Warnings: este capítulo contine escenas que pueden resultar ofensivas o desagradables, aunque ninguna de ellas sea explícita, se comenta maltrato infantil. Si lees esto, hazlo bajo tu responsabilidad. Que conste que me he basado en una escena del animé, cuando Kuno descubre que su padre es el director, y ambos (Kuno y su padre) reconocen que le hacía "malas pasadas". Si Kuno, que nunca reconoce ser tratado mal, y no considera "maltrato" todas las palizas que recibe¿qué considerará malos tratos?
Warnings 2: Si a alguien le cae bien el director del instituto Furinkan, mejor que no lea el capítulo.
Agradecimientos: a todos aquellos que me habéis dejado rewiews, hacéis que merezca la pena seguir escribiendo, aunque no sé si defraudaré con el capítulo. Como siempre, críticas constructivas son bien recibidas, y puedo repetir el capítulo si hay una desaprobación general de su contenido. Por cierto, como sigue siendo una reflexión, el estilo de escritura sigue siendo aleatorio y ligeramente confuso, pero lo es a propósito (que conste).
KODACHI KUNO
Sí, yo soy Kodachi, la Rosa Negra. Una de las mejores exponentes de la lucha gimnástica y una persona con lo que se ha dado en llamar "trastorno obsesivo-compulsivo con alteración de la propia imagen". ¿Que qué es? Muy sencillo: locura. ¿Verdad que era fácil de entender su significado?
Supongo que me volví loca por la culpa de aquél odioso conductor. Y de sus cervezas. O porque mi padre nos abandonó. O porque mi hermano es así. O por la cicatriz que tiene mi hermano en el brazo. O porque mi padre está loco y muchas veces la locura es hereditaria. O porque tengo un desequilibrio emocional desde pequeña. O por todo ello a la vez. Quien sabe.
La realidad es que sé positivamente que estoy loca.
Y que mi madre está muerta.
Y que mi padre es un asqueroso maltratador.
Y que mi hermano ha arruinado su vida tratando de proteger la mía y la de los demás.
Y que el hombre del que me he enamorado me odia y me tiene miedo al mismo tiempo.
Y que las chicas del equipo de gimnasia artística me tienen miedo.
Y que Sazuke, mi único compañero de juegos en la infancia, está aterrorizado de mí.
Pero ya vuelvo a divagar saltando de un tema a otro, y dentro de poco empezaré a actuar como una loca, riendo "jojojojo" y tratando de matar a gente que no odio y de envenenar a Ranma para que venga conmigo.
Así que empezaré por el principio.
Yo vivía en mi casa, con mi madre, mi padre, mi hermano y unos cuantos criados, además de Sazuke, quien jugaba conmigo y se encargaba de que no me perdiera.
Yo entonces estaba sana mentalmente, era una niña feliz y tranquila, si bien algo mimada por mi familia. Supongo que el hecho de que rara vez me peleara con mi hermano es extraño, pero era la realidad. A pesar de sólo llevarnos dos años, él siempre cuidaba de mí y obligaba de vez en cuando a su mejor amiga de la infancia, Nabiki-chan, a jugar conmigo, de manera que Nabiki era como mi hermana, casi. Siempre estaba junto a mi hermano, y ambos parecían llevarse muy bien, peleaban, se perseguían, se ayudaban, se reían y lo hacían todo juntos. A mí me gustaba la niña porque era agradable, no le importaba demasiado que yo fuera menor, en una edad en la que ser 5 meses menor que alguien suponía una distancia insalvable para ser su amigo, y lo más importante de todo: mi hermano confiaba en ella. Y su mi hermano confiaba en ella, y la protegía y ella le protegía a él, entonces, yo también podía depositar mi confianza en ella.
Todavía los recuerdo, jugando en el estanque del jardín, como si no les hiciera falta nadie más. Yo reconozco que tenía celos de ella, porque pensaba que mi hermano la quería más a ella que a mí. Lo que hoy sé y comprendo es que era un tipo diferente de amor: Nabiki era su pilar básico en su vida social: era su mejor amiga. Yo deseaba tener una mejor amiga o un mejor amigo, para formar un equipo tan compacto como ellos dos formaban.
Eran una parejita realmente adorable.
