Capítulo IV

UNA MIRADA TUYA

Esta tarde

Ahora quiero amar algo lejano...
Algún hombre divino
Que sea como un ave por lo dulce,
Que haya habido mujeres infinitas
Y sepa de otras tierras, y florezca
La palabra en sus labios, perfumada:
Suerte de selva virgen bajo el viento...

Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
Blanda y tranquila como espeso musgo,
Tiembla mi boca y mis dedos finos,
Se deshacen mis trenzas poco a poco.

Siento un vago rumor... Toda la tierra
Está cantando dulcemente... Lejos
Los bosques se han cargado de corolas,
Desbordan los arroyos de sus cauces
Y las aguas se filtran en la tierra
Así como mis ojos en los ojos
Que estoy sonañdo embelesada...

Pero
Ya está bajando el sol de los montes,
Las aves se acurrucan en sus nidos,
La tarde ha de morir y él está lejos...
Lejos como este sol que para nunca
Se marcha y me abandona, con las manos
Hundidas en las trenzas, con la boca
Húmeda y temblorosa, con el alma
Sutilizada, ardida en la esperanza
De este amor infinito que me vuelve
Dulce y hermosa...

Alfonsina Storni

- Llegas tarde- replicó Bankotzu señalando el reloj.

-Lo siento, ayer me dormí tarde... leyendo- mintió.

- Tus ojos están llorosos.

¿Qué podía hacer, decirle: "lo siento, es que ayer me dormí tarde pensando en lo horrible que será mí destino y lo desdichada que seré se Sesshomaru me encuentra y me lleva con el" no claro, que no le diría eso.

-Bueno- dijo Bankotzu- tenemos muchos pedidos así que vamos a trabajar.-

El día comenzaba, la movilidad era bastante notoria, había tráfico, pero para suerte de Kagome no lo había en la calle donde estaba la repostería, era un lugar alejado.

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-¡Demonios!... ¡Me quedé dormido!- gritó sacándose la pijama y vistiéndose, su cuerpo era por demás perfecto, su espalda era ancha y musculosa y su abdomen era duro y por que negarlo delicioso sus piernas tan perfectas que se podría decir, fue esculpido a mano. Le gustaba mucho el deporte, de hecho ese día había pensado en levantarse mas temprano para dar una caminata por la Colonia, pero definitivamente ni siquiera había podido despegar los ojos a la hora, pues se había quedado dormido soñando con kikyou... ella entre sus brazos... como la primera vez, pero... sus ojos no eran verdes... ¿Por qué en sus sueños eran verdes?

-Tal vez no soñé con Kikyou... ¡pero que tonterías digo!.. ya es tarde...- termino de colocarse la bata y bajo hasta al estacionamiento, sin desayunar, salió del lugar y lo primero que vio le amenizó el día: era la señora Kaede que tenía acorralado a algún incauto que tenía hambre.

- Lo compadezco- dijo con una risa que fue provocada por el descuido de la señora Kaede, pues al intentar coquetear con Inuyasha, saludarle y guiñarle el ojo, su "presa" había logrado escapar.

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Cruzó la calle presurosa, debía comprar mas harina pues los pedidos no habían llegado y había que entregar los encargos para una boda y otros festejos.

-Kagome... olvidaste el dinero- "que torpe como pude olvidar el dinero", pensó y dio la media vuelta, esta vez, sin demasiado cuidado.

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Giró el volante para pasar la calle previa al consultorio y solo pudo ver una frágil figura delante de él, freno desesperado y escuchando un golpe seco.

Se detuvo y al bajar, lo que vio fue a Kikyou inconciente... no, no, no era ella, era la chica nueva de la repostería de Bankotzu, estaba herida de su pierna, un raspón leve.

Bankotzu corrió hacia la chica e intentó moverla.

-¡No, podría tener alguna lesión en su columna- dijo inuyasha, sin quitarle la vista de encima – Llame a una ambulancia- y Bankotzu corrió al consultorio pues, como casi siempre, su teléfono no tenía línea...

Inuyasha se encontraba junto a Kagome y pudo observar sus hermosas facciones, tuvo la necesidad de tocar su rostro... ese frágil rostro, pero antes de poder hacerlo, ella abrió los ojos... "verdes"... pensaba el, ella intento levantarse peroel la detuvo.

-No se mueva, tranquila, ha sido arrollada, tranquila, la ayuda llegará pronto- le dijo serenamente, aunque por dentro se sentía bastante intranquilo, tanto que si seguía mirando esos ojos verdes el que necesitaría primeros auxilios sería el.

Kagome estaba tan fuera de sí, totalmente aturdida, por un momento no supo ni su nombre, después comenzó a sentir un dolor profundo en sus piernas y en su espalda.

- Aaahh- un gemido doloroso trajo de vuelta a Inuyasha quien para esas alturas seguramente ya había memorizado cada parte de su cara a la perfección.

-La ayuda no tardará- intento reconfortarlo y ella... lo miró.

¿Qué puede tener de fantástico una mirada?... Pues una mirada esconde un mundo... tus sentimientos mas profundos son conocidos en su reflejo, el amor de la gente hacia los demás les da su brillo... en fin una mirada es el retrato a detallados rasgos de una persona.

Él tragó saliva... ¡maldita sea¿Por qué demonios estaba nervioso, su mirada se clavó en la mirada de ella y el mundo desapareció: Las miradas de los curiosos, Tsubaki y Miroku, que acababan de llegar a la zona del accidente e incluso Bankotzu quien repetía que la ambulancia había llegado... sólo sus ojos verdes era lo que el veía... esos hermosos ojos dorados, aunque no sabía muy bien lo que ocurría, estaba muy aturdida.

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- ¿Sr. Taimaru?- dijo el doctor con un semblante serio pero tranquilizador.

-¿Si?

-La señorita Higurashi se encuentra bien, tan solo un raspón en la rodilla y una leve contusión en la cabeza... nada serio- Inuyasha suspiró aliviado- ¿Quiere verla?-

-Claro- dijo- Ehm, tengo que ofrecerle una disculpa- dijo para disimular, pues lo que en verdad quería era volver a perderse en ese mar azul que cada vez lo estaba llamando más fuerte.

-Recuerde que el señor Hanik lo espera- dijo tsubaki total y absolutamente celosa pues nunca había visto que su jefe mostrara tanta atención por alguien... bueno si el la arrollo, pero ya estaba bien ¿Acaso necesitaba verla? Solo de pensarlo le hervía la sangre.

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Tocó la puerta del cuarto del hospital "adelante", esa voz... tan dulce... entró y lo que vio le impacto, una mujer de no mas de 22 increíblemente hermosa... delineó una bella sonrisa con sus finos labios y el observo sus ojos... "verdes".

De verdad creemos que al perder a alguien que amamos el mundo no es justo, por que la damos todo por ellos, por que reímos, oramos, lloramos, gritamos, subimos, bajamos, corremos y realizamos todas nuestras funciones solo por ellos... para ellos.

El amor encierra en su capullo muchos misterios... ¿por qué tiene que doler así? Pues la vida no es justa ¿Pero alguien nos dijo que sería justa? No.

El amor es así ¿Alguien nos dijo que sería de otra manera? No.

Duele demasiado, pero solo así debe ser ¿cómo conocer la felicidad si no sufrimos? Es imposible no se puede amar a plenitud sin haber perdido antes... sencillamente, no se puede...

Fin capítulo IV