Atención: Todos los personajes aparecidos en esta historia son propiedad de Squaresoft. Aunque la historia es mía.

Aviso: Este es un fanfic yaoi para mayores de 18 años (si no te gusta el yaoi, no lo leas).

Notas de la autora: Por fin me he decidido a escribir algo sobre FF8. De todo lo que he leído, lo que más me ha cautivado ha sido el yaoi. He resuelto hacer este primer intento esperando que no sea en vano y os guste. Quiero darle las gracias a Dazi y Lady Phoenix que me han animado a escribir para su página. Este fic quiero dedicarlo a todos los fans del FF8.

Si tienes alguna crítica, idea o valoración, envíala a:

firefly7terra.es

A.D.N.

FanFikerFanFinal

La doctora Kadowaki tenía buenas noticias para la misión. Habían conseguido mutar el ADN traído por Quistis de un unipladio aunque tendría que ser implantado en un unipladio vivo para que volviesen a crecer como antes de la Compresión del Tiempo. También tendrían que sustituir una partida de genes de cada uno de los ejemplares mutados y eso llevaría un tiempo. Llamó a Irvine y a Selphie a primera hora y ambos acudieron enseguida y más alegres que de costumbre.

Después, el director los recomendó para volver a los bosques de Trabia, los entregó más pociones y quince Seeds para que ayudasen en el combate a vida o muerte que ahora se gestaba en tierra, comandado por Quistis.

Al volver, Irvine y Selphie tuvieron una terrible visión: en el bosque de Trabia se había abierto una falla, produciendo un terremoto que había dejado a Seifer colgado entre las dos grietas, pudiendo caer de un momento a otro.

Nadie podía acercarse a él, porque el otro enemigo había cruzado la primera línea de combate y asestaba sin piedad golpes iracundos a Xu, Quistis y Squall, que era el único que permanecía en pie, tratando de mantener vivas a sus compañeras y a él mismo, con pociones y plumas fénix.

Más que los golpes que recibía del enemigo, a Squall le dolía el corazón. Temía tener un ataque en cualquier momento, porque aquel grito había salido de Seifer y él no podía ayudarlo, aunque una esperanza lo mantenía despierto: la posibilidad de que Zell estuviera con él.

Zell había agarrado a tiempo a Seifer cuando caía al abismo que pudo haber sido su muerte. En lugar de agradecérselo, Seifer lo miró con una expresión indefinida hasta ahora, pero sin esa sonrisa de suficiencia que siempre mostraba.

- ¿Te estás riendo de mí? Te dije que no te acercaras a Squall.

Zell había recibido un golpe en el estómago y sabía que no podría aguantar un peso como el de Seifer, así que no respondió.

- ¿Por qué no me sueltas? –increpó Seifer-. Así tendrás a Squall para ti, ahora que sabes que no le eres indiferente.

Zell se sonrojó y los momentos dulces pasados con Squall le dieron fuerzas.

- ¿Has pensado que... si me sueltas, gallina,... será tuyo? Yo ya no estaré ahí para matarte cada vez que lo mires con tus ojos lascivos.

Zell lo miró anonadado. Consideró esa posibilidad. Miró atrás con dificultad. Al fin y al cabo, nadie se enteraría. Squall no sabía que lo había agarrado antes de que se abriese la grieta, por un impulso de camaradería, por tanto... podría soltarlo. Era una tentación suprema. Aflojó la mano, pero se frenó al momento.

- ¿Por qué lo piensas, inútil? Déjame caer. Ah, ya entiendo. Por una vez quieres ser el homenajeado. Si me salvas, recibirás medallas en esta misión. Te aumentarán el sueldo y quizá de puesto. Tendrás todo, todo, menos a Squall. Porque si yo muero, Squall seguirá pensando en mí, aunque haga el amor contigo todas las noches. Gritará siempre mi nombre aunque esté dentro de tu cuerpo. Jamás te querrá. Sólo te tiene lástima, por eso te dio una oportunidad.

Agrias lágrimas resbalaron por la dulce cara de Zell. ¿Cómo podía ser tan cruel Seifer y hasta qué punto ciertas sus palabras? ¿A qué juego psicológico jugaba con él?

- Eres... despreciable –murmuró.

- Si me sueltas, todos se alegrarán porque esté muerto –siguió Seifer-. El Jardín de Balamb al completo, y el de Galbadia, y todos los jardines del mundo. Y toda la gente a la que torturé cuando fui caballero de la bruja. Nadie irá a verter flores sobre mi tumba. Mamá Edea, quizá. Si no finge quererme, como Squall.

Zell aferró con fuerza a Seifer, molesto.

