Lágrimas de hielo II
Por Khira
V.
Estaban bajando en el ascensor del aparcamiento subterráneo para llegar a la última planta donde habían dejado el coche cuando Rukawa no aguantó más y en un impulso impropio de él le dio al botón de parada de emergencia. El aparato dio una sacudida y se detuvo en seco, obligándoles a dar un pequeño pasito para no perder el equilibrio.
- Qué haces? – exclamó Sakuragi.
- Por qué no me hablas? – preguntó Rukawa a su vez.
Hanamichi tardó un par de segundos en responder.
- Porque estoy cabreado – dijo simplemente.
- Conmigo...? – preguntó Rukawa tímidamente.
- Claro que no – suspiró Sakuragi. Se apoyó en un lado del ascensor sin dejar de mirar a su chico – Por qué piensas eso? – preguntó.
- Porque por mi culpa se ha fastidiado todo – musitó.
Un nuevo suspiro escapó de los labios del pelirrojo.
- No digas eso... – murmuró mirando al suelo.
- Pero es la verdad, es mi culpa... – repitió Rukawa – Si no hubiera montado aquel numerito hace dos años la prensa no se hubiera enterado de nada...
- Se habrían enterado tarde o temprano – interrumpió – Y no digas que montaste un numerito... tenías motivos de sobra para estar disgustado... - añadió en voz baja.
Rukawa no dijo más. Aquel tema había sido casi tabú durante ese tiempo, era la primera vez desde entonces que volvían a hablar sobre él. No era estúpido, sabía que el hecho de no hablar de ello no significaba que el problema no hubiera existido, pero es que dolía tanto recordarlo...
Si Hanamichi no hubiera estado con él cuando despertó en el hospital...
- - - Flashback - - -
Su cuerpo se sentía pesado y no tenía ningunas ganas de moverse. Abrió los ojos y lo primero que vio fue una mancha roja que poco a poco se fue enfocando hasta distinguir en ella el cabello de su chico. Recordó vagamente lo que había pasado y supo donde estaba.
- Hana... – musitó con voz pastosa.
- Sí, estoy aquí... – murmuró el pelirrojo apretando más su mano izquierda, pues se la tenía cogida – Cómo te encuentras...?
- Atontado... – reconoció.
Hubo unos minutos de silencio, en que ninguno de los dos sabía que decir. Sakuragi le acariciaba la mano, pero ya no le miraba a los ojos. Al final fue Rukawa quien rompió ese silencio.
- Hanamichi... no quiero que pienses lo que no es... yo... creí que iba a darme otra crisis, y no encontré el alprazolam y me asusté, y...
- Ya lo sé... – interrumpió Sakuragi. Como Rukawa le miró sin entender se explicó – Los médicos te hicieron un lavado de estómago y comprobaron que apenas habías tomado nada, sólo lo suficiente para desmayarte... y darme un susto de muerte.
Esto último se lo dijo con un poco de reproche. Por un momento los ojos azules centellearon de furia y Rukawa estuvo a punto de gritarle que era él quién tenía derecho a reprocharle algo, pero entonces se fijó en las ojeras de su koi y en su rostro cansado.
No sabía que hacer...
Desvió la mirada de los ojos castaños a su mano izquierda, que aún seguía entre las del pelirrojo. Se preguntó si Hanamichi estaba allí con él por pena, porque se sentía culpable, o porque realmente le quería. Hasta hacía unas horas nunca había dudado de eso último, pero ahora...
- Te quiero, Kaede – fue como si Sakuragi le leyera el pensamiento.
- Entonces por qué me engañaste...? – preguntó en un susurro.
- Porque soy un estúpido – respondió convencido – Y lo cierto es que no tengo otra excusa que darte. Quería probar, saber como era estar con una mujer – Rukawa cerró los ojos instintivamente, como si eso le librara de escuchar aquello – Y lo hice. Me acosté con esa chica por curiosidad...
Rukawa reprimió un sollozo. Sólo con imaginar a Hanamichi en brazos de otra persona, ya fuera hombre o mujer, se sentía morir. De pronto sintió un aliento en su rostro, lo que le indicó que Sakuragi se había inclinado sobre él.
- Pero me quedé sin saber como era hacer el amor con una mujer...
Abrió los ojos desconcertado, y se encontró el rostro de su do'aho con los ojos humedecidos.
- Acabas de decir que te acostaste con ella... – murmuró.
