo. ni yo se en que termina la histoia.
de hecho nunca sé como terminan mis historias o.o, pero weno. adiosin, saluos
pd: la canción es de nino bravo (un beso y una flor ¬¬) pero personalmente, a mi me gusta más la que cantan los mox :)
