Observó con detenimiento la entrada al Velvet Rose.

Entrecerrando los ojos, pensó para sus adentros que lo primero que quería hacer es darse un buen baño de espuma... acompañada, cómo no.

Respiró hondo, y avanzó hacia las enormes puertas, que abrió con un crujido. Al entrar, un olor a jazmín y madera le llenó las fosas nasales.
Sonrió para sí, y cruzó la aterciopelada cortina que la separaba de una enorme sala de recepción.

Como no vió a nadie que viniera a atenderla, decidió ir ella misma en busca de un ratito de placer, así que, sin dilación, caminó hacia el mesón de bebidas, pensando en tomar un trago.