Nabiki empezó a entrenar pronto con las artes marciales, y recuerdo que a veces venía a casa, llorosa, dolorida y triste, y me preguntaba donde se había metido "Tatchi", porque creo que ella y nuestro padres eran los únicos que podían llamarle así, no creo que mi hermano permitiera a nadie llamarle de otra manera que no fuera "Kuno" excepto a ellos dos.
Yo sólo tenía a Sazuke. Sazuke era joven por aquél entonces – unos 16-17 años, y suficientemente responsable para cuidar de una niña de 6 años. Ahora que lo pienso, hoy en día parece mayor de lo que es en realidad. Tal vez debería darle más vacaciones… sí, pobrecillo, siempre está allí para nosotros, todavía recuerdo cuando hace poco se escapó. Yo creí que me volvía loca – y lo hice, me dio un ataque de los fuertes – y mi hermano removió cielo y tierra para traerme de vuelta a Sazuke. Cuando llegó a casa, mi hermano me explicó que Sazuke era una persona y que debía ser tratado como tal ¡Cómo si yo no lo supiera! Creo que le debí de romper alguna costilla, tan fuerte le abracé. Me colgué de él y lloré durante dos horas enteras que no me dejara, que no me abandonara, que no me lanzara porque estaba loca. Creo que Sazuke entendió que él, a pesar de todo, es muy importante para mí, porque me devolvió el abrazo y me acarició la cabeza, mientras susurraba palabras tranquilizantes. Ya sé que a veces habla extraño, con toda esa parafernalia de cortesía y de mayordomo ninja, pero es mi mejor amigo, mi confidente, a pesar de todo, y no quiero que se vaya de mi vida.
Y me cantó una nana, como cuando mi madre se acababa de morir y yo tenía pesadillas y no podía dormir y me levantaba gritando en medio de la noche, y lloraba desconsolada. A veces mi hermano venía a intentar calmarme, pero él sólo tenía 8 años, no podía hacer mucho. Y mi padre nunca vino a consolarme, así que, como los criados iban y venían con asombrosa rapidez (sólo más tarde comprendí por qué duraban tan poco), sólo tenía a Sazuke de referente fijo en mi vida, y él venía a mi habitación, se sentaba en mi cama y me abrazaba, balanceándome hacia delante y hacia atrás, en un suave movimiento, mientras tarareaba alguna nana olvidada, hasta que me dormía. Al día siguiente, él seguía allí dormido, a mi lado, en una rara postura, una pierna cayendo por el lateral de la cama, con la otra estirada, mientras su torso girado hacia mí, para abrazarme. Tenía un olor muy tranquilizador, como a jabón y a aftershave. Mi hermano Tatewaki tiene un olor parecido, tampoco usa colonia, pero mi hermano tiene un lejano olor a rosas… Pero me gusta más el olor de Sazuke. ¿Quién lo hubiera dicho, eh, que una niña tan pequeña se acuerde de esto, diez años después…
Pero mi madre estaba muerta. Y al poco tiempo empezaron lo que yo creí que eran pesadillas. Primero soñaba con conductores borrachos, coches estrellándose, cosas así, pero luego, entre esos sueños, se colaron los de un niño gritando de dolor, en mitad de la noche. Recuerdo que esos eran especialmente terribles, me levantaba con una extraña sensación de que no eran un sueño, esas noches, Sazuke venía a mi habitación antes de que yo le llamara y se acurrucaba conmigo, pidiendo perdón de forma compulsiva, temblando. No entendía por qué pedía perdón, si eran sólo pesadillas. Sazuke no es demasiado fuerte, pero entonces no había empezado con su entrenamiento ninja, y, dado que no es muy alto, alrededor de 1'75, y es muy delgado, no tenía demasiada fuerza natural. Hoy en día sé que pedía perdón por no poder proteger a mi hermano. Si mi padre le hubiera pegado, le hubiera largado de casa y creo que él sentía que no podía dejarnos a los dos solos – a mi hermano mayor y a mí – con nuestro padre. Siempre me intentaba alejar de él, y yo estaba enfadada con él porque al fin y al cabo, era mi padre, y yo muy pequeña para entender nada, y yo le quería, y echaba de menos a mi madre, y quería que me abrazara y me dijera que mamá era feliz, pero Sazuke no me dejaba. Yo tenía entonces una pataleta, le pegaba, y después lloraba, pero Sazuke siempre intentaba evitar el contacto con mi padre. Todos los criados iban y venían, y Sazuke les hacía callar en mi presencia y en la de mi hermano, y, cada vez más a menudo, las pesadillas del niño desgañitándose inútilmente por escapar de algo se hacían más frecuentes. Justo en la etapa en la que mi hermano empezó a vestir siempre con pantalones largos y camisetas de manga ancha, y parecía más torpe, siempre cayéndose.