- Sí... y supe como era el sexo con una mujer... – dijo Sakuragi – Pero mientras esté enamorado de ti, Kaede Rukawa, nunca sabré lo que es hacer el amor con otra persona...
Los ojos azules también se humedecieron, y al cerrarlos de nuevo, una lágrima se deslizó por su mejilla. Hanamichi se la limpió tiernamente, y a continuación le besó con dulzura, casi con miedo. Miedo a que le rechazara, a que no le perdonara. El miedo se transformó en terror al pensar que quizás ese sería el último beso que le diera a su zorrito.
- Perdóname... – imploró sin apenas separar sus labios y dejando apoyadas sus frentes – Perdóname, mi vida... Sabes que no volverá a pasar...
- ... – Rukawa se mordió los labios. Cómo no iba a perdonarle?
Hanamichi era el amor de su vida...
- Te perdono... – dijo finalmente para alegría inicial del pelirrojo – Pero no me pidas que lo olvide... no me pidas que haga como si no hubiera pasado nada... Yo... – tragó saliva – Creo que necesitaré un tiempo para volver a confiar en ti...
- Está bien... – aceptó Sakuragi – Yo me encargaré de demostrarte que puedes hacerlo... – sonrió antes de besarle de nuevo.
- - - Fin del flashback - - -
- Aquí el único culpable soy yo – continuó Sakuragi después de tragar saliva – Primero por hacerte sufrir... y segundo por haber perdido los papeles con la tipa esa...
- Porque te has puesto así con ella? – preguntó Kaede ignorando la primera razón, cosa que no pasó desapercibida para el pelirrojo.
"Nunca me lo reprocharás de nuevo, verdad?", pensó Sakuragi, sin saber si sentirse mal o aliviado.
- Porque me ha sacado de quicio – contestó – No tenía derecho a instigarte así...
- Pero es normal que lo hiciera – replicó Rukawa. Al ver que Hanamichi no decía más, preguntó – Y ahora que haremos...?
- Iremos a otra agencia.
- Pasará lo mismo.
- O quizás no.
- Pero...
- Y si pasa lo mismo, iremos a una internacional, tipo ONG. Aunque suene mal, son menos exigentes. O también podríamos probar de apadrinarlo primero. Luego es mucho más fácil adoptar – explicó con una leve sonrisa.
Los ojos azules le miraban asombrados. No sólo por lo bien que se había informado, sino por el optimismo de su do'aho, que parecía no amedrentarse nunca.
- Qué te parece? – preguntó Sakuragi al ver que Rukawa se había quedado callado.
- Cómo lo haces? – preguntó este.
- El que?
- No perder nunca la esperanza.
- Lo aprendí de ti.
- Cómo? – se sorprendió el moreno.
- Una vez el entrenador Anzai me pidió que aprendiera de ti – explicó. Rukawa no entendió a que venía aquello – Fue en el partido contra el Toyotama, en los nacionales de primer año. Recuerdas?
- Cómo olvidarlo – dijo el moreno algo irónico. El capitán del Toyotama por poco no le dejó ciego de un codazo.
- Al día siguiente contra Sannoh seguí observándote en tu duelo contra Sawakita. Te pasó la mano por la cara durante casi todo el partido – sonrió ante el leve enojo que leyó en los ojos azules del kitsune – Pero tú siempre le decías que aún no estaba nada decidido.
- Claro que no – convino Rukawa.
- Pues esto es lo mismo.
A Rukawa le entró la risa.
- En serio le encuentras alguna similitud con lo que estábamos hablando hace unos momentos...?
En lugar de contestar, Hanamichi dejó de apoyarse contra el ascensor y se acercó a él.
- Ya era hora de que sonrieras un poco, kitsune – susurró también sonriente al mismo tiempo que le cogía por la cintura.
- Tú siempre consigues que sonría... – musitó Rukawa agradecido, colocando sus brazos alrededor de su cuello.
- Pero a veces te hago llorar... – replicó Sakuragi en voz muy baja, pero sin dejar de mirarle.
- Eso ya pasó... – Kaede apoyó su frente en la de su chico.
- Gracias por perdonarme...
- Te quiero...
- Lo sé. Y yo a ti...
De mutuo acuerdo se fundieron en un beso. Un beso que comenzó suave, expresándose todo el amor que se profesaban, pero que se convirtió en uno salvaje, donde también se demostraron lo mucho que se deseaban. Hacía mucho calor dentro de aquel ascensor, y la temperatura subió aún más cuando sus cuerpos entraron en contacto a través de la ropa, pues se abrazaban y besaban como si quisieran romper las barreras físicas que representaban sus propias pieles.
