-EEEiiiiinnnn, niiiiiuuuu, wiiiiiiiiiii

Una mata de pelos rojiza y desordenada se movía incesante bajo las montañas de basura que siglos antes habían sido el pico de la tecnología.

-te atrapé! – unos brazos elásticos se enrollaron en el cuerpo de un animalito café que se escondía entre chatarras metálicas – Ein, Ein

-guaf! –la lengua rosada del Welsh Corgirecorrió la cara morena de la niña.

Einstein y Edward se miraron unos segundos, donde miles y a la vez ninguna palabra cruzo la mente de ambos, y partieron calle arriba –en donde el desierto parecía extenderse como mar – esquivando los vidrios cortados y metales oxidados del terreno.


Faye no tuvo ganas de moverse del sofá esa noche, así que perezosamente echada sobre los cojines aplastados por el tiempo, cerró los ojos y se dedicó a dormir y alejarse de la realidad.

Jet estaba en la cocina. El sol había aparecido por el Oeste de Marte, iluminando tenuemente su ventana y anunciándole el inicio de la actividad marciana, además de reclamarle los favores que la Bebop le había hecho recordar.

Con cierto aire fraternal miró a Faye, que acostada en el sofá no tenía pinta de haber pasado una buena noche. En cierto arranque de nobleza cerró las cortinas del pequeño salón, acomodó lo mejor que pudo el cuerpo de Faye en el sofá y la cubrió con una manta que los más probable es que hubiese pertenecido a Ein, a juzgar por el olor y los pelos incrustados en el material de la mantilla.

Pero Faye-Faye no tenía por que enterarse, verdad?

El fuego de la cocina apareció de súbito calentando la paila en la que prepararía camarones falsos. Una vieja receta de los policías del ISSP. Nada más que huevo, tomate, unos cuantos condimentos –en preferencia orégano- y ya está. Nada más satisfactorio para empezar el día como tantos otros que habían tenido que soportar.

Puso la mesa para dos, intentando evitar el contacto con el resto de los cubiertos y cuando un delicioso aroma comenzó a emanar de la paila, se vio en la obligación de hacer durar todo lo posible la cocción de los 'camarones', incapaz de despertar a Faye. Aún quería vivir, y el despertar a la mujer era como poner la cabeza en boca de esos entes colosales que los historiadores del siglo XX llamaban dinosaurios.

El sol se elevaba por sobre el horizonte, iluminando la bruma que se hallaba dispersa sobre la superficie marciana y dándole un aspecto espeso e impenetrable.

Jet se acercó a la ventanita de la cocina y miró con nostalgia el cielo, el sol, la bruma. Por primera vez se preguntó que tan distinto se ve el sol en la Tierra, o en Júpiter. ¿Diferirán mucho de la estrella rojiza que parece haber explotado y extendido su luminosidad a lo largo del horizonte de Marte?

Se vio insignificante, pues sabía que las partículas y moléculas que se hacían llamar Jet se desintegrarían fácilmente si pensara si quiera en acercarse al sol. A la luz, al calor. Y vio también a los otros insignificantes, pues también se desintegrarían al mínimo contacto con esa bola de fuego gigante.

Pero y si las moléculas insignificantes se unían. Si la molécula Jet, se unía con la molécula Faye, la molécula Spike, la molécula Edward y la partícula Einstain¿podrían quizás fusionarse con el calor, en vez de derretirse y divagar en el espacio como almas en pena, sin encontrar jamás su destino?

El sonido del sofá indicaba a una Faye desperezándose y absorbiendo todo lo que la rodeaba con su bostezo. Entonces Jet dirigió una última mirada a la estrella roja – que había comenzado a alzarse y a disipar la bruma – y se volvió a la cocina, donde unos deliciosos camarones falsos les imploraban ser comidos calientitos.


Spike estaba haciendo nada, sentado en lo que parecía una banquita de mimbre apolillada por todos los lados posibles y de aspecto enclenque.

Frente a él unos niños vestidos nada más que con unas túnicas claras parecidas a las del clon de Laughing Bull, jugaban con una pelota hecha de quien sabe que cosas; pero a juzgar por el aspecto, se veía que los mismos niños la habían fabricado a partir de los cueros de un animal, porque se notaban algunos restos de carne y sangre que colgaban de ella. A los niños parecía no importarles, pues se divertían igual – a no ser de que les cayera en la cara, pues se picaban y se armaba el escándalo.

Desde que la mujer primitiva le había hecho reaccionar de una forma muy peculiar – enterrarlo vivo, al lado de su peor enemigo – había pasado ya una semana.

Y todos los días había estado siguiendo una rutina monótona y poco vigorizante. No hacía nada.

Los aldeanos habían dejado de preocuparse por las actividades del forastero y se contentaban con que éste comiera, aunque fuera a la fuerza.

Spike ya se había percatado que todo lo solucionaban con la fuerza bruta. Y al parecer daba resultado. Si hasta los niños se veían más fuertes que él! Y ni siquiera habían entrado a la adolescencia. Por eso no rezongaba cuando se le acercaba una señora de humilde aspecto a proporcionarle la comida, pues sabía que debajo de todas las dulces caretas de ancianitas se escondía una fuerza brutal y aterradora.

Las horas pasaban lentas, frente a sus ojos. No veía más allá de su nariz. El ojo de su pasado se había oscurecido, y el del presente, condicionado por el del pasado, no lograba enfocar con exactitud lo que se materializaba a su alrededor.

Una que otras veces las mariposas brillantes revoloteaban a su alrededor.

La pelota de cuero se impactó casualmente con la cabeza de Spike, haciéndole doblar el cuello de forma instantánea y dolorosa.Su rostroparecía no haberse inmutado, aunque la posición antinatural en la que se hallaba su cabeza no auguraba un futuro libre de dolores musculares.

Los niños se acercaron cautelosos y cabizbajos a la banquita donde se encontraba el forastero y, con timidez, trataron de hacer reaccionar al muchacho punzándole con un palo el brazo.

Spike, en medio de su letargo, se preguntó si era tradición de los aldeanos el verificar el estado de una persona por medio de una varilla. Y cuando iba a preguntar la duda más interesante que había surgido en su cabeza durante esa semana, le pareció ver, entre la multitud de niños fortachones y cabizbajos, una figura alta, delgada, rojiza y hasta gelatinosa moverse entre los borrones de personas.

No supo si era su imaginación o si el golpe le había atontado más de lo que ya estaba, pero juraba que aquel palo rojo distorsionado era Ed, y que esa cosa escandalosa y peluda era Ein. Sin embargo, no logró averiguarlo, pues las figuras se desdibujaron hasta perderse en la oscuridad.

Había caído inconsciente.


Holaaa! Cortito, cortito :) ya apareció Ed! Que es tieeerna ella:) me encanta. Bueno, mis disculpas a quienes estén leyendo esta historia por mi demora, y ojalá les esté gustando. Nada más que decir, gracias por los mensajes y nos vemos en el otro capi. Saluuudos!

PD: escuchen todas los OST de Cowboy Bebop! son a matar de buenos :D