A los diez años me inscribió en una escuela de una técnica de lucha usando la gimnasia artística. A mí me gustaba, me distraía.
Mi hermano tenía doce años entonces, y Nabiki se lastimó el tobillo. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi hermano parecía cada vez más distanciado de esta casa y más apegado a la de Nabiki. Durante dos semanas se volcó en ella, todavía puedo ver su cara de relajación tras haber pasado un día entero en casa de los Tendo. Era agradable verle así, siempre parecía demasiado tenso para ser un niño. Sazuke me obligó a intentar hacer amigas, según él, un chico diez años mayor no era la mejor opción para crecer, necesitaba más gente de mi edad. Conseguí que me prometiera que todavía me acompañaría a los sitios. ¿Cómo explicarle que la mayoría de los niños pensaban que era retrasada, a pesar de mis notas¿Qué jugaba sola en los recreos en el colegio¿Qué no tenía amigos de mi edad porque los niños de mi edad me daban miedo? Sólo soportaba a Nabiki.
Y dos meses después, mi hermano llegó destrozado a casa, llorando desconsolado, llorando tan fuerte y desgarradoramente. Kuno siempre ha tenido un gran autocontrol de sí mismo, desde pequeño, y verle en ese estado de dolor absoluto me chocó. Al día siguiente fue peor, lloraba y se maldecía y maldecía contra el mundo y contra su estupidez, y proclamó que era un desgraciado, y que no merecía poder relacionarse con la gente, y que la culpa de todo era en parte suya, por no haber enfrentado las cosas antes, pero que todo iba a cambiar, que las cosas iban a cambiar. Y esos días los gritos del niño de mis pesadillas se mezclaron con los de autocompasión. Y era tan doloroso… y yo empecé a dejar involucrarse en mi vida demasiado a la gimnasia artística. Casi una obsesión. Sazuke empezó a tomar clases en el mismo dojo que yo, sólo que de ninja. Me llevaba, dábamos nuestras clases, y nos reuníamos a la salida.
Mi hermano dejó de salir con Nabiki, y él también empezó una espiral cuesta abajo. Cada vez más taciturno, sólo sonreía por cortesía, una sonrisa falsa que aún hoy conserva la mayor parte del tiempo.
Así pasaron dos penosos años, en los que yo intentaba hacer amigas, pero la mayor parte de ellas sólo lo hacían intimidades por mis exabruptos. Yo llamo "exabruptos" a lo que eran pérdidas de mi autocontrol, en los que hacía cosas demasiado estúpidas.
Mi hermano me obligaba a mantener unas elevadas notas, indicándome que el estudio era una de las muchas formas de entrenar la mente. ¿Entrenar la mente para qué?
A los doce años tuve la primera menstruación. Yo estaba aterrorizada, había leído sobre ella, y había leído que dolía – y, de hecho, duele horrores – en ocasiones – en realidad, siempre. Fui a mi hermano, a mi padre pensé que estas cosas… le harían sentir incómodo. A Sazuke no quería decírselo, tenía 22 años y estaba demasiado ocupado tratando de agradar a la nueva cocinera, lo cual, aunque no os lo creáis, me dolió mucho – una de las múltiples razones por la que aprendía a cocinar tan bien.
Mi hermano me miró con ojos estrábicos, tartamudeó un "p-p-pe-pe-per-pero…" y yo le dije que a algunas mujeres le bajaba antes, y que… bueno, necesitaba ayuda, ya que no tenía amigas que la tuviera, ni hermanas mayores, ni madre, y no confiaba en las nuevas criadas. Kuno respiró hondo y me tomó de la mano¿y a dónde creéis que me llevó¡A un hospital¡El idiota de mi hermano me llevó a un hospital!