Rukawa ahogó un gemido cuando la masculinidad del pelirrojo se apretó contra la suya propia; por supuesto ambas estaban ya completamente despiertas. Sakuragi abandonó los labios de Rukawa ignorando las protestas de estos y dirigió los suyos a su esbelto cuello, lamiendo y mordiendo con suavidad, mientras sus manos recorrían su espalda bajo la camisa, exactamente igual que estaban haciendo las del moreno.
De pronto Hanamichi cargó a Rukawa contra la pared sin dejar de besarle, con tan mala suerte que la espalda del kitsune le dio al botón de reinicio de movimiento. Tras una pequeña sacudida que apenas notaron, el ascensor continuó bajando hasta la última planta. Ambos sabían que debían separarse, pero alargaron tanto el momento que cuando las puertas se abrieron estaban aún en plena faena.
- Mare meva... (madre mía) – se escuchó una voz femenina.
Sakuragi del susto se separó y soltó a Rukawa con tanta rapidez que el kitsune dio con el culo en el suelo. Afuera del ascensor estaban una mujer de mediana edad con una niña de unos cuatro años cogida de la mano.
- Esto... perdoni... (perdone) – se disculpó Sakuragi con una sonrisa boba en la cara, y cogiendo a un Rukawa algo cabreado de la mano, se alejaron de allí pitando en busca de su coche.
Rukawa se sobaba el trasero mientras Sakuragi rebuscaba entre los bolsillos las llaves del Audi.
- Ya te vale...
- No te quejes tanto, a ver si al llegar a casa te dolerá más... – dijo Sakuragi guiñándole un ojo.
- Do'aho... aún no se ha terminado tu semana de castigo... – sonrió malicioso.
- Auch! – rió el pelirrojo.
Entraron en el coche, como siempre, Sakuragi en el sitio del conductor y Rukawa al lado. El pelirrojo encendió la radio y arrancó el coche en dirección a la salida.
xXx
El día seguía siendo espléndido. Aunque el coche tenía aire acondicionado, ambos preferían ir con las ventanillas bajadas y dejar que el viento les refrescara, y de paso alborotara el pelo, que en el caso de Rukawa le daba una imagen muy sexy al pelirrojo.
Pero como siempre, cuando se trataba de ir por carretera, Rukawa le pedía a Sakuragi que aminorara la velocidad.
- Pero si no voy ni a cien – se excusó el pelirrojo.
- Pues lo parece.
La antigua carretera Palma-Llucmajor había estado en obras hacía un tiempo y estaba en muy buenas condiciones, además de dos carriles para cada sentido, pero ni eso parecía tranquilizar a Rukawa. Aunque en realidad lo que le tenía nervioso en ese momento era el camión de transporte de tubos para conductos de saneamiento que tenían delante desde hacía un buen rato. No sabía por qué pero le daba un mal presentimiento; pero si le pedía a Hanamichi que le adelantara, se estaría contradiciendo.
- Qué hacemos esta tarde? – preguntó el pelirrojo bajando un poco la música – Vamos a nadar?
- Por mi bien – respondió Kaede.
- A la playa de Sa Rápita?
- Vale.
- Después podríamos ir a jugar un uno contra uno a esa cancha que encontramos el otro día, cuando ya no haga tanto calor... Aparte de nadar no estamos haciendo mucho ejercicio que digamos estas vacaciones, y a este paso cuando volvamos a nuestros equipos lo pasaremos mal para readaptarnos al ritmo de entrenamiento...
Todo fue muy rápido. De pronto una de las correas que sujetaba los tubos que transportaba el camión se soltó, y un par de tuberías se dirigieron hacia ellos.
- CUIDADO! – exclamó Rukawa aterrado.
Los tubos no eran grandes y seguramente aunque les hubieran golpeado no les habrían desviado ni sacado de la carretera, pero por instinto Sakuragi dio un volantazo e invadió el otro carril sin mirar, con tan mala suerte que embistió al coche que le estaba adelantando en ese momento y ambos rebotaron violentamente contra la mediana.
N/A: Feliz día de San Esteve! aquí en Mallorca tb es fiesta! Bueno, pues aquí les dejo otro capítulo recién terminado de esta historia... no se asusten mucho con el final, si? muchos besitos y hasta el próximo!
Khira