- ¡Eso no es cierto! Squall no finge quererte. Squall parece muy frío y distante pero en el fondo sabe amar... como cualquier otro.

- Eso creí al principio –murmuró Seifer-, pero ahora no estoy convencido. Si puede estar conmigo un momento y después irse contigo, eso no es amar.

Zell rió, alertado porque Seifer estaba diciendo cosas sin sentido pero se sinceraba con él sin saberlo.

- Eres un egoísta, Seifer. Quizá Squall lo esté pasando mal. A lo mejor está confundido y no sabe qué sentir. Por supuesto que te quiere. No sé qué siente por mí, pero me hizo un regalo, me hizo tener los mejores sentimientos posibles y crecí fuerte gracias a él. En lugar de poseerlo, deberías compartirlo. Deberías entenderlo...

- No lo entiendo –indicó Seifer mientras sus pies se aferraban a la pared.

- Amor sin condiciones, Seifer. Sin esperar nada a cambio. Yo siempre me conformaré con estar en segundo plano con tal de verlo feliz.

Por ese motivo no había soltado a su más temible enemigo. Recordó cuán dulce era el rostro de Squall cuando posaba los ojos en Seifer e imaginó cómo se rompería su expresión si lo viera muerto. Volvería a ser el mismo de antes, a pesar del apoyo que pudiera darle Zell. Le había hecho daño verlo con Seifer cuando se enteró de que podría haber sido suyo, pero más le dolería ver a Squall distante, con los ojos sin vida, justo como se había vuelto aquel día que Elleone se marchó del orfanato.

Seifer contempló cómo Zell estaba al borde del desmayo, notando en su mano que se aflojaba su presión. Seguramente no sentía ya el brazo con el que lo agarraba. Había buscado en sus magias para usar Lévita, pero no le quedaba ninguna y no quiso extraer de Zell porque quizá corriese peligro y ambos cayesen al vacío. No quería que Squall se quedara solo. Quizá el gallina lo aliviara, por tanto había aceptado morir. De hecho, lo esperaba hacía tiempo, pero nunca tuvo valor para intentarlo. En el fondo, era él el único cobarde. Había puesto a prueba al pequeño llorón y no esperaba que la pasara con tan buena nota. A pesar de todo... no iba a dejarlo morir. Por su amor a Squall.

Maldito y leal Zell. Sus ojos se cerraban justo en el momento en que algo muy fuerte caía contra el suelo y su mano se liberó. Al mismo tiempo, notó cómo se elevaba entre las aberturas para subir a la superficie y ver a un sonriente Irvine que le había hecho levitar. Alcanzó la superficie contemplando la increíble caída del enemigo con Seeds agotados a su alrededor y a lo lejos vio arrastrarse una figura familiar. Sonrió saliendo a su encuentro.

- ¡Seifer! –era Squall.

Completó todo el camino hasta fundirse con él en un abrazo.

- Gracias a dios que no has caído...

Irvine se había interesado por Zell, pero éste ya despertaba en el momento en que los vio abrazarse, aunque dejó que el cowboy lo levantase soportándolo con su peso para llevarlo junto a los otros. No se dio cuenta de la mirada de admiración que pasó por ambos.

Zell pudo dormir plácidamente en su cama del Jardín esa noche tras aquellos duros acontecimientos. Por suerte, no tenía nada roto a pesar de la patada de Seifer en las costillas y sus golpes recibidos por el mutante. Sin embargo, a lo que a él le pareció la mitad de la noche se despertó alertado por una presencia. El reloj marcaba las ocho.

- Uh... cuánto he dormido...

- Te lo mereces –dijo una voz con timbre dulce a su lado.

Zell se volvió para ver una figura vestida de cuero negro sentada sobre el diván colocado junto a su armario. Se incorporó, alertado.

- ¿Qué haces aquí?

Squall le devolvió una sonrisa cálida.

- Llamé hace un rato a la puerta, pero como no contestaste entré preocupado.

- Estoy... bien –se sonrojó.

- Derrotamos al mutante gracias a la ayuda de Irvine, Selphie y los Seeds. Pero tú hiciste algo que jamás podré devolverte.

Zell giró la cabeza al notar que Squall se sentaba a su lado en su cama.

- Tu lealtad no tiene nombre –empezó el león-. A pesar de lo que odias a Seifer, tú...

Zell no quería encontrarse con sus ojos.

- Squall, márchate. Ya lo he entendido. Viniste a darme las gracias. De nada. Sigo cansado, así que voy a dormir más.

Squall giró la cabeza de su amigo con dulzura.