Recuerdo la cara de la médica de urgencias cuando mi hermano se presentó con toda la parafernalia esa que usa, indicando que yo acababa de tener la primera menstruación, que yo sabía lo que implicaba, lo que me sucedía y todo lo demás, pero, que, en vista de nuestra orfandad, no disponía de nadie que me ayudara a comprenderlo del todo. La médica miró la cara seria de un chico de catorce años, la cara sonrojada de una niña-mujer de doce, y se echó a reír. Pero reconozco que la mujer fue muy agradable, me explicó lo de las compresas, me dio unas pastillas para el dolor, consejos de cómo sobrellevar esos días, y me sugirió llevar un calendario con los días que la sufría, ya que era muy niña todavía, y sería conveniente tener algo en lo que apoyarse en caso de tener problemas. Fue directa, clara, y mi hermano estuvo presente todo el rato, salvo en las partes más… embarazosas, en las que salió de la consulta por motu proprio. Agradecí a la médica la atención que me había dispensado, y me marché rápidamente, claramente avergonzada, pero aliviada.
Al poco tiempo, un par de semanas, mi hermano empezó a perderse clases en el colegio, y me empezó a llevar a un psiquiatra, y él tenía citas en juzgados y cosas así, nunca lo entendí del todo. Hasta que nuestro padre su fugó de casa una tarde, al día siguiente vino la policía a por él. Yo estaba muy asustada y me colgué del brazo de Sazuke todo ese tiempo, ya que el brazo de mi hermano estaba temporalmente inaccesible.
Fue entonces cuando todo se volvió extraño. Psiquiatras, médicos, policías, juzgados, todo se sucedía con rapidez, de forma frenética, y yo estaba mareada, preguntas se repetían, respuestas se repetían.
Hasta que un día me hicieron las 3 preguntas finales. Fue el mismo psiquiatra que empezó todo, en el que mi hermano depositaba mucha confianza, de alguna extraña manera.
– Kodachi, dime. Tu padre¿te abrazaba y te decía que te quería¿Te hacía sentir querida?
Era la única pregunta que no me habían hecho. Había sido obligada a explicar repetidas veces que mi padre siempre fue una persona distante, pero que tenía sus momentos, fui empujada a recordar con total exactitud nuestras conversaciones, algunos encuentros, todo. Tuve que contarles cómo eran los juguetes que me daban, las pesadillas que tenía por la noche, todo. Al parecer, Sazuke había contado algo de eso, y no pude dejarle pasar como mentiroso. Pero nunca me habían formulado la pregunta en esos términos. Reflexioné varios minutos en silencio.
– No. Me sonreía mucho, me hacía regalos eso, pero hace tiempo que no me decía que me quería, desde que mamá murió. – respondí al final. – Además, aunque lo intentara, Sazuke y mi hermano me obligaban a estar constantemente lejos de él, aunque últimamente se habían vuelto un poco obsesos¡apenas si me permitían dirigirle la palabra a mi propio padre!
– ¿Y a tu hermano¿Le trataba con cariño¿Le preguntaba cómo le iban las cosas, qué tal los amigos, y todo eso?
– Nunca. Le obligaba a raparse la cabeza, y ahora que lo pienso, mi hermano siempre guardaba una expresión fría ante él. Nunca le preguntaba por sus amigos, porque no los tenía. Desde Nabiki, hará un par de años, que no le he visto con nadie.
El psiquiatra ponderó esto.
– Kodachi, una última pregunta. ¿Te sientes… diferente a las demás?
Esa pregunta sí me pilló desprevenida, y me encontré, sin saberlo, respondiendo afirmativamente. Y no hizo falta que me preguntara por qué, simplemente, comencé a hablar, lo que pasaba por mi cabeza, no solamente los hechos constatados de manera fría y objetiva.
– Soy diferente. Mi madre murió cuando era pequeña, y mi padre se distanció de mí. Luego están mis pesadillas. Soy perfectamente consciente de que no es normal que una niña tenga pesadillas de ese tipo. También soy perfectamente consciente de que estoy totalmente obsesionada con la gimnasia artística, y que tengo tendencia a obsesionarme con las cosas. Sé que a veces, a pesar de que trato de mantenerme bajo control, lo pierdo y acabo haciendo cosas estúpidas. Y sé que no debería de leer tanto sobre química, porque en alguno de mis arrebatos he llegado a usar dichos conocimientos, y comprendo que es peligroso. Además, soy incapaz de mantener una relación de amistad con nadie, y tiendo a desconfiar de la gente, aunque sepa que nunca me harán daño. Y, por último: llevo meses yendo de psiquiatra en psiquiatra, arrastrada por mi hermano, respondiendo las mismas preguntas con las mismas respuestas, de tal manera que mi vida ha sido totalmente analizada por centenares de personas.
Tanto el doctor como yo permanecimos en un incómodo silencio por lo que parecieron horas.
– Eres una chica inteligente y fuerte, Kodachi. Ya puedes irte con tu hermano y Sazuke.
– Gracias, doctor.
Mi hermano pasó, y estuvo con el doctor cerca de 3 horas, tiempo durante el cual Sazuke me invitó a cenar en una cafetería cercana. La camarera nos miró raro. Hoy sé que es porque Sazuke era un joven de 22 años vestido de ninja con una niña de 12 vestida de gimnasta en un bar donde sólo se reunían psiquiatras y abogados.
A la salida, mi hermano y yo tuvimos una conversación, sin duda, ese día perdí cualquier posibilidad de retornar a la salud mental. Me contó algo así como que "Padre me pegaba, todos los días, y se emborrachaba frecuentemente. No era buen padre, Kodachi. He solicitado ser tu tutor legal de ahora en adelante, y me lo han concedido." Recuerdo que le grité que era un mentiroso, un farsante, un egoísta y que le ODIABA, le DETESTABA.
Supongo que eso es imposible de creer para cualquier niño, pero era sólo un vano intento de negar lo que ya preveía, después de tanta pregunta sobre mi padre y de su desaparición, y de los chequeos médicos. Y supe que me estaba contando una versión edulcorada de la situación. Y entonces lo hizo. Cegado ya por la rabia y por la desesperación se arrancó literalmente la camisa, para que pudiera observar su pecho, espalda y brazos. Todavía tengo pesadillas con ese momento. Tantos años después, y aún tengo pesadillas. En aquél momento, me acerqué, le observé de cerca, extendí una de mis manos para tocar las cicatrices, pero no me lo permitió, apartando mi manita con rudeza. Me explicó que no era una broma, que todo eso era la realidad, y que nuestro padre había huido del país para evitar ser encarcelado. Le miré a los ojos, y descubrí a un adulto encerrado en un cuerpo torturado, con un pasado más que cruel, la soledad en su mirada, la desesperación y el asco que sentía hacia sí mismo. Así que se me ocurrió como ayudarle, y susurré:
– Vamos a ir a una clínica extrajera de cirugía estética. Y vamos a borrarte todas esas… - no pude terminar la frase, un nudo en mi garganta lo impedía – y vamos a seguir adelante¿verdad? Continuaremos y lo haremos olvidando todo esto. Yo estaré aquí, hermano.
Se puso la camisa, afortunadamente, si no, ahora tendría todavía el recuerdo de las marcas en su cuerpo rozando mis yemas, la cual cosa, no creo que pudiera soportar.
Mi hermano pasó por muchas y dolorosas operaciones. Y yo pasé por muchas y dolorosas reflexiones. A la vuelta, mi hermano se erigió en albacea de toda la herencia Kuno, consiguió su propia tutela, consiguió de paso ser nombrado mi tutor y se convirtió en un padre mucho mejor que lo que había sido el nuestro.
Es cariñoso, complaciente, tranquilo y paciente. Además, sé que sabe de mi enfermedad mental, y tuvo que ser chequeado a ver si era capaz de cargar con una carga como la que esto supone. Es por eso que trato tan arduamente de controlarme.
Sazuke se convirtió en un amigo, me enseñó a cocinar y a hacer las tareas de la casa, a petición mía. Un momento, antes dije que había varias razones por las que aprendí todas esas tareas de ama de casa¿no? Pues es momento de nombrarlas, hago mucha introspección y las conozco perfectamente.
1 – Me gusta cocinar, aunque detesto el resto de tareas.
2 – Sazuke me retornó la atención que había depositado en la cocinera aquella de los jgoprejg, que al final se quedó embarazada del jardinero y se fueron ambos de la casa (cortesía del obseso por el honor de mi hermano).
3 – A mi hermano le complacía.
4 – Era mi deber como anfitriona y nueva dama de la casa saber hacer todas esas cosas, porque¿cómo vas a mandar nada si no sabes hacerlo tú antes?