- No vine sólo a darte las gracias –dijo, inclinándose para rozar los labios de Zell.

Le devolvió el beso pero respondió con un atisbo de dolor en su mirada:

- Tú amas a Seifer. Ve con él. No tienes que hacer esto por lástima.

Squall se levantó aproximándose a la ventana.

- Después de esta misión... he entendido muchas cosas. Es cierto que amo a Seifer, y eso no puedo cambiarlo. Pero también te quiero a ti, Zell.

- Squall... –dijo el luchador sorprendido.

- No es lástima, Zell. Nunca te la he tenido, a pesar de todo. Tú no eres cobarde y lo has demostrado. Querer a alguien sin esperar nada no es de cobardes. Arriesgar la vida por otra persona no es de cobardes. Sostener a tu enemigo a pie de un barranco perdonándole la vida no es de ser un cobarde, Zell.

Squall volvió a sentarse para mirar a su amigo a los ojos con adoración.

- De hecho, eres la persona más fuerte que conozco.

- No es cierto –dijo Zell recordando-. Intenté suicidarme.

Squall sonrió.

- Bueno. También eres la persona más impulsiva que conozco. Escucha. He hablado con Seifer y le he contado lo que siento por ti. Al principio no quería escucharme pero después entendió. Me dijo que quería pedirte perdón. Que no entendía tu forma de amar y te admiraba por ello. Aunque él también te salvó la vida, Zell. Te rescató de la laguna. Sin condiciones. No lo hizo por mí. Lo vi verdaderamente preocupado, Zell. Lo cierto es que sois dos chicos completamente opuestos pero igual de adorables. Por eso no puedo pasar sin ninguno de vosotros. Mi corazón es tan grande como para amaros a ambos.

Cuando Squall alzó la vista, Zell tenía lágrimas en sus ojos.

- Es el discurso más largo que has lanzado nunca, Squall.

- Lo sé...

Y se fundieron en un cálido abrazo.

La operación de ADN había concluido dos meses después. Habían crecido los nuevos enemigos resultantes de la alteración de genes en perfectas condiciones, aunque aún quedaban especies por salvar. Afortunadamente, sólo se detectó esa anomalía en las zonas próximas a Trabia. Laguna les confirmó que el Tear´s Point, tras la lágrima de la luna, no había sufrido alteraciones.

Squall, Seifer, Zell, Irvine y Selphie comían en la cafetería, ajenos a las alegres miradas de los demás. Zell había sido condecorado con medallas de camaradería y auxilio en la última convención de Seeds y Selphie contemplaba un brillante objeto en su dedo con total devoción hasta que Seifer, sentado frente a ella tiró de su mano y se lo quitó.

- ¿Qué es esto, Kinneas? ¿Dónde lo compraste?

- Seifer, ya vale, dame mi anillo –reclamó Selphie implorando de pie por su pertenencia más preciada.

- Me parece que te han timado, tío. ¿Cuánto te costó?

Irvine lanzó una mirada maliciosa.

- ¿Para qué quieres saberlo? ¿Quieres regalarle uno a Squall?

- Tendrían que ser dos –añadió Selphie sonriente mirando cómo Zell devoraba sus perritos calientes.

- ¿Uh? –Zell alzó la mirada ignorante mientras Seifer se sonrojaba y Squall sonreía.

- El sitio donde lo compré está cerca del Hotel de Galbadia. Es el mejor para hacer orgías múltiples –siguió Irvine divertido.

- No es verdad –dijo Zell-. El hotel de Balamb es el mejor para esas cosas...

- ¡Eh, gallina! Si no callas esa bocaza te meteré tus perritos por las orejas –amenazó Seifer aún con el anillo de Selphie en la mano, completamente sonrojado.

- A lo mejor lo prefiere por otro lado... –rió Selphie.

Squall estalló en carcajadas junto con Irvine. Zell pidió que le dejasen comer en paz y Seifer quería estrangular a la niña repipi de los nunchakus.

- Todavía tengo tu anillo.

- Oh, Seifer, era broma. Venga, dámelo ya. Ya lo has tenido un rato... por fa...

Seifer se paseó por la cafetería perseguido por Selphie.

- ... Es mi anillo de compromiso, no seas malo... ¡Seifer!

En el otro lado, dos pares de ojos seguían los acontecimientos.

- Menos mal que todo ha acabado bien –rió Quistis-. Me hubiera pesado por Zell. Es tan puro y sincero...

Xu, a su lado, tenía una mirada de inquietud.

- Me parece que voy a vigilar el Jardín con mayor cautela. Si nuestros mejores Seeds se vuelven homosexuales, ¿quién quedará para mí?

Fin