5 – Para darle en las narices a las chicas del gimnasio, que decían que era un marimacho y que no podía ser femenina criándome sólo con hombres.
6 – Calmar mis nervios, tranquilizarme, focalizarme en algo, no dejar que mi mente navegue por sitios peligrosos por donde sé que acabaré perdiendo el control.
7 – ¿Y por qué no? El verano se me hace eterno, ya que no tengo amigas con las que salir y el dojo donde entreno artes marciales está cerrado.
Y aquí mi resumen de las razones, tal vez se me escape alguna, pero creo que las más importantes están.
Mi hermano me explicó con 14 años las consecuencias de mi enfermedad, pero me negué a ir a un especialista, sólo me faltaba volver a los psiquiatras y a repetir y a revivir de nuevo mi infancia. ¡Ni por asomo! No deseo ni creo que sea capaz de soportar todo eso otra vez, sabiendo lo que ahora sé.
Y un año más tarde, cuando por fin empezaba todo a volver a su cauce, y llevaba tres meses sin un ataque, para alivio del pobre y paciente Sazuke, apareció Ranma Saotome.
Era el chico más extraño que he visto nunca. Tenía una bonita cara, un buen cuerpo, grandes habilidades en las artes marciales y… era popular. Mi perfecta oportunidad para salir de mi ostracismo social. Aunque era conocida en los combates de artes marciales eso no implicaba que no fuera una paria social. Ranma es un chico dulce y tranquilo, que sólo quiere que le dejen en paz, y olvidar una infancia desgraciada con un padre que le arrancó de su casa y le obligó a vagar por el mundo. Le cuesta hacer amigos por eso, porque nunca ha tenido. Y tiene un temperamento… Ayyy. Me gusta el hecho de que sea capaz de seguir adelante, a pesar de todo.
Y me odia. Me desprecia, me teme, sabe que estoy loca. Y aunque lo esté, duele de todas formas. Y con él ha venido toda una troupe de gente rara con graves trastornos de personalidad. Al menos el mío está documentado, y mi hermano me somete a un férreo control, pero el de todos ellos… Akane, Ukyo, Shampoo, Mousse, Cologne, otras amazonas ocasionales, Happosai (también conocido cono ese-viejo-pervertido-ladrón-de-ropa-interior), Ryoga… y así, y así y así.
Vamos, todos "normales", pero dentro de las puertas de un psiquiátrico, claro.
Lo sé, debo calmarme. Cuando empiezo a pensar así, mi mente comienza a divagar, y entonces empiezo a tener serios problemas: suelo ir a por el pobre Ranma (que me gusta, pero tampoco es que me guste tanto como para volverme así de loca), le drogo (quien me mandaría a mí ser un hacha en ciencias, eh, quien, es peligroso saber de todas esas sustancias cuando se está tan mal de la cabeza como yo) y le arrastro a casa. Trato de no hacerle nada con la escasa parte de mi mente que todavía es racional, entonces aparece Sazuke e intenta calmarme, pero no se atreve a acercarse mientras tenga el traje de gimnasta. Al final le pego a Sazuke, por fin llega mi hermano, se las arregla para alejarme de Ranma, le echa de allí, aparece la chica de la trenza, actúa un poco como un loco, lo cual sé perfectamente que es interpretación, y finalmente hablamos durante una tediosa y larga noche sobre otro de mis innecesarios exabruptos.
Yo me pongo a llorar, porque tiene razón, luego voy a Sazuke, para que me perdone, el pobre ya me tiene miedo. Dentro de poco empezará a despreciarme, y finalmente, cuando ya no quede nada de la preocupación que sentía por mí, me empezará a odiar, y yo no le culparé por ello, por supuesto. Porque yo creo que poco queda en mí de aquella pobre niña a la que él acunaba cuando tenía pesadillas. La verdad, yo creo que tantas palizas como le doy últimamente deben de ir depositando una capa de inquina tras otra capa de inquina…
Y un día reapareció mi padre. Para terminar de arreglar las cosas.
Intenté acercarme a él, para comprobar mi teoría: es un hombre despreciable. Total y absolutamente despreciable. La mayor parte del tiempo estoy lúcida, sólo me dan ataques una vez al mes o dos, si el resto de prometidas de Ranma aparecen por allí insultando. Así que soy capaz de distinguir bajo esa fachada de loco, un auténtico sádico. Es total y absolutamente un psicópata despreciable y abominable.
Es ahora cuando me doy cuenta del verdadero valor que mi hermano ha tenido en mi vida. Aunque dejó de ir por ahí con Nabiki, a veces comenta cosas de ella, y adivino perfectamente que, aunque no sea capaz de confesárselo, está enamorado de ella. A pesar de sus dos tan cacareadas "diosas". Sé que además le paga a Nabiki las cuentas de reparación del dojo.
¿Qué como lo sé? Por favor, me ofendes. El chico que mantiene informado a mi hermano no pudo resistirse a mis encantos. No, no es lo que estáis pensando: ni le drogué ni hice nada indebido. Simplemente le dije que era una amiga de su hermano menor y le pregunté qué tal le iba por la vida, que tenía curiosidad por él. Y lo escupió todo: que gracias a Ranma se estaba haciendo de oro, que mi hermano iba y le preguntaba que cuanto era la factura y al día siguiente Nabiki Tendo le pagaba religiosamente, aunque no comprendía de dónde salía tanto dinero. Y entonces fue la primera vez que pude reprimir un acceso de locura. Dijo que, ya que en el dojo no daban clases y había tantas bocas que alimentar, y facturas de ese calibre que pagar, que Nabiki debía de estar metida en asuntos muy turbios o indecentes para pagarle.
Sentí la rabia crecer en mi interior y ascender en oleadas por mi garganta. Quería pegarle, insultarle, gritarle que Nabiki era un chica honorable, que había jugado mucho conmigo cuando era pequeña, y que nadie en quien mi hermano pusiera los ojos sería de esa manera, pero me contuve, sólo le di las gracias educadamente y me largué de allí corriendo. Con los ojos inyectados en sangre, pero sin estallar todavía.
Cuando llegué a casa, me puse a pulir el suelo de madera de la sala de entrenamiento (mía y de mi hermano, la compartimos) a un ritmo frenético. Sazuke no dijo nada, se puso a mi lado, paró mis manos, me puso unos guantes para protegérmelas de los productos abrasivos y me permitió seguir frotando mientras él me ayudaba.
Hay veces en las que desearía que Sazuke tuviera más mi edad y no me conociera tan bien como me conoce…
Él sería más feliz, creo que también ha pasado lo suyo en esta casa. Sus padres, antiguos criados de la familia, se retiraron cuando él tenía 15 años (yo tenía 5 y Tatewaki 7). Le dejaron solo en la casa, y los tres primeros años lo debió de pasar mal, echándoles de menos, y todo eso. Luego murió mi madre, quien le trataba como un hijo, lo cual debió de suponer un duro golpe. Y después se convirtió en mi protector nocturno, en el principal mayordomo de la casa, se encargaba de que nadie se enterara de lo que pasaba, aguantaba a mi hermano tiranizándole, intentaba proteger a Kuno de nuestro propio padre, y cuando mi padre se marchó, me siguió protegiendo, enseñando, cuidando, velando por mi hermano y por mí, y desde la cocinera (primer y único flirteo) que no ha vuelto a salir con nadie. Creo que las únicas mujeres con las que habla frecuentemente (al menos, una vez a la semana) son: la de la carnicería, la pescadera y la frutera. Y yo, por supuesto. Y las tres primeras mujeres deben de rozar ya sus cincuenta años, y están casadas, con hijos mayores que él, así que no creo que esas relaciones prosperen más allá del trato vendedora-cliente habitual.
Hace seis meses, sus padres murieron, no quiso explicarme por qué. Sólo sé que esa noche, las tornas se cambiaron y fui yo la que le cantó la nana hasta que se quedó dormido. Sazuke tardó un mes entero en sonreír. Creo que es la primera vez que le veía tan hundido, nunca, a pesar de todo lo que ha sufrido, y de todo lo que ha sufrido con nosotros, había perdido la sonrisa confortadora. En ese mes no tuve ningún ataque, a pesar de que Shampoo me intentó atacar un par de veces y la chica del mazo, la hermana de Nabiki, Akane, me intentó golpear. ¡Como si yo no supiera que a quien ama Ranma es a ella!
La vida es un asco.
Sí, tal y como suena. La vida no es dura, no es cruel. La vida es un asco. Mi hermano está enamorado de una chica que no se permite pensar en el amor. Además, tiene un pasado lo suficientemente cruel como para desear la muerte. Sazuke está encadenado a sufrir una familia inconexa y a sufrir su dolor y el nuestro. Ranma tiene a su padre y el problema de sus prometidas y los que están enamorados de sus prometidas, además de otra infancia desgraciada. Akane, Nabiki y Kasumi perdieron a su madre cuando eran pequeñas, y ello destrozo casi su familia. Mousse es constantemente machacado por su único amor. Ryoga ni siquiera es capaz de ver al suyo (la única que no sabe que está enamorada de Akane y que es P-chan es la propia interesada). Mi padre es un bastardo. Bueno, el hombre que ayudó a que yo naciera, porque a efectos prácticos, no es mi padre.
Por mi parte, he decidido hacer un gran avance en mi vida, ahora que tengo 16 años.
Voy a ir al psiquiatra. ¿En qué me ayudará? No sé. Iré a aquél que me formuló las tres preguntas definitivas. Le explicaré mi problema, mi situación, mi complicada mente, como trato de controlar los ataques, y le pediré ayuda para recuperar a la niña que una vez fui. Sazuke estará contento de ver que él ya nunca más pagará mis exabruptos, mi hermano estará más que feliz, podré olvidarme de mi obsesión enfermiza con Ranma y seguir con mi vida.
¿Qué por qué olvidarme de Ranma? Sé que le quiero, pero dudo mucho que lo nuestro funcione jamás. Primero, porque está enamorado de otra, y segundo, porque no creo que yo quiera. Ranma es el chico ideal para muchas, pero últimamente vengo notando que mi interés por él ha decrecido considerablemente, tal vez, desde que vi la cara que se le quedaba a Nabiki, comprendí que Ranma nunca me haría sentir tan profundo por él. Ya encontraré a alguien. Aunque eso no quita que Ranma no siga estando bueno.
Nabiki tenía esa expresión… Fue una tarde que vino mi hermano con prisas, y comenzó a imprimir en grande un póster con la foto de un chico en ropa interior. Era una foto divertida, y mi hermano sabe que he visto cosas más fuertes por las calles de Nerima, así que tampoco se escandalizó cuando me pilló riéndome con la foto en la mano, sino que me pidió ayuda para completar "una cosa". Esa noche le ayudamos a colgarlas por todo el instituto Furinkan.
Al día siguiente, mi hermano me dispensó en mi propio instituto, para que pudiera dormir, y me invitó a mí a ver "una cosa". Sazuke, por supuesto, fue obligado por mí a acompañarme. No me pienso poner cerca de mi padre sin testigos de por medio, no estoy tonta, sé que mi hermano ha reiniciado los trámites para encerrarle en la cárcel. Y desde la ventana, ocultos gracias a las técnicas ninja de Sazuke, pude contemplar primero la cara se sorpresa, después de asombro, más tarde la sonrisa cómplice y por último la expresión de alegría más pura que he visto nunca, aunque durara un segundo. Pasó entonces cerca de mi hermano y murmuró algo, la cara de mi hermano fue de felicidad, de paz, una paz que perdió hace mucho.
– Espero sentir algo así por alguien algún día, Sazuke – le susurré a mi acompañante en el árbol.
– Y yo espero estar allí para compartir ese momento con usted. – me respondió.
Y volvimos juntos a casa, donde nos quedamos dormidos inmediatamente.
Por momentos y cosas como esa es por lo que voy a ir al psiquiatra. Dejaré de ir vestida en maillot las 24 horas, intentaré suavizar mis salidas de tono, mantenerme lúcida todo el tiempo, ser la hermana que mi hermano mayor merece, y entrar en una universidad para estudiar medicina.
Y lo conseguiré.
Porque por los demás deseo ser mejor, para hacerles más felices. Aunque eso implique revivir un día y otro y otro y otro mi vida y mi dolor.
Porque eso es lo que importa.
Sí, eso es lo que importa.
Gracias por leer. Siento el más que imperdonable retraso, pero he tenido el peor bloqueo de escritora de mi vida y todavía no lo he superado.
Espero rewiews, a ver si con ellos se me pasa el bloqueo.
Chao!
Davinci
